Capítulo 2

OREJEAR —una palabra que aquí significa “escuchar una interesante conversación en la que no has sido invitado a participar”— es algo muy útil de hacer, y a menudo es una actividad muy entretenida de hacer, pero no es algo cortés de hacer, y al igual que la mayoría de las cosas descorteses, corres el riesgo de meterte en problemas si te atrapan haciéndolo. Los huérfanos Baudelaire, por supuesto, tenían un montón de experiencia en no ser atrapados, por lo que los tres niños sabían cómo caminar tan silenciosamente como les era posible a través del suelo del Carnaval Caligari, y cómo agacharse tan discretamente como les era posible fuera de la ventana de la caravana de Madame Lulu. Si hubieras estado allí en aquella fantasmagórica noche azulada —y nada en mi investigación indica que hayas estado allí— no habrías escuchado ni el más mínimo ruido de los Baudelaire mientras orejeaban a sus enemigos.
El Conde Olaf y su grupo, en cambio, estaban haciendo mucho ruido.
—¡Madame Lulu! —gritó el Conde Olaf, mientras que los niños, que estaban recargados sobre la pared de la caravana, se ocultaban en las sombras—. ¡Madame Lulu, vierte un poco de vino para nosotros! ¡Provocar incendios y escapar de las autoridades siempre hace que me dé mucha sed!
—Yo prefiero un suero de mantequilla, servido en una caja de cartón —dijo Esmé—. Eso es lo in más nuevo en bebidas.
—Cinco copas de vino y una caja de suero de mantequilla, por favor —respondió una mujer en un acento que los niños reconocieron. No hace mucho tiempo, cuando Esmé Miseria había sido la tutora de los Baudelaire, Olaf se había disfrazado como una persona que no hablaba bien el idioma, y, como parte de su disfraz, había hablado en un acento muy similar al que estaban escuchando en ese momento. Los Baudelaire trataron de mirar a través de la ventana y echarle un vistazo a la adivina, pero Madame Lulu había cerrado sus cortinas con mucho cuidado—. Estoy encantada, por favor, de verte, mi Olaf. Bienvenido a la caravana de mí. ¿Cómo es la vida para ti?
—Hemos estado cargados de trabajo —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos, utilizando una frase que aquí significa “perseguir a niños inocentes por bastante tiempo”—. Esos tres huérfanos son muy difíciles de capturar.
—No te preocupes de los niños, por favor —respondió Madame Lulu—. Mi bola de cristal me dice que mi Olaf prevalecerá.
—Si eso significa “asesinar a niños inocentes” —dijo una de las mujeres empolvadas—, entonces, esa es la mejor noticia que hemos escuchado en todo el día.
—“Prevalecer” significa “ganar” —dijo Olaf—, pero en mi caso equivale a matar a los Baudelaire. ¿Exactamente cuándo dice la bola de cristal que prevaleceré, Lulu?
—Muy pronto, por favor —respondió Madame Lulu—. ¿Qué regalos me has traído de tus viajes, mi Olaf?
—Bueno, vamos a ver —respondió Olaf—. Aquí hay un precioso collar de perlas que le robé a una de las enfermeras del Hospital Heimlich.
—Me prometiste que yo me quedaría con el —dijo Esmé—. Dale una de esas chisteras-cuervo que robaste de la Villa de la Fabulosa Desbandada.
—Te lo digo, Lulu —dijo Olaf—, tus habilidades adivinatorias son increíbles. Nunca hubiera imaginado que los Baudelaire se escondían en ese estúpido pueblo, pero tu bola de cristal lo supo de inmediato.
—La magia es magia, por favor —respondió Lulu—. ¿Más vino, mi Olaf?
—Gracias —dijo Olaf—. Ahora, Lulu, necesitamos una vez más de tus habilidades adivinatorias.
—Los mocosos Baudelaire escaparon de nosotros otra vez —dijo el hombre calvo—, y el jefe espera que seas capaz de decirnos a donde han ido.
—También —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos—, necesitamos saber dónde está el expediente Snicket.
