Capítulo 8
-Otro antiguo novio y un padre que murió hace poco -le dijo Luke a Syd, al verla entrar apresuradamente en la oficina.
Se detuvo en seco.
-Oh, Dios mío. Entonces, ¿estaba en lo cierto?
-Sorprendente, perfecta y brillantemente en lo cierto -Luke la asió y empezó a bailar con ella por la habitación.
Fue muy parecido a lo ocurrido por la mañana en la sala de espera de Lana Quinn. Un instante, estaba allí de pie y, al siguiente, se encontraba en movimiento. Se aferró a él como si le fuera la vida en ello mientras le daba vueltas y más vueltas.
-Por fin -dijo él-, algo que tendríamos que poder seguir.
Syd alzó la vista para mirarlo, sin aliento.
-¿Solo tendríamos que poder?
-Estoy tratando de ser comedido -esquivó por poco la colisión frontal con un archivador.
Syd tuvo que reírse.
-¿Este es tu lado comedido?
Luke también se rió, mientras iba deteniéndose, dejándola apoyar de nuevo los pies en el suelo.
-Es mi lado extremadamente comedido.
Todavía la sujetaba con fuerza, en tanto que ella permanecía agarrada a él y, de repente, al mirarla a los ojos, dejó de reírse.
Syd se encontró presionada contra él desde los hombros hasta los muslos, sintiendo que encajaban increíblemente. Era cálido, sólido y olía demasiado bien.
Ella había inclinado la cara hacia arriba y el la miraba, con la boca a escasos centímetros de la suya y, por espacio de unos insoportables segundos, tuvo la certeza de que iba a besarla.
Como la vez anterior que la había besado, lo vio venir pero, en esta ocasión pareció algo totalmente impulsivo. El cambio en las emociones y la repentina conciencia de sus ojos no podían ser una actuación. ¿O sí? Ni el modo en que su mirada descendió por un instante hasta su boca, sus labios se entreabrieron y él se los humedeció ligeramente con la punta de la lengua en un gesto inconsciente.
Pero, entonces, en lugar de plantarle uno de esos arrolladores besos suyos, capaces de doblarle las rodillas, la soltó. La dejó ir y retrocedió.
¡Eh! ¿Qué acababa de pasar?
Luke la agarró de la mano y la arrastró hacia el servidor.
-Mira esto. Enseñádselo -les ordenó a los aspirantes a SEAL.
Thomas estaba al teclado, con Rio cerniéndose sobre su hombro, y ambos se apartaron ligeramente hacia un lado para que Syd pudiera ver la pantalla. Como si pudiera concentrarse en la pantalla.
Aún estaba totalmente desorientada. Luke no la había besado. Desde luego, estaban un edificio oficial de una base naval de los Estados Unidos, se dijo a si misma. Y él era el oficial al mando del equipo. Aquello era la Armada de los Estados Unidos y probablemente hubiese normas respecto a los besos.
Comedido, le había dicho. Syd tuvo que sonreír. Curioso. Nunca se le hubiera ocurrido relacionar algo así con él.
Thomas estaba diciéndole algo, explicándole lo que habían hecho con el ordenador.
-Buscamos los archivos personales de los hombres y mujeres en servicio -vivos, muertos, en activo y retirados- relacionados con las doce víctimas.
-Los doce -intervino Rio-, estuvieron destinados, aquí, en Coronado, durante un mismo periodo de ocho semanas.
Ocho semanas, hacía cuatro años. No podía ser una coincidencia, ¿verdad? Syd se inclinó hacia delante para comprobar los datos por si misma.
-De acuerdo con la información obtenida de las mujeres atacadas, los hombres y mujeres en servicio ya conocían a su correspondiente víctima en aquel momento -señaló Thomas.
-Tenemos una lista completa del personal que estuvo aquí durante ese periodo de ocho semanas -dijo Luke, tendiéndole un grueso fajo de papeles grapado-. Incluso los que solo pasaron aquí un día, a lo largo de ese periodo, están en la lista. Mike está enviándole una copia a Lucy McCoy y ella introducirá los nombres en el ordenador de la policía, para ver si alguno dejó el servicio y ha acabado con antecedentes penales -concretamente cargos por agresión sexual.
-Ya tenemos diez buenos candidatos -añadió Bobby-. Diez de los hombres de esa lista fueron licenciados con deshonor en ese momento o más tarde, a lo largo de su carrera.
-Básicamente, eso significa que fueron expulsados de la Armada -explicó Luke.
Syd estaba abrumada.
-No puedo creerme que hayáis hecho todo eso tan deprisa -que ya hayáis descubierto la conexión.
-Tú descubriste la conexión -le dijo Luke-. Nosotros solo hemos rellenado los huecos.
Ella bajó la mirada a la enorme lista de nombres que aún sostenía en las manos.
-Y, ahora, ¿qué vamos a hacer? ¿Contactar con todos estos hombres y mujeres y avisarlos de que alguien a que quieren -o quisieron- está en peligro?
-Solo un porcentaje de esos hombres y mujeres vive aún en esta área -dijo Bobby.
-Un porcentaje de un billón sigue siendo un número altísimo -replicó Syd.
-No hay un billón de nombres en esa lista -le dijo Luke.
Ella la sopesó.
-Pues lo parece.
