ADVERTENCIA DE LEGUÍA

DICE Aviraneta en sus papeles que hacia 1842 o 43, al mismo tiempo que redactaba una relación oficial para el gobierno explicando los medios empleados por él para acabar la guerra carlista, comenzó a escribir una «Memoria Secreta». Contaba en ella las maquinaciones, los chanchullos y los enredos de la época.

El relato oficial fue varias veces examinado y expurgado antes de su publicación, primeramente por el ministro Pita Pizarro y después por Martínez de la Rosa. La «Memoria Secreta» no se publicó y quizá la destruyó el autor. Esta Memoria Secreta nos hubiera interesado a los aviranetianos consecuentes, mucho más que los sucesos políticos y las reflexiones morales.

Así como se dice del naturalista Cuvier que con un solo hueso o con una esquirla de hueso reconstituía metódicamente el género, la especie y la variedad de un animal desaparecido y cuyos restos ya fósiles se hallaban diseminados por la tierra, así he pretendido yo sacar de unas cuantas notas aisladas la «Memoria Secreta» que escribió y probablemente destruyó mi amigo y maestro Aviraneta.

Me ayudó en la tarea un hombre, empleado en el archivo del ministerio de Hacienda, que sentía entusiasmo por don Eugenio. Él encontró cartas, documentos y papeles.

A este hombre, que tenía muy pequeño sueldo, le entró, contagiándose conmigo, la furia por las investigaciones históricas aviranetianas, y todos los días registraba diez o doce legajos y hacía un índice de lo que contenían.

El archivero improvisado, entusiasta de su nuevo oficio, me proporcionó muchos datos, algunos sin interés, pero otros muy curiosos y significativos.

Al escribir los tomos finales de las «Memorias de un hombre de acción» repasé los volúmenes anteriores para ver si existían inexactitudes o contradicciones.

Me hubiera gustado hacer una síntesis o una recapitulación de todo ello.

En lo escrito anteriormente por mí hay algo supuesto e inventado, con el fin de aclarar y explicar lo mal conocido. En estos libros finales también lo hay. Es difícil que cada personaje de tipo aclaratorio provenga de una visión directa. Las siluetas se desdoblan y se repiten. Todo se repite en la vida y en la literatura. Así he puesto al frente de los capítulos trozos de los anteriores volúmenes en calidad de leit motiv. Es difícil, creo yo, que en el escritor viejo puedan encontrarse nuevas vetas en su cantera. El filón está visto y reconocido. No hay más.

Esta apostilla al margen estampa don Pedro Leguía al comienzo del penúltimo volumen de sus «Memorias de un hombre de acción».