LAS MUJERES LESBIANAS

Su visibilidad, comparativamente con la de los gays, resulta todavía moderada. La salida del armario de este colectivo se podría comparar con los estudios no finalizados de una carrera universitaria de la que aún queda alguna asignatura pendiente para concluir. Es evidente que no cuentan con tantos referentes como el colectivo gay. Quizá cabría pensar que una de las razones por las que las mujeres lesbianas son menos visibles que los gays se deba, desde una perspectiva histórica, a la lucha que hubieron de llevar a cabo las feministas por la consecución de una igualdad plena de derechos ante los hombres. Ciertamente en nuestra sociedad las mujeres no han tenido fácil el ocupar un estatus social equiparable al del varón. Todavía en el ámbito laboral existen diferencias discriminatorias significativas, y en esta lucha por alcanzar una igualdad de derechos constitucionales, posiblemente, no han podido abordar suficientemente su dignidad sexual, al haber tenido que resolver otras cuestiones que resultaron ser más acuciantes. Este análisis sociológico, por fortuna, va cambiando, y cabe pensar que, en no demasiado tiempo, la mujer ya no tenga temor a manifestar su orientación sexual, la que sea, con la mayor naturalidad.

Posiblemente entre las lesbianas se barajan las dos alternativas de salir o no salir del armario al seguir reconsiderando una parte importante de este colectivo las ventajas o inconvenientes de hacerse visibles. Las lesbianas, que están a favor de manifestarse sin temor, saben muy bien que el reconocimiento, la visibilidad y la salida del armario, cuanto más tarde se hace, resulta peor, puesto que puede acarrear más dificultades personales.

Carmen y Mónica, matrimonio de lesbianas

A continuación presentamos una pareja de mujeres —Carmen y Mónica— con más de diez años de convivencia.

¿Os identificáis claramente como mujeres lesbianas?

Carmen: Yo dejo la puerta abierta, porque yo no conozco a todos los hombres del mundo y yo no sé si un día me enamoraría de uno, pero es cierto que, a día de hoy, me atraen muchísimo más las mujeres: de hecho no me veo con un hombre. Pero, tiempo atrás, he estado con hombres y me lo he pasado muy bien.

¿Has tenido experiencias sexuales con ellos?

Carmen: Sí, pero me resultan más satisfactorias las relaciones con las mujeres.

Mónica: Yo te diré que hace unos años salió una camiseta que ponía: «Yo no soy lesbiana pero mi novia sí»; así que yo soy ésa.

¿Entonces podíamos decir de ti, Mónica, que eres una mujer bisexual?

Mónica: Sí, se me podría llamar bisexual.

[La bisexualidad es una opción sexual muy bien estudiada en el informe Kinsey. No obstante, factores de índole sociológico —el rechazo por parte de un sector de la sociedad homófoba a toda conducta sexual heterodoxa— han llevado a algunas personas a definirse como bisexuales cuando en realidad son más homosexuales de lo que en un primer momento están dispuestas a reconocer y asumir.]

Actualmente vosotras sois pareja. ¿Cuántos años lleváis siendo pareja?

Mónica: Pues diez años largos.

¿Mantenéis una pareja cerrada?

Ambas a dúo: Sí.

Antes de preguntaros por vuestra salida del armado, os pediría que me contarais cuándo os aceptasteis como lesbianas.

Mónica: Yo creo que lo primero que tenemos que hacer es contar nuestra historia. Voy a empezar yo. Vamos a ver, yo comencé la c arrera de Biología en 1987, y Carmen, en 1988. Nos conocimos en el coro de la Facultad de esa universidad española; como verás, ya ha transcurrido bastante tiempo. Estábamos en diferentes cursos. En el coro, Carmen era una de las sopranos y yo era una de las contraltos. Ella era un poco especial porque es muy alta, tiene unos ojos muy bonitos y tocaba el piano; y yo tenía un muy buen amigo, que también era compañero y del que yo estaba así como enamorada, pero no lo decía y sufría en silencio (risas); y bueno, pues yo después de tres años, dejé la carrera de Biología, y me pasé a Historia, fue también como una especie de salida del armario intelectual. Mi pareja, Carmen, empezó a salir con el chico que a mí me gustaba. A mí eso me sentó muy mal porque yo estaba enamorada de aquel chico. ¡Y este chico se puso a salir con esta guarra! (risas).

