Capítulo 2
Sábado 1 de noviembre de 2008, 12.30h
De: R2D2
Para C3PO
CC: Pasodestarwars
Asunto: ¿Cómo acabó la noche?
¿Merecía tanto la pena como parecía? No te guardes nada. CUÉNTALO TODO.
De: C3PO
Para: R2D2
CC: Pasodestarwars
Asunto: Acabó en mitad del parking de las Hayas Joder, tías, ni que tuviera 18 años. Acabamos follando como locos en su coche, en el parking a medio hacer. Está claro que bebí demasiado.
PD: Sí, merecía la pena tanto como parecía, y más.
De: Pasodestarwars
Para: R2D2
CC: C3PO
Asunto: Estás loca
¿¿Cómo se te ocurre hacer «eso» en mitad de la calle?? Estás peor de lo que pensaba.
Propongo reunión en el Lancelot para verificar que sigas en tus cabales. Hoy a las 15.00.
PD: De paso nos evitamos cocinar, allí dan buenas tapas.
De: R2D2
Para: C3PO
CC: Pasodestarwars
Asunto: Lancelot
Perfecto. Nos vemos allí, para INDAGAR los prolegómenos del acto «cocheril». Quiero pelos y señales.
PD: No hace falta verificar nada, Luka jamás ha estado en sus cabales.
De: C3PO
Para: R2D2
CC: Pasodestarwars
Asunto: Re: Lancelot
Prometo contar con pelos y señales. A las 15.00 en Lancelot.
PD: SÍ QUE ESTOY EN MIS CABALES, al menos eso creo…
Se había despertado con resaca, pero nada que no pudiera solucionarse con un par de cafés bien cargados y una buena ducha. Por cierto, Drácula necesitaba un afeitado. Le había dejado zonas enrojecidas alrededor de los pezones con su incipiente barba, pensó sonriendo mientras se miraba en el espejo.
Se conectó a Internet por enésima vez a las 14.45, nada, ningún mensaje. No debería haberle dado su correo, ahora estaría pendiente del ordenador durante una semana. Mierda.
Apagó el PC y se marchó, el Lancelot estaba a escasos cinco minutos andando. Vio el coche de Ruth, un AX con más años que la Cibeles, aparcado correctamente; las chicas ya estarían dentro. Se preparó mentalmente para lo que le esperaba.
El Lancelot estaba ambientado como si fuera una taberna medieval, paredes imitando piedra, techo con vigas de madera, taburetes de roble de tres patas y mesas bajas y alargadas formadas por tablas. La barra ocupaba la pared entera de un lateral y las mesas el resto del local. Los camareros vestidos con vaqueros y camisas rojas, se movían acelerados entre las mesas, sirviendo tanques de cerveza y platos con choricitos al vino, butifarra asada, patatas bravas, calamares a la romana, huevos rotos; y los domingos —lástima que fuese sábado— la paella más rica que se pudiera comer en Alcorcón.
Sus amigas estaban sentadas en la mesa del fondo, en la zona de fumadores. Bien. Dos cocas light y una fuente de huevos rotos adornaban la mesa. Luka se sentó y pidió la tercera coca. Ellas la miraron calladas durante un segundo y luego comenzaron a hablar a la vez.
—¡Cómo se te ocurre! Estás loca. —Esta era Ruth alias bruja piruja, alias Pasodestarwars.
—Qué morbo hacerlo en el coche, ¿no? Como cuando éramos chinorris. —Esta, por supuesto, era Pili, alias R2D2.
—Podía haber pasado alguien, haberos pillado, imagina que un loco os hubiera atacado… Jopelines, imagina que Drácula fuera un loco. —Ruth, la lógica.
—¿Cómo sorteasteis la palanca de cambios? Recuerdo que siempre se me clavaba en el culo, y el volante en la espalda, aunque hay momentos en que un poco de incomodidad no se nota… ¡oh! Dios mío, no lo haríais en tu Clio, ¿verdad? Pobre Drácula. No me lo imagino metiendo sus casi dos metros en tu minicoche, acabaría agarrotado… —Pili, la práctica.
—¿Casi dos metros? Exageras, no llegaba al metro noventa. Aun así, ¡no tienes cabeza! ¡Ay señor! Dime que usasteis condón, en los tiempos que corren el sida está a la orden del día. —Ruth, la alarmista.
—Sí. Usé condón. No, no me fijé en cuánto medía. No, gracias a Dios no fue en mi Clio, fue en su coche, un Kia Carnival, no, no estuvimos incómodos, no, no era un loco, sí, da mucho morbo hacerlo en un coche. No, no estoy loca. Creo que he contestado todas vuestras preguntas —dijo Luka, que se sentía como en un partido de tenis mirando a un lado y a otro según fuera su interlocutora.
Se hizo el silencio. Las tres amigas se quedaron mirando y luego…
—Bueno, pues cuéntanos con pelos y señales.
Y Luka se dispuso a contar casi todo con pocos pelos y ninguna señal, no era cuestión de contar hasta lo más íntimo… Mientras hablaba, Pili y Ruth escuchaban y de vez en cuando hacían preguntas más concisas que, por supuesto, Luka ignoraba. Cuando les contó que se había negado a darle su número de móvil, ambas suspiraron… Era una lástima, pero conociendo a Luka y su historia no les extrañó en absoluto. No obstante, se animaron al saber que le había dado su e-mail. Volvieron a suspirar al saber que no había noticias todavía. Y, por supuesto, despotricaron de los hombres a la vez que le daban esperanzas sobre cuándo escribiría. De ahí pasaron al trabajo, la familia y los amigos.