-La mayor parte de la Brigada Alfa está ahí -le dijo Bobby-. Vinimos a Coronado para una operación de entrenamiento, lo recuerdo, y terminamos haciendo trabajo extra como instructores del BUD/S. Era esa clase con una tasa de abandono próxima a cero. Creo que solo se fueron tres tipos, en total. Fue algo sorprendente y, cuando empezaron la Semana Infernal, nos vimos francamente escasos de personal.
-Me acuerdo de eso -dijo Luke-. La mayoría de nosotros había hecho un turno, asistiendo a los instructores, así que acabamos allí retenidos, ayudando a poner a prueba a esos tipos.
-La mayor parte de la Brigada Alfa -repitió Syd, advirtiendo lo que eso significaba. Cualquier mujer relacionada con alguien de la lista era un objetivo en potencia. Miro a Luke-. ¿Has llamado...?
-Ya lo he hecho -se anticipó él a la pregunta-. He hablado con todas las mujeres de los chicos, excepto con Ronnie Catalanotto. A ella le dejé un mensaje muy detallado en el contestador y le pedí que me llamara al móvil. Lo antes posible.
-¿Sabes, teniente Lucky, señor? -dijo Rio-. Una forma de atrapar a ese tipo podría ser usar a Syd como cebo, haciéndola pasar por tu novia y...
-Eh, eh -dijo Luke-. No sigas.
Vaya. ¿Podía oponerse con más vehemencia?
-No estoy hablando de enviarla en mitad de la noche a la peor zona de San Felipe -perseveró Rio-. De hecho, estaría más segura que ahora, teniendo en cuenta que la vigilaríamos, mientras esté sola.
-Vive en el tercer piso de una casa, en un barrio, que tiene más cemento y asfalto que zonas ajardinadas -arguyó Luke-. ¿Cómo ibais a arreglároslas para vigilarla? A menos que os escondierais en su apartamento...
-Podríamos poner micrófonos -sugirió Thomas-. Instalar un sistema de vigilancia y tener una furgoneta aparcada al final de la calle.
-Y también podríamos tratar de captar la atención del criminal sobre ti -Rio estaba realmente entusiasmado. Syd tuvo la sensación de que había visto demasiados episodios de “NYPD Blue”. Criminal. Ay, Dios-. Podrías ir a la TV, hacer una entrevista e insultarlo de alguna forma. Asegurar que es malditamente imposible que pueda ser un SEAL. Obviamente, está tratando de hacer creer a alguien que lo es -tal vez a si mismo. Échale un poco de realidad en cara. Cabréalo. Luego aparece en público con Syd, dale un par de besos y...
-No. Es una locura.
Syd tomó asiento en la mesa de conferencias, tratando de parecer despreocupada e incluso un poco aburrida, como si no acabara de darse cuenta de que había malinterpretado por completo ese casi beso, que Luke y ella no habían compartido, hacía menos de cinco minutos. Luke la había hecho girar y ella se había aferrado a él. No la había mirado como si quisiera besarla. No, probablemente era ella la que lo había mirado a él de esa forma. Y había dejado de reírse porque se sentía incómodo. No se estaba conteniendo porque se encontrasen en su lugar de trabajo. Sencillamente, no estaba interesado.
¿Cómo había llegado a pensar que él podía estar remotamente interesado?
Bobby se aclaró la garganta.
-¿Sabes? Podría funcionar.
-Sí, pero piensa en su reputación -dijo Syd secamente-, si fuese visto en público conmigo.
Luke se volvió hacia ella, con una expresión inescrutable.
-¿En serio quieres hacer eso? -su voz se quebró por la incredulidad-. ¿Te has vuelto completamente loca? Tu trabajo es investigar, ¿recuerdas? Teníamos un trato. Se suponía que ibas a quedarte en la furgoneta de vigilancia, no a actuar como cebo. Cebo. ¡Dios, líbrame de esta conspiración de locos!
-Eh, ¿cuándo he dejado de ser brillante? -preguntó Syd agudamente.
Él la miró.
-¡Dímelo tú! ¡Tú eres la que ha perdido la cabeza!
-Tal vez podríamos hacer pasar a la detective McCoy por tu novia -sugirió Thomas.
-Oh, eso funcionaría seguro -Syd puso los ojos en blanco-. Está claro que ese tipo presta atención a los detalles. ¿No te parece que se daría cuenta de que Luke le ha enviado el mensaje “ven a por mí y a por mi chica” y luego empieza a ser muy amistoso, de pronto, con la mujer de uno de sus mejores amigos? Ah, sin mencionar que ella es detective de policía. ¿Es posible que huela a trampa?
-¿Tienes una ligera idea del daño que podría llegar a hacerte ese cabrón en el tiempo que tarda en llegar el equipo de SEALs más rápido del mundo desde una furgoneta, aparcada al final de la calle, hasta tu apartamento en el tercer piso? -preguntó Luke, encendido-. ¿Sabes que ese hijo de puta le rompió el pómulo a Mary Beth Hollis con el primer puñetazo? ¿De verdad quieres descubrir qué se siente? ¡Dios, Sydney! Piensa en ello, ¿quieres?
-Entonces, quizá podamos tenderle la trampa en tu casa -replicó-. Podemos fingir que me mudo a vivir contigo y establecer una rutina en la que tú llegues extremamente tarde -en la que haya un repetido espacio de tiempo durante el que estoy sola. El equipo podría esconderse en tu jardín. O mejor, podría esconderse en tu sótano.