¿Con esta guarra que es con la que vives?

Mónica: Sí (risas), efectivamente. Entonces empezaron a salir juntos; pero digamos que era una cosa muy curiosa, porque yo decía: ya que no ha sido para mí este buen hombre, pues bueno, esta mujer es maja. Entonces estuvieron saliendo juntos un año y nueve meses, y durante aquel tiempo nosotras nos llevábamos bien pero siempre con una cierta distancia. También porque, bueno, él no sabía que yo estaba enamorada de él, pero ella sí.

Porque tú, Mónica, se lo habías dicho a Carmen.

Mónica: No pero ella es mujer y el otro es hombre, y esas cosas se notan. ¡Es así y ya está! (risas). Además, este hombre tiene un carácter y una manera de ser un poco cegata; y bueno, pues ellos en un momento dado lo dejaron. Aquello fue bastante traumático tanto para ella como para él, y él, al cabo de un mes y pico de haberlo dejado con ella, pues me confiesa que a él le gustan los hombres.

¿Entonces él es también bisexual?

Mónica: No, él no es bisexual, él es gay completo (risas), me cuenta que a él le atraen los hombres. Fue curioso porque, la verdad, todo el mundo lo había pensado y algunos lo habían dicho. Yo, antes de que empezara a salir con Carmen, le pregunté si era gay, y él se puso conmigo como si le hubieran preguntado si había matado a alguien, reaccionó de una manera tremenda. Y cuando él me dijo que era homosexual, pues le dije; ¡vale! ¡Y qué le voy a hacer yo! Él llevó bastante mal este asunto. Entonces, bueno, esto se quedó un poco así, aquel verano fue espantoso para los tres.

Carmen: Bueno, vamos a ver, de todos modos nos veíamos todas las semanas en los ensayos; pero las cartas siempre han sido un medio de comunicación muy bueno entre las dos; entonces nos dábamos las cartas en mano, ni siquiera nos las enviábamos por correo.

Es decir, que teníais una relación epistolar muy directa.

Ambas: Sí sí. Muy directa.

Mónica: como del siglo XIX (risas).

¿Continuáis haciéndolo actualmente?

Ambas: Sí (risas).

¿Sabéis que existe un artilugio que se llama e-mail?

Ambas: Sí, también.

¿Pero no lo usáis?

Mónica: Sí, pero no es lo mismo. El teléfono también lo hemos usado un montón, pero lo de las cartas tiene un algo especial.

¿Puedo preguntaros con que frecuencia os mandáis misivas?

Carmen: Bueno, vamos a explicar la cuestión. Mónica ha estado con su tesis doctoral, viajando por toda Europa, más de tres años fuera.

Resulta como muy romántico en una pareja el que todavía no se haya perdido esta forma epistolar de comunicarse.

Carmen: Cuando estamos un poquito separadas, la usamos.

Mónica: También hay que decir que yo soy una aficionada, es decir, escribo a Carmen, pero también, lo hago con otras personas.

Bien, si os parece continuamos con la historia: ¿cuándo os confesasteis u os declarasteis vuestro amor?

Carmen: Pues es que no lo hicimos, simplemente nos enrollamos y punto (risas de ambas).

¿Tardasteis mucho tiempo en enrollaros?

Mónica: Unos mesecillos (risas).

Carmen: Bueno, yo cuando iba a casa de sus padres, me quedaba a dormir allí con ella.

¿Pero no teníais todavía relaciones sexuales?

Ambas: No.

Carmen: Pero todo fluyó con una naturalidad increíble. Dormíamos juntas porque sólo había una cama.

[En nuestra sociedad es normal que dos mujeres duerman juntas y nadie sospecha que pueda haber una relación entre ambas.]

