ASPECTOS IMPORTANTES QUE DEBE TRATAR UN LIBRO DE AUTOAYUDA

La homofobia

Probablemente la primera vez que vemos aparecer en la literatura científica el término homofobia —sentimientos de odio o rechazo irracional a los gays, lesbianas y transexuales— fuese allá por 1972 en los Estados Unidos, acuñado por el psicólogo norteamericano George Weinberg en su libro El Homosexual y su liberación [3]. Un estudio muy interesante, ya que sienta los pilares fundamentales para esclarecer con verdadero rigor y objetividad las causas que generan los comportamientos homófobos y sus consecuencias para toda la sociedad. Me permito entresacar algunos párrafos de su obra por la profundidad con que plantea esta cuestión: «Nunca considero sano a un paciente a menos que haya superado su prejuicio contra la homosexualidad. Por supuesto, si se trata de un homosexual, el prejuicio le impide la libre expresión de sus propios deseos. Pero incluso en el caso de un heterosexual, su repugnancia hacia la homosexualidad será sin duda perjudicial para él… La persona que desprecia al homosexual con evidente placer está diciéndome, en última instancia, que desea dejar establecido su propio sentimiento de importancia, comparándose con otros; una operación por cierto sutil… La mayoría de los hombres que detestan a los homosexuales tienen profundo temor a abandonarse a la pasividad. La renuncia al control significa para ellos una pérdida de masculinidad, y su exigencia de control es sinónimo de estrechez. Condenar la pasividad es como condenar nuestros propios ojos. Necesitamos de ella para ver, descubrir, aprender… Este tipo de persona heterosexual, habitualmente siente una tremenda exigencia de cumplir un papel agresivo en el sexo, y espera conformidad y pasividad de parte de la mujer… ¿Qué es lo que origina la homofobia —el temor a tomar contacto con los homosexuales— y en el caso de estos últimos, el aborrecimiento de sí mismos?… He aquí los principales motivos que he podido identificar. Ellos son: el motivo religioso; el secreto temor a ser homosexual; la envidia reprimida; y la amenaza de los valores tradicionales» [4].

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua no hace mucho definió la homofobia como una «aversión obsesiva hacia las personas homosexuales».

No obstante, esta patología psicosocial —situada en el mismo grupo y contexto que el racismo, la xenofobia, o el machismo— tiene su verdadero origen en el mismo instante en el que surge la marginación, ya sea social, política o religiosa —o todas a la vez— hacia los homosexuales, y por ello posee una larga tradición en la historia de la humanidad. Es evidente que el ostracismo y la marginación homosexual como tal proviene de creencias religiosas fundamentalistas o de actitudes políticas ultraconservadoras, fascistas o comunistas.

Este rechazo homófobo irracional y visceral hacia los gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, al considerarlos ciudadanos de segunda categoría e identificarlos como personas peligrosas, viciosas, taradas, ridículas, esperpénticas, anormales y enfermas, entre otros calificativos peyorativos, conduce a un deseo palpable de exterminio; un buen ejemplo lo tenemos en los campos de concentración nazis, donde fueron eliminados miles de homosexuales identificados con su triángulo rosa y, actualmente, todavía en este siglo XXI, al menos en nueve países del mundo no sólo se les persigue sino que se les castiga con la pena de muerte [5].

En muchos países occidentales, y por supuesto en el nuestro, este exterminio es un tanto más sutil. La desigualdad se genera desde diferentes vertientes: legales —por fortuna en España ya contamos con una ley que permite los matrimonios civiles de personas del mismo sexo que equipara a las parejas de hombres o mujeres, no sólo en los deberes, sino también en los derechos constitucionales a las parejas heterosexuales—, laborales —pérdida del puesto de trabajo; aunque no se haga referencia en el despido a la condición sexual del trabajador, se alegan otros motivos inexistentes—, sociales —escarnio público, agresiones, ataques y a veces asesinatos [6].

En una de las dinámicas de grupo realizada a partir del cuestionario utilizado para este estudio en un colectivo de lesbianas, a propósito de la homofobia, una mujer verbalizó literalmente lo siguiente: «Todas las lesbianas, y por supuesto igualmente los gays, hemos sido sometidos a una especie de tortura sistemática. Siento utilizar esta palabra que suena un poco radical, pues yo soy bastante moderada, pero creo que al final es así. Nos tenemos que entrenar o como supermujeres o como superhombres en unas situaciones en las que yo querría ver a otras personas no homosexuales. Es un sistema de tortura sistemático, en el que constantemente la palabra lesbiana o gay se utiliza como insulto, se minusvalora; incluso se amenaza en el trabajo. Una se la está jugando, y si no se la echa, se le impide su promoción. La familia, o te ningunea o te impide tal o cual cosa. Es una situación como meterte en un campo de concentración y aprender a resistir, a sobrevivir, encima a construirte a ti misma de una manera que te conviertas en una mujer diez. Y para dar el paso de salir del armario y casarte tienes que ser una supermujer.»

Este análisis de una situación social real que efectúa esta persona, ampliamente compartido por un elevado número de gays, lesbianas y transexuales, resulta bastante significativo de la trascendencia que para los colectivos GLTB supone el rechazo homófobo en nuestra sociedad.

