Jobs
Creó mucho hardware y software
de gran calidad. Pero con los años
su mejor invento fue sí mismo.
John Perry Barlow[6]
Nunca una sola persona tuvo tanta injerencia en una empresa como la que tuvo Steve Jobs en Apple. Su capacidad de visión, su incansable estilo de trabajo, el carisma y la seducción que ejercía en todos los que lo rodeaban fueron su marca, su selló único e irrepetible clave para el éxito actual de Apple.
Elegido por los medios como el CEO de la primera década del siglo, Jobs encarnó, hasta el momento, al último gran héroe de la cultura norteamericana. Un semi-dios para miles de fanáticos. El aporte de Jobs resultó fundamental primero para la masificación de la computadora personal y luego para la construcción de este presente digital, donde vivimos conectados a Internet. Jobs supo mezclar a la perfección el arte, el entretenimiento, los negocios y la tecnología. Entender, antes y mejor que muchos otros, la revolución que provocarían los dispositivos móviles.
Abdulfattah Jandali, su padre biológico, era inmigrante sirio musulmán y Joanne Carole Schieble, su madre, una estadounidense de descendencia suiza y alemana. Cuando nació su primer hijo varón, el 24 de febrero de 1955, ambos eran muy jóvenes y decidieron entregarlo en adopción. Sus nuevos padres, Paul Jobs y Clara Hagopian, lo llamaron Steven Paul Jobs. El matrimonio ya tenían una hija, Patty. Era una típica familia de clase media baja californiana. Paul trabajaba como maquinista de una empresa ferroviaria y su esposa era ama de casa. Cuando el pequeño Steve tenía seis años, se mudaron a Mountain View, al sur de Palo Alto. En la década de 1960, aquella región florecía de empresas de tecnología y gracias a Intel y otras compañías, la zona fue bautizada como Silicon Valley, el material que se utilizaba para fabricar los procesadores.
Jobs era hiperactivo y muy curioso. A los 12 años vio por primera vez una computadora y desde entonces supo lo que quería. Durante su secundaria se dedicó a explorar el mundo de la electrónica y los ordenadores. Él mismo llamó a William Hewlett, el presidente de Hewlett Packard, para pedirle unos repuestos que necesitaba para un trabajo del colegio. Charlaron unos minutos y, cautivado por el joven, Hewlett le ofreció un trabajo temporario de verano.
Jobs se crió durante la Guerra Fría, bajo las presidencias de John F. Kennedy y Lyndon Johnson. En Estados Unidos había un ambiente contracultural propio de la década del ‘60, la rebeldía y los movimientos pacifistas contra las guerras como Vietnam y Corea. Dominaba el flower power y la liberación sexual, con la música como principal exponente de toda la ebullición juvenil, interpretada por Los Beatles, Bob Dylan, The Doors y Los Rolling Stones, entre otros grupos. Eran épocas de hipismo y drogas como la marihuana y los alucinógenos como el LSD. La ciudad de San Francisco, uno de los principales faros de todos aquellos movimientos, quedaba a pocos kilómetros de donde vivía Jobs. En la zona oeste, a principios de la década del ‘70 y gracias a la creación del microprocesador de Intel en 1971, se gestaba otro movimiento que haría historia: la revolución de la computadora personal (PC).
A través de un vecino, Jobs conoció a Steve Wozniak, un chico seis años mayor que él; un nerd dedicado día y noche a la electrónica, gordo y poco dado a las relaciones sociales. En seguida se hicieron amigos. "Me costaba muchísimo explicarle a la gente los diseños en los que trabajaba, pero Steve lo entendió inmediatamente. Y me cayó bien", recordaría Wozniak años después.
En 1972 Jobs ingresa a la Universidad Reed en Oregon, pero abandona a los seis meses. Se aburría y era muy cara, lo que significaba un gran esfuerzo para sus padres. Siguió en la universidad el resto del año pero como oyente, durmiendo en el piso de habitaciones de otros compañeros y asistiendo a clases de caligrafía. En aquellos días se hizo vegetariano, comenzó a estudiar religiones orientales y a practicar meditación budista. Como no tenía dinero, comía gratis en el templo Hare Krishna que quedaba a unos kilómetros de la Universidad.
Cuando regresó a California, en 1974, consiguió trabajar en Atari, donde fue parte del equipo que fabricó el famoso juego Pong.
Los ácidos, la marihuana, la privación del sueño, largos ayunos, poesía y Bob Dylan. Jobs acudía a todo lo que pudiera ayudarlo a explorar los límites de su propia existencia. Atraído por el budismo y en búsqueda de respuestas, en mayo de aquel año decidió viajar a la India junto a un amigo de la universidad, Dan Kottke. En Nueva Delhi, el objetivo era conocer el ashram del famoso gurú Neem Karoli Baba y asistir a la Khumba Mela, la fiesta del cántaro, celebrada cada tres años a la que asisten millones de fieles hindúes de todo el mundo. Jobs se rapó la cabeza, adelgazó varios kilos ya que a causa de la comida contrajo disentería, una enfermedad estomacal infecciosa con fiebre, diarrea y vómitos. Tuvo que volver a Nueva Delhi y junto con Kottke fueron a buscar a Karoli Baba a la montaña Kumoan, al este de la India. Pero fracasaron: el gurú había fallecido seis meses antes y ellos no se habían enterado. Deambularon algunas semanas más, alternando momentos de profunda espiritualidad con otros cómicos y decepcionantes. Jobs descubrió que en la India no todo era como había leído en sus libros espirituales y la miseria extrema convivía con la riqueza arquitectónica y cultural. No descubrió la iluminación que fue a buscar. "Empecé a pensar que Thomas Edison había hecho más para mejorar el mundo que Karl Mark y Neem Karoli Baba juntos", diría tiempo después.
A su regreso, luego de su etapa experimental, pide retomar el trabajo en Atari y su fundador Nolan Bushnell lo acepta nuevamente, pero lo cambian al turno noche porque nadie soportaba su carácter, su aspecto desalineado y su mal olor. Se dejaba la barba, el pelo largo y la mayoría de los días andaba descalzo.
Para desarrollar el juego Breakout, Atari organizó un concurso interno cuyo premio era de cinco mil dólares para quien logre hacerlo en menos tiempo y con la menor cantidad de componentes posibles. Jobs no tenía idea de cómo hacerlo, pero le pidió ayuda informal a Wozniak que en aquel entonces trabajaba en Hewlett Packard y por las noches lo ayudaba en Atari. Gracias a sus enormes conocimientos técnicos, Woz logró hacerlo en apenas cuatro noches. Bushnel le pagó a Jobs el premio y este le entregó a su amigo tan solo 350 dólares.
Poco tiempo después, junto a Wozniak empiezan a asistir a las reuniones del Homebrew Computer Club, formado en 1975 en Palo Alto por un grupo de unos quinientos aficionados a las computadoras, la programación de software y los circuitos electrónicos. Allí ambos presentaron el rudimentario modelo Apple I, construido por Wozniak en 1976. A diferencia de su socio, Jobs tuvo la idea de venderlo entre los miembros porque consideraba que el trabajo era fruto del esfuerzo de ambos. Así nació Apple, cuyo nombre fue elegido por Jobs por su trabajo veraniego recolectando manzanas y porque además no se parecía en nada a los nombres tradicionales de las empresas de informática hasta el momento.
