Capítulo 3
Domingo 2 de noviembre de 2008, 7.30h
Era de madrugada y el sol debía estar todavía durmiendo porque no se veía ni un solo rayo de luz. Luka estaba en la cama con los ojos abiertos, pensando. De nuevo tenía tres opciones:
Opción A: quedarse en la cama con Draculín hasta que saliera el sol, y luego ya se vería… y de paso le preguntaría su nombre.
Opción B: levantarse sigilosamente y salir de la habitación sin decir esta boca es mía. Pero entonces seguiría sin saber su nombre. Y lo mismo Mr. Colmillos se enfadaba.
Opción C: Realmente no se le ocurría una opción C.
Recapitulemos:
Si elijo la opción A me despertaré a su lado, él tendrá un aspecto impresionante y yo disfrutaré de un estupendo mal aliento, un pelo asqueroso y como el maquillaje ya ni siquiera existe, unas ojeras impresionantes y el rímel corrido. Además me despertaré muerta de hambre y mi estómago rugirá dejándome en vergüenza. Por si fuera poco, tengo un despertar bastante malo, pésimo. Así que el pobre Drácula se despertará al lado del Yeti y toda la magia que hay entre ambos desaparecerá…
Por otro lado, si elijo la opción B seguro que le sienta mal despertarse y ver que me he ido sin decir ni pío. Se enfadará. Pero no me verá las ojeras, ni olerá mi aliento apestoso, ni oirá mi estómago impaciente. No se llevará una mala impresión de mí y no huirá asustado ante mi mal humor mañanero…
Y si elijo la opción C:… pero es que no se me ocurre opción C.
Entonces el asunto estaba entre quedarse y horrorizarle o largarse y enfadarle… difícil elección… aunque…
Opción C: me largo sin que se dé cuenta, pero le dejo una nota diciéndole que tengo asuntos urgentes que solucionar. ¿Cuáles? Ni idea, ya me los inventaré.
Así que Luka se levantó sigilosamente, se vistió más o menos, porque parte de su ropa o estaba rota o había desaparecido y con el lápiz de labios dejó un mensaje en el espejo del cuarto baño, esto lo había visto hacer en una película y resultaba impactante.
Domingo 2 de noviembre de 2008, 9.30h
Drácula se despertó, la cama estaba vacía, no solo la cama, la habitación estaba vacía. Tenía un aspecto horroroso, mal aliento matutino, pelo enredado, le rugía el estómago por el hambre y gozaba de una imponente erección matinal. Bueno, eso exactamente no era horroroso, era más bien interesante. Se levantó extrañado buscando a Luka, pero su vejiga reclamó atención, atención urgente, se metió en el baño distraído y pegó un salto de medio metro hacia atrás, tropezó con sus propios pies y cayó todo lo largo que era en el suelo dándose un buen golpe en la cabeza. Se incorporó lentamente apretándose la testa con las manos, se acercó despacito a la puerta del baño, se asomó muy lentamente por un lateral y miró… los ojos se le salieron de las órbitas y la boca se le abrió completamente. Allí, en el espejo del cuarto de baño en letras enormes y deformadas que recordaban poderosamente a las usadas en la película El Resplandor, de color rojo sangre, torcidas y absolutamente aterradoras habían dejado un mensaje que a simple vista parecía de ultratumba.
HA SURGIDO UNA COSA URGENTE, TENGO QUE IRME
Con el corazón latiéndole acelerado en el pecho entró en el baño receloso, la adrenalina corría por sus venas. Endemoniada mujer, nunca mejor dicho, le había pegado un susto de muerte. Se sentó en la taza del retrete y suspiró desconcertado; no hay quien entienda a las mujeres. Primero piensa en presupuestos, luego me deja un mensaje que más que avisar, aterroriza… demonios. Cuando vuelva de Barcelona tendremos unas cuantas palabras. Sonrió.
Domingo 2 de noviembre de 2008, 19.30h
De: C3PO
Para: R2D2
Asunto: Ay ay ay
Ay, Pili, me parece que he metido la pata. Pasé la noche con Drácula y me fui de madrugada sin decir nada. Bueno, dejé un mensaje… ¿crees que se habrá enfadado?