Mónica: Dormíamos juntas en la habitación que yo compartía con mi hermana. Mi hermana dormía en su cama y nosotras dormíamos en la otra.

Carmen: Y de vez en cuando, cuando no estaban los abuelos de Mónica, bajábamos a dormir a su casa, ya que vivían en el piso de abajo, y una de estas veces, ya era verano, nos enrollamos pero con una naturalidad increíble. En aquella época yo ya estaba muy enamorada de Mónica, pero ella andaba un poco en la inopia. Y claro, después de aquello, pensamos a ver cómo nos vamos a levantar mañana, ¡qué es esto!

¿Cómo fue el despertar?

Mónica: Bien. La verdad es que pasamos un día normal. Luego Carmen se fue a su laboratorio a hacer sus cosas, yo tenía un examen a la tarde y recuerdo yo sentada en uno de los patios de la facultad, pensando ¿qué he hecho, y qué va a pasar ahora?, pero totalmente relajada.

Carmen: Yo también estuve flotando todo el día con una sensación muy agradable, como de haber tenido un sueño bonito. Y a partir de ese momento, cada vez que nos quedamos solas, acabábamos haciendo el amor. Cada vez nos enrollábamos más. Al principio dijimos, bueno, esto será una historia puntual que se nos pasará y ya está; pero no, aquello iba cada vez a más.

¿Ninguna de las dos habíais tenido anteriormente relaciones lesbianas?

Ambas: No. En absoluto.

Carmen: Antes de enamorarme de Mónica pensaba que podía enamorarme de una mujer, ¿por qué no?, aunque me parecía que era algo muy improbable y que no me pasaría de verdad.

Mónica: En mi caso también había sido parecido. Yo ya conocía a lesbianas, era una cosa que nunca me había tocado ni no tocado, no sé cómo decírtelo. Yo sabía que había homosexuales, como sabía que había negros, ¡yo qué sé! Tampoco me interesaba el tema.

[La salida del armario de las lesbianas resulta, en ocasiones, más complicada que en el caso de los hombres. Al carecer prácticamente de referentes femeninos existe un temor mayor a mostrarse visibles.]

Una vez que os convertisteis en pareja, ¿lo notificasteis a vuestras familias?

Mónica: Aquello fue complicadito.

Carmen: A mí una de las cosas que me vinieron a la cabeza la primera vez que nos enrollamos fue: ¡Dios mío, dónde me he metido!, porque si esto va a más, tendré que decirlo en algún momento y, efectivamente, estuve durante algún tiempo llevando como una doble vida.

[A menudo las propias familias conocen la verdadera sexualidad de la lesbiana o el gay, aunque prefieren hacer «oídos sordos» y mirar para otro lado. Por eso no es tan raro que cuando una lesbiana comunica a cualquier miembro directo de su familia su verdadera orientación sexual, ya sea la propia madre o algún hermano, te diga, al igual que le sucedió a Carmen: ya lo sabía.]

¿Sabía tu madre que tenías una historia con Mónica?

Carmen: Sí. Mi madre lo sabía antes de que lo supiera yo. Mi madre antes de que le dijera que me había enrollado con Mónica y antes de que yo supiera que Mónica me gustaba, ella ya lo sabía. Ella sabía que iba a pasar algo y de hecho me soltó algún lance, así que le dije la verdad en cuanto pude.

¿Y qué tal lo encajaron en tu casa, Carmen?

Carmen: ¡Fatal! ¡Fatal! Me hicieron todos los dramas posibles. Sobre todo mi madre, todo tipo de manipulaciones, chantajes emocionales, todo tipo de culpabilidad. ¡Dios mío, me he equivocado con tu educación! Bueno, pasó por todas las fases posibles. Y todavía colea, y hace más de diez años de esto. Hoy, todavía sigo luchando, tengo que explicar cada cosa que hago. Y no les cabe en la cabeza que mi pareja es una pareja normal como cualquier otra pareja.

¿Tienes hermanos, Carmen?

Carmen: No, soy hija única.

¿Y en tu caso, Mónica?

