Capítulo 10
Sábado 8 de noviembre de 2008, 10.30h
Alex estaba de pie al lado de la cama, se había puesto los pantalones y la chaqueta de cuero para irse. La camisa estaba hecha trizas en el cubo de la basura, y los calcetines estaban usados… Sería sibarita, pero era incapaz de ponerse unos calcetines sucios.
Tras el incidente con la Marquesa habían recogido el salón, sacado los pantalones de Luka de las fauces de las tortugas y tirado su camisa. Lo habían hecho entre risas y puede que se hubieran «chocado» con las paredes un par de veces porque al cabo de media hora la vecina de abajo había llamado por teléfono gritándoles improperios y lo cierto es que no le faltaba razón, no eran horas de andar haciendo ruidos… Pero es que tampoco habían montado tanto escándalo, así que Luka se había disculpado ingeniándoselas para parecer arrepentida y acto seguido había desconectado el cable del teléfono, solo por si acaso. Luego él se había duchado. Solo. Era físicamente imposible que dos personas entraran en la ducha del «jacuzzi enano». Mientras, Luka se ponía algo de ropa. Y no es que él se la hubiera quitado, es que el albornoz por desgracia siguió el mismo camino que los pantalones vaqueros, es decir, acabó en el fondo del acuario con las tortugas. Sonrió al recordarlo. La próxima vez intentaría tener más puntería y acertar al terrario de la iguana, juraría que cuando se besaban ese bicho no le quitaba el ojo de encima.
Cuando por fin acabaron de ducharse por segunda vez, y cada uno por su cuenta —había que solucionar el tema de la ducha, era imprescindible tener más espacio—, se encontraron con que pasaban de las cinco de la mañana y a él sinceramente no le apetecía nada irse a su hotel. Por lo tanto, cuando ella propuso que durmieran juntitos —y mucho, la cama era diminuta—, aceptó encantado. Desconectaron cada uno su móvil por si acaso a alguien se le pasaba por la cabeza llamar por la mañana y dar por culo, se desnudaron, se acurrucaron, hicieron un poco más de ruido al hacer el amor sobre la cama —crujía, pobre vecina— y se quedaron dormidos. Y aquí estaba él, cuatro horas más tarde al pie del lecho, muerto de sueño, vestido a medias, con dos condones sin usar y planeando una venganza que llevaba esperando una semana.
Sacó del bolsillo los útiles necesarios para su desagravio, se acercó muy despacito a la cama y quitó cuidadosamente el edredón que cubría el cuerpo desnudo de Luka. Era preciosa, divina. Estaba tumbada boca arriba totalmente relajada, sus brazos caídos a ambos lados del cuerpo, sus pechos pidiendo atención, las piernas ligeramente dobladas, increíble. Parpadeó, no podía dejarse llevar por el deseo en este momento, tenía una misión que cumplir.
Luka soñaba que estaba en la playa, el mar acariciaba su cuerpo, la arena cálida rozaba sus nalgas en una sensación muy sensual. Alex se acercaba a ella seductoramente y le pasaba las yemas de los dedos por sus pechos escribiendo círculos de fuego sobre sus pezones para luego bajar lentamente por su estómago en dirección a su pubis, enredando los dedos en sus rizos, haciendo que llamaradas de placer recorrieran su cuerpo, sintió su boca tibia besándola y susurrando…
—Shh, sigue dormida, preciosa.
Y eso pensaba hacer, seguir dormida soñando con aquel paraíso. Sus piernas se cerraron buscando algún consuelo, su espalda se arqueó alzando sus senos en espera de más caricias, pero estas no llegaron. Entre las brumas del sueño sintió abrir y cerrar una puerta… ¿En la playa? No existían puertas en la playa.
Abrió los ojos, tenues rayos de luz se filtraban por los huecos de las persianas, extendió los brazos buscando el cuerpo masculino, no lo encontró, se levantó atontada y se echó una manta sobre los hombros. Recorrió la casa buscándolo, no había nadie. Se había ido. En fin… qué se le iba a hacer.
Se dirigió desilusionada al cuarto de baño, abrió los grifos, soltó la manta, se lavó la cara y cuando se miró al espejo para ver si podía manejar de alguna manera su pelo, lo vio. ¡DIOS SANTO! Se quedó paralizada de la impresión. ¿Qué demonios era eso? Se acercó más al espejo, y luego decidió mirarse el pecho.
Sobre sus tetas y su estómago en letras grandes y rojas, había escritas unas palabras.
VOY POR CONDONES
La «O» de «voy» enmarcaba su pezón derecho, la «O» de «por» hacía lo mismo con su homólogo izquierdo y «condones» recorría su estómago empezando justo entre sus pechos, con la segunda «O» rodeando su ombligo y la «S» acabando en el pubis. Recordando el sueño erótico de la playa se fijó atentamente en los rizos de su entrepierna y sí, allí estaba, una flecha que acababa justo un poco antes de sus labios vaginales ¿Y esto a cuento de qué venía? Cogió una toalla la mojó con agua y jabón y comenzó a limpiarse o más bien a intentarlo, porque las dichosas letras no salían ni con estropajo. Lo intentó con alcohol, nada. Con quitaesmaltes, ni de coña. Después de varios intentos infructuosos se dio por vencida. No había nada que hacer.
—Quien me lo vendió me aseguró que se quitaría en un par de días lavándolo a menudo.
Luka pegó un bote al oír la voz de Alex. Joder. Estaba ahí, tan tranquilo, apoyado en el quicio de la puerta como si no pasara nada, como si ella no tuviera tatuado «condones» en la tripa. Estaba tan alucinada, que no sabía ni por dónde empezar.
—¿Por qué has hecho esto? Estas letras… joder. ¿Cómo has entrado en MI casa? ¿Por qué te has ido? —Frunció la boca al oírse decir esto último, ¿por qué narices había preguntado justo eso?
—¿Recuerdas el «mensaje» que dejaste la otra noche en el espejo del hotel? —dijo arqueando varias veces las cejas—. Hace un rato creí conveniente avisarte de que me iba pero no quería despertarte, de repente lo recordé y decidí imitar tu estilo. —Mentira cochina, llevaba fraguándolo toda la semana.
—Pero, pero… Yo lo dejé en un espejo, no en tu cuerpo.
—Sí. Pero a mí me apetecía más escribir en tu piel que sobre la superficie fría del espejo.
—Ajá —contestó poco convencida—, ¿cómo has entrado en mi casa?
—Cuando me fui cogí las llaves que había en la encimera de la cocina para no molestarte al regresar.
—Ajá. ¿Dónde están las llaves ahora?
—Las he vuelto a dejar donde las encontré.
