Capítulo Dieciséis
Eve nunca había ido a un velatorio antes, y la sorprendió que, considerando el estilo habitual de Roarke de hacer las cosas, hubiera decidido hacerlo La Puerca Penny.
El bar estaba cerrado al público exterior, pero se llenó exactamente igual. Parecía que Jennie había dejado a muchos amigos, pero no familia.
Un velatorio irlandés, descubrió Eve, era más o menos lo que un pub irlandés. Música, conversación, y grandes cantidades de licor y cerveza.
La hizo recordar al que había asistido sólo el mes anterior, uno que había conducido a más muerte y violencia. Allí el muerto había sido presentado en un ataúd claro, y el cuarto había estado lleno, con cortinas rojas y flores. El ambiente había sido de pesar, las voces calladas
Aquí, la muerta era recordada de una manera diferente.
- Una buena muchacha era Jennie. -Un hombre en la barra levantó su vaso, y su voz sobre el ruido de la muchedumbre-. Nunca aguó el whisky o lo escatimaba al servirlo. Y su sonrisa era tan cálida como lo que servía.
- Por Jennie entonces -se brindó, y bebió. Se contaron historias, a menudo revistiendo de alguna virtud a la difunta y embromando a algunos de los presentes. Roarke era el blanco favorito.
- Hay una noche que recuerdo -comenzó Brian-, hace años, cuando nuestra Jennie era sólo una muchacha, y una buena persona era ella, que servía cerveza rubia y negra. Era cuando Maloney era el dueño del lugar, Dios guarde su alma ladrona, y yo atendía la barra por una miseria. -Hizo una pausa, tomó un trago, luego sopló el humo de uno de los puros que Roarke le había dado-. Yo le había echado el ojo a Jennie, y que joven sensato no lo hubiera hecho, pero ella no quería nada conmigo. Era a Roarke a quien miraba. Esa noche, teníamos una multitud aquí, y todos los jóvenes galanes esperaban conseguir un guiño de la joven Jennie. Le di todas mis mejores miradas hambrientas de amor.
Lo demostró con una mano sobre el corazón y el más largo de los suspiros; entonces su auditorio silbó con la risa y lo alentó.
- Pero a mí no me dedicó ningún pensamiento en absoluto, ya que su atención era toda para Roarke. Y allí mismo estaba sentado, quizás en la mesa donde se sienta él esta noche. Aunque no estaba vestido tan elegante como esta noche, y yo apostaría una libra contra un penique que no olía tan bien tampoco. Sin embargo Jennie se paseó delante de él una docena de veces o más, y se inclinaba, oh, se inclinaba, de una manera que hacía que mi corazón latiera deseando ver una vista tan buena y encantadora, y le preguntaba tan dulcemente si le traía otra cerveza.
Suspiró otra vez, mojó su garganta, y siguió.
- Pero Roarke, estaba ciego a las señales que le enviaba, sordo a la invitación de esa cálida voz. Allí se sentaba con la muchacha de mis sueños que le ofrecía la gloria, y él seguía anotando en un pequeño libro andrajoso, sumando, calculando sus ganancias. Siempre fue un hombre de negocios. Entonces Jennie, que era una muchacha decidida cuando su mente estaba puesta en algo, y era en Roarke, le pidió por favor que le echara una mano sólo un momento en el cuarto trasero, ya que no podía alcanzar lo que necesitaba del estante alto. Y él, siendo tan alto, y fuerte, podría bajarlo para ella.
Brian hizo rodar sus ojos mientras una de las mujeres se inclinaba en el lugar donde Roarke se sentaba con Eve y amablemente pellizcó su bíceps.
- Bien, el muchacho no era un canalla a pesar de su conducta malvada, -siguió Brian-, guardó su libro en el bolsillo y se marchó con ella detrás. Por un largo tiempo espantoso desde que se fueron, se los digo, estuve con mi corazón roto detrás de la barra de Maloney.
Cuando salieron con el pelo todo desordenado, la ropa torcida, y una mirada brillante, supe que Jenny estaba perdida para mí. Pero ni una maldita cosa sacó para ella de aquel estante alto en el cuarto trasero. Todo que él hizo fue sentarse otra vez, sonreírle malvada y rápidamente… y sacar su libro y contar sus ganancias.