No cabe la menor duda que la homofobia tiene, a menudo, connotaciones psicopatológicas, preferentemente cuando nos encontramos ante los homófobos más intransigentes. El fenómeno de la proyección como mecanismo de defensa, tan bien estudiado por los psicoanalistas, pone en evidencia el miedo inconsciente que algunos heterosexuales, hombres y mujeres, sienten hacia sus propias tendencias homosexuales; la mejor manera de defenderse de sus propios impulsos libidinales poco convencionales es atacando en los otros, el colectivo GLTB, las pulsiones que ellos mismos no se quieren reconocer [7].

Eve Kosofsky Sedgwick, en su obra feminista y antihomofóbica, Epistemología del armario, nos habla, entre otros temas relacionados con la homofobia y la salida del armario, del miedo irracional que sienten algunos heterosexuales y de su «pánico homosexual», como consecuencia de «su incertidumbre sobre su propia identidad sexual».

Recientemente el profesor Richard H. Gramzow, de la Universidad Northeastern (Boston), pudo corroborar, en una investigación sociológica, el enfoque psicológico estudiado, constatando que los hombres heterosexuales inseguros en cuanto a su propia sexualidad presentan una mayor aversión y hostilidad hacia los hombres homosexuales como una forma de expresar y reafirmar su propia masculinidad [8].

Está claro que llevar a cabo un trabajo de superación y descontaminación de la homofobia plantea diversos campos de acción, desde la educación en el seno del hogar, pasando por la escuela —época muy crítica para muchos gays y lesbianas—, mundo laboral e instituciones sociales.

No quiero olvidarme del colectivo eclesiástico, pero en él, a pesar de contabilizarse, como es de sobra conocido por todos los estudios sociológicos efectuados, un porcentaje mayor de homosexuales que en la sociedad laica, las posibilidades de modificar sus actitudes son, en el momento presente, difíciles de alcanzar a pesar del trabajo ímprobo que realizan comunidades cristianas de base, en donde los cristianos gays y lesbianas abogan por el respeto y la aceptación plena como personas homosexuales. Desde luego, su labor es encomiable al plantar cara a los obispos intransigentes y a la ultraconservadora Congregación para la Doctrina de la Fe. Su tarea podríamos considerarla casi como un «misterio doloroso» que no se sabe bien todavía cómo va a acabar. La homofobia ha contaminado de tal modo a toda la sociedad que, paradójicamente, incluso ha llegado a afectar a un sector de la población homosexual, manifestándose una homofobia interiorizada que, como muy acertadamente nos explica Jesús Generelo, conduce a un sentimiento de «desprecio hacia uno mismo» [9] por diversas razones que a continuación analizamos:

• Algunos/as adolescentes viven de manera traumática las reacciones homófobas en la escuela por parte de sus propios compañeros, que les crean tal estado de ansiedad que a muchos de ellos les conduce a distintos comportamientos de estrés, depresión o baja autoestima. La manera de «defenderse» de ese ataque es queriendo simular un falso comportamiento heterosexual que ayude a suavizar las tensiones internas del propio homosexual. El rechazo social genera angustia y sentimientos de inferioridad; para que esto no ocurra, una manera un tanto «peculiar» es no aceptar la propia condición homosexual, con lo que se produce una defectuosa y errónea identificación de los propios patrones sexuales del individuo. En una de las entrevistas efectuadas, un gay recordaba que en su paso por el instituto, aun cuando él no tenía demasiada «pluma», un compañero le decía, para que no destacase del resto de la clase: «¿Por qué nunca hablas de mujeres?, ¿por qué no hablas más de mujeres para que dejen de pensar que eres gay?»

• Los modelos y parámetros de referencia de una parte del mundo heterosexual —macho activo dominante/hembra pasiva sumisa— pueden provocar, en algunos homosexuales adultos, una concepción de no sentirse identificado como gay al no realizar el coito anal como receptor y, por tanto, creyéndose, falsamente, en una posición de superioridad, les lleva a no interiorizar su propia orientación sexual, desarrollando un rechazo más o menos sutil hacia los restantes homosexuales.

• Esta contaminación homófoba —posiblemente más acusada entre los gays que las lesbianas— ha ayudado seguramente a crear, a lo largo de estas dos últimas décadas, «castas» dentro del propio mundo homosexual: la «musculoca», los «osos», el «leather men», los «bebedores de barra», los «disco boys», los «circuit boys», etc., que rechazan a aquellos otros homosexuales que no encajan exactamente con sus «tipologías» impuestas por ellos mismos. En algunos sectores del mundo gay a menudo se percibe una clara discriminación del homosexual con actitudes y rasgos más afeminados («la loca con pluma»), o de aquel con más edad (haber superado los cuarenta años ya empieza a resultar un handicap para ligar en los lugares de ambiente) a los que, en cierto modo, se desprecia. Los ámbitos en donde principalmente debemos de luchar y abogar para eliminar o, cuando menos, paliar la homofobia —lo ideal sería alcanzar una erradicación plena— estarían focalizados en las siguientes latitudes:

