EL VIAJE PELIGROSO

Fue un regreso agridulce. Cuán bien recordaba haber cabalgado por allí, antes… pero entonces su padre estaba junto a él. Sin embargo, nada podía arruinar el alivio y dicha que experimentó al ver de nuevo a Normandía. - ¿Por qué nuestros campos parecen más verdes?

Preguntó a Osbern-. ¿Por qué nuestros bosques parecen más grandes?

- Porque son. campos y bosques normandos, mi señor. Osbern, cabalgando a su lado -el buen y bello Osbern-, había cambiado. Parecía menos viejo que antes, y

razón de ello era que el propio Guillermo era mayor lora. A Guillermo le agradaba mirarlos y admirar su lérgico perfil normando; se mostraba más respetuoso III Guillermo que en el pasado. El motivo era claro. Ahora 'y el duque de ellos, de verdad, pensó Guillermo.

Al otro lado cabalgaba Thorold, el poderoso normando le era su guardaespaldas. También él se mostraba respetuoso; no reía ahora para burlarse del niño que gemía Landa se caía del caballo; ahora no se atrevería a ordenarle le hiciese caso omiso de sus magulladuras, como un hombre, y dejara de gimotear como un chiquillo, montase de nuevo y cabalgara.

Detrás de él iban los otros vasallos: Raoul de Vacé, los condes de Beaumont, d'Eu, de Meulan y de PontAudemer, además de Roger de Vielles… los hombres más notables de Normandía, y todos llegados a llevarlo de vuelta a su dominio, porque todos querían que supiese que eran sus leales súbditos…

¡ Rouen! ¡Cuán bella parecía a la luz del sol!

- Ah. Veo la torre de Rolón -exclamó. y cuán hermoso estaba el río, con las torrecillas y las casas a ambos lados.

Dijo a Osbern:

- Apuesto a que mi madre está en la torre más alta, mirando para verme llegar.

Ospern miró a Thorold,.y él vio el movimiento de cabeza que pasó entre ellos.

- La señora Arlette ya no está en Rouen.

- ¿ Ya no está allí? ¿No sabe que yo llego?

- Se casó como lo ordenó tu padre. El eligió a sir

Herlwin de Conteville como su esposo, y cuando tuvimos noticias de la muerte del duque, el matrimonio se llevó a cabo en el acto.

El rostro de Guillermo se contrajo. No podía imaginarlo. Su madre con otro esposo. Rouen, Falaise, ya no eran el hogar de ella…

Resultaba difícil soportar esos cambios. La gente había salido de sus casas.

- ¡Viva el duque Guillermo! -gritaron-o ¡Viva nuestro pequeño duque!

- Cuán leal es mi pueblo -dijo Guillermo con emoción; y no vio las miradas que se cruzaron entre Thorold V Osbern.

El castillo parecía vacío y extraño sin su madre.

Había ansiado tanto estar con ella. Quería ver a Adeliz; anhelaba hablarles de su vida en la Corte francesa. Esos lacayos, que tantas veces le habían dicho que no los molestara, ahora hacían reverencias a su paso; nadie se habría atrevido ahora a acusarlo de escuchar lo que no estaba destinado a sus oídos.

Se había ido siendo un jovencito; volvía como duque reinante.

Tal vez hubiese alguna satisfacción en eso. Sintió un gran orgullo cuando fue a la torre más alta y miró el pueblo, que se extendía abajo, y el campo.

- Esto es mío -dijo en voz alta-o Mío. Todo mío.

- y extendió las manos para tomarlo. Nunca, nunca lo soltaría.

En el gran salón del castillo, los caballeros se arrodillaron ante él, como antes, y le juraron fidelidad. Lo servirían con sus vidas, y él prometió protegerlos con la de él.

Era, en verdad, el duque de ellos.

Pero cuando terminó la ceremonia se reiniciaron las lecciones, y se esperaba que volviese a los libros bajo la severa mirada del tío Mauger.

Protestó.

- Ahora que soy duque terminaré con las lecciones. Mauger sonrió; fue su habitual sonrisa desagradable,

burlona.

- Mi señor se equivoca. El estudio del idioma, de la historia, de la literatura, es de tanta importancia para un duque como el manejo de una espada.

- No lo creo -respondió Guillermo con altanería-o y haré lo que quiero.

Mauger acercó a Guillermo su rostro antipático, impenetrable.

