Liberación
¿Que si mi música soportará la prueba del tiempo? ¡Me trae sin cuidado! Yo ya no estaré por aquí para preocuparme. Dentro de veinte años […] estaré muerto, queridos. ¿Estáis mal de la cabeza o qué?
FREDDIE MERCURY
Muchas de las personas que triunfan en el rock and roll no están en absoluto preparadas para las consecuencias. Lo que suele ocurrir es que uno se hace rico, se distancia de la gente normal, y a continuación empieza a utilizar su dinero para comprar a la gente. Uno se divorcia de la realidad, o se engancha a la bebida, a las drogas, o a ambas cosas. Queen tuvo la suerte de ser muy inteligente al respecto. Aún así, cometieron algunos errores graves.
DR. COSMO HALLSTROM
¿LA vida personal de Freddie había asumido por fin prioridad? ¿Freddie había tomado un camino distinto que el de los demás miembros de la banda? Su obsesión por el trabajo era cada vez menor, pero no podía decirse lo mismo de Brian, Roger y John. El trío seguía al pie del cañón, incorporaba a Freddie cuando era necesario, y se reía de los rumores que decían que estaban a punto de separarse. No obstante, la prensa se regodeaba con el asunto, y durante todo el año 1983 estuvo publicando artículos con el titular “Queen se disuelve”. La realidad era que, cansados de vivir permanentemente de gira, los miembros del grupo habían acordado apartarse del circuito y distanciarse unos de otros, y estaban dedicando más tiempo a sus proyectos en solitario.
“Creo que cada uno de nosotros piensa bastante a menudo en dejarlo”, admitía Brian. “Pero todos sabemos que, aunque podríamos salir adelante si lo dejáramos, aún así perderíamos algo. En este momento, perderíamos más de lo que ganaríamos. Es un entorno estimulante, porque no siempre estamos de acuerdo, y eso es bueno para nosotros. Si nos disolviéramos, perderíamos nuestro vehículo. Tiene un cierto equilibrio de talentos, un nombre con el que la gente se identifica. Hacer lo que queremos no siempre acaba haciéndonos felices”.
“Yo pensaba que seguiríamos juntos cinco años, pero hemos llegado a un punto en que en realidad somos demasiado mayores como para separarnos”, decía Freddie. “¿Te imaginas formar un nuevo grupo con cuarenta años? Sería un poco tonto, ¿no?
”Llegará un momento en que habrá una votación por unanimidad, o lo que sea, en que instintivamente sepamos que Queen ha dado de sí todo lo que podía y que ya no queda nada ni por construir ni por crear”, añadía Freddie. “Y lo último que quiero es acabar forzando las cosas dentro de Queen. Preferiría dejarlo en un buen nivel, y a continuación hacer algo completamente distinto. Estoy seguro de que todos nosotros pensamos en esa misma línea.
”La razón de que yo, personalmente, necesitara un descanso es que sencillamente estaba demasiado cansado de todo el asunto. Ya era demasiado. Decidí que realmente necesitaba unas largas vacaciones. No creo que nos disolvamos nunca. Parecería un acto de cobardía. Supongo que si la gente dejara de comprar nuestros discos, nos iríamos a casa. Y yo me dedicaría a ser un artista de strip-tease o algo por el estilo”.
La decisión vino después de uno de los años más agotadores de la historia de Queen. El grupo había firmado un contrato con EMI para otros seis álbumes en abril de 1982, justo antes de que Queen se embarcara en otra gira europea, con numerosas actuaciones por todo el Reino Unido en mayo y junio. La gira concluyó, como era de esperar, con un jolgorio erótico: una comilona de “pantalones cortos y tirantes” en el club más de moda de Londres, el Embassy. Hot Space, el décimo álbum de estudio de Queen, apareció en mayo. Posteriormente Brian haría alusión a su decepción con aquel álbum, orientado a las discotecas, y al que la crítica de Estados Unidos puso por los suelos.
“Creo que Hot Space fue un error, aunque sólo fuera por el momento de su lanzamiento. Nos metimos de lleno en la música funk, y fue algo bastante parecido a lo que hizo Michael Jackson con Thriller. No era el momento adecuado. ‘Discoteca’ era una palabra malsonante”.
Queen, que por el momento desconocía el rápido declive de su prestigio en Estados Unidos, siguió adelante con su gira del verano, y actuó dos noches en el Madison Square Garden, uno de sus auditorios favoritos. En Boston, el alcalde les hizo entrega de la llave de oro de la ciudad el 23 de julio, y la fecha se proclamó oficialmente “el día de Queen”. Además, el grupo apareció como invitado en los programas Saturday Night Live y Entertainment Tonight de la televisión de Estados Unidos en septiembre. De ahí viajaron a Japón, donde tuvieron que armarse de valor ante la “queenmanía”, y después de Japón Freddie se retiró a Nueva York. En el mes de noviembre, en Estados Unidos, Elektra Records acusó el golpe del clamoroso fracaso de Staying Power, el último single de Queen en virtud de su vigente contrato. Renegociar el acuerdo iba a resultar complicado y caro. Freddie estaba especialmente descontento con Elektra, sobre todo por su mala gestión de Hot Space, y les dijo a los demás miembros del grupo que no estaba dispuesto a hacer otro álbum para aquella discográfica, que el contrato de Elektra también incluía Australia y Nueva Zelanda, donde Queen tenía la sensación de que les podía ir mucho mejor que hasta entonces. Después de una acalorada discusión, el grupo también se negó a prorrogar el contrato para aquellos países. Como había vencido igualmente el poco satisfactorio contrato de Queen con Elektra Japón, el grupo se encontraba en una encrucijada. Aunque consiguió desvincularse de su contrato para Estados Unidos, la libertad le costó al grupo un millón de dólares. Jim Beach negoció un excepcional contrato individual para Freddie con CBS Records en el Reino Unido y con Columbia en Estados Unidos. En octubre de 1983, el grupo firmó un contrato con Capitol, el sello discográfico filial de EMI en Estados Unidos.