—Vale. —Todavía estaba alucinada por las letras, más tarde daría vueltas a lo de las llaves.
—¿No quieres la respuesta a tu última pregunta?
—Eh, no. —Acababa de darse cuenta de que estaba desnuda debajo de la potente luz del cuarto de baño, era una persona segura de sí misma, pero todo tenía un límite y 100 vatios eran su límite. Se agachó envolviéndose en la manta—. Voy a vestirme, ahora vuelvo.
—Fui a la farmacia, ya sabes… y de paso entré donde los frutos secos y compré unos cruasanes para desayunar —comentó mientras ella se alejaba, cuando mencionó lo de los frutos secos Luka se quedó clavada en el sitio—. ¿Has comprado en la «rubia»? —preguntó muy bajito.
—Sí, tienen buena pinta y huelen mejor —dijo pensando en los cruasanes.
—No, no lo entiendes, has ido a la «rubia» a primera hora de la mañana…
—Son las diez de la mañana, no es primera hora —la interrumpió.
—Está bien. Has ido temprano y has comprado… ¿Cruasanes para dos?
—Sí.
—Ay, Dios, ¿sabes lo que va pensar? Mejor dicho. Lo que va a cotorrear a todo el barrio.
—¿Que un tío extremadamente guapo, sin camisa ni calcetines le ha comprado algo por la mañana temprano? ¿Qué casualmente es el mismo tipo que acompañaba a «la loca de los bichos» ayer por la noche?
—«La loca de los bichos»… ¿Cómo sabes que me llaman así?
—Se lo oí decir a la Marquesa.
—Pero si no conoces a la Marquesa.
—Ahora sí.
—¿Cómo?
—Esta mañana. Cuando pasé por delante de la tienda vi a una mujer estirada con el pelo negro repeinado y vestida como si fuera a ir a misa hablando con la «rubia». Le estaba comentando que la «loca de los bichos» había estado toda la noche haciendo el amor como una salvaje con ni se sabe cuántos tíos y que además tenían que ser completos desconocidos porque no reconocía la voz de ninguno de sus amigos. —¿Se encontraría el tal Dani entre las voces que conocía la fiera esa?, pensó irritado—. En ese momento creí oportuno dejar sentadas algunas cosas.
—¿Qué hiciste? —Luka se apoyó en la pared del pasillo y resbaló hasta quedar sentada en el suelo con cara pasmada.
—Nada. Entré en la tienda y saludé muy cortésmente a la «rubia». Como hacía calor me desabroché la chaqueta. —Dios, Luka estaba imaginando a Alex con la chaqueta desabrochada, mostrando ese torso musculado con el vello rubio rodeando los pezones y bajando en forma de flecha hacia la cintura [baja] de los vaqueros… se les tenía que haber hecho la boca agua—, metí los pulgares en la cintura de los pantalones, ya sabes, marcando, y de paso manteniendo bien abierta la chaqueta; y que eso bajara un poco la parte delantera de los vaqueros y que vieran que tampoco llevo slip fue pura casualidad. —Sí, claro—. Pedí un par de cruasanes para un desayuno romántico que pretendía llevar a mi chica a la cama en una bandeja. También pregunté si sabían de alguna floristería cercana donde vendieran rosas para sorprenderla con un detallito.
—Joooooodeeeeer, ¿y todo eso con el pecho al descubierto?
—Y marcando paquete, no te olvides.
—No. Claro. —Estaba alucinando, incluso se pellizcó un brazo, no fuera a ser que todavía estuviera soñando.
—Tardaron un rato en contestarme, no sé por qué no me hacían caso. Después pagué y subí otra vez a casa. Por cierto, no hay floristerías cerca, siento que te quedes sin tu rosa. Te lo compensaré —finalizó guiñándola un ojo.
—No te preocupes. —Estaba obnubilada—. Y… ¿a santo de qué hiciste todo eso?
—Me pareció que no tenían la información necesaria para hacer el reportaje de barrio, así que decidí dársela. Ahora probablemente todo el mundo esté cotilleando sobre nosotros, pero eso sí, con conocimiento de causa…
—Y no dirán que me lo he hecho con un equipo de fútbol, sino con un tío cañón. Y perdona la expresión.
—No importa.
—Y la Marquesa estará rabiando porque no podrá decir que estoy más sola que la una porque no valgo un pimiento y que me tengo que conformar con las migajas que me quieran echar mis amigos.
—¿Decía eso? —Maldita mujer pensó enfadado, la voy a machacar—, ¿qué amigos?
—Sí —contestó Luka sin pensar…—, ni dirá que mi niña espanta a cualquiera con dos dedos de frente.
—¿Tu niña? ¿Y qué amigos son los de las migajas? —Era importantísimo saber la respuesta a la última pregunta.
—Sí, saco a pasear a Laura casi todas las mañanas durante el verano y a la Marquesa le sienta fatal. Dice que es una fuente de enfermedades. ¡Será ignorante! Lo malo es que ahora dirá que no hay quien duerma por mi culpa y que soy una escandalosa.
—Escandalosa, no. Salvaje. Y además, mejor que sepan que te acuestas conmigo a que digan que lo haces con un equipo de fútbol. —Alex bajo ningún concepto estaba marcando territorio, no. Era solamente que no le gustaba la idea del equipo de fútbol y seguía sin saber qué amigos…— ¿Qué amigos?
—¿Eh? ¿Qué amigos qué?
—Los de las migajas.
—Ah, le ha dado por decir que cuando vienen mis amigos a casa, Pili, Javi y Dani, nos montamos «bacanales» para que yo no me sienta excluida o algo así, tonterías que se monta para no amargarse, vamos, una estupidez. Supongo que cuando viene Ruth, no puede evitar pensar en dúos lésbicos, bufff, es una mujer horrorosa y aburrida, y sinceramente, creo que usa mi vida como diversión, como quien ve un culebrón en la tele. Incluso un día me llegó a decir que batía muchos huevos. ¿Te lo imaginas? Joder. ¿A qué se dedica? ¿¿A asomarse en la ventana de la cocina para espiarme a ver cuántos huevos bato a la semana?? Ufff… es increíble.
—Joder, desde luego que no te aburres en casa, ¿no? Entre tus animales, tus vecinas, y los amigos… ¡Madre mía!… ¿Y vienen muy a menudo?
—¿Mis vecinas? Viven aquí —qué cosas más raras pregunta este hombre, pensó Luka.
—No, tus amigos.
—Sí, no, cuando les viene en gana. Pero da igual, aunque vinieran una vez al año la Marquesa lo sabría y lo exageraría… no te preocupes por eso.
—No, si no me preocupo —dijo indiferente. Al final no se había enterado de la frecuencia con que su «amigo» Dani venía por casa… aunque si era sincero, ella no parecía darle ninguna importancia; mejor.
