Capítulo 20

Martes 16 de diciembre de 2008

Luka despertó con un tremendo dolor de cabeza, tanto llanto no era bueno. Sonrió levemente al sentir a Alex a su lado abrazándola. Estaba en su pisito microscópico dormitando en su diminuta cama y, contra todo pronóstico, se sentía por primera vez en mucho tiempo en paz consigo misma. La rabia y los remordimientos habían fluido con las lágrimas y una nueva esperanza aparecía en el horizonte. Aceptaba por fin que iba a ser muy complicado que Enar volviera a ser la de antaño y aunque seguía doliendo, ya no lo hacía como antes. No era responsable de los actos de su antigua amiga, decidió, ni tampoco de lo que quisiera que hiciera en su futuro, si es que alguna vez llegaba a tener un futuro. Enar había traspasado el límite y esto había permitido a Luka abrir los ojos por completo.

El despertador sonó avisando que comenzaba un nuevo día. Luka se estiró contra el pecho de su ¿Chico? ¿Amante? ¿Pareja? No tenía ni idea de qué lugar ocupaba Alex en su vida, pero una cosa tenía clara, el lugar que ocupaba en su interior estaba situado en el mismísimo centro de su corazón.

Sintió que él se pegaba más a ella, apretaba las manos contra su tripita y besaba tiernamente su nuca.

—Hoy eres tú la dormilona —susurró en su oído mientras lamía el lóbulo de su oreja.

—Lo cierto es que no tengo ninguna prisa. Estoy despedida, ¿recuerdas? —comentó con los pensamientos puestos en las últimas palabras de Gabriel.

—¿Eh? —Alex se separó de ella totalmente alerta—. No puede despedirte.

—Sí puede. De hecho ayer lo hizo.

—No, no puede. ¿Cuántos días sin justificar has faltado desde que trabajas con él?

—¿Bromeas? Jamás he faltado al curro. No se me ocurriría ni en mi peor pesadilla faltar al trabajo con el energúmeno que tengo, perdón, tenía, por jefe.

—Pues ahí lo tienes. No te puede despedir. Son necesarias tres faltas injustificadas para un despido procedente.

—¿En serio? —requirió Luka asombrada.

—Sí. Créeme, sé de lo que hablo —contestó él relajándose de nuevo y apretando su erección contra ese trasero tan tentador y acogedor que tenía su chica.

—¡Dios! —Luka saltó de la cama como si tuviera un resorte en el culo—. ¡No hay tiempo para eso! ¡Vamos! No quiero llegar tarde al trabajo.

—¿Qué? ¿Así es como agradeces mi información? —repuso él riendo; ya le extrañaba tanta parsimonia tratándose de Luka, jamás se quedaba en la cama un segundo más de lo necesario… a no ser que él la convenciera, claro.

—¡Vamos, perezoso!

—Dame un beso o no me muevo —ni un niño pequeño lo hubiera dicho con un tono más travieso.

—¡Está bien! —Luka le plantó un beso que le supo a nada y menos y salió corriendo hacia el baño—. Tenemos menos de quince minutos para irnos, por favor, cielo, da de comer a mis niñas…

—¡Estupendo! ¡Genial! —rezongó Alex levantándose de la cama y dirigiéndose a la cocina—, ahora me toca hacer de camarero para las niñas —cogió el pienso de las tortugas y la verdurita de la iguana y se encaminó al salón—, pues que sepas que me niego a darles gusanos, de hecho estoy pensando que lo mejor para Lara y Clara sería una dieta vegetariana… Como tú misma has dicho, están un poco gorditas.

Cuando Luka salió del baño se encontró con la imagen más inesperada y enternecedora que había esperado ver jamás. Alex, vestido solo con los bóxer que usaba para dormir estaba sentado en el suelo a estilo indio, Laura comía de su mano subida sobre su muslo con la cola enroscada y relajada a lo largo de su pantorrilla mientras Clara y Lara se arrastraban tranquilas en el hueco entre sus piernas mordisqueando refunfuñonas una rodaja de zanahoria. Y lo más increíble de todo, Alex acariciaba a sus niñas con la mano libre mientras las susurraba con esa voz ronca y melodiosa que la derretía.