• La familia y el hogar: El primer punto donde los niños/as inician la contaminación homófoba es en el propio seno familiar. Las actitudes de los padres intervienen decisivamente al respecto. Se «educa» marcando diferencias de roles entre los varones, que deberán aprender a ser masculinos, activos, dominantes y sin demasiadas manifestaciones sociales de afectividad: «los hombres no lloran» y las hembras son femeninas, dulces y pasivas: ya estamos «educando» en el desarrollo de comportamientos homófobos. Si, además, expresamos opiniones de aversión y rechazo hacia los homosexuales y las lesbianas y verbalizamos en nuestro lenguaje cotidiano términos como «maricón» o «tortillera», entonces ya hemos conseguido un caldo de cultivo perfecto para crear problemas y actitudes de rechazo homófobos en los hijos. Y si alguno/a de los vástagos resulta ser gay o lesbiana, los sentimientos de miedo a ser descubiertos/as, angustia, culpa y rechazo, generados en él o ella, entre otras posibles tensiones emocionales, pueden crear un daño grave y difícil de reparar.

• La escuela: Obviamente, la escuela resulta un espacio fundamental para la socialización y adquisición de valores. Probablemente, para un adolescente gay o lesbiana, los años que transcurren de paso por el colegio y el instituto sean una de las peores épocas de su vida. La homofobia inculcada en el seno familiar se traslada a la escuela y algunos/as han de sufrir el acoso continuo de los compañeros en las aulas —conocido actualmente con el término inglés «bullying»—, con torturas sistemáticas, psicológicas e incluso agresiones físicas, generalmente de aquéllos más violentos y agresivos cuyo miedo a reconocer tendencias homosexuales en ellos mismos les conduce a un nivel de mayor odio y agresividad. En innumerables ocasiones, las víctimas han de sufrir y soportar en silencio todas estas vejaciones por miedo a las represalias que pudiesen producirse por parte de sus torturadores. No es extraño que un mayor número de intentos de suicidio y fracasos escolares se produzcan entre los gays, lesbianas y transexuales, acosados en la escuela por los restantes alumnos. Por fortuna, cada vez salen más a la luz estas actitudes homófobas escolares y, gracias a ello, los docentes empiezan a tomar cartas en el asunto, impidiendo, cuanto menos, que se sigan produciendo estas agresiones, y ya en algunos centros se educa para erradicar la homofobia. Para esta tarea, a menudo, se cuenta con la colaboración de las áreas de educación de los colectivos de gays y lesbianas que imparten charlas, cursillos y conferencias, en los institutos. En esta línea, merece destacarse, a modo de referencias significativas, entre otras, la importante labor que, desde 1994, COGAM viene llevando a cabo, impartiendo charlas y organizando debates en los centros educativos que lo demandan. Recientemente, el Colectivo Decide T de gays, lesbianas y transexuales de la provincia de Alicante ha editado la primera guía didáctica multimedia para trabajar la educación contra la homofobia desde el ámbito escolar en colegios e institutos. Esta guía multimedia incluye una completa unidad didáctica para profesores y alumnos, con actividades específicas dirigidas a adolescentes. La edición, en formato digital, ha sido financiada por la Universidad de Alicante.

• Las instituciones (estado, ejército, iglesia): Las, hasta hace poco tiempo, actitudes homófobas del Estado, que obstaculizaba la equiparación en la igualdad de derechos de los gays y las lesbianas con respecto a los heterosexuales, durante el anterior gobierno del Partido Popular, por fortuna, han cambiado radicalmente tras haberse aprobado la Ley del Matrimonio Civil (1 de Julio de 2005) para personas del mismo sexo por el gobierno socialista del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Esta Ley, histórica, nos convierte en uno de los países más avanzados en materia jurídica con relación a la igualdad plena de derechos y deberes de todos los españoles. Como señalaba en el Congreso de los Diputados el Presidente Rodríguez Zapatero el mismo día en que se aprobó mayoritariamente la Ley del Matrimonio Civil: «Una sociedad decente es aquella que no humilla a sus miembros y España es más decente hoy que ayer». Referentes como el del juez de la Audiencia Nacional, Fernando Grande-Marlaska, resultan de un valor incalculable en este momento histórico, en el que todavía es preciso convencer con naturalidad a un sector de nuestra sociedad de que la dignidad y valía de las personas no está reñida en absoluto, con su orientación sexual. El ejército siempre ha perseguido activamente a las personas homosexuales cuando han estado bajo su jurisdicción, inculcando valores homófobos y machistas. La salida del armario del teniente coronel José María Sánchez Silva, de una valentía extraordinaria en cualquier caso, y máxime al haberse producido durante el mandato del Ministro de Defensa, Federico Trillo, en el Partido Popular, ha resultado de una trascendencia en la lucha contra la homofobia que, seguramente, todavía no se ha valorado suficientemente; porque está claro que ahora hay un antes y un después en esta Institución. La Iglesia Católica, portadora de los pseudovalores de la moral judeocristiana, no parece que tenga intención de modificar sus criterios. Unas líneas más arriba comentábamos la lucha de los homosexuales y lesbianas cristianos por procurar que la Institución Católica actualice, con verdadero sentido común, el mejor y, por desgracia, el más escaso de los sentidos dos, sus dogmas en moral sexual. Ojalá que en un tiempo no muy lejano se consiga algún cambio por el bien de todos los católicos, homosexuales o no, pero la memoria histórica nos recuerda, y es conveniente tenerlo bien presente, que la Santa Inquisición y, posteriormente la Congregación para la Doctrina de la Fe, han excomulgado y perseguido a las personas homosexuales, promoviendo en esta sociedad las posiciones homófobas más intransigentes.

