Capítulo 6

HAY muchas cosas difíciles de ocultar en este mundo, pero un secreto no es una de ellas. Es difícil ocultar un avión, por ejemplo, porque por lo general necesitas encontrar un agujero muy profundo o un enorme pajar, y poner el avión muy sigilosamente en su interior en medio de la noche, pero es fácil ocultar un secreto acerca de un avión, porque puedes simplemente escribirlo en un pequeño trozo de papel y pegarlo con cinta adhesiva debajo de tu colchón cuando te encuentres en casa. Es difícil ocultar una orquesta sinfónica, porque normalmente necesitas alquilar una habitación insonorizada y conseguir tantos sacos de dormir como te sea posible, pero es fácil ocultar un secreto acerca de una orquesta sinfónica, porque puedes simplemente murmurarlo al oído de algún amigo confiable o de un crítico musical. Y es difícil ocultarte a ti mismo, porque a veces necesitas meterte en el maletero de un automóvil, o confeccionar un disfraz con cualquier cosa que tengas a la mano, pero es fácil ocultar un secreto acerca de ti mismo, porque simplemente puedes escribirlo en un libro y esperar a que caiga en las manos adecuadas. Mí querida hermana, si estás leyendo esto, aún sigo con vida, y dirigiéndome hacia el norte con la esperanza de encontrarte.
Si los huérfanos Baudelaire hubieran estado buscando un avión mientras entraban dentro de la carpa de adivinación de Madame de Lulu, habrían intentado buscar la punta de un ala, que saliera por debajo de un enorme mantel negro decorado con brillantes estrellas plateadas que colgaba por encima de una mesa en el centro de la carpa. Si hubieran estado buscando una orquesta sinfónica, hubieran intentado escuchar el sonido de alguien tosiendo o tocando un oboe mientras se escondía en algunas de las esquinas de la carpa, las cuales estaban cubiertas con pesadas cortinas. Pero los niños no buscaban aviones o músicos profesionales. Estaban buscando secretos, y la carpa era tan grande que apenas sabían dónde empezar a buscar. ¿Quizás alguna noticia sobre los padres Baudelaire estaba oculta en el armario que se encontraba cerca de la entrada? ¿Podría existir información acerca del expediente Snicket metida en algunos de los maleteros que estaban en las esquinas de la carpa? ¿Y sería posible que los niños pudieran descubrir el significado de V.F.D. mirando la bola de cristal colocada en el centro de la mesa? Violet, Klaus y Sunny miraron alrededor de la carpa, y después los unos a los otros, y parecía que los secretos acerca de ellos podían estar ocultos dondequiera.
—¿Dónde crees que deberíamos buscar? —preguntó Violet.
—No lo sé —respondió Klaus, entrecerrando los ojos a su alrededor—. Ni siquiera estoy seguro de que debemos buscar.
—Bueno, tal vez deberíamos buscar las respuestas de la misma manera en la que el Conde Olaf lo hizo —dijo Violet—. Contó toda la historia acerca de su experiencia adivinatoria.
—Lo recuerdo —dijo Klaus—. Primero entró a la carpa de Madame Lulu. Ya hicimos eso. Luego, dijo que apagaron todas las luces.
Los Baudelaire miraron hacia arriba, y notaron por primera vez que el techo de la carpa estaba decorado con pequeñas luces en forma de estrellas, iguales a las del mantel.
—¡Interruptor! —dijo Sunny, apuntando a un par de interruptores sobre uno de los palos de la carpa.
—Buen trabajo, Sunny —dijo Violet—. Klaus, ven conmigo y démosle un vistazo a esos interruptores.
Los dos Baudelaire mayores caminaron monstruosamente hacia el palo, pero cuando llegaron a los interruptores Violet frunció el ceño y movió la cabeza.
—¿Qué sucede? —preguntó Klaus.