-No, no podría. No tengo sótano.
Syd casi gruñó de exasperación.
-¡Luke, piénsalo! Si podemos garantizar que el equipo estará cerca, entonces, sí. Sí estoy dispuesta a hacerlo para atrapar a ese tipo. Quiero atraparlo de verdad. Y, por lo que puedo ver, el único inconveniente que existe es que tú y yo tendríamos que pasar más tiempo juntos. Y que tendríamos que simular tener una relación en público. Pero, bueno... yo soy capaz de soportarlo, si tú puedes.
Luke se echó a reír con incredulidad. Si no lo hubiese conocido, habría pensado que se sentía herido.
-Vaya, gracias. Muy amable por tu parte.
Syd permaneció a la espera, mirándolo y deseando al mismo tiempo que aceptara y que no lo hiciera. Por el amor de Dios, ¿cómo iba a jugar a ser la novia de ese hombre imposible e increíble, durante un espacio de tiempo indeterminado? ¿Cómo iba a compartir una casa con él? Si fuera jugadora, apostaría todo su dinero a que acababa con él en la cama en un día o dos. Puede que incluso en una hora o dos. Era algo indiscutible -excepto por un pequeño detalle. Él no la quería en su cama.
-De verdad creo que podría funcionar -dijo Bobby, rompiendo el denso silencio con su voz calmada.
-Yo también -repuso Mike, tomando la palabra por primera vez-. Creo que podemos hacerlo.
Luke dijo algo absoluta y obscenamente irrepetible -algo relacionado con animales de granja, que implicaba que se había vuelto loco, y luego salió como una exhalación de la oficina.
Bobby sonrió al advertir la confusión de Syd.
-Era una luz verde -interpretó-. Un adelante. ¿Por qué no haces uso de tus contactos con los medios y consigues una entrevista, de la clase que sea, para el teniente? En TV, a ser posible, claro. Oh, y Syd -mantengamos esto en secreto. Cuanta menos gente sepa que tu relación con Luke no es real, mejor.
Syd puso los ojos en blanco.
-Cualquiera que lo conozca, me echará un vistazo y se dará cuenta de que algo falla.
-Cualquiera que lo conozca -dijo Bobby-, te echará un vistazo y pensará que por fin ha encontrado a alguien que merece la pena.
Lucky no recordaba la última vez que se había sentido tan nervioso por culpa de una mujer.
Tuvo que aparcar la camioneta tres casas más allá de la de los Catalanotto. La “pequeña” comida al aire libre de Verónica se había convertido en una fiesta en toda regla, a juzgar por el número de coches y furgonetas que había aparcados en la calle. La camioneta de Bobby y la moto de Wes estaban allí. El escarabajo Volkswagen verde lima de PJ Becker. El jeep de Frisco. El discreto subcompacto de Lucy McCoy.
-Nos quedaremos lo justo para que pueda decirle a Verónica que deje la ciudad por una semana o dos -le indicó a Syd mientras avanzaban por el camino de acceso a la casa-. Podemos usar la fiesta como un ensayo de prueba, para cuando tengamos que salir por la ciudad más tarde. Si somos capaces de hacer pensar a esta gente que estamos juntos, podremos engañar a cualquiera.
Syd le lanzó una mirada, alzando ligeramente una de sus cejas.
-¿En serio crees que vamos a engañarlos? No tenemos pinta de estar juntos.
Tenía razón. De hecho, parecían estar tan poco juntos como podían llegar a estarlo un hombre y una mujer.
-¿Qué te parece sí...? ¿Debería rodearte un hombro con el brazo?
Joder. No había sonado tan estúpidamente inseguro desde aquel baile de octavo grado al que había acudido estando en sexto.
-No lo sé -admitió ella-. ¿Me pasarías un brazo por los hombros si estuviéramos juntos?
-Yo... -le rodeó la cintura con el brazo, recostando su estupendo cuerpo contra el de él. Y, sin que fuese intencionado, la mano se le coló bajo el borde de su camiseta y sus dedos encontraron piel suave y sedosa.
Oh, Oh.
Se preparó, a la espera de que lo golpeara o de que lo apartara, al menos, y le soltase una severa reprimenda. Pero no lo hizo. De hecho, Syd también deslizó un brazo entorno a él, colocando la mano cuidadosamente dentro del bolsillo trasero de sus pantalones y prácticamente logrando enviarlo al espacio exterior.
Lucky tuvo que aclararse la garganta antes de poder hablar.
-¿Crees que así está bien? -su postura, con la mano donde la tenía, sobre la piel desnuda, era bastante más íntima y posesiva que rodearle los hombros con un brazo.
Syd también se aclaró la garganta. Ja. No se sentía tan indiferente como pretendía.
-Dios, es raro -alzó la cabeza para mirarlo-. Es raro, ¿no crees?
-Sí.
-¿Estás tan nervioso como yo?
-Sí -repuso Lucky, contento de poder admitirlo.
-Si tienes que besarme -le dijo Syd-, trata de no hacerlo en la boca, ¿vale?
¿Si tenía que...?
-Oh -musitó-. Claro, de acuerdo. Quiero decir... Está bien. Deberías decirme qué es lo que no quieres que haga para que me asegure de no cruzar el límite...