De: R2D2
Para: C3PO
Asunto: Re: Ay ay ay
Uffff… muy educada no has sido… lo lógico es esperar a desayunar para desaparecer… ¿Por qué te fuiste? ¿Dónde dejaste el mensaje?
De: C3PO
Para: R2D2
Asunto: Re: re: Ay ay ay
Me fui por el mal aliento. El mensaje lo deje en el espejo del baño.
De: R2D2
Para: C3PO
Asunto: Re: re: re: Ay ay ay
Joder, ¿¿¿tan mal le olía el aliento??? Mira, esto hay que hablarlo detenidamente, pásate a tomar un café, y hablamos. Estoy sola en casa, hoy hay fútbol.
Así que Luka cogió su coche y partió en busca de amistad y consejo. La casa de Pili alias R2D2 estaba a escasos 10 minutos en coche, encendió la radio, sonaba It’s raining men… la mejor canción para escuchar… llueven hombres… pues a ella le había llovido uno y no lo había sabido manejar muy bien que se diga. En fin, más se perdió en Cuba… o eso decía su abuela.
Aparcó el coche en el único hueco que quedaba vacío en toda barriada, tendría que andar como cinco minutos hasta la casa de su amiga. Las deportivas sin marca que llevaba pisaban en la acera sin hacer el menor ruido, de hecho ningún sonido perturbaba el silencio esa tarde. Era un silencio denso, inquietante, no había nadie en la calle, vale, hacía frío, pero por helador que fuera el invierno siempre había algún loco haciendo footing… Luka aceleró un poco el paso, el portal de Pili estaba justo al lado de bar, en menos de tres minutos habría llegado. No es que fuera una persona miedosa, más bien se consideraba cautelosa, pero es que este era un barrio familiar, siempre había niños por la calle a estas horas… y no ver a nadie le estaba poniendo de los nervios. De repente oyó un susurro contenido que venía de todas partes y de ninguna. Ya estoy cerca, pensó acelerando, en dos pasos me planto delante del bar. Seguro que dentro hay gente.
—Porque además, es de noche, y por la noche suceden cosas, gente mala, asesinos, ladrones, violadores, hombres lobo… Bueno, estos últimos no, quizá me esté dejando llevar por mi imaginación —ahora ya hablaba con ella misma, así por lo menos no oía el silencio—. Los hombres lobo no existen, así que esos no me pueden atacar. Y si viene un ladrón, seguro que le doy tanta pena, que hasta me hace un donativo… lo peor sería un violador o un asesino. A un violador podría hacerle frente, tengo buenos pulmones para gritar y según el Vinagres doy buenas hostias, pero un asesino… ufff… a ver cómo escapo de eso… y además, ¿por qué narices no hay nadie en la calle?
Dejó de hablar consigo misma porque ahora estaba metida dentro de sus pensamientos, pensamientos repletos de hombres lobo asesinos que habían matado a todo el barrio y que la seguían sigilosamente… Estaban a punto de lanzarse sobre ella y no podría hacer nada, jamás ganaría a esos seres en una carrera. Jadeó. Dios, esto es increíble, recapacitó en un momento de madurez, que la mente humana pueda pensar semejantes chorradas… y peor aún, que YO sea capaz de asustarme por ellas… joder. Y aunque sabía que estaba haciendo el idiota más espantoso, empezó a correr… solo pretendía llegar hasta el bar y mirar a través de las ventanas. Asegurarse de que la raza humana seguía existiendo, y además es que tenía prisa… Bueno, no tenía mucha prisa, pero nadie lo sabía, ¿no? Si la veían correr pensarían que llegaría tarde a algún lado, no que estaba asustada por los hombres lobo… joder.
—Prometo solemnemente que jamás volveré a ver películas de miedo… —afirmó en voz alta.
Y en el preciso momento en que se plantaba de un salto frente al bar, un rugido atronador rompía el silencio. Un alarido que salió de miles de gargantas a la vez. Tan coordinado, tan enérgico, que a Luka le dio un vuelco el corazón. Fue tal el susto que tropezó perdiendo momentáneamente el equilibrio y se estampó contra la puerta cerrada del bar, para a continuación rebotar y acabar tumbada sobre la acera mientras el aullido seguía sonando sin parar desde todos los puntos del barrio, un rugido atronador, repitiendo una y otra vez la misma palabra…
—¡Goooooooooooooooool, gooooooooooooooooool!
