Capítulo 6

-¿Adónde vamos? -preguntó Syd, siguiendo a Luke hacia la playa.

-Quiero enseñarte algo -dijo él.

Había estado muy callado desde que habían dejado la consulta de Lana -quizá no exactamente callado, más bien apagado. Introspectivo. Meditabundo.

Y eso la hacía sentirse nerviosa. ¿Qué había dicho o hecho exactamente durante la sesión de hipnosis para volver meditabundo al siempre sonriente Ken navy?

Syd había terminado la sesión sintiéndose un poco desorientada. Al principio había pensado que la hipnosis no había funcionado pero entonces se había dado cuenta de que había transcurrido media hora desde su entrada en la consulta. Media hora, de la cuál no recordaba nada.

Para decepción de Syd, Lana le había dicho que no había visto con claridad la cara del violador mientras él bajaba la escalera. No estaban más cerca que antes de identificarlo.

Luke O’Donlon no le había dicho una palabra. Ni en la consulta de Lana, ni en la camioneta, mientras regresaban a la base. Había aparcado junto a la playa y salido del vehículo, diciendo únicamente: -Vamos.

Se situaron al borde de la arena, observando la actividad. Y había una gran cantidad de actividad en esa playa, aunque no había una sola pelota, chicas en bikini, cestas de picnic ni coloridas sombrillas a la vista.

Había hombres en la playa, montones de hombres, vestidos con pantalones y botas de combate, a pesar del calor. Un grupo corría dentro del agua a paso ligero. El otro, estaba dividido en equipos más pequeños, de seis o siete hombres, cada uno de los cuales luchaba enérgica, pesada y torpemente por llevar una balsa hacia el agua, transportándola en alto por encima de la cabeza, mientras otros hombres con megáfonos les gritaban.

-Esto es parte del BUD/S -le dijo Luke-. El entrenamiento de los SEAL. Esos hombres son aspirantes a SEAL. Si consiguen superar todas las fases del entrenamiento, se unirán a uno de los equipos.

Syd asintió.

-Leí sobre esto -dijo-. Hay un índice de fracaso increíble. ¿Como del cincuenta por ciento?

-A veces más -señaló hacia la playa, al grupo de hombres que estaban corriendo contra el oleaje-. Esos tipos están en la segunda fase, que se compone principalmente de instrucción para submarinismo y PT adicional. Esa clase, en concreto, comenzó con cien hombres y se ha visto reducida a veintidós. Muchos de esos tipos abandonaron durante las primeras semanas de la primera fase, que consiste principalmente en un intenso PT -entrenamiento físico.

-Lo había entendido.

-El lenguaje de la Marina es muy taquigráfico -le dijo-. Avísame si necesitas que te explique algo.

¿Por qué estaba siendo tan agradable? Podría haber sonado paternalista pero sonaba... amable.

-Gracias -se las arregló para decir.

-De todas formas, esa clase -él señaló de nuevo hacia la playa-, se ha reducido tanto porque ha tenido una racha de mala suerte -cierto tipo de virus estomacal se extendió al comienzo de la Semana Infernal y hubo que evacuar a un número considerable de hombres -sonrió como si se tratase de algo que recordaba con cariño-. Si solo se hubiera tratado de vomitar y seguir adelante, probablemente se habrían quedado la mayoría. Pero el virus causaba una peligrosa y altísima fiebre, y los médicos no les permitieron quedarse. Esos tipos fueron integrados en la siguiente clase -muchos de ellos están superando sus semanas iniciales de la primera fase justo ahora. Para colmo, esa clase en concreto, acaba de perder a seis hombres más de sus filas, debido a ese accidente de submarinismo. Así que el número restante es muy bajo.

Syd observó a los hombres que corrían en el agua -los aspirantes que Luke le había dicho que estaban en la segunda fase del entrenamiento del BUD/S.

-Por algún motivo, tenía la impresión de que el entrenamiento físico terminaba después de la Semana Infernal.

Luke es echó a reír.

-¿Bromeas? El PT nunca se acaba. Ser un SEAL supone realizar un trabajo en continuo progreso. Sigues corriendo siempre -cada día. Tienes que ser capaz de mantener un ritmo de un kilómetro y medio en siete minutos mañana, el mes que viene -y el año que viene. Si tú te descuidas, todo el equipo sufre. Mira, un equipo SEAL avanza tan rápido como su hombre más lento, cuando se mueve como una unidad.

