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Suicidios privados
La sobredosis suele ser motivo de indecisión a la hora de que la justicia dictamine sobre la causa de un deceso. Generalmente suele darse un veredicto de «muerte accidental», y por supuesto es difícil determinar si en algún caso la heroína o la cocaína fueron los medios escogidos por la propia voluntad del candidato a cadáver. La incógnita se mantiene sobre no pocos artistas. En cambio las muertes directas, el suicidio, admiten menos dudas, a pesar de lo cual se han archivado casos tan espinosos como el de Larry Williams, visto en el capítulo 6. Hoy, la duda más generalizada estriba en determinar si en algunas historias cerradas con un suicidio, alguien pudo poner la pistola en la mano del muerto y… apretar el gatillo. En cualquier sentido, el suicidio sigue estando a caballo del fin por sobredosis y el asesinato por un lado y la muerte en la carretera por otro. Dentro del síndrome de la autodestrucción, sin embargo, continúa siendo el método más rápido y directo.
Y el menos utilizado.
Los primeros suicidios vinculados con la música marcaron el proceso por el cual los candidatos posteriores tuvieron que pasar. Es como si la palabra «fracaso» presidiera la voluntad final de acabar con todo. El 3 de febrero de 1967 un productor inglés llamado Joe Meek se disparó en la cabeza después de haber sido durante varios años uno de los mejores hacedores de éxitos del pop.
Además de líder y fundador de The Tornados, número 1 en Inglaterra en 1962 con Telstar. Las causas no admitieron dudas: con el progreso, el avance tecnológico y la mejora instrumental, Joe se había quedado atrás, anclado en las fórmulas de la primera mitad de los 60. Incapaz de mejorar y adecuarse a los nuevos tiempos, la pérdida de fuerza, popularidad e ideas le condujo a un callejón sin salida del que sólo consiguió escapar dando el paso decisivo. El mismo miedo al fracaso empujó a Luigi Tenco a matarse en la trastienda del famoso festival de San Remo en aquel año 67. Desde 1951 en que, para promocionar la villa italiana, se decidió poner en marcha un certamen anual de canciones, San Remo era paso obligado para todo italiano que aspirase a un lugar en el cielo, a pretender un poco de gloria. Año a año el festival saludaba a un vencedor (aunque la canción más vendida por lo general fuese otra) y lanzaba al estrellato a autores y artistas. Toda Italia se paralizaba los tres días del evento para seguir primero por radio y luego por televisión, sus alternativas. San Remo era la pasión, la auténtica lucha, el cara o cruz del éxito o la nada.
En 1967 uno de los que más esperaba su pedazo de gloria era un autor y cantante llamado Luigi Tenco. El primer paso consistía en llegar a la final, y luego, en la noche decisiva, todo podía suceder. Todos sabían algo más: no llegar a esa noche representaba el vacío. Cuando los distintos jurados eliminaron su canción en la fase previa, Luigi Tenco se encerró en su camerino y se disparó en la cabeza. Aquel año 67 ganó Claudio Villa con Non pensare a te y la canción más vendedora fue Un cuore matto de Little Tony seguida de L’inmensitá de Mina. Pero el drama de Tenco también le sirvió para besar el éxito durante muchos meses, convertido en el primer mártir de la desesperada carrera por la fama y aquello en lo que San Remo se había convertido: una selva. Como dato adicional cabe citar que por primera vez en la historia un grupo español cantó en el festival: Los Bravos.
A comienzos de los años 70 un cantante estadounidense llamado Bobby Bloom consiguió lo que para muchos era un éxito y para otros un zarpazo inicial que preludiaba una interesante carrera.
Bobby llegó al número 3 en Inglaterra con una comercial cancioncilla bautizada como Montego bay. Esto sucedía en agosto de 1970. El siguiente disco de la promesa, Heavy makes you happy no pasó del puesto número 31 y el tercero… nadie recuerda siquiera que existiese. Como en tantos casos, la fiebre pop había dado un caramelo a un ser humano poco preparado para él, y luego… se lo quitó bruscamente. Esto o como pasar de la nada a la popularidad y de vuelta a la nada en menos de medio año. Bobby no lo resistió y no mucho después, con veintiocho años de edad, colocó una pistola junto a su sien.