—Jooooooooooder, joooooooooder —repetía en perfecta sincronía Luka tirada en la acera. En ese mismo instante un hombre salió del bar y se agachó a su lado.
—Luka, ¿estás bien? Vaya golpe que te has dado, ha retumbado todo el bar. ¿Qué mosca te ha picado?
—Hola Javi, encantada de verte —dijo Luka cogiendo la mano que le ofrecía para levantarse. De entre todas las personas desconocidas que podían haber visto su ridícula caída, tenía que ser Javi, el novio de Pili, el que la observara… Joder, se iba a reír a su costa una semana.
—¿Estás bien?
—Sí. Gracias. Mira, resulta que…
—Ya, ya, Pili está en casa. Oye, te dejo, el Madrid acaba de marcar gol, nos ponemos en cabeza. Eh… ¡eso es falta! —dijo mirando la pantalla del televisor a través de los cristales—. Te veo luego.
—Ciao —se despidió Luka, aunque Javi ya había entrado otra vez en el bar totalmente pendiente del partido—. Joder con el puto fútbol, qué susto me ha dado.
Llegó al portal con un ligero dolor de cabeza, mañana tendría un buen chichón en la frente en el lugar exacto en que se había encontrado con la puerta del bar. Llamó al telefonillo y subió. Pili había dejado la puerta de casa abierta, así que Luka entró sin llamar. Su amiga estaba acabando de hacer una labor en punto de cruz. Se le daba de maravilla. Sentada en el sillón, sus manos de dedos largos y finos daban con facilidad diminutas puntadas en la tela. Levantó la mirada para sonreírle mostrando sus hermosos labios gruesos, su nariz delgada, el pelo rubio y liso cayendo en cascada por su espalda y resbalando por sus hombros, tan delgada que apenas sí ocupaba la mitad del asiento del sillón.
Luka se quitó el abrigo, lo dejó sobre la mesa del salón y entró a la cocina a servirse un café. Cuando conoces a alguien desde hace un cuarto de siglo, no esperas a que te pregunte qué quieres tomar, lo coges directamente. Se lo puso bastante cargado y regresó al salón; Pili esperó justo hasta que su amiga se sentó. Luego disparó.
—¿Tan mal le huele el aliento? ¿Qué te ha pasado en la frente?
—No, es que me he explicado mal. Me refería a que si me despertaba junto a él se daría cuenta de las ojeras, el aliento mañanero y todo eso… un horror. Y en la frente, naaaaaa, un golpe sin importancia…
—¡Ahhhh!
Y Luka procedió a contarle a Pili lo que había pensado, el aliento, las ojeras y todo lo demás… Pili escuchó atentamente, preguntando cuando algo no le quedaba lo suficientemente claro.
Cuando acabó la narración se quedaron calladas un instante mientras Pili recapacitaba… Luego emitió su sentencia.
—¿Sabes lo que te pasa? Que llevas tanto tiempo sin salir con un hombre «normal» que no sabes cómo actuar.
—¿Un hombre «normal»? Perdona, bonita, pero siempre he salido con hombres normales.
—No. Has salido con dos hombres, tres si contamos a Drácula; por cierto, a ver si averiguas su nombre… Y esos dos hombres eran raros hasta decir basta.
—Qué va, eran de lo más normales, solo tenían sus cosas.
—A ver, el primero de los dos, Emilio el Zombi. Incapaz de pronunciar dos palabras seguidas.
—Eso es mentira. Pronunciaba muchas palabras seguidas.
—Sí, pero de diez palabras seguidas que pronunciaba solo tenían sentido dos. Por tanto las demás no cuentan. Además no tenía cerebro.
—Sí tenía cerebro.
—Vale, pues tenía cerebro. Lleno de tanta mierda que los pensamientos se quedaban pegados con la cola o se destruían con la coca…
Luka torció los labios recordando… Lo cierto es que el Zombi había sido uno de los grandes errores de su vida. Empezó a salir con él a los 17 años y lo dejó tres meses después, pero la experiencia fue tan aterradora que los tres años siguientes se había visto incapaz de salir con ningún hombre, y como las mujeres no le gustaban para eso, pues su vida sentimental se había vuelto inexistente.