- Dieciséis años teníamos los tres, y todavía soñábamos con como nuestras vidas podrían ser. Ahora el pub de Maloney es mío, las ganancias de Roarke son demasiadas para contar, y Jennie, dulce Jennie, está con los ángeles.
Hubo unas lágrimas al terminar, y la conversación comenzó otra vez en murmullos. Trayendo su vaso, Brian avanzó, se sentó frente a Roarke.
- ¿Recuerdas esa noche?
- Sí. Fue un buen recuerdo el que mencionaste.
- Quizás fui un maleducado. Espero no haberte ofendido, Eve.
- Tendría que tener un corazón de piedra para hacer eso. -Tal vez era el aire, la música, o las voces, pero la hicieron sentirse sentimental-. ¿Sabía lo que sentías por ella?
- Entonces, no. -Brian sacudió la cabeza, y había un destello cálido en sus ojos-. Y después, éramos demasiados amigos para algo más. Mi corazón siempre se inclinó hacia ella, pero de diferente manera que en el pasado. Fue su recuerdo el que amé.
Pareció sacudirse, luego tocó el vaso de con un dedo Roarke.
- Bueno, apenas has bebido. ¿Has perdido la cabeza con el buen whisky irlandés ahora que vives entre los yanquis?
- Mi cabeza siempre será mejor que la tuya, dondequiera que viva.
- Tenías una buena -confesó Brian-. Pero recuerdo una noche. Oh, fue después de que habías vendido un envío de un excelente Burdeos francés que habías pasado de contrabando por Calais, con tu perdón querida teniente. ¿Recuerdas eso, Roarke?
Los labios de Roarke sonrieron satisfechos, y su mano acarició el pelo de Eve.
- Pasé de contrabando más de un envío de vino francés en mi carrera.
- Oh, sin duda, sin duda, pero esa noche en particular, apartaste media docena de botellas, estabas de ánimo ligero y participativo. Reuniste una partida, amistosa para variar, nos sentamos y bebimos cada gota. Tú, Jack Bodine, yo y el maldito estúpido de Mick Connelly, que se mató en una pelea con cuchillo en Liverpool hace unos años. Déjame decirte, querida teniente, este hombre tuyo se emborrachó como seis marineros del puerto y todavía ganaba todo nuestro dinero.
Roarke tomó su vaso ahora y saboreó un sorbo.
- Recuerdo tener un poco cargado el bolsillo la mañana siguiente cuando me desperté.
- Bien. -Brian sonrió abiertamente-. Emborráchate con ladrones y ¿qué consigues? Pero era un buen vino, Roarke. Un maldito buen vino. Haré que canten una de las viejas melodías. “ La Banda de Terciopelo Negro”. ¿Cantarás?
- No.
- ¿Cantas?-Eve se incorporó-. ¿Él canta?
- No -dijo otra vez Roarke, definitivamente, mientras Brian se reía.
- Pínchalo bastante, mantén su vaso lleno, y conseguirías una melodía de él.
- Apenas cantas en la ducha. -Miró fija y pensativamente a Roarke-. ¿Tú cantas?
Luchando entre la diversión y la vergüenza, sacudió su cabeza y levantó su vaso.
- No -dijo otra vez-. Y no planeo emborracharme lo bastante para demostrar que miento.
- Bien, trabajaremos en eso. -Brian guiñó y se levantó-. Por el momento voy a hacer que empiecen una canción. ¿Bailarás conmigo, Eve?
- Me gustaría. -Lo vio irse a animar la música-. Emborrachándote, cantando en pub, y dando gusto a camareras en el cuarto trasero. Hmmm. -Ella le lanzó una mirada larga, especulativa al hombre con que se había casado-. Eso es muy interesante.
- Uno hace lo primero, lo demás viene fácil.
- Me gustaría verte borracho. -Puso una mano en su mejilla, contenta de ver que la tristeza había abandonado sus ojos. Dondequiera que hubiera ido esa tarde era su secreto, y estaba satisfecha de lo bien que le había hecho.
Él se inclinó para besarla.
- ¿Luego podría darte gusto en el cuarto trasero? Ahí está tu canción, -añadió cuando la música comenzó.
Eve miró, vio a Brian regresar con pequeños pasos ordenados, robustos.
- Me gusta él.
- También a mí. Había olvidado cuánto.