—Bueno, vamos a probar esos cruasanes que tengo más hambre que el perro de un ciego. —Pero mientras se dirigía al cuarto a vestirse la seriedad volvió a su rostro, seguro que la puñetera Marquesa decía que Alex era un ligue de una noche de borrachera y que por eso había acabado con ella, si no eso algo por el estilo… no, no sería tan cruel de decir eso, ¿verdad?… sí. Sí lo era. Pues que le dieran… mmh, tenía que buscarse más tretas para vengarse de ella.
—Ah, se me olvidaba —dijo Alex acompañándola hasta la puerta de la habitación, no iba a perderse el espectáculo de verla desnuda…—, cuando salía de la tienda comentó algo…
—¿Qué y quién?
—Comentó que no se explicaba cómo era posible que una bandada de pájaros hubiera cagado toda su ropa por la noche, que parecía cosa del diablo…
—¡Dios! Me hubiera encantado estar ahí para verle la cara… en fin, voy a cambiarme. ¿No te importa, verdad? —dijo mientras lo empujaba fuera del cuarto y le cerraba la puerta delante de las narices. La cara de Alex era la de un niño al que le han quitado un caramelo.
Salió al momento, vestida con unos leggins negros bastante desgastados, una sudadera gris y enorme heredada de Javi —le chiflaban las sudaderas de hombre—, calcetines de lana gris marengo, el pelo peinado más o menos —los dedos no iban muy bien para hacer peinados elaborados—, y se dirigió a la cocina. Sobre la encimera aguardaba un paquete de aroma excelente, los cruasanes, ñam. Pero antes… el deber. Sacó los tenebrios y preparó la verdurita, Alex la seguía hasta la cocina, al menos hasta que la vio preparando la comida para los animales…
—¿Tienes algo para leer?
—Sí, claro. ¿Quieres algo en especial? —No fastidies que este tipo es de los que leen el periódico en el desayuno, no, por favor, igualito que cierto tipejo que conozco.
—Cualquier cosa me vale.
—Mmh, pues coge algún libro del salón, hay miles.
—Vale.
—¿Te vas a poner a leer ahora?
—Sí.
—¿¿Y eso??
—Ehh… —dijo buscando algo creíble, cualquiera le contaba que pensaba encerrarse en el cuarto de baño mientras ella daba de comer tallarines-gusanos a las tortugas, no quería volver a ver aquello otra vez—, ¿voy al baño?
—Ah, bueno, haberlo dicho antes. Tienes revistas del Nathional Geografic dentro del baúl que hace de mesa, cógelas si quieres. A mí me acompañan mucho cuando voy a… ya sabes… al baño —dijo mientras se dirigía con los gusanos hacia sus asesinas.
—Genial. Ahora te veo. Cuando acabes avisa.
—¿Cuando acabe qué?
—Cuando acaben de comer las tortugas.
—Ah, vale. ¿Para qué quieres que avise?
—Para salir —dijo sin pensar mientras se escabullía dentro del baño, Luka ya abría la tapa del tupper y tenía preparados los palillos… puag.
—Eh… —¿Y qué demonios tenía eso que ver con el baño? ¡Hombres! No hay quien los entienda.
Dio de comer a las tortugas, las hizo alguna que otra carantoña, dejó la verdurita en el comedero y aprovechó para recoger mientras Laura comía. Cuando esta acabó pasó directamente a limpiar los residuos y demás porquerías que se acumulaban a diario en el terrario mientras la iguana trepaba por las cortinas y se escondía debajo del bando que tapaba los agujeros en la tela, y no es que Laura las hubiera roto a propósito pero de jovencita se ponía nerviosa cuando había gente en casa y de vez en cuando le daba por morder la tela… y bueno… había algunos agujeros, así que Luka, práctica como era, en vez de comprar cortinas nuevas —que costaban un ojo de la cara—, había pasado unos fulares grandes, de estos que valen para cubrir muebles, por encima de la barra haciéndoles grandes caídas en los puntos estratégicos, no quedaban mal como bando y a Laura le gustaba esconderse en ellos, por tanto todo solucionado. Sacó a las tortugas, las dejó corretear por el suelo y jugó con ellas. Cuando estaba con sus niñas, no pensaba en nada más que en ellas. Eran tan cariñosas, tan divertidas, que era imposible aburrirse.
—¿Te queda mucho?
—¡Ostras! —Se había olvidado por completo de avisarle, lógico, era una petición estúpida—. Sí, digo, NO, ya está, ya han comido.
Alex salió al momento del baño y Luka volvió a meter las tortugas en el acuario. Se le quedó mirando fijamente, esperando, por lo que él, extrañado la miró también.
—¿Y?
—¿No se te olvida algo? —preguntó Luka señalando al baño.
—Eh… —Se giró y comprobó que estuviera la luz apagada. Lo estaba—. No, no se me olvida nada.
—¿Seguro?
—Mmh. —Fue al baño y lo observó detenidamente, la tapa estaba bajada, más que nada porque no la había levantado, se había sentado sobre ella a leer—. Sí, seguro.
—Está bajada la tapa —comentó para que se diera cuenta de que no había descuidado nada.
—¿Y no hay que hacer algo antes de bajar la tapa?
—¿Mear?
—Después de mear.
—Bajar la tapa.
—Joder. TIRAR DE LA CADENA.
—Aps.
—Sí, aps. No has tirado de la cadena… será posible. Media hora en el baño y no has tirado de la cadena, pues olerá a rosas —dijo dirigiéndose al baño, cuando entró se dio cuenta de que no «olía a rosas» de hecho es que no olía a nada, extrañada, levantó la tapa antes de tirar de la cadena… nada… el water no había sido usado, se dio la vuelta para mirarle detenidamente.
—Contéstame a una pregunta que me tiene intrigada.
—Dime.
—¿Qué has estado haciendo durante esta media hora en el baño?
—Leer.
—¿Leer?
—Sí.
—Vale. — ¡Hombres! ¡¿Y dicen que las mujeres somos complicadas?!— No quiero saber nada más… vamos a desayunar.
Contra todo pronóstico la cafetera era express, moderna, negra y hacía un café delicioso. Quién sabe por qué Alex había imaginado que sería una cafetera heredada de alguna bisabuela o algo por el estilo, así que se llevó una grata sorpresa cuando la vio. Luka hacía el café bien cargado. Natural, para más señas. Sacó un par de tazones enormes de desayuno, los llenó de café hasta la mitad y añadió leche. Menudo tanque. Sacó una sartén plancha del horno y la puso sobre la vitro añadiendo un poco de mantequilla, cortó los cruasanes por la mitad y los cocinó; el olor hizo que Alex salivara.
