Prólogo
Creer es crear
«Las personas solo cambiamos de verdad
cuando nos damos cuenta de las
consecuencias de no hacerlo».
MARIO ALONSO PUIG
Recuerdo bien el día en que conocí a Mario Alonso Puig. Me hablaron de él como un eminente cirujano, extraordinario profesional y gran persona. Subrayaron con vehemencia que era además un impresionante conferenciante, en cuyos discursos combinaba la medicina, la filosofía, la gestión empresarial, el diagnóstico social, la poesía, la literatura o la física, entre otras disciplinas. «Es un humanista», me dijo la persona que me lo presentó. Constaté de inmediato que todos aquellos calificativos no solo eran ciertos, sino que asistir a una de sus conferencias era una experiencia de gran calado, reveladora, ya que uno salía de ella conmovido, provocado, en el mejor de los sentidos, y con la sensación de que se le habían abierto infinidad de puertas en la percepción de la realidad.
Sentí a Mario como un hombre profundamente bondadoso, lúcido y sabio, al día con los últimos descubrimientos e innovaciones, tanto en materia científica como de gestión, con una extraordinaria capacidad pedagógica, rigor, humildad y empatía, y capaz de mantener permanentemente en el punto álgido la atención de un inmenso auditorio con la reflexión filosófica, ya fuera mediante el pensamiento de un autor clásico, o un relato breve, o una explicación científica de primer nivel y, por supuesto, con la anécdota hilarante, que provocaba el estallido en risas de todo el auditorio. Escuchar a Mario, ya sea en la conferencia, en el consejo empresarial, en el curso universitario o en la conversación como amigo es aprender, crecer, cambiar, mejorar. Con el tiempo hemos devenido en grandes amigos y debo decir que, desde esa amistad, reconozco en Mario a un gran, gran maestro, de los que no abundan.
He querido comenzar este prólogo con una frase del que es autor del libro que ahora estás leyendo. Además de todo lo anterior, Mario es el ejemplo de lo que comunica: su pensamiento alienta al cambio positivo, al bien común, a la generosidad, al poder llegar a ser lo que uno está llamado a ser, a crecer en el «yo» y en el «nosotros». Por ese motivo las páginas que vienen a continuación han sido escritas no solo desde la erudición, sino desde la sabiduría que aporta la experiencia. Su lectura marca un antes y un después en la visión de la realidad y del potencial humano. Ese cambio de mirada se produce a partir de la invitación que nos hace el autor para cambiar las lentes a la hora de ver correctamente las dimensiones de nuestra realidad, para valorar lo que en realidad es importante. Es un libro escrito por un médico cirujano con un gran corazón, un científico que comprende y tiene en cuenta el lado humano de la enfermedad.
Mario, como el mejor acupuntor, nos pincha preventivamente en los puntos que despiertan nuestra consciencia desde la provocación lucida y amena, y nos invita a activar dispositivos que nos protegen muchas veces de nosotros mismos; así desarrollamos lo que podríamos denominar como «inmunología emocional». Para ello nos propone el sistema ancestral del conocimiento, el que usaban los filósofos griegos o los maestros orientales: la reflexión que valora más la pregunta que la respuesta en la que los interrogantes son los protagonistas de nuestros diálogos.
En este libro nos acompaña, cual guía turístico, en un viaje por el interior de nuestro organismo, y traza una ruta desde el pensamiento hasta la reacción física, combinando sencillez con amenidad, rigor con lucidez. Su descripción es tan nítida que por momentos nos sentimos como espectadores de esas modernas tomas simuladas de un recorrido por las arterias, realizadas magistralmente en las series de televisión —hoy tan de moda— que tratan temas médicos o forenses. Y en ese safari fascinante nos descubre maravillas impensables, como la existencia y el valioso aporten a la buena salud de nuestros hipocampos, o la buena noticia —hasta hace poco negada por los eruditos— de la capacidad de regeneración de ciertas neuronas.
Mario nos abre los ojos a la posibilidad de un redescubrimiento personal y nos invita a salir al ruedo y confiar en nuestras capacidades ocultas (o hasta ahora ignoradas), dejando de lado la costumbre de limitarnos a ser meros espectadores de lo que nos pasa; todo ello bajo el capote de la motivación y el compromiso con el otro que, como el mismo apunta, es algo que «nos hace inmunes al desaliento». Nos llama a tener valor frente al cambio personal, a sabiendas de que es el único camino —sin retorno, por cierto— que todos estamos llamados a recorrer si queremos llegar a realizar nuestro verdadero Ser. Deja, además, abierta la puerta a la práctica activa de alguna de sus teorías, presentándonos ejercicios simples y prácticos para aplicar en situaciones difíciles que encontremos en nuestro camino. Tan accesibles son de realizar que, por ejemplo, solo nos basta el adecuado manejo de la respiración y la imaginación para contrarrestar los efectos físicos de las emociones negativas. Porque la vía de las emociones positivas es una ruta sin costosos peajes y estas actúan, literalmente, como energía sanadora.