—Mamá se va a quedar asombrada cuando os vea comer la zanahoria, sí, señoritas. Estaréis conmigo en que no hace falta comer gusanos para estar sanas, ¿verdad que sí, Laura? —comentó acariciando el lomo de la iguana—. Fijaos en Laura, lo hermosas y lustrosas que tiene sus escamas y no le hacen falta los gusanos para nada. —La iguana atrapó el trozo de remolacha que Alex tenía entre los dedos—. Claro que sí, preciosa, eres toda una beldad y cuanta más remolacha más guapa. Sí, tú también eres una belleza, envidiosota —dijo cogiendo a una de las tortugas que en ese momento clavaba sus uñas en el muslo para trepar a su regazo—, vamos a tener que llevarte al podólogo, guapetona, tienes zarpas en vez de uñas, sí, señorita. Eh, no, no. Quieta, piraña, que es para todas —se refería a la otra tortuga que se había desplazado por entre sus piernas hasta meter la cabeza en el plato que contenía la comida—, no seas ansiosa.

—¡Vaya! —exclamó Luka sorprendida—, no me esperaba asistir a esta escena ni en mis mejores sueños.

—Pues ya ves, tus niñas y yo nos estamos haciendo grandes amigos. —Se levantó y dejó a cada animal en su lugar correspondiente—. Será mejor que me vaya a duchar o no llegaremos ni a la hora de la comida —dijo mirándola atentamente; Luka parecía haber salido del llanto al que había sucumbido durante toda la noche—. ¿Qué tal estás?

—Bien.

—Me alegro.

La besó apasionadamente apresando su labio inferior entre los dientes hasta que este se abrió para permitirle la entrada, lamiendo el interior de su boca, recorriéndole el cielo del paladar a la vez que aspiraba sus gemidos, apretándola contra él en un abrazo cariñoso y posesivo que la hizo derretirse. Ninguno de los dos fue consciente de los minutos que pasaron; solo cuando Alex sintió que si no paraba la tumbaría sobre el suelo y le haría el amor hasta caer agotado fue capaz de separarse de ella.

—Será mejor que me dé una ducha bien fría.

—Entenderás que no te acompañe —jadeó Luka guiñándole un ojo.

—Te prometo que esta tarde continuamos.

—Contaré impaciente el paso de las horas.

Cuando por fin llegaron a la nave eran las nueve y cinco, la verja estaba abierta y Dani esperaba de pie ante la entrada, había llamado el día anterior extrañado por la repentina huida de Luka del trabajo y cuando esta le contó por teléfono lo que había pasado, se asustó asegurando que salía ya mismo hacia su casa. Luka le pidió que no lo hiciera y le pasó con Alex que le aseguró que todo estaba bajo control, fue entonces cuando decidió respetar el deseo de su amiga, sabía que estaba en buenas manos. En el momento que colgó el teléfono, llamó a Irene y habló con ella y con Mar y más o menos se había quedado tranquilo, pero aun así ansiaba ver a Luka con sus propios ojos, comprobar que estaba bien.

—¿Qué tal estás, cariño? —preguntó en el momento en que la puerta del copiloto se abría—. ¿Cómo has pasado la noche? ¿Cómo convenciste a Enar? ¿Cómo estás?

Luka sonrió al oír las preguntas de Dani, como siempre que estaba preocupado se aturullaba y preguntaba lo mismo una y otra vez. Era adorable. Contestó cada pregunta un par de veces antes de que él quedara conforme. Cuando por fin lo vio relajarse entró serena en la nave, aún era temprano y no había demasiados trabajadores, pero la suerte no la acompañaba, Gabriel por primera vez en su vida había llegado a su hora. Antes que ella. Y la miraba furioso. Dani le pasó un brazo por los hombros mientras le susurraba que no hiciera ni caso al jefazo, que se le pasaría el cabreo en un par de días.

—Hombre, la dama misteriosa se ha dignado a venir a trabajar con el resto de los mortales.