La luz del sol y la lluvia caían perlando la luz. En el cementerio había cruces de piedra antiguas, agrietadas por el tiempo y el viento. Los muertos descansaban uno cerca del otro, intimando gracias al destino. El sonido del mar se elevaba desde más allá de los rocosos acantilados en un rugido débil y constante que demostró que el tiempo seguía, incluso aquí.
No había ni un vehículo aéreo o tranvía para estropear el cielo donde las nubes se encaramaban sobre el azul como mantas grises dobladas. Y la hierba que cubría las colinas que se elevaban hacia ese cielo era de un esmeralda profundo, de esperanzas y sueños.
Hizo pensar a Eve en un viejo vídeo, o un holograma.
El sacerdote llevaba puestas vestiduras largas tradicionales y habló en gaélico. El enterrar a un muerto era un ritual que sólo los ricos podían permitirse. Era una vista rara, y una multitud se reunió fuera de las puertas, respetuosamente silenciosas a medida que el ataúd era bajado al hoyo recién cavado.
Roarke descansó su mejilla en la coronilla de Eve, buscando el consuelo cuando los acompañantes dolientes hicieron la señal de la cruz. Ponía más que una amiga en la tierra, y lo sabía. Ponía una parte de él, una parte que había pensado que ya hacía mucho tiempo estaba sepultada.
- Necesito hablar con el sacerdote un momento.
Ella puso una mano sobre la que él había puesto en su hombro.
- Esperaré aquí.
Cuando se marchó, Brian caminó hacia ella.
- Él hizo algo bueno por Jennie. Ella descansará aquí, a la sombra de los árboles en verano. -Con las manos cómodamente a sus lados, miró el cementerio-. Todavía tañen las campanas en el campanario de la iglesia las mañanas de domingo. No es una grabación, sino campanas verdaderas. Es un buen sonido.
- La quiso.
- No hay nada tan dulce como el primer amor. ¿Recuerdas al amor de tu infancia?
- No tuve uno. Pero lo entiendo.
Brian puso una mano en su hombro, le dio un apretón rápido.
- Él no podría haberlo hecho mejor contigo, incluso si incurriste en la equivocación desafortunada de hacerte poli. ¿Estás bien, querida teniente?
- Sí. -Hubo algo en el modo de preguntarle, en su expresión que hizo que ella mirara la cara de él- Lo mejor que puedo estarlo ante algo así.
Él afirmó con la cabeza, y sus pensamientos parecieron ir a la deriva cuando desvió su mirada.
- Cristo sabe cuánto dinero pasó de Roarke al sacerdote en aquel sobre.
- ¿Te ofendes por eso? ¿Su dinero?
- No verdaderamente. -Y se rió un poco-. No quiere decir que no desearía tenerlo yo también. Él se lo ganó. Siempre era el juego siguiente, el reparto siguiente con nuestro muchacho Roarke. Todo lo que quise fue el pub, y ya que tengo mi deseo más ferviente, supongo que soy rico también.
Brian miró la sencilla falda negra de su conjunto, los zapatos negros sin adorno que Eve llevaba puesto.
- No es una ropa para caminar por el acantilado, pero ¿tomarías mi brazo y pasearías a lo largo de aquel camino conmigo?
- Bueno. -Había algo en su mente, pensó, y decidió que quería intimidad para compartirlo.
- Sabes, nunca he ido a través de ese mar a Inglaterra, -comenzó Brian cuando camino despacio sobre la tierra desigual-. Nunca tuve el deseo de hacerlo. Un hombre puede ir a todas partes, dentro o fuera de planeta, y en menos tiempo que toma pensarlo, pero nunca he salido de esta isla. ¿Ves aquellos barcos allí abajo?
Eve miró los acantilados, hacía abajo en el mar agitado. Los hidroembarcaderos corrían de acá para allá, bullendo en las ondas como piedras bonitas.
- ¿Viajeros y turistas?
- Sí, viajando a Inglaterra, viajando hacia acá. Día a día, año tras año. Irlanda es todavía pobre comparado con sus vecinos, por eso un trabajador ambicioso podría tomar un trabajo ahí, tomar los embarcaderos, o el aerobús si tiene dinero en el bolsillo. Le costará el diez por ciento de su salario el privilegio de vivir en un país y trabajar en el otro, como los gobiernos siempre encuentran un ángulo, para pellizcar el bolsillo de un hombre. Por la noche, vienen de regreso. ¿Y qué consigue, apresurarse en ir y volver la mayor parte de su vida?