Jobs vivía acelerado, inseguro, obsesionado con la idea de la muerte. Le decía a su entorno íntimo que no llegaría a los 50 años y que había que alcanzar las metas lo antes posible. Manejaba sus autos y motos a gran velocidad. Era ansioso. No soportaba perder tiempo.
Por aquellos años, en medio del impresionante crecimiento comercial de Apple, Jobs ya mostraba su innata capacidad para vender, usando su gran carisma y su exageración que luego fue conocida como "campo de distorsión de la realidad". Tenía un enorme poder de convencimiento, tanto para persuadir a las personas de trabajar en Apple como para negociar mejores condiciones con los proveedores y socios estratégicos. También para seducir a los periodistas y conseguir artículos favorables en la prensa. Rápidamente, Jobs pasó a ser el niño mimado de los medios, la persona que todo periodista quería entrevistar y tener como amigo.
Sin embargo, puertas adentro, en Apple, Jobs dejaba florecer su mal carácter contra los empleados. Los maltrataba a gritos, se apropiaba de ideas ajenas y les decía que su trabajo era una porquería. Pero al día siguiente los bañaba en elogios por el mismo trabajo, sin escalas intermedias. Era cruel, ácido y extremadamente irónico. Su sarcasmo, a veces, hacía llorar de bronca a algunos de sus principales colaboradores, que solían amenazar con renunciar. Además era muy exigente con los plazos de entrega de todo lo que pedía y capaz de llamar a un empleado un domingo a las ocho de la mañana. Años después, Wozniak diría:
Su estilo daba muy mala impresión en quienes lo rodeaban. Aunque yo no tenía que soportarlo, lo que me contaban dibujaba a un Jobs muy diferente del que yo conocía. No tenía ni idea de qué era lo que estaba marcando su comportamiento porque nadie lo sabía. Pero al mismo tiempo, parecía estar dando en el clavo y sugería cosas que en la mayoría de los casos terminaba teniendo razón.[7]
El estilo arrogante, controlador y meticuloso de Jobs le trajo problemas internos, sobre todo a partir de 1981 cuando Apple ya era una compañía con más de mil empleados.
Después de que Apple salió a cotizar en Bolsa, las acciones de la empresa se dispararon y la fortuna personal de Jobs pasó a ser de más de 165 millones de dólares. A los 25 años era el millonario más joven de los Estados Unidos.
Desde la adolescencia, mantuvo una relación intermitente con una joven llamada Arlenne Brennan que con los años se tornó algo enfermiza. En 1983 tuvieron una hija llamada Lisa, pero Jobs se negó a reconocerla hasta diez años después. Incluso se presentó en la justicia tras la demanda de Brennan y mintió diciendo que era estéril. Sin embargo, no dudó en bautizar Lisa al modelo de computadora que Apple lanzó ese año. Ya sobre el final de su vida, Jobs dijo que se arrepentía de haberse portado tan inmaduro en aquel asunto. Siendo adulto, con Lisa mantuvo una relación distante, de idas y vueltas, pero finalmente cordial.
Jobs tenía la costumbre de dividir a la gente en dos grupos: genios y tontos.[8] Para él no había término medio y no tenía escrúpulos en hacerle saber a la gente qué pensaba de ellos, sobre todo si los consideraba dentro del segundo grupo. Pero también cambiaba rápidamente de opinión según los acontecimientos. Cuando en 1983 conoció a John Sculley se quedó maravillado y lo consideraba un genio. Hizo de todo para seducirlo y convencerlo de aceptar el puesto de CEO en Apple. Desde elogios en privado y en público hasta ofrecerle mucho dinero. Pero a los pocos meses decidió que Sculley no era lo que pensaba y comenzó a atacarlo duramente en reuniones internas y en los medios. Después de irse de Apple, nunca más volvió a dirigirle la palabra.
Diana Walker fue fotógrafa para la Casa Blanca durante 20 años y retrató a cinco presidentes. También le hizo muchas fotos a Jobs, incluso en la intimidad de su casa junto a su familia. Para la revista Time, después de la muerte de Jobs escribió:
Conocí a Steve Jobs en una sesión de fotos para Time en 1982. No tenía ni idea de que se iba a convertir en mi amigo ni que sería ese increíble genio. Mucho menos, una parte de nuestras vidas, de lo que somos y de lo que vemos. Daba una charla a un grupo de estudiantes de Stanford, en la sala de estar de una residencia de estudiantes y era muy difícil fotografiarlo sin estar molestando. Necesitaba luz y me movía con cuidado. Pero él colaboró. Le pedí que se subiera encima de un cartel de Apple y lo hizo; le pedí que se pusiera delante de una manzana recortada (foto que, al final, acabó siendo portada de la revista Fortune) y también lo hizo. Pensé "esto es lo que eres, así eres". Era bastante divertido porque era muy agudo, aprendía muy rápido. Le enseñabas algo y lo entendía en un segundo. Siempre me ha fascinado su sentido del diseño. Fue maravilloso que le gustaran mis fotografías. Realmente, voy a extrañar su inventiva, sus ideas, sus ojos y lo brillante que era en todo. Estoy segura de que no era fácil trabajar para Steve, pero también que era una persona fascinante para trabajar.
NeXT
Después de su salida de Apple a mediados de 1985, Jobs pasaba sus días entre la depresión y la tristeza. A sus 30 años, millonario y famoso, sentía que había fracasado en su obsesivo intento por hacer del mundo un lugar mejor. Se sentía traicionado por gente muy cercana, como Mike Markkula y otros, que habían finalmente apoyado a Sculley. En un reportaje en la revista Newsweek, dijo: "Seguro que alguna vez has sentido un golpe en el estómago y se te ha entrecortado el aliento, dejándote con dificultad para respirar. Cuánto más tratas de inspirar, menos lo consigues y sabes que lo único que puedes hacer es relajarte".
Buscando su próximo destino, Jobs viajó por Europa durante un mes y medio y visitó Francia, Italia, Rusia y Suecia. Cuando regresó a California, ya estaba de mejor ánimo y empezó a encontrarse a charlar con gente conocida. En agosto tuvo una cena con Paul Berg, premio Nobel de Biología Molecular, quien le explicó las dificultades que tenía el ámbito científico para descifrar el ADN y el tiempo y el dinero que le llevaba a los investigadores entender los procesos de secuenciación del ADN. Ambos llegaron a la conclusión de que con una computadora potente y a un precio accesible, el problema se resolvería. Jobs se quedó pensando durante largos días y empezó a motivarse con una nueva idea: fabricar computadoras de trabajo muy potentes a un precio competitivo, destinadas principalmente al uso de la ciencia, las empresas y la educación. Una computadora para profesionales que se ubique entre una PC común hogareña y una estación de trabajo con mayores prestaciones técnicas.