—Huele de maravilla.
—Sí —dijo poniéndolos en platos sobre la encimera.
Luka tomó un sorbo de café y pensó en todo lo que había pasado en poco más de doce horas. Ufff… luego fue más lejos y pensó en toda la semana anterior… UFFF… Hizo balance… en el lado positivo: había conocido a un tipo que parecía bastante majo. Ese mismo tipo parecía ser igual de friki que ella con las películas. También habían dado de qué hablar a la Marquesa, esta vez por cosas agradables, al menos para ella. La Marquesa seguro que opinaba de otra manera. Y por si fuera poco se había pegado unos polvos de impresión. En el lado negativo: En menos de una semana ya habían discutido… Ay, Dios, eso no pintaba bien, pero también se habían arreglado, o sea, que eso iba al lado positivo. Más cosas negativas… había cogido sus llaves sin decírselo, eso no le gustaba ni un pelo, no, señor. Y… qué más… aps, en tres encuentros había roto dos tangas y un body, mmh, se mordió los labios, tendría que proveerse de más ropa interior barata a ser posible, no estaba la vida como para tirar el dinero. ¿Algo más? Si lo había no lo recordaba.
—¿Qué piensas? —preguntó Alex al verla tomar café pensativa, en otro mundo.
—Nada, hacía balance —miró por la ventana de la cocina—, parece que hace un día perfecto.
—Sí. Pero engaña, hace bastante frío.
—Lógico, has salido medio desnudo —comentó sonriendo. Se había quitado la chaqueta en el baño y ahora estaba desnudo de cintura para arriba mostrando ese increíble torso.
—Es que alguien rompió mi camisa —se encogió de hombros sin darle importancia.
—Mmh, puedes ponerte la de Javi —dijo Luka recordando la camisa que se había puesto ayer cuando salió de casa de Pili.
—¿Tienes camisas de Javi en tu casa? —Joder, ¿no era el tal Dani el que estaba libre? Javi supuestamente era el novio de R2D2—. ¿Lo sabe Pili? —aventuró recordando el nombre.
—Sí, claro, me la dio ella ayer.
—¿Ayer?
—Sí. Es la camisa blanca que llevaba puesta cuando nos vimos.
—Ahhhh… —recordó el trapo blanco que le colgaba por todas partes—, sí. Me vale seguro.
—Pues listo. Ya tienes ropa para bajar a la calle.
—¿Quieres que bajemos a la calle? —preguntó acercándose.
—No especialmente, ¿por?
—Porque son las… —miró el reloj de la pared, que probablemente habría pertenecido a alguna tatarabuela— doce y media pasadas y se me ocurren mil cosas que hacer durante el día —comentó agarrándola de la cintura y atrayéndola hacia él.
—¿Ir a la calle es una de ellas? —Puso sus manos sobre su torso desnudo y escondió la cara en el cuello sin afeitar dándole un lametón, joder, se había convertido en una adicta a su sabor.
—No especialmente.
Las manos masculinas rodearon la cintura y bajaron acariciando las nalgas.
—Perfecto.
Luka le recorrió la mandíbula con pequeños besos y ligeros mordiscos. Alex le apretó el trasero haciendo que la tripita que tanto adoraba se pegase contra su erección. Se mecieron uno contra otro disfrutando de las sensaciones que solo el cuerpo contrario podía proporcionarles. Los labios se encontraron, se reconocieron y se acoplaron perfectamente. Sabían a mantequilla y sexo, una buena combinación. Las manos de ambos comenzaron a recorrer los contornos, a buscar los puntos débiles en la danza lenta y sinuosa de los que saben perfectamente que no hay ninguna prisa. Él la agarró por la cintura y la acomodó sobre la encimera, ella abrió las piernas para acogerle más cerca. Se devoraban con los ojos y los labios, estaban tan absortos el uno en el otro que no oían nada. Solo sentían. Por eso cuando unos golpes tremendos seguidos del sonido del timbre retumbaron en toda la casa se separaron sobresaltados.
—No des golpes que vas a escandalizar a toda la casa y ya sabes cómo es la Marquesa —comentó una voz conocida en el mismo momento en que la puerta de la calle se abría de par en par golpeando la pared.
—¿Y qué importa la Marquesa cuando la vida de Luka está en peligro?
Luka bajó de un salto de la encimera y salió corriendo de la cocina; Alex se quedó parado en el sitio. Había reconocido las voces. R2d2 y la bruja piruja, o sea, Pili y Ruth. ¿Qué hacían aquí?
—Ruth, Pili. ¿Qué pasa? —preguntó asustada por la «discreta» entrada de sus amigas.
—¿Ves como no estaba en la peluquería? —exclamó Ruth cuando vio a Luka.
—Vale. Pero tampoco está muerta y su cadáver abandonado en algún callejón oscuro —contestó Pili a la defensiva.
—Podía ser cualquier cosa. ¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras? —dijo Ruth haciendo dar vueltas a Luka para poder inspeccionarla bien por todas partes.
—¿Te ha pasado algo? ¿Tuviste algún problema? —preguntó Pili a su vez girando alrededor como una peonza.
—¿Por qué no cogías…?
—¿… el teléfono? —acabó Ruth—, ¿por qué has desconectado…?
—¿… el móvil? —Finalizó Pili—. ¡¡Demonios Luka!! ¿Es que no has visto los correos?
—Te he mandado mil.
—¿Cómo se te ocurre…?
—¿… hacernos esto?
—¡En qué narices estabas…!
—¡… pensando! —Hablaban tan rápido y estaban tan nerviosas que la una terminaba las frases de la otra sin ni siquiera darse cuenta, como solo lo hacen las amigas que llevan toda la vida juntas y se conocen a la perfección.
—ALTO AHI. ¿Me podéis decir qué cojones os pasa? —preguntó levantando las manos en alto Luka, mareada con tanta pregunta.