—Hola, Gabriel. Siento lo de ayer, tuve que irme, pasó algo que requería mi total atención —comenzó Luka a disculparse.

—Me importan una mierda las excusas que te inventes. Te avisé, si te vas no vuelvas. Así que coge tus cosas y largo de aquí. —Casi la escupió en la cara mientras movía la cabeza con tal ímpetu que parecía que el peluquín iba a salir volando.

—Mira, Gabriel, siento muchísimo haberme ido de esa manera, sin dar ninguna explicación, se que lo hice rematadamente mal pero es que me sobrepasó y perdí un poco la cabeza… —decía Luka aparentando una tranquilidad que realmente no sentía. De hecho notaba una especie de fuego líquido corriendo por sus venas… ¿Pasión? No. Más bien rabia.

—A ver si es que no me explico bien o es que eres tonta y no me entiendes. ¡Puerta!

—Gabriel, te estás pasando —empezó a decir Dani, pero Luka lo cortó.

—No te metas, Dani. Gabriel, no he faltado jamás en todos los años que llevo aquí, creo que porque una vez lo haga no tienes motivos ni para despedirme ni para ponerte como te estás poniendo.

—¿Pero tú quién te has creído que eres? Si esto se veía venir. ¿Te crees que no me doy cuenta de lo que pretendes? Te vas porque te da la gana, sin dar explicaciones, y ahora pretendes que nos quitemos el sombrero ante tu presencia; pues va a ser que no, a mí no me la pegas. Primero dejas de trabajar durante la comida, luego te vas con tu novio todo el día en vez de estar trabajando como Dios manda —miró con cara de asco a Alex que estaba al pie de la verja haciendo verdaderos esfuerzos por no meterse entre medias y hundirle un puñetazo en su panza blanda—, ¿y lo siguiente qué será? ¿Quedarte preñada y empezar a faltar a diestro y siniestro porque sí? Pues mira, no trago. Tú solita te lo has buscado. ¡Largo!

—Pues sabes lo que te digo —ya está, se acabó, que lo aguantara su padre—, que no me puedes despedir así como así, que si lo haces es un despido improcedente y que ya puedes ir preparando el talonario, porque te voy a meter una denuncia que te vas a cagar —dijo dándose media vuelta y enfilando hacia la puerta.

—¡Improcedente y una mierda! Has faltado al trabajo, es totalmente procedente.

—¡NO! No es procedente hasta la tercera falta —dijo mirando a Alex, buscando aprobación; él asintió complacido—, así que ya sabes, búscate un abogado.

—Mira, muñeca, conmigo no juegues, porque llevas todas las de perder. —La detuvo agarrándola del brazo según traspasaba la verja de la nave.

—Suéltame —lo miró irritada, algo tan fuera de normal comparado con su habitual sumisión que Gabriel no dudó un segundo en soltarla—, no me vuelvas a poner un solo dedo encima —continuó andando hacia el coche.

—¡A mí no me des la espalda!

—Alex, por favor, abre el coche —pidió Luka con la mano en el maletero.

—¡Te he dicho que no me des la espalda! ¡Te vas a enterar de lo que vale un peine!

Luka abrió el maletero, cogió lo que había dentro, se giró lentamente empuñando la escopeta de juguete con el corcho embutido en el cañón y miró con una sonrisa sesgada a Gabriel. Alex y Dani se quedaron petrificados al verla… algo tramaba.

—En fin, había pensado en darle otro uso a esto, pero… se me acaba de ocurrir algo muchísimo mejor.

—¡Estás loca! —exclamó Gabriel riendo burlón al verla empuñar amenazadoramente el juguete contra él—. ¿Crees que un corcho de mierda me va a asustar?

—¿Sabes?, siempre me he preguntado si tu cabeza se vería calva y sudorosa bajo ese horrendo peluquín…

No dijo más. Empuñó el arma, apuntó y apretó el gatillo. El corcho salió volando como una exhalación de la escopeta para impactar en silencio contra el peluquín, que salió despedido hacia atrás dejando libre de pelos postizos el cráneo pálido, liso y sudoroso bordeado por matojos de pelo crespo y blanco a los lados. Como colofón a la hazaña, y para mayor divertimento del personal, el peluquín acabó colgando inerte de la coronilla sostenido apenas por una cinta adhesiva amarillenta.