Mónica: En mi caso fue un poco distinto, porque yo en mi casa no tenía que dar ninguna explicación; quiero decir: cuando Carmen venía a dormir a casa de mis padres, dormía conmigo. Mis hermanos lo supieron enseguida. Yo tengo tres hermanos, una hermana y dos hermanos y lo supieron al día siguiente, uno detrás del otro. Yo soy la mayor, me llevo cinco años con el siguiente y sin ningún problema. De hecho les dio mucha risa a todos. Mi hermana se quedó muy alucinada, porque es que yo nunca he tenido novio estable y he sido muy trotacalles, para qué lo vamos a negar (risas).

¿Tus padres, Mónica, qué tal lo aceptaron?

Mónica: Yo se lo dije a mi madre, así en plan muy drama, porque soy un poco comedianta, y se lo dije al cabo de tres años, y ella me dijo que ya lo sabía, pero que no me había dicho nada, porque es asunto mío. Con mi padre no lo he hablado directamente, pero se lo dijo mi madre.

¿Y qué tal lo ha encajado Mónica?

Mónica: Pues…

[Las reacciones que vayan a adoptar los padres o hermanos ante el conocimiento de una hija o hermana lesbiana, indudablemente, dependerán del nivel de homofobia que arrastren en sus convicciones personales. Está claro que un talante conservador, impregnado de religiosidad tradicional, conllevará reacciones de rechazo.]

¿Has notado algún cambio en su actitud hacia ti?

Mónica: Vamos a ver: cambios en su actitud hacia mí, ¡no! Lo han encajado bien, pero también porque soy un poco la excéntrica de la familia. Entonces como que se acepta.

¿Por qué te consideras la excéntrica de la familia?

Mónica: Porque una cosa así, en mi hermana, que es más convencional que yo, pues se hubiera visto de una manera mucho más extraña. Pero ¿de mí? ¡Qué se van a esperar! (risas). Y lo han aceptado bien, pero ¡es curioso!, mi madre y mi familia nunca habían sido especialmente homófobos aunque piensan lo que la mayor parte de la gente, que la homosexualidad es un poco una tara.

¿Y ahora que lo sabe?

Mónica: Ahora que lo saben eso ha cambiado un poco, lo digo por mi madre, con la que hablo bastante. Con mi padre hablo menos. Pero ha cambiado un poco: por ejemplo, con el tema del matrimonio sí que son reacios, no tanto a que nos casemos, sino a considerar el matrimonio como algo que pueda caber entre un hombre y un hombre o entre dos mujeres. Por ejemplo, en la cuestión de los niños, yo sé que mi madre piensa: «¡Al menos dos mujeres vale!», pero dos tíos, con un niño pequeño, como que no, como que allí falta algo.

Mónica, ¿tienes una familia conservadora?

Mónica: Pues no. Tienen sus cosas conservadoras como todo el mundo, pero no especialmente.

¿Y qué tal aceptan a tu pareja, Mónica?

Mónica: Mejor que a mí (risas).

Y tú, Carmen, ¿qué tal aceptan en tu casa a Mónica?

Carmen: Bueno, pues no la tratan mal ni mucho menos, pues les cae bien, y cuando va a casa, pues le ofrecen un vinito y esas cosas que se hacen con las visitas, pero no la consideran mi pareja, o sea, no se lo toman en serio.

¿Después de diez años?

Carmen: Así es.

Es como si un día vosotras, ¡ojalá no os pase!, os separáis; ¿tu familia, Carmen, se va a poner muy contenta?

Carmen: Vamos a ver, esto ya pasó. De hecho rompimos cuando llevábamos cinco años. Rompimos durante seis meses, y yo lo dije en casa y mi madre se alegró: «¡Ah!, bueno hija, ves, pues, ¡muy bien! Ahora ya, nada, aparecerá alguien (un hombre) y reharás tu vida. Pero con una sonrisa en la cara como diciendo: ¡El Señor me ha escuchado!»

Mónica: ¡Mujer, tampoco tu madre es especialmente religiosa!, no te pases.

¿Y tu padre, Carmen?