Entusiasmado, en pocos meses armó su nueva empresa, a la que llamó NeXT. Era su próximo paso pero también la visión, lo que estaba por venir. Quería fabricar la mejor computadora del futuro.
Lo primero que hizo Jobs fue armar al equipo principal que lo acompañaría. Para eso convocó a algunos empleados de Apple: Susan Barnes se ocuparía de las finanzas y Dan’l Lewin, del marketing. Mientras tanto, Rich Page fue el desarrollador, ya había trabajado para Lisa. Por último, los ingenieros George Crow y Bud Tribble, que habían formado parte del mítico equipo creador del Macintosh.
De inmediato, Sculley y otros miembros del directorio de Apple se enojaron y demandaron a Jobs por competencia desleal al considerar que había planeado su nueva empresa mientras seguía siendo directivo y accionista. Apple llevó el caso a tribunales, pero Jobs no quería complicaciones legales. Por eso renunció formalmente en septiembre y vendió de inmediato casi todas sus acciones en Apple, con las cuales sumó a su fortuna unos 150 millones de dólares. solo se quedó con una acción para seguir recibiendo el informe anual. "Tengo 30 años y tengo que hacer algo con mi vida", les dijo casi suplicando a los miembros de la junta directiva. A principios de 1986 Apple desestimó la demanda porque consideró que el litigio —que ya era público— perjudicaría la buena imagen que tenía la empresa. Además, la mayoría de sus compradores seguían idolatrando a Jobs.
Quería lo mejor para NeXT. Desde los empleados, las oficinas, la fabricación de los componentes y, por supuesto, el diseño integral del hardware y el software. Llevó a los empleados a retiros inspiradores y seminarios que incluían visitas a distintas universidades de EE.UU para intercambiar experiencias con especialistas en educación. También los llevó a Pensilvania a recorrer la famosa "Casa de la cascada", del arquitecto Frank Lloyd Wright, para transmitirles la belleza de lo que él consideraba una creación perfecta.
No escatimó en gastos. De su bolsillo puso 12 millones y además consiguió una inversión inicial de 20 millones del magnate estadounidense Ross Perot, que se quedó con el 16% de la empresa. Más adelante, consiguió que la empresa japonesa Canon invierta 130 millones entre 1989 y 1991.
Jobs admiraba al diseñador norteamericano Paul Rand y quería darse el gusto de tener un logo creado por él. De la cabeza de Rand surgieron logos de marcas tan conocidas como IBM, ABC, UPS, Westinghouse, Ford (nunca usado), Enron y muchos otros. Diseñó sin parar tapas de revistas y libros, carteles publicitarios, tipografías, packagings y hasta frascos de perfumes. Jobs fue a buscarlo para pedirle el logo de NeXT. Rand se le plantó firme: no habría diferentes opciones y solo le daría un logo, con el correspondiente manual de identidad corporativa. A cambio, Jobs debía pagarle 100 mil dólares. Aceptó de inmediato y así fue como la nueva compañía tuvo su logo diseñado por Rand. Era un cubo negro orientado hacia arriba, con las cuatro letras de NeXT en colores.
Los tiempos se acortaban y Jobs quería la mejor computadora fabricada hasta el momento. Resultó ser una auténtica joya tecnológica. Incluía varias innovaciones muy adelantadas para la época como disco óptico, pantalla plana blanco y negro y un potente hardware con chip Motorola, un gran disco rígido y entre 8 y 64 MB de memoria RAM, cuando lo usual en una PC de aquel entonces eran hasta 4 MB.
El diseño era de vanguardia y rupturista: un perfecto cubo negro. Fue realizado por Hartmut Esslinger, el mismo que Jobs había contratado para Apple poco tiempo antes. Tras casi tres años de intenso trabajo, la computadora estuvo lista en octubre de 1988.
Durante la presentación en San Francisco, Jobs sedujo al público como ya sabía hacerlo. "Estamos a punto de vivir uno de esos escasos hitos que solo se producen una o dos veces en cada década. El momento en que se descubre una arquitectura capaz de cambiar el futuro del mundo informático", dijo. Además aseguró haber fabricado "la mejor computadora del mundo. Lo que el Mac debería haber sido". Como siempre, los medios quedaron maravillados y lo bañaron en elogios.
Jobs también se propuso desarrollar el mejor software posible. El sistema operativo de las computadoras se llamó NeXTSTEP y fue desarrollado por un equipo encabezado por el ingeniero Avie Tevanian. El sistema era espectacular, muy avanzado para la época. Era multitasking, es decir, que podía ejecutar varios programas en simultáneo sin tener que cerrarlos. También tenía un "dock" movible con los íconos de los programas más utilizados siempre presentes en la pantalla.
Daniel Ichbiah, periodista francés, autor del libro Las cuatro vidas de Steve Jobs, escribió:
NeXTSTEP era perfecto, fluido, casi mágico. Usarlo para la creación de aplicaciones era como tocar un Stradivarius de verdad. Los laboratorios que lo habían probado no daban crédito a un programa que era capaz de desbancar o incluso aniquilar sin miramientos a todos sus competidores. Windows en comparación, parecía una chapuza, un bailarín borracho, cojo y torpe.
El mundo académico y de la ciencia estaba muy conforme con las NeXT. Nada menos que Tim Barners Lee, el creador de la World Wide Web, uso una de aquellas computadoras para configurar el primer servidor de Internet del mundo.
Pero a pesar de la calidad técnica del hardware y el excelente sistema operativo que tenía la computadora de NeXT, varias razones atentaban contra su venta. El alto precio (6.500 dólares más la impresora láser de 3.500) la convirtieron en un lujo prohibitivo para un estudiante medio. Otra razón fue haber llegado tarde a un mercado ya dominado casi por completo por IBM y Microsoft y en menor medida por Apple. No había espacio para un nuevo jugador. Las ventas fueron un desastre. En un año y medio, para fines de 1989, apenas habían vendido 400 unidades. Los siguientes modelos incluían algunas mejoras en el software, pantalla a color y un mejor precio, pero tampoco lograron repuntar las ventas.
Los mejores empleados comenzaron a irse, frustrados por no poder cumplir con los objetivos que se habían propuesto y al ver que las promesas de Jobs chocaban con la realidad. El barco se hundía. Jobs estaba intratable y de pésimo humor. Le gritaba a los empleados y en la prensa se enojaba con IBM y Microsoft, que para aquel entonces era la empresa informática más grande y exitosa del mundo, valuada en 4.000 millones de dólares. Bill Gates era ahora el niño mimado de la industria, el rey absoluto con su Windows. Enceguecido, Jobs intentó torcer la realidad prometiendo ventas que jamás llegarían.
El fracaso fue total y la aventura de NeXT terminó a fines de 1995, con menos de 50 mil computadoras vendidas en total. Fue un duro golpe para Jobs. El segundo en su corta vida. Pero este fue peor porque el público le dio la espalda. En los medios lo destruyeron. El nombre Jobs iba camino a ser casi un agradable recuerdo de aquellos primeros años de las computadoras personales, del éxito de Apple II y el Macintosh.