—Y necesitamos saber si uno de los padres Baudelaire sobrevivió al incendio —dijo Esmé—. Los huérfanos parecen estar convencidos, pero tu bola de cristal nos lo puede decir con seguridad.
—Y me gustaría un poco más de vino —dijo una de las mujeres empolvadas.
—Muchas solicitudes hacer tu —dijo Madame Lulu en su extraño acento—. Madame Lulu recordar, por favor, cuando tu visitar sólo por el placer de mi compañía, mi Olaf.
—No tenemos tiempo para eso —respondió Olaf rápidamente—. ¿No puedes preguntarle a tu bola de cristal en este momento?
—Conoces las reglas de la bola de cristal, mi Olaf —respondió Lulu—. Por la noche la bola de cristal dormir debe en la carpa de adivinación, y a la salida del sol tu poder formular una pregunta.
—Entonces haré mi primera pregunta mañana por la mañana —dijo Olaf—, y nos quedaremos hasta que todas mis preguntas sean contestadas.
—Oh, mi Olaf —dijo Madame Lulu—. Por favor, los tiempos son muy difíciles para Carnaval Caligari. No fue buen negocio poner un carnaval en hinterlands, no mucha gente venir a ver a Madame Lulu o a la bola de cristal. La caravana de regalos del Carnaval Caligari tiene pésimos suvenires. Y Madame Lulu no tener bastantes fenómenos, por favor, en la Casa de los Fenómenos. Tu visítame, mi Olaf, con tu grupo, y quédate muchos días, bebe mi vino y come todos mis refrigerios.
—El pollo asado está muy delicioso —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos.
—Madame Lulu no tener dinero, por favor —continuó Lulu—. Es duro, mi Olaf, hacer adivinaciones para ti cuando Madame Lulu es tan pobre. La caravana de mi tener goteras en techo, y Madame Lulu necesitar dinero, por favor, para hacer reparaciones.
—Ya te lo he dicho antes —dijo Olaf—, una vez que consigamos la fortuna de los Baudelaire, el carnaval tendrá un montón de dinero.
—Tu hablar acerca de la fortuna Quagmire, mi Olaf —dijo Madame Lulu—, y acerca de la fortuna Snicket. Pero Madame Lulu nunca ver un centavo. Tenemos que pensar, por favor, en algo para hacer al Carnaval Caligari más popular. Madame Lulu tenía la esperanza de que el grupo de mi Olaf pudiera representar una gran obra como La boda Maravillosa. Muchas personas vendrían a verla.
—El jefe no puede subir al escenario —dijo el hombre calvo—. Elaborar planes malévolos es un trabajo de tiempo completo.
—Además —dijo Esmé—, me he retirado del mundo del espectáculo. Todo lo que quiero ahora es ser la novia del Conde Olaf.
Hubo un momento de silencio, y lo único que los Baudelaire pudieron escuchar de la caravana de Lulu fue el crujido de alguien al masticar huesos de pollo. Luego se escuchó un largo suspiro, y Lulú habló en voz baja.
—No me habías dicho, mi Olaf, que Esmé era la novia de ti. Tal vez Madame Lulu no dejar a ti y al grupo permanecer en el carnaval de mí.
—Muy bien, Lulu —dijo el Conde Olaf, y los niños temblaron mientras orejeaban. Olaf había hablado con un tono de voz que los Baudelaire habían oído muchas veces, cuando intentaba engañar a alguien haciéndose pasar por una persona amable y decente. Incluso con las cortinas cerradas, los Baudelaire sabían que le estaba dirigiendo a Madame Lulu una amplia sonrisa dentuda, y que sus ojos brillaban intensamente bajo su única ceja, como si estuviera a punto de contar un chiste—. ¿Alguna vez te he contado cómo inicié mi carrera como actor?
—Es una historia fascinante —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos.
—Ciertamente lo es —coincidió Olaf—. Dame algo más de vino y te la contaré. Ahora bien, desde que era niño siempre fui el más guapo de la escuela, y un día un joven director...
