Capítulo Nueve
Buenas redes y estratagemas
Trayx estaba molesto pero filosófico.
—Ya no nos va a decir nada, pero el hecho de que lo hayan asesinado es una información útil en sí.
Estaban en el salón del banquete, el cual Trays había convertido en su centro de operaciones. La mesa estaba ahora cubierta con pantallas y consolas de control. Cables serpenteaban bajo la mesa y por el suelo hasta tomas de corriente y de video ocultas. La sala de observación estaba demasiado cerca de las áreas de acoplamiento principales, además de ser demasiado pequeña. Fue desde aquí desde donde Trayx dirigía la defensa de Santespri.
Prion estaba con Trayx, colaborando en el ajuste de los sistemas.
—Ahora que sabemos que no podemos confiar en nadie de dentro de la fortaleza —señaló—, si Sponslor mató a Remas o no, hay al menos un traidor dentro de estas paredes que está preparado para matar.
— ¿Y cuál es tu plan? —Preguntó Jamie—. ¿Nos sentamos aquí, esperando a que llegue la nave?
—Sí y no. —Dijo Trayx—. Levantaremos las defensas, si es que la nave vaya a atracar. Pero al mismo tiempo, se acercará al rango de nuestras contramedidas.
— ¿Y qué contramedidas son esas, exactamente? —preguntó el Doctor.
—Ah, me olvidaba de las extrañas lagunas de tu conocimiento. Los indicadores dicen que estamos yendo contra una fuerza de VETACs. Puede que una legión entera.
— ¿Y esos VETACs son soldados? —preguntó Jamie.
—Claro que lo son. Los soldados definitivos. —Trayx dejó que Prion lo explicara.
—El Ordenador de Ataque Electro-Dirigido Virtual es la armadura más sofisticada del espacio conocido. Los legionarios son tropas de drones que tienen capacidades de razonamiento táctico y estratégico limitadas. Son independientes bajo las instrucciones de una unidad de comando retransmitidas por una red virtual. El comandante está normalmente respaldado por un teniente con capacidades más o menos similares para asegurar un nivel de superfluidad.
Jamie asintió, como si todo tuviera sentido para él.
—Sigo sin entenderlo —admitió Victoria.
—Creo que son robots —explicó el Doctor—. Tropas de robots. —Victoria frunció el ceño—. ¿Y cuántos de estos robots hay en una legión?
—Una legión completa de la República Haddron comprende una única unidad de comando VETAC y las tropas a las que la unidad pueda dar instrucciones. —Prior se pensó la respuesta.
— ¿Y cuánto es eso?
—Originalmente, un comandante VETAC podría manipular doscientas cincuenta y seis unidades. Pero lo han mejorado para que permita quinientas doce.
— ¿Quinientas? —Victoria miró al Doctor con horror.
Prior continuó tranquilo.
—Una legión moderna consistiría en mil veinticuatro unidades. Además del comandante y el teniente.
Jamie levantó las manos con incredulidad.
— ¿Y cómo, en el nombre de la Tierra, luchamos contra eso?
El Doctor parecía menos preocupado, aunque su expresión era grave.
—Mencionaste unas contramedidas. ¿Estoy en lo cierto al pensar que tenéis un arma software de algún tipo?
Trayx miró a Prion antes de responder, pero su ADC no comentó — su expresión se mantuvo estática.
—El arsenal incluye dos proyectiles toxina. Pronto, cuando la nave esté dentro del rango, lanzaremos uno de ellos a sus cercanías.
Trayx suspiró, como si fuera reluctante a atacar de esa manera.
—Lo siento, Prior —dijo en voz baja—. Pero nos quedan pocas opciones.
—Parece una decisión estratégica —dijo Prior—. Tenemos, como has dicho, pocas opciones. —Se volvió hacia el Doctor—. El proyectil incluye un sistema de comunicaciones subespacio. Esto emitirá la toxina como un pulso en código binario dentro de una frecuencia que la nave pueda detectar y recibir.
El Doctor asintió.
—Así que si la nave recibe la señal, recibe el virus — esta toxina. Los sistemas se infectan.
—Una vez en el circuito de comando VETAC, la toxina se replicará e informará toda la red. Destruirá el micro código de las unidades VETAC y corromperá sus sistemas de software.
