El torito de regalo

Este escribidor, como casi siempre que habla de toros con sus amigos y enemigos, con los lógicos vaivenes del caso, está de acuerdo en lo esencial que es casi siempre discutir pasionalmente hasta el final.

En lo que creo que jamás se concordará, es en la prístina validez del toro de regalo como parte sustancial de la Fiesta. Como sinónimo de triunfo.

Se supone que un toro de regalo es como un pilón para que la gente siga metida en el espectáculo, sí, pero también es una deformación no reglamentada lo suficiente como para que uno, viejo espectador, no deje de sospechar que tras del regalo existe el deseo de ayuda a un determinado torero que por ese solo hecho tiene otra enorme oportunidad para salir triunfador.

Por otra parte, las presiones de empresa e interesados, aunado al aparente desdén de las autoridades, ha dado por consecuencia que los reglamentos taurinos, así como la vigilancia de los mismos y la lógica que debe imperar en las autoridades, se haya relajado, lo que ha sido más que aprovechado por quien hace de las suyas tratando de llevar hasta las últimas consecuencias su premisa de:

Tarde con hartas orejas, jala a los despistados.

Es decir, a los neo aficionados construidos con el nuevo cuño de:

No importa la calidad, sino que los tendidos estén felices, sin mirar el cómo.

Y, fíjense bien, con esta actitud se quiera o no, se busca la conclusión de:

Esto no es fiesta de arte y reglamentos, es pachanga sin orden y gritona.

Y en ese juego de antivalores, en ese extraño vaivén de la Fiesta Taurina donde se entreteje el negocio con el arte, los aplausos con la cornada, el grito y el llanto, el insulto o la vehemencia, entre ese mundo de verdades inmensas y de mentiras cotidianas, de recios apuntes y deshilvanados juegos de espejos, ha estado siempre, como un recurso muy mexicano, el toro de regalo.

Ante ello surgen las inevitables preguntas:

¿No hay posibilidades de reglamentar la práctica del torito de regalo?

¿Una faena a toro de regalo debe ser medida con los mismos raseros que la efectuada durante la lidia normal?

¿Cómo se controla al toro de regalo?

¿A cuaco regalado se le debe de mirar el colmillo?

Es decir, ¿en aras de los aplausos se pueden romper las reglas no escritas, pero necesarias?

¿A toros de regalo, o sea, a montón de toros sin límite, se trata de construir la otra verdad que es el engaño taurino?

¿Cuántos toreros han triunfado con un toro de regalo y qué ha sucedido después con dichos diestros?

Creo que los estudiosos de la estadística taurina podrían mencionarlo y con ello analizar si esto es o no justo, o si el triunfo y las orejas valieron más que la ruptura de las normas que, si bien tienen la salida de la aceptación en los reglamentos, se oscurecen cuando se reflexiona sobre lo injusto que resulta ver triunfar a un torero porque tuvo una oportunidad de más, ya que no es barato el dichoso regalito, al costo del animal se le deben aumentar los sueldos de la banda de música, el pago de los servicios de la plaza, quizá hasta la luz y demás erogaciones, pero eso no ha detenido a los obsequiantes quienes, por regla general, han llegado a un previo acuerdo con la empresa para que el regalo se convierta en inversión —¿buena, mala? Eso ni ellos mismos lo saben, pero arriesgan a la aparente ganancia del corte de orejas.

Podemos decir que los regalos no hacen buenas temporadas, las decoran, sí, pero a la corta caen por su propio peso.

Recordemos muchos casos, y entre los recientes, el del Juli o el de Ponce.

Los que en verdad quieren a la Fiesta saben que ésta requiere de inyectarle no sólo nuevas figuras, sino una filosofía lo más alejada posible del atraco, recordando que los timos y malajadas pueden llevar aparentes ganancias rápidas, pero que a la larga significa ensuciar lo que debe ser limpio, y ante eso no existe más camino que el de la debacle.

Por eso, los aficionados deberían de impugnar el regalo sacado de la manga. Es decir, regular dicho obsequio. Que bien podrían ser anunciando, previamente, los toros que existen en los corrales y estén en posibilidades de ser regalados. Así, de esta manera, por lo menos quienes pagan su boleto sabrán que el torillo de regalo ha sido revisado por la autoridad, que cumple con los requisitos y que no se trata de un burdo engaño envuelto en la bruma de la oscuridad que cobijó el desembarco de un animalito que escondido espera que la empresa o el matador lo eche al ruedo para buscar un triunfo ya amañado desde el inicio.