¡No! -Syd sonó totalmente aturullada-. No es eso. Es que... Había una tonelada de ajo en la pizza que tomé ayer para comer y todavía me huele el aliento. Yo... no quería molestarte.
Lucky se echó a reír -era una excusa malísima.
-No es posible que te siga oliendo el aliento a ajo más de veinticuatro horas después.
-Evidentemente, nunca has probado una de las pizzas deluxe de Dominic.
-Escucha, Syd -se detuvo a unos tres metros de la escalera de la puerta principal de los Catalanotto para mirarla-. Está bien. No hace falta que te inventes nada para justificar por qué no debería besarte.
-No me lo estoy inventando -insistió ella.
-Entonces, si me diera igual lo del aliento a ajo, ¿no te importaría que te besara?
Las sombras vespertinas trazaron tentadoras líneas sobre la cara de Syd, mientras se reía.
-No puedo creerme que estemos teniendo esta conversación.
Y allí de pie, mirándola, con un brazo alrededor de su cintura, Lucky deseó besarla más de lo que había deseado besar a nadie.
Y, maldita sea, mientras tuviesen que seguir con aquel dichoso juego, bien podía aprovecharse del hecho de que besarla ayudaría a hacerlo más creíble.
Pero, ¿cómo diablos funcionaba lo de besar a una amiga? Él sabía todo lo que había que saber sobre besar a una desconocida pero esto era distinto. Mucho más peligroso.
Y, de repente, supo exactamente lo que debía decir y hacer.
-Has conseguido que me muera por descubrir si realmente sabes a ajo -dijo.
-Oh, puedes creerme.
-¿Te importa...? -le alzó la barbilla-. Con fines totalmente científicos...
Ella se rió. Y supo que la tenía. Que podía besarla sin que se enfadase. Era posible que se apartase inmediatamente pero no iba a quitárselo de encima de un empujón, totalmente indignada.
Así que bajó la cabeza unos cuantos centímetros más y le cubrió la boca con la suya.
Y, Dios. Ella se convirtió en fuego entre sus brazos, exactamente igual que cuando la había besado en la terraza. Syd lo estrechó y tiró de él para aproximarlo más, igual que había sucedido en la terraza, y lo besó tan vorazmente como él la besaba a ella.
Era una clase de beso que anunciaba puro sexo, que lo encendía instantáneamente y lo hacía desear arrancarle la ropa y tomarla, justo allí, en ese preciso instante -en el césped del capitán.
Era la clase de beso que lo hacía consciente del hecho de llevar cuarenta y nueve largos días, diecisiete agonizantes horas y doce desesperantes minutos sin sexo. Que lo hacía olvidar con quién había estado la última vez. Diablos, que lo hacía olvidar a todas y cada una de las mujeres de su vida repleta de mujeres.
Era la clase de beso que, al acabar, lo habría hecho pasarse el resto de la noche ideando formas para volver a repetirlo. Pero, ¡ja! -se echó a reír como pudo, considerando que aún la estaba besando. Tenían que seguir jugando a fingir que era su novia. ¡Podía volver a besarla cuando quisiera!
Oh, Dios. Tenía un sabor caliente, dulce y delicioso. Y sí, pensó que también podía distinguir un ligero y suavemente especiado rastro de ajo.
Syd se echó hacia atrás y la dejó tomar aire, listo para alegar que necesitaba besarla de nuevo, solo para asegurarse de que no había imaginado el ajo, decidido a ofrecerle una lista de motivos de un kilómetro sobre por qué debería volver a besarla, listo para...
Demasiado tarde, se dio cuenta de que se había encendido una luz junto a la puerta principal de los Catalanotto. Volvió la cabeza y, por supuesto, allí estaba Verónica, riéndose de él.
-Tú -le dijo-. Imaginaba que serías tú.
Lucky observó que habían conseguido congregar una pequeña multitud. PJ Becker se encontraba junto a Verónica. Y Mia Francisco los espiaba desde una ventana de la fachada delantera, con Frisco situado justo tras ella. Frisco le dirigió una sonrisa y alzó los pulgares.
Syd se deshizo de su abrazo pero él la cogió por una mano y la hizo retroceder, tambaleante.
-Tranquila -murmuró-. Sabía que alguien acabaría descubriéndonos. Estamos juntos, ¿recuerdas? Eres mi última novia -tengo permitido besarte.
-Lo siento -gritó Verónica con su fresco acento británico-. Frankie apareció en el patio trasero asegurando que un hombre y una mujer estaban haciendo un bebé en el jardín. Teníamos que comprobarlo.
-Oh, Dios mío -dijo Syd, mientras su rostro adquiría una tonalidad escarlata.
-Evidentemente, tendré que discutir los detalles de la concepción con él de nuevo -repuso, riendo en voz baja-. Pensaba que ya habíamos establecido que besarse no hace bebés pero, por lo que veo, no le quedó lo bastante claro. Supongo que no pasa nada -solo tiene cuatro años.
-¿Queréis entrar -alzó la voz PJ-, o deberíamos irnos, concederos un poco de intimidad -cerrar la puerta y apagar la luz?
Lucky se echó a reír y empujó a Syd hacia la puerta.
Las presentaciones no llevaron mucho tiempo y, luego, Verónica empujó a Syd a través de la casa, hacia el patio trasero.