Aunque trabajaba en las ideas para su álbum en solitario en Munich, Freddie hacía frecuentes escapadas a Nueva York. En uno de aquellos viajes dio un rodeo hasta Los Angeles, donde se unió al grupo para empezar a trabajar en un nuevo álbum de Queen, así como para encontrar el momento de hacerle una visita a Michael Jackson en su extravagante mansión, a imitación del estilo Tudor, y precursora de Neverland, en la avenida Hayvenhurst de Encino. La casa tenía en la entrada una torre, vigilada por guardias, y había bombillas de colores en todas las ventanas a la vista.
“Michael lleva mucho tiempo siendo amigo nuestro”, explicaba Freddie. “Siempre venía a ver nuestros conciertos, y así fue como creció nuestra amistad… Figúrate, yo podría haber cantado en Thriller. ¡Calcula todos los derechos de autor que me he perdido!”.
Michael y Freddie llevaban mucho tiempo acariciando la idea de colaborar en algunos temas. Era la primera vez que ambos disponían de tiempo libre estando en la misma ciudad y al mismo tiempo.
“Siempre estoy bastante interesado en trabajar con otros músicos, como Michael Jackson”, dijo posteriormente Freddie. “Aunque este chico me preocupa: ¡tanto dinero y no tan mal gusto, queridos! ¡Qué desperdicio! Ya casi teníamos en el bote tres temas”: There Must Be More To Life Than This, que posteriormente apareció en el primer álbum en solitario de Freddie, y también Victory y State of Shock, que más tarde figuraron en Victory, el álbum de vuelta a los escenarios de los Jackson 5 publicado en 1984, el segundo de los cuales era un dúo con Mick Jagger.
“Pero por desgracia nunca los terminamos. Eran unas canciones excelentes, pero el problema era el tiempo, ya que los dos teníamos mucho que hacer en aquel momento. Al parecer nunca conseguíamos estar el tiempo suficiente en un mismo país como para realmente terminar algo del todo.
”Michael incluso me llamó para preguntarme si yo podía terminar [State of Shock], pero no podía, porque tenía compromisos con Queen. Mi lugar lo ocupó Mick Jagger. Fue una pena, pero en definitiva una canción es una canción. Mientras la amistad siga ahí…, eso es lo que importa”.
“Efectivamente, Freddie grabó un par de temas de demo con Michael en el estudio de su casa, en Encino”, confirmaba Peter Freestone. “Yo estuve allí. Incluso jugué con Michael a los videojuegos. En uno de los temas se oye cómo doy un portazo con la puerta del lavabo, ya que hacía un buen sonido de percusión grave. Las agendas de ambos nunca les permitieron realmente fomentar su amistad. Pero se apreciaban y se reconocían mutuamente como genios por derecho propio”.
Aunque parece probable que a Freddie le agobiara la obsesión por el control que tenía el clan Jackson —una obsesión que muy pocas personas ajenas podían soportar—, para Michael había otra razón, más siniestra, que muy pronto iba a salir a la luz en la prensa.
En mayo de 1983, en Londres, Freddie dio satisfacción a su pasión por la ópera y asistió a la producción de Un ballo in maschera, de Giuseppe Verdi, en el Covent Garden. Las estrellas eran el desaparecido tenor italiano Luciano Pavarotti y la cautivadora soprano española Montserrat Caballé, que entonces tenía cincuenta años.
“Hasta ese momento, a Freddie siempre le habían encantado las voces de tenor”, decía Peter Freestone. “Sus favoritos eran Plácido Domingo y Luciano Pavarotti. Yo tenía una enorme colección de discos de ópera, y Freddie estaba sumamente ansioso por aprender todo lo posible. Un día le dije: ‘Bueno, si Pavarotti te gusta tanto como dices, dentro de poco canta en el Covent Garden. ¿Por qué no vamos?’. Le pareció una idea espléndida, y me pidió que reservara entradas inmediatamente.
”Pavarotti salió a escena y cantó un aria en el primer acto, y a Freddie le pareció brillante. En el segundo acto salió a escena la prima donna, que era Montserrat. Como a Freddie le había entusiasmado tanto la idea de ver a Pavarotti, no se había fijado en quién más figuraba en el reparto. Caballé empezó a cantar, y fue el no va más. Freddie se quedó boquiabierto. Casi se olvidó de que Pavarotti estaba en el escenario. A partir de aquel momento a la única que quería oír era a Caballé”.
Freddie se quedó embelesado, en particular con el famoso dúo de amor entre el ardiente Riccardo y la exquisita Amelia, una mujer atormentada por la culpa, pero incapaz de resistirse. Era un sentimiento con el que Freddie se identificaba. No lograba despegar los ojos ni los oídos de la poderosa y al mismo tiempo delicada Caballé. Tras la representación, a Freddie se le caía la baba por el “tono cristalino”, la “versatilidad vocal” y la “impecable técnica” de la diva. “Eso sí que es una cantante de verdad”, decía una y otra vez.
“Si me pidieran que citara diez imágenes de personas felices que he visto en mi vida, una de ellas es la de Freddie después de ver a Montserrat actuar en el Covent Garden”, dice Paul Gambaccini. “Estoy sentado en las primeras filas del patio de butacas. A mi izquierda, en primera fila de los asientos de palco, está Freddie. En sus ojos hay una mirada de indescriptible asombro y deleite. Su mano izquierda hace un gesto hacia el escenario, y en su rostro, igual que el de un niño, hay una enorme felicidad. Es un momento grandioso… y también la prueba de que, independientemente del éxito que Freddie pudiera tener, nunca perdió el respeto ni la admiración por sus grandes favoritos. Incluso las estrellas tienen sus estrellas”.
