EPÍLOGO
Jack y Ashling paseaban por el muelle. Era una noche de mayo, y todavía no había oscurecido. Iban caminando cogidos del brazo.
–¿Quieres un toffee? –le preguntó Ashling.
–Y yo que pensaba que nada podía ser mejor.
Ashling metió la mano en su bolso.
–¿Dónde están? –Sacó una caja de aspirinas y un botellín de jarabe curalotodo antes de encontrar los toffees.
–¿Todavía llevas todas esas cosas ahí dentro? –preguntó Jack con tristeza–. ¿Las tiritas y todo eso?
–Supongo que es un hábito.
Por primera vez en la vida, Ashling se sintió un poco ridícula por llevar tantos artículos de emergencia en el bolso.
–¿Por qué no lo tiras? Ahora ya no lo necesitas. Todo ha cambiado.
Ashling lo miró fijamente. Jack tenía razón: todo había cambiado.
–Vale. Lo tiraré cuando lleguemos a casa.
–¿Por qué no lo haces ahora? Venga, tira el bolso al mar.
–¿Tirar el bolso al mar? Sí, claro.
–Lo digo en serio. Libérate de tus ataduras.
–¿Te has vuelto loco? ¿Y mis tarjetas de crédito? ¿Y el bolso?
–Coge las tarjetas de crédito. Yo te compraré un bolso nuevo. Te lo prometo.
–Dios mío, lo dices en serio.
Ashling lo miró entre cautelosa y emocionada. La idea resultaba extrañamente tentadora, aunque por otra parte le producía cierto vértigo.
–Tíralo todo –insistió él, risueño.
–No puedo.
–Claro que puedes.
«¿Podía?»
–Si fuera el bolso de piel de pitón ni siquiera me lo plantearía –dijo para ganar tiempo.
–Pero no lo es. Es un bolso viejo sin ningún valor –replicó Jack–. Y el asa se está rompiendo. Te compraré otro. ¡Venga! ¡Atrévete!
El simbolismo del acto era tentador. Pero aun así, tirar al mar un bolso lleno de cosas que necesitaba... Pero ¿las necesitaba verdaderamente? Quizá no... La imagen se fue perfilando, haciéndose posible, probable.
–¡De acuerdo! ¡Lo tiro! Sujeta esto. –Le dio la cartera, el móvil, el paquete de tabaco y la bolsa de toffees–. ¡No puedo creer que lo esté haciendo! –gritó, llena de júbilo, e hizo girar el bolso con el brazo extendido. Una vuelta. Dos. Y entonces, aterrada y exultante, lo soltó.
El bolso salió despedido describiendo un arco contra el cielo, cargado de imperdibles, tiritas y bolígrafos. Luego inició el descenso y cayó al mar, donde el agua lo recibió con un pequeño chapuzón.
[1] Lapalabra francesa oui se pronuncia igual que la inglesa wee (pipí).(N. de la T.)