5 Decisión
Ahora que practicas la gratitud, seguro que has encontrado una lista estupenda de cosas positivas que, tal vez, dabas por sentadas... Vamos, que no eras muy consciente de ellas. Como has podido comprobar, eres más afortunado de lo que suponías. Bien, ahora vamos a la siguiente parte, pero lo haremos con un espíritu mucho más positivo.
Durante la preparación de este libro he tenido largas y provechosas conversaciones con la doctora Olga Gavilán. Olga es una excelente psicóloga y experta en hipnosis que ha trabajado durante muchos años en Estados Unidos.
Cuando le comenté la idea de realizar un proyecto para ayudar a las personas a atraer a su vida lo que desean con sencillas acciones cotidianas, no solo celebró la idea, sino que me aportó inspiración y algunos libros interesantes.
Olga insiste mucho en las bondades del pensamiento positivo y en cómo el pensamiento negativo destruye a las personas.
En nuestros cursos de desarrollo personal y autoestima hacemos mucho hincapié en este pensamiento positivo y en cómo conseguir cambiar las actitudes negativas y destructivas por otras más positivas, constructivas y felices.
¿Por qué?
Basta decir que podríamos apuntar que los pensamientos no son más que agrupaciones de neuronas, así que podemos incidir en cómo pensamos sencillamente cambiando algunos hábitos.
Pero antes de hablar del pensamiento positivo y de diferentes estrategias para sentirnos mejor, quiero que hagamos una pausa para lograr acometer las acciones necesarias para poder cambiar todas las inercias negativas que cargamos a la espalda por otras más positivas.
Lo primero que necesitaremos será una firme determinación, una decisión inamovible de cambiar nuestra dinámica.
¿Absurdo? Me voy a permitir citar a Ralph Waldo Emerson: «Las personas solo ven aquello que están preparadas para ver».
Así pues, haríamos bien en repasar nuestras creencias respecto a lo que es la realidad y lo que no lo es. Pero, primero, déjame decirte que es muy probable que tengas las gafas de ver la realidad algo empañadas por la porquería que recibimos a diario mediante estímulos externos, como pueden ser las noticias o los nauseabundos programas de televisión, revistas, etcétera, dedicados a la crítica destructiva o al negocio del morbo y las malas noticias.
Si constantemente nos dejamos bombardear con desastres, crímenes, enfermedades y noticias truculentas sobre la economía mundial, lo único que conseguiremos será deprimirnos. Nuestra puerta a la realidad está llena de negatividad. Nuestro precioso jardín de entrada a nuestro hogar más íntimo, es decir, nuestra mente, está sembrado de casquería, porquería, suciedad. No hace falta que siga. Por mucho que nos esforcemos en contemplar las maravillas que nos pueden esperar más allá de nuestro estrecho mundo perceptivo, toda imagen que recibimos, todo estímulo, viene acompañado de un poderoso hedor a basura, descomposición y suciedad.
La determinación que necesitamos, la decisión de atraer a nuestra vida aquello que deseamos, está condicionada, en primer lugar, por la necesidad de limpiar lo que nos embrutece. Por eso te sugiero que dejes de ver esa porquería decadente que llaman noticiarios.
¿Crees que el mundo se va a acabar por ello? ¿Crees que a causa de que no mires las noticias van a dejar de ocurrir desgracias o que van a ocurrir más? Te equivocas, nos equivocamos todos cuando mantenemos en alza el mercado de las noticias pesimistas, oscuras y morbosas. En realidad, es un ejercicio que nos ayudará a sentirnos liberados de tanta basura.
Nuestra mente se programa constantemente mediante mensajes negativos y dolorosos; nos dejamos inducir y sugestionar. Claramente estamos tan mediatizados que, cuando nos proponemos conseguir algo bonito, acuden a nuestra mente, en primer lugar, las sugestiones de que no podremos conseguirlo, puesto que el «mundo está muy mal», hay mucha pobreza y muerte, nadie puede conseguir lo que desea, somos muy poca cosa, para conseguir algo bueno hay que sacrificar muchas cosas que nos importan, hay que luchar por la paz... ¡Un momento! ¿Luchar por la paz? ¿No es eso en sí mismo un contrasentido?
Si dejamos que otros influyan así en nuestra mente, solo veremos aquello que nos preparan para que veamos, pero difícilmente vamos a ser conscientes de la belleza eterna y conmovedora del ser humano. Como mencionamos antes, el ser humano, cuando se halla ante un acontecimiento que le sobrepasa, saca fuerzas de flaqueza y actúa como un héroe.
El ser humano es como un trozo de carbón, que cuando se somete a muchísima presión, da como resultado un diamante de belleza sobrecogedora.
Eso eres, eso somos, diamantes por descubrir y, mediante la decisión consciente, podemos pulirnos adecuadamente para brillar, tal vez para dar más luz a un mundo que, nos quieren convencer, está lleno de oscuridad. Yo no lo creo oscuro, sino maravilloso, porque existen montones de carboncitos esperando a convertirse en diamantes. ¡Somos ricos!
Lo cierto es que no sé si puedo desear que dejéis de ver las noticias y los programas basura, pero lo cierto es que, al menos, vamos a tratar de minimizar los daños.