Paul Williams y Eddie Kendricks cantaban en The Primes. Melvin Franklin y Otis Miles lo hacían en The Distants. Grabaron los cuatro un single con este último nombre y con el éxito pasaron a llamarse The Temptations en 1960. Muy pronto serían uno de los grupos de leyenda de la Motown de Berry Gordy Jr. junto a las Supremes, The Miracles o Stevie Wonder. Paul Williams, que había nacido en Birmingham, Alabama, el 2 de julio de 1939, acabó convirtiéndose en la estrella con la marcha de David Ruffin (la última incorporación que dio forma al quinteto) en 1968 y la de Eddie Kendricks en 1971. Finalmente optó por seguir los pasos de ambos, dejando atrás doce años de éxitos ininterrumpidos. En primer lugar se marchó del grupo por prescripción médica, pero obviamente su interés residía en la rápida formalización de su nueva carrera como solista. Cuando los médicos le dieron de alta ya no volvió con sus compañeros. Lamentablemente para él y mientras Ruffin y Kendricks mantenían el mismo tono triunfal en solitario, Paul no pudo resistir la fulminante pérdida de popularidad que le situó en el olvido en menos de dos años. Sus problemas de salud acabaron por acorralarle y un día salió de su casa conduciendo su propio coche rumbo a ninguna parte. Cuando le encontraron, el 17 de agosto de aquel 1973, la sangre del agujero de bala dejado por su pistola ya estaba seca.
Graham Bond era miembro del grupo de Alexis Korner en 1962, tocando primero el saxo para pasarse poco después al órgano eléctrico. En 1963 formó la Graham Bond Organisation, por la que pasaron selectos artífices del rock de los 60 como Jack Bruce o Ginger Baker, John McLaughlin o Dick Heckstall-Smith. Por ser el primer innovador que utilizó combinaciones de instrumentos eléctricos de teclado, y luego el primero en emplear el melotron como síntesis sónica mediante sus programas de sonido, se erigió en una personalidad de la escena británica, aunque siempre mucho más de cara a los profesionales que por un respaldo popular. A fines de los 60 Bond ya no era más que un oscuro talento perdido en el océano del cambiante pop inglés. Militó en la Air Force de Ginger Baker brevemente y grabó algunos LPs con su mujer, Diane Stewart, antes de formar un dúo con Peter Brown, romperlo y realizar su tentativa postuma dando vida a otra banda, Holy Magiar. Arruinado, solo, perseguido por su drogadicción y con la cabeza llena de fantasías debido a su afición por las ciencias ocultas y la parapsicología, fue internado en un hospital en 1974 de donde salió para dirigirse a la estación de metro de Finsbury Park, desde cuyo andén saltó al paso de un convoy que le trituró. Era el 8 de mayo del año 74.
Paul McCartney fue el inductor, impulsor y mentor de Badfinger, un cuarteto británico nacido en 1968, cuando Apple Records, la compañía de los Beatles iba a la caza y captura de nuevos talentos.
Dentro de una línea pop muy suave, elegante, con pautas acústicas y canciones perfectamente modeladas, Badfinger pronto se convirtió en la banda estelar de Apple. Paul McCartney fue quien les compuso su primer éxito, Come and get it, número 4 en Inglaterra. Badfinger estaba integrado por Pete Ham a la guitarra y teclado, Mike Gibbins a la batería y guitarra, Tom Evans a la guitarra, bajo y piano, y Joey Molland a la guitarra, bajo y piano. Todos cantaban y hacían coros. El gran año de Badfinger fue 1972, al componer Ham y Evans uno de los temas más importantes de aquellos días y en gran medida de los años 70, Without you, aunque ellos no serían los intérpretes directos, sino el estadounidense Nilsson, que llegó al número 1 en Estados Unidos, Inglaterra y prácticamente todo el mundo. Se sacaron la espina con Day after day en el mismo 72, al llegar también al número 1 en el ranking estadounidense. En la cresta de la ola sin embargo se frenaría su carrera. Al vacío 73 siguió un 74 en el que con su LP Ass, Apple tuvo que cerrar. Firmaron con Warner Brothers inmediatamente pero el escaso eco de su último álbum enfrentó a Pete Ham con una realidad demasiado amarga para resistirlo. Mientras ese LP, Wish you were here, luchaba por escalar algunos peldaños de la ya inaccesible montaña de las listas de éxito, abandonó el grupo en abril de 1975 y el 1 de mayo puso fin a su vida. Nacido el 27 de abril de 1947, en Swansea, Gales, Pete acababa de cumplir veintiocho años.