Pili trabajaba, al igual que Luka, de secretaria en una empresa de venta al por mayor de cristal. Se llevaba bastante bien con su jefe y este se aprovechaba de ellos haciéndoles quedarse hasta las tantas sin cobrar las horas extra. Por si fuera poco se estaba empezando a notar un bajón, la crisis comenzaba a ser un hecho.
Ruth era secretaria de la directora de recursos humanos de una ONG dedicada al cuidado de ancianos con problemas de alzheimer, demencia senil y cualquier cosa que se le pareciera. Un trabajo muy duro que a ella la llenaba completamente. Lástima que el gobierno no se lo tomara muy en serio, porque desde septiembre habían suspendido los pagos a la ONG, un breve aplazamiento de un par de meses, decían. La crisis, culpaban.
Luka por su parte, trabajaba en una pequeña empresa familiar que se dedicaba a vender cristal para cuadros y tiendas. Estaba hasta las narices de uno de sus jefes, y adoraba al resto del personal. La crisis también les estaba afectando.
Las tres se conocían desde hacía casi un cuarto de siglo. De hecho, desde que Luka tenía cuatro años y ella y su amiga Enar entraron en preescolar en el colegio San José de Valderas. Pili y Ruth estaban en primero. En cuarto ya eran amigas, vivían en el mismo barrio y jugaban juntas al rescate. Para cuando Pili y Ruth acabaron octavo, Luka y Enar estaban en sexto. Durante dos años, se separaron, el colegio une y desune, pero en el verano en que Luka terminó octavo volvieron a juntarse y desde entonces eran inseparables. Habían pasado 24 años. Luka y Enar tenían 26 y Pili y Ruth dos más.
Pili y Luka se veían todos los viernes sin falta al terminar el trabajo, iban a la cafetería y hablaban de todos los temas habidos y por haber. Con Ruth era más complicado, sus horarios eran más flexibles y solía salir los viernes demasiado tarde y agotada para quedar con nadie, los sábados, si no quedaba con ellas, se iba a la sierra para recorrer kilómetros de montañas heladas en soledad, olvidarse de todo y acabar molida —esto último solo lo pensaba Luka, cuyo deporte favorito era el levantamiento de libros en el sofá—, pero lo cierto es que Ruth era una persona muy sana, muy deportista y muy centrada. Todo lo contrario a Luka. Pili por su parte era el término medio. Vivía en pareja con su chico de toda la vida, y era todo lo feliz que podía ser. De hecho estaban pensando en casarse. ¡Ufff!
Pasaron la tarde del sábado hablando sin cesar de mil y una cosas, hasta que el reloj marcó las ocho. Entonces se separaron, quedaban cosas por hacer. Luka regresó a casa caminando tranquilamente mientras observaba los escaparates de las tiendas. Se paró en el de la peluquería, habían rebajado sus precios. Genial. Tenía que darse mechas con urgencia. El sábado siguiente se las daría. Lo malo era que aunque hubieran rebajado los precios, seguían siendo prohibitivos, cincuenta euros, madre mía. Solo por dar cuatro mechas… se le ocurrió una idea… había visto en el polígono donde trabajaba una tienda de venta al por mayor de artículos para peluquería… iría, se presentaría como compañera de polígono y compraría lo que hiciera falta. Se las daría en casa ella misma. Seguro que se ahorraba una pasta, entre la hipoteca del piso —sí, era de protección oficial, pero aun así había que pagarlo—, comida, luz, agua y gas, apenas sí tenía para ir al cine una vez cada tres meses, y si se hacía mechas, entonces pasaban tres meses más antes de ir al cine… sí. Se las haría ella misma.
Cuando llegó a casa conectó el ordenador, y esperó la media hora de rigor hasta que la cascarria se quiso poner en marcha. Algunas personas disfrutaban de portátiles, otras más afortunadas se recreaban con ordenadores último modelo, unas pocas con otros algo antiguos que funcionaban a la perfección, ella tenía una cascarria de mil años con una banda de músicos callejeros desafinados viviendo en su interior. Si algún día se decidía a grabar los sonidos que hacía su PC al arrancar, lo mismo se hacía millonaria… música New Age mezclada con Heavy metal rotundo y un constante de ruido de cacharros… impresionante, pensó frunciendo el ceño.
Se sentó frente a él en la antigua silla de la cocina de su madre, esa que sus padres habían pensado tirar en el «punto limpio» y que ella recicló para SU PROPIA CASA, Dios, qué bien sonaba eso, repitió para sí misma otra vez, «mi propia casa», llena de muebles que los demás habían tirado a la calle. Su casa —a medias con el banco—, pensó satisfecha.
Tamborileó con sus uñas cortas sobre la mesa —la que antes era de su abuela— y esperó, por fin el PC hizo un horrible pitido y en el monitor apareció su página web favorita. Una página de novela romántica, con todas las novedades —que no podía comprar— y con un foro lleno de gente alucinante con los que pasaba horas hablando. Clickeó en el Motzilla Thunderbird y esperó a que actualizara el correo.
—Semana fantástica en El Corte Inglés. —Genial, a ver si es tan fantástica que me regala las cosas… Pues va a ser que no, solo venden.