Jamie estaba sonriendo ahora, mirando hacia el flujo constante de soldados ocupados de la sala.
—Oh. Bueno, en ese caso, ¿qué son todo este alboroto y preocupación?
—No hay garantía de que la nave reciba la señal. —Trayx sacudió la cabeza—. No podemos suponer nada. Puede que el comandante VETAC no sepa que tengamos contramedidas, pero probablemente habrá tomado precauciones contra ellas.
— ¿Pero lo intentarás? —sugirió Victoria.
—Oh sí. Deberíamos. Logall está trayendo los proyectiles para que pueda introducir los códigos de comando y activar la toxina. Esto no es algo que se haga a la ligera, para que lo sepas. Sólo infligimos un contagio en nuestras propias fuerzas VETAC en circunstancias extremas.
La voz de Prion era suave, y por primera vez, Jamie pensó que podría detectar algún signo de emoción — o ansiedad — en ella.
—Si me perdonas —dijo—, creo que lo mejor es que compruebe el perímetro de las defensas.
—Por supuesto —aceptó Trayx—. Infórmame más tarde.
—Espera —Victoria gritó cuando Prion se giró para irse—. Voy contigo.
— ¿Victoria? —Jamie estaba pasmado.
—Es mejor que esperar aquí. Puede que haya algo en donde pueda ayudar. —Miró a Jamie, como si le preocupara de que no estuviera de acuerdo—. ¿Por qué no vienes también? —preguntó.
Siguieron a Prion por los temblorosos pasillos, esquivando cuidadosamente minas y explosivos que él les indicaba. No se habían alejado demasiado cuando Victoria le dijo en voz baja a Jamie:
— ¿Por qué no te gusta?
—Porque no —protestó, un poco vehemente.
— ¿Oh?
Jamie se encogió de hombros.
—Me da escalofríos. Siempre es tan útil y educado. Es... no lo sé, está demasiado dispuesto a complacer.
— ¿No te gusta la gente educada? —preguntó Victoria. Había más que un signo de acusación en su tono.
Jamie miró hacia adelante para ver si Prion lo había oído. Parecía que no, al continuar por el pasillo aparentemente tranquilo.
—Siempre tiene la respuesta —dijo Jamie. Estaba intentando averiguar lo que no funcionaba entre él y Prion—. Lo sabe todo. Nunca se equivoca, ¿verdad? ¿Cómo es que sabe siempre lo que está pasando? No me fío de él.
Prion se detuvo, esperó a que alcanzaran el cruce con otro pasillo. Espero antes de que se metiera por otro corredor. Entonces le dijo a Jamie:
—La confianza se gana, o eso dicen. Asumo por tus comentarios que todavía no me he ganado la tuya.
Jamie estaba atónito de que Prion lo hubiera escuchado. Pensaba que se habían quedado lo bastante atrás como para que él no pusiera la oreja. Ocultó su bochorno atacando:
—Puede que nos digas por qué estás tan empeñado en estar lejos de la acción principal con esta bomba de toxinas. ¿No vas a participar en la batalla? —Se inclinó hacia Victoria. Tenía que decirlo.
La respuesta de Prion fue tan suave y serena como siempre.
—Veo que hay otro vacío en tu conocimiento que tengo que remediar. ¿Sabes cómo me llamo?
—Sí, por supuesto —Victoria soltó un pequeño risoteo—. Es Prion.
—En realidad es Prion Siete.
— ¿Qué?
—Es una abreviatura. Soy el general en Autómata Primario del jefe. —Cuando habló, la cabeza de Prion se inclinó, y Jamie pudo ver lo simétricos y perfectos que sus rasgos eran. Cuando los dos amigos se observaron, Prion se llevó las manos al pecho y se quitó la túnica. Era más pesada que la armadura interior que Jamie y Victoria llevaban, aunque le parecía encajar muy bien—. Me alejo de la toxina porque podría destruirme tanto como al comandante VETAC. —Mientras hablaba, Prion se volvió a retirar la túnica. Jamie esperaba ver piel pálida debajo en contraste con el negro metal de la túnica. Pero no había piel. En su lugar, había una carcasa de metal con unas extrañas tablas metidas dentro. Débiles luces se encendían y se apagaban, y el tenue ronroneo de los mecanismos y los motores se podía oír cuando la mano y el brazo de Prion se movían.