No fue el único muerto de Badfinger. El grupo se separó a raíz de la trágica muerte de Ham y sus historias dejaron de contar hasta que en 1979 Tom Evans y Joey Holland realizaron una segunda tentativa, con otros músicos. Bastaron los dos primeros LPs para confirmar que nada de lo que fue volvería a ser. Inspirado por su viejo amigo o sumido en la misma depresión, Tom Evans siguió los pasos de Ham en noviembre de 1983.
La lista de decisiones drásticas sigue en el año 1976 con Phil Ochs.
Ochs sí fue una figura del folk, situado en un escalafón inferior al del «boss» Dylan pero con una gran influencia por su personalidad, sus posturas radicales y su abierta lucha pacifista y en defensa de los derechos humanos. Nació el 19 de diciembre de 1940 en El Paso, Texas, y vivió en Nueva York y Ohio antes de pasar dos años en la Virginia Stauton Military Academia. Su animadversión por la guerra, la violencia y lo que representan armas y ejércitos nació por entonces. Al abandonar la academia militar fue arrestado por vagancia y su única alternativa fue comenzar a cantar, cosa que hizo formando un dúo con otro cantante llamado Jim Glover. De nuevo en solitario su figura comenzó a hacerse popular en los clubes de Cleveland primero y del Greenwich Village neoyorquino después. Su canción I ain’t marching anymore, un visceral ataque a la guerra de Vietnam, le convirtió finalmente en un pequeño héroe durante los años 60. No recuperó el mismo pulso de crítica y denuncia social hasta el estallido del escándalo Watergate, sumándose a los detractores de Nixon con el tema Here’s to the state of Richard Nixon. Víctima de prolongados y sucesivos períodos de frustración y exaltación, el punto cardinal de su hundimiento se produjo en 1973, al ser atacado por unos desconocidos que le dejaron malherido y con las cuerdas vocales dañadas. La recuperación de Ochs pasó por momentos dramáticos en los que su moral estuvo debilitada al máximo. Su amigo Bob Dylan le sacó del ostracismo colocándole en el cartel del concierto que en 1974 se celebró en Nueva York para recaudar fondos con destino a los afectados por la dictadura chilena a raíz del golpe de Estado del general Pinochet en 1973. En 1975 él mismo sería el organizador de otro festival pacifista en el Central Park de Nueva York. Limitado a ser un activista nato pero una voz perdida, el deterioro de su moral fue en aumento hasta que ya no pudo emerger de la depresión previa a su decisión de matarse. El día 7 de abril de 1976 visitó a su hermana en Queens y se metió en el cuarto de baño, donde ella le encontró minutos después colgado del techo con su cinturón. La muerte de Phil Ochs tuvo al menos el colofón del recuerdo, a través del festival que el día 28 de mayo siguiente le rindieron sus amigos en el Felt Forum de la ciudad de los rascacielos. Helmut Koellen fue otra desaparición sólo constatada por los muy expertos o por los fans del grupo en que militaba, Triunvirat, una banda alemana liderada por el cantante y teclista Jurgen Fritz, en la que él era bajo, guitarra y voz. Triunvirat se benefició del auge del rock alemán en la primera mitad de los años 70 y de la corriente musical impuesta por Emerson, Lake & Palmer con su sonido apocalíptico. Con tres buenos álbumes en su haber, Koellen dejó a sus dos compañeros y probó su propia suerte sin el menor éxito. El 27 de mayo de 1977, cuando se suicidó, contaba veintisiete años de edad.