—Ebay ofrece grandes ventajas si quieres vender lo que no te sirve en casa. —Cojonudo, cuando tenga algo que no me sirva lo venderé…
—Xtendedor, el mejor aparato para hacer de su pene el objeto de deseo de las mujeres. —Bien, cuando tenga pene lo usaré… Por favor, para qué quiere C3PO extender un pene que no tiene… Joder con los Spam.
—Tropecientos mensajes avisando de un nuevo virus… —Más mensajes en cadena, si no los reenvías se te acabara la suerte—. Perfecto, no tengo suerte, así que no puede terminarse. Eliminado.
—Mi madre. Veamos este.
De: mpgr
Para: C3PO
Asunto: Estamos en la playa
Hola cariño, tu padre y yo hemos pensado que como os habéis emancipado, aquí no hacemos nada y nos hemos ido a pasar unos días a la playa. Hace un tiempo estupendo, estoy en bañador en la playa y tu padre da largos paseos. Por cierto, ¿cuándo te vas a cambiar de correo? Odio pensar que mi hija se hace llamar como un robot listillo de hace treinta años.
Te quiere: mamá.
PD: Le he dado tus llaves a Feli.
Perfecto, sus padres en la playa disfrutando y ella aquí, en fin… siguió mirando mensajes. —No quiero un Chef de cocina—. Supuestamente me ha tocado un premio de Ibercaja, ja, si ni siquiera soy cliente.
—Un tal Drácula quiere chuparme la sangre, sí claro. Un momento… ¡Drácula! —dijo casi gritando. Abrió el mensaje.
De: Drácula6969
Para: C3PO
Asunto: quiero chupar todo tu cuerpo y beber tu sangre
Hola. No pienso ser parte de la leyenda negra de las citas. Aquí estoy. He escrito. ¿Tienes planes para esta noche?
PD: La sed de sangre me mata, pienso comerte entera cuando te vea.
De: C3PO
Para: Drácula6969
Asunto: Llevo puesto un collar de ajo
Siento decepcionarte, pero el collar de ajo impedirá que puedas acceder a mi sangre.
Esta noche estoy libre. Había quedado con Bruce Willis para ver la jungla de cristal IV, pero he decidido dejarle en la estacada por ti. No me decepciones.
PD: Drácula… ¿6969? ¿Eres tan presuntuoso que lo pones por partida doble?
De: Drácula6969
Para: C3PO
Asunto: Ven a mí vestida solo con el collar y tu piel, yo me ocupo del resto
Drácula estaba cogido, Drácula 69 también, así que Drácula6969. Si dudas te lo puedo demostrar cuando quieras, al principio, al final y en el medio. A todas horas. ¿Te parece bien que nos veamos donde ayer, en el Víctor Ullate? Sobre las 21.00, y de allí ya vemos dónde paramos.
PD: Bruce Willis no es nada comparado conmigo, ¿o no recuerdas sus fotos desnudo que circulan por Internet? Has hecho la mejor elección.
De: C3PO
Para: Drácula6969
Asunto: ¿Con el frío que hace?
Tú estás loco. Me vestiré con bufanda… de ajos. Perfecto, allí estaré.
PD: Palabras, palabras, tendrás que demostrarme con hechos que he acertado en mi elección.
De: C3PO
Para: R2D2
CC: Pasodestarwars
Asunto: ¡¡¡¡¡¡¡¡DRÁCULA HA ESCRITO!!!!!!!
¡Síííííííííí, Drácula ha escrito! Ha escrito, ha escrito. Hemos quedado para esta noche. Mañana os cuento.
PD: No me lo puedo creer, se me ha olvidado preguntarle cómo se llama…
Sábado 1 de noviembre de 2008, 20.50h
Luka llegó diez minutos antes de la hora, acostumbraba a ser puntual. Cuando estaba nerviosa más que puntual era impaciente. Paseaba frente al Centro Cívico Los Pinos deteniéndose de vez en cuando ante los cristales que hacían de puertas para observar distraída alguna de las estatuas que adornaban el vestíbulo. Le llamaba especialmente la atención una escultura hecha de madera, o al menos ese material le parecía a su ojo inexperto, que tenía más o menos, más menos que más, la forma de una persona, pero como si fuera chicle, estirada hasta donde el cuerpo no podía, con lo que supuestamente eran las piernas y los brazos en contacto con el suelo y dejando el torso y las piernas al aire, como retorcidos, tenía forma de silla para dos, de estas en las que uno se sienta al lado y de espaldas al otro… impresionante. Si ella tuviera que ponerse en esa postura acabaría descoyuntada. Se preguntaba de dónde demonios había sacado el artista la inspiración y el modelo para hacer esta obra. Pegó más la cara al cristal mirando detalladamente la escultura. Su nariz chocó contra el frío vidrio. Laminar 6+6+6 antibalas, pensó la parte de su cabeza que se ocupaba del trabajo.
Unas manos se posaron sobre el cristal justo al lado de su cabeza mientras una voz susurraba en su nuca mandando exquisitas punzadas de placer a través de su piel.
—Interesante «asiento» —comentó la voz de su Drácula particular poco antes de besarle el lóbulo de la oreja.
—Sí. —Luka se quedó quieta esperando más caricias. Drácula había vuelto.
—Llegas pronto.