—Me gustaría tener una cinta —dijo Violet—, para atar mi cabello. Es difícil pensar seriamente con mi polvoriento cabello sobre mis ojos. Pero mi cinta está en algún lugar del Hospital... Su voz se desvaneció, y Klaus vio como ella metía una mano en el bolsillo del pantalón del Conde Olaf y sacaba una cinta parecida a las que generalmente usaba.
—Tuy —dijo Sunny.
—Es mía —dijo Violet, mirándola de cerca—. El Conde Olaf debió habérmela quitado cuando me estaban preparando para la cirugía, y la dejó en su bolsillo.
—Me alegra que la hayas recuperado —dijo Klaus, con un ligero estremecimiento—. No me gusta imaginar a Olaf poniendo sus sucias manos sobre nuestras cosas. ¿Necesitas ayuda para atar tu cabello? Puede ser difícil hacerlo con una sola mano, y no creo que debas sacar la otra por debajo de la camisa. No debemos arruinar nuestro disfraz.
—Creo que puedo hacerlo con una sola mano —dijo Violet—. Ah, eso es. Me siento menos como fenómeno y más como Violet Baudelaire con mi cabello atado. Ahora, veamos. Ambos interruptores están conectados a los cables que van hasta la parte superior de la carpa. Uno de ellos, obviamente debe controlar las luces, pero, ¿Qué hará el otro?
Los Baudelaire miraron una vez más hacia arriba, y vieron algo más pegado al techo de la carpa. Entre las estrellas, había un pequeño espejo, colgado de una pieza de metal, que estaba colocado en un ángulo extraño. Junto a la pieza de metal había una larga tira de caucho, que conducía a un largo nudo de alambres y engranajes, y que a su vez conducía a otros espejos acomodados en una especie de círculo.
—¿Qué? —preguntó Sunny.
—No lo sé —dijo Klaus—. No se parece a nada que haya leído antes.
—Es un invento de algún tipo —dijo Violet, estudiándolo cuidadosamente, y comenzó a apuntar hacia distintas partes del extraño dispositivo, pero era más como si estuviera hablando para ella misma que con sus hermanos—. Ese pedazo de caucho se parece a una correa de ventilador, la cual transmite torsión del motor de un automóvil con el fin de enfriar el radiador. ¿Pero porqué alguien querría...? Oh, ya veo. Mueve los demás espejos en circulo, y... pero como puede... espera un minuto. Klaus, ¿Puedes ver ese pequeño orificio en la esquina superior de la carpa?
—No sin mis anteojos —dijo Klaus.
—Bueno, allí hay una pequeña rasgadura —dijo Violet—. ¿Hacia que dirección nos encontraríamos, si estuviéramos frente al pequeño agujero?
—Déjame pensar por un momento —dijo Klaus—. Ayer por la noche, se estaba poniendo el sol cuando salimos del automóvil.
—Yirat —dijo Sunny, lo que significaba algo así como “Recuerdo... la famosa puesta de sol del hinterlands”.
—Y el coche estaba por ahí —dijo Klaus, volteándose y arrastrando a su hermana mayor junto el—. Por ese lado está el oeste, por lo que el agujero de la carpa mira hacia el este.
—Hacia el Este —dijo Violet con una sonrisa—, por donde amanece.
—Exacto —dijo Klaus—. ¿Pero eso qué tiene que ver?
Violet no dijo nada, se limitó a sonreírle a sus hermanos, y Klaus y Sunny le sonrieron también. Incluso con las falsas cicatrices dibujadas sobre su rostro, Violet estaba sonriendo de una manera que los otros Baudelaire reconocieron al instante. Era el tipo de sonrisa que aparecía cuando Violet descubría la solución a un problema difícil, generalmente relacionado a algún tipo de invención. Sonrío de esa manera cuando los hermanos estuvieron en la cárcel, y descubrió de que manera una jarra de agua podría ayudarlos a escapar. Sonrió de esa manera cuando descubrió todo tipo de evidencia proveniente de una maleta, con la cual podrían convencer al Sr. Poe de que su Tío Monty había sido asesinado. Y sonrío de esa manera en ese momento, mientras miraba hacia el extraño dispositivo en el techo, y después a los dos interruptores en la pared.