—Fácil —interrumpió los gritos una voz grave y tranquila, de estas que dejan a todo el mundo callado para escuchar—, Ruth llamó a casa esta mañana temprano comentando que no respondías al fijo ni al móvil. Pili hizo lo mismo y obtuvo el mismo resultado. Te mandaron e-mails que tampoco respondiste. Les dije que lo mismo estabas con tu vampiro, cosa que Pili desmintió fervientemente. Ruth, que estaba «muy tranquila», se vino a casa a hablar con Pili mientras daban tiempo al tiempo para volver a llamarte. A las once y media empezaron a hablar de las cosas que podían haberte ocurrido, mencionaron vertederos, ríos, atropellos, etc. y me intentaron convencer de venir aquí a mirar a ver si había pasado algo; en ese momento Pili recordó que ibas a ir a la peluquería a ponerte tu color de pelo otra vez. —La miró e hizo un inciso—. Gracias a Dios, ese color es horrible. —Continuó con su alegato—. Y decidieron esperar un poco más. Pero en el interludio llamó Dani para ver si bajábamos al bar por la tarde a ver el partido y Ruth le contó lo que «creía» que te había pasado. Dani, que no es «nada alarmista», decidió venir inmediatamente a ver qué había ocurrido, pero luego recordó que no tiene llaves de tu casa y que por tanto no puede entrar. Así que, hoy sábado a las doce de la mañana, justo cuando estaban poniendo en bricomanía cómo hacer un jardín zen, programa que llevo un mes esperando, no me quedó más remedio que salir pitando de casa para evitar que Dani, que por cierto tiene que estar a punto de llegar, tirara abajo la puerta a golpes. ¿Has entendido algo? Bien. Voy a por una cerveza, te aseguro que la necesito —dijo Javi lanzando una durísima mirada a sus acompañantes femeninas.
—¿Qué tal? —dijo Alex saliendo de la cocina. Había escuchado toda la conversación, si es que a «eso» se le podía llamar conversación, y viendo el cariz que tomaba la situación decidió que estaba más seguro en un sitio donde tuviera espacio para defenderse en vez de esperar a que alguno de esos locos entrara y le acorralara entre dos paredes.
Dos pares de ojos femeninos lo miraron como si fuera un fantasma haciendo acto de presencia cuando menos se espera y que por supuesto era para nada bienvenido. Al lado de las dos mujeres estaba el tío más impresionante que había visto en su vida. Por lo menos dos metros de altura, unos hombros que ocupaban todo el pasillo, manos grandes, brazos grandes, cuello grueso, ni pizca de grasa y mucho músculo, según podía verse bajo la apretada camiseta que llevaba. Alex lo miró fijamente a los ojos. Unos ojos que estaban ubicados en la cara masculina más amable, compresiva y por qué no decirlo, compasiva, que pudiera tener un hombre de esas dimensiones. Javi sonrió divertido, imaginando lo que había pasado. Le tendió la mano.
—Hola, soy Javi. Tú debes ser… eh… ¿Drácula? —preguntó amistoso.
—¿Drácula? —respondió Alex alucinando mientras respondía al saludo y miraba fijamente a Luka.
—Ya te dije que no sabía tu nombre… de algún modo tenía que llamarte —contestó encogiéndose de hombros.
—¿Qué hace aquí Draculín? —preguntó Ruth con ojos como platos—. Esto… no te ofendas.
—Ya puestos prefiero Conde Drácula, tiene más prestigio —comentó Alex un poco picado.
—Sí, ¿qué ha pasado con el plan de ayer? —dijo Pili ignorándole totalmente antes de darse cuenta de lo que decía.
—¿Qué plan? —preguntaron Javi y Alex a la vez.
—Ains —se encogió Pili.
—Chicas, reunión en… —Ruth miró alrededor—, mira que es pequeña tu casa, caramba. Reunión en tu cuarto. Id a por unas cervecitas, chicos. Ale, ale —dijo empujando a los hombres hacia la cocina mientras cogía a las mujeres y tiraba de ellas hasta la caja de cerillas.
—¡¿Qué ha pasado?! —preguntó una nueva voz entrando como un tornado en escena—. ¿¡Está bien Luka!?
—Joder. Esto parece una pésima obra de teatro —dijo Luka quisquillosa.
—Eh, ¡no me jodas! Vengo corriendo asustado porque me han dicho que te han violado y me recibes así. Vete a la mierda —contestó Dani enfadado, aunque inmediatamente después preguntó preocupado—. ¿Estás bien?
—¿Una cervecita, Dani? —preguntó Javi agarrando al nuevo personaje por los hombros y llevándolo a la cocina.
—¿Cómo?
—Yo te explico. Tú tranquilo. Deja a esas locas —mirada penetrante y enfadada hacia las chicas— que se arreglen ellas solas. Seguro que el Conde Drácula aquí presente nos puede explicar lo que yo no sé pero sí imagino sin histerismos ni chorradas varias —dijo señalando a Alex.
—¿Tú eres el vampiro? —preguntó Dani recorriéndole de arriba abajo, caray, Luka no exageraba ni un pelo, estaba buenísimo, y menudos pectorales…—. Te falta la capa.
—En realidad me llamo Alex —dijo incómodo ante la mirada evaluadora de su «supuesto contrincante»—, y sí, ¿Javi?, me explica de qué va todo esto, seguro que soy capaz de ponerle algo de lógica.
—No te equivoques. No hay lógica en todo esto. Es imposible cuando están esas tres metidas en el ajo. Pero tranquilos, yo os cuento.
Sábado 8 de noviembre de 2008, 13.01h. Cuarto caja de cerillas.
Las tres amigas estaban amontonadas sobre la cama hablando en susurros. Bueno, todas no, Luka y Ruth hablaban en susurros, Pili hablaba en lo que para ella eran susurros y para el resto del mundo un tono de voz normal y corriente.
—No me ha pasado nada —dijo Luka enfurruñada.
—¿Por qué no cogías el teléfono?
—Porque ayer nos la lio la Marquesa y lo desconectamos por si acaso.
—¿Y por qué has apagado el móvil?
—Esto… por si a alguien se le ocurría llamar por la mañana…
—Aps —dijeron a la vez las dos amigas. Acababan de atar cabos.
—Perdona, no se me ocurrió —comentó Pili—, pero es que se suponía que no ibas a pasar la noche con Colmillitos, ¿recuerdas?… cosas de tu pelo.
—Que, por cierto, es lo más horrible que has hecho nunca y eso que cuando te lo pusiste verde yo pensaba que no podrías superarte, pero sí, te has superado y mira que lo pensé, pero como luego decís que si siempre estoy aguando las fiestas, que si soy demasiado seria, que si hay que probar cosas nuevas, pues me callé, pero desde luego que lo pensé, porque no tenéis entre las dos ni medio cere…
—Ya, ya lo sabemos, Ruth. No te embales que nos conocemos —paró Luka la perorata.
—Además, he pensado que como aún tenemos el tinte rojo que compraste podíamos intentar otra cosa, al fin y al cabo… —exclamó Pili pensativa dándose golpecitos en la boca.
—¡NO! —respondieron Ruth y Luka a la vez; luego se miraron extrañadas… ¿habían coincidido?
—Chicas, es la primera vez en la vida que os veo estar de acuerdo… y que justo ocurra para llevarme la contraria a mí, no sé si me hace gracia…
—Naaaaaaa, ha sido casualidad. —Luka miró a Ruth.