Señaló a los hombres que transportaban la balsa sobre su cabeza.

-Eso es lo que esos tipos están empezando a aprender. El trabajo en equipo. Identificar las habilidades y debilidades individuales y usar esa información para hacer operar a tu equipo en su máximo nivel de rendimiento.

Una chica pelirroja, sobre una bicicleta, apareció en la zona de estacionamiento. Derrapó al detenerse sobre la suave arena, a unos metros de donde se encontraban Luke y Syd, y se sentó a mirar a los hombres de la playa.

-¡Hola, Tash! -la llamó Luke.

Apenas levantó la vista y saludó, concentrada como estaba observando a los hombres de la playa. Era la chica que Syd había conocido el día anterior, la que había ido a la base con la mujer del mayor Francisco. Buscaba a alguien, inspeccionando la playa, protegiéndose los ojos del sol, haciendo pantalla con una mano.

-Frisco no está aquí en este momento -le gritó Luke.

-Lo sé -dijo ella. Y continuó buscando.

Luke se encogió de hombros y se volvió de regreso a Syd.

-Fíjate en ese grupo de ahí -señaló a los hombres con los botes-. ¿Ves ese equipo donde está el tipo bajito? Él no soporta casi peso, ¿verdad? No está ayudando mucho a transportar el IBS -la lancha hinchable-, porque apenas llega. Los hombres más altos tienen que compensarlo. Pero, créeme, la falta de estatura se convertirá en una ventaja en algún punto del camino. Es ligero. Probablemente rápido. Quizá sea bueno escalando. O adecuado para introducirse en lugares pequeños -en lugares donde los demás hombres no cabrían. Su escasez de altura puede no ser de mucha ayuda cuando se trata de transportar algo como un IBS pero te garantizo que hará su contribución a lo largo del recorrido.

Luego se quedó en silencio, observando como los aspirantes a SEAL, el grupo de corredores -los aspirantes en la segunda fase de entrenamiento del BUD/S, se derrumbaban sobre la arena.

-Cinco minutos -oyó Syd, distante, aunque claramente audible, el mensaje de uno de los megáfonos-. Y, luego, señoras, lo repetiremos todo de nuevo.

El instructor del megáfono era Bobby Taylor, con su largo pelo oscuro recogido en una trenza.

Mientras Syd lo observaba, uno de los aspirantes de aproximó a Bobby y señaló hacia el final de la playa, donde ellos se encontraban. Bobby pareció encogerse de hombros y el aspirante echó a correr por la arena suave hacia allí.

Era joven y negro, y el pelo, que llevaba casi afeitado como el resto de aspirantes, enfatizaba los ángulos agudos de su rostro. Tenía varias cicatrices, una en mitad de la ceja derecha, otra en la mejilla, que enfatizaban su aura de peligro.

Syd pensó que se acercaba para hablar con Luke pero se encaminó directamente hacia la pequeña chica de la bici.

-¿Estás loca? -la saludó, poco amistosamente, frunciendo el ceño-. ¿Qué te dije sobre venir hasta aquí sola en bicicleta? Y eso fue antes de saber que hay un psicópata de mierda por ahí suelto.

-Nadie quiso acompañarme hasta aquí -Tasha alzó la barbilla. Ambos hablaban en un tono lo suficientemente alto como para que Syd los oyera-. De todas formas, soy rápida. Si veo a algún tipo rato, me escaparé, no hay problema.

El sudor goteaba literalmente del rostro del hombre, cuando se dobló para recuperar el aliento, con las manos sobre las rodillas.

-Eres rápida -repitió, escéptico-. ¿Más que un coche?

Ella pareció exasperada.

-No.

-No -la miró fijamente-. Entonces, eso es un problema, ¿no?

-No veo por qué.

El hombre negro explotó.

-El problema es que hay un hijo de puta rondando por la ciudad, violando y golpeando a las mujeres. El problema es que, como mujer, eres un posible objetivo. Como mujer joven y bonita, montada sola en una bicicleta, eres un objetivo atractivo y fácil. Para el caso, podrías llevar una señal en el cuello que dijese víctima.