—Miren esto —dijo, y encendió el primer interruptor.
Inmediatamente, el dispositivo comenzó a girar y la larga tira de caucho empezó a moverse, y el círculo de espejos se convirtió en un girante círculo zumbante.
—Pero, ¿Qué es lo que hace? —preguntó Klaus.
—Escuchen —dijo Violet, y los niños pudieron escuchar un bajo y zumbante sonido proveniente de la máquina—. Ese es el zumbido del que el Conde Olaf estaba hablando. Pensaba que provenía de la bola de cristal, pero provenía de esa invención.
—Ya sabía que un zumbido mágico sonaba sospechoso —dijo Klaus.
—¿Legror? —preguntó Sunny, lo que significaba algo así como “Pero, ¿Qué pasa con los relámpagos?”
—¿Ves como está inclinado el espejo más grande? —dijo Violet—. Está puesto de tal manera para que refleje la luz que entra por el pequeño orificio de la carpa.
—Pero no hay luz entrando por el —dijo Klaus.
—No en este momento —dijo Violet—, porque el orificio se encuentra mirando hacia el este, y ya estamos a últimas horas de la tarde. Pero en la mañana, cuando Madame Lulu hace sus adivinaciones, se encuentra amaneciendo, y la luz del amanecer brillaba sobre ese espejo. Y ese espejo refleja la luz en los otros espejos, puesto en marcha por esa correa de transmisión...
—Espera un momento —dijo Klaus—. No entiendo.
—Está bien —dijo Violet—, ni siquiera el Conde Olaf lo entendió. Cuando el entró a la carpa por la mañana, Madame Lulu encendió el invento y la habitación se llenó de luces intermitentes. ¿Recuerdas cuando utilicé la refracción de la luz para hacer una señal en el Lago Lacrimógeno? Es lo mismo, pero Lulu lo llama relámpagos mágicos.
—Pero, ¿No crees que Olaf pudo haberse dado cuenta de que los relámpagos no eran mágicos?
—No si las luces estaban apagadas —dijo Violet, encendiendo otro interruptor, y por encima de ellos las estrellas se apagaron. La tela de la carpa era tan gruesa que ninguna luz se filtraba desde el exterior, y los Baudelaire se encontraron en completa oscuridad. Eso les recordó a los niños cuando fueron arrojados por el hueco del ascensor del número 667 de la Avenida Oscura, con diferencia de que en esa ocasión todo estaba silencio, y ese momento todo estaba envuelto por el zumbante sonido de la máquina.
—Aterrador —dijo Sunny.
—Esto es espeluznante —dijo Klaus de acuerdo—. No es de extrañar que Olaf pensara que era un zumbido mágico.
—Además Imaginen cómo se sentiría con la habitación repleta de destellos luminosos —dijo Violet—. Esas son las clases de artimañas que hace creer a la gente en la adivinación.
—De modo que Madame Lulu es un fraude —dijo Klaus.
Violet bajó los dos interruptores y las luces se encendieron mientras la invención se apagaba.
—Sin duda es un fraude —dijo Violet—. Apuesto a que la bola de cristal es simplemente eso, de cristal. Ella engañó al Conde Olaf haciéndolo pensar que era una adivina, para que así le comprara cosas como leones y nuevos turbantes.
—¿Chesro? —preguntó Sunny, y miró a sus hermanos. Por “¿Chesro?” Sunny quería decir algo así como “Pero si ella es un fraude, ¿cómo sabe que uno de nuestros padres está con vida?”, pero sus hermanos casi tenían miedo de responderle.
—Ella no lo sabe, Sunny —dijo Violet tranquilamente—. La información de Madame Lulu es tan falsa como su relámpago mágico.
Sunny hizo un pequeño y ligero sonido que sus hermanos difícilmente pudieron escuchar detrás de su barba, y abrazó las piernas de Violet y Klaus mientras su pequeño cuerpo temblaba con tristeza. De repente, fue el turno de Sunny de cargar con la pena Baudelaire, pero no por mucho tiempo, porque Klaus tuvo una idea que hizo que la Baudelaire más joven volviera en sí.