—Tarjetas de circuitos —dijo Prion—, entre otras parafernalias electrónicas que no os interesan.
—Eres un robot —sopló Jamie.
Prion asintió.
—Si mi programa social te ofende —dijo—, entonces me disculpo de parte de mis programadores. —Se volvió a poner la túnica, colocándosela como si fuera una prenda de verdad en vez de una carcasa. Como si fuera una persona real. Entonces se volvió y prosiguió por el siguiente pasillo.
Jamie esperó un momento antes de seguirlo.
—Nunca lo hubiera imaginado —dijo casi para sí mismo. Entonces se enteró de que Victoria estaba a su lado—. ¿Tú? —preguntó.
—No. —Su voz era suave mientras comenzaba a pasar el pasillo después de Prion. Por alguna razón, se estaba alejando de Jamie mientras hablaba. Su voz era suave, tan suave que apenas podía escuchar lo que decía—. No, tampoco.
El puntiagudo proyectil se postraba silencioso en la oscuridad. Se elevó sobre las almenas con un curso elíptico en dirección a Rogue Uno. Comenzó a retransmitir su mensaje de destrucción tan pronto salió del campo osmótico, aunque ninguno de los sistemas de Santespri se atrevían a monitorizarlo.
Más allá, en el cielo tan oscuro como la noche, un diminuto punto de luz que era Rogue Uno estaba creciendo cada vez más, plenamente visible ahora para el ojo humano.
—Proyectil Uno fuera. —Sanjak trazó el curso del proyectil en la pantalla. Un instante después, el sistema experto proyectó su curso, coincidiendo con la predicción de Sanjak. La línea se acercaba al curso proyectado de Rogue Uno.
Al fondo de la pantalla, datos se desplazaban en columnas y a toda máquina con información actualizada cada poco. El curso y la velocidad se calculaban y se recalculaban. El tiempo estimado para la incursión — ETI — estaba ahora en la cuenta atrás de sus últimos minutos.
Hubo un silencio en la sala del banquete. Trayx y su séquito inmediato, excepto Prion, observaron la pantalla. Warden Mithrael, Darkling y el Doctor lo estaban viendo de cerca. Con ellos estaba Helana Trayx. Seguía llevando un gran vestido blanco, pero visible a través de los resquicios laterales y el escote se veía la oscura armadura interior que ella ahora llevaba debajo. Casi todos los demás estaban en los hangares, trabajando en las defensas.
La relativa calma se rompió gracias a los pesados pasos de las botas de unas nuevas llegadas. Kesar, Cruger y varios de sus solados, incluido Haden, caminaron para unirse al grupo del monitor.
— ¿Estado? —dijo en un tono áspero Kesar.
—Hemos lanzado el primer proyectil, señor. El segundo lo han quitado y lo han devuelto al arsenal para un posible uso posterior. —Darkling señaló el trazado de la pantalla—. Está llegando a Rogue Uno. Tendremos ETI en menos de un minuto.
—Logall está desplegando posiciones defensivas en el hangar y en los pasillos adyacentes —dijo Trayx—. La mayoría de sus hombres están con él.
—Bien. —Kesar se inclinó para acercarse a la pantalla. Su rostro de metal parecía brillar con la luz—. ¿Funcionarán las contramedidas?
—Creo que estamos a punto de averiguarlo —dijo el Doctor—. La nave está decelerando.
Un instante después, la velocidad que se leía al fondo de la pantalla comenzó de decrecer. El proyectil se acercó a Roguer Uno.
—Lo vamos a detectar ahora —dijo Mithrael—. En cualquier momento — cualquier momento a partir de ahora y recibiremos la señal.
La cubierta de vuelo era grande y funcional. Las consolas de control estaban fijas al suelo para una relativa eficiencia más ergonómica a la estación de comando. No había pensamiento ni concesión para la comodidad.
El comandante VETAC, designado VC5, estaba enchufado a los sistemas principales. Un enlace infrarrojo lo mantenía en contacto con cada lectura, cada ajuste, cada pensamiento dentro del crucero. Normalmente, lo mantenía en contacto con todo lo que estaba monitorizado desde fuera. Normalmente.