-Leí que ese tipo se cuela en las casas de las mujeres -puntualizó Tasha-. No sé que tiene eso que ver con que yo monte en bicicleta.

Syd no logró mantener la boca cerrada por más tiempo.

-En realidad -dijo-, los violadores en serie suelen hacer algo llamado troll para escoger a sus víctimas. Significa que van conduciendo por ahí en busca de un objetivo -una mujer sola y potencialmente indefensa- y la siguen a casa. Una vez escogen a la víctima, pueden llegar a seguirla durante varios días, o incluso semanas, esperando el momento y el lugar en los que se encuentre más vulnerable. Que los ataques que conocemos sucedieran en casa de las víctimas, no significa que no vaya a asaltar a su siguiente objetivo en el bosque.

-Gracias, voz de la razón -dijo el hombre joven. Luego le lanzó a Tasha una mirada dura-. ¿Has oído, loca de remate? La novia de tu tío Lucky suena como si supiese de lo que está hablando.

¿La novia de su tío Lucky?

-Oh -musitó Syd-. Yo no soy...

-¿Y qué se supone que tengo que hacer? -la chica estaba exasperada e indignada-. ¿Quedarme todo el día en casa?

Tasha y su amigo estaban demasiado enfrascados en su pelea, como para prestar atención a las protestas de Syd.

Luke, sin embargo, se aclaró la garganta. Syd no se atrevió a mirarlo.

-Sí -respondió el hombre joven a la pregunta de Tasha, fieramente y sin vacilar-. Hasta que esto se acabe, sí. Quédate en casa.

Ella le dirigió una mirada de incredulidad.

-Pero Thomas...

-¿Cuántas veces en todos los años que somos amigos te he pedido antes un favor, princesa? -preguntó Thomas, en un tono repentinamente sereno aunque no menos intenso-. Te estoy pidiendo uno ahora.

Súbitamente, las lágrimas asomaron a los ojos de Tasha y ella parpadeó rápidamente.

-Necesitaba verte. Después de haber oído lo del accidente de submarinismo...

Las duras línea del semblante de él se suavizaron un poco.

-Estoy bien, pequeña.

-Ya lo veo -dijo ella-. Ahora.

Syd se dio la vuelta, consciente de que estaba observándolos y temerosa de que la curiosidad por la relación que mantenían se le reflejara en la cara. Thomas debía pasar de los veinte y Tasha era una adolescente. Él había hecho referencia a su amistad pero no había que tener el coeficiente intelectual de un genio para advertir que el apego que la chica sentía por ese hombre era más fuerte que eso. Pero él estaba siendo precavido evitando tocarla, usando la palabra amigos, guardando las distancias.

-¿Qué te parece si te llamo? -sugirió con amabilidad-. Tres veces por semana un poco antes de las veintiuna, cero, cero -las nueve en punto. Me pondré en contacto contigo y te haré saber cómo estoy. ¿Serviría?

Tasha se mordió el labio inferior.

-Que sean cinco veces por semana y hay trato.

-Podría intentar que fueran cuatro -replicó él-. Pero...

Tasha sacudió la cabeza.

-Cinco.

Él estudió sus brazos cruzados y el ángulo de la terca barbilla de la chica y adoptó la misma postura.

-Cuatro. Pero no tengo todas las noches libres, ya lo sabes. Así que algunas semanas solo podrán ser tres. Pero si tengo permiso de fin de semana, iré a verte, ¿de acuerdo? A cambio tienes que prometerme que no irás sola a ninguna parte hasta que atrapen a ese tipo.

Ella asintió, aceptando, y lo miró como si tratara de memorizar su rostro.

-Dilo -insistió él.

-Lo prometo.

-Yo también lo prometo -musitó. Luego consultó su reloj-. Maldita sea, tengo que irme.

Se volvió, centrándose en Luke y Syd por primera vez.

-Eh, tío Lucky. Lleva a Tasha a casa.

Era, sin lugar a dudas, una orden directa. Luke saludó.

-Sí, señor. Alférez King, señor.

La dureza de Thomas desapareció y esbozó una sonrisa que lo hizo aparentar su edad.

-Lo siento, teniente -repuso-. Quería decir... Por favor, lleve a Tasha a casa, señor. En este momento, no es seguro que una mujer sola cubra esa distancia.

Luke asintió.

-Considéralo hecho.