• Los movimientos sociales y políticos (ONGs): Las posturas que mantienen con relación a la homofobia los grupos de crítica social, tradicionalmente identificados con el nombre genérico de izquierda, socialismo, comunismo y anarquismo, han sido, en el mejor de los casos, un tanto ambivalente. La mayoría de las veces sus reacciones han resultado ser bastante homófobas; a modo de ejemplo, la homofobia de Fidel Castro le ha llevado a encarcelar y torturar a miles de cubanos por su condición homosexual. El recuerdo del escritor Reinaldo Arenas es un vivo ejemplo más de la situación por la que han pasado tantos homosexuales en Cuba. Recientemente, la aparición en el mercado editorial de la novela autobiográfica del escritor cubano Daniel García Carrera, Billete al paraíso, es una cruda denuncia de la realidad social en la que se encuentran tantos gays dentro de la dictadura castrista [10]. Hasta no hace mucho tiempo, las propias ONGs antirracistas no se habían preocupado por incluir, entre sus objetivos, el trabajo contra la homofobia. Es evidente que esta situación está cambiando favorablemente. Los únicos colectivos y ONGs que luchan día a día para erradicar la homofobia son los colectivos de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales que, en su inmensa mayoría, están encuadrados dentro de la FELGT (Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales). Su actividad en institutos y colegios, así como en los diferentes medios de comunicación, es ímproba.

• La Universidad (labor de las Facultades de Medicina, Psicología, Filosofía, Sociología y demás Ciencias Humanas): La Universidad como institución educativa tiene el deber esencial de formar plurifactorialmente a cuantos acuden a ella, y por lo tanto, concienciar de que es necesario eliminar de nuestras actitudes personales las fobias (homofobia, xenofobia, y un largo, etc). A veces, lamentablemente, esto no ha sucedido así, y algunos catedráticos y profesores universitarios han utilizado la cátedra para fomentar reacciones homófobas en sus clases o en sus publicaciones. Generalmente, cuando esto sucede, suelen ser algunos de sus propios alumnos los que increpan al profesor homófobo en cuestión, apareciendo en los medios de comunicación sus posiciones reaccionarias de intolerancia e intransigencia. Quizá lo más significativo de todo ello sea constatar la buena salud mental de aquellos discípulos que denuncian, públicamente, las posturas homófobas de sus formadores.

• Los medios de comunicación (radio, prensa, televisión): Dependiendo de su política directiva, en innumerables ocasiones se trasmiten noticias e imágenes con contenidos homófobos. Si bien es cierto que actualmente se vislumbra un cierto cambio al respecto, la labor educativa que se podría realizar desde los diferentes medios de comunicación resulta bien escasa y, por ello, el balance que hemos de hacer no es positivo. Los profesionales que trabajan en estos medios deberían contar con un código deontológico que impidiese manifestar opiniones de rechazo, escarnio y burla a los gays, las lesbianas y los transexuales [11]. No obstante, a partir del año 2000, estamos apreciando un cambio favorable de actitud hacia las lesbianas y los gays en algunas de las series televisivas españolas de mayor audiencia, tales como Hospital Central, Siete vidas, o Aquí no hay quien viva entre otras, que abordan con normalidad la vida cotidiana, inquietudes, tristezas, y alegrías, de mujeres lesbianas o de hombres gays de un modo natural. De hecho, una mayor visibilidad de las lesbianas se ha visto favorecida en algunos capítulos de las series Periodistas, El comisario y Al salir de clase. Esta manera de concebir la vida de estas personas indudablemente ayuda a diluir actitudes homófobas en nuestra sociedad, viéndose y viviéndose sana y respetuosamente, por parte de los teleespectadores, un abanico posible de opciones sexuales diversas, entre las que, lógicamente están representadas las de los gays y las lesbianas.

• Desde los propios gays, lesbianas, transexuales y bisexuales: Es evidente que, desde los colectivos de homosexuales, la labor que se lleva a efecto en pro de erradicar la homofobia de nuestra sociedad es muy significativa. Las asociaciones agrupadas en el FELGT están enviando continuamente mensajes a los diferentes estamentos de nuestra sociedad. Cada vez que se produce un acto homófobo y aparece en los medios de comunicación, su respuesta es inmediata, denunciando cualquier opinión que viole los derechos constitucionales y vaya en menoscabo de los colectivos GLTB. La visibilidad que supone la salida del armario, indudablemente favorece esta ardua tarea. No obstante, el trabajo que todavía queda hasta conseguir que la sociedad supere los sentimientos enquistados de rechazo y miedo a la homofobia es abrumador [12].