—Esperen un minuto —dijo Klaus—. Madame Lulu puede ser un fraude, pero su información podría ser real. Después de todo, ella siempre le dijo al Conde Olaf donde nos encontrábamos, y siempre tuvo razón acerca de eso.
—Eso es verdad —dijo Violet—. Había olvidado eso.
—Después de todo —dijo Klaus, buscando con dificultad en su bolsillo—, primero pensamos que uno de nuestros padres podría estar vivo después de leer esto —y sacó un pedazo de papel que sus hermanas reconocieron como la página trece del expediente Snicket. Había una fotografía, grapada a la página, en la que aparecían los padres Baudelaire, de pie junto a un hombre que los Baudelaire conocieron brevemente en la Villa de la Fabulosa Desbandada, y junto a otro hombre que los niños no reconocían, y debajo de la fotografía había una frase a maquina que Klaus había leído tantas veces que no necesitaba ponerse sus anteojos para volver a leerla—. “Dadas las pruebas comentadas en la página nueve, los expertos han llegado a la conclusión de que tal vez hubiera algún superviviente en aquel incendio, aunque se ignora su paradero” —recitó—. Tal vez Madame Lulu sabe acerca de esto.
—Pero, ¿Cómo? —preguntó Violet.
—Bueno, veamos —dijo Klaus—. El Conde Olaf dijo que después de la aparición de los relámpagos mágico, Madame Lulu le dijo que cerrara los ojos para que ella pudiera concentrarse.
—¡Allí! —dijo Sunny, apuntando a la mesa con la bola de cristal.
—No, Sunny —dijo Violet—. La bola de cristal no pudo haberle dicho. No es mágica, ¿Recuerdas?
—¡Allí! —insistió Sunny, y caminó hacia la mesa.
Violet y Klaus la siguieron caminando torpemente, y vieron hacia lo que ella estaba apuntando. Asomándose por debajo del mantel había una pequeña cosa blanca. Arrodillándose con sus pantalones compartidos, los Baudelaire mayores pudieron ver que era el borde de un trozo de papel.
—Menos mal que estás más cerca del suelo que nosotros, Sunny —dijo Klaus—. Nunca lo habría notado.
—¿Pero qué es? —preguntó Violet, tirando del papel debajo del mantel.
Klaus buscó en su bolsillo una vez más, sacó sus anteojos y se los puso.
—Ahora me siento menos como un fenómeno y más como yo —dijo con una sonrisa, y empezó a leer en voz alta—. “Mi Querida Duquesa, su baile de disfraces suena a que será una velada inolvidable, y casi no puedo esperar...” —su voz se desvaneció, y revisó el resto de la página—. Es solo una nota acerca de una fiesta —dijo.
—¿Y qué estaba haciendo debajo de un mantel? —preguntó Violet.
—Esto no me parece que sea importante —dijo Klaus—, pero me imagino que es lo suficientemente importante para Lulu como para ocultarlo.
—Veamos que otras cosas oculta ahí —dijo Violet, y levantó un extremo del mantel. Los tres Baudelaire se quedaron sin aliento.
Puede parecer extraño leer que había una biblioteca debajo de la mesa de Madame Lulu, pero como los huérfanos Baudelaire sabían, hay casi tantos tipos de bibliotecas como tipos de lectores. Los niños habían encontrado una biblioteca privada en la casa de Justicia Strauss, que echaban mucho de menos, y una biblioteca científica en la casa del Tío Monty, que nunca volverían a ver de nuevo. Habían visto una biblioteca académica en la Academia Preparatoria Prufrock, y una biblioteca en el Aserradero de la suerte que estaba desabastecida, una palabra que aquí significa “vacía con excepción de tres libros”. Hay bibliotecas públicas y bibliotecas médicas, bibliotecas secretas y bibliotecas olvidadas, bibliotecas de registros y bibliotecas de catálogos de subastas, y hay bibliotecas de archivos, que es una manera elegante de decir una colección de archivos y documentos en lugar de libros. Las bibliotecas de archivos por lo general se encuentran en las universidades, museos, u otros lugares tranquilos —como debajo de un escritorio— donde las personas pueden ir y examinar cualquier documento que gusten, con el fin de encontrar la información que necesitan. Los huérfanos Baudelaire miraron las enormes pilas de papeles atestadas debajo de la mesa, y se dieron cuenta de que Madame Lulu tenía una biblioteca de archivos que podría contener la información que estaban buscando.