-Gracias, señor -el hombre joven apuntó a Tasha con un dedo-. No quiero volver a verte por aquí. Al menos, sin Mia o Frisco.

Y se marchó, agitando la mano para despedirse, mientras corría a reunirse con el resto de su clase.

Luke se aclaró la garganta.

-Tasha, ¿te importa esperar un minuto? Tengo que...

La chica ya estaba avanzando por la playa y se había alejado demasiado para oírlo. Se sentó en la arena, con los brazos alrededor de las rodillas, observando a los aspirantes. Mirando a Thomas.

-Tengo que acabar una discusión, realmente importante, que estaba manteniendo con mi novia -terminó Luke, dirigiéndose exclusivamente a Syd.

Ella entrecerró los ojos.

-No es divertido.

-Vaya -dijo con una sonrisa-. Esperaba poder hacerte graznar otra vez: “No soy su novia” -la imitó sin mucho acierto.

-Eso tampoco es divertido.

Su sonrisa se amplió.

-Sí lo es.

-No. Es...

-Dejémoslo en una sana diferencia de opiniones.

Syd cerró la boca y asintió. Parecía justo.

Él dejó vagar la mirada sobre el brillante océano, entrecerrando un poco los ojos.

-El motivo por el que quería que vieras esto... Ya sabes, el BUD/S, era para darte una idea del trabajo en equipo que desempeña una unidad SEAL.

-Sé que crees que voy a interponerme en tu camino constantemente durante los siguientes días o semanas -comenzó Syd-, pero...

Luke la atajó.

-Sé que vas a interponerte -replicó-. ¿Cuándo fue la última vez que corriste un kilómetro y medio en siete minutos?

-Nunca pero...

-Tal como lo veo, solo podemos hacer este trabajo aprovechando tus habilidades y siendo completamente sinceros respecto a tus debilidades.

-Pero... -en esta ocasión, Syd se interrumpió a si misma. ¿Acababa de decir hacer este trabajo?

-Esto es lo que pienso que deberíamos hacer -dijo Luke. Estaba completamente serio-. Creo que deberíamos ponerte a hacer lo que mejor se te da. Investigación, cobertura, búsqueda... Quiero que te encargues de encontrar una pauta entre los hechos que conocemos que nos permita acercarnos al violador.

-Pero la policía ya está haciendo eso.

-Tenemos que hacerlo nosotros también -la brisa del mar revolvió su pelo ya despeinado-. Tiene que haber algo que hayan pasado por alto y cuento contigo para que lo encuentres. Sé que lo harás porque sé cuántas ganas tienes de atrapar a ese tipo -apartó la mirada del mar-. Tú... eh... digamos que te delataste en la consulta de Lana.

-Oh -dijo Syd-. Dios -¿Qué más había dicho o hecho? No se atrevió a preguntárselo.

-Estamos los dos de acuerdo, Syd -dijo Luke calmada e intensamente-. Yo también quiero atraparlo. Estoy dispuesto a admitirte, siempre y cuando tú estés dispuesta a jugar en equipo. Puedes contribuir usando tus habilidades -tu cerebro y tu habilidad para la búsqueda. Y también quedándote atrás mientras el resto de nosotros nos encargamos de los aspectos físicos. Te mantendrás fuera de peligro. Cuando sigamos una pista, permanecerás en la base o en la furgoneta del equipamiento. Sin discusiones. No has sido entrenada para combatir, no has hecho el suficiente entrenamiento físico para seguirnos el ritmo y no quiero que pongas en peligro al resto del equipo o a ti misma.

-No estoy en tan baja forma -protestó ella.

-¿Quieres demostrarlo? -le indicó-. Si eres capaz de correr seis kilómetros y medio en treinta minutos con la botas de combate y completar el circuito de obstáculos del BUD/S en diez...

-De acuerdo -concedió-. Tienes razón. No, en esta vida. Me quedaré en la furgoneta.

-Por último, y no menos importante -dijo él, todavía muy serio-. Estoy al mando. Si formas parte del equipo, tendrás que recordar que soy el CO (oficial al mando). Cuando dé una orden, dirás: Sí, señor.

-Sí, señor.

Él sonrió.

-Entonces, ¿estamos de acuerdo?

-Sí, señor.

-Obviamente, tienes que aprender la diferencia entre una pregunta y una orden.