Él se encogió de hombros.
- Yo, yo me quedaría rápidamente en un lugar y miraría el desfile.
- ¿Qué tienes en mente, Brian?
- Muchas cosas, querida teniente. Un montón de cosas.
Cuando Roarke caminó hacia ellos recordó que la primera vez que había visto a Eve habían estado en un entierro. Otra mujer cuya vida había sido robada. Hacía mucho frío, y Eve había olvidado sus guantes. Llevaba puesto un conjunto gris horrible con un botón suelto en la chaqueta. Metió ahora una mano en su bolsillo, ociosamente manoseando el botón que había caído de aquella chaqueta gris holgada.
- ¿Coqueteas con mi esposa, Brian?
- Lo haría si pensara que tendría una posibilidad con ella. El hecho es que tengo algo que les interesará a los dos. Tuve una llamada temprano esta mañana, de Summerset.
- ¿Por qué te llamó?-preguntó Roarke.
- Para decirme que tú me querías en Nueva York, urgentemente, y a tu cuenta.
- ¿Cuándo entró? -Eve ya sacaba su comunicador para ponerse en contacto con Peabody.
- A las ocho. Es un asunto de extrema importancia que no puede ser divulgado excepto cara a cara. Debo volar este mismo día, y llegar a Arms Central Park, donde tendré una suite, y esperar a que me contacte.
- ¿Cómo sabes que era Summerset?- Preguntó Roarke.
- Por Dios, Roarke, parecía él, sonaba como él. Más tieso, más viejo, pero no lo habría dudado. Sin embargo, él no quiso entrar en conversación y terminó la llamada repentinamente cuando lo presioné.
- Peabody. Date palmadas y despiértate.
- ¿Qué? -Peabody, con los ojos hinchados y despeinada, bostezó-. Lo siento, señor. Sí, señor. Desperté.
- Da una patada a McNab en cualquier cama en la que esté y haz que compruebe en el ordenador central los enlaces. Tengo que saber si hubo una transmisión a Irlanda; habrá sido a las…, mierda, ¿cuál está la diferencia de tiempo aquí? como las tres de la mañana
- Lo sacaré a patadas de la cama inmediatamente, Teniente.
- Y ponte en contacto conmigo en el momento que tenga la respuesta. Tengo que tomar tu registro del enlace para evidencia -dijo a Brian cuando se guardó el comunicador en su bolsillo-. Engañaremos a la inspectora Farrell, pero necesito el original.
- Bien, pensé que podrías hacerlo. -Brian sacó un disco-. Anticipándome, lo traje conmigo.
- Bien pensado. ¿Qué le dijiste al hombre que te llamó?
- Ah, que tenía un negocio del que ocuparme, que no podía viajar a través del Atlántico sólo por un capricho. Traté de sonsacarle, esperar a Roarke aquí. Sólo insistió que fuera, directamente, y Roarke pagaría mi tiempo. -Sonrió parcamente-. Una oferta tentadora. Transporte y alojamiento de primera clase, y veinte mil libras por día mientras esté lejos de casa. Un hombre tendría que estar loco para decir no a eso.
- Te quedarás en Dublín. -La voz de Roarke era aguda, ribeteada con la furia, y tapó la de Brian.
- Tal vez tengo en mente ir a la ciudad de Nueva York y dar a ese bastardo asesino una probada de Brian Kelly.
- Te quedarás en Dublín -repitió Roarke, con los ojos entrecerrados y fríos, los puños apretados y listos-. Si para eso tengo que golpearte y dejarte inconsciente primero, entonces está bien.
- ¿Piensas que me puedes hacer caer, verdad? -Preparándose para luchar, Brian comenzó a sacarse su abrigo-. Hagámoslo.
- Deténganse, idiotas. -Eve caminó entre ellos, lista para golpearlos a ambos si era necesario-. Tú te quedas en Dublín, Brian, porque la única cosa que ese bastardo obtendrá es saber de mí. Haré bloquear tu visado de viajes, y si tratas de dejar el país pasarás un buen tiempo la cárcel.
- Maldito visado de viajes…
- Cállate. Y tú -siguió ella, balanceándose hacia Roarke-. Retrocede. Nadie golpeará y dejará inconsciente a alguien a menos que sea yo. Un par de días en Irlanda y todo en lo que puedes pensar es en liarte a puñetazos con alguien. Debe ser el aire.