Carmen: Mi padre no tuvo esa reacción. La reacción de mi padre fue diferente. Me gustó mucho más. A mi madre es que se le vio el plumero demasiado. No puedes ir con un drama y que la gente te diga ¡Ah, qué bien! Es que eso es salvaje.

¿Y cuando volvisteis a reanudar la pareja?

Carmen: Pues puso una cara que (risas) te lo puedes imaginar. El apoyo por su parte, cero.

¿Entonces puedo decir que la familia de Mónica te acepta mejor a ti, Carmen, de lo que tu propia familia acepta a Mónica?

Carmen: ¡Por supuesto!

Es decir, que la relación con Mónica por parte de la familia de Carmen es una relación política y cordial. En cambio, la luya, Mónica, para con Carmen, es una relación de un afecto especial.

Ambas: Correcto.

Con respecto al tema de la visibilidad, en vosotras, las mujeres lesbianas, la visibilidad todavía es algo escasa.

Ambas: Sí.

Carmen: De hecho a mí, ahora mismo, la discriminación que se me está haciendo es por invisibilidad. Saben que Mónica existe y que es una persona muy importante en mi vida, pero de Mónica no se habla. Nadie de mi familia me va a preguntar. ¿Qué tal va Mónica?

Pero tus primos y tíos saben que existe.

Carmen: ¡Hombre, salió en la televisión! (risas). Pero nunca me han preguntado por ella, ni nada.

¿Y en tu caso, Mónica?

Mónica: En mi caso es totalmente distinto. En las bodas ella viene, y yo tengo un montón de primos.

Es decir, vosotras, aparte de que habéis salido en televisión, se lo habéis contado a todo el mundo.

Carmen: Sí, lo que pasa es que yo, cuando estaba trabajando en España, en el trabajo, no lo decía; tampoco lo ocultaba, pero si tenía que decir que tenía pareja era un hombre.

Mónica: Sí, pero también hay que decir una cosa que estaría también en relación con lo de la visibilidad. Es decir, la Invisibilidad: ¿Son las lesbianas? o ¿son las mujeres?

¡Explícate!

Mónica: Porque todo esto son opiniones mías. No tengo ningún dato, pero yo creo, a mí me parece, como en el caso de Carmen, que ella no decía en su trabajo que era lesbiana, no decía nada de su vida sexual. Entonces yo no sé si es una cuestión más bien femenina o de concepción de la feminidad o de cultura que se enseña a las mujeres.

Carmen: No, hay mujeres que cuentan todo.

Vosotras me estáis diciendo un poco que las mujeres, quizá por la educación que habéis recibido, sois menos dadas o no se os ha favorecido el poder contar que sois lesbianas o el hablar de temas sexuales con más libertad. ¿Vais por ahí?

Mónica: Yo no sé bien. Quizá que pueda ir un poco por ahí. Luego las lesbianas son todavía más reservadas. Hay una idea de la «loca» en el sentido del homosexual que va por ahí como superplumoso y tal, en cambio, en la mujer no tiene su correlación.

Carmen: Quizá el «camionero».

Mónica: Pero no con la misma connotación. O sea, en los pueblos hay un sarasa. Hay el sarasa del pueblo, como hay el tonto del pueblo, etc. Pero no hay el equivalente en femenino. No hay historias de parejas de mujeres que vivan juntas.

Carmen: Pero siempre ha sido más fácil ocultarlo. De dos mujeres que viven juntas, nadie piensa nada, pero dos hombres que viven juntos, el asunto es diferente.

Mónica: No estoy hablando de dos tíos que vivan juntos, sino del sarasa. No hay una correlación visual.

¿Por qué esa diferencia con el mundo gay en cuanto a la visibilidad que es muy superior con respecto al mundo lésbico? ¿A qué se debe?

Mónica: ¡Buena pregunta! No lo sé.

Carmen: ¡Hombre!, se ha trabajado menos. Las mujeres lesbianas se han movido menos por reivindicar sus derechos para que se las vea, por eso estamos más ocultas.