—Miren todo esto —dijo Violet—. Hay artículos de periódicos, revistas, cartas, expedientes, fotografías... de todo tipo de documentos. Madame Lulu le dice a la gente que cierre los ojos y entonces buscando a través de todo este material encuentra las respuestas.
—Y no pueden escucharla ojeando papeles —dijo Klaus—, debido a los zumbidos de su dispositivo de relámpagos.
—Es como hacer un examen —dijo Violet—, con todas las respuestas escondidas en tu pupitre.
—¡Trampa! —dijo Sunny.
—Eso es hacer trampa —dijo Klaus—, pero tal vez sus trampas puedan ayudarnos. Miren, aquí hay un artículo de El Diario Punctilio.
—LA VILLA DE LA FABULOSA DESBANDADA PARTICIPA EN NUEVO PROGRAMA TUTELAR —dijo Violet, mirando sobre el hombro de Klaus el titular.
—El Consejo de Ancianos anunció ayer que se encargarán de cuidar a los problemáticos huérfanos Baudelaire —leyó Klaus—, como parte del nuevo programa del gobierno de la capital inspirado en el aforismo “Para criar a un niño hace falta todo un pueblo” .
—¡Así es como el Conde Olaf nos encontró! —dijo Violet—. ¡Madame Lulu fingió que la bola de cristal le dijo dónde estábamos, pero lo acaba de leer en el periódico!
Klaus se volteó y vio, a través de una pila de papeles, su propio nombre en una lista.
—Miren —dijo—. Es una lista de nuevos estudiantes de la Academia Preparatoria Prufrock. De alguna manera Madame Lulu la consiguió y le pasó la información a Olaf.
—¡Nosotros! —dijo Sunny, mostrándoles una fotografía a sus hermanos. Violet y Klaus la observaron y se dieron cuenta de que su hermana estaba en lo correcto. La Baudelaire más joven había encontrado una pequeña fotografía borrosa de los tres Baudelaires sentados en el borde del Muelle Damocles, a donde habían ido para ir a vivir con Tía Josephine. En el fondo se podía ver al Sr. Poe alzando la mano para detener un taxi, mientras Violet miraba con tristeza una bolsa de papel.
—Esas son las pastillas de menta que el Sr. Poe nos dio —dijo Violet tranquilamente—. Casi había olvidado aquello.
—¿Pero quién la tomó? —preguntó Klaus—. ¿Quién nos estaba observando ese día?
—Atrás —dijo Sunny, y volteó la fotografía. En la parte de atrás, alguien había escrito algo con una escritura tan enmarañada que los niños difícilmente podían leerlo.
—Creo que dice “Esto podría ser esperanzador” —dijo Klaus.
—O “útil” —dijo Violet— “Esto podría ser útil”. Y está firmado con una inicial... Creo que se trata de una R, o tal vez una K. Pero, ¿Quién querría tener una fotografía de nosotros?
—¡La idea de que alguien nos haya fotografiado en secreto me da escalofríos! —dijo Klaus—. Eso podría significar que posiblemente alguien nos podría estar fotografiando en cualquier momento.
Los Baudelaire miraron rápidamente a su alrededor, pero no vieron a ningún fotógrafo acechando en la carpa.
—Deberíamos calmarnos —dijo Violet—. ¿Recuerdan cuando vimos una película de terror cuando nuestros padres salieron por la noche, y que estuvimos nerviosos el resto de la noche? Cada vez que escuchábamos un ruido pensábamos que los vampiros irrumpirían en la casa para llevarnos.