Freddie no podía sospechar aquella noche que muy pronto él y Montserrat iban a actuar y a grabar juntos como uno de los dúos más improbables del mundo.
El descanso y la relajación eran algo que los aburridos miembros de la banda no podían soportar. Todos estaban deseando volver al trabajo. El intento de componer la música para la película El hotel New Hampshire —una adaptación de la novela homónima de John Irving, dirigida por Tony Richardson e interpretada por Rob Lowe y Jodie Foster— se vio frustrado cuando quedó claro que el presupuesto de la película no podía permitirse una banda sonora compuesta por unas superestrellas del rock. Pero al menos aquello les inspiró para volver a meterse en el estudio; lo hicieron en el Record Plant de Los Angeles, donde idearon su siguiente álbum, titulado The Works.
Record Plant, estudio famoso porque allí grabaron Jimi Hendrix y Velvet Underground, se fundó en Nueva York en 1968. Tras abrir una sucursal en Los Angeles, el estudio de California tuvo un éxito enorme durante los años setenta, cuando el pop y el rock emigraron a la Costa Oeste. En 1985, el estudio de Los Angeles se trasladó desde Third Street hasta una nueva ubicación en Hollywood, en el antiguo “anexo” de Radio Recorders, legendario porque allí trabajaron Louis Armstrong y Elvis Presley, y posteriormente pasaría a ser propiedad de Chrysalis Records, a las órdenes de Sir George Martin, el productor de los Beatles.
Eddie DeLena fue el ayudante del ingeniero de sonido en la grabación del álbum The Works en Record Plant, junto con el ingeniero y coproductor, Mack.
“Mack era un hombre de modales suaves y pocas palabras”, recuerda Eddie. “Posteriormente descubrí que ése era uno de sus rasgos más positivos. Nunca se ponía del lado de nadie, y se mantenía al margen de cualquier posible conflicto entre los miembros de la banda, los managers y los directivos de la compañía discográfica. Mack era de Suiza, y por esa razón nadie tenía el mínimo conflicto con él”.
Pese a la amabilidad de Mack, Eddie descubrió que grabar The Works con Queen fue “como trabajar en cuatro discos en solitario diferentes.
”En vez de colaborar desde el principio, cada miembro de la banda ponía sobre la mesa sus propias ideas sobre las canciones, las desarrollaba, y los demás miembros del grupo añadían después su parte”. Eso no suponía un problema para Eddie, ni mucho menos.
“Resulta difícil imaginar que se pueda trabajar con unas personas más amables y talentosas que los miembros de Queen. Todos ellos eran unos caballeros muy bien educados, y cada uno tenía una personalidad inconfundible. Roger Taylor era encantador, estaba al tanto de la moda, y le gustaba la vida social más que a Brian o a John. Brian era brillante, sumamente amable, y estaba totalmente entregado a su oficio, en el que descollaba. Poseía grandes conocimientos de composición y teoría musical, y se pasaba muchas horas concentrado desarrollando su parte en el estudio. John era introvertido, y se mantenía en un segundo plano. Además, pasaba menos tiempo en el estudio que los demás. No obstante, cuando se le necesitaba, siempre daba en el clavo.
”Freddie Mercury, por supuesto, era una persona fuera de lo corriente. Tenía una presencia imponente; llenaba la habitación cuando entraba. Su forma de hablar a menudo era muy espectacular y vistosa, con las entonaciones de un actor de teatro. De hecho, el estilo de rock de Queen, con algo de ópera, era una prolongación de la personalidad de Freddie. Era un cantante extraordinariamente bien dotado y un gran compositor. Había veces que después de grabar su parte vocal, él se ponía tan de inmediato a cantar su siguiente fragmento en un complicado arreglo armónico, que casi no me daba tiempo a cambiar de pista en una grabadora multipista. Tenía en su cabeza el arreglo en su conjunto, y cantaba a la perfección todos los fragmentos a la primera toma. Simplemente seguir su ritmo suponía una tarea agotadora”.
A Eddie no le sorprendió observar que Freddie viajaba con su propio séquito de personas de la comunidad gay.
“En el caso de Freddie, eran amigos y conocidos de la zona de ‘Boystown’ de West Hollywood. A menudo presumía de sus aventuras de la noche anterior…” —suponemos que en alusión al número de hombres con los que Freddie era capaz de enrollarse en una sesión, aunque Eddie es demasiado discreto como para divulgar detalles —“…un asunto del que no quería oír ni hablar ninguno de los demás miembros del grupo”.
Los clubs favoritos de Freddie en Boystown eran The Motherlode, The Spike y The Eagle, en Santa Monica Boulevard. Una de aquellas excursiones había lanzado a Freddie a los brazos de “Vince el barman” de The Eagle: un individuo alto, moreno, fornido y barbudo al que no le impresionaba que Freddie fuera una estrella del rock famosa en todo el mundo. Vince era dueño de una imponente moto, y Freddie nunca pudo resistirse a un tipo con moto. Muy pronto la pareja se hizo inseparable. Pero cuando Freddie le pidió a su amante que le acompañara de gira, Vince le dijo que no. Calificar de primicia aquella negativa sería quedarse corto.
“Todos, salvo Freddie, tenían una lista muy restringida de amigos a los que les permitían ir de visita al estudio”, decía Eddie. “Habían ido allí a grabar un disco sin distracciones. Pero era de suponer que ya antes habían vivido situaciones de fiesta en el estudio… —una vez más Eddie no daba más detalles y tendremos que utilizar nuestra imaginación— …y no querían volver a repetirlo”.
No obstante, una noche en particular el Estudio C, el que utilizaba Queen, se convirtió en un espectáculo de estrellas de rock.