Mónica: También porque no te aplicaban la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social y no te metían en la cárcel. O no te tiraban piedras por la calle. No lo sé muy bien, pero también pienso que está en relación a cómo se vive el hecho de la homosexualidad o de la sexualidad en general para hombres y para mujeres.

Carmen: Es que también, claro, la sexualidad femenina ha sido inexistente. La mujer, a lo largo de la historia, se ha abierto de piernas para que su marido hiciera lo que tuviera que hacer y realmente ahí lo importante era el macho. La mujer, si se lo pasaba bien o mal daba lo mismo; incluso si se lo pasaba bien, estaba mal visto. La sexualidad de la mujer era secundaria y oculta; algo de lo que no se hablaba. Entonces, de repente, sexo entre dos mujeres, ¡eso a qué viene! No cuadra.

¿Entonces, la invisibilidad puede tener que ver con el miedo no sólo social, sino también con un miedo interior de uno mismo?

Mónica: Yo, por mi propia experiencia, te diré que a mí me costó aceptarme como lesbiana, y de hecho, ahora, yo no me considero lesbiana, pero supongo que en ese no considerarme lesbiana está el punto de que no me gustan mucho las etiquetas.

¿Te consideras una mujer bisexual?

Mónica: Me considero una mujer que le da igual el sexo de las personas de las que se puede enamorar, pero sexualmente, debo decir que me tienden a excitar sexualmente más los hombres.

¿Y por qué mantienes una relación con una mujer?

Mónica: Pues porque la quiero mucho y porque supongo que para mí el elemento sexual no es una cosa determinante en una relación entre dos.

Es decir, para ti, Mónica, el aspecto amoroso/afectivo te parece mucho más importante que lo puramente sexual.

Mónica: Para mí, sí. Para definir una relación amorosa. A mí me costó aceptarme a mí misma, cosa que a Carmen, por ejemplo no lo costó tanto.

Escuchándoos y teniendo en cuenta la teoría del Informe Kinsey, parece que vosotras estáis un poco diciendo que la sexualidad no es ni homosexual ni lesbiana ni heterosexual, ni bisexual. La sexualidad es sexualidad y cada uno la canaliza en un momento determinado como quiere. ¿Esto es correcto? ¿Esto es una forma de pensar vuestra? ¿O tan sólo una opinión mía?

Carmen: Para mí es así, lo que pasa es que hay gente que la canaliza más de un lado o más del otro. Por eso yo he empezado a decir que no me cierro la puerta. Yo en este momento de mi vida estoy muy a gusto con una mujer y siempre que pienso en cualquier historia sexual, la proyecto en una mujer, no la proyecto en un hombre, pero eso no quiere decir que algún día no la canalice hacia un hombre o yo qué sé.

Mónica: Yo, personalmente, lo veo difícil, muy difícil de ti (risas).

¿Y de ti Mónica?

Mónica: De mí no. De hecho, a mí me ha causado problemas.

¿Te sigue causando problemas actualmente?

Mónica: Pues últimamente no, porque una se cansa ya de ir dándose vueltas y para mí la cuestión práctica y límite es muy clara. Llega un momento en que es una pregunta: o sigo con Carmen o no sigo con Carmen. Y si sigo con ella es porque me siento bien y punto.

¿Cómo veis vuestro futuro?

Carmen (risas): ¿juntas, te refieres?

Sí.

Carmen: Yo me veo viejecita con ella. Queremos tener hijos.

¿Las dos?

Ambas: Sí, las dos (risas).

¿Pensáis casaros?

Ambas: Sí, nos vamos a casar en diciembre… Estamos con los trámites.

¿Hay una minusvaloración del cuerpo femenino?

Carmen: Yo creo que sí. La sexualidad de las mujeres está muy por detrás en cuanto a valoración. El macho ibérico y el culto al falo todavía están ahí y entonces dos mujeres, si no hay un falo, ¡qué van a hacer! Entre los alumnos de los institutos lo constatamos cuando les damos alguna charla sobre sexualidad.