-Tienes que ver nuestras vistas al mar -le dijo como si la conociera de toda la vida-, yo voy a revisar el pollo de la parrilla.
-Bobby ya lo tiene controlado -se alzaron a su alrededor unas cuatro voces.
-Todos piensan que no sé cocinar -le explicó Verónica a Syd, mientras abría la puerta corredera. Hizo una mueca-. Por desgracia, tienen razón.
-Hola, Syd -la saludó Bobby serenamente, desde su puesto junto a la parrilla.
Solo llevaba puesto un bañador y, con todos esos músculos brillantes y su largo cabello recogido en una trenza, parecía el protagonista de la portada de una de esas novelas románticas históricas. Syd le echó un segundo vistazo y Lucky apareció a su lado, inclinándose hacia ella para susurrarle:
-No lo mires tan fijamente -estás conmigo, ¿recuerdas?
-Ya conoces a Lucy McCoy -le dijo Verónica-. Y a Tasha Francisco y Wes Skelly.
-En realidad -dijo Wes-, no nos conocemos -no se levantó de la tumbona donde estaba tendido-. ¿Sabes? No me dejan participar en esta operación -le dijo a Verónica con la voz teñida de sarcasmo y distorsionada por un poco más de cerveza de la cuenta-. No soy miembro del equipo porque me consideran un potencial sospecho, ¿verdad, teniente?
Lucky intentó sonar alegre.
-Vamos, Skelly, sabes que yo no pude elegir al formar el equipo. El almirante Stonehead (cabeza hueca) lo hizo por mí.
-Hola a todo el mundo. Lo siento, llego tarde -al salir de la consulta, hacía tan buena noche que no pude resistirme a venir paseando.
Al girarse, Lucky descubrió a Lana Quinn, subiendo las escaleras que conducían a la playa.
Bobby le dio la bienvenida con un abrazo.
-¿Dónde está Wizard, el gran Quinn? Creía que iba a venir hoy.
Ella hizo una mueca.
El equipo Seis ha sido reasignado. Ninguna novedad. Va a estar fuera por lo menos unas cuantas semanas más. Lo sé, lo sé -debería sentirme afortunada de que al menos tuviera la oportunidad de llamar.
Wes se tambaleó al ponerse en pie y tropezó con la pequeña mesa de plástico que se encontraba junto a él, esparciendo galletas saladas por todo el patio. Maldijo bruscamente.
-Lo siento -dijo-. Ron, perdona. Olvidé que... Tengo que irme... a hacer algo. Disculpa.
Desapareció en el interior de la casa, prácticamente derribando a Syd al tropezarse con ella por el camino. Lucky se giró hacia Bobby haciéndole el gesto de arranque del motor, preguntando mediante señas si Wes se encontraba en condiciones de conducir.
Bobby sacudió negativamente la cabeza y luego se llevó la mano hasta el bolsillo del bañador y lo abrió ligeramente -para que Lucky comprobara que se había hecho con las llaves de su amigo. Bobby hizo un gesto de movimiento con los dedos. Wes tendría que volver a la base andando.
Al otro lado de la terraza, Syd ayudaba a Lana a recoger las galletas.
-Bueno, ¿y sabe tu nueva novia que eres gilipollas?
Lucky se volvió para encontrarse a PJ sonriéndole aunque supo que su comentario era broma solo en parte. PJ aún no había olvidado cómo había intentado llevársela a la cama cuando se conocieron. Seguramente lo hubiese perdonado pero no era probable que lo olvidase. Era una de las cosas que más le gustaban de ella. Nunca le había dejado salirse con la suya.
-Sí -le dijo-. Lo sabe. Y le gusto de todas formas -No era del todo mentira. Le gustaba a Syd. Aunque no del modo que PJ creía.
La mujer del jefe senior, Harvard Becker, clavó en Syd sus preciosos ojos castaños -esos ojos a los que nunca se les escapaba nada.
-¿Sabes, O’Donlon? Si eres lo bastante inteligente como para haber pescado a alguien como Syd Jameson, puede que te subestimara. Es una estupenda escritora -tenía una columna en el periódico local, hace un año, y yo trataba de no perdérmela nunca. Esa chica tiene un cerebro prodigioso -lo obsequió con otra brillante sonrisa y un beso en la mejilla-. ¿Quién sabe? Puede que no seas tan gilipollas, después de todo.
Mientras Lucky se reía, PJ se fue a centrar su malvada atención sobre la embarazadísima Mia, que parecía estar pensando en ayudar a recoger las galletas.
Lucky se aproximó silenciosamente a Bobby.
-¿Qué le pasa a Wes?
Bobby se encogió de hombros.
-Este no está siendo su año.
-¿Estará bien?
-El paseo le sentará bien. Me llevaré su Harley en la parte trasera de la camioneta.
-¿Puedo ayudar en algo? -preguntó Lucky.
-No.
-Avísame si cambias de opinión.
-Sí.
Lucky agarró a Verónica por el brazo, cuando pasó por su lado con una escoba.
-¿Tienes un segundo?
Ella le echó un vistazo a la escoba.
-Bueno...
Lucky se la quitó y se la lanzó hábilmente a PJ, que la atrapó con una mano, jactándose.
-Bien, supongo que ya tengo un segundo -dijo Verónica alegremente-. ¿Qué pasa?
-Necesito que te vayas a Nueva York -le dijo.