—No tenía nada que hacer y me aburría en casa, estuve tentada de poner a Bruce Willis en la tele, pero me resistí con uñas y dientes, ya había quedado con el conde Drácula y no era cuestión de serle infiel…
—Sí, me han contado que el conde Drácula tiene un genio temible, no creo que le hubiera gustado recibir plantón por culpa de un poli borracho —le siguió el juego divertido.
Luka se volvió y le miró. Su magnífico conde Drácula había cambiado la capa y la camisa de chorreras por unos vaqueros y una cazadora de cuero. Estaba todavía más impresionante. Y sí, definitivamente medía algo más de metro noventa, tenía que acordarse de decírselo a las chicas.
—¿Y bien, qué has pensado? —preguntó Luka; al fin y al cabo ahí parados no hacían nada.
—¿Te apetece ir al Wok? Hay uno en Parque del Oeste.
—Mmh, comida asiática. Perfecto. —Y el hotel pilla justo enfrente. Este hombre sabe montárselo, pensó Luka alerta y excitada a la vez.
—¿Vamos en tu coche o en el mío?
—Yo tengo un Clio, tú veras…
—Ufff. Sin dudarlo, el mío. En los Clio me siento como en una lata de sardinas.
Era una mujer preciosa, pensó Drácula mientras conducía. No podía evitar mirarla de reojo cada vez que había un tramo recto de carretera. Joven, rondaría la treintena, alta, no tanto como él, pero sí que rondaba el metro setenta y cinco. Con curvas en las que agarrarse, así a ojo de buen cubero le echaba más o menos una talla 40/42, con buenas caderas y un culo importante. También tenía un poco de barriguita, no demasiada, pero sí la justa para que fuera una delicia recorrer su ombligo con la lengua, cosa que pensaba hacer esta noche sin falta; muslos mulliditos, perfectos para reposar la cabeza en ellos y además tenía, para qué negarlo, un buen par de aldabas. Sí, señor, talla 105/110. Labios gruesos y maquillados, ¡maldita sea!, odiaba los labios pintados (sabían a rayos), ojos grandes y un poco achinados, de color marrón miel, preciosos, nariz pequeña y respingona y el pelo de un espléndido color castaño que le caía en ondas hasta casi la mitad de la espalda. Exquisito, ojalá nunca se lo pusiera de otro color. Le encantaba ese tono.
Sus amigos lo mirarían raro si le vieran con Luka, pensó Drácula, lo cierto es que eran unos snobs salidos que tenían la absurda creencia de que él tenía que salir con anoréxicas rubias de bote y tetas de silicona. Y no es que tuviera nada contra ellas, ojo, es solo que a él le gustaban las chicas blanditas, cómodas y mullidas. Y Luka era, físicamente hablando, para qué negarlo, su mujer ideal. Pero es que ahí no acababa la cosa, además tenía una inteligencia ágil, rápida, no era fácil pillarla desprevenida, soltaba verdaderas perlas por su boquita y discutía por casi cualquier cosa. Imposible aburrirse con ella. Y como colofón, era una bomba sexual. Sabía lo que quería y lo tomaba, y su polla era testigo excepcional de ese punto. Joder, ¡cómo la agarraba! Se ponía duro solo de recordar la noche pasada.
Intentó concentrarse en la carretera, pero imágenes de ella desnuda, tumbada en los asientos del coche le pasaban una y otra vez por la cabeza… Cada vez estaba más duro.
Luka miraba la carretera consciente en todo momento de lo que la rodeaba, no conducía mal el pavo. Aunque a veces le daba la impresión de que la miraba demasiado, como si fuera un poco distraído, y bueno, eso era halagador, pero joder, hacerlo justo cuando se va conduciendo es suicida. Así que Luka iba totalmente pendiente del tráfico, de repente Drácula le cogió la mano y la llevó hasta su regazo. Vaya, estaba duro, bien duro. Tan duro como probablemente estaría el camión que iba delante de ellos si él se despistaba y chocaban. Así que Luka hizo lo único que podía hacer.
Bajó la mano a lo largo de todo su miembro y le cogió los testículos, los fue apretando poco a poco, al principio él sonrió, pero luego una mueca de terror le pasó por la cara. ¿Quizá estaba apretando demasiado? Pobrecito.
—¿Sabes?, me pasa una cosa muy rara cuando voy en coche, la tensión se apodera de mí, me da pánico tener un accidente y a veces no puedo evitar agarrarme a lo que sea, me aferró tan fuerte que hasta clavo las uñas, pero es que me horroriza ver que el conductor se despista, pueden suceder accidentes, sabes… y eso… me aterra y hace que quiera sujetar algo con mucha, muchísima fuerza, y retorcerlo, retorcerlo hasta que se rompa… espero que no te importe. Son los nervios, ¿sabes? —dijo Luka como quien no quiere la cosa.
—No pasa nada, entiendo —dijo Drácula tragando sonoramente mientras intentaba con mucho cuidado separar la mano crispada de sus testículos.
—Ops… Vaya, no me había dado cuenta —dijo ella con ojos demasiado inocentes.
—He cogido la idea —dijo él sonriendo, sí, señor, esa mujer tenía genio y figura. No cabía duda.
Cuando aparcaron frente al Wok, a Drácula no le quedaba ya nada de su erección, no hay nada como un buen apretón para bajar los humos.
