EL MINISTRO DE CULTURA CONSIGUE SU DERECHO
EL ministro de Cultura vuelve a casa después de un día ajetreado en la oficina. Se echa en la cama e intenta no pensar en nada, pero nada sucede o, más precisamente, no sucede nada. La nada está en otro sitio haciendo lo que hace la nada, que es expandir la oscuridad. Pero el ministro es paciente, y lentamente las cosas se desvanecen —las paredes de su casa, el parque al otro lado de la calle, sus amigos en la siguiente ciudad. Cree que la nada finalmente ha venido a él y que en su manera ausente le está diciendo “Querido, sabes lo mucho que siempre he deseado complacerte y ahora he venido. Y es más, he venido para quedarme”.