11

Todavía podría haberse tratado de una reunión de amigos y parientes cualquiera; todos amontonados en torno a la mesa de la cocina, con copas de vino, y el perro todavía tumbado delante de la chimenea.

Pero Iona reconocía lo que era en verdad.

Una cumbre de poder.

—Primero me gustaría decirles una cosa a Meara y a Boyle —comenzó Branna—. Vuestra sangre no está metida en esto y ninguno de los dos tenéis poderes propios que os sirvan de arma o escudo.

—Empezar insultándonos no es un buen comienzo —repuso Boyle.

—No lo entendáis así, sino como un reconocimiento de lo que significa para los demás saber que estáis con nosotros. No sé cómo nos las habríamos arreglado Connor o yo sin vosotros. Sois los amigos más leales que jamás he tenido o tendré. No sé si, tal y como afirma Fin, el amor no tiene límite, pero sé que yo aún no he alcanzado el mío con respecto a vosotros. Y ya está, dicho queda.

—Nosotros no tenemos poderes, pero no estamos desvalidos. Ni mucho menos.

Meara miró a Boyle, que asintió con la cabeza.

—Tenemos nuestros cerebros, nuestros puños. Él jamás ha mostrado interés alguno por nosotros, y ahí comete un error.

—Puede que así sea, y deberíamos hallar un modo de aprovecharlo. Pero se ha interesado mucho por Iona. —Connor señaló a su prima—. Branna y yo coincidimos en que tenía la esperanza de hacerle daño…, y algo peor…, y así hacerse con su poder y aumentar el suyo. Ambos creemos que tenderle la trampa de hace unos días y fracasar le ha pasado factura.

—¿Qué trampa? —exigió Boyle—. ¿Te hizo daño? —Agarró a Iona del brazo—. ¿Por qué no me lo has contado?

—No es fácil hablar de este tipo de cosas en los establos. Y no me hizo daño. Branna y Connor se ocuparon de eso.

Fin habló con serenidad:

—¿Qué ocurrió? Sé concisa. Iona, sueles serlo. Cuéntanoslos al resto.

—Fue el día en que le di la primera clase a Sarah. Cuando volvía a casa.

Se lo contó de manera concisa, sin ocultar su temor.

Mientras hablaba, Fin se levantó y fue hasta la ventana para contemplar el jardín a oscuras. En la mesa, las manos de Boyle se cerraron en sendos puños.

—Ni irás a trabajar ni regresarás a casa sola de ahora en adelante.

Iona miró a Boyle, boquiabierta.

—Eso es ridículo. Tengo que…

—De eso nada. Y se sanseacabó.

Antes de que Iona pudiera hablar de nuevo, captó la mirada de Meara y la forma sutil en que negó con la cabeza.

—Connor puede acompañarla al picadero —adujo Branna con voz suave—. Los dos toman el mismo camino, y Fin y tú solo tenéis que ocuparos de que sus horarios cuadren.

—Hecho —afirmó Boyle de forma tajante—. Y yo la acompañaré a casa. Hecho —repitió.

—Agradezco la preocupación. ¿Va a haber alguien conmigo cada vez que ponga un pie fuera de la casa o quiera ir al pueblo? Y más vale que empieces a dormir conmigo también —le dijo a Boyle—. Porque se está colando en mis sueños. Se me permite tener miedo, pero no estar indefensa. Y nadie tiene permiso para pensar que lo estoy.

—De indefensa, nada —la calmó Connor—. Pero eres valiosa. Y necesaria. Te necesitamos, así que tomar algunas precauciones, al menos por ahora, nos tranquilizará a todos.

—Valiosa. Necesaria. —Fin se volvió con expresión fría—. Estoy de acuerdo con eso. Y, sin embargo, no me llamasteis cuando la valiosa y necesaria Iona fue amenazada.

—Todo pasó muy deprisa —adujo Connor—. Y a decir verdad, solo pensaba en llegar hasta Iona y en llevar a Branna tan rápido como pudiera. Así que tienes razón, la culpa es mía.

—¿Acaso tú habrías podido hacer más? —le preguntó Branna a Fin.

—No podemos saberlo, ¿verdad? Pero tienes que decidir, todos tenéis que hacerlo, si soy parte de esto o si me dejáis fuera.

