Suben todos al Cebojet, incluido Tomi. No jugará, pero animará a sus amigos en el partido a domicilio que van a disputar contra el Rosa Shocking.

Segunda jornada del campeonato.

Fidu está sentado al lado de Nico con un libro de geografía en la mano.

—¿La capital de Kuwait? —pregunta el portero.

—Kuwait no está en África —responde el número 10 con una mueca.

—Vaya, perdona… —se corrige Fidu, hojeando las páginas—. ¿A qué nación pertenece la ciudad de PortÉtienne?

—A Mauritania —responde sin vacilar Nico.

—¿El río más grande de Burundi?

—El Ruvuvu.

—¿La capital de Madagascar?

Nico mira a Fidu y extiende los brazos.

—¡Recórcholis, no hay nada que hacer! ¡Esa ciudad y su absurdo nombre no se me quedan por nada del mundo!

El portero cierra el libro con aire de impaciencia.

—¿Pero cómo puedes acordarte del Ruvuvu y olvidarte de Antananarivo? Es muy fácil: piensa en algo como «Antes no no arribo», por ejemplo, y te vendrá a la cabeza la capital de Madagascar.

—Tienes razón, puñetas… Ahora sí me la voy a meter en la cabeza de una vez por todas —aprueba el número 10, que sigue repitiendo hasta llegar al campo del Rosa Shocking—: Antes no no arribo… Antes no no arribo… Antes no no arribo…

Pavel e Ígor van sentados junto a las gemelas al fondo del Cebojet.

—¿Habéis oído algo de nuestros rivales? —pregunta Sara.

—Lo único que sé es que el domingo derrotaron al Virtus B por 3 a 1, así que tendremos que andar con mucho cuidado —responde Ígor.

—¡Pero si el año pasado el Virtus B quedó el último del campeonato! —comenta Pavel.

—De todas formas, será mejor que vayamos con cuidado —sugiere Gaston Champignon—. Acordaos de la lección que os dimos los Cebollones: nos subestimasteis y os ganamos…

—Ojalá no haya nadie que nos meta gol con el trasero, como la madre de Tomi… —dice Lara con sorna.

El cocinero-entrenador sonríe.

—¡Mirad! —anuncia Dani, pegado a la ventana—. Se diría que un grupo de admiradoras ha venido a dar la bienvenida a Vicente Amigo, el gran guitarrista…

En efecto, una decena de chicas observa el Cebojet cuando entra por la puerta del campo deportivo.

Una de ellas, un poco redondita y con el pelo negro cortado a tazón, se adelanta y, en cuanto las gemelas bajan del autobús, exclama:

—¡Bienvenidas, Sara y Lara!

Sara, sorprendida, mira a su hermana y responde:

—Hola, gracias… pero ¿nos conocemos de algo?

—Durante el campeonato del año pasado fuimos a menudo a veros jugar —explica la chica— y gracias a vosotras nos aficionamos al fútbol. Tenéis una garra increíble y demostráis que las chicas pueden jugar incluso mejor que los chicos. Por eso decidimos crear un equipo. Yo soy Elvira, la capitana, y estas son las demás jugadoras del Rosa Shocking.

—¿Solo de chicas? —pregunta Lara.

—¡Sí! —responden a coro y con orgullo las jugadoras del Rosa Shocking.

Una de las chicas se adelanta, estira de la cadena de lucha libre que Fidu siempre lleva colgada del cuello y le pregunta:

—¿Me la prestas para dar una vuelta con ella? ¡Es maravillosa!

Fidu no tiene tiempo de responder. La chica le quita la cadena por la cabeza, se la echa al cuello y se aleja sobre su monopatín, zigzagueando por el terreno de juego.

—No le hagáis caso, es un poco extraña… —comenta Elvira sonriendo—. Ya sabéis que dicen que todos los porteros están un poco chiflados. Camila es nuestra portera, pero la llamamos Kasi, porque es tan buena como Casillas.

—¡Mi ídolo también es Casillas! —exclama Fidu.

—Y como ella tú también eres un bicho de lo más raro —añade Nico.

Las chicas del Rosa Shocking y los Cebolletas echan a reír.

Kasi vuelve al cabo de un momento volando sobre su monopatín. Lleva una sudadera de cuadros con capucha y pantalones bombachos de surfista. Tiene el pelo rubio, y lo lleva recogido en dos trenzas bajo su gorrita azul. Es una chica guapísima. Fidu le mira arrobado los ojos verdes mientras la chica le vuelve a echar al cuello la cadena de lucha libre.