Los dos suicidios que cierran los años 70 son muy opuestos, y uno de ellos, el de Sid Vicious, se tratará con mayor profundidad en el capítulo dedicado a él y a los Sex Pistols, más adelante. El otro fue el de Donny Hathaway, un discreto cantante y pianista que en 1970 y con su segundo LP logró cierta atención. El espaldarazo se lo ofreció la princesa de la voz de terciopelo, Roberta Flack, cuando en 1972 interpretaron a dúo el álbum Roberta Flack & Donny Hathaway. Varios hits en single y un segundo LP a dúo, ya póstumo pues se editó tras la muerte de Donny, le mantuvieron a lo largo de la década hasta que decidió que una ventana era el mejor camino para olvidarse de sus altibajos. Nacido el 10 de enero de 1945, saltó por ella en 1979, a los treinta y cuatro años. El escenario fue el Hotel Essex de Nueva York.
Los 80 se abrieron con otro muerto destinado al culto, un nombre perpetuado como símbolo de la nueva rebeldía: Ian Curtis, cantante y líder del grupo Joy Division.
Nacidos en Manchester como Warsaw, decidieron cambiar su nombre por el de Joy División cuando los Buzzcocks les invitaron a unirse como teloneros de su primera gira. Como «joy division» se conocía en los campos de exterminio nazis a los pabellones que las prostitutas utilizaban para ejercer su trabajo con los soldados o quienes merecieran el correspondiente asueto sexual. Aunque llegaron al punk en los días finales, supieron extraer de las cenizas de la Gran Explosión los restos de vitalidad que pronto les hicieron destacar y convertirse en un grupo subterráneamente clave. Un pequeño sello independiente, Factory, les contrató y debutaron con un EP, un disco de cuatro canciones en el que destacó An ideal for living. En 1979 por fin publicaron su primer LP, Unknown pleasure. Formaban Joy División en este momento Ian Curtis como cantante, Bernard Albretch a la guitarra, Peter Hook al bajo y Steve Morris a la batería. Una cláusula especial estipulada entre ellos decía que si uno de los cuatro se iba (y lo de irse abarcaba todas las posibilidades), los demás desharían el grupo. En 1980 grabaron un segundo álbum titulado Closer, que Ian Curtis ya no vería editado. En este disco se incluía el extraordinario Love will tear us apart, un himno residual cuyo vídeo filmó Ian Curtís poco antes de su fin, y que luego sería un gran éxito en la voz de Paul Young.
¿Quién era Curtis, y por qué al poco de su muerte ya figuraba en los anales de la historia del rock como una de las páginas esenciales de la crónica negra? La respuesta no puede ser más sencilla: fue simplemente un artista que se mató… ¿por amor? Posiblemente sea lo más fácil de decir, y lo más correcto también. Al contrario que otros, Ian no estaba enganchado a la heroína ni circulaba por la autopista del rock con el coche de la desesperación. Nacido y criado en la obrera Manchester a los dieciséis años no podía ser otra cosa que obrero en una fábrica de algodón. La música fue el vehículo que le permitió escapar de la Gran Trampa y con su grupo parecía estar en camino de llegar al estrellato, porque Curtis tenía todo el carisma y la personalidad de los líderes que periódicamente renuevan los bajos fondos del rock hasta producir la correspondiente marea en la superficie. Para su propia tragedia, los buenos auspicios profesionales no sirvieron para que su joven matrimonio funcionara debidamente. Su mujer le abandonó llevándose a sus hijos. Ian (enfermo de epilepsia y víctima de períodos depresivos en los que todo su ser quedaba bloqueado) no resistió ni la soledad ni la pérdida de la familia en la cual muy probablemente se apoyaba. Quería a su mujer, y más a sus hijos.
