LA TRANSEXUALIDAD MASCULINA

Centrándonos en la transexualidad masculina, el grupo EL HOMBRE TRANSEXUAL nos aclara algunos conceptos: «La transexualidad masculina, es decir, hombres nacidos en una anatomía femenina es, de todos los colectivos GLTB, la realidad más ignorada e invisible. La sociedad apenas sabe de su existencia, y, en el mejor de los casos, suelen tener una idea errónea de lo que significa ser un hombre transexual».

Apenas contamos con referentes que ayuden a comprender con rigor a este colectivo. El científico norteamericano Ben Barres, investigador transexual, resulta casi una excepción[21]. «Se es transexual cuando se experimenta una necesidad profunda e irrevocable de pertenecer al sexo contrario al asignado al nacer en función de los genitales del individuo. En este caso, somos hombres a pesar de haber nacido con una anatomía femenina. Asumimos un rol masculino, el que de verdad sentimos y nos corresponde, incluso antes de poder iniciar la terapia hormonal y quirúrgica que nos permite solventar nuestro conflicto entre cuerpo y mente a través de un complejo proceso de reasignación de sexo. Hasta hace muy poco, el desconocimiento, derivado de la falta de información, era uno de los principales problemas al que un hombre transexual tenía que enfrentarse. Pero en el momento actual contamos con nuevos medios, nuevas posibilidades que pueden emplearse para romper el aislamiento, abrir vías de comunicación y facilitar mucho las cosas a través de una información detallada, veraz y objetiva. Por este motivo, hemos decidido crear una completa página web especialmente dedicada a proporcionar esa información, pero también orientada a propiciar el contacto y la comunicación entre los hombres transexuales. Se trata de un proyecto participativo en el que no sólo se puede encontrar información médica y jurídica, fotografías, datos prácticos, noticias o relatos, sino que también proporciona distintos medios de expresión y comunicación…»[22].

Entre los objetivos de EL HOMBRE TRANSEXUAL nos encontramos con las siguientes reivindicaciones:

1.Comunicación. Creemos que es un objetivo primordial y urgente establecer herramientas de comunicación efectivas para los hombres transexuales. Ya sea por medio de nuestra página Web o nuestro foro de debate virtual, o por medio de nuestras reuniones mensuales en un local público. Junto con la información creemos que corre pareja la ayuda emocional, el apoyo y la preocupación por el bienestar psicosocial de las personas transexuales, de los hombres transexuales y su entorno familiar, laboral, educativo, etc.

2.Visibilidad. Nuestras actividades encaminadas a una mayor visibilidad de la realidad de la transexualidad tienen como objetivo llevar al público (profesionales de la sanidad, de la educación, de los asuntos sociales, política, otros colectivos GLTB, y al público en general) una visión veraz, objetiva y destructora de tópicos acerca de nuestras realidades y problemáticas. Queremos ser visibles para normalizar y para sensibilizar de nuestros problemas, para destruir el halo demarginalidad y los prejuicios que existen alrededor de la transexualidad.

3. Información. Existe muy poca información sobre la transexualidad, tanto para nosotros, hombres transexuales, como para el resto de la población. Queremos que esta información llegue correctamente allí donde más se necesita: centros sanitarios, educativos, medios de comunicación, etc.

Como objetivos primordiales recogemos igualmente las reivindicaciones que han venido haciendo a lo largo de los años los demás colectivos transexuales del Estado Español:

1.Sanidad. Urge la existencia real y regulada legalmente de la asistencia sanitaria para las personas transexuales en la totalidad del territorio español. Eso sería posible con la inclusión del proceso de reasignación sexual dentro de la Seguridad Social, una realidad ya en las Comunidades Autónomas de Andalucía y Extremadura. Así se evitarían situaciones lamentables como la automedicación hormonal, las autolesiones y los suicidios, consiguiendo también una mayor implicación de los profesionales sanitarios y mejoras en la cirugía de la reasignación sexual. Así mismo, queremos que la transexualidad deje de ser considerada una patología mental recogida en el manual DSM IV, como lo fue en su día la homosexualidad, para desestigmatizar una realidad que no constituye un estado de falta de salud mental en sí mismo, sino que genera una ausencia de salud en tanto no esté disponible el tratamiento adecuado en el sistema público de salud.

2.Situación legal. Hemos luchado junto con el resto de colectivos transexuales de toda España para lograr una ley de identidad de género que nos ampare a la hora de tener nuestro documento nacional de identidad acorde con la realidad de nuestra identidad y rol social de hombres, en este caso, sin tener que pasar por juicios denigrantes para la intimidad de la persona y estar supeditados a una situación de vacío legal por parte de las leyes españolas, así como situaciones de grave discriminación laboral y social.