-¿Qué te parece en el primer vuelo de mañana?
Lucky la besó, sintiéndose inundado de alivio.
-Gracias.
-Lucy fue bastante persuasiva y ese monstruo que estáis tratando de capturar suena horrible. De todas formas, he notado que ni ella ni PJ piensan acompañarme.
-Lucy es policía de San Francisco y PJ una FInCOM.
-¿Y estás seguro de que pueden cuidar de si mismas? -Verónica buscó su mirada, con la preocupación claramente escrita en el semblante.
Él trató de bromear.
-¿Puedes imaginarte la que se organizaría si yo sugiriera que PJ no es capaz de arreglárselas? Y en cuanto a Lucy... -cruzó la terraza con la mirada, hasta el lugar donde la detective se encontraba, apoyada contra la barandilla, hablando con Lana y Syd-. Voy a animarla encarecidamente a que se atrinchere en la comisaría hasta que esto haya acabado.
Verónica siguió su mirada.
-Asegúrate de que Syd también tiene cuidado.
-Oh, sí -dijo Lucky-. No te preocupes. Ella... eh... se está trasladando a mi casa.
Fue extraño. Aquello formaba parte del supuesto plan para hacerla pasar por su novia, destinado a atrapar al violador. Pero cuando dijo las palabras en voz alta -esas palabras que no había pronunciado en toda su vida- resultaron increíblemente reales. Se sintió un poco incómodo, orgulloso, algo aterrorizado y condenadamente nervioso a causa de la anticipación.
Syd iba a mudarse a vivir con él. Iba a irse a casa con él esa noche. Era cierto que dormiría en la habitación de invitados pero, por primera vez en Dios sabía cuánto tiempo, él no tendría que preocuparse por su seguridad. Tal vez, solo tal vez, pudiese dormir un poco esa noche.
Aunque puede que no, teniendo en cuenta que Syd iba a estar en la habitación de al lado y que él aún estaba medio excitado por ese increíble beso.
Los ojos de Verónica se agrandaron y luego se llenaron de lágrimas. Le arrojó los brazos al cuello y lo estrechó.
-Oh, Luke. Me alegro tanto por ti -se apartó para mirarlo a los ojos-. Estaba tan segura de que seguirías rebotando de Heather en Heather el resto de tu vida -luego alzó la voz-. Escuchadme todos. ¡Lucky por fin va a hacer honor de su apodo! ¡Acaba de contarme que Syd se va a ir a vivir con él!
Se produjo un alzamiento de botes de cerveza -de refrescos, en el caso de Frisco, Mia y Tash- mientras Verónica hacía el anuncio. Lucky no se atrevió a mirar a Syd directamente -podía percibir su incomodidad desde el otro extremo de la terraza. Y sintió también los ojos de Frisco sobre él. Su compañero de entrenamiento y oficial al mando temporal estaba sonriendo. Pero había un matiz de interrogación en su mirada. Algo así como: “Vaya, ha sido rapidísimo. ¿Y por qué no me has dicho nada esta mañana?”
Tendría que pasarse a hablar con Frisco al día siguiente y darle los detalles. Contarle la verdad.
Pero, de momento...
Tenía que sacar a Syd de allí, antes de que se muriese de vergüenza.
Dejó la cerveza, que alguien le había puesto en la mano, y la rescató de PJ, Mia, Lana y Verónica.
-Siento soltar la bomba y marcharme -dijo.
-¡Que hable! -pidió alguien. Era Bobby, el bastardo. Él sabía que todo era un montaje así que, probablemente, se lo estaba pasando en grande tras esa inescrutable calma.
-Sí, que hable -se hizo eco PJ-. Esto es demasiado. De ninguna forma vamos a dejar que te marches sin que nos des al menos los detalles jugosos. ¿Dónde os conocisteis? ¿Cuánto tiempo lleváis saliendo? -se acercó a Lucky y lo miró fijamente a los ojos, a tan solo unos centímetros de distancia-. ¿Quién eres y qué has hecho con nuestro amigo Lucky, el alérgico al compromiso?
-Muy graciosa -dijo Lucky, tirando de Syd hacia la puerta.
-Oh, vamos -protestó PJ-. Dinos al menos cómo se las arregló para plantearte la idea vivir juntos. Quiero decir... eso es un paso serio. Una decisión madura -le sonrió a Syd-. Estoy orgullosa de ti. ¡Buen trabajo! Oblígalo a seguir tus reglas.
-En realidad, fui yo quien le pidió que se viniera a vivir conmigo -mintió Lucky-. Finalmente, me he enamorado -se encogió de hombros-. ¿Qué puedo decir?
-¿Quién lo sabe? -le preguntó Syd mientras se metían en la camioneta.
-¿Que es un montaje? Solo Bobby. Y Lucy McCoy -admitió Luke-. Tuve que decírselo a Lucy porque se suponía que tenía que estar informada de todos nuestros movimientos. Me llamó esta tarde, muy enfadada por lo de la entrevista en la TV. Estaba dispuesta a retorcerme el cuello -arrancó el motor, encendió las luces y comenzó a circular por la calle, dando la vuelta en el camino vecinal-. Oficialmente, está cabreada pero, extraoficialmente, espera que esto funcione. Sabe que te mantendremos a salvo -más segura- de lo que estarías con la policía.
Él la miró fijamente en la oscuridad de la cabina.
