Señor, de día ayuda te pido,
y de noche te reclamo…
Me hundiste en el pozo más hondo,
en lo más oscuro y profundo.
Tu ira sobre mí recae, y con tus olas
me abrumas.
Has hecho que mis amigos me rehúyan,
por el horror en que me has convertido.
Encerrado, ahora no puedo escapar;
de tristeza la vista se me ha nublado…
Me crie afligido y a la muerte próximo.
Sufro tus terrores; estoy indefenso.
Tu ira en mí desborda; tus temidos ataques
me destruyen…
Has hecho que mis amores y amigos me rehúyan;
y por eso de la oscuridad me acompaño.
Salmo 88: 1, 6-9, 15-16, 18