—Sí… esos misterios sin resolver que tiene la vida… no le demos importancia —contestó Ruth comenzando a reírse…
La risa nerviosa de Ruth fue rápidamente acompañada de una más fluida y agitada de Pili y el circulo se cerró cuando la espontánea y estentórea de Luka se unió al coro. Las tres acabaron tiradas en la cama muertas de la risa; los nervios y el susto por fin se esfumaron.
—Bueno, y ahora que estamos más tranquilas, la pregunta del millón —dijo Pili serenándose.
—¿Por qué esta Drácula en tu casa? —preguntó Ruth.
—Se llama Alex. Y veréis, es que resulta… que…
Y procedió a contarlo todo… varias veces.
—En fin, parece que al final te voy a conocer. Soy Dani —dijo extendiendo la mano.
—El jefe y amigo de Luka, ¿no? Yo soy Alex —contestó estrechándosela quizá un poco demasiado fuerte—. El no… nuevo amigo de Luka. —Leches, había estado a punto de decir novio. Si lo hubiera hecho ya solo le habría faltado mear en las esquinas para marcar más todavía su territorio. Pero es que este tipo le irritaba con sus puñeteros cojines.
—¿El no nuevo amigo? Genial, ya somos tres los no amigos —malinterpretó Dani y le echó el brazo al hombro acercándolo a la ventana como quien no quiere la cosa, ese torso descamisado merecía la pena verse a plena luz del sol—. No te lo tomes muy a pecho, las mujeres a veces hacen y piensan cosas raras pero con lo que se ve en la tele a diario no les quito la razón… Lo cierto es que a mí me han persuadido de que había pasado algo, así que ya ves… son convincentes, sobre todo Ruth, uffff… cuando empieza a emplear la lógica es tremenda.
—Tate quieeeeto, nene —dijo Javi saliendo de la cocina con tres cervezas cogidas por el cuello en la mano y alzando las cejas hacia Alex—, qu’espropiedápriva.
—¿Eh? —¿No hay nadie normal en esta casa?, se preguntó Alex. ¿En qué idioma hablaba Javi ahora? Y joder, mira que es sobón este hombre, pensó sacudiendo los hombros para librarse del «abrazo» de Dani… Menudo repertorio de amigos tenía Luka.
—Nada, bromas privadas. No nos hagas caso… ¿Y bien…? ¿Qué ha pasado?
Dani cogió sus cojines y se sentó sobre ellos mientras Alex se colocaba en el sillón en el extremo pegado a las cortinas y Javi se acomodaba en el otro extremo dejando un buen hueco entre ellos. Cuando estuvieron todos los botellines abiertos y les faltaba unos cuantos tragos, Alex contó su versión de los hechos, interrumpiéndose al llegar a ciertas «circunstancias» que a nadie de ese salón le importaba, para terminar con la entrada triunfal del club de las locas en la casa. En ese momento, Javi retomó la conversación explicando a Dani lo que había contado antes. Aunque esta vez con muchas más risas y camaradería.
Tras dar por zanjado el tema, un silencio incómodo de apoderó del salón. Se miraron los unos a los otros sin saber exactamente qué decir, al fin y al cabo era perfectos desconocidos.
—Pues estoy pensando en hacerme un jardín zen… —comenzó Javi.
—Qué interesante —aprobó Dani.
—Sí, lo estaban echando por la tele cuando tuve que salir corriendo hacia aquí.
—Aps —tema cerrado.
Dani se mesó el pelo, su carácter no soportaba por mucho tiempo el silencio.
—Parece que se avecinan malos tiempos —comentó Javi—, empieza a ser complicado encontrar curro en las obras.
—¿A qué te dedicas? —preguntó Alex.
—Soy albañil. —Ajá.
—En los cristales también se está notando. Y las exposiciones ni te cuento, apenas se hacen ya.
—Sí. ¿Y tú a qué te dedicas?
—Vendo componentes electrónicos al por mayor —contestó Alex.
—Ah.
—Vale.
A ninguno le apetecía hablar de la crisis, ya estaban dando la voz de alarma en los telediarios, la radio, etc., y no era un tema muy agradable para comentar. El trabajo tampoco era muy interesante, más todavía en fin de semana. Al final otro incómodo silencio adornaba el aire… Parecía mentira, pero con las chicas alrededor nunca había silencio. Se las echaba de menos.
—¿Os conocéis desde hace mucho? —Rompió Alex la pausa.
—Bueno, yo conozco a Pili, Ruth y Luka desde que tengo seis años.
—¡Vaya! Os criasteis juntos.
—Ni te lo imaginas. Mi familia vivía encima de Luka. Pili en el portal de al lado y Ruth en el de enfrente, íbamos los cuatro al mismo colegio. Así que sí… nos criamos juntos.
—Yo sin embargo os conozco desde hace menos tiempo —interrumpió Dani, tanto tiempo callado le estaba comiendo la moral—; hace unos ocho años, cuando Luka empezó a montar expos, fui su primer jefe y espero que el último —dijo enarcando varias veces las cejas, se estaba aburriendo así que iba a hacer lo que mejor se le daba, INCORDIAR, y como con Javi y su paciencia no podía, la emprendió con Alex… que no sabía por qué pero imaginaba que no iba a ser difícil… Se mostraba muy posesivo con Luka… interesante—. Es una mujer estupenda y una trabajadora incansable.
—Tienes toda la razón. —¿Su último jefe? ¿A qué narices venía eso? Alex miró a Dani con los ojos entornados—. Pero no veo por qué iba a quedarse en el mismo trabajo toda la vida. Probablemente aspire a algo más que ser una simple secretaria, limpiar retretes y descargar camiones —recordaba perfectamente la conversación en que Luka le explicaba su cometido en la empresa—, ¿no crees?
—Vaya. Veo que te ha contado cosas del trabajo. En fin, puede que mi padre y mi hermano sean un poco obtusos pero te aseguro que yo tengo muy presente todas sus capacidades. —Más movimiento de cejas por parte de Dani.
—Ay, Dios —suspiró Javi, viéndole venir.
—¿A qué capacidades te refieres exactamente? —Alex estaba inclinado amenazante, sentado a medias en el sillón; sus ojos relampagueaban.
—Ya sabes… no creo que estés tan ciego como para no verlo.
—Lo mismo tenemos diferentes ángulos de vista, así que explícate.
—¿No creéis que las chicas están muy silenciosas? —Metió baza Javi.