Pero el crucero estaba ahora dentro del rango de las contramedidas de la fortaleza. No había razón para sospechar que las contramedidas estarían en condiciones de funcionar o las liberarían si quisieran. Pero VC5 estaba programado para ser cauteloso. Si inteligencia artificial contenía el conocimiento experto de los grandes comandantes de la historia Haddron — sus pensamiento, palabras y actos. De los comandantes más recientes, también podía acceder a la base de conocimientos recopilada de los escáneres cerebrales, simulaciones y situaciones de batalla reales con los que ellos se habían encontrado. Y VC5 contaba con una ventaja — una ventaja más puramente estratégica que en términos emotivos — que uno de esos estrategas, probablemente el mejor de todos, estaba ahora al mando de Santespri. Toda la experiencia y todos los pensamientos estratégicos que se procesaban de Milton Trayx estaban, en efecto, conectados a la red de batalla VETAC.
El uso de una unidad «pediluvio» tan cercana al objetivo era una precaución natural. El pediluvio era un único legionario VETAC conectado al monitoreo externo y las comunicaciones auxiliares. Los sistemas principales estaban caídos, y el soldado VETAC no estaba conectado a la red de comando. De hecho, no estaba conectada a nada dentro de la nave excepto a los monitores externos de reserva. Se estaba usando un canal de radio para pasar información desde la unidad. Era ineficiente, anticuado y seguro.
—Proyectil acercándose en trayectoria elíptica. —La voz del legionario VETCA era plana y carecía de entonación, una raspada verbalización electrónica de sus procesos de pensamiento.
—Síguelo. —La voz del VC5 era más alta, menos inclinada. Pero no llevaba más emoción que la de su subordinado.
—El proyectil está transmitiendo una señal. Se está recibiendo ahora. —Tardó casi un millón de veces más que la voz transmitiera la información, bien podría haberle llegado a VC5 a través de la red. Pero sólo llevaba la información adecuada: no había ancho de banda en el discurso para cualquier material extraño, para ningún “programa pesado” o toxina.
—Analiza la señal. Informa contenidos.
El soldado VETAC descargó la señal desde los sistemas de monitorización. Su cerebro comtrónico escaneó los contenidos digitales buscando patrones dentro de los unos y los ceros. Una función separada dentro del cerebro ordenador del VETAC detectó los fallos dentro de los monitores externos, así como los patrones dentro de la señal resueltos dentro de la toxina viral que Trayx había autorizado.
Luces comenzaron a parpadear discordantemente en la consola que estaba delante del solado. Un claxon sonó desde las profundidades de los sistemas electrónicos. Las luces aceleraron, el claxon se volvió más insistente.
Al mismo tiempo, luces de peligro parpadeaban en el panel de enfrente del VETAC. Su voz parecía tensa, más aguda, como si se esforzara en informar.
—Fallos detectados dentro — dentro — dentro de los sistemas de monitorización externos. Hipótesis: toxina recibida en la señal portadora del proyectil.
Las luces del VETAC eran ahora constantes. El claxon era una única nota continua que luchaba con su voz a punto de fallar.
—Toxina detectada dentro de la unidad pediluvio VETAC.
El claxon se cortó y las luces del panel de control principal vacilaron y se apagaron. Un instante después, la misma consola explotó, lanzando escombros por la cubierta de vuelo. Una nube de humo salió de la superficie rota de la consola. El soldado VETAC hundió pesadamente sus rodillas cuando otras dos unidades caminaron hacia adelante.
La cabeza de VC5 se volvió cuando investigó la escena.
— Extinguid el fuego — le ordenó a las dos unidades—. Mantened un estricto aislamiento con la unidad de pediluvio.
Una corriente de gas halón salió de las boquillas incorporadas dentro de las muñecas de los VETAC, acabando con el fuego antes de que pudiera extenderse. Bajo circunstancias normales, el fuego nunca había comenzado, ya que la cubierta de vuelo, como el resto de la nave, no tendría atmósfera. Pero debido a que las ondas de sonido llevaban informes de la unidad de pediluvio, tenía que haber una atmósfera, y el aire se utilizaba cuando había un humano a bordo.
La unidad de pedilubio aún seguía por completar su informe. Un brazo pesado de metal se sacudió descontroladamente delante de su cara.