La visibilidad y la salida del armario

Es obvio que la salida del armario es una de las decisiones más importantes a nivel social a las que tiene que enfrentarse en un momento determinado de su vida toda persona homosexual[13]. Está claro que a veces no resulta fácil decidirse a dar el paso por los posibles riesgos que conlleva. Como muy bien indica Eve Kosofsky Sedgwick, «El armario es la estructura que define la opresión gay en este siglo»[14]. Podemos considerar que la salida del armario plantea dos niveles de asunción bien diferenciados. En un primer lugar, la aceptación interna y profunda de uno/a mismo/a, sabiendo que la mejor condición sexual y personal es la que se tiene y se siente por ser lesbiana, gay, bisexual o transexual, y pensar: «esto está bien». Mientras que uno a sí mismo no se acepte plenamente, sintiéndose cómodo y confortable por su condición propia, no habrá superado un miedo que le impide asumir su dignidad y autoestima. Esto ya es una salida del armario a nivel íntimo y personal muy importante, que, me parece la más rica porque a partir de ese momento, uno/a va a ser capaz de desarrollar unos mecanismos de supervivencia y defensa para saberse manejar y funcionar sin demasiados riesgos socialmente.

Y luego, está la otra salida del armario, a nivel familiar y social, cuando se les hace conocedores de la orientación afectiva/sexual de uno/a mismo/a a los padres, familiares, amigos, y a veces, incluso, hasta en el trabajo. Y está claro que esta salida del armario, necesaria para afianzar nuestra seguridad y estabilidad emocional, se le puede comunicar a según qué estamentos familiares y sociales; a veces, todavía desafortunadamente, no a todos. Quizá sea más fácil hacerlo a nivel familiar y con los amigos, pero en cambio, en el ámbito laboral, resulte más oportuno, como consecuencia de la homofobia todavía reinante, guardar silencio, porque podría generarnos serias dificultades profesionales.

Personalmente, comparto en cierta medida la opinión de Terry Sanderson[15], cuando dice que, a veces, la homofobia de algunos está más asentada en la ignorancia que en la intolerancia: «Todo indica que el público es ignorante más que intolerante, y una conversación con un homosexual puede hacerles cambiar de ideas. Por desgracia, la actitud contraria, mantenernos en la clandestinidad, disimular u ocultar nuestra forma de vivir, probablemente es la mayor ventaja que pueden tener nuestros enemigos. Las decisiones que tomemos ahora, si nos mostramos tal cual somos o seguimos en el armario, pueden determinar la forma de vida de los homosexuales el próximo siglo».

Desde el colectivo valenciano Lambda de lesbianas, gays y transexuales, uno de sus socios, que firma con el nombre de Max, basándose en el libro de autoayuda de Terry Sanderson Assertively Gay: how to build gay self-esteem, ha elaborado un decálogo para salir del armario, que puede resultar de gran utilidad a muchos de los lectores, especialmente a los más jóvenes, que todavía no saben bien cómo abordar este asunto:

DECÁLOGO

1. No hacer una catástrofe del asunto. No puedes saber la reacción que va a tener la gente una vez que salgas del armario. La reacción puede ser buena o mala, pero tú no eres Dios y no puedes conocerla previamente. La gente muchas veces sorprende: puede que se encuentre enfadada o avergonzada, pero también caben reacciones de sorpresa, de orgullo por tener un hijo, hermano, o amigo gay o lesbiana, e incluso el alivio de que por fin los hagas partícipes de algo que intuían. 2. Realizar una prueba. Prepara una situación relativamente «manejable» que te sirva de referencia para futuras «salidas». Por ejemplo, una buena forma es «salir» con tu amigo o amiga. Creo que no tiene sentido mantener una amistad profunda si no se comparte una parte tan importante de tu vida, por lo que tal vez merezca la pena empezar por ahí. Además, el amigo puede servir como un pilar o apoyo fundamental para futuras «salidas». Dile que tienes que quedar para contarle un aspecto esencial y a la vez complicado de tu vida (o de tu sexualidad) que deseas compartir con él o ella (así se hará una idea de por dónde vas). Observa su reacción. Si se muestra receptivo y con ganas de conocerlo, continúa. Si se muestra esquivo o trata de evitar la situación, tal vez merezca la pena intentar con otra persona (¡o incluso cambiar de amigos!). 3. Observa las reacciones de los demás. Si la gente reacciona airadamente o de manera agresiva, o no desea escuchar lo que estás contando, no continúes. Están en su derecho de no querer escuchar. Sobre todo, no te pongas a su nivel. Si gritan no grites, si se alteran y se encolerizan, no hagas lo mismo. Gritar no es una buena manera de mantener la mente clara y firme, que es precisamente lo que necesitas en un momento así.

4. ¿Familia o amigos primero? Es una decisión personal. Hay quien ha empezado por su mejor amigo porque ha entendido que, de otro modo, la amistad no tendría valor, al ser insincera. Pero también conozco a gente que empezó por su familia, porque ha entendido que los que lo han traído al mundo debían estar en mejores condiciones de comprenderlo y aceptarlo. Otros lo hicieron con un hermano o hermana que después ayudaron cuando llegó el momento de contárselo a los padres.