En vez de responder, Branna cambió el enfoque.

—¿Puedes leerlo? ¿Puedes sentir sus pensamientos?

—No, no puedo. Me ha bloqueado. Sabe que he elegido bando. Aún piensa que puede convertirme, claro, e intentará atraerme… en sueños y estando despierto.

—Tú no lo bloqueas a él.

Fin reprimió una maldición.

—Tengo una vida que vivir, ¿no? Otras cosas en qué pensar. Él no tiene más que un único propósito en toda su existencia, y yo tengo más que eso. Y si lo bloqueara por completo, si pudiera, entonces no habría la más mínima posibilidad de que lograra enterarme de algo que pudiera ayudarnos a poner fin a esto. Si no crees que lo que quiero es eso, que deseo acabar con esto, ver incluso su destrucción, ya no me queda nada más con qué convencerte.

—No tengo ninguna duda al respecto. Ninguna. —Branna se levantó para ir a remover la sopa—. Iona necesita el caballo. Necesita a su guía.

Una absoluta frustración cruzó el rostro de Fin.

—Ha sido suyo desde que lo vi por primera vez. Aquí no tienes sitio para él, así que está con Boyle y conmigo. Si no te fías, mañana mismo se lo pongo a su nombre.

—¡No! —Horrorizada, Iona se puso en pie—. Eso no está bien.

—Ni tampoco lo que yo estaba diciendo o dando a entender. Eres tú quien tiene que decirle a Iona que Alastar es suyo. Boyle y tú, ya que lo trajisteis aquí y que además lo estáis cuidando para ella. Solo quería decir eso.

—Aun sin magia de por medio, el caballo ha sido suyo desde el instante en que se vieron el uno al otro. —Boyle levantó las manos, dejándolas caer a continuación—. Y Fin tiene razón. Aquí no hay sitio para que lo tengas como es debido. Fin y yo lo hablamos la misma noche en que regresó.

—Os estoy agradecida a los dos. —El tono de Branna se suavizó—. Y siento de veras si he dado la impresión de que no era así.

—Nunca he querido ni tu gratitud ni tus disculpas —le dijo Fin.

—Pues las tienes, lo quieras o no, y puedes hacer lo que te plazca con ellas.

Dejando la cuchara a un lado, Branna regresó a la mesa.

Iona, al igual que Fin, se quedó de pie.

—Gracias.

—No hay de qué —respondió Fin.

—Y gracias a ti —se dirigió a Boyle—. Y dado que Alastar es mío, pagaré su comida y su alojamiento. Y no hay más que hablar —dijo en cuanto él abrió la boca con la manifiesta intención de protestar—. No he tenido nunca mucho que fuera mío y que importara, pero cuido de aquello que me pertenece.

—De acuerdo entonces. Lo solucionaremos.

—Bien. También sé lo que es que te dejen fuera. No hay un lugar más frío que estar justamente en el sitio donde no llega el calor. Ninguno de vosotros sabéis lo que es eso, salvo Fin y yo. Todos vosotros habéis formado siempre parte de algo, e incluso sois el centro —agregó, mirando a Branna—. Por eso no sabéis lo que es sentir que no te quieren, que no te aceptan ni te comprenden. Considero que lo que hay entre Fin y tú, y lo que se interpone entre vosotros, es personal, pero aquí hay mucho más que debe tenerse en cuenta. Has dicho que formo parte de esto, que esto es la familia y que es mi familia. Así que quiero decir que Fin también es mi familia.

Cogió el vino siguiendo un impulso, y aunque él apenas había tocado su copa, le añadió algunas gotas.

—Deberías venir a sentarte —le dijo Iona a Fin.

Fin murmuró algo en gaélico antes de acercarse de nuevo y tomar asiento. Y luego alzó su copa para beber.

—Ha dicho que su corazón y su mano son tuyos —le tradujo Branna.

—Oh. Lo mismo te digo, y por eso vamos a ganar.

—Me has avergonzado en mi propia casa.

—Oh, oh, Branna, no pretendía…

—Y menos mal que lo has hecho. Me lo he ganado a pulso y parece que era necesario que expresaras esos mismos pensamientos objetivos tal y como has hecho con Boyle. ¿Somos o no un círculo? Y un círculo con grietas es fácil de romper. Así que somos un círculo desde ahora y hasta que lo hayamos logrado.