- Ten cuidado, joven amo -dijo-o Encontrarás menos tiempo para tu placer del que tuviste hasta ahora. Tienes grandes responsabilidades, tales como las que ningún tonto debería encarar nunca.

- ¿Entonces soy un tonto?

- Puede que lo seas, si descuidas el inapreciable don del aprendizaje.

- Me parece que todo lo bueno se ha ido, y que sólo queda lo malo.

- todavía tienes mucho que aprender, mi señor duque.

Ven, no perdamos más tiempo en descubrirlo.

y así se sentó ante sus libros, bajo la mirada arrogante de Mauger.

Pero había evidentes cambios.

Fue llamado al gran salón, y allí se sentó en el trono mientras 'Raoul de Vacé le hablaba en nombre de la asamblea.

En vista del estado de perturbación del ducado, se consideraba aconsejable que el duque se mostrase a su pueblo. Por lo tanto debía prepararse para una gira por los pueblos más importantes de Normandía.

Guillermo se sintió excitado. Sería un cambio en cuanto a escudriñar libros de latín con Mauger. Más aún, pasarían por Contevi11e, y podría ver a su madre.

En Osbern -quien estaba más cerca de él que ningún otro, ahora que había perdido a su padre y no podía ver a su madre- recayó la tarea de decírselo.

Entró en su alcoba y se sentó en el taburete.

- Hay muchas cosas que debes entender, mi señor

- dijo-o y la primera es que existen problemas en tus dominios Los problemas exteriores son una terrible amenaza para cualquier país, pero cuando vienen de adentro son mucho más de temer.

- ¿De adentro, Osbern? ¿Qué significa eso?

- Algunos de los barones son de opinión que Normandía necesita un duque fuerte. Tú tienes apenas diez años.

- Seré un duque fuerte, y no siempre tendré diez años.

- Les preocupa el momento de ahora, mi señor, no el de dentro de ocho años. Lamento decirte que Alain de Bretaña no es lo que tu padre creía que era.

- ¡Un traidor!

- Eso no… pero ineficaz. Los murmullos corren por todo el ducado. Uno no sabe con seguridad en quién puede confiar.

- y o siempre confiaré en ti, Osbern.

- Oh, somos varios. Puedes confiar en Thorold.

- Lo haré, hasta la muerte. En Thorold, y en todos los señores que me juraron fidelidad…

- Debes aprender a no ser demasiado confiado.

- Osbern, no quiero permanecer a oscuras.

- Ya me parecía, mi joven señor. Y no será. Muchos

de quienes te deben fidelidad se muestran inquietos. Dicen que eres demasiado joven, y que… otros están antes que tú en la sucesión. Dicen…

Guillermo se puso de pie, con los puños apretados, y los ojos le llamearon.

- Dicen que soy un bastardo. ¿Es eso, Osbern? Osbern bajó los ojos.

- Eso dicen, mi señor.

- y si soy un bastardo. ¿No fue un bastardo Guillermo Espada Larga? ¿No lo fue Ricardo el Temerario? ¿Y el padre de Ricardo no fue asesinado cuando él tenía apenas mi edad?

- Es cierto, y hubo que vivir tiempos peligrosos.

Así ocurre contigo, mi señor. Debemos tener cautela. Te mostraremos a tu pueblo, y todos verán que aunque seas joven en años, sigues siendo su duque.

- Deseo encontrarme con el pueblo. Para decirles esto. Quiero conocer a los traidores que hay entre ellos. Los mataré con mis propias manos…

- Serénate, mi señor. No perdamos tiempo en locos sueños de lo que haremos a nuestros enemigos. Primero descubrámoslos. Debemos estar en guardia en todo momento. Dormiré ante tu puerta, y si surge la necesidad, en tu habitación. Thorold está cerca. ¿Te das cuenta del peligro?

- Me doy cuenta -respondió Guillermo.

- Entonces nos prepararemos para nuestro viaje, y durante él debemos tener más cuidado que nunca. Thorold y yo estaremos a tu lado todo el tiempo.

- ¿Cuándo partiremos?

- Dentro de pocos días. Primero iremos a Caen, y después a Lisieux y Falaise.

- ¿Veré a mi madre?

- La visitaremos en Conteville.

- Allí no debemos temer a los traidores.

- No, tu madre y el esposo de ella serán siempre tus verdaderos amigos.