5. ¿Cómo se saca el tema? Parece complicado, ¿verdad? Pero puedo darte varias opciones. Puedes plantearlo como te he dicho antes, como algo más o menos formal… «Tenemos que hablar de algo importante», pero la mayoría de los casos que conozco ha surgido «espontáneamente». Por ejemplo, una amiga se lo contó a su madre a raíz de un programa de televisión. En el programa salían dos lesbianas contando su vida y su madre hizo el típico comentario de: «Mira estas dos… menos mal que tú no eres tortillera… porque tú no eres… ¿verdad?…» El silencio de la respuesta actuó como la chispa de una conversación difícil pero muy fructífera.

6. ¿A quiénes debo contárselo? En esto no puedo responderte. Cada cual ha de diseñarse la vida que, como gay, desea tener. Tengo amigos que sólo se lo han contado a su hermana. Otros a familiares y amigos pero mantienen su vida laboral completamente en el armario. Y finalmente sólo unos pocos han salido en todas las esferas de la vida. Aunque las cosas están cambiando, los sentimientos homófobos siguen existiendo. Hay veces en que conviene «pasar por heterosexual», sobre todo en aquellos casos en que pudiera peligrar tu integridad física o tu propia vida. Como dice mi madre, todos los héroes están enterrados…

7. Ayuda. Si necesitas ayuda búscala y pídela. Has dado ya un paso interesándote por el contenido de esta mini guía, pero tal vez requieras ayuda profesional. En la red aparecen listados de las asociaciones gays más representativas. Todas ellas suelen tener consultorios o asesorías psicológicas que, en un momento dado, pueden ser de una inestimable ayuda, más que nada porque están acostumbradas a ver estos temas un día sí y el otro también. Si no tienes una cerca, hay teléfonos de información (por ejemplo, infogay) donde te pueden aconsejar. Te podría decir también que fueras a un psicólogo si lo necesitas, pero sería bueno que te informaras antes de la opinión del mismo acerca de la homosexualidad, no vaya a ser que intente «curarte» (salvo, claro está, que tú creas que tiene «cura»). También hay algunos libros que pueden ser de autoayuda, aunque la mayoría están en inglés y no están traducidos. Otros libros que podrían serte de utilidad son los que tratan de elevar la autoestima o mejorar tu vida psicológica en general, como Tus zonas erróneas de Dyer. También puedes «chatear» o explicar tu caso en un grupo de noticias, especialmente en es.charla.gay-lesbiana. Comunicar y sacar lo que tienes dentro siempre ayuda. El anonimato puede contribuir a que lo hagas sin tapujos.

8. Motivos. Examina los motivos que tienes para salir del armario. Saber por qué quieres hacer las cosas puede ser de gran ayuda. Con ello quiero decir que no es lo mismo «salir» con tus padres, porque quieres reprocharles o culparles de algo, que hacerlo porque deseas mejorar tu relación con ellos. Lo mismo puede decirse de tus amigos. Sobre todo TÓMATE TU TIEMPO. Supongo que has esperado mucho hasta llegar a esta situación. A todo gay le llega antes o después «esa necesidad» de tener que agarrar su vida por los cuernos y hacer algo en lo que respecta a su sexualidad. No pasa nada por esperar unos días, unas semanas o, incluso, algunos meses más, pensando acerca de uno mismo y acerca de todos los riesgos, pros y contras que puede conllevar el adoptar determinadas decisiones. Sobre todo, es importante que te sientes a pensar acerca de lo que puede ocurrir llegada la situación a fin de estar «preparado» (para lo bueno y para lo malo), teniendo presente que es absurdo e inútil preocuparse por las cosas que no puedes controlar (como el comportamiento que vayan a tener los demás).

9. Momento. Como comprenderás, no puedo responder a esa pregunta. Cada persona es un mundo y cada «salida» es distinta. Depende de tu edad y circunstancias. Sin embargo, algunas personas, como dice Terry Sanderson, se han encontrado con las siguientes respuestas: a) «Nos dices esto para hacernos daño». Ante esta situación ayuda el saber los motivos por los que lo haces. Si éstos son sinceros y basados en el amor, la mayoría de la gente debería estar en condiciones de comprender el dolor por el que estás pasando (al menos con el tiempo). Si no lo hacen, a lo mejor son ellos los que deberían pedir ayuda. b) «Seguro que es sólo una fase. Se te pasará cuando conozcas a la chica adecuada». De ti depende rebatir este argumento y dejar claro que no aceptas lo de la «fase» y que no es algo pasajero. A veces conviene una cierta firmeza y convencimiento. c) «¡Ay Señor! ¿Qué hemos hecho mal? ¿En qué nos hemos equivocado, Dios mío?». Trata de ser responsable del hecho de ser gay. Hay tantas teorías acerca de las causas de la homosexualidad como autores consultados. Ya sabes: desde el padre ausente hasta la genética. Conocer unas cuantas y dejar claro que no se saben las causas concretas puede evitar que tus padres se culpen de algo por lo que no deberían culparse. d) «Cogerás el SIDA». Tus padres y amigos pueden ser informados y educados de la misma forma en que ellos lo han hecho contigo. Es un buen momento para consultar el «cómo tener sexo seguro» o las estadísticas de contagios del VIH. Quien controla la información controla el mundo. e) «Es un pecado… es antinatura… irás al infierno». Pues sí… aún se escuchan cosas de este estilo, a pesar de estar en el Tercer Milenio. Ante ello, el conocimiento es siempre la solución. Si eres creyente y tu religión se opone a la homosexualidad, hay grupos religiosos que intentan ofrecer apoyo espiritual e interpretaciones actualizadas acerca de la supuesta prohibición de la homosexualidad. f) «No podemos entenderlo. No nos cabe en la cabeza que dos hombres puedan hacer ESO». Es tal vez, algo contra lo que tú no puedes hacer nada, pues se trata de sentimientos y prejuicios fruto del adoctrinamiento de años… Para que te hagas una idea, es como si tú te realizaras una representación de tus padres haciendo el amor de manera «salvaje». Parece que cuesta hacerse a la idea, ¿no? Y es que la homosexualidad es parte de lo que tú eres, pero también una parte muy íntima y secreta de tu persona. Igual que no darías detalles de tus relaciones si éstas fueran heterosexuales, g) Lo único que puedes hacer es intentar desmontar sus demonios acerca de la homosexualidad, aportando claridad e imágenes positivas: desde la infinita lista de gays a lo largo de la historia, hasta algunas de las películas modernas que abordan el tema de manera desenfadada y sin hacer un drama del asunto. También suele haber grupos de apoyo a padres en las asociaciones.