Pixar
La historia de Pixar es extraordinaria. La impresionante sucesión de exitosas películas animadas a partir de 1995 modificó para siempre la industria del cine y además, mostró a un Jobs en uno de sus mejores momentos: más maduro, astuto e incansable negociador y extremadamente creativo. En su vida personal, Jobs había encontrado estabilidad en su pareja con Laurene Powelly, con quien se casaría en 1991 y tendría tres hijos: Reed, Erin Seinna y Eva. Jobs no perdía sus mañas, pero había dejado atrás sus rabietas típicas de adolescente y se mostraba más aplomado para el trato con sus empleados.
El origen de Pixar se remonta a 1985. El famoso director de cine George Lucas necesitaba dinero para llegar a un acuerdo legal en el conflictivo divorcio con su ex mujer. Puso en venta el área Lucas Film Computer Division, que se ocupaba de los efectos especiales por computadora de sus películas, como las espadas láser de Star Wars. Jobs negoció el precio y en enero de 1986 se quedó con el 70% de la empresa a cambio de solo 10 millones de dólares. Lo primero que hizo fue cambiarle el nombre y bautizarla Pixar.
Jobs sabía que en pocos años las computadoras serían mucho más potentes y que la capacidad de procesamiento aumentaría exponencialmente. Situación ideal para el rubro de animación computada que requería un enorme volumen de procesamiento. Pixar giraba en torno a tres áreas: el hardware llamada Pixar Image Computer; Render-Man, un software de generación y renderización de gráficos e imágenes en tres dimensiones (3D) y, por último, producción de contenidos, para desarrollar películas de animación.
La computadora de alta gama salía 125 mil dólares y se vendía a cineastas, diseñadores gráficos, en la industria médica, servicios de inteligencia y seguridad. Jobs intentó hacer una versión más económica de aquel hardware y el software para seducir al público masivo, pero no tuvo respuesta.
John Lasseter era fanático de los dibujos animados. Tras un breve paso por Disney, fue contratado para dirigir el departamento de animación de la empresa de Lucas. Pero el área no tenía real peso en la estrategia de negocios, ya que había sido creada para generar contenidos que demuestren los beneficios del hardware y el software.
Cuando conoció a Jobs, ambos conectaron por su pasión por el diseño y la creatividad. Lasseter estaba trabajando en un corto de dos minutos sobre una lámpara flexo y lo llamó Luxo Jr. Junto a Jobs fueron hasta Dallas a presentar el corto en un congreso de animación computarizada. Fue la mejor película y la gente la aplaudió de pie. El corto llegó a competir en los premios Oscar de ese año. No ganó, pero Jobs se dio cuenta de lo que tenían entre manos. Amaba la creatividad del departamento de animación comandado por Lasseter. Pixar era la perfecta cruza entre arte y tecnología que tanto buscaba desde los años setenta.
Sin embargo, ninguna de las tres áreas daban ganancias. Jobs tuvo que inyectar nuevos fondos de su propio bolsillo y despedir empleados para evitar que Pixar quebrara. Ya llevaba invertidos casi 50 millones de dólares en Pixar, NeXT no vendía lo esperado y él no podía permitirse un tercer fracaso consecutivo en su corta carrera. Tras nuevos recortes, aceptó financiar con 300 mil dólares la realización de Tin Toy, un corto de Lasseter sobre juguetes que tomaban vida. En medio de tantas malas noticias, recibió una buena: en 1988, aquel resultó ganador del Oscar al mejor corto animado y además, fue el primero hecho por computadora en recibir un premio.
Disney paró las antenas y tras un intento fallido de contratar a Lasseter, se sentó a negociar con Jobs un acuerdo de producción en conjunto para un largometraje sobre juguetes. Las negociaciones entre Jobs y Jeffrey Katzenberg, el durísimo jefe de películas de Disney, se prolongaron durante largos meses. El contrato se firmó en mayo de 1991 y establecía que Disney invertiría 17 millones de dólares para financiar toda la película y se quedaba con sus derechos y sus personajes. Le daría a Pixar solo el 12,5% de los ingresos por venta de entradas. Jobs no estaba en condiciones de negociar nada. Disney además mantuvo el control creativo de la película y el derecho a cancelar la producción en cualquier momento. Podía, además, crear secuelas de la misma película y sus personajes sin necesidad de hacerlo con Pixar.
Nacía Toy Story, la primer película de la historia del cine creada íntegramente con computadoras. En la historia los juguetes cobran vida durante la ausencia de los seres humanos. El guardián del espacio Buzz Lightyear y el vaquero Woody (con la voz de Tom Hanks) lideran a un grupo de juguetes amigos.
Tras idas y vueltas con el enfoque del guión y los personajes, la película se estrenó a fines de 1995. Hubo una gala de Disney en Los Ángeles y la otra en San Francisco, organizada por Jobs. Como si se tratara de un producto de Apple, Jobs salió al escenario y con su típico magnetismo propio de un showman cautivó a los invitados. La película fue un gran éxito. En apenas un fin de semana, Disney recuperó la inversión de toda la película y fue la más taquillera del año. Recaudó 192 millones de dólares solo en los Estados Unidos y 362 millones en el resto del mundo.
La crítica especializada elogió la película de todas las maneras posibles. Toy Story transformó para siempre la industria del cine. Pero para todo el mundo, era una película de Disney. Jobs se puso al frente para revertir esta percepción y presionar a través de los medios dejando en claro que era creación de Pixar y que Disney era apenas el distribuidor. Su objetivo era sentarse a negociar un nuevo contrato para dejar de ser un proveedor de Disney y convertirse en el socio estratégico.
En pleno éxito de la película, Pixar salió a cotizar en Bolsa y en un solo día, las acciones llegaron casi a 50 dólares. Jobs era el dueño del 80% de la empresa, ahora valorada en más de 1.200 millones de dólares. El monto de dinero ganado era impresionante, sobre todo porque había comprado la empresa en 10 millones de dólares.
A pesar de ser millonario, Jobs estaba cada vez más lejos de los lujos y la ostentación. Ya vestía de negro y con jeans azules, uniforme que convertiría en uno de sus sellos personales. En los reportajes, se empecinaba en aclarar que los millones no le importaban. "Jamás hice algo motivado por el dinero." Era uno de los pocos empresarios de la lista de Forbes que a pesar de ser millonario desde muy joven, manejaba su propio auto y no caminaba con guardaespaldas. Se diferenciaba así de los empresarios millonarios. "No quiero ser el más rico del cementerio", diría más de una vez.
Lo más importante del repentino crecimiento económico de Pixar fue poder sentarse a negociar con Disney en mejores condiciones y financiar la mitad de sus propias películas por la mitad de las ganancias. Además, compartirían la autoría en los títulos y los derechos de merchandising de los personajes. El acuerdo, alcanzado en 1997 fue por cinco películas.