El Zombi no era un mal tipo, lo que pasaba es que no era nada. Al principio había resultado divertido, un tipo sin cabeza que hacía tonterías, y a Luka le gustaba reírse, así que cuando aquel día en la discoteca él la había besado —su primer beso—, ella le había correspondido, lo malo fueron los noventa días siguientes. Al tercer día descubrió que la mitad de las tonterías que decía provenían de su adicción a la coca y que la otra mitad venían de su apego por esnifar pegamento cuando no tenía coca a mano. Era incapaz de decir una frase coherente y por supuesto no recordaba jamás que había prometido no volver a meterse mierda. A los diez días le mandó a la mierda por primera vez, él lloró un poco, prometió un mucho y volvieron a empezar. Al mes le dejó por segunda vez, él volvió a llorar otro poco y a prometer otro mucho, Luka ya no esperaba nada, pero se lo seguía pasando bien con el grupo así que siguió adelante, además normalmente estaba tan ido que no había ningún problema con el sexo, directamente no se le levantaba. Aguantó dos meses más, aunque no se puede decir que salieran como pareja exactamente, ella iba con el grupo y de vez en cuando el Zombi se acordaba de que tenía novia. A los tres meses él recordó de golpe que tenía novia, también recordó que tenía un apéndice de su cuerpo al que si se le prestaba atención incluso podía llegar a levantarse y usarse y se puso pesado para conseguir esa atención. Ese día Luka lo dejó por tercera vez. De su relación obtuvo un odio tremendo hacia cualquier droga, un recelo descomunal hacia los hombres, su virginidad intacta y los nudillos desollados. El Zombi por su parte ganó un ojo morado que jamás recordó cómo se golpeó y si consiguió algo más, pues lo olvidó a los cinco minutos, al fin y al cabo no tenía muy buena memoria.
—Sí, la verdad es que no fue una buena elección —dijo Luka volviendo al presente.
—Y luego, tras unos cuantos años de secano, vas y te lías con el Vinagres. Joder… salir de la sartén para caer a las brasas.
—Buenooooo, tampoco fue tan malo…
—No. Fue peor.
Vicente, alias el Vinagres. Ufff. Lo conoció en una discoteca cuando tenía veinte añitos, era un tío serio, sereno, inteligente y más aburrido que una ostra. Luka empezaba a sentir de nuevo la revolución de las hormonas y ya era hora… así que cuando decidió que necesitaba sexo —joder, veinte y virgen, parecía el título de una canción—, se dedicó a buscar su hombre ideal y eso incluía un tío limpio, sin drogas. Inteligente, que pudiera articular más de mil frases coherentes. Con memoria, que se acordara de que ella existía. Serio y trabajador, no era pedir mucho, ¿verdad?
Luka llevaba un par de años trabajando con galerías de arte montando exposiciones, y no es que allí tuviera muchas oportunidades de conocer hombres de ese tipo, sus jefes y compañeros eran más bien del tipo soñador, más inmersos en sus creaciones que en lo que pasaba por el mundo. Gente muy agradable y divertida, pero con ataques de creatividad que les hacían olvidar el resto de la creación… y Luka estaba incluida en ese resto. Así que, cuando conoció al Vinagres en la discoteca y se cercioró de que cumplía sus normas, se tiró de cabeza al río. Lástima que antes no hubiera probado cuan profundo era.