Syd sacudió la cabeza.

-No -dijo-. Creo que no.

-Vale -inquirió Syd-. Diez contra uno. ¿Luchas o huyes?

-Lucho. Definitivamente, lucho -el acento de Brooklyn del suboficial Rio Rosetti iba y venía, dependiendo de con quien estuviera hablando, y, en aquel momento, fue del cien por ciento. Cuando estaba con Syd, era cien por ciento tipo duro.

Lucky permaneció fuera de su despacho temporal, observando, mientras el teniente Michael Lee ofrecía su sensata opinión.

-Depende de quienes sean los diez tipos -reflexionó-. Y de lo que lleven encima. Si hablamos de diez comandos de élite japoneses -yo escogería el viejo dicho “vive para pelear otro día” y correría.

-Lo que a mí me gustaría saber -resonó la rica voz del alférez Thomas King-, es que estoy haciendo en una situación de diez contra uno sin el resto de mi equipo SEAL.

Syd estuvo de acuerdo con él.

Durante los últimos dos días, ella, Bobby y Lucky habían trabajado a contrarreloj, tratando de encontrar algo que se le hubiese escapado a la policía. Syd se ocupaba de la información que tenían sobre las víctimas, y Bobby y Lucky revisaban, archivo tras archivo, los expedientes del personal, buscando cualquier conexión entre alguno de los oficiales y hombres alistados, actualmente destinados en Coronado, con algún indicio de delito sexual.

El trío de aspirantes a SEAL, escogido por el almirante Stonegate, pasaba sus horas libres ayudando. Eran un grupo sólido -hombres buenos y fiables, pese a su conexión con el almirante Stonehead (cabeza hueca).

En solo dos días, Syd los consideraba a los tres buenos amigos. Y también a Bobby.

Reía, sonreía, bromeaba y hacía echar humo a los ordenadores. Solo se mostraba estrictamente profesional con Lucky. Todo “sí, señor” y “no, señor”, y sonrisas amabilísimas y un poco forzadas, incluso cuando estaban solos y seguían trabando al... eh... cien por ciento.

Lucky se las había arreglado para negociar una tregua. Habían llegado a un acuerdo definitivo pero no podía evitar desear haber podido seguir con el plan de la “novia aliada”. Sí, habría sido más complicado con el tiempo, pero también más divertido.

Sobretodo porque aún no había sido capaz de dejar de pensar en ese beso.

-Aquí tenéis otra situación hipotética -oyó a Syd decir-. Eres una mujer...

-¿Qué? -aulló Rio-. Creía que querías saber lo que es ser un SEAL.

-Está relacionado con la misión -le explicó ella-. Escúchame. Eres una mujer y, al girarte, te encuentras con un hombre, que lleva una media en la cabeza, en tu apartamento, en mitad de la noche.

-Le dices: No, cariño, ese tono de marrón no te va nada con la ropa -Rio se rió de su propia broma.

-¿Quieres que lo mate o solo lo amordazo? -preguntó Thomas King.

-Rosetti, esto es serio -dijo Syd-. Les ha pasado a once mujeres. No hay nada divertido en la situación. Puede que no lo entiendas porque no eres una mujer pero, personalmente, encuentro la idea terrorífica. Yo vi a ese tipo. Era enorme -aproximadamente del tamaño de Thomas.

-Huyo -dijo Mike Lee.

-Pero, ¿qué pasa si no puedes? -inquirió Syd-. ¿Y si no hay forma de escapar? Si estás atrapado en tu apartamento con un conocido violador. ¿Luchas? ¿O te rindes?

Silencio.

Rendirse. La palabra hizo retorcerse a Lucky. Entró a la habitación.

-Luchas -dijo-. ¿Cómo puedes pensar en ninguna otra posibilidad?

Los tres otros hombres mostraron su conformidad, Rio bajando las botas de la mesa y sentándose un poco más erguido.

Syd alzó la vista hacia él, con los ojos castaños algo apagados.

-Pero nosotros no somos mujeres -dijo Rio con una mezcla de sabiduría y perspicacia-. Ni siquiera seremos hombres nunca más.

-Eh, habla por ti -replicó Thomas.

