1 Héroes cotidianos
Tú tienes mucho que dar.
Tienes en tu interior un montón de cosas que muchos otros necesitan. Puede tratarse de tu alegría y sentido del humor; puede ser tu capacidad de escuchar a los demás. Tal vez la de dar buenos consejos, animar y motivar a los que te rodean o despertar la ternura de los demás.
«Karma» es una palabra sánscrita que significa «acción» en su acepción principal. Como cada acción tiene una consecuencia, empecemos por crear una acción positiva. Te prometo que tu vida va a mejorar mucho.
Puede que aún no le hayas dado importancia a todos los tesoros que tienes en tu interior y sigas persiguiendo cosas porque crees que las necesitas desesperadamente. La buena noticia es: todo lo que necesitas está dentro de ti.
Es cierto, además es muy posible que estés trabajando duro por conseguir cosas, por —digámoslo así— recolectar frutos que no has sembrado debidamente, que no sean tuyas las semillas con las que has sembrado el amplio y generoso campo que es tu vida: tu precioso, irrecuperable y valioso tiempo de vida.
Así es como lo veo: en ocasiones, te sientes como alguien a quien no se le agradecen sus esfuerzos, a quien le pasan cosas injustas y que no recibe lo que emite...
Hay una gran noticia que debemos pararnos a leer en este instante: tenemos en nuestro interior todo aquello que necesitamos para conseguir lo que deseamos. Nosotros, en nuestra maravillosa individualidad, somos la potencialidad absoluta de nuestros deseos, y estos tienen la absoluta y mágica capacidad de manifestarse si les damos el curso apropiado para ello.
Debemos darnos una oportunidad para mostrar conscientemente en el plano físico el maravilloso, único y especial contenido de nuestra mente.
En ocasiones perdemos la fe en la humanidad y en su capacidad de sentir y de ser mejores. A diario, los noticiarios y otros programas de televisión nos proporcionan el lado más ruin y negativo de nuestros congéneres y, en definitiva, de nosotros mismos.
Esta es una información sesgada. Es cierto que cada día ocurren cosas horribles en el mundo, unas más reales, otras, información interesada de alguien que necesita tenernos en ese estado de negatividad constante, en el que somos vulnerables, y grabar en nuestro subconsciente el mensaje de: «Todo está muy mal, las cosas negativas pasan por doquier y a todo el mundo... ¿Cómo ibas tú a ser una excepción?».
En el mundo ocurren cosas maravillosas cada día, pero esto no debe ser especialmente interesante para ciertas personas o grupos de personas que se dedican a utilizarnos como esclavos de un sistema que a ellos les conviene. Necesitan muchas manos que trabajen y que se preocupen por sostener un sistema económico y social que les beneficia a ellos, pero en el que la mayoría somos perjudicados. Hemos pasado de la esclavitud física a la mental y espiritual por arte de magia.
Pero lo cierto y verdad es que incluso en las grandes tragedias —o especialmente en ellas— encontramos fuerzas para comportarnos según nuestra verdadera naturaleza: la bondad.
En momentos de crisis muy graves —tales como atentados terroristas en masa o catástrofes naturales—, vemos salir a una legión de voluntarios anónimos, personas que estaban en la zona; personas que siendo tan víctimas como los demás implicados, mueven sus energías, dejando de lado la programación habitual de sus mentes para ayudar, para socorrer (incluso poniendo en riesgo su propia vida) a sus semejantes.
Recuerdo especialmente —supongo que porque me pilló muy cerca— el atentado del 11 de marzo en Madrid. Un atentado tan cobarde como todos los actos terroristas que se cometen en todo el orbe en nombre de una ideología o creencia... Aunque sospecho que la verdadera máquina que moviliza todos estos odios y sinsentidos responde al apego al vil metal. Pero volviendo a lo que nos ocupa, en las imágenes que la televisión transmitía se veía a heridos menos graves ayudando a los servicios de emergencias, bomberos, sanitarios, médicos, policías. Dejaron a un lado su faceta más egoísta para centrarse en un objetivo más amplio. Ese objetivo era ayudar a los demás.
Las grandes catástrofes nos «ayudan» a ver más allá de nuestras narices, poniéndonos a todos en una posición de igualdad en la que no hacemos caso a nuestras ridículas preocupaciones diarias. Nos exponen a la muerte, al dolor, a la pérdida... y lo hacen de un modo incontestable: nos pillan por sorpresa.
Por lo tanto, tengo que decir que, cuando las personas se hallan en una situación límite, acostumbran a actuar de una forma heroica y desinteresada. Cuando un hecho trágico es tan impactante como para que desconectemos el piloto automático por el cual otorgamos trascendencia a cosas que por lo demás solo tienen el alcance de lo efímero —asuntos impostergables que a la semana siguiente, ya no tendrán vigencia, o ni siquiera recordaremos—, eso debería darnos la oportunidad de comprender que, aparte de los intereses cotidianos, de las riñas absurdas y de las aparentes diferencias, todos los seres humanos tienen la capacidad de ser compasivos y, en esencia, héroes.
Tienes una fuerza en tu interior capaz de aportar al mundo una diferencia. Eres capaz de dar amor, ayuda, amparo, compasión y heroísmo. Y eres capaz porque lo llevas dentro. Así que la próxima vez que pienses: «Yo no tengo nada, quisiera tener más», no olvides que, sin renunciar al hecho de que todos deberíamos querer más, tienes un tesoro inmenso dentro de ti. Si tienes algo que ofrecer es porque atesoras en tu interior una fuente inagotable de amor, sacrificio, virtudes y aptitudes con las que puedes marcar una diferencia importante, con la que puedes aportar algo especial a los demás; algo único: tu esencia.