Mario nos recuerda, tal y como lo hacía Antoine de Saint-Exupery, que «lo esencial es invisible a los ojos», sobre todo a la hora de valorarnos y especialmente cuando se refiere al poder del lenguaje verbal al dirigirnos a nosotros mismos. Nos invita a buscar la raíz de los problemas y a no estancarnos en las consecuencias para poder de este modo regar correctamente el árbol de nuestra existencia y no pasarnos la vida haciendo intentos para apagar nuestra sed rociando apenas las ramas y las hojas con placebos inútiles, o con la tan mentada «paz barata».
La gran aventura es la de descubrirnos a nosotros mismos, revelar nuestras potencialidades hasta ahora invisibles pero reales. Por ello nos anima a desaprender conductas falsamente protectoras del riesgo al cambio y a aceptar la incertidumbre. Desde aquí el universo de temas que veremos en este libro es amplio, profundo y fascinante. Su comprensión y las herramientas que nos brinda nos permitirán disponer de recursos para diferentes dimensiones de nuestras vidas: desde la relación que tenemos con nosotros mismos, con nuestros afectos hasta en nuestra esfera profesional.
Para ello Mario nos muestra como el miedo a lo desconocido, fundado en el desconocimiento de uno mismo, puede paralizarnos y hacernos perder la aventura de descubrirnos como los seres poderosos que somos. Nos enseña como las palabras son armas a veces demasiado peligrosas en la comunicación, aunque no son las únicas. Y que las actitudes, aparentemente inofensivas, no lo son tanto.
Y es que la comunicación humana no es algo sencillo y menos aún porque implica, en la mayoría de los casos, desaprender conductas de reacción equivocadas que surgen de erróneas lecturas de la intencionalidad del otro. Mario propone cambiar la forma de ver el mensaje que nos llega, para ampliar el horizonte hasta la zona interna de nuestro interlocutor, donde radican sus verdaderas emociones, y no quedarnos solo con la superficie, con las formas. Para ello propone el cultivo de la confianza a través de la atenta escucha, como puente que una las orillas desconectadas en una conversación de sordos. A la hora de comunicarnos cabalmente con el otro, nos sugiere partir más del papel de explorador que del de experto. De este modo, sugiere, ampliaremos los horizontes de nuestra visión de la realidad y siempre se verá enriquecida en el marco de un intercambio basado en la humildad y la honestidad. «Muchas veces lo esencial no es convencer sino comprender», señala lúcidamente Mario.
Nos recuerda que la calidad de nuestro pensamiento condiciona la de nuestra realidad. Y debido a que, en buena parte, lo que creemos se convierte en lo que creamos es imprescindible el dominio de nuestra conversación interior para alcanzar las metas que realmente deseamos, como él afirma: «ante los desafíos, concentrémonos en lo que queremos, no en lo que tenemos». Y añade «cuando simplemente reaccionamos a las circunstancias, nos convertimos en esclavos de ellas. Cuando en lugar de reaccionar respondemos, nos convertimos en generadores de nuestras propias circunstancias». Porque la inercia tiene sus peligros y parece mentira lo esclavos que podemos llegar a ser si nos dejamos llevar por nuestra emotividad impulsiva, o cuando enterramos nuestros sentimientos más profundos. Lo más grave, como dice Mario, es «la falta de destreza en la gestión de nuestras emociones», y agrega además que «es una de las principales causas por las que enfermamos». Buscar hechos y no juzgar, exponer claramente las emociones y pedir ayuda sin exigirla, mirar más allá de la ira del otro son algunas de las sugerencias para alcanzar una comunicación saludable con nuestro interlocutor en cualquier circunstancia y en cualquier ámbito, tanto en lo personal como en lo profesional.
Nuestra meta debe apuntar hacia el «comprender para conectar» y no hacia el «convencer para dominar», y eso es lo que magistralmente consigue este libro: revelar, desvelar, convencer, emocionar, impulsar a la acción transformadora. Por ese motivo es un lujo tenerlo en esta colección, y por ello también celebro y te agradezco profundamente, querida lectora, querido lector, que de nuevo nos encontremos aquí, en el papel, que es donde la mayoría de los sueños comienzan a convertirse en realidad.
Con sincero afecto y amistad,
ÁLEX ROVIRA CELMA