- Me gustaría visitar a mis primos atheling. Nunca los olvido. Solía pensar en ellos a menudo, cuando estaba en Francia, porque entonces me sentía tan exiliado de mi país como ellos del propio… Pero Osbern, ¿qué pasa?

- Mientras estuviste en Francia ocurrieron muchas cosas.

- Por cierto que sí. Mi padre murió, y mi madre tomó esposo, y yo me he convertido en duque de Normandía, mucho más que de nombre. Sé que han sucedido muchas cosas.

- Más allá de los mares -dijo Osbern- hubo grandes acontecimientos.

- ¿En Inglaterra? -preguntó Guillermo.

- Sé que tu padre te habló mucho de ese país. Siempre deseó devolvérselo a sus legítimos herederos. Una vez trató de invadirlo, pero no es un país fácil de invadir. Rodeado por el mar como está, un conquistador siempre debería tener en cuenta a los elementos.

- Los daneses lo hicieron, y también los romanos.

- Lo hicieron, y tu padre creyó que los normandos también lo lograrían. Pero fueron derrotados.

- Debido a eso emprendió mi padre su peregrinación.

Creía que la mano de Dios estaba contra él por causa de sus pecados.

- Que Dios dé paz a su alma. Se ganó el perdón de sus pecados. Canute, el rey de Inglaterra, murió mientras' tú estabas en Francia, ¿y recuerdas lo que te dijo tu padre? Había tenido un hijo de un matrimonio anterior a su casamiento con tu antepasada Emma, llamado Harald, pero Emma le hizo prometer que el trono pasaría al hijo que tuvieran Canute y ella.

- Sí, lo recuerdo, y mis primos Eduardo y Alfred Atheling eran los verdaderos herederos, porque eran los hijos del rey Ethelred y Emma, y ésta sólo se casó con Canute después de la muerte de aquél.

- Veo que tienes clara en la cabeza esas complicadas relaciones de familia. y también sabrás que el hijo de Canute y Emma fue Hardicanute. Bien, cuando Canute murió, Hardicanute se hallaba en Dinamarca, y Harald se declaró rey. Esto provocó una división en el país; el norte aceptó a Harald y el sur insistió en que Hardicanute debía ser el rey, aunque estuviese ausente. El país quedó partido en dos, y la mitad fue gobernada por uno y la otra mitad por el otro. Pero esto significó que ambos reyes de Inglaterra eran daneses, lo cual no agradó a los sajones.

- Un país dividido no es un lugar seguro -dijo Guillermo.

- Sí, es verdad. Además, la reina Emma se mostró muy disgustada. y se disgustó más aún cuando Hardicanute se negó a salir de Dinamarca y Harald se convirtió en rey de toda Inglaterra. El no la quería. ¿Acaso no había convencido a Canute que lo desheredase en favor de Hardicanute, a quien le importaba tan poco su herencia, que no quería tomarse la molestia de ir a reclamarla? No es una mujer que se quede tranquila mientras le quitan lo que tenía.

- Es una normanda -declaró Guillermo con orgullo.

- Sí, una normanda, ¿y a qué normando le agrada desprenderse de sus posesiones?

- ¿Por qué habría de hacerla, cuando las ha ganad…

Yo lucharé por cada centímetro de suelo normando, mientras haya vida en mí

- Esperemos que eso no haga falta. Estaba a punto de decirte que Emma mandó llamar a los dos hijos que había tenido con Ethelred, Eduardo y Alfred. Ellos tenían más derechos al trono que Hardicanute. Debían ir a reclamarlo.

- Me alegro. Siempre sentí cariño por esos primos, Osbern. Jamás olvidaré su cabello rubio y sus hermosos y claros ojos azules. Nunca vi ojos como los de ellos.

Osbern se estremeció, y Guillermo lo miró con congoja.

- Osbern… ellos no están muertos.

- Escúchame -dijo Osbern-. Hay en Inglaterra un

hombre poderoso, de quien sin duda volverás a oír hablar. Es el conde de Godwin. Es un hombre muy listo, pues dice que comenzó su vida como vaquerizo.

- ¿Cómo pudo, entonces, llegar a ser conde?

- Se dice que durante la guerra entre Canute y Edmund Ironside, un capitán del ejército danés se extravió y preguntó el camino a un joven vaquerizo sajón. Cuando se e prometió una recompensa si ayudaba, ese vaquerizo, Godwin, llevó al capitán danés a la choza de su padre.

