Capítulo 17

Laura estaba en la cama lamiéndole la nuca… ¡Demonios!, pensó Luka, debía de haberse olvidado otra vez de encerrar a la iguana en su terrario. Se movió un poco para apartarse del reptil e intentó volver a dormirse. ¡Mierda! Ahora era Clara la que subía por su muslo haciéndole cosquillas; pateó hasta que la tortuga se alejó de su pierna y volvió intentar dormirse. ¡Leches! Mira que estaban pesaditas hoy sus niñas, ahora estaban empujándole el trasero con… ¿Con un pene erecto? ¡Sus tortugas no tenían de eso!

Abrió los ojos recordando de golpe dónde estaba, en la enorme y no-tan-inútil-como-pensaba cama de Alex en el ático.

—Buenos días, princesa —susurró Alex en su oído.

—Mmh, buenos días —respondió educadamente Luka medio dormida a la vez que se estiraba.

—Shh, no te muevas. —Alex la agarró de la cadera apretando su erección de nuevo contra el trasero.

—Pensaba que eran mis niñas intentando despertarme —comentó bostezando.

Estaba tumbada de lado sobre la comodísima y utilísima cama de dos metros cuadrados, el pecho de Alex pegado a su espalda, su cabeza sobre uno de los antebrazos masculinos y la tremenda erección alojada entre sus nalgas. Mmh… Además estaban gloriosa y oportunamente desnudos.

—¿Pensabas que era uno de tus animales? —Alex sonreía a la vez que pulsaba contra ella con su pene.

—Sí —respondió Luka arqueando más la espalda.

—Bueno, algo de animal sí tengo… —La mano que le sujetaba la cadera subió hasta los pechos y comenzó a acariciarlos perezosamente.

—Ya. Claro. ¡De semental! —Luka se reía abiertamente, que ella recordara era la primera vez en la vida que se reía con alguien en la cama después de pasar una noche de sexo estupendo, delirante y divertido. Mmh… también era la primera vez de esto último.

—Más bien de perrito faldero —contestó Alex riendo a la vez que jugueteaba con los pezones endurecidos de ella.

—¿De perrito faldero?

—Sí. ¿No lo notas? —dijo moviendo su polla arriba y abajo por el trasero—, te acercas y se levanta —se apretó más contra ella—, le haces unas cuantas caricias y babea —Luka notó el glande húmedo entre sus nalgas—, y si juegas con ella —apartó la mano de los pechos de Luka y la bajó para agarrarse la polla—, se mete donde sea para conseguir que seas feliz —guio el pene hasta la entrada a la vagina y la penetró—. ¿Ves? Siempre dispuesta a seguirte a cualquier lugar. En definitiva… un perrito faldero.

—Mmh, totalmente de acuerdo —gimió Luka. ¡Guau! Vaya manera de despertarse.

—¿Sabes qué? —Encajó el muslo entre las piernas de Luka, abriéndolas y penetrándola más profundamente.

—¿Qué? —dijo ella girando la pierna hacia atrás y envolviéndole la cintura con ella, quedando totalmente abierta para él.

—Es la primera vez que nos despertamos juntos —recorrió el interior del muslo hasta posar la palma de la mano sobre los labios vaginales.

—Cierto, y es bastante… entretenido. —Se acarició los pezones con sus propias manos.

—Mmh… —Alex le mordisqueó el cuello atento al juego de Luka con sus pezones.

Alex empujaba rítmicamente contra Luka a la vez que la acariciaba el clítoris en círculos lentos y perezosos, la conversación quedó rápidamente olvidada entre jadeos y gemidos, entre manos que rozaban y caderas que empujaban indolentes. Los cuerpos de ambos se calentaron, sus nalgas y muslos se endurecieron, los temblores les recorrieron el abdomen y los pezones se sonrojaron y endurecieron. Luka puso su mano sobre la de Alex y apretó con fuerza, instándolo a que le friccionara con más ímpetu el clítoris a la vez que la polla endurecida engrosaba su tamaño hasta llenarla completamente. Luka sintió el orgasmo imparable estallar en su vientre haciendo que su vagina palpitara y se estremeciera comprimiendo el pene hasta que Alex no pudo soportarlo más y salió rugiendo de ella para correrse sobre las sábanas suaves y acogedoras que solo se podían comprar fácilmente por Internet.

—En fin —dijo Luka al cabo de un segundo— me parece que nos toca bajar por enésima vez las dichosas escaleras para asearnos…

—Captado —contestó él volviendo a enterrarse en ella—, levantaré un tabique en la terraza y construiré un aseo.

—¡Qué! ¡Estás loco! —exclamó girándose bruscamente para arrodillarse sobre la cama y arrebatarle la almohada de debajo de la cabeza—. ¿Prefieres hacer obra en casa antes que bajar la cama a cualquiera de los tres dormitorios de abajo? ¡Ya te vale! —rio golpeándole con la almohada.