Urge reclamar verdaderas y eficaces medidas de protección y asegurar la atención médica de las personas transexuales internas en centros penitenciarios.

Para llevar a cabo una reivindicación seria acerca de su problemática, EL HOMBRE TRANSEXUAL ha elaborado una guía clave de definiciones y formas de expresión que nos ayudan a comprender y utilizar mejor las palabras. Algunas de ellas son:

•Género (social): Conjunto de manifestaciones y de valores que se asocian culturalmente a sexo determinado (masculino o femenino).

•Identidad Sexual: Conciencia propia e inmutable de pertenecer a un sexo u otro (varón o mujer).

•Identidad de Género (rol): Asunción y manifestación de lo que se siente en base a unas normas sociales.

•Orientación Sexual: Es la atracción física que se crea entre los individuos, que puede ser heterosexual, homosexual o bisexual.

•Travestido: Persona que viste con ropas del otro sexo para satisfacer un deseo erótico-fetichista, pero se acepta e identifica con su sexo de nacimiento.

•Intersexual: Persona en la que coexisten caracteres sexuales masculinos y femeninos.

•Transexual: Persona que encuentra que su identidad sexual está en conflicto con su anatomía.

•Proceso o tratamiento de reasignación de sexo: Suele implicar un seguimiento psicológico, un tratamiento hormonal, operaciones quirúrgicas de reconstrucción, procesos legales y también sociales.

•Cirugía Reasignación Sexual (CRS) (y no «Cambio de sexo»): Intervención quirúrgica mediante la cual se rectifica el sexo asignado al nacer por el real y más acorde a la identidad de género.

De entre las actividades que realiza la Asociación EL HOMBRE TRANSEXUAL, destacamos, como más importantes, las siguientes:

•La Asociación se reúne mensualmente los segundos sábados de mes para favorecer la asistencia de personas que viven fuera de Madrid, de 16,30 horas a 20.00 horas en el Centro de Servicios Sociales «La Guindalera», sito en la calle Pilar de Zaragoza, 28.

•Realizamos y organizamos todo upo de actividades principalmente informativas que se dirigen tanto a los propios hombres transexuales como a familiares, amigos, profesionales y cualquier persona que busque ayuda, asesoramiento y/o apoyo.

•Organizamos charlas y conferencias sobre la temática transexual haciendo hincapié en todas las facetas que ello conlleva, como es el área de cirugías y endocrinología legal y social.

•Realizamos múltiples actividades, que incluyen excursiones y salidas, así como encuentros lúdico-deportivos para hombres transexuales, familiares y amigos con el objetivo de ofrecer espacios de ocio y realizar actividades de interés humano, como son los talleres sobre sexualidad, masculinidad y relaciones personales; visionados de películas y documentales de temática transexual y sus correspondientes videofórum; actividades deportivas, cenas de Navidad, encuentros con otros colectivos, etc.

•Asesoramos a hombres transexuales inmigrantes en nuestro país sobre la mejor forma de conseguir asistencia médica y ejercer sus derechos desde el punto de vista social y legal.

Javier, Jorge y Mario, hombres transexuales

A continuación aportamos una entrevista con tres hombres transexuales, Javier, Jorge y Mario y Ana, la esposa de uno de ellos, que nos permite conocer más y mejor sus inquietudes y realidades actuales.

Ante todo quiero agradeceros a vosotros, hombres transexuales, que queráis participar en este libro de autoayuda; además, en esta entrevista contamos con Ana, la esposa de un hombre transexual.

En primer lugar, a vuestro juicio, qué temas consideráis que se deben de tratar en un libro de autoayuda pensando en los hombres transexuales.

Jorge: Considero que los más importantes son autotransfobia, la niñez y la adolescencia, el entorno familiar y educativo y, también, hablar de cómo influye la cultura y la tradición judeo-cristiana en esa autotransfobia.

Y los demás, ¿qué opináis?

Javier: Sobre todo la incomprensión social en todos los ámbitos: a nivel educativo y familiar. También la incultura y el desconocimiento que nos da la invisibilidad y el problema de la documentación.

¿Y tú, Mario?

Mario: Yo opino como ellos. Se deberían tratar aspectos médicos, jurídicos, afectivos como, por ejemplo, la familia y la pareja; el entorno laboral o social en general y en el tema concreto de la autoestima, la aceptación de uno mismo, y quizá unas pautas para conseguir esa autoaceptación.

