Agradecimientos

A Henry de Jesús López Londoño, por las extensas entrevistas que me concedió desde su reclusión en el penal de Ezeiza.

Al doctor Carlos Broitman, por su colaboración inestimable y su disposición permanente para proporcionar la información requerida.

A María Alejandra Páez, una joven, tenaz y muy despierta periodista colombiana que se comprometió con la investigación y obtuvo testimonios y documentos muy valiosos para este libro.

A todas las fuentes —tanto de Argentina, como de Colombia— que nos dieron información sobre temas extremadamente sensibles y delicados, algunas de ellas arriesgando sus propias vidas al hacerlo.

A Nelson Matta Colorado, por sus inestimables aportes.

A Marcelo Sain, por su generosa y desinteresada colaboración. A Mónica Cuñarro, por ayudarme a entender que es necesario parar la pelota en los momentos en los que el partido se pone complicado.

A Mauro Fulco, Rodolfo Palacios y Pablo Corso, responsables de Libros de Cerca, sin cuya locura hubiese sido imposible editar este trabajo.

A Emilio Fernández Cicco, por haber transformado una buena investigación en un gran libro.

A Candelaria Schamun, por sus acertadas sugerencias.

A Carlos del Frade, por contagiarme su optimismo aún en las horas oscuras.

A Ignacio Ramírez, por incentivarme a usar el olfato de sabueso.

A María Sucarrat y Gustavo Cirelli.

A Noelia Pisano, por poner su ojo atento al servicio de la excelencia ortográfica.

A Mariano Hamilton, por disponer siempre de un rato para escuchar mis dilemas.

A mis compañeros de Traigan la tarde, Perros de la Calle y Duro de Domar, que me bancaron los nervios y las ausencias durante estos nueve meses de “embarazo”.

A Virginia Passini, por despertar a mi lado cada mañana.