El anciano dijo al capitán que su hijo arriesgaría su vida si lo ayudaba,. y que era el principal sostén de su familia. Morirían de hambre sin él. Pero si llevaba al capitán al campamento de Canute, ¿lo recompensaría él incorporándolo a su ejército y dándole allí un buen puesto? El capitán aceptó, al darse cuenta de que si no contaba con la ayuda del joven vaquerizo sería capturado por el ejército de Ironside.

- ¿Y lo salvó y fue recompensado?

- Y. tan bien, y tan listo fue, que llegó a un puesto muy elevado, y con el tiempo estuvo al frente del ejército. Era bello además de inteligente, Y la hermana de Canute se enamoró de él y lo desposó. De modo que no sólo llegó a ser el jefe del ejército,. sino también, por añadidura,

miembro de la familia real.

- En verdad tiene que ser un hombre muy listo.

- Lo es, y gobernó en ausencia de Hardicanute.

- ¿De modo que se ha convertido en rey, de vaquerizo que era?

- En todo sentido, menos de nombre. Pero Hardicanute continuó negándose a regresar, y Harald fue rey de toda Inglaterra. No es cristiano. Se burla de todo lo que es sagrado. Por esa razón, se nos hizo entender, mandó Emma a llamar a Eduardo y Alfred, en Normandía, para que volviesen a Inglaterra, a reclamar sus derechos al trono.

- ¿Y ellos fueron, Osbern?

- Sí, fueron. Dimos a Eduardo una flota de cuarenta

barcos. Desembarcó, Y en Winchester le salió al encuentro una feroz banda de soldados, que lo empujó a volver por donde había venido. En el acto vio que no lo querían, y por la Gracia de Dios regresó a Normandía.

_ ¿Y ahora está a salvo aquí, Osbern? -Eduardo está a salvo.

- ¿Pero… Alfred no?

- Eres muy joven para escuchar tales cosas. Fue cruel.

Fue malévolo. Fue una traición de las peores. Alfred desembarcó en la costa de Kent y cabalgó de Canterbury a Guildford. Lo acompañaban seiscientos normandos y flamencos. Se los trató con todos los honores. Godwin, quien ahora se había puesto de parte de Harald, cuando éste se convirtió en rey de toda Inglaterra, le ofreció una recepción. Hubo un banquete, y por la noche, mientras dormían, llegaron los hombres de Harald. Alfred y sus hombres fueron tomados prisioneros. Uno de cada diez fue hecho esclavo; a los demás se los mató bárbaramente.

- ¿Y Alfred?

- Le quitaron la ropa, y desnudo como estaba lo

colocaron. sobre un asno y le ataron las piernas por debajo del vientre del animal. Y así lo llevaron a Ely.

Guillermo mantuvo la mirada clavada en el rostro de Osbern. No se atrevió a formular la pregunta, pero Osbern contestó como si hubiera hablado.

- Sí, lo asesinaron… lo asesinaron cruelmente. Le arrancaron los ojos.

Guillermo apretó los puños.

- Por Dios, si no me vengo, esos bellos ojos azules me acosarán toda la vida. Dime quién cometió ese acto aborrecible. Iré a Inglaterra. Lo mataré.

- Mi señor, tienes tus propias batallas que combatir.

No podemos saber con seguridad quién lo mató. No puedo creer que su madre lo haya atraído con engaños a su muerte. Se dice 'que la carta era de ella, pero es posible que Harald o Godwin la hayan falsificado. ¿Quién puede decirlo? No creo que fuese Emma, porque ahora salió de Inglaterra y se ha ido a Flandes.

- ¿ Y Eduardo? ¿Qué pasó con Eduardo?

- Tengo entendido que se ha vuelto más melancólico

que nunca. Llora con gran tristeza a su hermano perdido. - ¡Oh Osbern, cuán malévolos son los hombres!

- Recordémoslo siempre, mi duque. Cuidemos mucho de que nunca tengan ocasión de practicar su crueldad en ti.

Resultaba emocionante viajar a través de los pueblos y aldeas. En todas partes parecía que la gen te salía de sus casas para vivarlo. Arrojaban flores a su paso.

- i Viva el duque! -gritaban.

En su caballo, a veces envuelto en su capa ducal, sentía, a pesar de lo joven que era, como si fuese el padre, y ellos sus hijos. Juró que en el futuro sería recordado como se recordaba a sus antepasados. Su nombre figuraría al lado de Ricardo el Temerario y el Gran Rolón.