Levantó su copa y la acercó en dirección a Fin. Al cabo de un momento, él chocó la suya con la de ella.

Sláinte. —Connor la chocó con Fin, luego con su hermana, para después hacerlo con el resto de la mesa—. O mejor aún: que los dioses jamás habidos nos bendigan a todos y nos ayuden a enviar al infierno al puto cabrón.

—Estoy de acuerdo —dijo Iona.

Un tanto exhausta por la emoción, Iona se sentó de nuevo. Boyle le tomó la mano por debajo de la mesa. Sorprendida, volvió la cabeza hacia él y se enfrentó a su serena y firme mirada.

Prácticamente pudo sentir que algo se derramaba dentro de su corazón, algo lleno de tibieza y de luz, y de esperanza.

—Bueno —dijo Meara desde el otro lado de la mesa—, ahora que hemos solucionado esto, ¿qué coño hacemos a continuación?

Numerosas ideas recorrieron la mesa, con argumentos a favor y en contra. En un momento dado Meara se levantó y, sintiéndose como en su propia casa, eso era evidente, preparó un plato con galletitas saladas, queso y aceitunas para mantener el hambre a raya mientras el guiso cocía.

—No estamos listos para un enfrentamiento. —Connor se metió una aceituna en la boca mientras enumeraba las razones en contra de un ataque frontal, tal y como Boyle insistía en lanzar—. No tenemos un plan sólido, ya que aún pueden surgir imprevistos, y además Iona no está tan bien armada como debería estarlo.

—No quiero ser un lastre para nadie.

—Pues estudia y practica más —le ordenó Branna.

—Y dale, y dale. ¿Es que no he detenido la lluvia? —adujo Iona.

Con las cejas enarcadas, Boyle señaló hacia la ventana, cuyo cristal azotaba la lluvia racheada.

—De acuerdo, solo de forma temporal y en una localización limitada. Se me da mejor el fuego.

—Él te controla más a ti que tú a él —la corrigió Branna.

—Duras palabras, pero ciertas. De todas formas se me da mejor. Y… —Se concentró, consiguiendo hacer levitar la mesa unos centímetros para luego posarla sobre el suelo con cuidado—. No voy mal con el aire, y he creado las flores del taller, así que progreso adecuadamente con la tierra. Si pudiera probar con un par de hechizos…

—¿No has trabajado con ella en los hechizos? —preguntó Fin.

—Apenas domina los elementos.

—La cautela tiene su lugar, Branna, pero como tú misma has dicho, no sabemos cuánto tiempo tenemos.

—Presióname —suplicó Iona—. Al menos un poco.

—Puede que te arrepientas de haberlo pedido, pero eso es lo que voy a hacer.

—Pienso que si se cuela en los sueños, deberíais apuntarlos. —Meara untó queso en una galletita y se la pasó a Branna—. De esa forma permanecen más nítidos y podríais compararlos. Podría haber algo en ellos.

—Es muy razonable —convino Connor.

—¿Qué hay de ese lugar en el bosque? —preguntó Iona—. Donde vivió la primera bruja oscura. ¿Cuándo puedo verlo?

Iona podía percibir tensión, furia y pena en el silencio que siguió. Una vez más, Boyle le cogió la mano por debajo de la mesa.

—No estás lista —dijo Branna sin más—. Has de confiar en mí en esto.

—Si no estoy lista para ir allí, ¿por qué no puedes decirme la razón?

—Es un lugar de tránsito —intervino Fin de manera pausada, contemplando su vino con el ceño fruncido—. A veces es simplemente un lugar con las ruinas de una vieja cabaña y los ecos de la vida allí vivida, el poder allí blandido. Una lápida donde ese poder yace bajo la tierra. Son los árboles y la quietud.

—Y otras veces —adujo Connor— se desvanece, y es la soledad. No está firmemente atado al mundo, al aquí. Sin el conocimiento necesario, una persona podría quedar atrapada allí, en aquel otro plano, en aquella soledad. Y es ahí a donde él podría ir, fortalecido gracias a eso, y tomar lo que eres.

—Pero vosotros vais ahí, habéis ido ahí. Tengo que saber cómo ir y cómo quedarme.