¿Habéis sentido vosotros la autotransfobia?

Jorge: Desde pequeños, si hemos oído algo sobre homosexualidad o transexualidad, ha sido peyorativo; y siempre dejando a las personas que hemos nacido con esta condición como raras, extrañas, degeneradas, viciosas, contra natura, antinatura, etc. Ésa es la educación recibida.

Mario: Tú mismo te autocensuras, te das cuenta de que, a la luz de las cosas que estás oyendo, lo que a ti te pasa no va a ser bien recibido, y entonces intentas por cualquier medio librarte de eso. Y hay muchos caminos para intentar librarte de eso, pero todos ellos niegan lo que te ocurre.

Javier: Todo eso se da más en la preadolescencia. En la infancia, cuando todavía eres completamente inocente, no eres consciente de que has nacido bajo la condición de transexual. Eres un niño y punto. Te comportas como tal y evolucionas como tal. Aunque los psicólogos y médicos hablan no de una enfermedad, en todo caso una ausencia de salud, o un estado no saludable. La transexualidad no se diagnostica, con lo cual no es una enfermedad; simplemente se reconoce a través de la propia evolución y dicha evolución es la normal.

Jorge: Y a nivel psicológico llega un momento en el que estás solo; sobre todo en la adolescencia, siempre los niños, las niñas, van buscando grupos afines con gente con la que te identificas. ¿Qué ocurre?, que, claro, no quieres ser marginal, no quieres ser rechazado y, tontos no somos, si no quieres ser rechazado ni marginal, si te tienes que meter en un grupo aunque no te identifiques con él, y mentir y engañar, si tienes capacidad, pues lo harás. Pero hay gente que, o bien, no tiene capacidad o por rebeldía, o por su carácter, no le da la gana y realmente expresa su rol auténtico y no el ficticio. Los conflictos que van apareciendo ahí son de muy diferente envergadura.

Pero todos esos conflictos que van apareciendo ahí, entiendo yo que tienen que generar un nivel de angustia y ansiedad importante para vosotros.

Mario: En mi caso particular, llevo, desde que tenía diecisiete años, con ataques de ansiedad que requieren medicación con tranquilizantes.

¿Y qué edad tienes ahora?

Mario: Veintiséis, y no he podido todavía dejarlos.

[La marginación y el ostracismo social del colectivo transexual es indudablemente más dolorosa que en los restantes colectivos LGTB.]

¿A qué edad empezáis ya a hacerle cara a esta situación, que hasta ese momento ha sido un falsete, una ficción?

Jorge: Depende de cada uno. Yo hace prácticamente dos años, y tengo treinta y cinco.

Mario: Yo tengo veintiséis y hace más o menos dos años.

Javier: Tengo casi treinta y ocho años y yo lo he afrontado siempre. No he utilizado nunca un rol femenino ni he vivido bajo una ficción femenina.

Jorge: Algo que sí que hemos hablado mucho en común es que, tanto haciendo el rol ficticio como el auténtico, nos hemos sentido solos, porque no sabes a quién dirigirte. Y no es solo que no sepas, es que quieres comentar, consultar, decir, me pasa esto, pero ¿a quién se lo dices? ¿A un amigo, a una amiga?, ¿a tus padres?, ¿al profesor?

Javier: Yo creo que, para las generaciones que vienen, Internet puede ser un arma de doble filo; por un lado pueden tener mucha información para su propia ayuda, pero por otro lado no necesitan tanto de esa relación personal, o sea, el hecho de poder conocer gente a través del chat y dar ahí su propia identidad real sin necesidad de que la otra persona le conozca.

Supongo que debe ser difícil encontrar personas como vosotros en vuestro ámbito escolar o laboral, porque el número de hombres transexuales es muy pequeño.

Javier: Es muy pequeño y además, en las escuelas, los educadores nos tienden a ignorar; aunque no encontraras gente como tú, si encontraras aceptación, conocimiento y respeto por parte de los profesores, no te sentirías tan mal, pero como no es así, sino que lo que encuentras es una incomprensión absoluta, pues se produce desconfianza y falta de respeto, se dan abusos, menosprecios. Hay de todo por parte del propio educador, que se supone que tiene que apoyarte.

¿Habéis tenido problemas a nivel escolar?