¡Qué alegría llegar a Conteville y ver a su madre!

Ella se mostró alborozada, y todavía estaba tan asombrosamente bella como él sabía que lo estaría.

Lo tomó entre sus brazos, como cuando era un niño, y lloró, y le dijo cuánto lo había echado de menos durante su estadía en Francia.

- Y yo a ti, madre -le respondió él-,-. Pensaba en ti muy a menudo.

- Y ahora eres nuestro duque. Oh, Guillermo, cuán orgullosa estoy de ti.

Hablaron del padre de él, y volvieron a entristecerse. -Siempre fue bueno conmigo -dijo su madre-o Inclusive me proporcionó un esposo para que me cuidase cuando él no estuviera.

- ¿Y tu esposo te satisface, madre?

- Es un buen hombre. Está decidido a obedecer las

órdenes del duque y cuidarme.

- ¿De modo que no eres desdichada?

- Soy tan dichosa como es posible serio sin tu padre.

El me dijo antes de irse: "Siempre debemos vivir para el futuro. Lo que vendrá es siempre lo importante, no lo Jasado". A veces pienso que sabía que no regresaría. -Es extraño, madre, no tenerte en Rouen.

- Ojalá pudiéramos estar juntos. Pero debo vivir

en la casa de mi esposo, y tú eres e! duque.

El vio que estaba contenta, y cuando le dijo que esperaba un niño se regocijó, pues sabía que los hijos que tendría con su nuevo esposo harían que dejase de 'clorar a Roberto Y' al hijo, quien no podía ser -criado por;u madre porque ahora era un duque de Normandía.

No podía quedarse en Conteville, aunque sentía un gran deseo de hacerla. Le agradaba su padrastro, y había sido consolador disfrutar de la ternura que sólo su madre podía darle.

Había mucho que hacer, le dijo Osbern. A pesar de la buena impresión causada a sus súbditos, tenía enemigos poderosos. Osbern le dijo los nombres de algunos de los que se habían vuelto contra él. Talvas de Belleme era uno de ellos. Recordó el encuentro, hacía mucho tiempo, cuando vio ese rostro maligno; recordó la maldición que e! hombre pronunció contra él. Jamás olvidaría los terribles relatos de las bárbaras crueldades infligidas por Talvas a los inocentes. ¡Qué juegos más diabólicos no querría practicar con aquel a quien tanto odiaba! Talvas estaba al acecho, esperando para atraparlo. Por un momento pensó en correr a su madre, a pedirle que lo tuviese con ella en Conteville. Ella lo ocultaría allí; ella y su padrastro harían cualquier cosa para protegerlo.

y después - se despreció. ¿No era un duque de Normandía, del linaje de Rolón? ¿Rolón pensó acaso alguna vez en lo que pudiese sucederle si lo capturaban sus enemigos? ¿Y Ricardo el Temerario?

- Por favor, Dios, hazme tan grande y temerario como mis antepasados -rezó.

Hombres de su propia familia estaban en contra de él. Los hermanos de su padre -los ilegítimos- habían declarado que si un niño bastardo podía ser elegido duque, ¿por qué no habría de serio un hombre? Sospechaba que Mauger estaba de acuerdo con ellos. Las taimadas miradas burlonas que había recibido en e! aula resultaban significativas. Mauger era un hombre malévolo. Se decía que otrora había practicado la hechicería. ¿La practicaba ahora? ¿Murmuraba a sus perversos familiares, les pedía su ayuda para poner en sus manos al duque de Normandía? ¿Invocaba la ayuda de! Gran Padre Odín? ¿Rezaba a Thor para que le prestase su martillo? Pero el poder del Dios cristiano era mucho más grande que el de los _paganos. Estaba seguro de ello, e igualmente seguro de su destino.

Cuando la gente lo vivaba; olvidaba sus ansiedades.

Las mujeres le sonreían con ternura.

- Las bendiciones de Dios para nuestro pequeño duque. -Les encantaba porque era un joven hermoso. Era la idea de ellas, de lo que debía ser un duque de Normandía. Y como era joven, las mujeres lo querían, aunque los hombres se preguntasen: "¿Cómo puede un niño gobernar a Normandía?" Pero sus gobernadores eran hombres buenos y fuertes, decididos a satisfacer los deseos del duque Roberto, quien había muerto rodeado de una aureola de santidad y por lo tanto tendría alguna influencia en lugares santos.