Recuerda que si ellos no aceptan… en último término es cosa SUYA. Les corresponde a ELLOS cambiar su visión. No a ti.

10. ¡SUERTE!

A través de las encuestas y entrevistas personales llevadas a cabo en diferentes colectivos de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, hemos podido constatar que, a pesar del cambio aperturista de mentalidad operado durante estos últimos diez años, en España, todavía, nos encontramos con gente muy joven que tiene pánico a salir del armario y hablar abiertamente de su condición de lesbiana o gay —al igual que le ha sucedido a otras personas de más edad y que, por tanto, han vivido su adolescencia y juventud en épocas pasadas más difíciles y homófobas—; y es que estos/as jóvenes de hoy en día temen volver a meterse dentro del armario si son rechazados y ya difícilmente intentarían nuevamente salir.

Está claro que la salida del armario, tan importante para favorecer la Visibilidad y superar el miedo que quita la dignidad por las actitudes homófobas de la sociedad, plantea dos posibilidades claras: desde la plena aceptación, orgullo y amor por parte de las personas informadas hasta un abierto rechazo que, evidentemente, no deseamos que se produzca. Entre estos dos extremos se presenta una gradación continua que puede manifestarse dentro de una misma familia, donde unos miembros aceptarán con normalidad la situación y otros, por el contrario, la rechazarán de pleno.

Lógicamente, alcanzar una normalización total y plurifactorial en la vida de los colectivos GLTB está ligada a la plena visibilidad, pero está claro que, si no se supera la homofobia en nuestra sociedad enferma y ésta se limpia de actitudes irracionales, muchas personas que viven en ciudades pequeñas o medios rurales se preguntarán lógicamente: ¿cómo se va a salir con confianza y seguridad del armario?

Un último aspecto: la salida del armario de los gays y las lesbianas que han sobrepasado una cierta edad —a veces tienen hijos, están casados o mantienen una relación de pareja heterosexual— resulta para ellos/as especialmente complicada.

A las dificultades que puede entrañar para un/a joven reconocerse se le unen, cuando tienen más edad, aceptarse y abrirse en su contexto familiar, social o laboral. Pueden encontrarse con una incomprensión grande por parte de sus familias, que pueden sentirse traicionadas por una salida del armario que rompe esquemas o estructuras familiares que habrán de recomponerse y reestructurarse con una dinámica completamente nueva y diferente. Con todo, estimo que es preferible, con una buena dosis de honestidad, prudencia y tacto, aventurarse a colocar correctamente los verdaderos sentimientos en su sitio. La experiencia podrá vivirse, en un principio, quizá como dolorosa, pero a medio plazo resultará mucho más saludable mentalmente para todos que seguir reprimiendo y ocultando la realidad de uno/a mismo/a.

Posiblemente algunos heterosexuales piensen que estas personas han sido poco «valientes» al no haber afrontado en su momento su verdadera orientación sexual, pero en este punto hemos de romper una lanza en su favor: la marginación social hacia los comportamientos homosexuales, unidos a la homofobia y los fundamentalismos religiosos católicos o de otras confesiones.

La autoestima

La Real Academia Española de la Lengua define la Autoestima como una «valoración generalmente positiva de uno mismo». Además de esta aséptica definición, podemos aportar otras, que nos ayuden a comprender un poco mejor que es la autoestima y las implicaciones que para las personas tiene este concepto: Sentimiento de aceptación de uno mismo, derivado del autoconocimiento, es decir, la reflexión y el análisis de el ser y el quehacer individual.

Es un concepto amplio que no se restringe solamente a quererse a sí mismo, sino que también comprende los siguientes atributos: autoconcepto, autovaloración, autoimagen, seguridad en sí mismo, autoaceptación, sentido de libertad responsable y la esencia interna de cada persona.