Podemos empezar por reducir la negatividad que nos produce la programación, sugestión e inducción a que nos somete la programación televisiva con un pequeño ejercicio de sustitución. Puedes ver, inmediatamente después, un programa o documental que sea bonito, feliz, con mensajes positivos. También puedes tomar entre tus manos una revista o un libro agradable que contenga mensajes positivos. De esa manera, trataremos de disminuir el impacto negativo. De todas formas no olvides que la programación por repetición de tragedias es subliminal y es complicado luchar contra ella a no ser que decididamente dejes de prestar atención.
Mientras escribo este libro que ahora tienes en tus manos, hemos sufrido, por lo que parece, una ola de calor bastante importante. El caso es que he pasado varios días asfixiado de calor, sin ganas de trabajar, ni de escribir. Mis ideas eran como un caldo denso. No obstante, he ido, como siempre, a impartir mis clases de aikido.
Hace pocos días comentaba el asunto del calor con un amigo. Él es el padre de uno de mis alumnos más jóvenes y prometedores. El caso es que me preguntó qué tal estaba, que cómo llevaba el calor. Mi respuesta fue: «Agobiante... me siento aplastado y cansado, no tengo ganas ni de hablar contigo». Ambos reímos. Me dijo: «Mañana será más caluroso, pero lo peor vendrá el fin de semana: lo han dicho en la tele». Mi desánimo fue mayúsculo.
Francamente, ya era de noche, estaba a punto de tomar una maravillosa ducha reparadora y en la calle había una temperatura refrescante, una espléndida noche de verano... Pero me amargó que me dijera aquello. No es que esperara que no hiciese calor al día siguiente, pero no me lo había planteado. Empecé a sufrir pensando en que al día siguiente haría un calor asfixiante, otra vez, pero lo peor fue, sin duda, pensar que el fin de semana volvería a ser aplastante.
Hablaba con los compañeros en los vestuarios y todos estábamos quejándonos del calor, de lo mal que lo estábamos pasando y las ganas que teníamos de que refrescara. Entramos en una espiral negativa, quejándonos amargamente por algo que nosotros no podíamos cambiar.
El hecho es que en mi viaje de vuelta a casa de cuarenta y cinco minutos, mi esposa y yo nos mantuvimos en silencio, no nos hablamos; cada uno encerrado en su mundo y sin considerar nada más allá que nuestras perspectivas poco halagüeñas.
Qué estúpido fui. Hacía una noche maravillosa, pero solo pensar que al día siguiente volvería a pasar el día sudando o, lo que es peor, con cambios constantes de temperatura (aires acondicionados en coches, oficinas), solo por una situación que aún ni estaba experimentando, mi humor no me permitía disfrutar del momento presente.
Eso me demuestra lo fácilmente sugestionable que soy. Si fuese solo un problema personal, no estaría aquí, dando la tabarra. El caso es que todos somos muy sugestionables y se aprovechan de eso.
¿No me crees?
Ejercicio
Te pido que no pienses en este momento en la palabra «bostezo». Te pido aún más encarecidamente que no imagines un bostezo. Vaya, no lo has podido evitar... Lástima, seguro que sí puedes no pensar en un gran bostezo. Oh. Bueno, al menos no bosteces. No permitas que tu boca se abra... No, no, ¡ay! Ánimo, no abras la boca, no pienses en ese maravilloso bostezo que haría que incluso las lágrimas recorrieran tus mejillas aportándote esa dulce sensación de placer y liberación.
Podemos probar otra cosa sencilla.
Busca un cronómetro o sencillamente un reloj con segundero. Ahora quiero que cuentes hasta diez, controlándolo con el reloj y, durante esos diez segundos, no pienses en ningún momento en la palabra «hipopótamo».
Somos más sensibles a la sugestión de lo que imaginamos. Por eso, estar constantemente bajo la influencia de noticias negativas, tragedias, críticas destructivas y conductas vergonzosas, nos afecta en lo más profundo de nuestra mente.
Aunque no lo creas o te parezca difícil de entender, lo cierto es que esos «estímulos» negativos nos condicionan bastante. No nos dejan pensar con claridad, nos magnetizan de forma que empezamos a atraer cosas negativas a nuestra vida.
Es una cuestión de enfoque. Todos llevamos unas «gafas» de ver la vida. Esas «gafas» están llenas de porquería, hasta el punto de que no vemos las cosas como son. El filtro mediante el cual vemos la vida está sucio, de forma que lo que percibimos está oscuro y deformado.
Limpiar las «gafas» está bien, es una buena medida. Pero mejor aún es evitar ensuciarlas, evitar que nos las ensucien.
Una de las cosas que a mí me funcionan es decirles a las personas con las que trato que yo no miro la tele y que, por lo tanto, agradecería seguir sin conocer lo que se dice en ella. No obstante, siempre hay alguien generoso que está deseando darme a conocer las noticias que no me interesan.
Para acabar con una sensación positiva tras hacerte bostezar (o no), te sugiero que imagines que, de repente, te dicen que te acaba de tocar un millón de euros: ¿Qué harías ahora mismo?