Su comunicador emitió una señal sonora.
- Es Peabody. Ahora, los dos recuerden: la gente que actúa como indeseable es tratada como indeseable.
Caminó alejándose con paso majestuoso para tomar la llamada. La cara de Brian estalló en una amplia sonrisa cuando palmeó a Roarke en la espalda.
- Qué mujer, ¿verdad?
- Delicada como una rosa, mi Eve. Frágil y tranquila. -Él sonrió abiertamente cuando la oyó maldecir, alta y despiadadamente-. Una voz como la de una flauta.
- Y estás enamoradísimo de ella.
- Lastimosamente. -Él permaneció silencioso un momento, luego habló quedamente-. Permanece en Dublín, Brian. Sé que puedes viajar con una visa bloqueada tan fácilmente como cruzar la Calle Mayor, pero te pido que no lo hagas. Es demasiado pronto después de enterrar Jennie para arriesgarme a perder a otro amigo.
Brian respiró profundo.
- Yo no pensaba ir hasta que me ordenaste que no lo hiciera.
- El hijo de puta me envió flores -Eve echaba humo cuando regresó con paso majestuoso-. Oye. -Cuando Roarke agarró sus solapas, le dio palmadas en sus manos y frunció el ceño.
- Explícate.
- Una docena de rosas llegó, con una nota en la que espera que esté recuperada y lista para el siguiente asalto pronto. Algo sobre una novena, sea lo que sea, dicha en mi nombre para mi recuperación completa y rápida, también. Peabody ha llamado a una unidad de explosivos, por si acaso, y retiene al muchacho que las entregó, pero parece genuino. Ninguna transmisión directa de nuestros enlaces esta mañana. McNab necesita el disco de Brian para verlo. -Cuando sus manos se relajaron ligeramente, puso la suya sobre ellas-. Tengo que volver… Ahora.
- Sí, iremos directamente de regreso. ¿Necesitas que te llevemos a Dublín, Brian?
- No, vayan. Tengo mi propio coche. Ten cuidado, Roarke -dijo y lo abrazó-. Y regresa.
- Lo haré.
- Y trae a tu encantadora esposa. -Mientras Eve parpadeaba por la sorpresa, Brian la atrajo en un fuerte abrazo, luego la besó larga y espléndidamente-. Buena suerte, querida teniente, y mantén a nuestro muchacho corto, reformado.
- Cuida tu espalda, Brian -Roarke le gritó cuando se alejaban.
- Y el resto de mí también -prometió Brian, luego giró para mirar la línea de rápidos barcos a través del agua.
Eran apenas las ocho de la mañana en la Costa Este cuando Eve se instaló en su oficina. Observó al joven muchacho de la entrega, desgarbado, con tranquilidad mientras estaba sentado jugando en la silla a través de su escritorio.
- ¿Recibes una llamada para entregar rosas antes de las seis de la mañana y no te parece extraño, Bobby?
- Bueno, señora -señor- teniente, las recibimos a veces. Recibimos servicio de entrega las veinticuatro horas porque la gente quiere comodidad. Hace tiempo entregué un helecho en el East Side a las tres de la mañana. Este tipo, dijo que había olvidado el cumpleaños de su señora, y ella se había entristecido, y entonces…
- Sí, sí. -Eve lo cortó en seco-. Dime otra vez sobre la orden.
- Bien, seguro. No hay problema. -Su voz nuez de arriba abajo parecía un corcho en un mar agitado-. Estoy de turno, veo, para el cambio -medianoche a ocho-. Lo que pasa es alguien que entra a la tienda, la transmisión es echada a mi buscapersonas. Leí la orden en la pantalla, entonces tengo que entrar, reunir la orden, y llevarla. Tengo una llave para la floristería entonces puedo entrar cuando está cerrado. Mi tía posee la unión, entonces, como confía en mí, y voy a la escuela, tres semanas de día, entonces me da algún crédito de bolsillo.
- El oficial Peabody tiene tu buscapersonas.
- Sí, lo di. Ninguna transpiración, ningún debate. Usted lo quiere, usted lo consiguió.
- Y, personalmente, pones las flores en la caja.
- Ah sí. No me molesta. Sólo saco algunas hojas, las junto con ramitas de esas pequeñas flores blancas, luego con las rosas. Mi tía guarda las cajas, papeles finos y cintas todas juntas así podemos armar las órdenes rápido. El oficial, ella, llamó mi tía y lo verificó. ¿Necesito a un abogado?
