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Asesinatos y violencias múltiples
En capítulos anteriores se han citado algunos nombres importantes en este apartado de la crónica negra, desde John Lennon a personajes menos conocidos como Bobby Fuller. Es hora de ofrecer el bloque final, la historia de quienes fueron frenados a destiempo por causas tan diversas como sus propios entornos pudieron merecer. Es curioso comprobar algo: las víctimas de la violencia son menores que las que murieron por sobredosis o suicidios, y considerablemente menos todavía que los muertos por accidentes o causas diversas. Son únicamente una docena de nombres que, en su mayoría, estaban en el sitio equivocado a la hora equivocada. Y les tocó.
No es necesaria una violencia directa, un asesinato, para que un ser humano muera víctima de la crueldad lo mismo que si alguien hubiese puesto una pistola contra su pecho. El caso de Little Willie John lo prueba, puesto que aquí la casualidad y su propia violencia se volvieron contra él.
Había nacido en Candem, Arkansas, el 15 de noviembre de 1937, y a los dieciséis años ya cantaba en la orquesta de Paul Williams (no confundir con el Paul Williams, exsolista de Temptations, suicidado en 1973). A partir de 1955 se convirtió en un asiduo de las listas de éxitos con sus baladas románticas, la intensidad cromática de su voz y la intención de sus letras, siempre hablando de amores rotos y amores desesperados. Perdida su popularidad en los años 60, todavía sus temas serían éxito en las voces de artistas como Elvis Presley, Johnny Preston o Peggy Lee, hasta que en 1965, en Seattle, cometió un error: en una pelea accidental le hundió un cuchillo a un hombre en el pecho. La sentencia fue suave teniendo en cuenta el resultado fatal, una muerte. Le condenaron a unos pocos años de cárcel en la prisión de Walla Walla del Estado de Washington, donde vivió en unas condiciones infrahumanas, como cualquier negro encarcelado, y murió de una neumonía que nadie se ocupó de atender el 26 de mayo de 1968.
En los años 70, la primera muerte por asesinato fue la de James «Shep» Shepherd, primero miembro de los Heartbeats, con los que consiguió un notable éxito a través de la canción A thousand miles away en 1960, y posteriormente fundador de Shep & The Limelites, con los que continuó su línea hasta la separación en 1963. Reunidos de nuevo en 1969 para un concierto revival y con expectativa de continuidad inmediatas, sus sueños terminaron bruscamente el 24 de enero de 1970, al ser robado y apaleado por unos desconocidos que acabaron machacándole la cabeza. Su cadáver no fue hallado hasta horas después, en el mismo lugar del asesinato, la Long Island Express way, dentro de su coche. La segunda víctima de la violencia inútil fue King Curtis, maestro del saxo, músico de gran vitalidad en innumerables grabaciones acompañando a otros artistas y creador de un estilo propio a través de sus grabaciones como solista instrumental. Nació en Fort Worth, Texas, en la década de los 30, y tras destacar ya en los años 50 en discos de Buddy Holly o los Coasters, se convirtió en uno de los pilares del sello Atlantic, que en los años 60 revitalizó y puso de moda el soul. Fue su época dorada, a nivel solista y de aportación de su brillante sonoridad con el saxo en discos de Aretha Franklin, Wilson Pickett, Percy Sledge, etc. El viernes 13 de agosto de 1971 se vio envuelto, por causas inexplicables, en una pelea callejera, cerca de su casa en Nueva York. Durante el transcurso de la reyerta un hombre llamado Juan Montanez le apuñaló y truncó su futuro provocándole la muerte inmediata.
También dos peleas estúpidas se llevaron por delante a Bobby Ramírez y a Jimmy Widener. El primero tenía veintitrés años y era batería del grupo White Trash, que solía acompañar a Edgar Winter a comienzos de los años 70. Bobby murió en un bar de Rush Street, en Chicago, al ser atacado por tres hombres. La sentencia fue de asesinato en primer grado. Jimmy Widener, tan desconocido como Ramírez por ser únicamente el guitarra de Hank Snow, recibió una paliza coronada por dos tiros el 27 de noviembre de 1973.