—Lo que me imaginaba. Tienes una calva espantosa. Ahora escúchame atentamente, voy a entrar en la oficina, si me quieres despedir, me tienes que dar una carta de despido y la indemnización correspondiente, si no lo haces así, directamente me iré al juzgado e interpondré una denuncia por despido improcedente.

Dicho esto se dirigió a la oficina con pasos poderosos y la espalda bien recta, Gabriel tardó unos segundos en recomponerse de la sorpresa y arrancarse la tira del peluquín, luego enfiló como un toro bravo hacia la oficina. Gritó, golpeó mesas, amenazó y por último habló por teléfono con sus asesores durante largo rato. Luka esperaba tranquilamente sentada en su silla, con una pierna cruzada sobre la otra y balanceando el pie que colgaba; atendería pedidos y presupuestos hasta que el despido fuera oficial. Cuando Gabriel colgó pasada más de media hora, lo hizo con tal golpe que los bolígrafos saltaron sobre la mesa. La miró y esperó. Sonó el fax. Era una carta de despido. Luka la leyó y negó con la cabeza, no estaba de acuerdo con lo que ponía en la carta. Ella NO se iba, la echaban de forma improcedente y así era como tenía que constar.

Gabriel volvió a gritar y amenazar, Alex entró, carraspeó, se quitó la chaqueta y cruzó los brazos marcando músculos mientras una mueca feroz hacía presa en su cara. Gabriel dejó de gritar y empezó a dialogar con Luka. Ella se negó a todas las propuestas, solo se iría voluntariamente con cuarenta y cinco días por año, la carta para el paro, los días pagados de las vacaciones que aún no había disfrutado, una pequeña compensación económica por el despido y una carta de recomendación. Gabriel acabó por romper la carta de despido y se giró para irse.

—Me debes aún quince días de vacaciones y quiero dejarlo todo zanjado, por tanto, o me los tomo de vacaciones antes de fin de año o me los pagas —indicó Luka tan pancha.

Volvieron a intercambiar opiniones durante otra media hora, discutir estaba fuera de lugar con Alex tan cerca marcando musculitos, Gabriel de tonto no tenía un pelo, aunque lo fuera.

Al cabo de una hora, Luka abandonó sonriente la oficina y caminó a través de la nave despidiéndose de todos hasta el dos de enero… y aun así regalaba un par de días a la empresa…

Consiguieron mantenerse serios mientras salían de la nave, lograron detener la sonrisa al montar en el coche, pero en el momento en que giraron la primera curva de la carretera las carcajadas irrumpieron en el interior del vehículo.

—¡Dios! Eres una jodida hacha negociando.

—Es que me lo puso muy fácil, joder, si cuando intentó llamar a los asesores no sabía ni qué teléfono era, ni dónde buscarlo.

—¡NO!

—En serio. Tuvo que tragarse la rabia y pedirme que le diera el número… Es un puñetero inútil… tanto grito y tanto meterse conmigo y no sabe absolutamente nada de la oficina… Ni siquiera sabía cuál era nuestro fax para dárselo al asesor y que mandara el despido… ¡Ha sido increíble!

—¿Y sabes qué es lo mejor? —comentó Alex suspicaz.

—¿Qué?

—Que va a pasar quince días intentando hacer tu trabajo…

—¡Y ni siquiera sabe encender el ordenador!

Continuaron metiéndose con Gabriel todo el tiempo que duró el trayecto hasta la casa de Alex; cuando aparcaron el coche les dolían las mandíbulas y Luka expedía una alegría contagiosa. Se sentía liberada, primero Enar, ahora Gabriel. ¡Era la reina del mundo!