El parking estaba medio vacío, se encaminaron a las cochambrosas escaleras de metal para llegar a la segunda planta y entraron tranquilamente en el restaurante. Cogieron mesa, pidieron sendas Coca-Colas —ni loca me vuelvo a emborrachar, pensó Luka, con la resaca mañanera aún muy presente en su cabeza— y atacaron el buffet asiático. Un poco de sushi por aquí, algo de arroz por allá, una mezcla estrambótica de verduras y algas para hacer en la cocina en vivo y unos pocos langostinos a la plancha. Perfecto. Él cogió el triple que ella y ella se asombró de que un tipo tan bien formado, con nada de barriguita y esos increíbles abdominales pudiera comer tanto sin preocupación, claro que ella tampoco es que se preocupara mucho, pensó comiendo su tercer rollito de primavera.
—¿A qué te dedicas? —preguntó Drácula engullendo su segundo plato de tallarines fritos.
—Soy cristalera. Sobre todo para cuadros.
—¿Haces cuadros?
—Ya no, antes me dedicaba a montar exposiciones para galerías, pero dependía demasiado de que hubiera exposiciones. Ahora soy secretaria, chica de la limpieza, descargadora de camiones y chivo expiatorio en una cristalería.
—¿Chivo expiatorio?
—Sí, ya sabes, que alguien se equivoca, pues lo pagamos con Luka, que un cliente no paga, pues gritamos a Luka, que el hijo del jefe lleva una semana sin follar, pues aullamos a Luka, ese tipo de cosas.
—Dios, qué gráfica —dijo Drácula atragantándose por la risa—. Quizá fuera más fácil si siguieras dedicándote a las exposiciones.
—Mmh, más fácil no sé, pero más divertido seguro.
—¿Sí?
—Sí, recuerdo una vez que tuvimos que montar una exposición fotográfica… Sobre penes. Penes de todo tipo, grandes, pequeños, empalmados, flácidos, negros, amarillos, azules, rojos…
—¿Azules, rojos?
—Sí, hombre, tipo Andy Warholl.
—Joder.
—No lo sabes tú bien, tras enmarcar más de 100 penes teníamos unas ganas locas de eso mismo, de joder —dijo sonriendo pícara.
Y así, entre pitos y flautas, y también penes, Luka fue contándole los pormenores de su trabajo. Parecía mentira, jamás había hablado tanto de sí misma, si no contamos a Pili y Ruth, claro. Drácula preguntaba y ella respondía, y poco a poco el tiempo se fue pasando sin darse cuenta, hasta que una mujer asiática se acercó a su mesa con la cuenta en una bandejita de plata, y muy amablemente les comentó, como quien no quiere la cosa, que estaban a punto de cerrar. Miraron el reloj de la entrada, eran casi las dos de la madrugada. Drácula se apresuró a pagar como buen caballero mientras Luka preguntaba tímidamente si ponía la mitad. No, gracias, contestó él. Luka respiró… aún no había cobrado el sueldo de noviembre y el de octubre estaba desaparecido en combate…
Una vez en el exterior, fueron conscientes de que la noche había caído y con ella el frío de invierno. Corrieron hasta el coche y una vez allí se miraron. Tenían tres opciones claramente definidas:
Opción A: cada uno a su casa y Dios en la de todos.
Opción B: buscar un garito abierto y tomarse la penúltima.
Opción C: cruzar la carretera y pasar la noche en el hotel de enfrente.
Se miraron sopesando las opciones mentalmente. Drácula dirigió su mirada al hotel y enarcó un par de veces las cejas, Luka por su parte posó su mirada en el Kia Carnival y arqueó otro par de veces las cejas… se miraron fijamente uno al otro. Aquello prometía ser una lucha de voluntades.
—¿Y bien? —preguntó Drácula—. ¿Dónde vamos ahora?
—Qué te parece si nos acercamos al Polígono, seguro que encontramos algo abierto —contestó ella tirando directamente por la Opción B.
—¿Al polígono? —preguntó Drácula acercándose a ella como si fuera un vampiro.
—Sí, seguro que hay algún sitio abierto donde tomar la penúltima. —Eso es, Luka, pensó ella, mantente fuerte, no puedes irte a la cama dos veces seguidas con un tío al que apenas conoces, ¿no?
—¿La penúltima? —susurró Drácula apretándose contra ella a la vez que la abrazaba deslizando sus manos hacia sus nalgas.
—Sí, la penúltima. ¿Me estás repitiendo? —preguntó Luka sintiendo cómo el calor comenzaba a recorrer su cuerpo. Ese hombre tenía unas manos diabólicamente deliciosas.
—¿Te repito? —coreó él un segundo antes de lamerle los labios para luego mordisqueárselos lentamente hasta que ella, rendida, los abrió. Y él, que no era tonto, aprovechó ese momento para introducirse en su boca y jugar con su paladar, recorrer sus dientes, succionar su lengua cálida y picante por las especias de la cena.
—Sí, repítelo —pidió ella.
Y él lo repitió. Le acarició la espalda lentamente logrando que el calor de sus manos traspasara el vestido y alcanzara cada una de sus terminaciones nerviosas, haciendo del beso una tortura interminable. La decisión de Luka de ir a tomar la penúltima se fue a dar una vuelta para dar paso a la locura y la pasión. Las opciones A y B quedaron descartadas en bien de la opción C, que en esos momentos parecía de lo más interesante.