Jorge: Como dice mi madre: «Tú nunca me has dado ningún disgusto hasta que me dijiste que no eras mi hija, sino mi hijo.» Y hoy en día dice: «Estoy muy orgullosa de ti», hasta tal punto que el otro día me quería acompañar al festival de cine gay/lésbico porque ponían un corto sobre hombres transexuales, para decir en el debate: «Mi hijo es una gran persona y es muy formal» (risas). Yo he hecho rol ficticio desde los trece años, cuando intenté ser una mujer. Fui al psiquiatra con trece años. Lo afronté y no lo afronté; es decir, pensé en el suicidio y hubo un momento en donde me dije: ¡hasta aquí he llegado! Yo no sé cuándo madura la gente, pero si desde luego la madurez es dejar de pensar en ti y empezar a pensar en los otros, yo, desde luego, maduré demasiado pronto. Porque, con trece años, pensé en mis padres y no pensé en mí. Entonces, hice todo lo posible por ser una mujer, hasta que llegó un punto en el que dije: da igual, haga lo que haga, esto es una lucha de mí contra mí, mi conflicto y yo.

Javier: Sin embargo para mí fue absolutamente todo lo contrario. Yo fui la rebeldía personalizada y lo que quería era ser yo mismo y mostrarme tal y como era. Desde pequeño, llevaba mi nombre en el babi y tenía un Javier bien grande puesto en la espalda y todas mis compañeras me llamaban Javier, y las monjas, cuando me gritaban en clase para que pusiera un poco de interés o atención, utilizaban frases como: «Si quieres me tiño de rubia para que me hagas caso» (risas).

Ana (la esposa de Javier): Yo lo he constatado al cabo de los años, en una reunión con sus compañeras y la monja que le daba clase (risas).

Javier: Era algo público y notorio. Pero ¿qué ocurre? Que al ser tú mismo te conviertes en el bicho raro. Si hubiera hecho lo que hizo Jorge, hubiera sido normal dentro de mi disfraz.

Pero al actuar así, Javier, has tenido menos nivel de angustia.

Javier: No tiene necesariamente por qué ser así.

Porque tú has tirado por la calle de en medio con mucha valentía.

Javier: Sí, pero no eres consciente de lo que ocurre. Tú eres un chico como otro cualquiera y no tienen por qué estar de forma continuada regañándote, chantajeándote emocionalmente la familia, y haciendo mil cosas. ¡Vamos a ver! Yo soy un chico. Resulta que he crecido sin pene y ¿encima me machacas?

¿Y en tu casa, Javier?

Javier: En mi casa muy mal. Porque además he crecido en un ámbito absolutamente femenino, por eso me río de las teorías constructivistas. Mi abuela, mi madre, una hermana, una chica que me cuidaba por la mañana, una chica que me cuidaba por la tarde, un colegio de monjas, vecinas; es decir, no había absolutamente una figura masculina. Salvo mi padre, que viajaba por motivos de trabajo y venía a casa de Pascuas a Ramos. Luego dirán que era yo el que hacía la figura masculina e intentaba suplantarlo (risas), pero no era así. Yo me ponía a coser, pintar, bailar, o a coger los maquillajes de mi madre y pintarme; ¡eso sí!, a lo mejor me pintaba perilla y una cicatriz en la frente, pero me pintaba. Es decir, que no tenía un comportamiento excesivamente masculino. No forzaba a crear un personaje, sino simplemente era un niño que crecía en un ambiente completamente femenino.

¿Y a partir de qué edad dices hasta aquí?

Javier: Pues a partir de que tu cuerpo empieza a evolucionar y empieza a crecerte algo que me molesta. Mi madre me compró el primer sujetador con toda su ilusión, ¡que no sé que ilusión tendría, porque vamos! (risas); si me hacia una coleta me la cortaba, y debajo de la falda, que era obligatoria para el uniforme del colegio, yo llevaba unos pantalones. Me expulsaron de los dos colegios por mi condición de transexual. Porque era evidente. Además me enrollé con la sobrina de un político (risas) que, en ese momento estaba gobernando, y presionaron al colegio.

¿En qué estatus socioeconómico se ha desenvuelto tu infancia y adolescencia?

Javier: Clase media. Mi padre y mi madre siempre han trabajado y eso me permitió ir a un buen colegio.

¿Actualmente, tienes una buena relación con tus padres?

Javier: Ahora sí. Perfecta.

Y en vuestro caso, la situación familiar y escolar, ¿cómo transcurrió?

Mario: Yo creo que estoy entre medias de Jorge y Javier. Yo sabía que me tenía que callar. Sabía que tenía un problema, no sabía qué nombre ponerle, porque no tienes información, pero era consciente de que tenía que estar calladito. Yo, de alguna manera, percibía que no iba a ser bien aceptado y que no lo iba a solucionar tampoco porque no sabía cómo se iba a solucionar. Entonces hacía igual que Jorge; estás calladito, haces tus deberes, era buen estudiante y así nadie, en ningún momento, me recriminó nada. Yo también fui a un colegio de monjas y también me tenía que poner el uniforme.