El Vinagres resultó ser un tipo soso los días normales y un tipo obsesivo los días anormales. Y la cuestión es que al principio todo había sido miel sobre hojuelas. Quedaban cuando ella acababa de trabajar, que nunca solía ser a la misma hora porque dependía de cómo se desarrollara el montaje, salían a tomar unas Coca-Colas y luego cada uno a su casita. Todos los sábados, sin faltar ni uno, iban al cine y luego a cenar al burguer, y los domingos paseaban por el parque hasta las diez de la noche, que al día siguiente el Vinagres madrugaba (ella no, qué va). A los tres meses exactos de comenzar a salir cambió la rutina de los sábados. Hicieron el amor por primera vez. Un beso, cinco minutos de sobeteo, penetración, cinco minutos de embestidas, orgasmo (masculino), esperar media hora, sobeteo cinco minutos y otra vez penetración, bombeo durante quince minutos (la segunda vez era más lento), orgasmo (masculino) y a vestirse que había que llegar a casa a una hora prudencial. La primera vez le dolió un poco, pero entre bostezo y bostezo tampoco se enteró demasiado. No es que fuera el polvo de su vida, ni de la de nadie, pero bueno, tampoco era tan malo. Estaba a gusto con él, no se pasaba de listo y en el cine echaban buenas películas. A los seis meses de relación, la rutina de los sábados volvió a cambiar, Luka decidió que mientras él bombeaba ella podía perfectamente acariciarse a sí misma y así fue como, tres meses después de empezar a hacer el amor, llegó al orgasmo por primera vez; nada del otro mundo, pero bueno, quince minutos de «comba» daban para bastante en la imaginación y además estaba de moda la película de Brad Pitt, Troya, y ella la había visto un par de veces en el cine, así que tenía el cuerpo de Brad muy presente, siempre y cuando tuviera los ojos cerrados. Al cabo de año y medio y después de innumerables sábados de sobeteos, penetraciones y bombeos perfectamente cronometrados, y por qué no decirlo, después de muchos Brads Pitts, Erics Bañas, Hughs Jackmans, Heaths Ledgers, Orlandos Blooms, Vigos Morttesens, un par de Batman y joder, hasta un Harry Potter. —¡Dios!, lo que hace el aburrimiento, hasta con yogurines se lo montaba, tan desesperada estaba—, el Vinagres decidió que había llegado el momento idóneo de irse a vivir en pareja, alquiló un estudio y Luka, sin saber bien cómo —probablemente estaba tan aburrida que cualquier cosa distinta le pareció en ese momento una aventura—, se encontró viviendo en pareja. Tenía veintidós años y el aburrimiento de una ameba. El primer año de convivencia no fue malo, solo aburrido. En el segundo año el Vinagres empezó a estar todavía más avinagrado. Ya no solo cronometraba los polvos, sino que cronometraba cada segundo del día. A las dos comida, a las cinco merienda, a las diez cena, a las once en la cama. Si era viernes película en la tele hasta las doce y luego cama y si era sábado, pues un polvo de doce a doce y cuarto y luego a dormir. Ya ni siquiera echaban el segundo. Luka dejó sus montajes de exposiciones porque el Vinagres se enfurecía cuando ella no era puntual y en montajes jamás se puede ser puntual. Estuvo un tiempo en paro y fue a peor, porque ahora debía tener la casa perfectamente simétrica. Los paños de cocina tenían que ser del mismo color que la encimera, las toallas del baño del mismo color que los toalleros, las sabanas solo blancas, la ropa de diario solo vaqueros y camisa, si era algo más elaborado levantaba sospechas en el Vinagres y tenía que someterse a interrogatorio. Los fines de semana únicamente eran admitidos camisones y estaba prohibido salir a la calle a no ser que fuera primeros de mes y tocara cine. Por supuesto la casa debía estar impoluta a cualquier hora del día, si no trabajaba fuera entonces debía trabajar dentro. Los lunes filetes de pollo, los martes lentejas, los miércoles filetes de ternera, los jueves puré de verdura, los viernes garbanzos. Los sábados y domingos el Vinagres traía comida de fuera, el sábado del chino, el domingo del turco. Y jamás había variación. A no ser que Luka quisiera bronca. Lo único en lo que Luka jamás cedió fue en su tarde de los viernes con Pili.
A los veinticuatro años Luka estaba hasta las narices, encontró trabajo en una cristalería y esperó que con ello el Vinagres se diera cuenta de que volvía a ser productiva —según los cánones de él, porque sinceramente curra más una mujer en casa que fuera— pero el Vinagres se había acostumbrado a la buena vida y exigía que todo siguiera como hasta entonces, eso sí, Luka debía trabajar también fuera de casa, no iba a ser él solo el que se matara a currar. Currar fuera, porque en casa no hacía nada de nada… Los gritos, las broncas, el tirar las sillas al suelo, golpear muebles y empujones varios empezaron a estar a la orden de día. Luka chillaba como la que más y si había que empujar, empujaba. Podía aburrirse, podía pasar sin orgasmos, pero en una discusión desde luego jamás se dejaba pisar. Estaba harta.