Resultaba inspirador viajar a través de su reino, llegar a los hogares de sus leales súbditos, quienes se sentían honrados de tenerlo bajo su techo.

Una de esas noches llegaron a la casa de uno de sus súbditos, y fatigados por la cabalgata del día, comieron y se acostaron. -Thorold y Osbern se turnaron para dormir en su habitación, mientras el otro montaba guardia ante la puerta. Jamás cambiaban esa rutina, y con el tiempo él se dio cuenta de que si no lo hubiesen hecho así, no habría sobrevivido.

Estaba profundamente dormido, porque al final de la cabalgata del día siempre se sentía cansado, cuando tuvo conciencia de que Thorold se hallaba junto a su cama.

- Despierta -dijo Thorold. Se incorporó de golpe.

- ¿ Qué ocurre, Thorold?

La respuesta de éste consistió en recogerlo y envolverlo en una gran capa.

- Tohorold, no puedo ver. Me ahogo.

No hubo respuesta. Lo sacaron de la casa… lo colocaron a través de una silla de montar y Thorold cabalgó como si le fuese en ello 1a vida, y así era, en efecto, y también la del pequeño duque.

El corazón le palpitaba con fuerza; corría peligro.

Alguien sabía que estaba en la casa, y había ido a apresarlo… o estaba por llegar. Tal vez se encontraban ahora allí, buscándolo. Podía ver los ojos malignos de Talvas mientras atravesaba la paja con su espada.

- ¡Sal, pequeño bastardo! ¡Bastardo! ¡Bastardo! Cómo odiaba esa palabra. Si no hubiesen podido aplicársela, ¿estaría cabalgando de noche de esa manera? Pero Alfred no era un bastardo, y sin embargo le habían arrancado los ojos… los bellos ojos. Había muerto. ¡ Mejor estar muerto que vivir sin ojos… prisionero de hombres crueles!

El caballo se detuvo. Pudo oír voces.

Thorold lo levantó de la silla; pudo sacar la cabeza y respirar el aire fresco de la noche.

- ¿Estamos a salvo? -preguntó una voz.

- No. Pueden seguimos. Debemos ocultamos aquí

hasta que podamos encontrar caballos de refresco.

- En el henil -dijo una voz.

- Thorold -dijo Guillermo con voz imperiosa-,

¿quiénes son nuestros enemigos esta noche?

Pero Thorold no le prestó atención. ¡Cuán de él!

Podía ser tan respetuoso como Guillermo pudiera desearlo, cuando no había peligro, pero en cuanto existía algún riesgo dejaba establecido que Guillermo era un niño y debía obedecer a sus mayores.

Lo subieron al henil como si fuese un haz de paja, y lo cubrieron de heno.

- Quédate echado allí. Ni un solo ruido. No te muevas hasta que yo vuelva. - Thorold era quien daba las órdenes ahora.

Le pareció que la espera en el desván era larga, con los oídos aguzados para percibir cualquier sonido que le dijese que los perseguidores habían descubierto su escondrijo. Se imaginó a Talvas a la cabeza de ellos; podía verlo entrar en su desván, riendo cruelmente, sabiendo que había acorralado a su presa.

Resultaba aterrador pensar en lo que se decía de ese hombre cruel. y ahora perseguía al duque de Normandía como lo había hecho con sus otras víctimas. ¿Y si lo encontraba? Guillermo se tocó los ojos y pensó en Alfred.

Como temblaba, trató de ahuyentar el pensamiento de Talvas, y pensó en cambio en su abuelo, Ricardo el Temerario.

Casi fue como si Ricardo volviese a vivir. Ricardo había sido un bastardo como él; su padre murió cuando él era un niño; Ricardo fue llevado como rehén a Francia, y su fiel escudero Osmond (¡ cuán parecido a Osbem!) metió un día a Ricardo en un saco, y lo cubrió de heno, y dijo a todos que iba a dar de comer a su caballo, y se alejó con Ricardo del castillo, salió de Francia, y llevó a su duquecito, a salvo, a Normandía.

y lo mismo podía ser con Guillermo. Su fiel amigo lo salvaría, como había hecho el de Ricardo.

De modo que yació bajo el heno, y trató de percibir ruidos de cascos de caballos. Osbern se acostó con él en el heno, pronto a saltar sobre sus enemigos, presto a defender a su duquecito hasta la muerte. Y yo también lucharé, se prometió Guillermo. Mataré a Talvas y a todos los enemigos que vengan contra mí.