Los Baudelaire habían escuchado suficiente. Los tres niños habían pasado suficiente tiempo con el villano como para saber que una vez que comenzaba a hablar de sí mismo seguiría hablando hasta que las ranas criarán pelo, una frase que aquí significa “hasta que no hubiera más vino”, y con mucho cuidado comenzaron a caminar de puntillas, alejándose de la caravana de Madame de Lulu hacia el coche del Conde Olaf, para así poder hablar sin ser escuchados. En la oscuridad de la noche, el largo y negro automóvil parecía un enorme agujero, y los niños sentían como si estuvieran a punto de caer en él mientras trataban de decidir qué hacer.
—Creo que deberíamos irnos —dijo Klaus con incertidumbre—. Definitivamente no es seguro quedarnos aquí, pero no sé a dónde podemos ir en el hinterlands. No hay nada más que desierto a millas y millas de distancia, y podríamos morir de sed, o ser atacados por animales salvajes.
Violet miró a su alrededor rápidamente, como si algo estuviera a punto de atacarlos al instante, pero el único animal salvaje a la vista era el león pintado sobre letrero del carnaval.
—Incluso si nos topáramos con alguien en el camino —dijo—, probablemente piense que somos asesinos y llame a la policía. Además, Madame Lulu prometió que respondería todas las preguntas de Olaf mañana por la mañana.
—No crees que la bola de cristal de Madame Lulu funcione en realidad, ¿verdad? —Klaus le preguntó—. Nunca he leído nada que demuestre que la adivinación es real.
—Pero Madame Lulu le ha dicho con anterioridad al Conde Olaf en donde nos encontrábamos —señaló Violet—. Debe conseguir su información de algún lugar. Si realmente logra descubrir dónde se encuentra el expediente Snicket, o confirmar si uno de nuestros padres está vivo... Su voz se quebró, pero no había necesidad de terminar la frase. Los tres Baudelaire sabían que valía la pena quedarse y tomar el riesgo si es que lograban averiguar si alguno había sobrevivido al incendio.
—Sandover —dijo Sunny, lo que significaba algo así como “Entonces nos quedaremos”.
—Al menos por esta noche —acordó Klaus—. Pero, ¿dónde podemos escondernos? Si no nos ocultamos es probable que alguien nos reconozca.
—¿Karneez? —preguntó Sunny.
—Las personas de esas caravanas trabajan para Madame Lulu —dijo Klaus—. ¿Cómo podríamos saber si desean ayudarnos o no?
—Tengo una idea —dijo Violet, y caminó hacia la parte trasera del automóvil del Conde Olaf. Con un creeeak, abrió el maletero nuevamente y se inclinó hacia adentro.
—¡Chiflada! —dijo Sunny, lo que significaba algo así como “No creo que esa sea una buena idea, Violet”.
—Sunny tiene razón —dijo Klaus—. Olaf y sus secuaces podrían volver en cualquier momento para sacar cosas del maletero. No podemos ocultarnos ahí.
—No nos ocultaremos ahí —dijo Violet—. De hecho no nos ocultaremos. Después de todo, Olaf y su grupo nunca se han ocultado, y siempre se las arreglan para no ser reconocidos. Vamos a disfrazarnos.
—¿Gabrowha? —preguntó Sunny.
—¿Por qué no debería de funcionar? —respondió Violet—. Olaf siempre utiliza disfraces y logra engañar a todos. Si logramos engañar a Madame Lulu haciéndola pensar que somos alguien más, podremos quedarnos aquí y encontrar las respuestas a nuestras preguntas.
—Parece arriesgado —dijo Klaus—, pero supongo que es tan arriesgado como tratar de escondernos en algún lugar. ¿Quién crees que deberíamos pretender ser?
—Hay que darle un vistazo a los disfraces —dijo Violet—, y ver si se nos ocurre alguna idea.
—Tendremos que sentirlos e ir a tientas —dijo Klaus—. Está demasiado oscuro como para darles un vistazo.