Una soleada tarde de viernes, de estas tardes veraniegas en las que parece que el tiempo no corre, a Luka se le pasó la hora de volver a casa. Estaba sentada en una cafetería charlando con Pili cuando sonó el móvil, al ir a cogerlo vio la hora: las diez de la noche. Debería haber estado en casa a las nueve. Miró a Pili asustada sin atreverse a coger el teléfono, era el número del Vinagres. Si contestaba empezarían los gritos y los insultos, y por una vez no tenía ganas de responder con más violencia. Por una vez tenía miedo de esa violencia. Dejó sonar el teléfono hasta que este se calló. Luego miró a su amiga.
—Me he asustado al ver quién llamaba.
—El Vinagres es un mierda, no te conviene para nada.
El teléfono volvió a sonar, era él de nuevo, Luka miró fijamente el odiado aparato y tomó una decisión, jamás le había puesto una mano encima, aparte de empujones que ella devolvía religiosamente, pero hasta ahí había llegado. No estaba dispuesta a asustarse cada vez que sonara el móvil, temiendo llegar tarde y provocar una bronca. Así que dejó sonar el teléfono durante toda la noche y no regresó a casa hasta la mañana siguiente, él estaba hecho una verdadera furia, pero a Luka le dio lo mismo, sacó su maleta, recogió su ropa y se marchó, puede que el Vinagres hubiera intentando convencerla por las buenas o por las malas, pero no era tonto y Luka era muy lista. Esa mañana, cuando fue a su casa a por las cosas, no fue sola. Javi, el novio de Pili, y Pepe, su hermano «pequeño», la acompañaban para ayudarla a cargar con todo, nada más… pero el Vinagres medía un metro setenta, estaba flaco como un palillo y el trabajo más pesado que hacía se limitaba a abrir ordenadores. Javi era un tiarrón enorme de casi dos metros de altura, con los hombros tan anchos como largo era, trabajaba de albañil y estaba dotado con bastantes músculos. Pepe, por su parte, se quedaba en el uno noventa y entrenaba para jugar al fútbol tres veces a la semana; los músculos se le marcaban en la camisa al moverse. El Vinagres sería aburrido, malicioso y violento pero no era idiota y sabía cuándo tenía las de perder en una pelea. De hecho tenía las de perder en cualquier pelea en que se mezclaran hombres… Y así fue como terminó su última historia de… ¿amor?
Y ahí estaba ahora, después de cuatro años de sequía amatoria, sentada en casa de su mejor amiga y hablando de un tipo al que había conocido dos días antes y con el que ya se había acostado dos veces. ¡Qué cambio!
—Pues entonces creo que está claro lo que ha pasado. No tienes costumbre de estar con nadie y has perdido el norte —dijo Pili siguiendo con la conversación.
—¿He perdido el norte?
—Sí, ya no estás en la onda, no tienes la información ni la pericia necesarias para soslayar esos pequeños problemas cotidianos que se dan al pasar la noche con alguien.
—Joder, Pili, habla en cristiano, ¿vale?
—Hay ciertos «trucos» —dijo Pili susurrando, dando énfasis a un secreto que todo el mundo femenino conocía menos Luka.
—Y tú, que llevas diez años saliendo con el mismo tipo, que de hecho vives con el mismo tipo desde hace cinco, sabes perfectamente cuáles son esos trucos…
—Pues sí —dijo ella alerta.
—¿¿Y cómo los sabes si siempre duermes con Javi, eh??
—Pues lo sé. Leo mucho.
—Ya. ¿¿Y eso qué tiene que ver?? Hablamos de despertar no de leer, y en las novelas románticas. —Pili también era una aficionada a ellas, igual que Luka— jamás se menciona el mal aliento matutino.
—En las novelas no, pero en el Cosmopolitan… sí —dijo su amiga triunfante.
—¿En el cosmo? No jorobes, tía, eso no hay quien lo lea.
—Ah… ¿sí?, pues mira tú por dónde según el Cosmopolitan hay varias reglas imprescindibles en una relación eventual.
—¿Relación eventual? Yo no tengo una relación.
—Bueno, pues entonces digamos que hay normas para los polvos eventuales…
—Vale —contestó Luka muy atenta.
—Bien, la primera norma, los artículos a llevar en el bolso. Un cepillo de dientes para el mal aliento mañanero, un bolsito de maquillaje para el tema ojeras, un cepillo para el pelo, una caja de condones —aquí Pili enarcó varias veces las cejas— y unas galletitas por si surge el hambre. Yo creo que llevando esas cosas estarás prevenida para cualquier eventualidad que pudiera surgir.