—Todo llegará —le prometió Branna.

—Él me llevó allí en un sueño.

—Me parece que no fue él, sino ella: Teagan. Para enseñártelo y seguir manteniéndote a salvo. Ten paciencia, Iona.

—Él me marcó allí. —Se hizo de nuevo el silencio tras las palabras de Fin—. Sabía de él, pero no que era antepasado mío. Y allí, en un lugar que había sido una especie de santuario en un tiempo en que hubo felicidad y promesas, puso su marca en mí y sentí que la quemadura me abrasaba hasta los huesos. Traspasó todos los límites y me marcó. Y vino con la forma de un hombre y pude verme a mí mismo en ese hombre. Me dijo que me daría más poder del que podía imaginar, que tendría todo y más de lo que nadie pudiera soñar. Que yo era de su sangre y que tendría todo esto. Que solo tenía que hacer una cosa para conseguirlo.

—¿Qué cosa?

—Solo tenía que matar a Branna mientras dormía a mi lado. Solo eso.

Iona estuvo a punto de estremecerse, pero logró controlarse y mantuvo la mirada fija en la de Fin, serena y firme.

—Pero no lo hiciste.

—Es a él a quien habría matado si hubiera sabido cómo hacerlo. Algún día lo sabré y lo haré, acabaré con esto. O moriré intentándolo. Así que es mejor que esperes un poco más antes de que te llevemos allí. Y la llevaremos todos juntos cuando llegue el momento. Hablo muy en serio, Branna. No consentiré que me excluyáis.

—Cuando llegue el momento —convino—. Por ahora vamos a espera y vigilar. A aprender y a trazar un plan.

—Y a hablar más de lo que lo hacemos —agregó Connor—. Eso nos hará más fuertes.

—Tienes razón. No se excluirá a nadie. —Branna tocó el brazo de Fin de manera fugaz—. Estaba equivocada. Fin y Connor utilizarán sus halcones para patrullar…, si ese es el término correcto…, el bosque. Meara e Iona conducirán las rutas la mayoría de los días y mantendrán los ojos y los oídos bien abiertos. Boyle se va a encargar de traer a Iona a casa, así que te prepararé un amuleto que te proteja, Boyle.

—Yo me ocuparé —le dijo Fin.

—Me parece bien. Yo trabajaré con Iona, y puede que os llame de vez en cuando para que echéis una mano. Si tenemos sueños, los apuntaremos con todo detalle.

—Llegará el momento en que hará falta más que eso para protegernos —adujo Boyle.

—Lo sé. Lo que no sé es qué hará falta y cómo conseguirlo.

—Ya es hora de descubrirlo.

Branna asintió.

—Siendo seis para investigar hay esperanzas de que lo consigamos. Bueno, tal y como se ha dicho ya, tenemos vidas que vivir. Podéis empezar poniendo la mesa mientras yo me ocupo del guiso.

—Y yo digo que la vivamos bien. —Connor levantó a su hermana en vilo y le dio un beso—. Porque seguro que eso es darle una patada en el puto culo.

—Entonces de acuerdo. Pon algo de música, Connor, y empecemos a vivir bien ahora mismo.

Dejaron la oscuridad a un lado por el momento mientras Connor y Meara discutían sobre la música hasta que él puso una giga muy movida, con muchos violines y percusión, y la sacó a bailar.

—¡Uau! —Fue la reacción de Iona—. Sí que son buenos.

—Ambos tienen alas en los pies. —Boyle cogió los platos hondos que Iona sostenía y los colocó en la mesa—. Siempre ha sido así.

—¿Tú sabes hacer eso?

—Yo no tengo alas, pero tampoco plomo.

—Pues pídele para bailar a la dama, pedazo de cretino —dijo Fin mientras ponía las servilletas en la mesa.

Iona se limitó a negar con la cabeza.

—Yo no sé hacer eso.

—Entonces ya es hora de que aprendas —proclamó Connor y, agarrándola de la mano, tiró de ella.

—Qué lento eres, hermano —le murmuró Fin a Boyle.

—Me muevo al paso que va conmigo.

—Lento —repitió Fin—. Como un caracol montado en una tortuga.

