Tomi entra en la parroquia de San Antonio de la Florida. Como de costumbre, animará a sus excompañeros de equipo, que hoy se enfrentan al Dinamo Azul en la tercera jornada del campeonato. Se dirige hacia la zona de los hinchas de los Cebolletas y distingue a Eva, que está hablando con un chico que lleva la bolsa del Dinamo. Es un chico pelirrojo y debe de ser el número 9, que durante el campeonato pasado metió un montón de goles y se las hizo pasar canutas a Lara y Sara. Pero Tomi tiene la intensa sensación de que también lo ha visto en otro sitio… Se acerca a ellos.
VICENTE
—Hola, Tomi —le saluda Eva—. Te quiero presentar a mi compañero de clase Vicente. Ya os habéis visto de lejos…
—A decir verdad, no me acuerdo… —dice el excapitán de los Cebolletas.
—Estoy ensayando el ballet en la piscina con Eva —explica el pelirrojo.
—¡El ciervo! —exclama Tomi.
¡Ahí es donde ha visto al chico! Solo que con el casco sobre el pelo rojo no lo había reconocido.
—Sí, el ciervo —confirma el delantero centro del Dinamo Azul—. El mismo del que os burlasteis el otro día… Pero no os preocupéis: ¡hoy haré todo lo que pueda en el campo para que sea yo el que acabe riéndose! —Coge su bolsa y se dirige con aire amenazador hacia los vestuarios.
Tomi se ha quedado sin palabras.
Eva le regaña:
—Vicente tiene razón. Os portásteis como unos maleducados. Hizo bien la señora Sofía en expulsaros de la piscina.
—¡Pero si no nos burlábamos de él! —se defiende Tomi—. No creo que tú tampoco fueras capaz de quedarte seria delante de un tipo que nada con unos cuernos en la cabeza…
La bailarina se va a las gradas.
—¿Te quedas a ver el partido? —le pregunta Tomi.
—Pues claro —responde Eva—. Si a otro portero se le ocurre darte un beso, ¡no quiero perderme el espectáculo!
Tomi la sigue sin decir esta boca es mía.
En el vestuario, Gaston Champignon distribuye las camisetas y anuncia la alineación:
—Pavel e Ígor están mejor y me encargan de que os «choque la cebolla» en su nombre. Bueno, hoy empezaremos así: Fidu en la meta, Lara y Sara en defensa, Nico en medio del campo, Becan y João por las bandas y Dani de delantero. Pedro entrará en la segunda parte.
—Pero ¿cómo va a ser eso, míster? —protesta el número 9—. ¡Sin los gemelos, soy el único atacante en plantilla del equipo! Además, ¡ya empecé en el banquillo en la primera jornada!
—Has estado tosiendo toda la semana —responde el cocinero—, o sea que mejor será que solo juegues un poquito. La salud es lo primero.
—¡Era una tos de nada, míster, en serio! —insiste el delantero—. Ahora estoy perfectamente.
—Si no has podido entrenarte es porque no era una tos de nada. Los entrenamientos son importantes —aclara Champignon—. Esta semana tus compañeros se han ejercitado a pesar del frío y de la lluvia. Es justo que ellos jueguen desde el principio. Te hemos acogido en el equipo de buena gana, Pedro, pero los Cebolletas tienen unas reglas que hay que respetar. Por ejemplo, no se engaña al árbitro para conseguir un penalti.
Pedro se pone el chándal y un anorak. Ha comprendido que el banquillo es un pequeño castigo por su comportamiento.
Los Cebolletas intercambian miradas satisfechas y saltan al terreno de juego.
¿Te acuerdas del número 5 del Dinamo Azul? ¿Aquel torito con unas piernas gruesas como troncos de árbol que durante el campeonato pasado estuvo a punto de destrozar el larguero con una falta-cañonazo? En un campo como el que tienen hoy delante, muy pesado por culpa de la lluvia, su potencia establece la diferencia. Marca perfectamente a Dani y, cada vez que sube a atacar, vuela sobre el barro, imparable como un tanque.
En cambio, Becan y João, que son jugadores técnicos y necesitan terrenos secos para hacer sus fintas y sprints, tienen muchos problemas.
Mira esta jugada, por ejemplo.
Nico pasa a Becan en la banda. El extremo derecho no detiene la pelota, sino que la dispara de primeras hacia el banderín y se lanza a por ella, superando en velocidad a su marcador. Pero el balón se queda parado en un charco.