Los Baudelaire se pararon frente al maletero abierto y metieron sus manos para comenzar su búsqueda. Como estoy seguro que tú sabes, cada vez que examinas las pertenencias de alguien más, puedes descubrir muchas cosas interesantes acerca de esa persona de las que no eras consiente o no estabas enterado. Podrías examinar algunas cartas que ha recibido tu hermana recientemente, por ejemplo, y enterarte de ha estado planeando escaparse con un archiduque. Podrías examinar las maletas de otro pasajero en un tren que estás tomando, y darte cuenta de que te ha estado fotografiando en secreto durante los últimos seis meses. Recientemente abrí el refrigerador de uno de mis enemigos y me di cuenta de que ella era vegetariana, o por lo menos que pretendía serlo, o que tuvo a un vegetariano visitándola en su casa por algunos días. Y los huérfanos Baudelaire examinaron algunos de los objetos en el maletero de Olaf, descubriendo y enterándose de muchas cosas desagradables. Violet encontró parte de una lámpara del latón que le recordó al tiempo en el que vivió con Tío Monty, y se dio cuenta de que Olaf se la había robado a su pobre tutor, además de asesinarlo. Klaus encontró una gran bolsa de compras de Boutique In, y se dio cuenta de que Esmé Miseria seguía tan obsesionada con la ropa a la moda como siempre lo había estado. Y Sunny encontró un par de medias blancas cubiertas de aserrín, y se dio cuenta de que Olaf no había lavado su disfraz de recepcionista desde que lo había utilizado por última vez.
Pero la cosa más desagradable de la que los niños se dieron cuenta mientras examinaban el maletero del coche de Olaf fue simplemente ver cuántos disfraces tenía a su disposición. Encontraron el sombrero que Olaf había utilizado para disfrazarse como capitán de barcos de vela y la hoja de afeitar que probablemente había utilizado para rasurarse la cabeza y parecer un asistente de laboratorio. Encontraron las costosas zapatillas de deporte que había usado para disfrazarse de un maestro de gimnasia, y también los zapatos de plástico que había utilizado cuando se hizo pasar por un detective. Pero los hermanos también encontraron una gran cantidad de disfraces que nunca habían visto antes, y parecía como si Olaf pudiera continuar disfrazándose eternamente, siguiendo a los Baudelaire de un lugar a otro, siempre apareciendo con una nueva identidad y nunca siendo capturado.
—Podemos disfrazarnos de casi cualquier cosa —dijo Violet—. Mira, aquí hay una peluca que me hace ver como una payasa, y aquí hay otra que me hace parecer una jueza.
—Lo se —dijo Klaus, levantando una gran caja con varias gavetas—. Esto parece ser un kit de maquillaje, con unos bigotes postizos, cejas falsas, e incluso con un par de anteojos.
—¡Twicho! —dijo Sunny, sosteniendo un largo velo blanco.
—No, gracias —dijo Violet—. Ya tuve que ponerme ese velo una vez, cuándo Olaf casi se casa conmigo. Prefiero no usarlo otra vez. Además, ¿Por qué razón estaría una novia vagando por el hinterlands?
—Mira esta larga túnica —dijo Klaus—. Se parece a algo que un rabino llevaría puesto, pero no sé si Madame Lulu vea muy convincente que un rabino la visite en medio de la noche.
—¡Ginawn! dijo Sunny, usando sus dientes para envolverse alrededor de ella un par de pantalones de chándal.
La Baudelaire más joven había querido decir algo así como “Todas estas prendas son demasiado grandes para mí” y ella tenía razón.
—Es incluso más grande que el traje de raya diplomática que Esmé te compró —dijo Klaus, ayudando a su hermana a desenrollarse—. Nadie creería que un par de pantalones de chándal andan paseando por su cuenta alrededor de un carnaval.
—Todas estas prendas son demasiado grandes —dijo Violet—. Mira este abrigo beige. Si intentara disfrazarme con el, sólo me vería monstruosa.
—¡Monstruoso! —dijo Klaus—. ¡Eso es!
—¿Essoque? —Sunny preguntó.