Mario, ¿hasta cuándo soportas esta situación?

Mario: Yo me fui del colegio a los catorce años. Pasé al instituto y allí mucho mejor, ya te relacionas con amigos, ya te sientes un poco más aceptado, te puedes vestir como quieres. En ese momento lo que pasa es que, como ya eres adolescente, empieza a operar el tema de la autotransfobia; cuando te empiezas a dar cuenta que puedes dañar a tu familia. Cuando te das cuenta de que el problema está ahí.

¿Y cada vez que te viene el periodo?

Mario: A mí me vino el periodo con once años; y nadie me había explicado nada acerca de qué era eso, por qué me tenía que pasar y qué significaba. Mi madre no me explicó nada, y no tengo hermanas. Téngo tres hermanos varones, y nadie me dijo nada. Con once años me vino la regla y dije: ¡pues vale! Y cada vez que me venía decía: ¡pues bueno, viene y se va! Es que era algo como completamente ajeno a mí.

¿Pero en tu casa nadie te había dicho, preferentemente tu madre, que ibas a tener la regla?

Mario: ¡Qué va!

Ana (esposa de Javier): ¿Y en el colegio tampoco? ¿No sabíais nada de nada?

Mario: Es que te explican cosas pero tú no relacionas. Yo, claro, cuando me ocurrió la primera vez, me dije: ¡Joder, esto qué es!, y fui a mi madre y le dije: «Mamá estoy sangrando», y entonces me dijo: «Bueno, pues te tendremos que poner una compresa». Y yo dije: «¡Ah, vale!» Y así fue.

Javier: Yo creo que los padres son los primeros que se dan cuenta e incluso su comportamiento hacia nosotros no es el mismo que si fueras una hija. Sin embargo, luego, se hacen los sorprendidos cuando les das la noticia; pero ellos son los primeros que han visto esa realidad.

Jorge: No quieren reconocerlo.

¿Y en tu caso, Jorge?

Jorge: Pues estuve en un colegio femenino, católico, me tiré quince años de mi vida en él. Hice rol femenino, intenté ser una mujer. Llegó un momento en que me dije a mí mismo: a mí me gustan las mujeres. Además, no me quería comer el tarro. Pero si consigo ser una mujer lesbiana pues me quito un marrón importante de encima. Porque ser lesbiana no es un problema, ya que si lo deseas, puedes relacionarte con mujeres; tener experiencias si quieres tenerlas y no pasa nada. Eliges tú según tu ética, tu moral. Pero el problema de decir que, toda mi vida, siempre que he tenido una fantasía sexual yo me he visto con una mujer y yo me veo con un cuerpo de hombre es duro de asimilar por la familia y el entorno. Nunca jamás en mi vida me he imaginado mujer. Esto lo hemos comentado alguna vez: cuando nos miramos al espejo, te miras la cabeza y hay una especie de distanciamiento.

¿Por qué cuesta mirar en un espejo y asumir una imagen corporal?

Javier: Es que tu cuerpo es tu mayor enemigo.

Jorge: Es el cuerpo que está ahí. Es algo que esta ahí. Yo también medité mucho sobre ello. Cuando dije: «Tengo que ser una mujer» intenté serlo y, como era tan difícil hacer algo en contra de tu voluntad, lo primero que hice fue doblegar la voluntad.

Jorge: Y alguna vez hice el esfuerzo de decir «nosotras»; me parecía que estaba mintiendo y me sentía muy mal.

Javier: Para nosotros, el vocabulario y el mentir es algo que nos marca mucho. Yo recuerdo que en octavo de E.G.B. llevaba la carpeta forrada con fotos de una modelo de Penthouse (risas), la llevaba cortada por los pezones, no se le veía los pechos pero estaba en bolas; y tú imagínate, todas las compañeras, pues están a esa edad tonteando ya con chicos, y yo todavía no había tenido relaciones con nadie y recuerdo que una compañera vino un día, así de avanzadilla, y me dijo: «Oye, pero ¿a ti te gustan los chicos?» Y yo, como siempre estaba gastando bromas, le dije: «No, a mí me gustan los muebles», y se quedó toda cortada como diciendo: «Entonces ¿es sí, es no?» Y me di media vuelta y me largué. No le había respondido.

Ana: Yo creo que ni siquiera lo pensáis.

Javier: Es que te sale.

Ana: Yo, que les conozco y conozco a muchos en distintas etapas, creo que son actos reflejos.