—¡Ay! La cama la puedo bajar, pero nos faltarían los espejos, la mesa y el diván —contestó abrazándola.

—¡Hombres! ¡Sois la bomba! —repuso ella rodeándole el cuello con los brazos y enredándole los dedos en el cabello.

—Reconócelo, te encanta cómo he amueblado el ático. —La giró hasta dejarla tendida en la cama y la sujetó las muñecas por encima de la cabeza.

—Sí, me encanta. Pero es poco práctico —se rio Luka.

—Pues por eso voy a construir el baño, para que sea más práctico —contestó haciéndola cosquillas.

—Eh… ¡Para! —gritó intentando enroscarse sobre sí misma.

—¿Te rindes?

—¡Jamás! —Se retorció buscando liberarse pero las manos de él llegaban hasta las costillas, la planta de los pies, las axilas. Por Dios, ¿cuántas manos tenía este hombre?

—Ríndete.

—Vaaaaaaaleeeeeeee —contestó entre carcajadas—, construye tu baño… y rápido, que hace falta YA.

—A sus órdenes, mi capitán.

Alex la soltó y se escurrió por la cama hasta quedar tumbado a lo ancho de la misma, con la cabeza acomodada en la tripa de Luka.

—¿Te he dicho alguna vez que adoro estar así?

—Creo que lo comentaste ayer —respondió acariciándole el torso.

—Se me ha vuelto a olvidar… —comentó.

—Sí —contestó ella sabiendo perfectamente a qué se refería—, parece que estamos predestinados a olvidarnos una y otra vez de los preservativos.

—Lo siento.

—Mentiroso —le apretó los pezones. Aún le asombraba ver cómo se endurecían entre sus dedos—, no lo sientes y yo tampoco. Los dos somos responsables y a los dos se nos va la pinza cuando estamos metidos en el «ajo» arqueó un par de veces las cejas, a buen entendedor… —De todas maneras, tampoco pasa nada. Según los análisis ambos estamos totalmente sanos. Así que el riesgo más peligroso queda descartado. No obstante, he pedido cita con el ginecólogo el lunes para que me recete la píldora, así no habrá más descuidos. —Acabó encogiéndose de hombros.

—Ajá. ¿Y si te has quedado embarazada? —No es que buscara un bebé, pero tampoco le disgustaría si venía alguno en camino, se dio cuenta Alex al sopesar la posibilidad.

—Bueno, si llega ese momento ya pensaré qué hago. —¿Un bebé? ¿Ahora? ¡Ni de coña! No era el momento más oportuno, pero por otro lado… un mocoso cariñoso y divertido con los ojos verdes de Alex…

—Ya lo pensaremos, querrás decir. —Giró la cabeza mirándola fijamente a los ojos.

—¿Te apuntas a la responsabilidad? —exclamó sorprendida.

—Por supuesto —asintió Alex muy serio.

—¡Vaya! —Qué… inesperado. Estaba claro que Alex no se parecía en nada a cierto personaje de su pasado que siempre le hacía asumir sola las culpas y los problemas, aunque no fuesen causados por ella—. De todas maneras, no pienso preocuparme por ahora, como dice el viejo proverbio chino… si tiene solución para qué te preocupas, y si no la tiene para qué preocuparse…

—Yo creía que era árabe…

—Bueno, qué más da de dónde fuera. Anda, vamos, dormilón, que tenemos que salir pitando.

—¿Qué prisa tienes?

—Son las once de la mañana, mis niñas llevan solas toda la noche… me echarán de menos.

—¿No será el contrario? —contestó Alex remiso a separarse de la blanda tripita en que reposaba.

—Vamos, perezoso. ¿Qué más da quién eche de menos a quién? La cuestión es que tenemos que ducharnos e irnos a mi… —¿Tenemos? ¿Irnos? ¿¡Qué demonios estaba diciendo!? Él no tenía por qué acompañarla a casa ni nada por el estilo, no eran pareja… solo estaban dando tiempo al tiempo, nada más—, pues eso, que me tengo que duchar e irme a casa a probarme ropa y tal —rectificó quitándoselo de encima y saliendo de la cama para dirigirse a la escalera.

—Espera. —Alex saltó de la cama como alma que lleva el diablo y la agarró por la muñeca—: ¿Qué ha pasado con el nosotros? —preguntó abrazándola por la espalda, intuyendo un distanciamiento que no le hacía ninguna gracia—. ¿No te apetece más una ducha en común, un buen desayuno de… lo que quiera que haya en la nevera, y luego un paseo hasta tu casa?

