El texto de A Youthful Journey termina en mitad de una frase inacabada. Aunque Paddy llegó a Constantinopla unos días después, solo lo dejó registrado en su Diario Verde, un registro que, como él admitía, era «algo embarazoso».
Lo extraño es que ni siquiera en ese diario menciona las joyas de la época bizantina que se conservaban en la vieja capital (ni siquiera una palabra de Santa Sofía, ni de las impresionantes murallas de Teodosio), y poco de su esplendor otomano. Menciona una breve amistad con una atractiva griega, varias fiestas en el consulado y una serie de citas y compromisos con contactos de la ciudad. Pero son todo anotaciones someras. Resulta especialmente chocante que en ningún momento contactase con el profesor Whittemore, al que había conocido en Sofía y cuyo trabajo de descubrimiento de los mosaicos de Santa Sofía, que estaba desarrollando en esos momentos, habría aportado a Paddy una visión sin parangón de esa Bizancio que estaba empezando a fascinarle.
Tal vez el final de su viaje le agobiaba por la sensación de perplejidad que asalta al viajero que finalmente llega a su destino, y por el incómodo interrogante sobre su futuro. Había caído en fases infrecuentes de depresión. ¿Pensaba escribir un libro, dedicarse al periodismo, volver incluso al ejército? Cuando le preguntaban al respecto, respondía que no lo recordaba. O quizá la gran ciudad le decepcionó por su estado de deterioro y por la abrumadora presencia turca (aunque por aquel entonces era mucho menor que ahora). Tiempo después escribió que siempre que abandonaba Estambul lo hacía con una sensación de alivio.
Con todo, los extractos del diario existente (a continuación reproducimos algunos de ellos) son alegres en su mayor parte.
1 de enero de 1935, Constantinopla
Tan cansado después del viaje y con la juerga de Nochevieja que dormí hasta las seis de la tarde. Luego, cuando desperté, creí que estaba amaneciendo, habiendo dormido doce horas, conque di media vuelta y me dormí otra vez hasta la mañana del 2 de enero. Así pues, el día de Año Nuevo de 1935 será siempre una laguna para mí.
2 de enero
… Un día precioso, el sol resplandeciendo en el Cuerno de Oro, y la ciudad llena de cientos de sonidos […] Almorcé en un restaurantito armenio, donde su dueño, que hablaba francés, me puso los pelos de punta con sus relatos sobre las persecuciones turcas. Luego me di una vuelta otra vez por los muelles. ¡Qué cantidad de gatos! Ya avanzada la noche, cita con Maria: fuimos a tomar unas cervezas a un pequeño restaurante. Es realmente adorable, idealmente adorable, y estuvimos charlando felices y contentos. ¡Querida Maria! La acompañé a casa y yo me volví dando brincos, a la luz de la luna turca, con Estambul y sus minaretes preciosos…
3 de enero
Llamé por teléfono a Djherat Pasha, para quien el conde Teleki me dio una carta de presentación en Budapest. Me invitó a ir a verle hoy mismo, así que cogí el barco bajo el puente Gálata […] Pasha espléndido, un tipo con bigotes tiesos, un caballero muy inglés, que hablaba bien francés (y con pinta de haber podido masacrar a unos cuantos armenios en sus tiempos). Conversamos sobre la guerra con Armenia, las Guerras de los Balcanes y la Gran Guerra…
6 de enero
En coche al museo de alfombras, de vuelta a casa para merendar, y luego tomamos unas cervezas en Fischer’s. Nos vamos a hacer buenos amigos, ya lo veo. Hablamos de todo lo habido y por haber. Constantinopla es un buen escenario para el romance, por la noche riña con Maria que alcanzó cotas de bronca y me fui a dormir hecho una furia.
9 de enero
Estuve en el bazar de Estambul, fascinante, mirando millares de alfombras, espadas, yataganes, etc. Me compré una boquilla de cigarrillo con la mitad de ámbar…
11 de enero
Me quedé hasta tarde en la cama, luego me levanté y fui a almorzar con Bob Coe, de la embajada estadounidense […] Nos sentamos en la terraza con vistas al Bósforo: todo absolutamente tranquilo, los caiques cabeceando…
Entre el 12 y el 23 de enero hay un paréntesis de silencio en el diario de Paddy, por motivos que desconocemos. Cuando reanudó su escritura, había cogido un tren de Constantinopla a Salónica, y se disponía a embarcar para dirigirse por mar al gran estado monástico ortodoxo de Monte Athos, donde su diario es completo por primera vez.