Javier: Ana conoce a mis compañeras de cuando estábamos en el colegio, y ellas son las primeras que lo dicen: me tenían muy mimado porque era el único chico del colegio. O sea, que entre ellas ya lo sabían, porque las niñas se dan cuenta enseguida de que tú no eres una niña y de que no pueden hablar, estando tú delante, de las mismas cosas, no se pueden comportar de igual forma. A mí no me dejaban entrar en el vestuario con ellas (risas). Me tenía que cambiar untes o después, pero nunca con ellas, porque se escandalizaban por si las miraba, por si les gastaba bromas. Pero si hubiera sido una compañera más, aunque hubiera tenido una orientación sexual lesbiana, no hubiera pasado nada.

Jorge: Los niños lo ven y se dan cuenta. Recuerdo que tendría unos nueve años, estaba con una prima mía, dos años menor que yo, viendo la televisión, cuando salió Bibiana Fernández, y mi prima dijo: «Mamá, esta mujer es un poco rara», y mi familia lo comentó con la mayor naturalidad. Mi familia, tanto nuclear como extensa, 110 es transfóbica. Nunca se ha dicho nada de maricones, ni cosas ofensivas, y si ha habido algún comentario, siempre ha sido con curiosidad, pero con respeto. Pero en aquella ocasión mi prima dijo: «Éso es lo que va a hacer la prima cuando sea mayor.» Y la bronca que le cayó fue importante; y ahora, cuando lo recordamos, nos reímos (risas). Yo he sido la niña de la casa. Me han educado y vestido como niña. Me he llevado mis azotes por no querer ponerme vestidos y me disfrazaron el día de la comunión. Pero algo pasaba en casa conmigo. Mi madre, actualmente, niega que ella hubiera notado nunca nada, pero no es cierto; además, de hecho, yo tuve un desarrollo en la pubertad en el que la mama izquierda se desarrolló mucho más que la derecha. Hasta tal punto que en la mama derecha tenía vello y en la izquierda no. Entonces había ahí algo extraño.

¿Todavía no habías comenzado el tratamiento hormonal?

Jorge: No. Era en la pubertad sí hubo ahí algo extraño. Fui a varios médicos. Lo catalogaron como una malformación. No le dieron más importancia. No miraron ni análisis hormonales, ni nada.

¿No te hicieron un cariotipo?

Jorge: Nada.

Para centrarnos un poco en los temas médicos. ¿Cómo habéis vivido el tener que llevar a cabo vuestro proceso a nivel médico/ quirúrgico?

Javier: Para empezar, si te vas a la raíz, sabes que necesitas mucho dinero. Por lo que, por suerte o por desgracia, en mi caso lo primero que tuve que hacer fue dejar de estudiar y ponerme a trabajar como un esclavo, porque tu vida se va a hipotecar exclusivamente para cubrir unos gastos sanitarios. Estoy hablando ya de hace muchos años, pero desgraciadamente, eso no ha variado mucho. Y cada vez las operaciones son más caras, aunque ahora hay otras facilidades. Aparte del miedo que te supone entrar en un quirófano, cuando eres una persona normal y estás perfectamente sano y eso te puede suponer no estarlo cuando salgas. Yo, si no me hubiera intervenido, sé que en un momento de mi vida hubiera hecho algo para quitarme de en medio. Tenía muy claro que no pensaba vivir como lesbiana, ni con una mujer lesbiana, ni nada por el estilo. Yo sabía que mi vida como mujer tenía los días contados. Antiguamente no había un protocolo definido con respecto a qué hay que hacer, si un tratamiento hormonal antes o después. Primero era la operación y era «todo» en esa intervención, es decir, entrabas en el quirófano y salías con mastectomía, histerectomía y faloplastia, todo en una sola intervención que te podía suponer hasta dieciocho horas de quirófano. Litros y litros de pérdida de sangre. Entre otras cosas tenías que firmar un consentimiento explícito donde no se hacían responsables absolutamente de nada; eso se hace siempre en todo tipo de intervenciones, pero en la nuestra aprovechaban para informarte, entre comillas, de que partías desde una situación de salud, también entre comillas, porque no es así realmente, y que lo hacías de forma voluntaria.

Y tú vas a someter un cuerpo sano a una serie de intervenciones por tu deseo; porque tú quieres y no por una necesidad, entre comillas, ¿no?