-Tendré que decírselo mañana a Frisco pero voy a pedirle que no se lo cuente a Mia. Bobby tiene razón. Cuanto menos gente lo sepa, mejor.
Syd se acomodó tan lejos de él como el asiento se lo permitió, tratando desesperadamente de no pensar en el modo en que la había besado. Y en cómo lo había besado ella a él. En las palabras que Luke había dicho tan alegremente mientras dejaban la fiesta: Finalmente, me he enamorado...
Sí, como si eso pudiese suceder. Tenía que aprender a interpretar a Luke O’Donlon. Él no iba a enamorarse. Al menos, no de forma incondicional. Se sentía a salvo, rodeado por las hermosas, inteligentes, excepcionales y, ya casadas, mujeres de sus mejores amigos. Podía pasarse la vida, medio enamorado de Lucy, PJ, Verónica o Mia y no tener que preocuparse de que eso se convirtiera en algo más profundo. Y podía permitirse tener relaciones sexuales sin compromiso, con mujeres jóvenes, vacuas y pagadas de si mismas como Heather -una vez más, sin arriesgar el corazón.
Pero, ¿qué pasaba si se equivocaba? No sobre Heather -Syd no creía ni por un segundo que Luke pudiera perder la cabeza por ella. Pero Lucy McCoy era una historia completamente distinta. Y la asombrosamente bella mujer afro americana que había conocido esa noche -PJ Becker. Sería realmente triste que Luke se enamorara de verdad de una mujer a la que no podía tener.
-¿Cuánto tiempo llevas sintiendo algo por PJ Becker?
Él se las arregló para dirigirle una mirada totalmente perpleja.
-¿Qué?
-No te hagas el tonto -le dijo-. Y no te preocupes, no creo que nadie más lo sepa. Es solo que he aprendido a interpretarte bastante bien y reaccionaste de una forma diferente con ella que con Verónica o con Lana.
Él pareció incómodo y más bien violento.
-No siento nada por ella.
-Pero lo hiciste -adivinó.
Se lo concedió, a regañadientes.
-Vale, sí. Hace como un millón de años, antes siquiera de que se enrollara con el jefe senior.
-Y, déjame adivinar. Hace un millón de años, ¿hiciste algo realmente estúpido como... eh... digamos, intentar llevártela a la cama?
Luke guardó silencio y ella, simplemente, esperó. Finalmente, la miró de reojo y curvó los labios en una arrepentida sonrisa.
-¿No te cansa tener siempre la razón?
-No es que yo tenga siempre la razón -replicó Syd-, es que tú eres muy predecible. ¿Por qué no sorprendes a todo el mundo la próxima vez que conozcas a una mujer atractiva y tratas de no ligar con ella a la primera de cambio?
-¿Quieres decir -repuso Luke-, que esto de que vivas conmigo no va a funcionar y no terminaré casándome contigo?
Syd tuvo que reírse.
Seguro.
-Siento lo del anuncio de Verónica -prosiguió él-. Te prometo que no tenía ni idea de que iba a hacer algo así.
Syd se encogió de hombros.
-No pasa nada. Fue un poco extraño -con todos tus amigos mirándome de reojo, preguntándose qué tipo de control de la mente ajena habría usado para que quisieses vivir conmigo.
-Eso no es lo que estaban pensado -se burló él.
Bueno, era lo más probable. Syd mantuvo la boca cerrada.
-Después de ver ese beso -dijo él, echándose a reír, pensaron que sabían perfectamente por qué quiero vivir contigo.
Ese beso.
Durante algo más que unos cuantos segundos electrizantes, Syd había permanecido en el camino de acceso a esa bonita casa de la playa, abrazando estrechamente a Luke O’Donlon, con los labios pegados a los suyos. Durante unos segundos, se había atrevido a imaginar que ese beso era real y no parte del papel que tenían que interpretar.
Creía haber visto algo cálido y especial en sus ojos, justo antes de que él inclinara la cabeza para besarla.
De acuerdo, lo reconocía. Había creído ver que él era consciente de la atracción -y que podía haber sentido auténtica pasión y verdadero respeto.
Y, tal como había percibido, él era consciente, sí -consciente de que los estaban observando por la ventana. Él lo sabía. Por eso la había besado.
Permanecieron el silencio durante unos minutos. Y, después, él la miró de nuevo.
-Tal vez deberías arrimarte -sentarte más cerca. Si ese tipo empieza a seguirnos...
Syd lo miró de reojo.
-¿Arrimarme? -dijo, tratando desesperadamente de mantener las cosas bajo control. Si tenía que acercarse y él le pasaba el brazo por los hombros, se olvidaría hasta de respirar. Tenía que conseguir, de algún modo, mantener el tono de broma-. Lo siento pero, nunca, en toda mi vida, me he arrimado a ninguna parte.
Luke se rió. Premio.
-Eso es lo que más me gusta de ti, Sydney, cariño. Eres capaz de pelear por cualquier cosa.
-No, no es cierto.
Él se echó a reír de nuevo y palmeó el asiento.
-Vamos, mueve tu pequeño culito para aquí.
-¿Pequeño? -dijo ella, deslizándose un poco más cerca, aunque no lo bastante como para tocarlo-. Perdona, ¿te has fijado en mi culo alguna vez? Es extra grande.