—Quizás alguien estaba tratando de irrumpir en la casa para llevarnos —dijo Klaus, y señaló a la fotografía—. A veces las cosas pueden pasar delante de tus narices, y ni siquiera te das cuenta.
—Heebie-jeebies —dijo Sunny, y quería decir algo así como “Vámonos de aquí. Realmente me están dando escalofríos”.
—A mi también —dijo Violet—, pero vamos a tener que llevarnos todos estos documentos con nosotros. Quizás podamos encontrar algún lugar para mirarlos con calma y encontrar la información que deseamos.
—No podemos llevarnos todos estos documentos con nosotros —dijo Klaus—. Hay pilas y pilas. Sería como si tomaras prestados todos los libros de una biblioteca sólo para encontrar el que te gustaría leer.
—Podríamos llevarnos lo que nos quepa en los bolsillos —dijo Violet.
—Mis bolsillos ya están llenos —dijo Klaus—. Tengo la página trece del expediente Snicket, y todos los fragmentos de los libros de notas de los Quagmire. No puedo deshacerme de ellos, por lo que no tengo espacio para nada más. Es como si todos los secretos del mundo se encontraran aquí sobre estos papeles, pero, ¿Qué secreto nos llevamos con nosotros?
—Quizás podríamos darles un rápido vistazo aquí —dijo Violet—, y tomar cualquier cosa que lleve nuestros nombres.
—Ese no es el mejor método de investigación —dijo Klaus—, pero supongo que tendremos que hacerlo. Ayúdame a levantar el mantel para que podamos ver mejor las cosas.
Violet y Klaus comenzaron a levantar juntos el mantel, pero era bastante difícil hacerlo en su disfraz. Al igual que comer una mazorca de maíz, levantar un mantel mientras compartían la misma camisa era más complicado de lo que esperaban, y el mantel se movió de un lado a otro mientras los Baudelaire luchaban con el. Como seguramente sabes, si mueves un mantel de un lado a otro, las cosas que se encuentran sobre el mantel se moverán también, y la bola de cristal de Madame Lulu comenzó a moverse hacia el borde de la mesa.
—Percance —dijo Sunny.
—Sunny tiene razón —dijo Violet—. Debemos tener cuidado.
—Claro —dijo Klaus—. No queremos que... —Klaus no pudo terminar su frase acerca de lo que él y sus hermanas no querían, porque un sordo thunk junto a un ruidoso y estrepitoso ¡crash! terminaron la frase por él. Una de las cosas más problemáticas en la vida es que lo que quieres o no quieres tiene muy poco que ver con lo sucede o no sucede. Es posible que quieras convertirte en una especie de autor que trabaja tranquilamente en su casa, por ejemplo, pero puede suceder algo que te lleve a convertirte en una especie de autor que trabaja frenéticamente en las casas de otras personas, a menudo sin que éstas lo sepan. Es posible que quieras casarte con alguien a quien amas mucho, pero puede suceder algo que haga que los dos jamás se vuelvan a ver. Es posible que quieras averiguar algo importante acerca de tus padres, pero puede suceder algo que impida que lo consigas durante mucho tiempo. Y es posible que quieras, en algún momento en particular, que una bola de cristal no se caiga de una mesa y se rompa en mil pedazos, e incluso si esto sucediera y la bola de cristal se destrozara, quizás quieras que no haga un sonido que atraiga la atención de los demás. Pero la triste verdad es que la verdad es triste, y que lo que tú quieras no importa. Una serie de catastróficas desdichas pueden sucederle a cualquiera, sin importar lo que ellos quieran, y aunque los tres niños no querían que el telón de la carpa de adivinación se abriera, y no querían que Madame Lulu entrara, mientras la tarde se tornaba en la noche en el Carnaval Caligari, todo lo que les sucedió a los huérfanos Baudelaire fue algo que no querían en absoluto.