- No, Bobby, no necesitas un abogado. Aprecio que me hubieses esperado para poder hablar contigo personalmente.
- Así qué podría irme.
- Sí, te puede ir.
Él despertó, sonriendo abiertamente de modo inestable.
- Yo nunca realmente, quiero decir, hablé con un policía antes. No es tan malo.
- Casi nunca torturamos a nuestros testigos en estos días.
Él palideció, luego se rió.
- ¿Es una broma, verdad?
- Tú golpeas. Te golpeamos, Bobby.
Eve sacudió su cabeza, luego señaló a Peabody que entrara.
- ¿McNab consiguió algo del buscapersonas?
- La orden fue hecha desde un enlace público, de Grand Central. Fue adaptada, no se pudo registrar la voz, y la orden se pagó vía transferencia electrónica de dinero en efectivo, al momento de hacerla. No podríamos trazarlo vi con una flota de sabuesos droides.
- No calculé que metería la pata otra vez, no tan pronto. ¿La camioneta?
- Nada sólido aún. Trabajo en los zapatos, también. La computadora estima un tamaño ocho. Es pequeño para el zapato de un hombre. Aquel estilo golpeó el mercado sólo hace seis meses -gama de precios de alta cualidad. Es el paradigma de paso aéreo para el deportista elegante. Hasta ahora, bajó a seiscientos pares del tamaño ocho vendido en la ciudad.
- Sigue investigando. ¿Y el abrigo?
- Sólo he conseguido aproximadamente treinta compras en el mismo período de tres meses. Ningunos iguales todavía. Y ninguno en la talla.
- ¿McNab?
Segundos más tarde, pegó su cabeza en la entrada.
- Yo.
- Progreso completo e informe de estado.
- Comienzo con la varita. -Se sintió como en casa sentándose en el escritorio de Eve-. Me gustan nuestras posibilidades allí. Ese experto de Roarke conoce lo suyo. En silencio, en Trident Seguridad y Comunicaciones, el gigante de Roarke, han estado trabajando en un transmisor de ese estilo y poder durante más de un año. A. A. dice que han calculado casi todos los bugs
- ¿A A?
- Ese es jock. Muchas células cerebrales allí. De todos modos, proyecta que tendrán un modelo en secreto dentro de seis meses -cuatro si son afortunados. El rumor es que varias otras firmas trabajan en el mismo trato. Una de aquellas firmas es Brennen. Según la gente de espionaje industrial Brennen es la competencia más cercana.
- ¿Tiene alguien un prototipo?
- A. A. me mostró uno. Es bastante helado, pero sólo golpea la señal ahora en una gama cercana extrema. La capacidad alejada que les da, no vale la pena. Todavía se consigue una cierta fluctuación importante de energía.
- ¿Entonces cómo consiguió nuestro hombre arreglar uno que no vale la pena?
- Buena pregunta. Pienso que él ha invertido algún tiempo en Investigación y Desarrollo él mismo.
- Sí, estaría de acuerdo con esto. Trabajaremos con los seis con mayor probabilidad de la sacudida improvisada de la inspectora Farrell y veremos si alguno de ellos salta
- Y me pregunto si la unidad que usó es de sólo un tiro.
Eve entrecerró sus ojos.
- ¿Sólo bueno para uno a la vez? ¿Qué harías tú, recargarlo? ¿Sacudirlo? ¿Configurarlo de nuevo?
- Recargarlo o arreglarlo de nuevo, diría. Trabajo con A. A. en ello.
- Bueno, sigue en ello. ¿Alguna suerte con el eco?
- No puedo revisarlo. Manejando esta mierda de murciélago. Pero raspé realmente las capas del disco que trajiste de la Isla de Esmeralda. Imagen proyectada. Holograma.
- ¿Un holo? ¿Estás seguro?
- ¿No parezco seguro?-Él dejó su sonrisa engreída cuando Eve sólo lo miró fijamente con tranquilidad-. Sí, era un holo. Malditamente bueno, pero realcé, calenté realmente y encendí pruebas. La imagen fue proyectada.
- Bueno. - Era una piedra más de pesar en el lado de Summerset-. Algo en el análisis de los discos de seguridad de las Torres Luxury?