— Análisis ind-ind-indic-indica la presencia de de de... — Su voz era un discurso electrónico al mismo tiempo que caía de cara hacia adelante. Las últimas palabras se amortiguaron y se distorsionaron cuando el tono de la voz cambió erráticamente antes de estrellarse con un sordo y largo rumor—. Toxinnna Joolyan verssssiónnn ciiiinco puuunnnto siiieeeeetttteeeee. — Un instante después, el VETAC se quedó completamente inmóvil.
VC5 observó impasivamente mientras su soldado moría. Un mensaje pulsante llegó a la red de comando a la velocidad de la luz, dirigida a su segundo al mando, VL9:
— Una versión antigua. Ineficiente.
La respuesta del teniente VETAC fue instantánea.
— Sus otros sistemas de armas y municiones defensivas serán igual de anticuadas.
— Coincido. — La siguiente señal de VC5, emitida en menos de una centésima de segundo después de su comentario inicial para VL9, fue para el oficial de armas—. Destruye el proyectil.
Un único misil inteligente, distrónico, salió de uno de los tubos que estaban dentro del cono puntiagudo del crucero. Sus sistemas de focalización obtuvieron el hostil proyectil casi al tiempo que salió del tubo. Se abrieron y determinaron el mejor objetivo. Asumió que el proyectil tenía capacidades defensivas y que era consciente de su objetivo, aunque este no era, de hecho, el caso.
El misil rodeó el proyectil arqueándose, escaneándolo e intentando bajar las defensas. Luego cambió de curso bruscamente y se lanzó al puerto de escape del proyectil. El misil distrónico no expulsó su cabeza hasta que utilizó las segundas cargas para abrirse camino al centro del proyectil.
La explosión fue silenciosa en el vasto vacío del espacio, un brillante estampido de color en contraste con la oscuridad de la noche.
Trayx fue el primero en alejarse del monitor.
— Trae a Prion aquí otra vez — le dijo a Darkling.
— Sí, señor.
— Y envía una señal al capitán Logall. — Trayx era consciente de que estaba respirando con fuerza—. Dile que no podemos evitar que atraquen.
Toda la vía principal del área de acoplamiento había sido bloqueada. Habían desplegado las pesadas persianas de los hornos de durlinium en el pasillo. Eran una preocupación contra la descompresión, contra el fallo catastrófico del campo osmótico. Peo también servían como una barrera de defensa.
No era imposible abrirlas desde el lado del hangar. Logall sabía que un programa de anulación podría retroalimentar el mecanismo que ordenaría que las persianas se subieran. Así que había mandado poner cargas distrónicas dentro del propio dispositivo de apertura. Si los mecanismos que controlaban las pesadas persianas comenzaban a moverse, las cargas destruirían el área entera que hubiera detrás suya. Era bastante bruto, Logall lo sabía. Pero esperaba que fuera suficiente. Si tenían suerte, les daría tiempo.
Logall era un veterano de Trophinamon. Había empezado su servicio durante la guerra civil como un niño sin comisión. Esa última batalla decisiva lo había hecho tanto un hombre como un oficial. La mayoría de su grupo de batalla había muerto por uno de los buques pistola de Cruger, y él había asumido el cargo de los pocos que habían sobrevivido. Se habían reunido, atacado un lugar bastante fortificado, y lo habían destruido. El momento había sido decisivo tanto para Logall como para esa parte de la batalla. De aquella se dio cuenta de que nunca volvería a la vida civil. A pesar de su renuencia a acudir a su servicio militar, él ahora sabía que era una llamada en muchos sentidos. Y por las mismas razones que le había parecido tanto estimulante como aterrorizante la emoción de la batalla, él ahora saboreaba el calvario por encima de hasta casi el miedo que tenía hacia él.
— Eres demasiado valioso para pelear con nosotros — le dijo Logall a Prion. Él sabía que el automatón no discutiría, así como que sabía que lo que había dicho era cierto. Prion era un estratega, no un soldado. Tendría un valor limitado en las barricadas, pero sería de una inmensa ayuda para su comandante en el centrol de control. Logall se volvió hacia Jamie—. Si quieres ayudar, necesitamos a todos los hombres que podamos. ¿Supongo que tienes experiencia de combate? — Había una manera para el chico, una forma de que examinara los preparativos, de que se quedara, que sugería que él no era un observador por naturaleza. Él había visto la acción. Puede que más acción de la que Logall tenía.