La muerte de Dave Stringbean Akerman y de su esposa tuvo como único objeto el robo. Dave era un discreto cantante de country estadounidense dedicado a ir de un lado a otro con su guitarra y sus canciones. El 11 de noviembre de 1973 unos desconocidos les asaltaron para robarles. No satisfechos con ello, o por considerar que el producto del delito no era demasiado, se divirtieron golpeándoles hasta causarles la muerte a ambos. No hubo grandes algaradas. Dos meses antes y en Santiago de Chile, sí se produjo un hecho que conmocionó al mundo entero, musical y no musical: el asesinato de Víctor Jara.
Víctor Jara nació en Chillan, Chile, en 1938. Sus raíces campesinas siempre se manifestaron en su cultura y en su trabajo. Aprendió del folklore de su tierra y si bien sus primeros trabajos fueron los de director teatral, muy pronto se unió al grupo Cuncumen. Desde 1966 a 1969 dirigió la carrera musical de Quilapayún, sin duda el grupo chileno más importante de los años 70, y en paralelo inició su auténtica carrera profesional, componiendo y cantando canciones de honda tonalidad popular. Esta identificación hizo que siempre se entroncase con las bases más castigadas de la población y los movimientos marginales. La victoria de Salvador Allende en las elecciones chilenas y el auge cultural que ello significó le situaron al frente de los cantautores de su país hasta que el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 acabó no sólo con ello, sino con las esperanzas de un país y las vidas de miles de personas. Víctor Jara, que estaba casado y tenía dos hijos, fue brutalmente arrancado de su casa y conducido al Estado Nacional de Santiago de Chile, convertido en inmensa cárcel del pueblo. Sólo días después de su muerte se supo que había sido torturado y que, por ser cantante y artista, se le cortaron las manos dejándole luego morir desangrado junto a otros cientos de ajusticiados de aquel día 16, tan sólo cinco días después de la muerte de Allende y la toma del poder por parte del general Pinochet. Durante los años 70 las canciones de Víctor Jara fueron el último testimonio de una existencia sacrificada a los treinta y cinco años, y el canto rebelde de la paz frente a la violencia política que tantos países del mundo continúa dominando.
La política y el fanatismo religioso fueron igualmente los culpables del asesinato brutal de todos los miembros del grupo folklórico irlandés Miami Show Band. El incidente, uno más en los confines de la verdadera guerra civil irlandesa, tuvo lugar el 31 de julio de 1975 en Newry, al norte de Irlanda, cuando varios manifestantes protestantes interceptaron el coche en que viajaban los artistas y tras obligarles a bajar del vehículo les masacraron. Un detalle revela aún más las características del crimen: el encuentro no fue casual. Los fanáticos planearon minuciosamente la emboscada para realizar su plan. El hecho conmovió a la opinión pública pero nuevas muertes en los mismos confines del odio y la rivalidad entre católicos y protestantes pronto lo hicieron pasar a segundo plano. Era la primera vez que se mataba a unos cantantes en Irlanda desde el inicio de los conflictos religiosos, pero lo sucedido volvió a demostrar hasta qué punto la música es importante como conductor de ideas.
La muerte de Al Jackson sí fue accidental. Al era batería de los MG’s, considerado durante los años 60 como el mejor equipo musical de grabaciones del mundo. Los MG’s (Memphis Group), liderados por el teclista Booker T. Jones, eran Steve Cropper a la guitarra, Donald «Duck» Dunn al bajo y Jackson, que había nacido en Memphis, Tennessee, el 17 de noviembre de 1945, a la batería.
No sólo actuaron unidos como respaldo instrumental de cientos de grabaciones, la mayoría para el prestigioso sello negro Stax, sino que desarrollaron en paralelo una importante carrera individual como Booker T. & The MG’s. Sus éxitos, Green onions, Jelly bread, Groovin’, Spul limbo y Time is tight entre otros, les hicieron famosos. La entente concluyó cuando Booker T. formó un dúo con su esposa y el resto siguió dedicado a su trabajo como músicos de estudio. En 1973 Dunn y Jackson reformaron a los MG’s con otros dos instrumentistas pero únicamente pudieron editar un LP, porque el 1 de octubre de 1975 la fatalidad se interpondría en el camino de Al. Esa noche fue despertado por un ruido y salió de su habitación para ver lo que sucedía. Y lo que sucedía no podía ser más trivial: un ladrón intentaba llevarse lo que pudiera de su casa. Menos trivial fue que al verse descubierto pusiera entre él y el propietario de la casa una pistola y le descargara el tambor en el cuerpo.
