Dos cuerpos en la pared

Los cuerpos sin vida de Rabadá y Navarro permanecieron durante el resto de aquel verano de 1963 en la cara norte del Eiger. Los numerosos intentos de rescate coordinados por la Federación Española de Montañismo en colaboración con los guías de Grindelwald fueron rechazados por el mal tiempo y por las nevadas del invierno adelantado. Mientras tanto los turistas que llegaban cada día a Kleine Scheidegg se recreaban con el espectáculo macabro desde el mirador del hotel Bellevue donde los cuerpos de los escaladores eran una continua fuente de conversación. El rescate de los montañeros trascendió lo meramente humanitario para convertirse en una cuestión de estado. Sobre las autoridades suizas pesaba la obligación de finalizar la controversia y evitar la mala prensa de sus montañas. El Eiger se había convertido una vez más en una noticia macabra.

Con el fin de los largos y calurosos días del verano, las posibilidades de recuperar los cuerpos disminuían cada vez más. El mismo presidente de la Federación Española de Montañismo viajó hasta Grindelwald para ayudar en el rescate pero las condiciones de la pared, una vez más cubierta de nieve, lo impidieron. Los guías locales y las autoridades españolas decidieron dejar pasar el invierno y organizar un rescate conjunto con sus mejores alpinistas en la entrada de la primavera. Entre los escaladores locales y especialmente entre los guías, los cadáveres de Rabadá y Navarro pesaban en la conciencia. El grupo de rescate de Grindelwald se había forjado la fama de ser uno de los mejores del mundo. Cualquier buen alpinista podía formar parte de este equipo, que en una muestra de audacia y solidaridad había acudido en otras ocasiones para limpiar de la montaña todo recuerdo de la muerte. La visión de los bultos cubiertos por la nieve de Rabadá y Navarro en el helero de la Araña llenaba a todos de nerviosismo y fomentaba el reto entre los miembros del equipo de rescate.

La noticia fue difundida con dramatismo por la prensa aragonesa.