Javier: Así es, y entonces cualquier tipo de daño que ocasione esa intervención es responsabilidad absoluta del paciente. Cosa que debería ser ilegal y además es falsa. He leído informes médicos donde nos culpan hasta de ser responsables en caso de tener una infección postoperatoria. Con lo cual, lo que finalmente hice fue no realizarme la intervención de faloplastia. Además, al salir del quirófano puedes descubrir que estás destrozado anatómicamente, porque la gran mayoría de los cirujanos, no quiero generalizar, pero desgraciadamente es así, hacen unas intervenciones nefastas y a pesar de eso, evidentemente, tienes que ir con el dinero por delante.

¿Y en vuestros casos?

Jorge: Mi primera experiencia con los médicos fue a los trece años. Un maltratador psicológico con título de psiquiatra que me dijo que me pusiera faldas y ropa ceñidita. Y así estuve luchando mucho tiempo, intentando ser una mujer, pero aquello desembocó en una depresión. Había acabado mis estudios de Técnico en Comercio Exterior y no eché ningún currículo porque no quería ir a una entrevista de trabajo, pues tenía que ir y hacer rol femenino y yo era como muy ambiguo. Fui al médico, tenía depresión, y me mandó psicofármacos; entonces, me hizo sentir que perdía el tiempo y, tomo digo yo, maté el tiempo hasta los treinta y dos años, cuando me di cuenta de que el tiempo me estaba matando a mí. Entonces dije: quiero una reasignación de sexo, la solución que yo ya quería y la tenía clarísima, porque la duda siempre te acerca a la verdad. Pero hay una cosa clarísima que te lleva a la luz y es el error: desde los trece años mi vida había sido un error, y como digo yo, además era un error vital, porque la vida se me había ido. Entonces estaba clarísimo que, si no había solución, yo pensaba en el suicidio con treinta y dos años. Tenía claro el suicidio y salió él tema con el psiquiatra.

Este psiquiatra qué pretendía, ¿qué siguieras con el rol de mujer?

Jorge: Él me dijo que tenía SMD (Síndrome Maniaco Depresivo) y otras enfermedades para que me comiera el tarro. Me dijo la palabra esquizofrenia, con lo cual me asustó. Yo soy una persona que, además, me hago muchas preguntas. Entonces dije: «¡Bueno!, ¡vale!: un esquizofrénico no se da cuenta de lo que hace y vive en un mundo irreal.» Hablé con una amiga y le dije: «Dime tú a mí: ¿Tú me ves a mí como siempre o me ves distinto? ¡Dime algo! ¿Tú cómo me ves?» Y ella me dijo: «Te veo triste.» Yo pensaba que el psiquiatra era un buen profesional y que iba a ver la realidad, no el aspecto, sino el ser, no el estar. Yo llegaba a la consulta del psiquiatra y hablaba en masculino; él me hablaba en femenino, cuando salía de la consulta me besaba la mano. Le comentó a mi madre que estaba mal de la cabeza. Se saltó muchos artículos del código deon-tológico y la última sesión con él fue una pasada. De aquella sesión se me han olvidado cosas, porque mi cabeza no lo quiere recordar. Lo tengo escrito porque yo presenté una denuncia al Colegio Oficial de Médicos. Él envió una carta donde ponía que prácticamente no me conocía y que tenía una familia completamente psicótica. Hice un recurso de alzada donde dije que este psiquiatra me conocía tanto a mi familia como a mí desde los trece años y que volvía a reafirmarme en todo cuanto había dicho. Aquel recurso quedó sobreseído. Casi me da vergüenza decirlo; por cada visita a este psiquiatra pagaba ciento cincuenta euros por tres cuartos de hora.

Y posteriormente a las visitas a este psiquiatra, ¿qué haces?, ¿le operas?

Jorge: Cuando conocí a Javier y a Ana me dejaron claro que unía que realizar cuatro pasos: certificado psicológico, tratamiento endocrino, las operaciones necesarias, solo las necesarias y las que ni consideres convenientes, y el cambio de D.N.I., el cambio de nexo legal. Claro, todas las informaciones que te vienen ves que existen, pero nadie te habla de los fracasos de la cirugía, y qué grado de éxito tiene. Para decidir bien lo que necesitas es contar con el máximo de información correcta. Actualmente no me planteo la metadoplastia, en todo caso, la faloplastia, pero ahora mismo no considero que la necesite. Realmente me encuentro muy feliz.

Enhorabuena.

Jorge: Y como no solo digo yo, sino la mayoría de nosotros, nosotros somos hombres. Yo no soy un falo. Un falo es la parte de un cuerpo. Y la sexualidad es parte de la persona y de la vida.

¿Y tú, Mario?