“Rod Stewart estaba al otro lado del vestíbulo, grabando en el Estudio A”, recuerda Eddie. “Jeff Beck también estaba allí, trabajando en el Estudio B. Todos acabaron en el Estudio C, improvisando juntos. Hubo un momento inestimable cuando Rod Stewart y Freddie se pusieron a improvisar juntos con el piano de cola Bosendorfer, inventando letras sobre la marcha y burlándose mutuamente de sus atributos físicos, una broma típica de la comedia británica. Freddie describía el pelo y la nariz de Rod, y Rod contraatacaba con los dientes saltones de Freddie. Fue de morirse de risa. Yo estaba desbordado, intentando desesperadamente que todos se colocaran junto a los amplificadores y micrófonos adecuados, porque nadie iba a consentir que aquel momento quedara sin documentar. Jeff Beck y Brian May intercambiaban fraseos de guitarra, Rod y Freddie intercambiaban partes cantadas, y Carmine Appice y Roger Taylor compartían las tareas de percusión. Fue caótico, sin duda, pero aquellas cintas multipista deben de estar en algún sitio. Los managers de Queen se aseguraron de que nadie tuviera la posibilidad de reproducir las cintas por temor a que se filtraran copias en cassette y que éstas acabaran en las manos equivocadas. Se llevaron las cintas del estudio aquella misma noche. No conseguí escucharlas ni una sola vez”.
Otro momento memorable durante la grabación de The Works fue la fiesta por el 37º cumpleaños de Freddie en su casa alquilada de Stone Canyon Road, una magnífica mansión en las colinas de Hollywood que había pertenecido a Elizabeth Taylor. Freddie encargó que llenaran la casa palaciega con embriagadores lirios para la ocasión. También decidió que quería que Joe Fanelli, su antiguo amante, se encargara de la cocina, y le pagó el vuelo desde Londres. Cuando llegó Joe, ambos se dieron un beso e hicieron las paces, aunque no como amantes, y juntos prepararon un menú con los platos favoritos de Freddie: pollo de la coronación y langostinos a la criolla, entre otros.
Las camareras lesbianas vestidas con camisa blanca y pantalones negros fueron aportadas por una ejecutiva de Elektra Records, cuya amante era la limpiadora de la casa de Stone Canyon.
“Fue una magnífica escena en los exuberantes jardines exteriores de la finca”, recuerda Eddie, que asistió a la fiesta junto con Elton John, Rod Stewart, Jeff Beck y John Reid. Había relativamente pocas caras famosas entre el centenar de invitados, que en su mayoría eran los queridos amigos anónimos de Freddie. La pareja de Freddie aquella noche fue Vince, el barman.
“Había camareros, barmans, magos e intérpretes de música clásica”, recordaba Eddie. “Una ocasión grandiosa. La noche se pasó volando, hasta que quedó claro que yo no encajaba del todo en el grupo que permanecía allí al final de la fiesta”. Eddie era tan heterosexual como homosexuales eran Freddie y sus acólitos.
La primera canción del álbum que se publicó como single fue Radio Ga Ga, compuesta por Roger, en enero de 1984. Originalmente se titulaba Radio Caca, según dicen por un comentario que hizo en los lavabos Felix, el hijo menor de Roger (y cuya madre, Dominique, es francesa), y alcanzó el número 2 en el Reino Unido y el número 1 en otros diecinueve países; era una de las composiciones más inteligentes de Queen hasta la fecha. En el marco de su letra anodina y parecida a un cántico rock acechaba una mal disimulada crítica a la radio pop por haberse vendido. Para entonces, se consideraba que la imagen y la función de la radio no tenían absolutamente nada que ver con lo que antiguamente había representado.
Aquel disco épico exigía unas imágenes igualmente épicas para promocionarlo. El vídeo, producido por Scott Millaney y dirigido por David Mallet —al que Freddie llamaba “Mallet B. DeMille”— incluía escenas de la película de ciencia ficción Metrópolis (1927), de Fritz Lang, así como un álbum de fotos donde aparecían fotogramas de vídeos anteriores, como Bohemian Rhapsody y Flash. Con la ayuda del club de fans de Queen, quinientos seguidores se presentaron en los estudios Shepperton de Londres, se enfundaron unos monos plateados y se colocaron de pie formando filas rectas, dando palmadas y levantando las manos al ritmo de los versos del estribillo. Muy pronto esa secuencia empezó a repetirse entre los fans que asistían a los conciertos de Queen en todo el mundo, e iba a convertirse en una imagen indeleble de su actuación en Live Aid el año siguiente. El vídeo promocional, que fue el más caro que habían rodado hasta la fecha, fue uno de los más impresionantes que Queen realizó en toda su historia.
“David [Mallet] y Freddie se pasaban horas discutiendo todos los detalles”, recuerda el productor Scott Millaney. “‘Querido, tú simplemente haz que sea mejor que los de Elton’, decía Freddie. ‘Quiero lo mejor’.
”Yo hacía el presupuesto, se lo enviaba a Jim Beach, y él decía: ‘No, eso es demasiado’, y yo le contestaba: ‘No, no lo entiendes, es el presupuesto de Freddie’”.
Millaney y Mallet también fueron responsables del vídeo del tema más polémico, I Want to Break Free, donde los cuatro miembros del grupo aparecían vestidos de mujer. El vídeo también incorporaba una secuencia de ballet de cuarenta y cinco segundos de duración, inspirada en el Preludio a la siesta de un fauno, de Claude Debussy, donde Freddie bailaba con el cuerpo de danza del Royal Ballet.