¿Y ésta es una opinión solo de los chicos en los institutos?, ¿o de los chicos y las chicas?

Carmen: Más de los chicos, pero la pregunta es universal. Es que además, cuando damos charlas en el COGAM, hacemos algo que me parece muy interesante, Les pasamos unos papelitos en blanco para que hagan las preguntas de forma anónima, para que pregunten sin la coacción de los demás. Las preguntas que hacen dan claramente una idea de la poca educación sexual que hay en los adolescentes. Un chico de quince/dieciséis años que te pregunta cómo pueden tener un orgasmo dos mujeres te dice que no tiene ni idea de sexo, y de sexo femenino menos aún.

¿Y eso fomenta la homofobia?

Carmen: Creo que sí la fomenta. Además tienen una idea que a mi me asusta mucho también, que es que el que penetra es el superior. Hay un equivalente entre persona penetrada y sumisión. Entre los adolescentes de raza gitana existe muy marcada la idea de: yo te penetro para someterte y para humillarte. Entienden las relaciones homosexuales entre hombres cuando se trata de humillar a la persona que es penetrada; por tanto, me imagino que entre mujeres también lo pensarán así. Yo creo que a lo mejor esta idea también queda en el resto de culturas. Más o menos testimonial pero que eso está ahí, está claro. El poderío del macho que penetra a la hembra que es sometida.

Yo he oído en colectivos gays que hay como una cierta rivalidad entre los homosexuales y las lesbianas; algunos homosexuales tienen una actitud de cierto distanciamiento/ rechazo y no ven con muy buenos ojos a las lesbianas y hay algunas lesbianas con una actitud muy pseudo feminista, lo mismo con respecto a los homosexuales.

Ambas: Sí, eso es así.

Eso tiene que ver algo con la homofobia dentro del propio colectivo LGTB.

Carmen: Yo lo que he visto es misoginia por parte de algunos gays y demasiado feminismo por parte de algunas lesbianas, pero no con respecto a los hombres homosexuales, sino en general, a todos los hombres, como resentimiento. Yo nunca he sentido esa especie de homofobia masculina de parte de las mujeres lesbianas, eso no. Pero sí he visto mucho resentimiento y un feminismo equivocado respecto al colectivo masculino en general; cosa que me horroriza, porque tan malo es un extremo como otro.

¿Y esos estereotipos quién los marca? O esos estilos, es decir: un buen homosexual tiene que ser de esta manera, una buena lesbiana tiene que ser de esta otra. ¿Eso quién lo marca?

Mónica: Pues no lo sé. ¿Quién marca las modas? Supongo que es una cuestión que interiorizas, supongo que es una cuestión también de con quién has realizado tu primera experiencia homosexual. No tendrá que ver, estoy pensando en estilos de gays que conozco, curiosamente conozco más gays que lesbianas, además dentro del ambiente lésbico no nos hemos movido mucho. Yo debo reconocer que tengo más tópicos sobre las lesbianas.

¿Como cuáles?

Mónica: Pero que luego algunos se me han ratificado. Yo hace un mes estuve en una fiesta muy gay, aunque había bastantes heterosexuales, yo fui con un compañero de piso heterosexual. Nos había invitado una amiga y éste decía: bueno, vamos a ver, porque igual hay muchas lesbianas, pero bueno, nosotros lo pasamos muy bien. Al final de la noche, había como dos ambientes: una especie de garaje donde estaban poniendo música disco estaba todo lleno de hombres, todos los gays de la fiesta y unas cuantas mujeres que andábamos bailando. Y ¿dónde estaban las lesbianas de la fiesta?, pues en la cocina hablando muy seriamente de un caso en el que habían apaleado a un homosexual en una ciudad italiana. Ése es el tópico de que las lesbianas son mucho más serias. Yo creo que de alguna manera, algunos tópicos tienen su lado de verdad.

¿Quizás ese tópico puede tener de verdad el que en las relaciones vuestras el nivel de pareja cerrada y de fidelidad es bastante superior al de los chicos?

Mónica: Es superior, pero yo también creo que es un tópico.

