XIII
La saeta
«Las tarantas y el zorongo dan, como efecto inmediato, el llamado duende tentativo. Otros dicen judío tentativo. No hay que olvidar que los árabes y los gitanos se consideran hermanos o por lo menos primos (aunque esta es una palabra que consideran los gitanos cenizo) y que los judíos son racialmente de la misma familia que los árabes.
»Para los gitanos el judío es un ser respetable porque, lo mismo que ellos, ha sido expulsado de algunas naciones y carecía hasta hace poco de patria propia.
»Los ejemplos de taranta y de zorongo son infinitos, pero el ritmo lo podemos sugerir con aquel poema de Lorca donde se dice:
… con la primavera blanca
los cascos de mi caballo
cuatro sollozos de plata.
»Por cierto, que hay ahí un caso de sinestesia muy evidente en los sollozos de plata, como tantos otros frecuentes en la poesía del gran poeta mártir.
»Eso del judío tentativo es algo que nos hace pensar, porque también algunas sectas semíticas creen que el triunfo lo da Dios en la tierra al que lo merece y después le paga con el sueño y la paz eternos. Lo mismo que decía antes del diligente, suscitado por la carcelera cartagenera. Cuando el gitano habla del judío piensa en los judíos pobres del norte de África.
»A veces los gitanos en algunos lugares se confunden con los árabes y judíos en las costas sur del Mediterráneo. Por ejemplo, el edificio donde estaba la posada del gitano de Tarifa era llamada la casa del judío, aunque se sabía que allí no había judío alguno. Tal vez se trataba de un edificio que anteriormente había pertenecido a alguna familia judía y por costumbre seguía llamándose así.
»Entre las supersticiones gitanas y la filosofía semítica, hay algunos puntos de contacto ocasionales, por más que sus orígenes históricos sean muy diferentes a juzgar por el léxico.
»El duende de las tarantas es un emisario que va a descubrir el campo enemigo. Tal vez por la naturaleza fronteriza del judío sin nación propia, pero vecino de todas, se le consideraba especialmente capaz de enterarse de las condiciones de un lugar ignorado por los gitanos. Como en la Edad Media española, al católico aljamiado lo llamaban ladino.
»En todo caso era especialmente útil. Y lo es todavía.
»Los gitanos se consideran más próximos al judío y al árabe que al cristiano, y en eso se equivocan, porque el origen cultural del gitano es sánscrito y no semítico. Pero circunstancias adjetivas le han llevado a simpatizar en los niveles inferiores de las tres culturas. Es decir, entre los pobres. Porque los ricos son iguales en todo el mundo.
»Parece que los marxistas tienen razón cuando dicen que los factores económicos lo determinan todo en la historia de la humanidad, porque para mí no hay diferencia alguna entre un judío y un ario ricos y tampoco entre un judío y un ario pobres. No soy marxista, pero a cada cual lo suyo. Lo que me ofende en el marxismo es que parecen basarse en una especie de fatalismo oriental del todo incompatible con el proceso histórico del liberalismo del cual ha salido la cultura moderna entera, incluso la de los rusos soviéticos.
»Pero nada de esto tiene que ver con nuestra tesis. Odio la política.
»Volvamos al judío tentativo. Suele ser propiciado por la emoción suscitada con los trémolos o jipíos tembladores del zorongo. Ese tentativo se desliza entre los sentires y los mirares, entre los mirares y los pareceres y entre los pareceres y los actuares de tal manera que no encontraría la pista de un suceso inesperado el más sabio de los psicólogos cuando ese suceso ha sido determinado por el judío tentativo.
»Ya he dicho varias veces que pondré en acción todos estos agentes cuando vuelva a referirme al caso de los gitanos de Logroño y a algún otro acontecimiento histórico como el de Carlos II el Hechizado, e incluso más recientemente, a las visitas clandestinas de los gitanos a la corte de la reina Cristina después de la muerte de Fernando VII. Como es sabido, este rey era un busnó amigo de jarana y de trapío, de toreros y de calés. Tenía un rasgo admirable para nosotros los americanos, y es que era tan democrático que en su tertulia palaciega figuraba un vendedor callejero de agua. Un aguador —así lo llamaban—. Lo que no puedo comprender es que ese mismo rey restableciera la Inquisición, y no sólo en España, sino en los restos de sus colonias en América, incluida, nada menos, que Nueva Orleans, donde tuvo un equipo de dominicos que querían quemar al obispo protestante durante los cortos meses que la ciudad fue española por convenio con los franceses. En aquellos días los ministros protestantes olían a chamusquina.
»Los dominicos tuvieron que aguantarse las ganas, eso sí. Porque al fin, Nueva Orleans no era Toledo. ¡Qué se habían figurado!
»Hace pocos años se celebró el centenario de la incorporación de Nueva Orleans a la Unión después de haber sido español y francés, y yo estaba allí. Los franceses han dejado más recuerdos que los españoles. Estos sólo dejaron aquel incidente de la Inquisición al que me refiero, pero los franceses dejaron muchos restaurantes, que son los mejores de los Estados Unidos, hoteles cómodos y tolerantes para los enamorados, y una institución antiquísima: la prostitución. Como la ciudad era todavía característicamente francesa, durante los días que se dedicaron a la celebración del centenario trataron de reproducir la misma atmósfera de un siglo antes, y para atraer visitantes exageraron un poco la nota en todos los sentidos. Los restaurantes hacían postres de crêpe sussette apagando las luces y encendiendo el alcohol de las bandejas, lo que daba un duende “procura” al conjunto.