-Me refiero a que somos más que hombres -rebatió Rio-. Somos SEALs. Bueno, casi SEALs. Con el entrenamiento que tengo, no me da verdadero miedo nadie -y no soy precisamente el tipo más grande del mundo. Pero la mayoría de las mujeres no tienen ni el entrenamiento ni la fuerza necesarios para luchar con un tío que las sobrepasa en treinta kilos.

Lucky observó a Syd. Vestía una camiseta sencilla, sus holgados pantalones y sandalias, en vez de botas. En algún momento entre la noche anterior y aquella mañana se había aplicado esmalte rojo en las uñas de los pies.

-¿Qué harías tú? -le preguntó, cogiendo un donut de la caja que había sobre la mesa-. ¿Luchar o...? -ni siquiera pudo decirlo.

Ella le sostuvo la mirada.

-He estado revisando las declaraciones de las víctimas, buscando un patrón de violencia relacionado con sus respuestas al ataque. La mayoría de las mujeres se defendieron pero algunas no lo hicieron. Una de ellas fingió desmayarse -desplomarse. Varias otras se quedaron congeladas -demasiado asustadas para poder moverse. Unas pocas, como Gina, sencillamente se cubrieron.

-¿Y? -preguntó Lucky, arrastrando una silla hacia la mesa.

-Que me gustaría poder decir que hay una relación directa entre la violencia que el violador le infringió a la víctima y lo que se defendió. Durante las primeras seis agresiones, parece como si cuanto más hubiese luchado la mujer, más cruelmente la hubiera golpeado. Y hay dos casos en los que nuestro pervertido se alejó de las mujeres porque no se defendieron. Como si no hubiese querido perder el tiempo.

-Entonces tiene sentido aconsejar a las mujeres que se rindan -calculó Lucky.

-Puede que al principio pero ya no estoy segura de eso. Su pauta cambió durante las últimas semanas -Syd frunció el ceño, revisando los papeles que tenía ante ella-. Tenemos once víctimas repartidas en un periodo de siete semanas. Durante esas siete semanas, el grado de violencia que ese tipo ha empleado para dominar a las víctimas ha ido intensificándose.

Lucky asintió. Había oído a Syd y a Lucy discutiendo sobre eso hacía unas cuantas noches.

-Entre las seis víctimas más recientes, hubo cuatro que se defendieron desde el principio, la que fingió desmayarse, y Gina, la más reciente, que se cubrió y no opuso resistencia. De las seis, Gina fue la más golpeada. Sin embargo -curiosamente- la otra mujer que no opuso resistencia apenas fue maltratada.

-Así que, si luchas contra ese tipo, tienes garantizado que saldrás herida -concluyó Lucky-. Y si te rindes, tienes un cincuenta por ciento de posibilidades de que se aleje de ti.

-Y la posibilidad de ser golpeada hasta morir -dijo Syd sombría-. Tened en cuenta que estamos haciendo proyecciones y suposiciones basándonos en seis casos. Necesitaríamos un número mucho mayor de supuestos para desarrollar un patrón preciso.

-Esperemos no llegar a tener la oportunidad -repuso Mike Lee con sobriedad.

-Amén a eso -lo secundó Thomas King.

-Sigo pensando, aún sabiendo eso, que recomendaría resistencia cero -dijo Lucky-. Quiero decir... Si hay una oportunidad de que el tipo se aleje...

-Eso es cierto -Syd me mordió el labio inferior-. Pero, en realidad, hay algo más -algo que le da un giro distinto a la situación. Tiene que ver con... um... -miró casi disculpándose a los hombres-. La eyaculación.

Rio se puso en pie.

-Ey, mira que hora es. Tenemos que irnos.

Syd hizo una mueca.

-Sé que es inquietante -dijo-. Pero, chicos, creo que es importante que conozcáis todos los detalles.

-Siéntate -le ordenó Lucky.

Rio se sentó al borde de su silla.

-En realidad, teniente -dijo Mike apresuradamente-. Tenemos una clase obligatoria en cinco minutos. Si nos vamos ahora, llegaremos a tiempo -miró a Syd-. Supongo que escribirás un memorando sobre... esto para los demás miembros del operativo.

Syd asintió.

-Eso es -dijo Rio aliviado-. Leeremos el memorando para ponernos al corriente.