—Suena bien —contestó con la sonrisa iluminando su cara de nuevo.

—Pues pongámonos en marcha.

Se ducharon [entre otras cosas], desayunaron en el Lancelot (la nevera estaba vacía) y regresaron a casa de Luka. Mientras esta se probaba mil y un vestidos Alex jugaba con las tortugas y la iguana a la vez que cantaba alabanzas al pase de modelos del que era valeroso espectador. Luka acabó decidiéndose por un ajustadísimo y cortísimo vestido negro con un escote de vértigo adornado por el precioso collar de cristales Swarovski; los zapatos de charol de tacón kilométrico y el pelo suelto y liso completaban su belleza. Comieron en el turco, Alex era incapaz de comer en un chino sin recordar a las tortugas comiendo los puñeteros gusanos con los palillos, pasaron por sus casas a vestirse y recogieron a Mar y a su abuela.

Alex se sorprendió ante la mirada cauta y sabia que le dedicó la niña. La saludó con un «hola, colega» y ella le devolvió un muy correcto «buenas tardes». Iba a ser más complicado ganársela de lo que había pensado. Una vez en el coche, el Carnival de Alex, iniciaron el viaje hacia la exposición. Alex bromeó con las mujeres mientras conducía, y Luka, gracias a Dios, inventó varias de esas bromas retorcidas tan típicas de ella para fastidiar a Dani fomentando el buen humor y las risas de Mar. Irene sonreía complacida mientras veía a su nieta inventar travesuras a diestro y siniestro junto a la pareja. El trayecto se les pasó en un suspiro. Cuando se quisieron dar cuenta eran las cinco menos cuarto de la tarde y estaban aparcando frente a la galería que exponía los cuadros de los «niños» de Ruth.

Allí estaban todos, Pili y Javi agarrados de la mano charlando con Ruth, Dani mostrando el montaje a Luis, los dueños de la galería alabando el buen hacer de los que habían montado el tinglado… Todo iba sobre la seda, aunque curiosamente Dani parecía evitar en todo lo posible quedarse al lado de Alex y mucho menos permanecer a solas con él. A todos extrañó su conducta menos a Luka que lo observaba ladina, y a Mar, que reía burlona cada vez que lo miraba a la cara… lo que dio pistas a Dani sobre la travesura que se estaba gestando a sus espaldas. Luka y Alex se iban a enterar, y si no, tiempo al tiempo.

Cuando se abrieron las puertas a las seis de la tarde estaban alegres y relajados, el ambiente era distendido y todo el mundo tenía una única cosa en la cabeza; vender todos los cuadros posibles y sacar el mayor beneficio para los ancianos con ello.

El público comenzó a fluir por la sala deteniéndose aquí y allá para preguntar el precio de un cuadro o comentar el delicado trabajo hecho por los inexpertos pintores. Poco a poco se fueron poniendo en los cuadros las etiquetas de «vendido». Los amigos caminaban por la estancia charlando con los posibles clientes y convenciendo a aquellos que estuvieran dudosos.

Eran alrededor de las nueve de la noche y en menos de media hora la galería cerraría sus puertas, cuando un frenético y excitado Dani se dirigió hacia el grupo de amigos.

—Ruth, no te lo vas a creer, alguien está interesado en comprar tres de los cuadros que quedan por venderse. Vamos, tienes que venir y ayudarme a convencerlo. Me ha preguntado por el cerebro de todo esto, esa eres tú, y me está preguntando por la labor social de la ONG, y, joder, yo no sé cómo explicarle cómo va la cosa, ni lo que hacéis, ni cómo vais a montar el viaje, ya sabes que cuando se trata de hablar en serio no se me da nada bien. Vamos, no vaya a ser que se vaya, date prisa, ven, a qué esperas… ¡Tres de golpe! ¡Dios! Va a ser todo un éxito. Vamos, no te retrases.

—Voy, voy.

Ruth acompañó risueña al nervioso Dani, seguida muy de cerca por los demás… a todos les comía la curiosidad por ver quién era el que iba a comprar tantos cuadros de una sola tacada. Se detuvieron ante una espalda impecablemente cubierta con un traje a medida sobre el que resaltaba una coleta de pelo rubio y liso larga hasta la cintura. Dani se acercó a esa espalda tirando de la muñeca de Ruth…

—Ruth, quiero presentarte al señor Sierra.

La espalda se giro al oír su nombre, pertenecía a un tipo altísimo, un hombre joven de alrededor de treinta años con una cara que los mismísimos Ángeles habrían envidiado, unos ojos azules que parecían penetrar en los pensamientos de los demás y un cuerpo que superaba con creces en belleza al David de Miguel Ángel. Miró a Ruth de arriba abajo y sonrió…

—Ruth avestruz… encantado de verte de nuevo —saludó alzando una ceja, burlándose de ella.