“Freddie estaba loco de entusiasmo con aquel vídeo”, recuerda Millaney. “Lo único que decía era: ‘Bueno, cariño, es que simplemente tenemos que vestirnos de mujer, y yo tengo que afeitarme el bigote’. David dijo: ‘¡NO! ¡Tienes que dejártelo, porque ahí está la gracia!’. “Freddie nunca fue más feliz que cuando contrató al Royal Ballet y pudo bailar todo el día con ellos… ¡incluso llegó a contonearse encima de todo el cuerpo de baile!”.
La maquilladora y pintora corporal Carolyn Cowan, responsable del trabajo de pintura del cuerpo que aparece en el vídeo, estableció una relación tan íntima con Freddie durante el rodaje de Break Free que la contrataron para varios vídeos más.
“Yo no era una maquilladora normal, y Freddie no era una estrella del rock normal, si es que existe tal cosa, así que nos encontramos a mitad de camino”, me cuenta Carolyn. “Ambos éramos muy fuertes, y yo era capaz de que se le pasara el mal humor en un instante. A cambio de eso, Freddie siempre cuidaba de mí. Era una relación muy simbiótica. Nos apreciábamos mutuamente, por decirlo en pocas palabras.
”La sala de maquillaje es un lugar sagrado. La gente se desnuda, y te deja ver cómo es de verdad. Ello requiere un alto grado de confianza, y Freddie lo tenía. Yo pinto un cuerpo muy deprisa. Soy rápida. Hay que serlo. A la gente le entra frío; se aburre; se inquieta. Se acuerdan de lo que es sentirse cohibido. Hay que agarrar el momento, y simplemente terminar el trabajo.
”Recuerdo que cuando llegué al estudio Limehouse para rodar Break Free congenié en seguida con todos.
”En aquellos tiempos yo consumía cantidades ingentes de alcohol, cocaína y marihuana, lo que puede que fuera de ayuda” [a Carolyn la salvó de aquello David Bowie en 1991].
“Al igual que Freddie, yo tengo una personalidad sumamente adictiva. Creo que Freddie se dio cuenta. En aquella época tenía el pelo castaño y largo, y me parecía al rey Carlos II. Falda corta, botas altas y una actitud como de ‘vale todo’. Supongo que sencillamente encajaba con la excentricidad general de la banda.
”Los maquillé a todos de mujer, con ese estilo de la serie Coronation Street, y el resultado fue increíble. De todas formas, Freddie tenía una cara maravillosa. Aquel día todo encajó. Todo funcionó. Tuve que hacerles orejas puntiagudas de cera a los bailarines de ballet. Iban todos tan pasados de vueltas que el maquillaje no paraba de joderse, y yo tenía que volver a hacerlo una y otra vez. Mientras tanto, Freddie no paraba de decir: ‘¡Cariño, por favor, ponme otra raya de coca!”. Fue algo escandaloso. Recuerdo que nos metíamos una cantidad increíble de droga.
”No hay que olvidar”, dice Carolyn, “que estábamos inventando una forma artística, y que teníamos por eso mucha presión. Aún así, yo me llevaba bien con todos los miembros del grupo, colectiva e individualmente. Todavía no se habían cansado, ni aburrido, ni enfadado. Todavía les encantaba la locura, la libertad y el hedonismo de todo aquello. Y era divertido. La energía de Freddie era extraordinariamente creativa, y tenía más sentido del humor que nadie que yo conozca”.
Pero aquel vídeo acabó siendo otro clavo en el ataúd del prestigio de Queen en Estados Unidos. MTV consideró excesivo que los miembros del grupo aparecieran vestidos de mujer.
Durante los años ochenta, el canal MTV ejercía tanto control sobre la industria musical y la cultura popular, que la decisión de no emitir los vídeos de determinados artistas tenía un efecto devastador. El elemento irónico y la parodia de Coronation Street no le hicieron demasiada gracia a los fans estadounidenses de Queen, que consideraron el vídeo ofensivo e incomprensible. Incluso llegó a prohibirse en numerosos estados. El grupo estaba atónito.
“En el pasado habíamos hecho algunos vídeos realmente serios y épicos”, decía Roger, “y nos pareció que era el momento de divertirnos un poco. Queríamos que la gente supiera que no nos tomábamos demasiado en serio a nosotros mismos, que seguíamos siendo capaces de reírnos de nosotros mismos. Creo que lo demostramos”.
“La clase media estadounidense pensó que Freddie podía ser gay, y la clase media estadounidense era muy importante”, decía Brian Southall, un antiguo periodista y directivo de relaciones públicas de EMI. “Uno podía ser tremendamente vanguardista en Nueva York o en Los Angeles, pero más le valía no intentar serlo en Kansas”.
El grupo se mostró impenitente y se negó en redondo a rodar un vídeo promocional alternativo para el mercado americano. La soberbia les había vuelto a jugar una mala pasada. Fue el final de Queen en Estados Unidos.
“Cuando Queen hizo el vídeo Break Free, aquí hubo un problema”, confirma Peter Paterno, un abogado de la industria del espectáculo estadounidense que acabó convertido en presidente de la compañía discográfica, y que posteriormente contrataría a Queen en nombre de la discográfica Hollywood Records, del grupo Disney.
“Aquellas minifaldas y aquel maquillaje ofendían a mucha gente. Y Ga Ga les sentó muy mal a las emisoras de radio de Estados Unidos: ‘No vamos a emitir la música de esos tipos si se dedican a burlarse de nosotros, ¿por qué íbamos a hacerlo?’, fue la tónica general. Queen cayó en desgracia en este país de la noche a la mañana”.
The Works consiguió auparse con dificultad hasta el número 23 en Estados Unidos, y Ga Ga hasta el número 16.