En mayo de 1980 y preparando paso a paso la ascensión, de Estados Unidos llegaron los buenos auspicios de una gira que podía ser decisiva. El primer LP había despertado el interés de los círculos punks y undergrounds habituales. El sábado 17 de mayo Ian Curtis fue a visitar a su mujer y a sus hijos, para despedirse de ellos antes del Gran Viaje al País del Dólar. Su intención no era más que ésa: decir «adiós y hasta la vuelta». Pero no soportó la escena y la situación acabó por dominarle. El regreso a la soledad le obligó a colgarse de la cocina y su cuerpo acabaría siendo encontrado por su exesposa. Era el 18 de mayo de 1980. Tenía veintitrés años.
Joy Division desapareció, y en su lugar los otros tres crearon New Order, aunque sin ningún relieve. Tras la muerte de Ian, Love will tear us apart fue número 13 en las listas de singles y el LP Closer un tremendo impacto. En diciembre, canción y álbum eran consagrados por la revista «New Musical Express» como single y LP del año. Las ediciones de material, preferentemente grabado en vivo, editadas posteriormente, no hicieron sino demostrar el éxito póstumo de la banda y la rápida mitificación alcanzada por una nueva clase de héroe surgido en oposición a otros como Sid Vicious.
El vídeo de Love will tear us apart, filmado dieciocho días antes del suicidio, y la última actuación del conjunto, el 2 de mayo en Birmingham, editada en forma de doble LP con el título de Still, constituyen el testamento de Curtis y su personal trabajo, un caos uniformado que parecía ser el puente entre el punk de 1976-77 y las nuevas formas sónicas de comienzos de los 80. Siniestros, primitivos y salvajes, consiguieron ser la más breve y descarnada página de una historia ya de por sí eternamente fugaz.
Y no sólo se suicidan los que en un momento u otro de su vida han pasado por un escenario descargando decibelios. Barney Bubbles y Terry Jones son la prueba. El rock tiene muchas formas de ejercer su poder.
Barney Bubbles fue el responsable directo del éxito de una imagen: la del sello discográfico Stiff.
Con sus grafismos, sus portadas, sus ideas para el marketing y unas grandes dosis de innovación frente al inmovilismo perpetuo de las multinacionales de la industria, supo crear algo nuevo y diferente, con personalidad y estilo propios. El sello Stiff (tieso, estirado, rígido… y hablando en términos discográficos, petardo) se convirtió en el adalid de las pequeñas compañías independientes que animaron el mercado británico en la segunda mitad de los años 70. Algunas de sus pasadas fueron editar un álbum de Ian Dury con cincuenta y dos portadas diferentes (para locura de los coleccionistas), minisingles de cinco pulgadas (lo normal son siete), singles de veinticinco centímetros a setenta y ocho revoluciones por minuto, discos de colores y un largo etc. que incluyó divertidas frases y motivos para las giras en bloque de los artistas del sello. Dado que no era un artista no se divulgaron los motivos de su suicidio, el 18 de noviembre de 1983, a los cuarenta y un años.
El suicidio de Terry Jones fue mucho más trágico, con motivos concretos y una historia triste por detrás. Su nombre no hubiera significado nada de no tratarse del hermanastro de David Bowie y ser precisamente él el responsable indirecto del drama.
Haywood Stenton Jones se casó el 19 de diciembre de 1933 con Hilda Louise. Ambos fueron los padres de Terry, nacido en 1940. Posteriormente míster Jones encontró un nuevo amor para su vida, Margaret Mary Burns, y con ella engendró a David Jones (más tarde David Bowie), que nació el 8 de enero de 1947 en Brixton, Londres. Ocho meses después, el 25 de agosto, Haywood Stenton Jones conseguía el divorcio de su primera mujer y dos semanas más tarde, el 12 de septiembre, se casaba con la madre de David. Terry tenía pues siete años más que su hermanastro. Esta diferencia sirvió para que al aparecer el rock and roll Terry Jones se convirtiese en un entusiasta de la música, con el mérito de no detenerse en lo superficial y ahondar en todos los campos hasta llegar al jazz y la música experimental. Con diecisiete y dieciocho años empezó a frecuentar los clubs ingleses y para participar directamente de su afición se puso a tocar el saxo. No es de extrañar que David tocase el mismo instrumento que su hermanastro al iniciarse en la música al filo de los primeros años 60, influido de forma directa por Terry, que no sólo le enseñó y le preparó, sino que le adentró por vericuetos de una dimensión mucho mayor de los que un adolescente, por sí mismo, hubiera podido hallar aún en plena explosión pop. Terry Jones fue el auténtico inductor del talento de su hermano David, aunque luego ese talento genial emergiera de forma natural. En 1963, al completar David sus estudios en la Bromley Technical School, buscó trabajo en una agencia de publicidad, y Terry casi le obligó a dejarlo, insistiéndole para que continuara por el camino de la música. En enero de 1964 David entró en los King Bees, tocando el saxo y cantando, para acabar convirtiéndose en su líder. Después de editar un primer single cambiaron su nombre por el Davey Jones & Lower Third y en 1966… nacería David Bowie, aunque habrían de pasar algunos años más hasta el definitivo encumbramiento.