—Pues mira tú por dónde, y contra todo pronóstico viniendo de «esa» revista, me parece una estupenda idea.
—¿A que sí? Mañana sin falta tienes que pillarlo todo. Por si acaso —volvió a enarcar las cejas.
—Buff, eso será si se acuerda de mí…
—Ains, no. Tienes que pensar en positivo. Ahora que has empezado no puedes parar. Mira, llevas cuatro años de sequía. Draculín ha sido como un chaparrón, si ahora no llama no pasa nada, buscamos una buena tormenta en otro lado y listo.
—¿Una buena tormenta?
—Sííííí. Ay, hija, hay que explicártelo todo. Si Drácula no llama, pues te buscas a Batman. Y listo. Lo que no puedes es volver a la sequía, ¿no? No me digas que no te lo has pasado bien.
—Sí… me lo he pasado genial…
—¿Y quieres volver otra vez a los deditos y los penes artificiales?
—Joder, tía, mira que eres gráfica.
—Gráfica no, práctica. Llevas años sin catarlo, ahora te has lanzado y te lo has pasado bien, ¿no? Pues si este tío no te escribe te buscas otro. No hace falta que sea hoy ni mañana, pero si surge algo, no lo espantes…
—Mmh. Vale. Y hablando de otra cosa, ¿te ves capaz de echarme unas mechas si me compro los productos?
—Claro, no parece tan difícil.
—Pues entonces creo que voy a dar un cambio de imagen.
—Genial… ¿cuándo?
—El viernes que viene. Mañana comprare los potingues en el polígono…
Cuando llegó Javi traía una sonrisa de oreja a oreja; el Real Madrid había ganado. Pidieron unas pizzas y comentó el partido enfrentándose como un jabato a la indiferencia futbolera de las chicas. Pero cuando le tocó el turno al chichón de Luka junto con la explicación de esta, las risas llenaron la casa.
Domingo 2 de noviembre de 2008, 23.30h. Barajas T4.
Drácula esperaba su avión, en media hora estaría de camino a Barcelona. Había encontrado una nave industrial en el polígono Ventorro del Cano que se adecuaba a las necesidades de su empresa. Con la crisis habían bajado los precios y este polígono estaba bien situado, tenía buenos accesos a las carreteras principales y estaba cerca de Madrid, pero no tan cerca como para que el precio de compra fuera abusivo.
Vivía en Barcelona desde que nació hacía treinta años. Trabajaba en la empresa familiar y ahora que habían pensado ampliar el negocio a Madrid les hacía falta una nave más grande en la capital. Y allí estaba él, buscando una buena inversión.
Sonó el aviso de embarque para su vuelo, Drácula cogió su equipaje de mano y sonrió. En una semana estaría de regreso, compraría la nave y comenzaría a buscar un piso para trasladarse y poder dirigir la sucursal de su empresa. El piso por supuesto estaría ubicado en Alcorcón, cerca del trabajo, y a ser posible en los alrededores del portal de Luka, no era cuestión de desaprovechar la información ganada espiando al taxi. Mientras tanto, viviría en el hotel que había descubierto en el Parque Oeste. Le traía buenos recuerdos.
Colocó su equipaje de mano y se sentó en su asiento, se abrochó el cinturón y esperó agarrando los brazos del asiento con manos en forma de garras; no le daba miedo volar, le impresionaba el despegar. Jamás podría comprender cómo era posible que un cacharro tan pesado pudiera alejarse del suelo y volar por los aires. El avión dio un par de tumbos y se elevó, Drácula respiró de nuevo, Pidió un periódico a la azafata e intentó leer pero las letras escapaban a su compresión, estaba demasiado distraído, guardó el periódico y se recostó en el asiento cerrando los ojos, rememoró el fin de semana, había sido perfecto, bueno, casi perfecto. Lástima que ella hubiera desaparecido dejando ese «mensaje», preparó mentalmente su planning para esa semana, hablaría con sus padres, les convencería de que había encontrado el sitio ideal, prepararía todo y regresaría. Una semana como mucho. No más. Y mientras tanto… Internet era un buen método de contacto.