Es poder aceptarte tal cual eres, sintiéndote seguro en el medio social en que vives y de las elecciones que haces sin importante las críticas destructivas.

Es el afecto y respeto que uno mismo se tiene, ante sus cualidades y limitaciones; en definitiva, la aceptación plena de uno mismo.

Es la concepción afectiva que tenemos acerca de nuestra propia persona, es decir, saber quiénes somos, cuánto nos queremos y valoramos.

El sentimiento de poseer una elevada autoestima es una necesidad básica en cualquier ser humano que quiera situarse en nuestra sociedad de una manera satisfactoria, pero paradójicamente, el mundo en el que nos encontramos inmersos no favorece precisamente esta necesidad imperiosa en las personas para procurarles una estabilidad emocional que les permita ser felices.

Una de las causas que inciden más para visitar la consulta de un psicólogo es, sin lugar a dudas, una baja autoestima que acusan ciertas personas de los colectivos GLTB. Si en la población heterosexual constatamos tan a menudo problemas de autoestima, cuanto menos no ha de producirse en unos colectivos que todavía se tienen que mover en innumerables ocasiones a contracorriente, conviviendo con un sentimiento de rechazo social que les permita valorarse a sí mismos positivamente, sin infravalorarse; y éste es sin duda alguna, uno de los caballos de batalla más precisos de alcanzar.

Las personas para llevar una vida serena y ser capaces de hacer las cosas con éxito y de manera independiente, precisamos disponer de un concepto positivo de nosotros mismos que nos permita respetarnos y valorarnos como ciudadanos de primera clase, sin mutilarnos en nuestras posibilidades de realización personal, sea cual sea la orientación sexual que mantengamos.

En las entrevistas que he realizado para la elaboración de este libro he podido constatar que todos los colectivos GLTB acusan en mayor o menor medida esta realidad existencial, que se aprecia más significativamente en los grupos de adolescentes en edad escolar que sufren un acoso homófobo en las aulas. La experiencia clínica me ha demostrado cuántas angustias y sentimientos de inferioridad se tejen durante esta época de la vida. Y estos sentimientos de infravaloración personal y humana con relación a los demás se extienden a otras etapas posteriores de la vida, incidiendo en desajustes emocionales con consecuencias funestas en la realización personal; por ello, no es raro encontrarse con depresiones que han iniciado su andadura en consideraciones de baja autoestima fomentadas en la escuela.

La asertividad

Íntimamente unido al concepto de autoestima nos encontramos con el de asertividad. Asertividad es respetarse a uno mismo y respetar a los demás. Mantener un buen equilibrio emocional. Cuando una persona goza de una buena autoestima, de forma automática se conduce socialmente de manera asertiva. La asertividad consiste en conocer nuestras necesidades, sentimientos, pensamientos y creencias; y sentir, además, el derecho de expresarlo con orgullo. En los diccionarios de psicopedagogía hallamos un amplio abanico de definiciones de asertividad; pero, en definitiva, podemos considerar que la asertividad es la capacidad que las personas tenemos para, ante cualquier situación personal, afectiva, familiar, laboral o social en la que nos encontremos, expresar abiertamente lo que uno piensa y siente. A menudo, algunos gays intentan procurarse la confianza y el aprecio de los demás a costa de hacer concesiones permanentes, procurando convertirse en la persona más simpática y solícita de este mundo, y esto es un craso error. Como muy bien expresa Terry Sanderson: «Cuanto más intente agradar a aquellos a los que teme, más poder tendrán sobre su persona»[16].

Hemos de saber decir NO, sin generarnos por ello ninguna tención ni angustia y, tampoco actuando de manera autoritaria o agresiva. La persona asertiva es aquella capaz de expresar sentimientos, actitudes, deseos y opiniones de un modo adecuado a cada situación que se le presente, respetando esas conductas en los demás y resolviendo con habilidad los posibles problemas que surjan. Comunicarse con asertividad nos permite transmitir nuestras necesidades o deseos de forma madura y consecuente, sin provocar el rechazo de los demás. Está claro que a mayor madurez emocional, poseeremos una mayor capacidad asertiva para sabernos manejar en el entorno de las habilidades sociales.

CARTA DE LOS DERECHOS HUMANOS ASERTIVOS

1. Tengo el derecho de decir lo que pienso y siento.

2. Tengo el derecho a decir «no».

3. Tengo el derecho a pedir lo que deseo.

4. Tengo el derecho a estar en desacuerdo con otros.

5. Tengo el derecho a ser tratado con respeto.

6. Tengo el derecho a equivocarme y a rectificar.

7. Tengo el derecho a tener olvidos y despistes.

8. Tengo el derecho a juzgar mi propio comportamiento y a hacerme responsable de las consecuencias del mismo.

9. Tengo derecho a tomar decisiones que me incumben por razones de mi tarea en relación a la organización del trabajo.

10. Tengo el derecho a cambiar de parecer.

11. Tengo el derecho a decir «no lo sé» o «no lo entiendo».

12. Tengo el derecho a tener dudas y a consultar.

13. Tengo derecho…