Cruzaron sin saber cómo y entraron en el hotel íntimamente abrazados. El conserje los miró arqueando una ceja, pero cuando Drácula pidió una habitación para esa noche y entregó su DNI junto con 200 euros y el aviso de que lo que sobrara lo tomara como propina, al conserje se le bajaron las cejas y les dio la llave de una habitación. Una en la planta baja, por supuesto. Esta pareja era «del tipo» que no espera a llegar a la habitación y hace uso del botón «stop» del ascensor sin pensar en lo sucio que quedaba todo con el semen, pensó el conserje con las cejas fruncidas, se las sabía todas, llevaba años trabajando en hoteles.
Recorrieron los pasillos del hotel besándose y abrazándose como dos adolescentes ante su primer polvo. Cuando llegaron a la habitación les costó tres intentos introducir la llave en la cerradura. Lo mismo era porque estaban pensando en introducir otras cosas en otros sitios, y claro, eso desconcentra. Entraron, cerraron la puerta y empezaron a desvestirse sin ni siquiera encender las luces, las manos de ambos se movían con tal rapidez que no hacían más que chocar entre sí, dificultando el trabajo, el tanga por supuesto acabo roto. Joder, tanto tiempo para elegir la ropa interior perfecta y todo para acabar desgarrada sin ser siquiera valorada, la próxima me pongo bragas de cuello vuelto, son más baratas, pensó Luka sabiendo de sobra que jamás se las pondría para una cita con Drácula, y este fue el último pensamiento que logró articular en un rato; un rato bastante corto, porque, todo hay que decirlo, cuando por fin se pusieron de acuerdo para usar las manos en los lugares adecuados, es decir, los botones y cremalleras, todo fue como la seda. Los pantalones y el bóxer cayeron al suelo, el vestido pasó la frontera de la cintura, y el tanga… bueno, ya se sabe lo que pasó con el tanga.
La apoyó contra la pared, Luka le envolvió la cintura con las piernas y él la penetró sin más preámbulos, cuando se tiene prisa no hay nada que hacer. Luka se derritió y Drácula se detuvo en seco.
—Joder. ¡El condón!
Hubo un momento de pánico y luego el inevitable roce de algo largo y duro saliendo de ella, un sonido rasgado, algo que se enfunda, de nuevo penetración y vuelta a empezar… al fin y al cabo todo tiene arreglo en esta vida… La lástima es que el momento erótico, casi sicalíptico se perdió… y Luka se encontró apoyada contra la pared, con Drácula penetrándola apasionadamente y pensando en el presupuesto que tenía que hacer el lunes sin falta para el cliente pesado que no paraba de cambiar de medidas… Un rollo, porque el cliente llevaba ya más de cinco presupuestos distintos en lo que iba de semana y no parecía que tuviera las cosas muy claras. Uf, qué postura más incómoda, pensó sujetándose a los hombros de Draculín. Cuando una está a lo que está, es decir a follar salvajemente contra la pared, no se notan las incomodidades, pero cuando se está a un presupuesto mientras te follan, pues se nota el cansancio en las piernas, se nota que la pared está más dura que… una pared y que el tío que te folla no hace más que resoplar en tu oído… un verdadero fastidio, porque además con el pelo revuelto, tanto resoplido acaba mandándote el flequillo a los ojos y la verdad es que es muy molesto. Así que a Luka no le quedaba otro remedio que fingir como buenamente podía —era muy mala actriz— y esperar a que el vampirito acabase de una buena vez. En fin, quizá si cambiase una de las medidas de los cristales, podría abaratar un poco el coste, y si no…
—Luka…
—¿Eh?
—¿¿¿Dónde estás???
—Ah… ¿¿¿Apoyada en una pared???
Colmillitos enarcó una ceja, la miró detenidamente y salió de ella. Luka aliviada soltó las piernas de su cintura y las apoyó en el suelo. ¡Qué descanso!
—En fin… —dijo esperando que él se hubiera corrido… entre cristales y medidas ni se había fijado… ¿Había terminado o no?
Draculín no dijo nada, la cogió en brazos, atravesó la habitación y la tumbó en la cama. Se apresuró a desnudarla, mientras ella buscaba a toda prisa una excusa para irse de allí, estaba claro que se había equivocado de cabo a rabo… sobre todo en el rabo.
—Estoy pensando que…
—Sí, estoy seguro de que ese es el problema. No deberías pensar.
—¡Oye! Yo pienso lo que quiero, cuando quiero y como quiero.
—Perfecto. Pues si tuvieras la amabilidad de pensar en voz alta me harías un favor, así sabría por dónde me ando…
—Por supuesto —dijo Luka enfurruñada, aunque sabía perfectamente que si alguien tenía el derecho a estar enfadado era Draculín—. Estaba pensando que ya es bastante tarde y es hora de regresar a casa, tengo tareas pendientes.
—A las… —miró el reloj— ¿tres menos cuarto de la mañana tienes tareas pendientes? ¿Acaso un negocio que no puede esperar? ¡Buff! —dijo dando un manotazo al aire, como espantado una mosca.
—Pues mira, sí. Justo eso.
—¿¿Me estás diciendo que mientras estabas apoyada en la pared has recordado que tenías trabajo pendiente??
—Pues, sinceramente, sí.
—Y… ¿a cuento de qué te ha venido eso a la mente?