Pero Boyle se encogió de hombros. Fe gustaba ver a Iona tratar de seguir el ritmo de los ágiles y diestros pies de Connor. Más aún, le gustaba la forma en que se reía cuando giraba.

Y quién podía poner objeciones a la risa, pensó cuando Fin hizo girar tres veces seguidas a Meara mientras Branna, junto al fogón, daba palmas al ritmo de la música.

La luz y la risa sentaban bien, parecían necesarias. De modo que las aprovecharía.

Ni él ni los demás en la iluminada cocina, inundada de cálidos olores, animada música y fluidas risas, vieron la sombra que observaba al otro lado de la ventana azotada por la lluvia. Ni el odio que desprendía.

Después de haber cenado, con la cocina recogida y haciéndose tarde, Boyle se preparó para marcharse.

—Te acompañaremos a casa, Meara. He traído mi camión. Branna, quería preguntarte si tienes algo del tónico que preparaste para los catarros. Mick lleva un par de días moqueando y estornudando, y he pensando en hacerle tragar algo.

—Sí, claro. —Se dispuso a levantarse.

—Ya se lo doy yo —dijo Iona—. El bote azul, ¿verdad?, en la estantería próxima a la ventana.

—El mismo. Puedes saldar cuentas conmigo en la tienda a final de mes, Boyle.

—Lo haré, y gracias por la cena. Me reuniré con Meara y contigo en la parte de delante —le dijo a Fin.

Fue a la parte de atrás con Iona, girando hacia el taller. Ella encendió la luz.

—He estado intentando hacerme una idea clara de sus productos y de lo que guarda aquí, lo que vende en el pueblo. No va a dejarme preparar nada aún…, no sin supervisarme…, pero al menos estoy aprendiendo un poco lo que lleva cada cosa.

Cogió el frasco, que estaba bien identificado con la etiqueta de La bruja oscura de Branna.

—Espero que esto ayude a Mick. Lleva dos días hecho polvo.

—Menos llevaría si se hubiera tomado antes su medicina.

—Supongo que tragar pociones de brujas pone nerviosa a alguna gente.

—Esta se la tomará aunque tenga que taparle la nariz yo mismo. —Boyle se guardó la botella en el bolsillo—. Ahora que tenemos un momento, quería decirte que la forma en que has defendido a Fin ha significado mucho para mí.

—Duele que te excluyan, igual que duele que te culpen por lo que eres. Puedo comprender los sentimientos de Branna, pero mi instinto confía en él, y me tropiezo cuando no sigo mi instinto. A veces también me equivoco cuando lo sigo.

—Expresarte como lo has hecho ha significado mucho. Así que… —Cambió el peso de un pie a otro—. Saldremos a cenar alguna noche.

—¿En serio? —Con una sonrisa bobalicona en el corazón, hizo cuando pudo para que la de su rostro siguiera siendo educada—. De acuerdo.

—Prefiero ser yo quien proponga. Sea o no anticuado, así son las cosas.

—Bueno es saberlo. Mi calendario social está muy despejado.

—Entonces reservaremos algo. Te veré por la mañana.

Boyle se encaminó hacia la puerta, y ya estaba a medio camino cuando se dio media vuelta.

Esa vez Iona estaba lista para que la agarrara, e hizo lo mismo con él.

Le encantaba la forma en que la obligaba a ponerse de puntillas. No hacía que se sintiera pequeña, sino deseada. La reticencia tan solo añadía un matiz sexy. Todo en el beso, el calor de sus labios, la fuerte presión de sus manos, hacía que se sintiera irresistible.

Y era una sensación embriagadora, una emoción poderosa.

Boyle seguía teniendo la intención de ir despacio con ella. Se había enseñado a sí mismo a mantener el control, había aprendido, en gran medida, a equilibrar el deseo y el temperamento mediante el pensamiento frío y la conducta lógica.

Pero ahí estaba otra vez, estrechándola en sus brazos y viéndose envuelto por los de ella. Y palabra de honor que lo único que deseaba era perderse en ellos, estar ahí, y absorber toda esa dulzura natural, toda esa jovialidad y energía.

Y además de eso deseaba poner sus manos en todas esas preciosas curvas y recovecos, poner su boca sobre esa suave piel. Quería ese cuerpo menudo, sorprendentemente fuerte, moviéndose, moviéndose y moviéndose debajo del suyo.