»En las calles había banderas francesas y americanas, y en las terrazas de los cafés y los parques damitas con miriñaque y polisón y una negrita llevando la sombrilla abierta. Los caballeros llevaban barba a lo Renoir.
»Pero, además, en las esquinas, muchachas de buena familia vestidas de un modo provocativo, muy maquilladas, fumando y guiñando el ojo a los caballeros que pasaban y a veces llamándolos con un “pst, pst”, o diciéndoles en francés “viens-tu, cheri?” (como las prostitutas antiguas), daban color local a la ciudad. Eran hijas de familias distinguidas, lo que tiene su mérito, y también el hecho de que lo hicieran con tanta gracia, porque eso requiere talento mimético y teatral. Se podrá pensar lo que se quiera, pero a mí me parece meritorio y digno de admiración, ya que con eso se honraba la tradición de la ciudad en un país que, como el nuestro, tiene tan poca historia.
»Claro es que las muchachas no se iban a hotel alguno con ningún cliente y lo hacían sólo para reconstruir históricamente la tradición. En todo caso, si fue alguna, sería sin ulteriores consecuencias, ya que eran muchachas tan castas y honestas como la más pura gitana.
»Perdóneseme esta disgresión a propósito del judío tentativo, cuya misión era parecida a la de aquellas criaturas virginales y amantes de su patria. Con esto quiero decir que el judío tentativo puede actuar, no sólo en el momento presente, sino en el pasado conmemorativo y penetrar a veces en el futuro por medios no directos sino, por decirlo así, oblicuos y derivados. Es lo que pasa con la saeta, sobre cuyo significado no sé si debo expresarme francamente, porque puedo causar enojos graves a los gitanos, y nada más lejos de mí que darle a esta tesis sentido pugnaz o puñetero, como se dice en lenguaje coloquial de corte.
»La saeta, o dardo, o venablo, o flecha (que todos estos nombres tiene) es una canción corta que se dispara, por decirlo así, desde un ventanuco del alero (como las saeteras de los castillos, todavía existentes) al paso de la procesión del Cristo del Gran Poder o de la Virgen de la Macarena.
»Suele comenzar con un “aaaay” o un “ahiiii” o incluso un “hay”, según los casos. En el primero es para expresar un dolor del alma a la vista del corazón torturado de la Macarena llorosa con el que parece conmoverse el sadismo ancestral del macho ibérico, que no es controvertible, sino sólo natural y que sin duda lleva implícito un fondo de devoción a pesar de la apariencia. Es un “ay” desgarrador de veras, que parece descender de los cielos, aunque sólo desciende del tejado morisco de una casa al paso de la procesión.
»Podría ser también el “ahí” cuando se trata del paso de la última cena y ven a Judas dándole el mal bajío a Jesús. Y ese “ahí” es como señalar el objeto a donde disparar la flecha. Pero un gitano me ha dicho que cuando la que lo canta es una calé, lo dice mirando al capitán de la guardia civil que va detrás con un piquete marcando el paso pero sin moverse del sitio, porque cuando cantan una saeta la procesión se detiene hasta que termina. Es como para facilitarle al que dispara que dé en el blanco.
»Esto último lo imagino yo, aunque algunos a quienes pregunté, entre otros Curro, me dijeron que lo hacían para que descansaran los treinta o cuarenta gachos que van debajo llevando el paso a fuerza de hombros y para que puedan darse un lamparillazo y alumbrarse un poco más. Lo creo, porque dentro de los lienzos que descienden del paso hasta el suelo van a oscuras y además suele ser de noche. Los gachos portadores tienen que alumbrarse, y eso no merece ni necesita mayores explicaciones. Son los típicos primos alumbrados.
»Finalmente, al “hayyyy” con el que a veces comienza la saeta se refiere a que no falta nada. Hay de todo para todos. Hay alumbramiento, y música, y faroles, y buenas estatuas, y ricas imágenes, y lo que allí llaman tronío, que quiere decir gente rica vestida con capuchones como los del KKK en América, sólo que con rosarios a la cintura y hachas encendidas como se llevaban antiguamente en los entierros.
»No hay que olvidar que uno de los pasos es el llamado Santo Sepulcro. Como pesa mucho, cuando los hombres que lo sostienen descansan, se les ve a veces por las junturas de las cortinas inferiores del paso, que son de hule, y he visto que se ponen en la frente una especie de turbante para aguantar mejor. Se les llama tradicionalmente a esos turbantes cogorzas. Y unos se las ponen antes de entrar y otros después.
»Es impresionante el conjunto, y yo confieso que cuando oigo una saeta (que es el estilo de cante más gitano que conozco), se me pone un nudo en la garganta. Por ejemplo:
¡Ay, ay, aaaaaaaaahiiiiiii!
Míralo por donde viene
el Cristo de la agonía,
con su corazón abierto
y la corona de espinas.
¡Ay, ay, ahiiiiiii!
»Otras coplas anoté, pero con la emoción y las lágrimas, apenas se podía entender mi propia escritura. Eso mismo me pasó con los seises de la catedral».