—Eh… —a ver ahora cómo explicaba que por culpa del parón se le había ido la cabeza a otro lugar—, pues, mira, yo… esto, verás, mientras te «acoplabas» de nuevo se me ha venido a la mente, eso mismo, ¿cómo «acoplar» las medidas de unos cristales para cuadrar un presupuesto?
—Ah, tienes razón, tiene mucho que ver —dijo Drácula cociéndose en la humillación. O sea, que mientras él se esforzaba por «acoplarse» a ella y darle placer, ella se esforzaba por «acoplar» cristales. Su orgullo maltrecho pedía compensación.
—Es algo muy importante —explicó ella sin saber qué decir.
—Sí, claro. ¿Y cómo va el tema?
—¿Eh?
—¿Cómo va el… presupuesto?
—Bueno… pues, la cuestión es que tengo que cortar una serie de cristales —le fue contando, no porque tuviera el más mínimo interés en que él lo supiera, sino porque realmente no sabía qué decir, y esa era una manera igual de buena que cualquier otra para llenar el incómodo silencio.
Drácula se tumbó de costado mientras ella hablaba, lo cierto es que no estaba prestando ninguna atención. Estaba tumbado al lado de una mujer hermosa que le atraía poderosamente y no pensaba quedarse de brazos cruzados. Fue girándose hasta quedar echado a lo ancho del colchón con la cabeza apoyada en el estómago de Luka. Sí, definitivamente estaba tan blandita como había pensado, mullidita, suave y además olía estupendamente. Su cabeza reposaba justo a la altura del ombligo y no pudo evitar lamerlo. En ese momento Luka paró su monólogo.
—Eh…
—¿Cómo consigues «acoplar los cristales»? —distrajo él.
—Pues, verás, tenemos planchas de 1.600x1.200mm y planchas de 2.010x1.070mm, todo es cuestión de… —Luka siguió explicando a pesar de notar que la cabeza de él estaba tibia sobre su tripa y que su lengua le lamía de vez en cuando el ombligo. ¡Hombres! Se creen que con unas cuantas caricias nos encendemos, pues Colmillitos va listo. Y se concentró más todavía en cuadrar cristales, que aunque no lo parezca puede resultar algo verdaderamente adictivo… Ni de coña.
Drácula dejó la lengua quieta y aprovechó para observar las piernas de Luka desde la increíble perspectiva que tenía apoyado en su vientre. Tenía unas piernas larguísimas, con buenos muslos, redonditos y bien formados, se veía algo de pelusa en ellos, sonrió para sí mismo. Luka se depilaba de rodilla para abajo, pero la pelusilla de los muslos estaba intacta. Deliciosa. Era de un color mucho más claro que el castaño de su cabeza, casi transparente y muy fino, tanto que si no hubiera estado tumbado como estaba no lo hubiera visto. No lo pudo resistir, pasó las yemas de sus dedos por esa pelusilla encantadora y casi inexistente. Apenas se notaba. Fascinante. Le recorrió los muslos una y otra vez, le excitaba mucho acariciarla y sentir ese suave vello bajo sus dedos. Ella enmudeció de nuevo, inhaló, y comenzó a hablar con un tono de voz más enérgico.
—Por tanto, si la medida de serie es de 400x300mm, lógicamente nos viene mejor las planchas de…
—¿Pero qué le había dado a este vampiro en sus muslos? Vale que tenían algunos pelillos, pero llevaban con ella desde que nació, no pensaba depilárselos por mucho que le molestaran, apenas se notaban. Además la cera dolía horrores.
—¿Y si la serie fuera de 425x365mm? —Drácula se lo estaba pasando de maravilla acariciándola, así que mejor entretenerla con más medidas de esas.
—Pues entonces lo que interesaría, espera que calculo…
—Ajá…
Draculín oía su voz pero no escuchaba sus palabras. Estaba totalmente inmerso en misterio oculto entre la unión de sus muslos. Una nube de rizos castaños cubría su sexo impidiéndole ver la forma de su clítoris y realmente se moría por verlo. Sí, la había acariciado ahí la noche pasada pero con la oscuridad reinante en el coche no había podido ver cómo era. No es que le hubiera importado nunca ver el clítoris de sus amantes, pero con Luka la curiosidad y el deseo le estaban matando. De hecho, aún tenía el pene durísimo y enfundado en el condón, no se había corrido, le había cortado todo el rollo verla pensando en sus cosas cuando estaba dentro de ella. Así que ahora tenía un dolor en los testículos atroz y una curiosidad indecente por ver sus secretos.
Los rizos se veían húmedos, sopló sobre ellos. Ella se calló de nuevo, inspiró, y volvió a la carga con las medidas de los cristales. Desde luego esta mujer era tozuda.
—Además en nuestra empresa no tenemos máquinas de corte, lo hacemos todo de forma artesanal… —decía aferrándose a los prolegómenos de su trabajo.
—¿De forma artesanal?
—Sí, ya sabes, artesanal, con las manos. De forma manual.
—Ah.
—Sí, tiene más calidad, no se ensucia con el aceite de coco porque…
Manual… interesante. Dejó que sus dedos subieran por los muslos hasta llegar al origen de su curiosidad. Lo manual estaba bien. Comenzó a peinar los rizos suavemente, estaban muy mojados, lentamente los fue separando hasta que descubrió el clítoris, se veía rosado, medio oculto entre los pliegues. Luka se movió inquieta.