Los tres hombres se levantaron y Lucky sintió un ramalazo de pánico. Iban a marcharse, dejándolo solo con Syd, que quería discutir sobre... Mierda. Y ¿qué se suponía que podía decir? ¿No, no vayáis a clase?

-Marchaos -repuso. Y poco menos que echaron a correr hacia la puerta.

Syd se rió.

-Bueno -dijo-. Está claro que sé cómo despejar una habitación, ¿verdad? -alzó una ceja-. ¿Estás seguro de que no quieres seguirlos, teniente? ¿Y leerlo en el memorando, en lugar de quedarte?

Lucky se levantó para servirse un café en la máquina que había junto a la puerta. Tuvo que buscar una taza limpia y se alegró de tener una excusa para darle la espalda.

-Nada relacionado con esta misión ha sido agradable. Así que, si crees que es algo que tengo que oír...

-Lo creo.

Lucky se sirvió el café y, luego, tomando aire profundamente, se volvió para mirarla. Llevó la taza hasta la mesa y tomó asiento frente a ella.

-Bien -dijo-. Dispara.

-De acuerdo con los resultados médicos, nuestro hombre no... Digamos que no logra completar el acto sexual, a menos que la mujer se defienda -expuso Syd.

Oh, Dios.

-Debemos tener en cuenta -continuó ella-, que la violación no tiene nada que ver con el sexo. Sino con la violencia y el poder. Con la dominación. Lo cierto es que muchos violadores en serie no eyaculan en absoluto. Y, de hecho, de los once casos de violación, solo tenemos cuatro en los que el acto sexual, um... se completara. Como decía, todos ellos cuando la víctima se defendió o -y esto es importante- cuando la víctima fue obligada a defenderse.

-Espera. Has dicho que la mayoría de las víctimas se defendieron -Lucky se inclinó hacia delante-. ¿No podría haberse puesto un condón las demás veces?

-No según con los testimonios de las víctimas -Syd se puso en pie y comenzó a pasearse-. Hay más, Luke. Escucha esto. Gina dijo en su declaración que no opuso resistencia. Se cubrió, la golpeó y ella se cubrió aún más. Y, entonces, dice que él se pasó diez minutos destrozando su apartamento. Yo estuve allí. Parecía que hubiese tenido lugar una pelea infernal. Pero ella no se defendió. Me pregunto si ese tipo no estaba tratando de simular la clase de escenario en el que la víctima se habría defendido, en un intento por obtener la liberación sexual. Cuando regresó con Gina, después de destrozar el lugar, la golpeó brutalmente pero, aún así, ella no hizo más que aovillarse -y, si mi teoría es correcta, no le ofreció lo que quería. Así que, ¿qué hace él? Está cabreadísimo y le desgarra la ropa pero ella sigue sin oponer resistencia. Así que la agarra por la garganta y empieza a apretar. Bingo. Una respuesta instantánea. Ella no puede respirar -y empieza a forcejear en busca de aire. Empieza a luchar. Y ese es su objetivo, quizá el aliciente es ver el puro terror en sus ojos cuando, ya sabes... ella piensa que va a matarla. Él consigue completar el acto sexual, le infringe un último momento de dolor, quemándola, y se marcha. La víctima sigue viva -esta vez.

Oh, Dios.

-Es simple cuestión de tiempo que termine apretando la garganta de alguna chica demasiado fuerte, o durante demasiado rato, y la mate -prosiguió Syd, sombría-. Y si quitar una vida le aporta la satisfacción adecuada -y es difícil pensar que no lo haga- sufrirá una transición. De violador en serie a asesino en serie. Ya sabemos que se sirve del miedo. Le gusta aterrorizar a sus víctimas. Le gusta la sensación de poder que eso le da. Y, lograr hacer que alguien piense que va a morir, puede generarles una tremenda cantidad de terror a ella y de placer a él.

Syd llevó su taza medio vacía al fregadero y tiró los restos de café por el desagüe.

-Luchar o rendirse -dijo-. La lucha le da lo que busca pero te deja severamente golpeada. Sin embargo, le fastidia la sumisión. Y puede enfurecerlo lo bastante como para llegar a asesinar.

Lucky tiró su donut a medio comer al cubo de basura, sintiéndose totalmente enfermo.

-Tenemos que coger a ese tipo.

-Eso -mostró su acuerdo Syd-, sería estupendo.