—Madame Lulu dijo que no tenía suficientes fenómenos en la Casa de los Fenómenos. Si encontramos disfraces que nos hagan ver monstruosos, y le decimos a Lulu que estamos buscando trabajo, es posible que nos contrate como parte del carnaval.
—Pero, ¿Qué es exactamente lo que hacen los fenómenos? —preguntó Violet.
—Leí un libro una vez acerca de un hombre llamado John Merrick —dijo Klaus—. Tenía horribles defectos de nacimiento que lo hacía verse terriblemente deformado. Un carnaval lo puso en exhibición como parte de una Casa de Fenómenos, y la gente pagaba dinero para ir a su carpa y mirarlo.
—¿Por qué la gente quería mirar a alguien con defectos de nacimiento? —preguntó Violet—. Me parece cruel.
—Fue cruel —dijo Klaus—. La muchedumbre a menudo le arrojaba cosas al Sr. Merrick y lo insultaban. Me temo que la Casa de los Fenómenos no es una forma muy agradable de entretenimiento.
—Alguien debería detener esa situación —dijo Violet—, pero también es cierto que alguien debería detener al Conde Olaf, y nadie lo ha hecho.
—Radev —dijo Sunny, mirando nerviosamente a su alrededor. Con “Radev” ella quería decir algo así como “Alguien va a detenernos a nosotros si no nos disfrazamos pronto”, y sus hermanos asintieron solemnemente en acuerdo.
—Aquí hay un tipo de camisa extravagante —dijo Klaus—. Esta cubierta con holanes y lazos. Y aquí hay un enorme par de pantalones con pelaje en el dobladillo.
—¿Crees que ambos quepamos a la vez? —preguntó Violet.
—¿Ambos? —dijo Klaus—. Supongo que sí, si nos quedamos con nuestra ropa puesta por debajo de la de Olaf lograríamos caber. Podríamos permanecer de pie con una pierna cada uno, y doblar la otra dentro de los pantalones. Para caminar tendremos que apoyarnos uno contra el otro y mover una pierna a la vez, pero pienso que puede funcionar.
—Y podemos hacer lo mismo con la camisa —dijo Violet—. Cada uno tendrá que pasar uno de los brazos a través de una manga y mantener el otro doblado hacia adentro.
—Pero no podemos ocultar una de nuestras cabezas —señaló Klaus—, y con dos de nuestras cabezas emergiendo del cuello de la camisa nos miraríamos como una especie de...
—...persona de dos cabezas —acabó Violet—, y una persona de dos cabezas es exactamente lo que una Casa de los Fenómenos pondría en exhibición.
—Bien pensado —dijo Klaus—. La gente no va a estar al acecho de una persona de dos cabezas. Pero necesitaremos disfrazar nuestros rostros también.
—El kit de maquillaje se hará cargo de eso —dijo Violet—. Madre me enseñó cómo dibujar falsas cicatrices en mí rostro cuando apareció en aquella obra sobre un asesino.
—Y aquí hay un bote de talco en polvo —dijo Klaus—. Podemos usarlo para blanquear nuestro cabello.
—¿No crees que el Conde Olaf se dé cuenta de que le faltan estas cosas en el maletero? —preguntó Violet.
—Lo dudo —dijo Klaus—. El maletero no está muy bien organizado, y no creo que vaya a utilizar alguno de estos disfraces durante mucho tiempo. Creo que podemos tomar lo necesario para convertirnos en una persona de dos cabezas sin que Olaf se percate de que le falta algo.
—¿Beriu? —dijo Sunny, lo que significa “¿Y yo?”.
—Estos disfraces fueron diseñados para adultos —dijo Violet—, pero estoy segura de que encontraremos algo para tí. Quizá podrías meterte dentro de uno de estos zapatos, y ser una persona con sólo una cabeza y un pie. Eso es bastante similar a un fenómeno de circo.
—Chelish —dijo Sunny, lo que significa algo así como “Estoy demasiado grande como para caber dentro de un zapato”.