- Gimen en la DDE. Atrasos. Usé su nombre y conseguí que me prometieran que tendríamos resultados dentro de las siguientes cuarenta y ocho.
Feeney, Eve pensó, ¿dónde infiernos estás?
- ¿Qué más has conseguido?
- La transmisión tenía el mismo eco que las demás. Exacto.
- Incluso mejor. Ahora encuentra la fuente. -Ella se levantó-. Es tiempo para que ponga mi aspecto público. Ve a conseguir ese tirón ahora mientras me lEvento para otra ronda. Peabody, estás conmigo.
- Mi lugar favorito. Teniente.
- Notado. -Ella tiró su comunicador cuando comenzó una comunicación, cifrada para Nadine Furst en el Canal 75.
- Oye, Dallas, pareces bastante bien para una inválida.
- Transmite esto. La teniente Eve Dallas se ha repuesto de sus heridas y regresa al deber. Ella permanece responsable de la investigación que implica los asesinatos de Brennen, Conroy, y O'Leary. Confía en que un sospechoso será puesto en custodia dentro de poco.
- Hecho, déjame conseguir mi grabadora.
- Eso es todo que obtendrás, amiga. Transmítelo. -Ella hizo clic mientras caminaba ligeramente hacia la escalera. Allí, cubierto a través del poste, estaba una chaqueta de cuero nueva y lisa de color oro marrón-. No se le pasa nada -murmuró Eve cuando la recogió.
- Hombre, ah hombre. -Incapaz de resistir, Peabody acarició con una mano la manga cuando Eve se encogió de hombros-. Como el trasero de un bebé.
- Tuvo que costar diez veces lo que mi vieja, y lo haré enchironar una semana. No sé por qué él… Mierda, ¿dónde está Roarke? -Ella se giró hacia la computadora de casa-. Localiza a Roarke.
Roarke no está dentro del local en este momento.
- Bien, maldición -refunfuñó Eve-. ¿Dónde infiernos se fue tan rápido? Él maldito estaría mejor fuera comprando algún país y no metiéndose en ésto.
- ¿Realmente compra países? -Peabody quiso saber cuando se apresuró hacia afuera detrás de Eve.
- ¿Cómo diablos lo sabría? Me quedo fuera de su negocio, que es más de lo él hace por mí. Central Park Arms. -Juró, de repente segura de donde él había ido. Entonces se detuvo, contempló el espacio vacío delante de ella-. No tengo vehículo -recordó ella-. Maldición, no tengo coche.
- La requisición automática no ha llegado. Puedes hacer la orden personalmente.
- Ah sí, sólo tomará una semana o dos. Mierda. -Metiendo sus manos en sus bolsillos nuevos, sedosos, corrió hacia el fondo de la casa.
El garaje estaba fijado con la estructura principal. Las puertas eran de madera con accesorios de cobre gruesos. Las ventanas, arqueadas y majestuosas, eran herméticas para proteger los vehículos alojados allí de la decoloración. Dentro la temperatura se mantenía, durante todo el año, en unos cómodos setenta y dos grados.
Eve no cifró las cerraduras, se identificó con la palma y su voz. Las puertas balanceadas se abrieron elegantemente.
Peabody se quedó boquiabierta.
- Cielo Santo.
- Es excesivo -dijo Eve, oliendo-. Es ridículo y una cosa de hombre tan estereotipada.
- Es muy frío -dijo Peabody reverentemente.
Los vehículos estaban alojados en compartimientos individuales, en dos niveles. Los coches deportivos, las limusinas, los ciclos aéreos, todo terrenos, sedán, y motos. Los colores se extendían desde estridente neón a negros clásicos. Peabody miró fijamente como si estuviera soñando y se imaginó montando los cielos, con el viento en su pelo, con algún pedazo de músculo detrás de ella.
Chasqueó cuando vio a Eve dirigirse hacia un modelo discreto compacto en el color gris.
- ¿Dallas, y éste? -Optimistamente Peabody gesticuló hacia un deportivo azul eléctrico elegante, de ruedas con brillos de plata, su rejilla estrecha, un pedazo de arte automotor.
- Ese joder es mí coche, y lo sabes.
- Bien, sí, tal vez, pero es rápido, y realmente eficiente. Está cargado, también. -Ella sonrió ufanamente.
- Todo aquí está cargado.