-¿Qué? ¿Estás loca? -la cogió para tirar de ella hasta que estuvo sentada con el muslo firmemente apretado contra el suyo y pudo cubrirle los hombros con un brazo-. Tienes un culo fantástico. Un culo clásico.
-Un millón de gracias. ¿Sabes? Hoy en día, clásico significa viejo. La Coca-cola clásica, el clásico Star Trek. Viejo.
-No significa viejo, significa incomparable -objetó él-. ¿Cuántos años tienes, de todas formas?
-Soy lo bastante mayor como para saber que es mejor no sentarme cerca de alguien que está conduciendo. Y como para saber que debería llevar puesto el cinturón -protestó-. Más mayor que tú.
-¡Qué dices!
-Sí -dijo, rogando porque no se volviera hacia ella, cuando él se detuvo ante un semáforo en rojo-. Tengo un año más que tú.
Si se volvía, su boca -esa boca increíble y asombrosa- quedaría a escasos centímetros de la suya. Y ella ya no sería capaz de pensar en otra cosa más que en besarlo otra vez.
Quería besarlo otra vez.
Él se volvió.
-¿Dónde vamos ahora? -le preguntó, aunque no le importaba especialmente. Supuso que si usaba la boca para hablar, no se sentiría tentada de hacer otras cosas.
Como besar a Luke O’Donlon.
-Hay un garito de pescado, en mitad del agua, justo aquí, en San Felipe -le explicó-. Pero normalmente está lleno a estas horas de la noche. Podríamos acercarnos a por unas almejas al vapor. Y tal vez, luego, salir un rato de bares.
-Nunca he estado de bares -admitió Syd, principalmente por rellenar la pausa en la conversación-. Siempre he pensado que sonaba exótico.
-En realidad, puede ser un poco deprimente -le dijo Luke, centrándose, gracias a Dios, de nuevo en la carretera, cuando el semáforo se puso en verde-. Yo he estado bastante de bares con los chicos solteros de la Brigada Alfa. Sobretodo, con Bobby y Wes. Aunque algunas veces se nos unía su colega Quinn. El Brujo. Está casado con Lana, ya sabes, y su compañía nunca me hizo sentir muy cómodo, considerando que nuestro objetivo era visitar bares en busca de universitarias. Aunque, en realidad no lo conozco, ni conozco a Lana -así que, supongo que no era asunto mío.
-Dios -dijo Syd-. ¿Ella lo sabía?
Luke sacudió la cabeza.
-No. Quinn decía que tenían un trato. Él no se lo contaba y ella no se daba por enterada. Wes solía cabrearse mucho con él. Una noche llegó a romperle la nariz a Quinn.
-Wes es el compañero de entrenamiento de Bobby, ¿verdad? -Syd pensó en el SEAL que había conocido esa noche. Era mucho más grande de lo que había imaginado por la descripción de Luke. Y algo en él le resultaba inquietantemente familiar. Cuando se había tropezado con ella al marcharse de la fiesta...
-Bobby y Wes son el mejor ejemplo de equipo que he visto nunca -le dijo Luke. Los músculos de su muslo se tensaron cuando frenó para hacer un giro a la derecha y acceder al repleto aparcamiento del restaurante-. Son buenos operando por separado pero juntos... Es como si en vez de estar con dos tipos normales, estuvieses con dos súper hombres. Se conocen tan bien que se complementan a la perfección -anticipan cada movimiento del otro. Son increíblemente eficientes.
-Entonces, supongo que Bobby conoce realmente bien a Wes -repuso Syd.
-Probablemente, mejor de lo que Wes se conoce a si mismo.
-Y Bobby está seguro de que Wes no podría ser... -se interrumpió a si misma, consciente de cómo había sonado aquello. Simplemente porque Wes tenía los hombros anchos y llevaba el pelo exactamente igual que el tipo al que estaban buscando...
Luke aparcó la camioneta y luego apartó ligeramente a Syd para volverla hacia él y clavar una penetrante mirada en sus ojos.
-¿Qué es lo que no me estás diciendo?
-Fue raro -admitió-. Cuando tropezó conmigo... Fue como un deja vu.
-Wes no es nuestro tipo -Luke se mostró firme.
Ella no pudo contenerse.
-¿Estás seguro? ¿Absolutamente seguro?
-Sí. Lo conozco.
-Hay algo en él... -y entonces lo recordó-. Luke, olía como el tipo de las escaleras.
-¿Olía?
-Sí, a tabaco. Wes es fumador, ¿verdad?
-No, Bobby lo obligó a dejarlo el año pasado. Era fumador pero...
-Lo siento. Está fumando otra vez. Puede que evite que lo vean pero, definitivamente, fuma, aunque sea a escondidas. Era tenue pero pude olerlo. Olía exactamente igual que el hombre que estamos buscando.
Luke sacudió la cabeza.
-Wes no es nuestro tipo -dijo de nuevo-. De ninguna manera. No puedo... No voy a aceptar eso.
-¿Qué pasa si te equivocas? -le preguntó-. ¿Y si descubres que todo este tiempo ha estado ahí, junto delante de nuestras narices?
-No me equivoco -dijo Luke, tenso-. Conozco a ese hombre. Tú no lo has visto en su mejor momento esta noche pero yo lo conozco, ¿de acuerdo?
No estaba de acuerdo pero Syd cerró prudentemente la boca.