“Además”, añade Paterno, “el grupo había llegado a un punto en que no encajaban con su imagen. En aquellos tiempos, el típico fan de rock en este país era un tipo machote que no se parecía a los miembros de Queen. A mi juicio, seguían haciendo una música fabulosa de verdad. Yo era fan de Queen. Hammer to Fall, la canción antinuclear de Brian May, posteriormente acabó formando parte de la banda sonora de la película Highlander. Es una canción asombrosa, que no tuvo ningún gancho en Estados Unidos. Aquí no existió. En aquellos momentos empezaba a producirse el principio del fin de Queen en Estados Unidos”.
El litigio de Capitol Records con los promotores de radios independientes no ayudó mucho. Ni tampoco la extraña actitud del manager personal de Freddie, Paul Prenter, que al parecer era el único responsable de la tendencia cada vez más acusada de Freddie a las conductas sórdidas, es decir, a las relaciones sexuales con chaperos y al consumo de drogas. A algunos les parecía que empujar a Freddie hacia abismos cada vez más profundos de peligro y depravación satisfacía las ansias de decadencia extrema que sentía el propio Prenter.
“Ejercía una influencia muy mala sobre Freddie”, comentaba Roger, “y por consiguiente sobre el grupo”.
Poco podían sospechar Freddie o sus amigos lo ruinosa que iba a resultar al final su relación con Prenter.
En febrero, mientras EMI preparaba el lanzamiento de The Works, que iba a convertirse en el álbum más vendido del grupo hasta la fecha, y pese a su tibia acogida en Estados Unidos, Queen se juntó con Boy George y Culture Club, Paul Young y Bonnie Tyler para el Festival de la Canción de San Remo. Era un montaje lamentable para intérpretes veteranos, pero suponía pasar unos cuantos días divertidos en la ciudad balneario italiana… y era bueno para la promoción, pese a que Brian y Roger estuvieron siempre en desacuerdo, y discutían por todo, desde la lista de decorados hasta la decoración del escenario.
En una entrevista que le hicieron durante el festival, Freddie empezó hablando de su amistad con Michael Jackson:
“Michael y yo nos hemos distanciado un poco desde su imponente triunfo con Thriller”, confesaba Freddie. “Sencillamente, Michael se ha retirado a un mundo propio. Hace dos años nos lo pasábamos en grande yendo juntos a los clubs, pero ahora ya no quiere ni salir de su fortaleza. Es muy triste. Está tan preocupado por si alguien intenta matarle que se muestra paranoico absolutamente por todo”.
John y Roger emprendieron una gira relámpago de promoción por Australia y Extremo Oriente antes de desaparecer durante sus vacaciones. Brian se marchó a actuar como guitarrista invitado en el nuevo álbum de Billy Squire, el roquero estadounidense, mientras Freddie regresaba a Munich para pasárselo en grande, aunque de vez en cuando se aventuraba por el estudio para seguir adelante con su trabajo en solitario.
En mayo de 1984 el grupo regresó a Montreux para actuar en play back ante 400 millones de telespectadores en el festival Rose D’Or. Desde allí Queen anunció su siguiente gira europea, que iba a comenzar en agosto. A continuación Roger se dedicó a hacer algunas grabaciones en solitario, y al mes siguiente publicó un single y un álbum que fueron el hazmerreír de la mayor parte de la crítica. Freddie regresó corriendo a Munich. En junio, el grupo se congregó en Londres para recibir el premio Clave de Plata especial por su destacada aportación a la música británica, concedido por la organización benéfica Nordoff Robbins para la terapia musical.
En julio se produjo el lanzamiento del single It’s a Hard Life, que llegó al número 6 en el Reino Unido, y que fue el tercer single del álbum The Works que la banda colocaba en el Top 10.
It’s a Hard Life era Freddie en su máxima y conmovedora expresión, una reanudación del tema, en parte exuberante y en parte trágico, de Killer Queen y Play the Game. Tanto los versos como la melodía iniciales del tema recuerdan a Vesti la giubba, el aria más famosa de Pagliacci, la ópera de Ruggero Leoncavallo: “Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore infranto!” (“Ríe, Payaso por tu amor roto”). Es posible que Freddie también se acordara de Smokey Robinson cuando compuso Hard Life. En la canción Tears of a Clown, de Make It Happen —el álbum publicado en 1967 por The Miracles—, Smokey se compara a personajes como los pagliacci, los payasos que ocultan su dolor y su ira tras una sonrisa hueca. Robinson había planteado anteriormente esa comparación con el payaso triste en su composición My Smile Is Just a Frown (Turned Upside Down) para Carolyn Crawford, de la discográfica Motown. Análogamente, Hard Life también se remontaba a Play the Game y a la a menudo inútil búsqueda del amor verdadero, y el tema de Freddie era un punto de vista apasionado acerca de su dilema en la vida real. Freddie tenía la suerte de disponer de una riqueza material mayor de la que nunca podrían soñar la mayoría de los mortales. Pero no era suficiente. Aquello era territorio “el dinero no puede comprar mi amor”, acertadamente tratado por los Beatles veinte años atrás. En palabras de Paul McCartney, “la idea central [de esa canción] era que todas esas posesiones materiales están muy bien, pero con ellas no voy a poder comprar lo que quiero de verdad”. Freddie tuvo que aprender por las malas la verdad de esa afirmación.
Que Freddie se sentía víctima de una maldición que le impedía alcanzar una verdadera realización emocional y romántica era un secreto a voces entre sus amigos más íntimos, que habían estado pendientes de él y le habían ayudado a enjugar sus lágrimas a lo largo se su épica marcha a través de relaciones desastrosas durante muchos años. También era obvio para sus fans, gracias a las muchas canciones desgarradoras que Freddie compuso sobre el tema.