En todo este proceso, Terry Jones continuó fiel en la sombra, apoyando al hermano menor que tenía todos los dones que a él le habían sido negados. Por ingratitud o por circunstancias propias de la vida y del éxito como superstar del rock, David Bowie acabó olvidándose de su hermano. Para Terry Jones comenzaría un largo tiempo de soledad, vacío, recuerdos y amargura que acabaron por minar sus fuerzas y su resistencia. A pesar de todo, el final no llegaría hasta 1986, cuando frustrado y hundido, se arrojó a la vía del tren para ser triturado por una locomotora. David Bowie no asistió a su entierro.
La gran pérdida del 86, que sí convocó a un buen número de famosos para el último adiós, fue Richard Manuel, pianista de una de las bandas más importantes de la música americana durante la década 66-76: The Band. Primero fueron el grupo de acompañamiento de Ronnie Hawkins bajo el nombre de The Hawks, pero su fama se cimentó rápidamente al llamarles Bob Dylan a su lado durante el período de convalecencia que le mantuvo apartado de la música a raíz de su accidente de moto. Dylan y The Band pasaron el verano del 67 componiendo, grabando y haciendo un poco de historia en la biografía del mito, hasta que en 1968 el grupo editó su primer LP y se convirtió en una de las formaciones más sobrias y clásicas del rock americano. Rick Danko (bajo y voz), Robbie Robertson (guitarra y voz), Levon Helm (batería), Garth Hudson (teclados) y Richard Manuel (piano) integraban el quinteto. En los años 70, además de su impecable obra, acompañaron de nuevo a Bob Dylan en su masiva gira de regreso a los escenarios de 1974. En 1977 publicaron su último LP en estudio y organizaron un concierto de despedida para retirarse, concierto que fue filmado por Martin Scorsese y en el cual intervinieron junto a The Band artistas como Clapton, Dylan, Neil Diamond, Joni Mitchell, Ringo Starr, Van Morrison, Paul Butterfield, Neil Young, Emmylou Harris y un largo etc. El triple LP grabado en vivo y la película del mismo título, The last waltz, parecían cerrar en 1978 una gran carrera culminada en su punto álgido, sin esperar al declive.
Pero la nostalgia acabó imponiéndose. Las actividades de los cinco por separado habían sido muy diversas (Levon Helm cine, Rick Danko discos, Robertson producción…) y acabaron reagrupándose (menos Robertson) para una gira de come back en 1986. El que peor lo había pasado tras la separación fue Richard Manuel. Durante el transcurso de la gira, entre aplausos y apoteosis, todo fue perfecto, pero en el concierto final, enfrentado de nuevo al vacío, la falta de actividad y un camino cortado porque por sí mismo no sabía qué hacer, Richard tocó fondo. De 1978 a 1985 las drogas y el alcohol fue ron sus aliados. Esta vez ni siquiera confió en ellos. En Winter Park, Florida, atrapado por la sensación de que todo había acabado de nuevo, se ahorcó en el cuarto de baño de la habitación de su hotel, tras decirle a su mujer que le esperase abajo. Nacido el 3 de abril de 1943 en Stratford, Ontario (Canadá), iba a cumplir cuarenta y tres años en unos pocos días.