Por fin terminó la larga noche. Thorold había encontrado caballos. Partieron en su cabalgata a la salvación, y así continuaron su gira por Normandía.

Pero los enemigos eran poderosos, y más peligrosos aún, secretos.

Los amigos de Guillermo vieron entonces cuán riesgosa era para él andar abiertamente entre la gente de su pueblo, pues entonces sus enemigos sabían dónde dormía cada noche, y podían llegar con sigilo.

Estaban en todas partes, en los lugares más inesperados. El conde d'Eu, uno de los partidarios más leales de Guillermo, fue atacado mientras cabalgaba; los seguidores del duque comenzaron a morir uno a uno.

Guillermo sabía que lo buscaban. Así debía de sentirse el lobo cuando la jauría le seguía las huellas. Pero siempre se sentiría a salvo con Thorold y Osbern, esos dos gigantes que habían dejado dispuesto que uno de ellos debía estar siempre con él.

y entonces, un día, Thorold ya no estuvo allí.

Jamás se sintió tan desolado Guillermo como el día en que le dijeron que no volvería a ver a Thorold. Eso era peor que ir a Francia, que dejar a su madre, y peor aún que la muerte de su padre, pues cuando murió Roberto hacía más de dos años que no se veían.

y ahora Thorold, el grande, poderoso y siempre vigilante Thorold, estaba muerto… lo había perdido para siempre.

Esa ruda voz ya no le pediría que se quedase inmóvil o guardara silencio. El enorme cuerpo protector ya no se interpondría entre él y sus enemigos.

Thorold estaba muerto. 'Lo habían envenenado.

Esos hombres malvados y crueles, decididos a no ser gobernados por un joven bastardo, habían matado a Thorold.

A partir de ese momento, Guillermo ya no fue un niño. Un odio feroz ardía en su corazón. Había querido a Thorold. Nunca existió un hombre tan fuerte, tan valiente, como Thorold. También quería a Osbern, pero Osbern era más suave, un escudero antes que un guerrero. Esos dos hombres habían sido para él lo que nadie fue desde que partió rumbo a Francia. Reemplazaron a sus padres. y ahora Thorold estaba muerto

- Dios me ampare -dijo Guillermo-, me vengaré en quienes mataron a Thorold.

En el silencio de su lecho, de noche, lloró por Thorold.

Abrigaba la esperanza de que sus antepasados no viesen sus lágrimas. ¿Qué diría Rolón de un duque que lloraba? ¿Ricardo el Temerario había llorado cuando perdió a su padre? Tal vez en secreto, y las lágrimas podían perdonarse si nadie las veía.

Ojalá fuese un hombre, pensó Guillermo, para poder ir y aplastar a los asesinos de Thorold… sí, y a todos los que se atreven a llamar me bastardo.

Ahora Osbern no se apartaba nunca de él. Inclusive dormía en su cama. Osbern también echaba de menos a Thorold.

Le hablaba a menudo, y ahora no trataba de ocultar a verdad.

- Tenemos muchos enemigos -dijo-, como ya lo sabes. Pero también tenemos amigos. Son demasiados os que quieren ponerse las vestiduras ducales, y sospechan mas de otros. En eso reside nuestra fuerza. No podemos seguir así. He oído que muchos de los que te quieren bien creen que deberías ir con tu madre y quedarte con ella. Allí estarás a salvo.

- Mis enemigos podrían ir a buscarme allí.

- No. Tendríamos a Conteville bien fortificado. Estarías entre quienes te aman. Tu padrastro es un hombre de cierto poder, y él tiene amigos leales. Tu madre se aseguraría de que se hiciese todo lo necesario para protegerte. Continuarías con las lecciones y harías la vida natural de un niño de tu edad.

- Olvidas que soy el duque.

- No podría olvidarlo… aunque tú me lo permitieras

- respondió Osbern con una sonrisa. Pero no podemos

seguir así. Algún día nuestros enemigos nos atraparán. Tienes que vivir… como un símbolo. Tenemos que pasar por estos años' difíciles de tU minoridad, y cuando llegues a tu mayoría de edad podrás ocupar el lugar que te corresponde. Hay que vivir todavía tres o cuatro años más, pero si podemos mantenerte a salvo durante esos días, y tus fieles amigos mantienen a raya a tus enemigos, cuando llegue el momento podrás hacer te cargo de tus funciones.