“Sus letras eran un reflejo de su vida”, dice Frank Allen, de The Searchers. “I Want It All, Somebody to Love, Don’t Stop Me Now, Who Wants to Live Forever, todas ellas ilustran algún aspecto de sus esperanzas y anhelos. Naturalmente, un compositor expresa sus valores y su personalidad en sus letras, y a medida que Freddie fue sintiéndose más a gusto con su sexualidad, fue adquiriendo más libertad para abrirse al mundo. Yo me atrevería a decir que sus relaciones con mujeres incrementaban su confianza. En la mayoría de la gente existe un elemento de bisexualidad. Muy pocos lo asumen del todo. El sentimiento de culpa y las consecuencias, incluso en estos que llaman tiempos de liberación, son demasiado grandes”.
Había millones de personas que amaban a Freddie, pero desde la distancia. Pocos conseguían acercarse a él. Yo creo que quienes lo lograban, quienes habían sido admitidos a su círculo íntimo, necesitaban demasiado a Freddie. Su adoración por él era más bien una manifestación de sus propios anhelos y sus propios sueños que de los de él. La exuberancia y la “entrega gay” de Freddie eran el complemento perfecto para despistar al mundo exterior, y ocultaban un desaliento espiritual cada vez mayor. En su fuero interno, Freddie temía que nunca conseguiría encontrar a ese “alguien a quien amar” verdaderamente especial: otro motivo por el que se aferraba tan tenazmente a Mary.
Respecto a It’s a Hard Life, en la que trabajó infatigablemente con Freddie, Brian decía: “Se trata de una de las canciones más bonitas que compuso Freddie en su vida. Sale directamente del corazón”.
El fastuoso vídeo promocional del single lo rodó en Munich el director Tim Pope. En él figuraban muchos de los acólitos de Freddie en el mundo de los clubs nocturnos, entre ellos Barbara Valentin, y el vídeo dejó al grupo en un estado de alboroto. A todos ellos se les ve inequívocamente incómodos en sus indumentarias de trovadores medievales. El propio traje de Freddie —una cosa demencial, llena de ojos engarzados en homenaje a Mistinguett, la atrevida cantante francesa de principios del siglo xx— volvió a suscitar críticas al otro lado del Atlántico. Y lo mismo ocurrió con una lesión en una pierna, bastante inexplicable, que fue lo suficientemente grave como para que a Freddie le escayolaran, y que él afirmaba que había sufrido en un bar del distrito muniqués del “Triángulo de las Bermudas”.
Queen seguía adelante con su misión de explorar territorios vírgenes. Se les negó una visita al Vaticano, los rusos les calificaban de “decadentes” y ni los chinos ni los coreanos querían saber nada de ellos. Sin embargo, se comprometieron a dar doce polémicos conciertos en el Super Bowl de la localidad sudafricana de Sun City en octubre de 1984, lo que hizo que Queen se viera envuelto en la fase políticamente más comprometida de su carrera.
El multimillonario complejo de ocio, situado en el desierto de Bophuthatswana, era un enclave al estilo Las Vegas, financiado en parte por el gobierno en la época del apartheid. Para el mundo exterior, Sun City representaba un gesto de victoria por parte de la privilegiada minoría blanca de Sudáfrica hacia los muchos habitantes pobres de los escuálidos guetos del país. El Sindicato Británico de Músicos había impuesto a sus miembros una estricta prohibición de actuar en aquel lugar. Artists Against Apartheid —un grupo fundado por Steven Van Zandt, miembro de la E Street Band de Bruce Springsteen— plasmó su actitud anti-apartheid en el single I Ain’t Gonna Play Sun City. El grupo incluía a músicos como Miles Davis, Bob Dylan, Ringo Starr y su hijo baterista, Zak Starkey, Lou Reed, Jackson Browne, Pat Benatar, Peter Gabriel, y los “Stones” Keith Richards y Ronnie Wood. El single de contenido político no fue un gran éxito cuando se publicó en Estados Unidos en diciembre de 1985, pero sí lo fue en Australia, Canadá y el Reino Unido.
Queen se mostraba impenitente.
“I Want to Break Free es un himno no oficial en las filas del Congreso Nacional Africano, y Another One Bites the Dust es uno de los singles más vendidos de la historia entre los negros sudafricanos”, explicaba Roger.
Pero la controversia fue a más cuando el grupo se disponía a dar comienzo a la gira de The Works, para la que admitieron a un quinto miembro, el teclista Spike Edney, que actuaba en el escenario formando parte del grupo.
No habían tocado juntos en directo desde hacía casi dos años. Aunque los ensayos no eran el pasatiempo favorito de los miembros de Queen, eran una necesidad. Se metieron en un hangar de Munich, equipados con lo último en producción, sonido e iluminación.
“El primer tema que toqué con ellos durante los ensayos fue Tie Your Mother Down”, recuerda Spike. “Y eso estuvo bien, porque llevaban cien años tocándolo. Después, Under Pressure. A continuación quisieron probar una de las nuevas: I Want to Break Free. A primera vista no parece una canción muy difícil. Empezamos con la primera estrofa, todo salió mal y paramos. Me dio la impresión de que nunca la habían tocado juntos en vivo. Yo lo tenía todo apuntado, así que dije: ‘En realidad, la canción es así…’, y en ese momento John se acercó al piano, y después Brian, y se quedaron ahí mirando. Entonces apareció Freddie: ‘Colega, ¿no tendrás ahí la letra, por casualidad, verdad?’, preguntó. Así que allí estábamos todos alrededor del piano, y yo pensaba para mis adentros: ‘Esto va a salir bien. Esto puedo hacerlo’”.
Entre los conciertos que el grupo debía dar en el Reino Unido había tres noches en el Centro Nacional de Exposiciones de Birmingham, donde Tony Hadley, el cantante solista de Spandau Ballet, conoció a Freddie, su ídolo. La voz del propio Hadley era tan potente y tan versátil que ya se le comparaba con Frank Sinatra en sus primeros tiempos. Y no podía sospechar que Freddie era uno de sus mayores fans.