Mario: Tuve mi primer contacto con un psiquiatra a los diecisiete años, no le conté absolutamente nada de lo que me pasaba, porque sabía qué pasaría cuando le vi en el despacho y me dije: a este señor yo no le cuento nada. Le dije que tenía un problema a nivel físico, de ansiedad, y punto. Y luego posteriormente, busqué una psicóloga, entonces ya fui a una persona que sabía que trataba casos de transexualismo; pero sucedió que yo mismo me eché para atrás porque ella me intentaba forzar a que yo empezase el tratamiento hormonal y que empezase a decirlo y a asumirlo. Y en ese momento no me sentía todavía con fuerzas para asumirlo. Vivía en casa con mis padres y no me sentía ni con ganas ni con fuerzas para ello. Entonces, esta psicóloga me puso entre la espada y la pared; me dijo que, o lo asumía inmediatamente y empezaba a contárselo a todo el mundo y a moverme en ese plano, o que no volviese a la consulta. Eso a los siete meses de estar con ella, y yo no volví a la consulta. Con lo cual terminé con la psiquiatra que tengo ahora, que es una persona muy comedida. Ahora llevo cuatro meses detratamiento hormonal. Me estoy planteando hacerme una mastectomía y una histerectomía al mismo tiempo como ha hecho Jorge, y con el mismo cirujano.

¿Costeándotela tú también?

Mario: Sí, claro. Costeándomela yo, porque eso nadie me lo va a subvencionar.

En el Hospital de Málaga, la Seguridad Social a través de la Junta de Andalucía está haciendo intervenciones.

Mario: Sí, efectivamente, pero hay una lista de espera de años.

Jorge: Yo me he hecho las dos operaciones a la vez y me ha costado seis mil euros con todos los gastos de hospital.

¿Con qué otros problemas os habéis encontrado?

Javier: El tiempo que estuve con imagen masculina y sin cambiar la documentación. La historia era que, por el trabajo que desarrollo, soy mensajero, por desgracia, hoy en día, casi todos los edificios empresariales son inteligentes y tienes que ir con el carne de identidad u otra documentación válida pegada en la frente; entonces, eso de acudir con un aspecto masculino y con un D.N.I que te llama Pilar o Laura es llevar un cartel muy grande todo el día puesto que dice: soy un hombre transexual y me pasa esto. Por favor, procura no reírte y guardarme el respeto. Cuando tienes que entregar el D.N.I para cualquier cosa es un infierno. También hay problemas para pagar con una tarjeta de crédito. Acudir a una biblioteca. Apuntarte a un gimnasio. Ir al médico. Sacarte el carné de conducir. Recoger un paquete de correos. Hacerte el pasaporte. Tu documentación tiene que ir por delante y si esa documentación no te identifica, lo único que hace es producirte problemas, marginarte, y eso, a nivel psicológico, no todo el mundo está preparado para afrontarlo, porque tú lo puedes llevar muy oculto, pero llega un momento en el que dices: ¡joder! ¡Si tengo que andar así por la vida, me quedo en casa y no salgo!

Verdaderamente, estoy pensando que tenéis que ser verdaderos atletas a nivel psicológico, personas muy fuertes para poder vivir en esta sociedad y tener salud mental.

Javier: Yo creo que toda esa fortaleza se da por añadidura.

Pero las dificultades que tiene vuestra vida en esta sociedad no se pueden comparar con las que tienen los heterosexuales e inclusive, los propios gays o lesbianas.

Jorge: Contra esto tienes que estar luchando toda la vida y desarrollar unos mecanismos de defensa bestiales.

Ana: Yo les observo, les veo, les conozco y tienen una capacidad de reacción y de respuesta ante cualquier situación que yo no tengo; solamente la veo en ellos. Una vez que han tomado el camino, son verdaderos adetas.

Jorge: Una vez que tienes solucionado el conflicto, y aunque todavía me falta el tema del D.N.I, os digo que me encuentro feliz. Es muy fuerte olvidarte de lo que has pasado, revivir ese sentimiento de amargura de desolación y agitación que tenías en su momento. De vez en cuando, no es que me quiera replegar, pero viene gente nueva a la asociación y quieras que no, te hace revivir cosas nuevas, y es bueno irte atrás para no olvidarte: yo estoy aquí en la asociación por esto. Porque nosotros ya no estamos por nosotros, estamos por los que vengan, para que no pasen por cosas que no tienen por qué pasar. Esto tiene solución y punto. Nosotros no somos un tercer sexo, ni una mutación necesaria, ni intencionada, ni estamos a medio camino entre hombre y mujer. Ni somos terroristas del género. Simplemente somos hombres.