- Estoy dispuesto. a combatirlos ahora. Por el esplendor divino, Osbern, ansío ir al combate.

- Un fuerte juramento, mi señor.

- Los hombres fuertes usan juramentos fuertes. He terminado con mi infancia…

Osbern meneó la cabeza.

- Sólo podemos entrar en la edad adulta, mi señor, cuando la infancia ha terminado con nosotros. Encaremos los hechos. Eres demasiado joven para gobernar, y debes aprender a hacerla. Yeso no es posible si vagas por el país como un fugitivo. Eso es lo que han decretado tus leales amigos y consejeros. Eres duque, y debes seguir siéndolo, pero debido a tu tierna edad necesitas escuchar a los de sabiduría más madura que la tuya.

Osbern siempre podía derrotarlo en las discusiones.

. y en el fondo del corazón sabía que él tenía razón. Hasta Ricardo el Temerario tuvo que aceptar el asesoramiento de sus consejeros, cuando era niño Todavía no había terminado con sus lecciones.

Iban camino de Conteville, y pasaron la noche en casa de un hombre que Osbern sabía que era leal. Cenaron y se retiraron a la habitación que se les había destinado. Una gran habitación, repleta de sombras. Osbern fue hacia las colgaduras, cuchillo en mano, como lo hacía siempre… pronto a despachar sin demoras a quien estuviese oculto allí.

Todo estaba bien.

Se acostaron a dormir, Osbern a su lado, más cerca de la puerta, para protegerlo; y así durmieron.

Algo despertó a Guillermo. La oscuridad reinaba en el cuarto. Permaneció inmóvil, escuchando. ¿Una pisada en la escalera? La lenta apertura sigilosa de una puerta. No, todo estaba en silencio.

Cerró los ojos. Había vuelto a equivocarse. Siempre era así, cuando despertaba de noche. Pensaba en Talvas agasajando a sus invitados, en los hermosos ojos de Alfred, en Thorold, perdido para él; y después, tranquilizado por el corpachón de Osbern a su lado, se quedaba dormido. Dormitó, y soñó que alguien entraba y se detenía junto a la cama. En su sueño oyó una voz:

- Muere… muere, bastardo.

A medias despierto, pensó: ¡ Un sueño! Otra pesadilla Sintió a Osbern a su lado, y tranquilizado, se durmió de nuevo.

Era de día, pues un poco de luz se filtraba por las estrechas aberturas.

- Osbern -susurró Guillermo-, ya es de día.

Osbern no respondió, y al cabo de unos minutos Guillermo se levantó.

- Osbern. Qué sueño tan pesado tienes hoy. Despierta; Osbern.

Tocó el hombro de éste. Sintió la mano pegajosa.

Miró a Osbern.

- ¡Osbern! ¡Osbern! -gritó.

Había sangre en la cama… ¡la sangre de Osbern! -Oh Osbern, mi querido, queridísimo amigo. Despierta. Háblame.

Pero Osbern jamás volvería a despertar. Por la noche había sido muerto a puñaladas.

Guillermo oyó la palabra que resonaba en su cabeza, triunfante, maliciosamente pronunciada: "Bastardo". Y supo que habían matado a Osbern confundiéndolo con él.

Tenía doce años, y aunque aún era un niño en edad, había sufrido las emociones de un hombre. Thorold muerto. Osbern muerto. Había amado a esos hombres. Quería salir y entablar combate con los asesinos; quería desencadenar una tremenda venganza sobre esos matadores.

No podía ser. Pero todavía había hombres que recordaban su juramento a él y a su padre. Era el duque, y lo servirían con sus vidas. Harían la guerra contra sus enemigos, pero era demasiado peligroso tenerlo vagando por el país. Había escapado a un asesinato por poco; los dos valientes - Thorold y Osbern- habían muerto a su servicio. No podía abrigar la esperanza de escapar todas las veces.

Se lo explicaron.

- Eres un símbolo. Todavía eres demasiado joven para ser duque, salvo de nombre. ¿Recuerdas cuán importante consideró siempre tu padre que se te educara en todos los aspectos para ocupar tu cargo?

Supo qué significaba eso: volver al aula, estudiar las artes de la guerra, no en la práctica, sino con sus maestros.

Por supuesto que tenían razón. Apenas. Había cumplido doce años. Si hubiera nacido diez, o siquiera cinco años antes… ¿Pero de qué servía encolerizarse por eso?

Consintió en volver junto a su madre.