Ella se aferró a él durante un instante más cuando él se apartó, y eso estuvo a punto de derrotarlo.

—En fin —acertó a decir, y se ordenó bajar las manos a los lados otra vez. Luego, para mayor seguridad, se las metió en los bolsillos.

Ella se quedó ahí, de pie, con sus preciosos ojos cargados de deseo y los labios curvados y tan suaves. Tan suaves que deseaba…

—Podrías volver después de llevar a Meara a casa. Podrías dejar a Fin y regresar. Luego podrías llevarme a trabajar por la mañana.

—Yo… —La sola idea de pasar una noche con ella hizo que todas las necesidades que lo inundaban amenazaran con desbordarse—. Imagino que con Branna y Connor en la casa eso sería incómodo en el mejor de los casos. Y está la cuestión de precipitarnos.

—Primero quieres cenar. —Su sonrisa se ensanchó cuando vio que él no había pillado la broma—. Me parece bien. Por mi parte pienso que es más simple dejar claro que, cuando no sea incómodo o precipitado, me gustaría estar contigo. No es que me tome el sexo a la ligera, sino todo lo contrario.

—Eres un rompecabezas, Iona. Me gustaría conocerte mejor.

—Eso es bonito. No creo haber sido nunca un rompecabezas para nadie. Creo que me gusta. —Se puso de puntillas una vez más para rozarle los labios con los suyos—. Te ayudaré a encajar algunas de esas piezas si puedo.

—Yo me ocuparé de ello a mi ritmo. Entonces, te veo por la mañana.

—Vale. Buenas noches.

Iona cerró después de que él se fuera, viéndolo encaminarse hacia su camión en medio de la lluvia. E hizo un breve bailecillo para sus adentros mientras veía las luces de los faros girar para después alejarse en la oscuridad.

Lo tenía intrigado, ¿acaso no era maravilloso? Iona «la transparente» Sheehan, la chica que solía soltar sus pensamientos antes de que hubieran tomado forma por completo, tenía intrigado a Boyle McGrath.

Eso sí era poder. Eso sí era un milagro.

El placer que eso le producía la llevó en volandas del taller a la cocina, donde rodeó a Branna con los brazos para hacer que se volviera.

—Vaya, magrearte con Boyle te ha dado un buen chute de energía.

—Ha sido un sobeteo muy bueno. Me ha pedido una cita, a su modo. «Saldremos a cenar alguna noche».

—¡Madre del Amor Hermoso! —Llevándose la mano al corazón, Branna la miró con los ojos desorbitados—. Es prácticamente una proposición de matrimonio.

Iona se rió, demasiado feliz como para dejarse desanimar.

—Es un gran paso comparado con sus gruñidos. Me considera un rompecabezas, ¿te lo puedes creer? Quiero decir que, vamos, ¿quién no me cala enseguida? Soy muy simple.

—¿Tú crees?

—Desde luego soy solo lo que aparento. Voy a tomarme un té. ¿Te apetece? Dios mío, estoy loca por él.

—Es muy pronto para eso, ¿no?

—No lo entiendo, nunca he entendido eso. —Iona puso la tetera al fuego, contemplando el surtido de té casero de Branna—. ¿Tú no sabes las cosas cuando las sabes? Cinco minutos, cinco años… ¿en qué cambia eso lo que sabes? Quise saberlo con el hombre con el que estuve antes. Intenté saberlo. Me gustaba y me sentía cómoda con él. Me decía a mí misma que le diera algo más de tiempo…, pero el tiempo no cambió nada…, para ninguno de los dos, en realidad.

Branna pensó en lo que Connor había dicho.

—Quieres dar amor y recibirlo.

—Es lo que siempre he deseado. Me decanto por tu mezcla de lavanda, no solo porque huele de maravilla, sino porque es relajante. —Volvió la vista hacia atrás—. Para disfrutar de una buena noche de descanso. Estoy tan excitada que necesito bajar a la tierra para poder descansar. ¿Es correcto?

—Es una buena elección, y sí, estás aprendiendo. Lo que me lleva a lo siguiente. Es un poco tarde, pero me parece que podemos trabajar otra hora. Haremos un hechizo. Algo muy, muy, simple —dijo cuando la cara de Iona estalló de alegría—. Un primer pasito.