Para colmo, Katzenberg había abandonado Disney para formar su propia productora junto a Steven Spielberg, DreamWorks. Mientras estaba en Disney, había oído hablar a Lasseter sobre su próxima película. La idea giraba en torno al mundo de los insectos. En Pixar la llamaron Bichos y mientras la producían, se enteraron que en DreamWorks estaban trabajando en la película Antz (Hormigas) y tanto Jobs como Lasseter acusaron a Katzenberg de haberles robado la idea. Este último lo desmintió varias veces pero ya era tarde. En 1998 se estrenaron ambas películas. Antz fue un éxito y recaudó 91 millones de dólares en los Estados Unidos y 172 millones en el resto del mundo. Pero la de Pixar, estrenada dos meses después, fue muy superior en la crítica y en la venta de entradas. Recaudó 163 millones en EE.UU. y 363 en el mundo. Jobs aprovechó para golpear a Katzenberg en los medios: "Su código ético no es algo que me gustaría ver triunfar en este mundo". Nunca más lo perdonó.
Pixar seguía cosechando un éxito tras otro y mucho dinero. En paralelo, Jobs dedicaba su energía al retorno en Apple. En Pixar encontraba un cable a tierra creativo y artístico que lo hacía feliz. Se involucraba en todos los detalles. Desde los proyectos futuros, hasta de la distribución y la decoración del nuevo y descomunal edificio central de Pixar, ubicado en San Francisco.
A fines de 1999 se estrenó Toy Story II, con una recaudación impresionante: casi 500 millones de dólares en el resto del mundo. Después, en la década que va del año 2001 al 2010, Pixar estrenaría una sucesión increíble de éxitos: Monsters, Inc., Buscando a Nemo,[9] Los Increíbles, Cars, Ratatouille, Wall-E, UP y Toy Story III.
Mientras tanto, la relación entre Pixar y Disney se tornó cada vez más tirante ya que Jobs y Michael Eisner (presidente de Disney) chocaban constantemente. En 2004 la sociedad se interrumpe por serias diferencias contractuales. Dos años después, ya sin Eisner en la mesa de negociaciones, Disney —que no había creado ninguna película importante en los últimos años— decide comprar Pixar por la cifra de 7.400 millones de dólares en acciones. De esa manera, Steve Jobs se convirtió en la persona con más acciones en Disney (7% aproximadamente). Pixar se hizo cargo del departamento de animación de Disney y Lasseter se convirtió en el director. Aquella fue una adquisición extraordinaria en el mundo de los negocios, que apuntaló a Jobs en el podio de los mejores empresarios de la industria del entretenimiento.
Franco Bittolo es el CEO de Bitt animation + VFX, una productora argentina de animación y efectos visuales:
Pixar supo cómo modernizar el esquema que tantas satisfacciones le dio a Disney durante tantos años, pero que ya se estaba poniendo viejo. No tuvo una visión parcial del producto y se propuso modernizarlo con dos o tres cambios, sino que reformuló la industria. Lo más inteligente que hizo en su momento fue evitar convertirse en un proveedor de Disney y lograr así posicionar un nombre propio. Tuvieron apertura al cambio, se animaron a algo diferente, y eso fue fundamental. Supieron extraer lo mejor de la fórmula clásica de Disney, que era hacer películas para cualquier edad, que transmitieran sentimientos y emociones. Cuidaron la calidad al detalle, y eso siempre te lleva lejos. Otro motivo clave fue que nunca se quedaron con un éxito, sino que buscaron cómo superarse e innovar. Por eso cada nueva película sorprende.
Pixar y Disney aún continúan a paso firme por la senda del éxito bajo el paraguas de la creatividad con productos de gran calidad. Además, siguen ganando dinero y premios. Para los próximos años se esperan estrenos de películas que ya están en proceso de producción, como Brave, Monsters University, Cars 3D y Flexmetal.
Una cosa más…
Desde los primeros años en Apple, Jobs demostraba tener un enorme carisma y una capacidad innata para dominar la escena y capturar la atención de los espectadores. Sus presentaciones (Keynotes) se convirtieron en una de sus marcas registradas más comentadas por los medios. Eran como una obra de teatro. Tenía un magnetismo único que hacía delirar a los fanáticos. Una de las Keynotes más recordadas es la presentación del iPhone, en enero de 2007. Sus frases electrificaban a la audiencia.
Jobs era un obsesivo de los detalles. Ensayaba durante horas una y otra vez cada frase que iba a decir y hacía sus propias diapositivas minimalistas, sin muchas palabras ni gráficos. Se preocupaba personalmente hasta de la acústica y las luces del lugar. Además, decidía el timming para cada cosa, la música y hasta preparaba a los invitados que lo acompañarían en el escenario. Allí podía ser grandilocuente y exagerado, pero en ningún momento lo parecía.
"No es casualidad que Jobs disfrutara de las apariciones en vivo. Las trabajaba con minucioso detalle", dice Carlos Tito Avalos, especialista en identidad de marcas corporativas. "Sus charlas en público eran emblemáticas, las consideraba realmente como una extensión de la marca Apple y le dedicaba una cantidad de tiempo impensado en otras compañías", agrega.
Carmine Gallo[10] en un artículo de la BusinessWeek explicó los motivos por los cuales el CEO de Apple cautivaba a la audiencia durante sus famosas Keynotes. Y aconseja estos diez pasos para lograr presentaciones como las de Steve Jobs:
- Definir el tema de la presentación, el concepto clave ("There is something in the air") sobre el que girará todo el discurso. Comunicarlo al principio o varias veces durante el evento. ("Hoy Apple reinventa el teléfono.")
- Demostrar entusiasmo. Disfrutar haciendo la presentación. Mostrar la pasión por lo que vendés. Tus oyentes quieren sorprenderse, no dormirse.
- Proporcionar un esquema mental. Si se dice "Hoy quiero hablarles de cuatro cosas", hay que enumerarlas para que la gente se haga una "agenda" mental de lo que se va a presentar.
- Que haya cifras durante la presentación y contextualizarlas. Las cifras aisladas cansan.
- Elegir un momento de la presentación y hacerlo inolvidable.
- Que tus slides sean visuales y con poco texto. "Menos es más." Ensayar más y escribir menos. Aprenderse las cosas de memoria.
- Incluir gráficos, temas, fotos, películas e invitar a alguien a colaborar en la presentación (avisarle con tiempo para que vaya preparado). Pero tampoco convertir la presentación en un circo.
- Hay que estar preparado por si algo sale mal (siempre habrá algo). Salir del paso lo más natural posible y de manera divertida.
- Hacer foco en las ventajas: los beneficios, los puntos fuertes. Anticiparse y responder las preguntas de la audiencia antes de que ellos las formulen.
- Ensayar muchas horas. Pareciera fácil para Jobs, pero todo es fruto de muchos ensayos previos.
El cáncer
En 2003 Jobs tenía 48 años y no frenaba. Entre sus obligaciones en Apple y Pixar, trabajaba todo el día. Tras un estudio de rutina, los médicos le diagnosticaron cáncer de páncreas. A pesar de lo que le aconsejaron los médicos, se resistió a seguir los pasos de la medicina tradicional; es decir, extirparse quirúrgicamente el tumor y someterse a quimioterapia. Por el contrario, amparado bajo su omnipotencia y testarudez habitual, siguió técnicas de curación alternativas como dietas naturistas, acupuntura y meditación. Estaba convencido de que de esa manera superaría su cáncer.