Os lo pregunto porque hay muchos chicos que son pareja cerrada y llevan muchos años, pero también es habitual ahora que entre los chicos haya parejas abiertas; no sé si sucede lo mismo entre las mujeres.

Mónica: Vamos a ver, yo creo que aunque es un tópico, hay un punto de verdad: los hombres son más promiscuos que las mujeres. Sin embargo, yo tengo un montón de amigos homosexuales gays, y la mayoría son partidarios de la fidelidad; es un asco lo serios que son. Mientras que entre las mujeres, que, en cierta manera, sí es cierto que valoran más la fidelidad y la pareja cerrada, pues también hay muchos casos de «canas al aire», más de lo que se ve.

Carmen: Como no nos movemos por el ambiente, conocemos poco. Tan sólo tenemos un par de parejas de mujeres amigas.

¿Cómo veis el mundo lésbico en un futuro? ¿Cuál es la evolución que vosotras, las mujeres lesbianas como colectivo, consideráis necesaria para un futuro? ¿Cuáles serían las metas?

Carmen: Lo primero, la visibilidad.

Mónica: Películas pomo para nosotras (risas).

¿Es que no hay?

Mónica: Hay algunas en el extranjero, pero en España no lo sé. Hay algunas pocas producciones en Francia y Canadá. Pero es cierto que, comparado con el mercado homosexual gay, pues muy pocas.

Carmen: Bueno, yo creo que eso es secundario.

¿La falta de visibilidad puede tener que ver con el hecho de la escasez de películas lésbicas?

Mónica: La cuestión del porno, aparte de la cosa anecdótica que pueda tener, a mí personalmente me interesa poco (risas). Pero en el porno está también el reconocimiento de una sexualidad propia de la que uno está orgulloso.

Carmen: Claro que sí.

Y aparte de todo el tema de la visibilidad, vosotras me comentabais que pensáis tener hijos las dos. Estos hijos que pensáis tener, será ya estando casadas, con lo cual serán de las dos. ¿Cómo pensáis tenerlos? ¿Por inseminación artificial? ¿En un banco de semen en el que no se sepa quién es el padre biológico? ¿Cómo lo tenéis pensado?

Carmen: Tenemos la tentación de aceptar un donante conocido, pero a mí me da miedo que luego el padre quiera reconocerlo y yo no estaría dispuesta a dejar que se entrometiera en su educación. Evidentemente, sería su padre y tendría derechos sobre el niño. Entonces creo que la forma menos problemática es un banco de semen.

Mónica: La forma más fría, más aburrida, más fea también. Pero la más fácil.

¿Y lo pensáis hacer las dos a la vez?

Ambas: ¡No! (risas).

Carmen: Seguramente lo haré yo primero, pero ahora, con la historia del trabajo, pues no sé muy bien. Estaba proyectado para Diciembre, entre otras razones, por cuestión de edad, ya tengo treinta y seis años y no quiero demorarlo mucho. De todos modos a mí me da igual que mi hijo sea adoptado, o que tenga otro color de piel.

¿Hay algún tema que no hayamos abordado del que os gustaría decir algo?

Carmen: A mí algo que me preocupa especialmente es el tema de la educación, no respecto a nosotras, como educadoras de nuestros hijos, sino respecto a la homofobia que nuestros hijos se puedan encontrar. Lógicamente, eso me asusta mucho, sobre todo, a nivel escolar.

Una última pregunta: ¿qué le diríais y cómo intentaríais ayudar a una chica de quince/diecisiete años que se da cuenta de que es lesbiana?

Carmen: Depende de cada caso, pero yo creo que, ante todo, la sexualidad tiene que ser algo divertido, que te aporte cosas buenas y que te haga crecer. Hay que huir de toda sexualidad extraña y complicada que no te haga feliz.

Pues muchas gracias a las dos por vuestra colaboración.

Unos meses después de haber realizado esta entrevista, Carmen y Mónica contraían matrimonio civil en un ayuntamiento de la Comunidad de Madrid, dentro de la más estricta intimidad, sin presencia alguna de medios de comunicación.