No puede darse cuenta de que el corazón de Tomi, que está sentado a su lado, también late más rápido.
La primera cabriola la ha hecho al ver llegar a Eva al teatro acompañada por sus padres, que han reconocido a los de los Cebolletas. Esta noche, la bailarina luce un vestido largo, con el cuello cerrado a la manera china y adornado con pequeños dragones dorados. Lleva el pelo recogido sobre la nuca con largos alfileres de marfil.
—Si hubiera una muralla entre España y China, la recorrería todas las tardes —dice el capitán en voz baja y en la oscuridad.
—A lo mejor te encontrarías a la italianita disparando flechas entre las torres y te detendrías —responde Eva.
—Imposible. Recorrería toda la muralla peloteando con un balón en la frente y mirando hacia arriba —rebate el capitán—. No vería a nadie.
Eva le dedica una sonrisa, y el corazón de Tomi da un nuevo vuelco, como los acróbatas en el escenario.