—Yo soy más de lanzarme de cabeza, pero me quedo con el primer pasito. Gracias, Branna.

—Dámelas dentro de una hora, y solo si has logrado dominar el hechizo. Toma.

—Una escoba. ¿Es que voy a volar con ella?

—De eso nada. Vas a aprender un hechizo protector, y con esto aprenderás a barrer las energías negativas, las capas y partículas de las fuerzas oscuras, y a acumular lo fuerte y lo positivo. Hemos de proteger siempre nuestra casa. Esto es lo primero que has de aprender, y debería habértelo enseñado antes.

Iona cogió la escoba.

—Enséñamelo ahora.

Durmió de manera plácida y profunda, y se enfrentó al día —lluvioso, aunque menos— con entusiasmo. Dado que bajó a la cocina antes que sus dos primos, puso en marcha la cafetera y contempló la idea de probar a hacer el desayuno para los tres. Tal vez sus talentos fueran limitados, pero supuso que sería capaz de preparar unos huevos revueltos. Y si les añadía jamón y queso, serían una especie de tortilla hecha por una mujer un tanto descuidada.

Organización, se dijo. Primero reúne todos los ingredientes y utensilios. Bajó una sartén, un cuenco para mezclar y unas varillas, un rallador para el queso, un cuchillo y una tabla para el jamón.

Por el momento, todo perfecto.

Huevos, jamón, queso de la nevera…, oh, y mantequilla para la sartén.

Casca los huevos en el cuenco, se ordenó, luego abre el armario de debajo del fregadero para tirar las cáscaras al cubo que Branna utiliza para elaborar abono con los desperdicios. Entonces se dio cuenta de que la noche anterior, con el caos que se formó mientras recogían, se habían olvidado de sacar la basura.

Decidida a ser organizada, tiró de la bolsa llena, la ató y cargó con ella hasta la puerta para llevarla al cubo de la basura de fuera.

A unos centímetros de la pequeña escalera de entrada había un montón de ratas muertas. Negras como la noche, cubiertas de sangre y vísceras, yacían en un círculo de tierra calcinada.

La bolsa se le escurrió de la mano, golpeando los escalones con un fuerte estrépito. El asco la impelía a volver dentro, a cerrar la puerta y echar el cerrojo. Le temblaba la mano cuando buscó a tientas el pomo para salir corriendo.

No puedes huir, se dijo. No puedes esconderte. Tenía que haber una pala en la caseta del jardín, pensó. Solo tenía que ir a por ella, cavar un agujero y enterrar aquel horror. Y esparcir sal sobre la tierra.

—¿Qué, entras o sales? —preguntó Connor.

Iona se sobresaltó al escuchar su voz soñolienta detrás de ella, consiguiendo a duras penas sofocar un grito.

—No pretendía asustarte. ¿Eso era el desayuno? Dame, yo sacaré eso cuando nos vayamos a trabajar, luego… —Se acercó para coger la bolsa, pero se detuvo al ver las ratas—. Así que nos envía un regalo. —El adormilado ánimo en su voz se tornó en pedernal—. Vamos, tranquila. —Y asió a Iona del brazo con serenidad para hacerla entrar, abrazándola para infundirle calor y consuelo—. Yo me ocuparé.

—Iba a hacerlo yo. Pensaba coger una pala de la caseta.

—Para eso están los primos grandes y fuertes. —Le dio un beso en la frente.

—¿Y para qué están si no para despertarla a una cantando en la ducha como si estuviera en el puñetero Factor X? —La irritación de Branna se esfumó cuando vio la cara de Iona y después la de su hermano—. ¿Qué sucede?

—Míralo tú misma. —Volvió a la puerta y la abrió.

—Se ha arriesgado mucho —repuso con frialdad mientras echaba un vistazo fuera— dejándonos algo semejante en la puerta.

—No realicé bien el hechizo. Anoche, el hechizo de protección. Yo…

—¿Acaso esa asquerosidad está dentro de la casa? —exigió Branna—. ¿Viven y corretean por aquí?

—No.

—Entonces lo hiciste perfectamente. ¿Crees que él las quería muertas y fuera si hubiera podido meterlas dentro y hacer que se nos subieran encima?