Jamie asintió.
— He estado en una lucha o dos — afirmó.
— ¿Y tú? — le preguntó a la chica, Victoria.
— Oh, ella volverá con Prion — dijo Jamie antes de que ella pudiera responder.
Victoria lo miró. Por un segundo parecía que fuera a discutir. Pero entonces se mordió el labio inferior, y asintió.
— Muy bien — dijo en voz baja—. Ten cuidado, Jamie. Ya le digo al Doctor dónde estás.
Logall esperó mientras se despedían. Luego Prion se llevó a Victoria. Logall observó a Jamie mientras él observaba cómo se iba Victoria. ¿Sabía, Logall se preguntaba, que probablemente no la volvería a ver de nuevo? Sacó el pensamiento de su mente. Comenzó a pensar la forma y la progresión lógica que pudiera persuadirlo para que abandonara ahora.
— Todo lo que tienes que saber es que el objetivo es detenerlos — le dijo a Jamie—. No podemos dejarlos pasar. Por encima de todo, los mantendremos lejos de Kesar. — Agarró una metralleta de explosivos de una colección de armas de suelo que había detrás suya y se la dio a Jamie.
Jamie cogió el pesado arma.
— ¿Y cómo les diremos que estamos aquí? — Logall no respondió. Sólo miró.
— Quiero decir — continuó Jamie—, he estado en pocas batallas. Hay humo y confusión y prisa. ¿Cómo diferenciaré a los nuestros de ellos?
— Lo sabrás — le dijo Logall—. Créeme que lo sabrás.
Cuando terminó de hablar, hubo un leve retumbo, y el suelo se sacudió bajo sus pies.
— ¿Qué ha sido eso? — preguntó Jamie.
— Han atracado. — Logall le señaló a Jamie su puesto. El pasillo estaba plagado de barricadas improvisadas y áreas cubiertas hechas de cajas de embalaje, de municiones vacías, bancos y mesas volcadas —cualquier cosa que pudieran encontrar. Los hombres de Logall —que ahora también incluían las tropas de Kesar— estaban listos en posición agachados detrás de varias cubiertas.
Jamie se puso en posición detrás de una gran jaula de metal. Había ya más soldados listos. Cuando Logall pasó detrás de ellos para tomar su propia posición, oyó a Jamie presentarse.
— ¿Y quién eres tú? — preguntó.
— Haden — le dijo ella—. Y agradecería que mantuvieras el pico cerrado y tu atención centrada en las persianas.
Logall sonrió para sí mismo. Parecía que no necesitaba preocuparse por Jamie. No conocía a Haden, pero parecía que ella se encargaría del chico.
— ¿Qué pasa ahora, señor? — Miles le preguntó a Logall cuando se puso en posición. Tenía una clara vista hacia el largo del pasillo.
— Luchamos — dijo. Toda su atención estaba en las persianas. En cualquier momento comenzarían a abrirse. Un segundo más tarde, el pasillo de que había detrás de ellos se inflamaría. La confusión y la precaución subsecuente de parte del comandante VETAC determinaría el curso de la batalla.
Excepto si no pasaba así.
Las persianas no comenzaron a abrirse. Los VETACs no hicieron esfuerzos por hacer funcionar el mecanismo, y las cargas quedaron incrustadas en los sistemas, preparadas, listas, y esperando.
Mientras Logall observaba, hubo una repentina y gran llamarada de las persianas de metal. Se agachó instintivamente cubriéndose la cabeza, gritándole a los demás de que se fueran al suelo también. El sonido de la explosión vino un segundo más tarde, ahogando su voz. La bola de fuego lo siguió.
Se arriesgó a mirar sobre la barricada. El oscuro humo se estaba despejando, y podía distinguir ahora los restos de las persianas. Habían volado en pedazoz: se había media sección y los metales de los lados estaba rasgados y torcidos. A través de la grieta, los primeros VETACs comenzaron ya a aparecer.
