CAPÍTULO 48
En cuanto Jula recibió la noticia de que la nave de desembarco y el transporte salían de la nave bélica del Gremio de Comercio, dejó el Bailarín Borracho en las capaces manos de Brudi Gayn y Eyl Dix y se dirigió a la bodega de atraque. Su impaciencia se veía saboteada por el corte de sable láser recibido en Alderaan, así que se movió despacio y con cuidado y llegó justo cuando las dos naves cruzaban la escotilla. Prevenida de que los dos llegaban heridos, había ordenado a los androides médicos de la nave que se reunieran allí con ella.
Prevenida.
Pero no lo bastante para la cantidad de evacuados heridos que salieron cojeando de las naves; wookiees que salían como artistas circenses de un vehículo absurdamente abarrotado, y muchos de ellos en estado grave.
En cuanto a los Jedi, sólo habían sobrevivido cinco de los que bajaron, y a duras penas, a juzgar por su aspecto. Jambe Lu, Nam Poorf y sobre todo Klossi Anno estaban en peor estado que la primera vez que subieron al Bailarín Borracho semanas antes.
Hasta los androides médicos estaban superados.
—Esto puede ser excesivo, capitana —dijo uno de ellos detrás de Jula.
—Haced lo que podáis —le dijo al androide.
Pero seguía siendo una visión enervante y sintió algo de pánico. Pero, aun así, las lágrimas que llevaba conteniendo desde que supo del sacrificio de Roan no brotaron hasta ver a Filli y Starstone. Ésta, al verla allí, alterada, llorando sobre las palmas de sus manos, corrió a su lado para envolverla en un abrazo consolador.
Jula se dejó abrazar por un largo momento. Y, cuando por fin se apartó del abrazo, vio que las mejillas de Starstone estaban brillantes por las lágrimas, lo cual la hizo volver a llorar. Acarició suavemente el rostro de la joven.
—¿Qué ha sido de evitar el apego? —dijo Jula, sorbiendo.
Starstone se secó las lágrimas con el dorso de la mano.
—He perdido esa habilidad. De todos modos, no parece encajar muy bien en el nuevo orden del Emperador. —Sostuvo la mirada escrutadora de Jula—. Tu hijo nos salvó la vida. Intentamos volver a por él, pero…
Jula apartó la mirada.
—Alguien debía intentar detener a Vader.
—No sé si se le puede detener.
Jula asintió.
—Puede que de haber criado yo a Roan, no hubiera salido tan cabezota. —Frunció el ceño alterada—. Hay gente a la que no se le puede convencer para que deje de ser un héroe.
—O un Jedi.
Jula asintió.
—Es lo que quería decir.
Starstone sonrió con tristeza, y luego se volvió para mirar al wookiee y al humano barbudo, que estaban parados al pie de la rampa de descenso del transporte, y hablaban con Filli, Archyr y Skeck. Cogió a Jula de la mano y la llevó hasta la extraña pareja para presentársela.
El wookiee estaba claramente alterado y se apoyaba en la nave, posando la cabeza en sus brazos cruzados, mientras golpeaba el casco con las zarpas.
—Vimos la ciudad-árbol de Chewbacca en llamas —explicó Garrote—. No hay forma de saber si su familia pudo escapar a tiempo.
—Prometí entregarle el transporte —le dijo Starstone a Jula.
Jula miró a Garrote.
—Lo reaprovisionaremos lo antes…
—No es necesario —la cortó Garrote—. Chewie sabe que es demasiado tarde. Cree que podrá hacer más por su pueblo como fugitivo que como prisionero.
El wookiee lo reafirmó con un rugido melancólico.
—Hablas por todos nosotros, Chewbacca.
—Bueno, pues, nos preguntábamos, Chewie y yo, si podríamos quedarnos con vosotros.
El comunicador de Jula sonó mientras ella asentía.
—Capitana, estamos a T-10 del salto al hiperespacio —dijo Brudi desde el puente, casi de forma casual—. Siempre y cuando todo vaya según el plan.
—¿Has podido notificarlo a las otras naves?
—Lo mejor que he podido. Y confío en que el Interdictor no esté escuchando por todas las frecuencias.
—Mira a ver qué opciones de salto ofrece el navegador. Enseguida me reúno contigo.
Jula se alejó de Starstone y los demás para mirar el creciente del lado luminoso de Kashyyyk. Las lágrimas surcaron su rostro cuando dijo en voz baja:
—Te quiero, Roan. Doy gracias a la Fuerza por haberte conocido durante un tiempo. Pero ahora te echaré más de menos que nunca.
* * *
El capitán Ugan, al mando del Custodio estacionado sobre Kachirho, solía negarse a ser molestado cuando estaba en el puente. Pero el oficial Nullip insistía tanto en verlo que por fin dio permiso para que el joven técnico fuera escoltado al puente de mando.
Ugan era un hombre moreno de rasgos afilados. Permaneció sentado, paseando su oscura mirada entre las holoimágenes de la invasión de Kashyyyk y el panorama del planeta que ofrecían los miradores.
—Que sea rápido —avisó a Nullip.
—Sí, señor —prometió el técnico—. Es que estamos recibiendo lecturas inusuales de una de las naves separatistas aparcadas en órbita tras la batalla que se libró aquí. Concretamente de un destructor clase Disidente del Gremio de Comercio. He intentado repetidas veces que alguien del departamento táctico llame su atención al respecto, señor, pero…
—¿En qué sentido son «inusuales» esas lecturas, oficial? —le interrumpió Ugan.
—Son lecturas de inicio, señor. —Ante la mirada dubitativa del capitán, Nullip siguió hablando—. Lo sé, señor. A mí también me desconcertó. Por eso me molesté en comprobar personalmente las lecturas. Para mi sorpresa, señor, descubrí que el ordenador central del destructor fue iniciado a distancia para que realizase un examen de diagnóstico, y luego conectó varios sistemas de la nave.
Cuando la expresión de perplejidad de Ugan se profundizó, Nullip activó una pequeña holoplaca que llevaba en la palma de la mano derecha. Una grabación granulada brotó del aparato.
—Ahí puede ver dos naves entrando en el destructor por aquí, por las bodegas de atraque delanteras. —El dedo índice de Nullip aceleró la grabación—. Aquí puede ver cómo las naves lo abandonan. Aún no hemos determinado su destino.
Ugan alzó la mirada de la grabación a Nullip.
—¿Saqueadores?
—Ése fue mi primer pensamiento, señor. Pero, el destructor se puso en movimiento en cuanto salieron las naves.
Ugan se le quedó mirando.
—¿En movimiento? ¿Hacia dónde se dirige?
—Es precisamente eso, señor. Viene hacia nosotros. —Se volvió hacia los miradores delanteros y señaló a una forma oscura que se movía en la oscuridad aún mayor—. Allí mismo, ¿lo ve?
Ugan giró sobre su silla y se dirigió a un oficial de la consola táctica.
—Una nave separatista se nos acerca por babor. ¡Escanéela de inmediato!
Se levantó de la silla y caminó hasta el mirador, con Nullip a un paso detrás de él.
—Capitán —dijo el oficial táctico—, la nave es un destructor de la Confederación pilotado por androides…
—¡Eso ya lo sé! —dijo Ugan, girando sobre sus talones—. ¿Supone algún riesgo para nosotros?
—Estoy comprobándolo, señor.
El oficial dedicó un momento a estudiar los monitores de su consola y luego se volvió hacia Ugan con el rostro ceniciento.
—Capitán, el reactor principal del destructor está entrando en masa crítica. ¡La nave se ha convertido en una enorme bomba!