—Es cierto —dijo Klaus—. Ha pasado algo de tiempo desde que tenías el mismo tamaño que un zapato —metió sus manos dentro del maletero y sacó algo pequeño y peludo como un mapache—. Pero esto podría funcionar —dijo—. Creo que esta es la barba falsa que Olaf usó cuando fingió ser Stephano. Es una barba larga, por lo que podría funcionar como un pequeño disfraz.
—Averigüémoslo —dijo Violet—, y averigüémoslo rápidamente.
Los Baudelaire lo averiguaron rápidamente. En unos minutos, los niños se dieron cuenta de lo fácil que era transformarse en personas totalmente diferentes. Violet, Klaus y Sunny tenían cierta experiencia disfrazándose, por supuesto: Klaus y Sunny habían utilizado batas de médicos en el hospital Heimlich como parte de un plan para rescatar a Violet, e incluso Sunny recordaba aquellos tiempos cuando los tres hermanos solían disfrazarse por diversión, cuando vivían en la mansión Baudelaire con sus padres. Pero en esta ocasión, los huérfanos Baudelaire se sentían más como el Conde Olaf y su grupo, trabajando silenciosa y rápidamente en la noche para borrar cualquier rastro de su verdadera identidad. Violet examinó el kit de maquillaje hasta que encontró varios lápices que se utilizan normalmente para hacer que las cejas destaquen y se vean más dramáticas, y aunque dibujar cicatrices en el rostro de Klaus era una cosa muy simple e indolora, sentía como si hubiera roto la promesa que le hizo a sus padres, hace mucho tiempo, de que ella siempre cuidaría de sus hermanos y de que se aseguraría de mantenerlos alejados del peligro. Klaus ayudó a Sunny a envolverse en la falsa barba de Olaf, pero cuando vio los ojos y las puntas de los dientes emerger de la áspera masa de pelo, tuvo la sensación de haberle dado a algún pequeño animal famélico a su hermana como alimento. Y mientras Sunny ayudaba a sus hermanos a abotonarse la extravagante camisa y a espolvorear talco sobre sus cabezas para tornar sus cabellos grises, parecía como si se estuvieran fusionando con la ropa de Olaf. Los tres Baudelaire se miraron entre sí con sumo cuidado, pero era como si ahí no hubiera ningún Baudelaire en absoluto, sólo dos desconocidos, uno con dos cabezas y el otro con un cabeza que estaba cubierta de pelo, solos en el hinterlands.
—Creo que nos miramos totalmente irreconocibles —dijo Klaus, volviéndose con dificultad para ver cara a cara a su hermana mayor—. Tal vez sea porque me quité mis anteojos, pero en mi opinión no nos parecemos nada a nosotros mismos.
—¿Podrás ver sin tus anteojos? —preguntó Violet.
—Si, entrecerrando mis ojos —dijo Klaus, entrecerrado los ojos—. De esta manera no puedo leer, pero por lo menos no tropezaré con las cosas. Si me los dejo puestos, el Conde Olaf probablemente me reconocería.
—Entonces mejor no los uses —dijo Violet—, y yo me quitaré la cinta de mi cabello.
—También será mejor cambiar nuestras voces —dijo Klaus—. Trataré de hablar con el tono más agudo que pueda, y ¿Por qué no intentas hablar con el tono más grave que puedas, Violet?
—Buena idea —dijo Violet, hablando con el tono de voz más grave que pudo—. Y Sunny, probablemente es mejor que sólo gruñas.
—Grr —lo intentó Sunny.
—Suenas como un lobo —dijo Violet, siguiendo practicando su cambio de voz—. Digámosle a Madame Lulu que eres mitad lobo y mitad persona.
—Esa si que sería una experiencia miserable —dijo Klaus, con el tono de voz más agudo que pudo hacer—. Pero supongo que haber nacido con dos cabezas no debe ser mucho más fácil.