— Atrás — gritó Logall—. ¡Abajo! — En una batalla campal como está, quedarse no era elección. Tenían que ganar ventaja. Rayos de energía cortaron el aire que había cerca de él mientras corría. Detrás, Milles se giró y calló, el lado derecho de su cuerpo lo partió el rayo de un VETAC. Era vagamente consicente de que los demás lo estaban adelantando, volviéndose, disparando hacía el humo mientras corrían. Hadie estaba arrastrando a Jamie mientras se escopetaba hacia el siguiente punto de espera. El fuerte sonido de los pies metálicos contra el suelo de piedra retumbaba entre la confusión.
La cabeza de Jamie aún estaba sonando con el sonido de la explosión. Él estaba aturdido y confundido a pesar de que la mujer lo arrastró fuera de la batalla. Él le estaba gritando, diciéndole para quedarse y pelear, aunque él no podía oír su propia voz. Vio a Logall mientras ella lo arrastraba a través del humo. El capitán también estaba corriendo.
Entonces, cuando se retorció y finalmente se las arregló para liberarse, Jamie vio uno de los atacantes emergiendo del humo detrás de ellos. Caminando a zancadas, se dirigió hacia él, la luz brillando humeantemente en su cuerpo blindado. La figura era gigante – alta y amplia. Le recordó a Jamie de las armaduras en el Salón de Banquetes, aunque parecía aún más grande mientras se acercaba. No era lenta ni difícil de manejarse como él hubiera esperado de su tamaño, pero si era rápida y ágil. Todo el tiempo, la cabeza de metal escaneaba de un lado a otro en busca de objetivos, sus ojos brillaban de rojo detrás de la pesada visera. El brazo derecho de la criatura apuntaba hacia delante del codo, y él vio que en ambos lados de lo que parecía una mano enguantada había boquillas. Mientras observaba, las boquillas escupían fuego, enviando rayos de energía pasando a toda velocidad a través del tumulto.
El suelo a los pies de Jamie explotó en fracciones de roca caliente. Él echó otra mirada rápida al robot blindado y notó granadas y armas colgando de su cinturón y construidas en la misma tela de su estructura. Luego se volteó y corrió tras Haden y Logall.
—Llegas justo a tiempo —. La voz de Logall era ronca, apenas perceptible por encima del sonido de las explosiones y armas de energía.
—Hazlo —siseó Haden—.Hazlo ahora.
— ¿Qué – qué estas haciendo? —preguntó Jamie entre raspadas respiraciones. Él podía ver ahora que Logall estaba agachado sobre un detonador, con su mano posada sobre el botón de disparo.
Entonces Logall golpeó con su mano hacia abajo y se agachó. A su lado, Haden se lanzó al suelo, con las manos sobre la cabeza. Jamie la siguió, al ver a varios otros oprimidos contra las paredes a su paso mientras lo hacía.
El sonido fue más fuerte que cualquier cosa hasta ese momento. El reporte inicial hizo eco a través de la fortaleza, seguido por un retumbo que creció y creció. El piso se estaba sacudiendo ahora, sacudiéndose mucho más que la vez que la nave había atracado. Jamie se arriesgó a un vistazo entre sus brazos mientras protegía su cara. Primero, él pensó que todo el corredor estaba lleno hasta el tope de sofocante humo. Pero luego disminuyó y se asentó, y se dio cuenta de que era polvo.
La explosión había derrumbado el techo y una de las paredes del corredor, llenándolo completamente con escombros, bloqueando el avance de VETAC.
Logall ya estaba sobre sus pies, quitándose el polvo. Él tosió y estornudó mientras contemplaba los resultados de la detonación.
— ¿Ahora qué? —preguntó Jamie entre su propia tos.
—De regreso al Salón de Banquetes. Nos reagruparemos y obtendremos nuevas órdenes.
Haden y los otros sobrevivientes ya estaban agrupándose juntos. Varios de ellos estaban cojeando. Uno necesitaba ayuda para caminar. Un soldado llevaba a un colega sobre sus hombros, con sangre goteando hasta piso a su paso.
—Bueno, eso debería detenerlos —dijo Jamie cuando se reencontró con Logall. Hasta donde podía suponer, el corredor debía estar bloqueado por cerca de diez yardas.
Logall lo miró. La cara del capitán estaba manchada por el humo. La sangre estaba untada a lo largo de su mejilla. —Tú los viste —dijo—. Uno no detiene a los VETAC.