La imagen hizo que Iona se estremeciera.

—No. Bien pensando. —Exhaló una profunda bocanada mientras el remordimiento se disolvía—. Iba a enterrarlas.

—No, no vamos a enterrarlas, no de momento. Vamos a quemarlas. —Branna se volvió hacia Iona—. Lo haremos todos, aunque el primer fuego es tuyo. Fuerte, blanco y ardiente.

Cogió a Iona de la mano y salieron fuera, seguidas por Connor.

—Repite las palabras que yo diga, luego lanza el fuego. Blancura a la oscuridad, invoco el poder. Sobre el hedor del mal mi fuego ha de caer. Destruye esta amenaza para los míos y para mí. Hágase mi voluntad.

»Repítelo —exigió Branna—. Siéntelo. Hazlo.

Iona repitió las palabras. Su voz era cada vez más fuerte; su ira, más intensa; y su poder al final era pleno y blanco.

Las llamas brotaron de repente, salieron disparadas al centro del círculo y se extendieron.

—Otra vez —le dijo Branna mientras Connor y ella se unían a Iona recitando las palabras.

El fuego, blanco como el rayo, ardió. Cuando se apagó, solo quedaban negras cenizas.

—¿Enterramos las cenizas?

El cuerpo de Iona vibraba, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Incluso su sangre parecía bullir.

—Eso haremos.

—Y esparciremos sal sobre la tierra.

—Tengo algo mejor, pero esto también servirá. Ve a por el recogedor y la escoba —le pidió a Iona—, y Connor, tú trae la pala. Tengo el sitio perfecto.

Esperó un momento mientras iban a hacer lo que les había pedido.

—Oh, sí, tengo el sitio justo.

Les hizo rodear la casa hasta la esquina delantera más alejada del taller.

—¿Aquí? —Iona la miró fijamente—. Tan cerca de la casa, de donde trabajas. No…

—Tiene un plan; no está cometiendo ningún error. —Y confiando en dicho plan, Connor hundió la pala en la tierra ablandada por la lluvia—. Es justo lo que quería hacer esta mañana. Cavar un agujero bajo la puñetera lluvia para enterrar cenizas de ratas.

—Puedo ayudar con eso. —Recurriendo a la lección aprendida el día anterior, Iona apartó la lluvia hacia atrás para que los tres estuvieran calientes y secos.

—Muy bien hecho. —Branna sacudió la cabeza para retirarse el pelo mojado y puso los brazos en jarras mientras Connor cavaba—. Así está bien. Arrójalas dentro, Iona. Los tres hemos tomado parte en esto y el trabajo es más fuerte debido a ello.

—Entonces tú puedes echar la tierra encima otra vez —sugirió Connor cuando Iona arrojó las negras cenizas al agujero.

—Estás haciendo un trabajo muy bueno. Tengo mi parte cuando tú acabes.

—Él está observando —repuso Connor en voz baja mientras cubría el agujero con la tierra—. Puedo sentirlo.

—Imaginaba que podía estar haciéndolo. Pues mucho mejor. Esta es la mía.

Ataviada con sus pantalones de franela, los pies descalzos y el cabello mojado por la lluvia, Branna levantó las manos con las palmas hacia arriba.

—Fuego blanco para purificar, poder de la luz para embellecer. Del oscuro dominio de Cabhan yo te libero. Hágase mi voluntad.

De la recién removida tierra brotaron flores, que se abrieron y extendieron. Un intenso arcoíris de colores brilló en la plomiza mañana, preciosas siluetas danzando al suave viento.

—Es precioso. Es brillante. —Iona se agarró las manos mientras la desafiante paleta de colores resplandecía—. Eres brillante.

Branna se sujetó el cabello detrás de las orejas, asintiendo con satisfacción.

—No puedo decir que no esté de acuerdo.

—Y le has metido un palo por el culo. —Connor se cargó la pala al hombro—. Tengo hambre.

Con una radiante expresión de júbilo, Iona se cogió del brazo de sus primos.

—Estoy preparando el desayuno.

—Qué Dios nos asista, pero tengo tanta hambre que correré el riesgo —dijo Connor.

Branna regresó con ellos después de echar un último vistazo por encima del hombro. Por el mismísimo culo, pensó.