Lo primero que hizo Luka al traspasar el umbral del ático fue quitarse de una patada los zapatos, se sentía tan feliz que no estaba dispuesta a llevar nada que le oprimiese. Alex riendo le siguió el juego, aunque con peor puntería, pues los de ella habían caído a un lado del pasillo y los de él justo encima del aparador de la entrada tirando a su paso todo lo que había sobre este. Otro estallido de risa acudió a los labios de Luka al ver el desastre, y en vez empezar a limpiarlo, entró corriendo en la cocina, abrió la nevera, sacó un par de latas de Coca-Cola y subió corriendo las escaleras al grito de:

—A la mierda con todo, ¡vamos a celebrarlo!

Alex la observó perplejo… ¿Iba a celebrarlo con dos latas de refresco? ¡Increíble! Se echó a reír y la siguió, Luka lo estaba esperando con los brazos en jarras y una mueca pensativa en la cara… justo la misma que ponía cuando tramaba sus travesuras.

—Estoy pensando que tengo que agradecerte la información que me has dado.

—¿Qué información? —preguntó receloso, no sabía si le gustaba o no la cara que estaba poniendo.

—Lo de los despidos procedentes e improcedentes.

—¡Ah!

—Y también tengo que agradecerte la presencia de tus musculitos cuando estaba «reunida» con Gabriel —dijo acercándose a él y acariciándole los brazos.

—Eso sería muy adecuado. —Fuera lo que fuera lo que estaba tramando indudablemente le iba a gustar, pensó Alex sintiendo crecer su erección.

—Me siento poderosa en estos momentos, llena de energía, dispuesta a todo… —Luka posó un dedo sobre la cinturilla de los vaqueros de Alex y comenzó a bajar hacia la bragueta.

—¡Estupendo! Ordéname lo que quieras y te obedeceré como tu humilde esclavo —dijo absorto en ese dedo juguetón que lo estaba volviendo loco.

—Perfecto. —Se alejó de él abruptamente y se cruzó de brazos con el dedo que antes lo atormentara apoyado en la barbilla—. Quítate los calcetines y la camisa y túmbate en el diván, la cabeza apoyada en el reposa brazos, un pie sobre el asiento y el otro en el suelo —ordenó sonriendo perversamente.

—Pero… —Alex la miró arqueando una ceja. ¡Ay, Dios!, ya había aflorado la sonrisa siniestra… a ver qué se le había ocurrido.

—¡Ya! —cortó ella.

Alex se sentó en el diván, se quitó los calcetines y la camisa y a continuación se llevó las manos a los pantalones y empezó a desabrocharse los botones.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó ella aparentemente seria.

—Quitarme la ropa —respondió confuso.

—¿Te he dicho que te quites la ropa?

—Mmh, no.

—Eso pensaba. —Esperó unos segundos, pero él la miraba embelesado sin hacer nada—. ¿Y bien?

—¿Y bien qué?

—¡Por favor! Qué mala memoria tienes. Túmbate en el diván, la cabeza en el reposa brazos, un pie en el asiento, el otro en suelo. ¿Comprendido?

Él asintió con la cabeza y obedeció.

Luka miró su obra pensativa, no era así como lo imaginaba. Se acercó a Alex sinuosamente, él seguía inmóvil mirándola atentamente, sin atreverse a mover un músculo, quería ver cómo iba a continuar el juego. Ella entrecerró los ojos.

—Coloca las manos detrás de la cabeza. —Alex obedeció—. Mucho mejor —asintió complacida.

Se inclinó sobre él y le colocó la pierna que tenía sobre el diván haciendo que doblara la rodilla y la apoyara contra la pared, luego empujó el muslo de la otra pierna hasta que ambas estuvieron completamente abiertas y él tiró de los pantalones tenso. Luka asintió complacida, Alex ofrecía un espectáculo magnífico que ella pensaba utilizar a su antojo.

Alex gimió al sentir sus manos sobre él, cerró los ojos y esperó. En esa postura la bragueta le apretaba la erección casi dolorosamente.

—No te imaginas lo perfecto que te ves en estos momentos —comentó mientras recorría su muslo enfundado en vaqueros con las yemas de los dedos—, estás imponente.

—Me alegro.