“Una sociedad de admiración mutua”, decía Tony entre risas. “Yo crecí escuchando los discos de Queen, y para mí Freddie era el cantante solista más grande del mundo. Me moría de ganas de conocer al grupo. En aquella época yo era lo suficientemente famoso como para conseguir un pase de backstage para más o menos cualquier evento. Nos acercamos a los camerinos a conocer a los chicos, que estuvieron verdaderamente simpáticos y amables. Nos invitaron a su fiesta al final del concierto en el hotel de al lado. Yo asistí con Leonie [su primera esposa], había un asiento libre junto a Freddie, y él me dijo, ‘Vamos, cariño, ven y siéntate a mi lado’. Leonie acabó en la otra punta de la mesa. Estábamos todos de charla cuando de repente aparecieron un par de strippers para entretener a la tropa.
”Yo pensaba que Queen siempre se lo pasaba mejor que nadie. Las fiestas eran colosales, los discos eran colosales, las personalidades del grupo eran más colosales que las de cualquier otro grupo. Incluido John Deacon, que era sin duda el más taciturno.
”Aquella noche estuve allí sentado, hablando con Freddie sobre su personaje del escenario, y me dio un consejo gratis: ‘Nunca pidas disculpas por estar en un escenario’, me dijo. ‘Nunca pidas perdón. El público ha ido a verte a ti, así que no importa si una noche no estás al cien por cien. Simplemente tienes que dar la cara todo el rato’. Yo tenía veintitrés o veinticuatro años, y cantaba en un grupo al que le iba bastante bien. Él pertenecía a la realeza del rock. No tenía por qué tomarse ninguna molestia con alguien como yo. Pero tenía mucho entusiasmo, muchas ansias de impartir sus conocimientos y su experiencia. Fue el único que lo hizo, y de verdad le respetaba por ello.
”‘Todos los artistas dudan de sí mismos’, me dijo” ‘¿Incluso tú?’, le pregunté. ‘Sobre todo yo’, me contestó”.
El concierto de Queen del 5 de septiembre en Wembley culminó en una fiesta para quinientos amigos en el club Xenon para celebrar el 38º cumpleaños de Freddie. Probablemente la tarta fue la más espectacular que había visto Freddie hasta ese momento: un antiguo modelo de Rolls-Royce de metro y medio de largo. Aquella semana salió su vigésimo sexto single, Hammer to Fall, el mismo día que el primer single en solitario de Freddie, Love Kills, grabado para la película Metropolis. Mientras el grupo aterrizaba en Dortmund, alguien observó que en aquel momento nueve álbumes de Queen figuraban en el Top 200 del Reino Unido. En octubre, Queen y su séquito —que incluía a Mary Austin y a Joe Burt, su nueva pareja que convivía con ella, y que era el bajista de la banda de Tim Robinson— partieron hacia Sudáfrica para su serie de conciertos en Sun City. En su concierto inaugural, la voz de Freddie se vino abajo al cabo de tan sólo un par de canciones, ya que sus antiguos problemas de garganta se habían agravado por culpa del calor y el polvo del desierto. Aquel concierto y los cinco siguientes se cancelaron, y la banda se concentró en los seis últimos.
A su regreso a Londres, Brian y Roger se presentaron ante el Sindicato de Músicos para defender su caso:
“El viaje no fue en absoluto un jolgorio total”, razona Spike. “Queen hizo muchas obras benéficas en Sudáfrica, como recaudar fondos para la escuela de niños sordos y ciegos de Kutlawamong. Más tarde publicaron en Sudáfrica un álbum en vivo y donaron todos los derechos a la escuela. La acogida al grupo fue tan fantástica que sigo sin creer que fuera algo malo ir allí. Al cabo de un par de años la situación política cambió por completo, y todos empezaron a ir a Sudáfrica”.
Además de despachar a Queen con una fuerte multa, el sindicato puso al grupo en la lista negra. Por lo menos ellos insistieron en que el dinero se donara a una organización benéfica en vez de engrosar la cuenta corriente del sindicato. Durante años siguieron asombrados por la magnitud de aquel fiasco.
“Estamos totalmente en contra del apartheid y todo lo que representa”, dijo Brian. “Pero tengo la sensación de que tendimos muchos puentes. De hecho, conocimos a músicos de ambos colores y todos nos acogieron con los brazos abiertos. Las únicas críticas que recibimos venían de fuera de Sudáfrica”.
Spike admite que Queen tenía mala fama por su increíble arrogancia:
“Es cierto. Eran arrogantes. Pero lo eran porque la mayoría de las veces tenían razón. Yo tenía la impresión de que les habían tratado injustamente en sus comienzos, lo que les enseñó a ser autosuficientes y a fiarse de su propio criterio. El único inconveniente de su arrogancia es que iba filtrándose hacia abajo, hasta los miembros de su organización. La gente que trabajaba con Queen empezó a portarse con arrogancia en nombre del grupo, cuando no tenían ningún derecho a hacerlo. A veces las cosas podían llegar a ponerse bastante insoportables”.
Freddie regresó a Munich, y en diciembre el grupo produjo su primer single navideño, Thank God It’s Christmas. Era su vigésimoseptimo single; fue concebido como una parodia del manido género navideño y se produjo en Londres, aunque la voz de Freddie se añadió en Alemania. No consiguió llegar al Top 20 del Reino Unido, y nunca apareció en ningún álbum de Queen, pero desde entonces, todos los años vuelve a rondarles como un fantasma en Navidades, porque figura en todas las recopilaciones de canciones navideñas habidas y por haber. Mientras tanto, el fulminante número 1 de la temporada era Do They Know It’s Christmas?, de Band Aid. Estaba a punto de producirse un acontecimiento histórico.