—Le explicaremos a Lulu que hemos tenido muchas experiencias miserables, pero que ahora tenemos la esperanza de que las cosas mejorarán trabajando en el carnaval —dijo Violet y, a continuación, suspiró—. Para eso no tendremos que fingir. Hemos tenido tantas experiencias miserables, y sólo tenemos la esperanza de que las cosas mejoren. Somos casi tan parecidos a los fenómenos que pretendemos ser.
—No digas eso —dijo Klaus, y entonces recordó su nueva voz—. No digas eso —dijo de nuevo, con un tono mucho más agudo—. No somos unos fenómenos. Seguimos siendo los Baudelaire, incluso si llevamos puestos los disfraces de Olaf.
—Lo sé —dijo Violet, con su nueva voz—, pero es un poco confuso pretender ser una persona totalmente diferente.
—Grr —gruñó Sunny de acuerdo, y los tres niños pusieron el resto de las cosas del Conde Olaf de nuevo en el maletero, y caminaron en silencio hacia la caravana de Madame Lulu. Fue incomodo para Violet y Klaus caminar dentro del mismo par de pantalones, y Sunny debía detenerse con frecuencia para quitarse los pelos de la barba de sus ojos. Resultaba muy confuso pretender ser una persona totalmente diferente, sobre todo porque había pasado mucho tiempo desde que los Baudelaires eran quienes eran en realidad.
Violet, Klaus y Sunny no se veían a si mismos como el tipo de niños que se esconden en el maletero de un automóvil, o de los que se disfrazan para intentar conseguir trabajo en la Casa de los Fenómenos. Pero los hermanos apenas podían recordar cuando había sido la última vez que habían podido relajarse y hacer las cosas que más les gustaba hacer. Parecía que habían pasado siglos desde que Violet había sido capaz de sentarse y pensar en alguna invención, en lugar de construir frenéticamente algo para sacarlos de apuros. Klaus apenas podía recordar el último libro que había leído por placer, en lugar de investigar para frustrar los planes de Olaf. Y Sunny había utilizado sus dientes muchas, muchas veces para escapar de situaciones difíciles, pero ya había pasado bastante tiempo desde que no mordía algo por pura recreación. Mientras los jóvenes se acercaban a la caravana, parecía como si cada paso que daban los alejara cada vez más y más de sus vidas reales como Baudelaire, y como si los acercara cada vez más y más a sus vidas disfrazadas como fenómenos de carnaval, y en realidad eso fue algo muy confuso.
Cuando Sunny golpeó a la puerta, Madame Lulu gritó.
—¿Quién es? —y por primera vez en sus vidas, esa era una pregunta confusa.
—Somos fenómenos —respondió Violet, con su cambiada voz—. Somos tres... quiero decir, somos dos fenómenos buscando trabajo.
La puerta se abrió con un chirrido y los niños vieron a Madame Lulu por primera vez. Llevaba una larga túnica resplandeciente que parecía cambiar de color cuando se movía, y un turbante que se parecía mucho al que el Conde Olaf había utilizado en la Academia Preparatoria Prufrock. Sus ojos eran oscuros y penetrantes, sobre ellos había dos dramáticas cejas, y examinaron a los niños de arriba a abajo. Detrás de ella, sentados junto a una pequeña mesa redonda, estaban el Conde Olaf, Esmé Miseria y los secuaces de Olaf, quienes miraban fijamente y con curiosidad a los jóvenes. Y como si todos esos ojos curiosos no fueran suficientes, por último, había un ojo más mirando a los Baudelaire... un ojo de cristal, unido a un collar alrededor del cuello de Madame Lulu. El ojo era idéntico al pintado en su caravana y al tatuado en el tobillo del Conde Olaf. Era un ojo que parecía seguir a los Baudelaire a dondequiera que iban, llevándolos cada vez más y más profundo dentro del inquietante misterio de sus vidas.
—Pasen, por favor —dijo Madame Lulu en su extraño acento, y los niños disfrazados obedecieron. Tan monstruosos como pudieron, los huérfanos Baudelaire entraron, dando unos cuantos pasos más cerca de todos esos ojos abiertos y dando unos cuantos pasos más lejos de las vidas que iban dejando atrás.