—Shh. —Sonrió perversa tapándole la boca con los dedos—. ¿Qué debería hacer ahora? —le preguntó arqueando una ceja; él se mantuvo en silencio, aceptando el juego—. ¿Sabes? Me gusta cuando tus pezones se ponen duros, quizá si les prestara un poco de atención me complacerían.

Se arrodilló sobre el diván, entre sus piernas, para luego inclinarse perezosamente sobre su estómago apoyando una mano a cada lado de su cuerpo hasta que los labios femeninos estuvieron sobre el esternón. Comenzó a lamer lentamente cada pequeño pezón mordisqueándolo con cuidado y apretando a la vez sus pechos contra el pene duro como granito comprimido bajo los vaqueros. Alex apretó las manos en puños bajo su cabeza mientras sentía su pene arder bajo la presión a la que ella le sometía; un gemido traidor escapó de sus labios y en ese momento ella se alejó de él eliminando la presión que tanto placer le proporcionaba.

Gruñó.

Luka le mordió fuerte un pezón como reprimenda.

Alex jadeó y elevó las caderas.

Ella se levantó de repente del diván.

Él abrió los ojos destilando deseo por todos sus poros. Luka estaba de pie mirándolo feroz, esperando. Alex cerró los ojos, relajó los puños y las caderas y esperó. Acababa de mostrarle las reglas del juego, sin movimientos ni sonidos… no sabía si iba a ser capaz de cumplirlas.

Luka volvió a arrodillarse entre sus piernas, pero esta vez olvidó los pezones y comenzó a juguetear con lengua y dedos en los abdominales, siguiendo cada surco, palpando cada músculo, lamiendo la suave piel mientras sentía los latidos acelerados de Alex en las yemas de sus dedos, absorbiendo su aroma embriagador. Arqueó la espalda hasta que el comienzo de sus senos enmarcó la erección torturada y comenzó a frotarse contra ella mientras mordisqueaba los alrededores del ombligo. Alex se mordió los labios para no gemir y volvió a apretar los puños. Lo estaba matando.

Luka deslizó su cabeza desde el ombligo hasta el bulto de su erección y una vez allí lo frotó con las mejillas mientras sus manos bajaban por los costados y acababan recorriéndole el interior de los muslos. Se apretó más contra él y clavó las uñas en los vaqueros trazando surcos que se convertían en ramalazos de placer al llegar a la piel.

Alex luchó contra la necesidad de hincar su polla ardiente en la cara de su chica, todo su cuerpo se endurecía y vibraba.

Luka notó la tensión en el abdomen de Alex y sonrió, le tenía justo donde quería. Subió las manos hasta el botón del pantalón y lo desabrochó, lamió despacio el centímetro de piel que mostraba, lo sintió ondular. Bajó la cremallera lamiendo cada tramo hasta que vio asomar el glande, entonces se separó y le dio un cachete en el culo. Alex levantó inmediatamente las caderas. Ella lo dejó esperar en tensión unos segundos y luego hundió los dedos en la tela y le bajó pantalones y bóxer hasta debajo del trasero. Luka se puso de pie, él seguía quieto, esperando. Le tocó la rodilla que tenía apoyada en la pared y él inmediatamente la acercó hasta la otra, casi juntándolas, le quitó lentamente la ropa y la dejó en el suelo, luego apoyó los dedos en la pierna y esta volvió hasta su posición inicial. Luka observó su creación bajo la mirada extasiada de Alex.

Estaba desnudo, su piel morena contrastaba sobre la piel blanca del diván, su abdomen musculoso tenso y húmedo por los lametones, los brazos bajo su cabeza marcando bíceps y tríceps, la boca abierta intentando aspirar suficiente aire, los ojos entornados, resistiéndose a cerrarse. Las piernas abiertas, el pene totalmente expuesto ante ella, erguido y erecto con cada vena marcada, el glande rosado llorando lágrimas de semen, los testículos alzados y tensos. Era perfecto. Sublime. Y total e irrevocablemente suyo.