—Hombre, no creo que conozcas a muchas mujeres capaces de descargar camiones con pluma. —Dani pasó olímpicamente de Javi y su intento por mantener la paz; se estaba empezando a divertir—. Esa chica sabe manejar palancas. Sí, señor, y parece mentira con esas manos tan pequeñas, pero no, no tiene ningún problema, por muy grande que sea la palanca ella se las apaña para abarcarla con la mano apretando lo justo para hacer que la obedezca, que se mueva adonde tiene que ir, arriba, abajo, suavemente, despacito. Y si la palanca se pone dura, tampoco hay problema, usa las dos manos con determinación y la lleva hasta donde ella quiera, más allá del límite… en fin, una joya.
—Mira, tío… —Las manos de Alex estaban convertidas en puños sobre sus rodillas, los ojos rasgados, los labios apretados, Javi le pasó un brazo sobre los hombros y le dio un apretón.
—Está hablando de grúas, más exactamente de las palancas que manejan las plumas de las grúas de los camiones —comentó Javi sin dejar de darle palmaditas en la espalda mientras dirigía a Dani una mirada que decía que se controlara o le controlaría él. A veces las bromas de su amigo no eran nada graciosas.
—Aguafiestas —rio Dani entre dientes—. Tendrías que ver cómo maneja cajas de cristales de 500 kilos de peso IM-PRE-SIONANTE. Lo dicho, tiene un control demoledor. Basta con que se acerque al camión y este ronronea. Y no la has visto cortar cristales, es digno de verse, coloca la plancha, coge la rutina y se inclina sobre la mesa totalmente, llegando hasta el final del cristal, los muslos pegados al borde, el brazo extendido, los riñones asomando por debajo de la camiseta estirada… mmh… ¿Te has fijado en que tiene un tatuaje de esos celtas justo en la cadera? Pues cuando corta cristales se le ve entero, por debajo de la tira del tanga… lo dicho, digno de verse.
—Dani majete, te toca ir a por cervezas a la cocina. YA —ordenó Javi cuando Alex se levantó de golpe del sillón. Dani guiñó un ojo y partió raudo, veloz y riendo a la cocina—. No le prestes atención, disfruta incordiando y si le sigues el juego tú pierdes.
—Joder —dijo Alex sentándose de nuevo, él no había visto ese tatuaje, solo lo habían hecho cara a cara, pero esa noche por todo lo sagrado que lo vería. Nadie iba a conocer mejor el cuerpo de Luka que él y menos ese bufón idiota que regalaba cojines viejos. Además, ¿a qué se refería con un tatuaje de esos «celtas»? Mmh, su mente empezó a darle vueltas al asunto.
—En fin… ¿Crees que el Real Madrid ganará la liga? —dijo Javi buscando un tema que esperaba fuese «seguro».
Cuando Dani regresó con las cervezas el ambiente ya estaba calmado de nuevo, los tres hombres eran del mismo equipo así que no se esperaban más «incidentes». Además, la vena sádica e incordiante de Dani parecía haberse evaporado.
Estaban enfrascados en una charla apasionante sobre las técnicas de cada jugador en la que por cierto Alex y Dani parecían incapaces de ponerse de acuerdo.
—Lo que no me explico es cómo después de planear concienzudamente que no ibas a acostarte con Drácula, acabasteis en casa…
—Esto… estaba cansada —aunque fueran sus mejores amigas, Luka no estaba dispuesta a confesar el menage a trois entre los vaqueros, Alex y ella… era demasiado íntimo.
—Lo que yo no me creo es que acabarais sobre los cojines de Dani con lo cómoda que es esta cama —terció Ruth, que no tenía una pizca de espontaneidad en todo el cuerpo.
—Ya ves, cosas que pasan. —No es que hubiera contado todos los detalles pero sí comentó de pasada el tema «polvo sobre cojines» cuando contó la discusión con la vecina de abajo.
—Además de incómodos —Ruth era incapaz de dejar un tema cuando empezaba—, es tan inesperado, no sé… a ver, si en medio de la vorágine tenéis la sangre fría de buscar un condón entre la ropa, que imagino estaría revuelta y tirada por todos lados y luego colocarlo, que es sencillo pero hace falta temple para que no se arrugue, ¿por qué no aprovechar de paso el momento e irse a la cama?
—Eh… mmh… —Demonios, se le había olvidado lo del condón, pero no había problema, se había corrido fuera.
—Luka… —dijo Pili muy seria.
—No habréis olvidado… —continuó Ruth con una mueca de horror en la cara.
—¡No habrás sido capaz de hacerlo sin condón! —interrumpió Pili alzando la voz, pasando de susurrar (según ella) a hablar normal (casi a gritos, según el resto del mundo).
—No me puedo creer que digas eso, no fue para nada un penalti, joder…
Un grito interrumpió la discusión sobre la jugada…
—¡No habrás sido capaz de hacerlo sin condón!
Todo quedó en silencio, Alex sintió la mirada de animadversión de los que hasta ahora habían sido unos compañeros de charla divertidos y animados. Joder. Se oyó una puerta abrirse…
—La’s caga’o chaval —comentó Javi, que ya no se sentía amable ni compasivo, sino dispuesto a matar a cierto gilipollas.
—Hasta el fondo —aseveró Dani con gesto serio.
—Por Dios, Luka, puede tener alguna enfermedad contagiosa, puede haberte dejado embarazada, por favor… ¿Desde cuándo no tienes cerebro, tía?, desde siempre. Si ya lo he dicho miles de veces, pero esto… esto es la gota que colma el vaso. Es que no tienes ni pizca de sentido común.
Los pasos y la voz se oían cada vez más cerca, que, si Alex no se equivocaba, pertenecían a Ruth, y parecía muy enfadada.
—No puedo estar embarazada —oyeron un susurro furioso que pertenecía a Luka.
—¿Y por qué no? —Los pasos se habían detenido al otro lado de la puerta del salón, los tres hombres intentaron escuchar la conversación.
—Se corrió fuera. —Más susurros enfadados, los hombres aguzaron más sus oídos—. Vamos al cuarto.
—Aun así, ¿no has oído hablar del líquido preseminal? Es igual de peligroso. Y eso es lo de menos, un embarazo se puede solucionar, pero el sida te mata. —La voz estaba tan enfadada que ni siquiera se molestaba en susurrar.
—Chicas, chicas, tranquilas, que os van a oír —ese era el tono de Pili cuando quería susurrar…
—No tiene sida. —Alex se imaginaba a Luka en esos momentos con las manos en las caderas, la barbilla alzada y la mirada furiosa que tenía cuando se enfadaba. Él se hundió un poco más en el sillón ante la mirada reprobadora de los dos hombres, que por cierto no se perdían ni una sola palabra de la conversación que tenía lugar justo detrás de la puerta, a escasos tres metros.
—¿A no? A ver, los análisis.
—¿Qué análisis?
—Los de sangre que lo demuestren.
—No digas chorradas.
—No son chorradas. Es sentido común.