—¿Qué haces?
—Trabajo manual —contestó él muy serio.
—Ah… pues como decía, si se usan máquinas —dijo empuñando férreamente su explicación; que el vampiro lo intentara, ya vería lo que era bueno.
Él apoyó una mano en el muslo, haciendo presión hasta conseguir abrirle un poco las piernas, el movimiento anterior había ocultado lo que estaba tan encaprichado en ver… ¡Sí! Ahí estaba de nuevo, tan pequeño y radiante, aún seguía oculto pero se veía algo más hinchado, deslizó un dedo a lo largo de la abertura separando un poco los pliegues; sí, definitivamente se estaba tensando por momentos. Sopló sobre él otra vez, ella se movió de nuevo, esta vez separando un poco más las piernas, él acarició el botón lentamente con su índice, era muy suave, estaba muy terso, continúo acariciando, trazando círculos con el dedo cada vez más húmedo, la abertura de su vagina resplandecía, le llegó un delicioso aroma. La esencia especial de Luka. ¿Qué sabor tendría? Sin poder resistirse bajó la cabeza hasta reposarla entre los muslos de la mujer que, por cierto, eran tan mullidos como pensaba, y comenzó a lamer su clítoris. Dulce. Salado. Embriagador. Ella no hablaba. Drácula sonrió.
—¿Y qué pasa si se usa aceite de coco?
—¿Eh?
—En las máquinas… ¿Qué pasa si se usa ese aceite?
—Ah, se mancha el cristal… nada importante.
—Aps, creía que sí era importante…
—Ah. Sí, bueno. —¡Demonios! ¿Qué narices le importaba a ese maldito hombre el puñetero aceite de coco?—. Importa, pero da igual.
—No, claro que no da igual, estoy seguro de que has dicho que era importante —dijo él sonriente y vengativo. Si quería pensar, él se ocuparía de que lo hiciera.
—Bueno, sí, verás… —Estaba claro que no iba a hacer nada hasta que no le contara el tema del aceite de coco de los cojones. Mierda—. El aceite de coco…
Bien. ¿Por dónde íbamos? Repasó Drácula… Embriagador… exactamente. Volvió a recorrer con sus dedos la vulva hasta que los labios vaginales estuvieron henchidos y el clítoris apareció en toda su majestuosidad. Estaba hinchado, terso, dispuesto. Le propinó lánguidos azotes con la punta de la lengua y cuando ella comenzó a gemir, apoyó los labios y succionó, despacio al principio y más fuerte según aumentaban los gemidos femeninos. ¡Dios! Sabía delicioso, los dedos recorrieron la vulva arriba y abajo, una y otra vez, hasta que un dedo juguetón se coló en su vagina totalmente empapada, empujó y lo hizo girar a la vez que la lengua.
Ella gimió más alto. Un momento… ¿y qué pasaba con el aceite de coco? Pensó burlón.
Luka estaba a punto, la lengua de Draculín hacía maravillas, su dedo trabajaba magistralmente el punto «G», que por cierto acababa de descubrir que SÍ existía, y en ese momento, en el momento exacto en que NO tenía que parar, paró.
—Joder —gruñó sin pensarlo.
—¿Y no se puede limpiar el aceite de coco? —preguntó él a la vez que se chupaba el dedo que había estado dentro de ella.
—¿Qué? —¿De qué coño está hablando este gilipollas?
—El aceite de coco, ese que ensucia, ¿no se puede limpiar? —Dios, se la veía muy enfadada… y eso le encantaba.
—¿Eh? Sí, claro…
—¿Pero qué mosca le ha picado?
—Y entonces, ¿cuál es el problema? —Fastidió un poquito más.
—¿Cuál es el problema?
—Sí. Si se puede limpiar no veo ningún problema.
—El puto problema es que es una mierda limpiarlo. ¿Vale? ¿Alguna cuestión más? ¿Algún puto asunto de vida o muerte? ¿Alguna duda?
—No —dijo él enarcando las cejas travieso—, solo pensaba…
—Pues no pienses —dijo ella agarrándole del pelo para acercarle y besarle salvajemente.
Drácula sonrió, se incorporó, se colocó entre sus piernas, hundió la cabeza en su ingle y se dio un festín. Lamió, mordisqueó, succionó, metió un dedo, metió dos, y cuando ella empezó a temblar la penetró. Como aún tenía el condón puesto no hubo ningún parón.
Ella notó el primer envite y se estremeció, le ciñó la cintura con sus piernas pero él se las agarró y las colocó sobre sus hombros, luego mordisqueó sus pechos a la vez que una mano complaciente se deslizó entre los dos y comenzó a enredar con su clítoris. Luka arqueó la espalda, clavó los dedos en sus bíceps —muy bien formados, por cierto— y se corrió.
Al sentir el primer apretón de la vagina, Drácula se dejó ir.
La respiración jadeante de ambos se mezcló. Él la agarró y se tumbó de lado, aún dentro de ella. Se miraron extasiados.
—Y si el aceite de coco se puede limpiar… ¿Qué problema hay? —señaló él muy serio.
Luka soltó una carcajada y le estampó la almohada en la cara… Drácula no se quedó atrás.
Y así fue como un conserje avispado que no quería encontrar semen en su ascensor, se encontraría al día siguiente con una habitación llena de relleno de almohada desparramado.