Luka volvió a colocarse entre sus piernas, pasando lánguidamente los dedos por el interior de sus muslos, estos se tensaron e iniciaron el ascenso, pero Alex logró contenerlos antes de que sus caderas se elevaran. Luka sonrió. Volvió a recorrerlos, pero esta vez clavándole ligeramente las uñas, él jadeó. Acercó su boca y empezó a lamerle los muslos, el aire escapó de los pulmones de Alex. Ella continuó ascendiendo hasta el escroto, abarcando un testículo en su boca, moviendo la lengua contra él. Alex hundió las uñas en las palmas de sus manos. Ella extendió la tortura al otro testículo mientras sus dedos recorrían con caricias suaves el perineo para luego abandonarlo a favor de la línea de la ingle, trazó con la lengua el camino que tomaron los dedos, evitando en todo momento tocarle el pene, creándole tal expectación que apenas podía respirar. Luka vio por el rabillo del ojo cómo se le tensaban los brazos y le temblaba el torso y, sin ningún aviso, sin que él esperara otra cosa más que lánguidas caricias torturantes, Luka abrió la boca abarcándole el glande. Alex elevó las caderas sin poder evitarlo, ella se las sujetó con las manos y apretó la boca contra el capullo hinchado para luego comenzar a devorarle la polla con labios, lengua y dientes. Dibujó cada vena hinchada con la lengua, arrastró los dientes suavemente contra el frenillo, lo absorbió con descaro introduciéndolo más en ella a cada momento.

Alex se olvidó de las reglas, de quedarse quieto y de todo, la agarró fuertemente por el cabello y la empujó contra él mientras sentía el calor del orgasmo atravesarle la espalda hasta los testículos para luego quemarle la polla en su salida. Rugió cuando se corrió y la sintió tragar cada gota de semen mientras él se hundía desesperado en su cálida boca.

Luka siguió lamiendo y tragando hasta que lo sintió relajarse en su boca. Luego lo soltó. El pene reposaba semiflácido sobre el nido de rizos púbicos. Sonrió. Alex estaba tumbado sobre el diván, los brazos caídos a ambos lados del cuerpo, las piernas todavía abiertas pero sin fuerzas.

Luka se levantó, cogió una lata de Coca-Cola y volvió a sentarse donde antes. Abrió la lata y bebió; aunque no le disgustaba el sabor del semen, lo cierto es que tenía mucha sed… no solo de líquidos. Se sentía húmeda y acalorada. Cruzó las piernas apretándolas, buscando un poco de alivio.

Alex abrió los ojos atónito, había tenido un orgasmo devastador, el más potente de toda su vida y ella estaba ahí, tan tranquila, sentada entre sus piernas bebiendo a morro de una lata. Totalmente vestida. La observó atentamente, tenía el rostro sonrojado y la frente perlada de sudor. Su mano se movía inquieta sobre la lata, acariciándola como si de su polla se tratara. Las piernas cruzadas se tensaban y destensabas por debajo de la tela de los pantalones. No estaba tan tranquila como aparentaba.

—¡Dios! Ha sido increíble —exclamó—. Rectifico, tú eres increíble. —Luego se levantó lentamente del diván y dio unos cuantos pasos hacia la escalera—. Me voy a dar una ducha… necesito refrescarme, no te importa, ¿verdad?

—¿Eh?, no, claro que no. Dúchate. —¡Hombres! Él estaba satisfecho, a ella que le dieran… pues vale.

Luka se levantó renuente del diván esperando que él dijera algo más, pero no lo dijo, en su lugar se dio la vuelta mientras la dejaba sola, parada al lado del diván y más caliente que una hoguera en la noche de San Juan. ¡Hombres!

—Estoy pensando… —empezó a hablar él sin darse la vuelta.

—Dime —respondió ella anhelante.

—Nada…

—Vale. —La desilusión era obvia en sus rasgos.

Alex dio un paso y de repente giró ciento ochenta grados, se abalanzó contra ella y la tumbó en el diván mientras la besaba apasionadamente. Un sonido de tela rasgada vibró en el aire cuando le abrió la camisa sin tocar los botones y hundió la cara entre sus exquisitos pechos.