—Chicas… que nos van a oír. —Alto y claro, Pili. Alto y claro.
—Arg, vamos al Lancelot y allí sólitas lo hablamos, ¿vale? —La voz de Luka sonaba decidida. ¿Qué era el Lancelot?, pensó Alex.
—Perfecto.
La puerta del salón se abrió, Ruth entró, cogió su bolso y el de Pili y salió airadamente para un segundo más tarde volver a entrar y quedarse parada mirándolos a los tres fijamente.
—Nos vamos. Solas. —Posó su mirada en Alex y levantó un dedo acusador hacia él—. Y tú…
—Nada, nada, ni caso, vosotros a lo vuestro. —Entró Pili cogiendo a su amiga del brazo y arrastrándola hacia la salida—. Hoy comemos en el Lancelot, te veo luego en «Donde Ayer», cariño. Ciao —dijo tirándole un beso a Javi.
—Vale, luego nos vemos —contestó Javi alzando la mano y cogiendo el beso en el aire. Cuando las chicas querían charlar a solas siempre iban al Lancelot, era su territorio privado. Javi lo sabía, Dani lo sabía y Alex estaba a punto de enterarse.
—Adiós, chicos —se asomó durante unos segundos Luka con la cara roja como un tomate—. Esto… te veo luego, Alex… Dani, pórtate bien, cielo. Javi, por fis, cierra la puerta con llave cuando os vayáis.
—TODOS —se oyó a Ruth por detrás—. Cuando os vayáis todos… no se puede quedar «nadie» solo en casa si no está Luka.
—Ya, ya, tranquila Ruth, que Javi tiene cerebro —comentó Pili desde el descansillo.
—Sí, pero Dani no, y estoy empezando a pensar que Draculín tampoco.
Y allí se quedaron solos los tres hombres… dos amigos y un extraño.
—En fin —dijo Javi mirando tranquilamente a Alex—, ¿tienes sida o alguna otra enfermedad contagiosa? Lo digo por matarte por estrangulamiento sin hacerte sangre o en caso de que no tengas nada contagioso solo molerte a golpes. —Cuando Javi se enfadaba, no alzaba la voz, no se ponía tenso… solo usaba un tono irónico, que ponía la piel de gallina.
—No tengo ninguna enfermedad contagiosa —dijo Alex serio, esperando.
—¿Le creemos? Sería una pena estropear ese precioso cuerpo, ¿no crees? —comentó Dani ligeramente, aunque sus ojos no mostraban ninguna despreocupación, conocía a Javi muy bien, y ese tono era muy peligroso.
Javi respiró profundamente, se levantó del sillón y cogió la cazadora que se había quitado al entrar en la casa. La sujetó un momento entre sus grandes manos. Estiró la espalda y movió el cuello haciéndolo crujir. Impresionaba. Mucho. Se giró hacia Dani, que en ese momento estaba sentado muy rígido en los cojines, con el cuerpo a punto para levantarse a la más mínima señal. Luego miró a Alex, le devolvía la mirada sin pizca de temor. Eso hizo que le respetara. Un poco.
—Vamos a «Donde Ayer».
—Vale. —Dani respiró de nuevo, «Donde Ayer» era para ellos lo que para las chicas el Lancelot, un lugar de reunión.
Ambos amigos miraron a Alex, que seguía sentado en el sillón. No podía quedarse allí solo, eso estaba claro, pero es que no tenía ningún número de teléfono de Luka y si se iba tendría que intentar comunicarse con ella por e-mail y no estaba dispuesto a esperar una respuesta, aunque por otro lado siempre podría volver a su casa ahora que sabía dónde vivía, pero no le parecía muy varonil quedarse esperando en el portal como un perrito abandonado a que ella apareciese a saber Dios cuándo. Se permitió un momento de duda hundido en el sillón y ese fue su error.
Laura había estado escondida en los pliegues del bando, había visto cómo su dueña se iba dejándola sola con dos machos, dos piernas a los que conocía, y otro al que no conocía. Por la tensión del ambiente sentía en sus escamas que las cosas no estaban como tenían que estar y eso la ponía nerviosa. Los dos piernas que conocía estaban fuera de su alcance pero el dos piernas nuevo estaba justo debajo de ella, en el sillón, y alguien tenía que pagar por las malas vibraciones de su dueña. Así que hizo lo que haría cualquier animal agradecido.
Alex sintió una sacudida en las cortinas, una mancha verdosa que bajaba velozmente hacia él y antes de tener tiempo de levantarse se encontró con una iguana de metro y medio sobre sus hombros, furiosa y dando latigazos con la cola. El primero le alcanzó en el pómulo. El segundo en el cuello. El tercero en el pecho, que llegó cuando la iguana descendió hasta su regazo clavándole las uñas en la entrepierna y moviéndose a una velocidad endiablada. Dani se alejó —chico precavido vale por dos— y Javi se acercó tranquilamente, agarró a Laura de la panza y la cola manteniéndola bien sujeta y separada de él, para a continuación encerrarla en su terrario. Luego miró a Alex, que se había levantado alucinando. Había recibido tres buenos golpes que sabía por propia experiencia empezarían a doler dentro de muy poco. Miró a Laura y sonrió satisfecho.
—Ponte algo encima y vente con nosotros. Hablaremos.
Alex miró a la iguana y esta le ignoró. Aguantando las ganas de estrangularla se fue al dormitorio y cogió la camisa de hombre que Luka llevaba puesta el día anterior. No iba a ir descamisado a ningún lado. Estaba saliendo cuando recordó algo, se dio media vuelta, sacó la caja de condones del bolsillo del pantalón y buscó un sitio donde dejarla; pensaba usarlos sin falta esa noche y no era plan de olvidarse de dónde estaban y tener que buscarlos, o peor todavía, perderlos y provocar el enfado de Javi. A ver, él no era un cobarde, pero es que el amigo de Luka era muy, muy grande. Abrió el cajón de la mesilla y los metió dentro, estaba lleno de cuadernos nuevos, viejos, grandes y pequeños, por debajo de ellos algo metálico brilló llamando su atención, levantó los cuadernos para verlo mejor… ¡Vaya! Largo, grueso, suave, liso, de color plata, en un extremo con la punta redondeada y en el otro con un depósito para pilas. Lo sacó del cajón y pensó en los múltiples usos que podrían darse a ese objeto… todos ellos muy interesantes. Lo volvió a colocar en su sitio, lo tapó y salió de la habitación.
Le esperaban al final del pasillo. Javi miró la camisa que llevaba puesta durante un momento.
—Me suena esa camisa —comentó. Cuando Alex se dispuso a hablar, alzó una mano—. No, no quiero saber nada más. Vamos a tomar unas cañas.