Recién hizo pública su enfermedad a mediados de 2004, cuando se operó en julio en Palo Alto y al día siguiente le mandó un mail a los empleados de Apple diciendo que aunque había estado al borde de la muerte, ya se había curado definitivamente y volvería al trabajo en septiembre.
La presión mediática y la de los accionistas de Apple era grande. En agosto de 2008 la agencia de noticias Bloomberg filtró por error un obituario de Jobs que dio la vuelta al mundo y aumentó las especulaciones. En una presentación pública, Jobs arrancó citando a Mark Twain: "Las noticias de mi muerte son muy exageradas". Pero tras una nueva ausencia de algunos meses, los rumores volvieron. Jobs dijo que había tenido un "desequilibrio hormonal". La realidad es que nunca se había curado. Poco tiempo después, pidió una licencia de seis meses tras aceptar que su salud había empeorado. Lo reemplazó nuevamente Tim Cook, mientras Jobs se sometía a un urgente transplante de hígado.
En medio de su licencia médica, en marzo de 2011 retornó al escenario para presentar el iPad 2 y, muy desmejorado, en junio presentó el servicio iCloud en el evento de Desarrolladores de Apple. Ya no daba más. Renunció formalmente a la dirección de Apple a fines de agosto. "Siempre he creído que si alguna vez llegara el día en que no pudiera satisfacer mis labores y expectativas como CEO de Apple, sería el primero en decírselos. Desafortunadamente, el día ha llegado", escribió a la comunidad tecnológica en un comunicado repartido en los medios. "Creo que los días más brillantes e innovadores de Apple aún están por llegar", agregó.
El miércoles 5 de octubre de 2011 después del mediodía, rodeado por su esposa Laurene Powell y sus cuatro hijos, Steve Jobs falleció en su casa. Tenía 56 años.
El final
"Creo que la vida es algo que pasa en un flash. Tenemos un instante en este mundo y después nos vamos", dijo Jobs alguna vez en la revista Rolling Stone. Como ocurre cuando muere una estrella de rock, un deportista famoso o un gran actor de Hollywood, Jobs fue elevado a la categoría de mito. Durante varios días después de su muerte, los medios le dedicaron tapas y grandes espacios y miles de admiradores convirtieron las tiendas de Apple en santuarios religiosos. En homenaje a su ídolo, dejaban allí carteles, fotos, velas, manzanas mordidas y hasta ofrendaban productos de Apple antiguos y nuevos como el iPhone y el iPad.
Desde el presidente de los Estados Unidos Barack Obama hasta el cantante Bono de U2, pasando por Bill Gates, Steven Spielberg y los fundadores de Google, todos hicieron públicas sus palabras hacia Jobs. En Madrid propusieron ponerle su nombre a una calle. Su rostro fue tapa de los diarios y las revistas más importantes: Newsweek, Rolling Stone, Wired, Time, Veja, etc. Los medios de todo el mundo se refirieron a él como un "genio", "el creador del siglo XX", "El Rey Midas" y hasta lo compararon con Leonardo Da Vinci, Thomas Edison y Albert Einstein, entre otras figuras históricas.
El sitio web de Apple puso en su portada el ya famoso retrato de Jobs en blanco y negro realizado por el fotógrafo Adam Watson[11] con el texto: "Apple ha perdido un genio creativo y visionario, y el mundo ha perdido un ser humano maravilloso. Aquellos que hemos tenido la fortuna de conocer y trabajar con Steve hemos perdido un amigo y un mentor que nos inspiraba. Steve deja atrás una compañía que solo él podría haber levantado, y su espíritu siempre estará en los cimientos de Apple".
Martina Rua es una periodista argentina especializada en tecnología. Escribe para el diario Perfil y el día de la muerte de Jobs estaba en San Francisco cubriendo una conferencia organizada por Oracle.[12] Para este libro, cuenta:
Mentiría si dijera que en el momento que me enteré de la muerte de Jobs tomé real dimensión de lo que eso significaba y de lo que significaba estar en el lugar, a pocas horas del epicentro de la noticia que congeló la información mundial en cuestión de minutos. Fueron un par de horas más tarde cuando el celular, las redes y mi mail explotaron y mis editores me terminaron de despabilar. Salí a la calle y solo se hablaba de eso: en la puerta del Apple Store, en los taxis o en el recital de Sting al que asistí esa noche donde el músico le dedicó una canción.
Y al día siguiente fuiste hasta Cupertino, la ciudad donde está la sede central de Apple.
—Sí. Queda muy cerca de San Francisco. Decidir viajar a Apple fue crucial. La experiencia periodística fue adrenalina pura, casi no dormí en tres días. Luego de pasar todo el 6 de octubre buscando testimonios —varios empleados y fanáticos—, di con Josef Friedman, un ingeniero que trabajó durante 16 años codo a codo con Jobs. Y no solo eso, me quedé a dormir en su casa y a partir de ese día se forjó una relación con él y su mujer que aún continúa. Son una adorable pareja en sus sesentas. Pude volcar la intensidad de toda aquella vivencia en varios artículos en un suplemento especial del diario Perfil y cuando volví, me di el gusto de contar la experiencia en una crónica para el diario El Mercurio de Chile.
Lo que sigue es una columna escrita por el autor de este libro, publicada en el diario El Cronista el 6 de octubre de 2011, al día siguiente de la muerte de Jobs:
Pensó diferente
En los ‘80, Steve Jobs usaba un reloj Porsche de titanio que lo había impresionado por su diseño moderno y compacto. Cada vez que alguien le hacía algún comentario referido al diseño, y que él consideraba valioso, se lo sacaba y se lo regalaba. Era su manera de reconocer el buen gusto ajeno. Minutos después, Jobs aparecía con un reloj idéntico en su muñeca. Cada uno costaba dos mil dólares, pero en su oficina tenía un cajón con un par de docenas del mismo modelo. Era un obsesivo del diseño.
Dicen los que lo conocieron que era tan obsesivo y exigente que resultaba muy tedioso seguirle el ritmo. No aceptaba un no. Le ponía a sus equipos de trabajo plazos imposibles de cumplir y ante la indignación de los ingenieros expertos que él mismo reclutaba, se daba media vuelta y se iba. Cuando les explicó que el iPhone debía tener un solo botón, sus empleados le dijeron que era imposible de fabricar. Pero fue un éxito y hoy es el teléfono inteligente más vendido del mundo, por encima de Samsung y la histórica Nokia.
Jobs veía el futuro y logró fabricarlo. Se anticipaba a los deseos de todos nosotros. Por eso estaba en contra de los "focus groups". Él decía que a la gente le da miedo innovar y arriesgar. Citaba al gran Henry Ford —uno de sus modelos, junto a Gutemberg— cuando dijo: "Si les hubiera preguntado a mis clientes lo que querían, me habrían dicho: "un caballo más rápido".