—Marcos cara de asco… qué placer más repugnante —respondió Ruth sin pensárselo dos veces.

—¡Vaya!… eres tú… ¿Marcos? —intervino Luka alucinando.

—Sí, y tú eres… —entornó los ojos, recordando—. Luka la loca, ¿verdad?

—Mira qué gracioso. Si su asquerosidad me disculpa, me temo que el aire se ha tornado irrespirable, así que con gran placer me retiro de su presencia. Vámonos, Ruth, que aquí apesta —dijo Luka empujando sin querer a un Alex flipado que no atinaba a decir palabra, haciéndole chocar contra Pili que estaba justo detrás, distraída como de costumbre, rebuscando en su bolso un chicle que suponía haber guardado antes de salir de casa.

—Ey, cuidado, Luka. —En ese momento cayó en la cuenta de que había alguien nuevo con ellos—. Hola, soy Pili —se presentó totalmente en la inopia.

—¿Pili la repipi? Increíble, veo que seguís siendo las tres mosconas inseparables —comentó Marcos irónico—, solo falta Javi el Dandi…

—¿Algún problema? —preguntó Javi en ese tono de voz bajo y amenazador que usaba cuando estaba algo más que ligeramente irritado. Hacía años que los dos examigos no se veían y Javi había cambiado muchísimo desde la EGB. Ahora medía casi dos metros de altura, y metro y medio de espaldas, y sobre todo tenía una memoria prodigiosa.

—Me lo tenía que haber imaginado… está el grupito al completo —respondió Marcos sin amilanarse ante Javi, él también había cambiado, también era grande, y también tenía buena memoria, aunque en estos momentos toda su animadversión se centraba en Ruth. No entendía el porqué de la mirada amenazante de Javi, al fin y al cabo llevaba sin verlo muchos años.

—El aire cada vez es más irrespirable, me largo —dijo Luka.

Se dio la vuelta y se fue dando grandes zancadas hacia la otra punta de la exposición a la vez que abrazaba a Ruth por los hombros. Pili no se lo pensó dos veces y con una mueca de asco se giró y salió tras ambas, poniéndose al lado de Ruth, quedando esta en medio de sus dos mejores amigas. Alex y Dani se miraron y luego dirigieron la mirada a Javi, que seguía mirando fijamente al tipo nuevo con una cara que no dejaba nada a la imaginación. Quería golpearle, machacarle las costillas y luego escupirle en la cara. Javi podía olvidar muchas cosas, pero ver a Ruth llorando en una cama del hospital era una de esas imágenes que jamás podría borrar de su cerebro.

—Vamos, Javi, que se nos escapan las chicas… —dijo haciendo señas hacia las amigas, que en esos momentos estaban al otro lado de la galería.

Javi no dijo ni pío, se giró y se marchó. Dani y Alex se miraron encogiéndose de hombros. ¿Qué coño había pasado?

La exposición terminó al poco tiempo, el público despejó lentamente la sala hasta que solo se quedaron el grupo de amigos y los dueños. Estaba siendo un éxito, si seguían a ese paso el domingo se venderían los cuadros que aún quedaban. Ruth y Dani prometieron regresar al día siguiente para reordenarlo todo.

Cuando por fin dejaron a Irene y Mar en su casa eran casi las dos de la madrugada y la niña bostezaba sonoramente mientras entraba en el portal. Luka sonrió satisfecha, al día siguiente era el cuarto domingo de mes y vería a su ahijada a solas. Estaba deseando hablar con ella, de la expo, de Alex, de todo en general.

—Bueno, pues ya está. Estarás contenta, se han cumplido con creces las expectativas —comentó Alex conduciendo el coche.

—Sí, ha sido magnifico. ¡Dios! ¿Te lo puedes creer? —gritó dando palmas entusiasmada—. ¡Ha sido increíble! Joder.

—Sí que lo ha sido. Y por cierto… ¿qué mosca os ha picado con ese tal Marcos?

—¿Marcos cara de asco? Bah, es un gilipollas que conocimos en el colegio —dijo quitándole importancia.

—¿Y desde entonces os profesáis tal odio?… Porque caray, pensé que Javi iba a liarse a puñetazos con él.

—Lástima que no lo hiciese.

—¡Luka! No conocía esta faceta tuya tan… agresiva.

—Bueno… son temas pasados —contestó para luego zafarse con otro tema—. ¿Vamos a mi casa?

—¿No prefieres pasar la noche en mi mega-cama?

—Mmh… tengo que alimentar a mis niñas y mañana salgo temprano para desayunar con Mar.

—Ains, cierto, es cuarto domingo de mes… pues entonces no se hable más, a tu casa directos, aprovecharemos hasta el último segundo.