El asesinato de Buster Wilson no tuvo nada de accidental. Buster era miembro de los Coasters, un grupo histórico de los años 50 que a partir de los 60 inició una dilatada carrera impregnada por la nostalgia y los recuerdos, aunque ya ninguno de los miembros originales militase en la formación y los cambios fuesen tan constantes como dispares. En este sentido Wilson era una de las incorporaciones finales de los años 70. Un día su cuerpo fue hallado a trocitos en Modesto, California. La fecha de la muerte fue indeterminada a lo largo del mes de abril de 1980. Las investigaciones policiales condujeron hasta Patrick Cavanaugh, antiguo manager de los Coasters, que le mató y desmembró tras una pelea por cuestiones monetarias. Cavanaugh fue acusado de asesinato en primer grado y sentenciado por ello.
A pesar del tiempo transcurrido y del éxito, para Marvin Gaye padre, Marvin Gaye hijo continuaba siendo la oveja descarriada. Lo demostraba su disoluta vida personal. En veinte años desde su primera boda y la publicación de su primer disco, Marvin había almacenado a sus espaldas un irresistible conglomerado de divorcios, abandonos, aventuras y desventuras, y por supuesto vinculaciones evidentes con la droga que de tanto en tanto le obligaba a parar y tomárselo con calma. Marvin Gaye padre ya no ejercía como pastor, ya no dirigía su parroquia, estaba retirado.
Pero todavía sentía la necesidad de dirigir su casa, su familia. El 1 de abril de 1984 iba a celebrarse la víspera del cumpleaños de Marvin Gaye hijo y la fiesta adquirió muy pronto tintes trágicos cuando padre e hijo se enzarzaron en una violenta discusión. El motivo central eran las drogas.
Lejos de arrepentirse y prometer ser bueno, retornando al camino honesto, Marvin prefirió permanecer en el lado oculto de la vida y su padre, con su mano justiciera ayudada por una pistola, optó por retirarle de ella. Dos balas acabaron con uno de los grandes solistas negros de los años, nuevamente de moda en los 80 con el éxito de Sexual healing, tema orientado hacia el estilo disco.
A Marvin Gaye le lloraron miles de fans, y a su entierro acudió la flor y nata de la música americana, especialmente sus compañeros y compañeras de Motown. Pero la justicia se tomó el crimen de otra forma, quizás influida por la heterogénea personalidad del homicida, que lo único que había hecho fue acabar con un pecador. Marvin Gaye padre declaró haber sido «trágicamente provocado» como justificación de su acto. Habló de Dios y de Designios Inescrutables y convenció al jurado de su virtud. Un acuerdo con la fiscalía, aceptando el cargo de «homicidio casual voluntario» (?), le permitió ser puesto en libertad condicional por un período de cinco años.
Alberta Gaye, su esposa y madre del cantante desaparecido, pidió el divorcio el mismo día del veredicto, el 6 de noviembre de 1984, aunque desde el trágico incidente ya vivía sola y apartada del mundo.
Fue precisamente la esposa de Felix Pappalardi la que optó por una vía más rápida para separarse de su marido y le pegó un tiro en la cabeza el 17 de abril de 1983, un año antes de la muerte de Gaye.
Felix Pappalardi, hijo de emigrantes italianos nacido en Nueva York en 1939, fue un músico discreto en la primera mitad de los años 60, acompañando a la guitarra a diversos artistas de folk antes de introducirse en el terreno de la producción. Su gran momento llegó en 1966 al producir a Cream, el supergrupo formado por Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker. En dos años Pappalardi se hizo millonario con las grabaciones de Cream y al separarse éstos en 1968 regresó a los Estados Unidos. Allí descubrió a un gordo guitarra llamado Leslie West al que produjo un primer LP. El resultado fue tan satisfactorio que West y él acabaron formando el grupo Mountain, ocupándose Pappalardi del bajo y completando el trío con el batería Corky Laing. Entre 1969 y 1972 Mountain disfrutó de una sólida reputación, lo cual no impidió la separación final. Mientras West continuaba solo, Felix Pappalardi volvió al mundo de la producción durante otros diez años.
Sus continuas infidelidades matrimoniales tenían a una esposa nada sumisa con la rabia metida en el cuerpo y en una discusión íntima ella decidió acabar con la película. Bastó una bala para volar la cabeza de su marido.