Fanático de las manos, podía quedarse horas viendo la suya o investigando la capacidad motriz de esa parte del cuerpo humano. Cuando se aburría en alguna reunión, se miraba la mano y la giraba lentamente y movía los dedos sobre sus ojos. "Es la configuración perfecta", solía decir.
Tenía un enorme poder de convencimiento para lograr sus objetivos. Como un hechicero, lograba que cualquier persona termine aceptando su propósito. En 1984 cuando fue a contratar al difícil John Sculley, el entonces CEO de Pepsi, lo provocó con la frase que ya es leyenda: "¿Querés pasar el resto de tu vida vendiendo agua con azúcar o querés cambiar el mundo? ".
Sus presentaciones de productos eran un deleite para el público. Las practicaba hasta cien veces y salían perfectas. Por suerte, ahora florecen en YouTube, al igual que su famoso discurso para egresados en la Universidad de Stanford.
Millonario desde joven, era muy austero en su forma de vestir. En los ‘90 empezó a usar remeras y poleras negras, jeans claros y zapatillas grises New Balance. Nunca más abandonó ese conjunto, que ya se convirtió en su sello.
Su vida personal es digna de una novela. Sus padres biológicos lo dieron en adopción a una familia común del sur de San Francisco. Pero después, se casaron y tuvieron a su hermana, Monna Simpson, hoy escritora famosa en los Estados Unidos. Steve se hizo vegetariano y budista, fanático de los Beatles y Bob Dylan. En 1976, cuando tenía 21 años, creó Apple con su vecino y tocayo Steve Wozniak. Ninguno sabía que revolucionarían —junto con Microsoft e IBM— el mundo actual. De su cabeza salió la Macintosh, el iPod, el iPhone, el iPad y las Mac, además de Pixar, la empresa que fundó (hoy propiedad de Disney) y con la que revolucionó el cine animado con películas como Toy Story, Cars y Buscando a Nemo, entre otras. En apenas diez años, revolucionó el negocio de la música, del cine y de los medios. Es para lamentar que haya muerto muy joven, cuando todavía podía dar mucho más de su talento y su visión. Ahora nacieron el mito y la leyenda.
Pero la importancia de Jobs se verá en los próximos años. Su ausencia deja al mundo sin un gran creador y con grandes incógnitas: ¿Cómo será el futuro de Apple? ¿Qué personalidad ocupará su lugar? ¿Qué nuevos productos cautivarán al público a partir de hoy? No existen respuestas todavía. Pero sí estoy seguro de que con la muerte de Steve Jobs, todos los fanáticos de la tecnología, nos sentimos un poco más solos.
El discurso
En junio de 2005 Jobs fue invitado a dar un discurso a los egresados de la Universidad de Stanford. Él mismo escribió el texto en su casa unos días antes. Se trata de tres historias que se relacionan entre sí. Poco tiempo después, sus palabras comenzaron a circular por la Web. Después de su muerte, aquel discurso sincero e inspirador se convirtió en uno de los videos más vistos en la historia de YouTube y hoy es considerado una pieza ejemplar de oratoria. Este es el texto completo:
Tengo el honor de estar hoy aquí con ustedes en su comienzo en una de las mejores universidades del mundo. La verdad sea dicha, yo nunca me gradué. A decir verdad, esto es lo más cerca que jamás he estado de una graduación universitaria. Hoy les quiero contar tres historias de mi vida. Nada especial. solo tres historias. La primera historia versa sobre "conectar los puntos". Dejé la universidad de Reed (Portland, Oregon) tras los seis primeros meses, pero después seguí vagando por allí otros 18 meses, más o menos, antes de dejarlo del todo. Entonces, ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era una estudiante joven y soltera, y decidió darme en adopción. Ella tenía muy claro que quienes me adoptaran tendrían que ser titulados universitarios, de modo que todo se preparó para que fuese adoptado al nacer por un abogado y su mujer. solo que cuando yo nací decidieron en el último momento que lo que de verdad querían era una niña. Así que mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada a medianoche preguntando:
—Tenemos un niño no esperado; ¿lo quieren?
—Por supuesto, dijeron ellos.
Mi madre biológica se enteró de que mi madre no tenía titulación universitaria, y que mi padre ni siquiera había terminado el bachillerato, así que se negó a firmar los documentos de adopción. solo cedió, meses más tarde, cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad. Y 17 años más tarde fui a la universidad.
Pero de una forma descuidada elegí una universidad que era casi tan cara como Stanford, y todos los ahorros de mis padres, de clase trabajadora, los estaban gastando en mi matrícula.
Después de seis meses, no le veía propósito alguno. No tenía idea de qué quería hacer con mi vida, y menos aún de cómo la universidad me iba a ayudar a averiguarlo. Y me estaba gastando todos los ahorros que mis padres habían conseguido a lo largo de su vida.
Así que decidí dejarlo, y confiar en que las cosas saldrían bien. En su momento me dio miedo, pero en retrospectiva fue una de las mejores decisiones que nunca haya tomado.
En el momento en que lo dejé, ya no fui más a las clases obligatorias que no me interesaban, y comencé a meterme en las que parecían interesantes. No era idílico.
No tenía dormitorio, así que dormía en el suelo de las habitaciones de mis amigos, devolvía botellas de Coca Cola por los 5 céntimos del envase para conseguir dinero para comer, y caminaba más de 10 kilómetros los domingos por la noche para comer bien una vez por semana en el templo de los Hare Krishna. Me encantaba. Y muchas cosas con las que me fui topando al seguir mi curiosidad e intuición resultaron no tener precio más adelante. Les daré un ejemplo: En aquella época la Universidad de Reed ofrecía la que quizá fuese la mejor formación en caligrafía del país. En todas partes del campus, todos los pósteres, todas las etiquetas de todos los cajones, estaban bellamente caligrafiadas a mano. Como ya no estaba matriculado y no tenía clases obligatorias, decidí atender al curso de caligrafía para aprender cómo se hacía.
Aprendí cosas sobre el serif y tipografías sans serif, sobre los espacios variables entre letras, sobre qué hace realmente grande a una tipografía. Era sutilmente bello, histórica y artísticamente, de una forma que la ciencia no puede capturar, y lo encontré fascinante.
Nada de esto tenía ni la más mínima esperanza de aplicación práctica en mi vida. Pero diez años más tarde, cuando estábamos diseñando la primer computadora Macintosh, todo eso volvió a mí. Y diseñamos el Mac con eso en su esencia. Fue la primer computadora con tipografías bellas. Si nunca me hubiera dejado caer por aquél curso concreto en la universidad, el Mac jamás habría tenido múltiples tipografías, ni caracteres con espaciado proporcional. Y como Windows no hizo más que copiar el Mac, es probable que ninguna computadora personal los tuviera ahora.
Si nunca hubiera decidido dejarlo, no habría entrado en esa clase de caligrafía y las computadoras personales no tendrían la maravillosa tipografía que poseen.
