EPÍLOGO

 

Un año después

 

Charles Isley se encaminó a la puerta y su mano se detuvo justo encima del pomo.

¿Está usted preparada, lady Westfield?

Lady M sonrió mientras se alisaba la falda.

Que entren, Charlie.

La puerta se abrió y entraron las tres mujeres. Meredith Archer la primera. Su vientre comenzaba a mostrar la evidencia del bebé que crecía en su interior, pero el brillo de pura felicidad que le iluminaba las mejillas la habría delatado igualmente.

A continuación, entró Anastasia Tyler. Lady M se maravilló de lo lejos que ésta había llegado. De timorata jovencita con gafas había pasado a ser una mujer talentosa, que acababa de cerrar un caso muy peligroso y complicado con la ayuda de su esposo, unas pocas semanas atrás.

Y, finalmente, Emily. Se la veía resplandeciente, después de su luna de miel con Grant, que habían empezado seis meses atrás y cuyo fin no parecía a la vista.

Lady M estaba muy orgullosa. Aquéllas eran sus chicas. Las consideraba tan de la familia como a sus propios hijos.

Tras los besos y los abrazos, las cuatro se acomodaron en el salón de lady M, que intercambió una mirada con Charlie antes de comenzar a hablar:

Estoy segura de que todas os preguntaréis por qué os he pedido que vinierais.

Ana asintió.

¿Tiene un caso para nosotras?

Lady M se echó a reír.

Ojalá, pero las tres me habéis abandonado para trabajar junto a vuestros esposos. Me temo que nuestra Sociedad de mujeres espías ha dejado de existir. Aunque celebro vuestra felicidad y estoy orgullosa de que vuestra labor haya trascendido los confines del grupo.

Entonces, ¿por qué nos has llamado, mamá? —preguntó Emily, con una sonrisa que llenó de felicidad el corazón de lady M. Ahora ya era su verdadera hija.

Muy buena pregunta, cariño. El hecho de que las tres os hayáis casado me ha puesto en una situación delicada. Sigo creyendo que es una buena idea buscar a mis espías entre las viudas de la sociedad, y me gustaría reclutar un nuevo grupo que siga vuestros pasos.

Meredith contuvo el aliento.

¿Nuevos miembros? ¡Qué idea tan buena!

Ana asintió.

Pero ¿qué tenemos que ver nosotras?

Charlie carraspeó.

Yo ya no estoy tan ágil como cuando contacté con vosotras hace ya años y os introduje en el círculo de lady Westfield. Su señoría y yo hemos acordado que las nuevas espías deberían adiestrarse con aquellas que tienen más experiencia.

Vosotras, si estáis de acuerdo —dijo lady M sonriendo de oreja a oreja—. Ana, tú te encargarás del arte de los códigos, los idiomas y todos esos aspectos más intrincados que debe dominar una mujer que quiera ser buena espía.

La sonrisa de Anastasia se ensanchó.

Meredith, dejo en tus manos el entrenamiento físico. Cuando haya nacido el bebé, por supuesto. Ataque y defensa, así como el sutil arte de dirigir la Sociedad de la manera que mejor se adapte a sus necesidades.

Mientras Merry asentía, se volvió hacia Emily.

Y Emily...

¿El arte del disfraz? —terminó ella con una carcajada que se contagió a las demás.

Lady M sonrió.

Sí. Eso formará parte de tu tarea, seguro. Pero hay algo más. Charlie ya no será el intermediario entre las nuevas espías y yo. Quiero una nueva líder que esté presente en el día a día del trabajo de la Sociedad. Te quiero a ti.

Ella abrió desmesuradamente los ojos y palideció de golpe. Acertó a preguntar:

¿Yo?

Lady Westfield asintió:

Sí, querida mía. Si aceptas mi ofrecimiento, me ayudarás a seleccionar los casos que se asignarán a los nuevos miembros del grupo y permanecerás a su lado mientras vayan cogiendo soltura en el campo.

Oh, Emily, querida —dijo Meredith en voz baja, cogiendo la mano de Ana a la vez que ésta se secaba una lágrima en silencio.

Emily se quedó mirando a su suegra con la boca entreabierta. Después se levantó y corrió a abrazarla.

Gracias. Será un honor trabajar a tu lado.

Lady M se tragó sus propias lágrimas.

Por supuesto, las tres continuaréis con vuestro trabajo junto a vuestros esposos. Jamás se me ocurriría pedirle a la Corona que renuncie a sus tres mejores agentes. Pero confío en que aceptéis mi oferta.

Emily le rodeó la cintura con un brazo y miró a sus amigas.

Pues claro que aceptamos —dijo con una sonrisa—. Somos tus espías, lady M. Y siempre lo seremos.

 

FIN