Por supuesto, era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en clase, pero fue muy, muy claro al mirar atrás diez años más tarde. De nuevo: no puedes conectar los puntos hacia adelante, solo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tienes que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro. Tienes que confiar en algo, tu instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea. Porque creer que los puntos se unirán te darán la confianza de confiar en tu corazón. Esta forma de actuar nunca me ha dejado tirado, y ha marcado la diferencia en mi vida.
Mi segunda historia es sobre el amor y la pérdida. Tuve suerte, supe pronto en mi vida qué era lo que más deseaba hacer. Woz y yo creamos Apple en la cochera de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos mucho, y en diez años Apple creció de ser solo nosotros dos a ser una compañía valorada en 2 mil millones de dólares y 4.000 empleados. Hacía justo un año que habíamos lanzado nuestra mejor creación, el Macintosh, un año antes, y hacía poco que había cumplido los 30. Y me despidieron. ¿Cómo te pueden echar de la empresa que tú has creado?
Bueno, mientras Apple crecía contratamos a alguien que yo creía muy capacitado para llevar la compañía junto a mí, y durante el primer año, más o menos, las cosas fueron bien. Pero luego nuestra perspectiva del futuro comenzó a ser distinta, y finalmente nos apartamos completamente.
Cuando eso pasó, nuestra Junta Directiva se puso de su parte. Así que a los 30 estaba fuera. Y de una forma muy notoria. Lo que había sido el centro de toda mi vida adulta se había ido, y fue devastador. Realmente no supe qué hacer durante algunos meses. Sentía que había dejado de lado a la anterior generación de emprendedores, que había soltado el testigo en el momento en que me lo pasaban. Me reuní con David Packard (de HP) y Bob Noyce (Intel), e intenté disculparme por haberlos fastidiado tanto. Fue un fracaso muy notorio, e incluso pensé en huir del valle (Silicon Valley). Pero algo comenzó a abrirse paso en mí, aún amaba lo que hacía.
El resultado de los acontecimientos en Apple no había cambiado eso ni un ápice. Había sido rechazado, pero aun estaba enamorado. Así que decidí comenzar de nuevo. No lo vi así entonces, pero resultó ser que el que me echaran de la empresa fue lo mejor que jamás me pudo haber pasado. Había cambiado el peso del éxito por la ligereza de ser de nuevo un principiante, menos seguro de las cosas. Me liberó para entrar en uno de los periodos más creativos de mi vida. Durante los siguientes cinco años, creé una empresa llamada NeXT, otra llamada Pixar, y me enamoré de una mujer asombrosa que se convertiría después en mi esposa.
Pixar llegó a crear el primer largometraje animado por computadora, Toy Story, y es ahora el estudio de animación más exitoso del mundo. En un notable giro de los acontecimientos, Apple compró NeXT, y yo regresé a Apple, y la tecnología que desarrollamos en NeXT es el corazón del actual renacimiento de Apple. Y Laurene y yo tenemos una maravillosa familia.
Estoy bastante seguro de que nada de esto habría ocurrido si no me hubieran echado de Apple. Creo que fue una medicina horrible, pero supongo que el paciente la necesitaba. A veces, la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No pierdas la fe. Estoy convencido de que la única cosa que me mantuvo en marcha fue mi amor por lo que hacía. Tienes que encontrar qué es lo que amas. Y esto vale tanto para nuestro trabajo, como para nuestros amantes. El trabajo va a llenar gran parte de nuestra vida, y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideres un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial es amar lo que hagas. Si aún no lo has encontrado, sigue buscando. No te conformes. Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabrás cuando lo hayas encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejorarán y mejorarán según pasan los años. Así que sigue buscando hasta que lo encuentres. No te conformes.
Mi tercera historia es sobre la muerte. Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: "Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón." Me marcó, y desde entonces, durante los últimos 33 años, cada mañana me he mirado en el espejo y me he preguntado: "Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿Querría hacer lo que voy a hacer hoy?" Y si la respuesta era "No" durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo.
Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte, dejando solo lo que es verdaderamente importante.
Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón.
Hace casi un año me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un chequeo a las 7.30 de la mañana, y mostraba claramente un tumor en el páncreas. Ni siquiera sabía qué era el páncreas. Los médicos me dijeron que era prácticamente seguro un tipo de cáncer incurable, y que mi esperanza de vida sería de tres a seis meses. Mi médico me aconsejó que me fuese a casa y dejara zanjados mis asuntos, forma médica de decir: prepárate a morir. Significa intentar decirle a tus hijos en unos pocos meses lo que ibas a decirles en diez años. Significa asegurarte de que todo queda atado y bien atado, para que sea tan fácil como sea posible para tu familia. Significa decir adiós.
Viví todo un día con ese diagnóstico. Luego, a última hora de la tarde, me hicieron una biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del estómago y el duodeno, pincharon el páncreas con una aguja para obtener algunas células del tumor.
Yo estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me dijo que cuando el médico vio las células en el microscopio comenzó a llorar, porque resultó ser una forma muy rara de cáncer pancreático que se puede curar con cirugía. Me operaron, y ahora estoy bien.
Esto es lo más cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo más cerca que esté de ella durante algunas décadas más. Habiendo vivido esto, ahora les puedo decir esto con más certeza que cuando la muerte era un concepto útil, pero puramente intelectual: nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la muerte es posiblemente el mejor invento de la vida. Es el agente de cambio de la vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo.
Ahora mismo lo nuevo son ustedes, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, se irán convirtiendo en lo viejo, y serán apartados. Siento ser dramático, pero es bastante cierto. Nuestro tiempo es limitado, así que no lo gastes viviendo la vida de otro. No te dejes atrapar por el dogma que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejes que el ruido de las opiniones de los demás ahogue nuestra propia voz interior. Y lo más importante, ten el coraje de seguir a tu corazón y tu intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario. Cuando era joven, había una publicación asombrosa llamada The Whole Earth Catalog (Catálogo de toda la Tierra), una de las biblias de mi generación. La creó un tipo llamado Stewart Brand no lejos de aquí, en Menlo Park, y la trajo a la vida con su toque poético. Eran los últimos años de la década de 1960, antes de las computadoras personales y la autoedición, así que se hacía con máquinas de escribir, tijeras, y cámaras Polaroid. Era como Google con tapas de cartulina, 35 años antes de que llegara Google. Era idealista, y rebosaba de herramientas claras y grandes conceptos. Stewart y su equipo sacaron varios números del The Whole Earth Catalog, y cuando llegó su momento, sacaron un último número. Fue a mediados de los ‘70, y yo tenía su edad.
En la contraportada de su último número había una fotografía de una carretera por el campo a primera hora de la mañana, la clase de carretera en la que podrías encontrarte haciendo autostop si eres aventurero. Bajo ella estaban las palabras: "Sigue hambriento. Sigue alocado". Era su último mensaje de despedida. "Sigue hambriento. Sigue alocado". Y siempre he deseado eso para mí. Y ahora, cuando se gradúen para comenzar de nuevo, les deseo eso. Sigan hambrientos, sigan alocados.