Peabody avanzó cuando Eve alcanzó el botón para liberar el sedán.
- Anda, Dallas, vive un poco. ¿No quieres ver cómo se mueve? Y es sólo por un tiempo. Estarás de vuelta en algún armatoste departamental antes de que lo sepas. Es un 6000XX. -Su voz se acercaba peligrosamente a un gemido-. La mayor parte de las personas viven sus vidas enteras sin tocar uno. Sólo un paseo. ¿Qué daño podría hacer?
- No me lo pidas -refunfuñó Eve-. Jesús. -Pero claudicó y bajó el deportivo al suelo de azulejo fregado.
- Ah, mira el interior. ¿Es cuero verdadero, verdad? Cuero blanco. -Incapaz de controlarse, Peabody abrió la puerta del coche y respiró profundamente-. Sólo huélelo. Ah, ah, comprueba los controles. Tiene hasta un calibrador de airjet. Podríamos estar en la playa en Nuevo L.A. en menos de tres horas con este bebé.
- Contrólate, Peabody, o regresa al sedán.
- De ningún modo. -Peabody casi se zambulló dentro-. No me sacas ni con un hidrolevantador hasta que consiga un paseo.
- No hubiera pensado que una mujer criada por los free-agers sería tan superficial y materialista.
- Tuve que trabajar en ello, pero casi lo he conseguido. -Ella sonrió felizmente cuando Eve se sentó al lado de ella-. Dallas, esto se mece. ¿Puedo probar el sistema de música?
- No. Abróchate. Buscaremos tu dignidad más tarde. -Pero porque el coche lo pidió, Eve encendió la ignición y salió como un cohete.
Le tomó menos de diez minutos alcanzar Central Park Arms.
- ¿Viste el modo que esta suavidad manejó las vueltas? Tomaste aquella última en sesenta y ni siquiera vibró. Imagínate lo que haría en el aire. Por qué no lo intentamos cuando nos marchames. Hombre, pienso que tuve un orgasmo que redondeó los sesenta segundos.
- No tengo que saber eso. -Eve salió, tecleó su código clave al portero. Cuando mostró su insignia, la mano que le había ofrecido se retiró.
- Quiero aquel vehículo estacionado cerca. No quiero esperar más de treinta segundos cuando salga.
Sin esperar respuesta, caminó por las autopuertas y cruzó los mosaicos del vestíbulo hacia la recepción.
- Usted tiene registrada una suite a nombre de Brian Kelly -dijo ella, mostrando su insignia.
- Sí, Teniente, está programado para llegar y ocupar esta tarde. Ático B, Nivel Torre.
- Muéstremela.
- Creo que la suite está ocupada en este momento. Sin embargo, si le gustaría esperar hasta…
- Muéstremela -repitió ella-. Ahora.
- En seguida. El elevador privado está abajo por este pasillo y a la izquierda. Está claramente marcado. Su código clave tendrá acceso tanto a elevador como a las puertas, el salón y el dormitorio.
- Cualquier transmisión, mensajes, y entregas que lleguen para aquella suite, me las envía directamente.
- Por supuesto.
El oficinista se estremeció cuando caminó a zancadas alejándose, entonces rápidamente llamó al Ático B.
- Lo siento, señor, pero una Teniente Dallas y un oficial uniformado están en camino. ¿Perdón? Ah, sí, señor, por supuesto. Lo haré en seguida.
Aturdido, el oficinista colgó, luego se puso en contacto con el servicio de habitaciones y pidió café, bizcochos, y fruta fresca para tres.
Fuera del Ático B, Eve sacó su arma. A su señal, Peabody bordeó el lado opuesto de la puerta. Eve deslizó su código clave hacia la cerradura, dio a su ayudante una cabezada rápida.
Entraron en silencio y rápidamente.
Ella silbó hacia Roarke, quién siguió sonriendo y holgazaneando en el sofá cubierto de seda.
- No creo que el arma sea necesaria, querida. He pedido café, y el servicio aquí es muy rápido y eficiente.
- Yo debería darte una sacudida, sólo para desquitarme.
- Lo sentirías más tarde. Hola, Peabody, pareces un poco despeinada. Muy atractiva.
Arreglándose, alisó su pelo negro.
- Bien, bajé la capota unos minutos en el XX.
- ¿Un pequeño paseo atractivo, verdad? Bien, ¿hablaremos de cómo poner la trampa ahora, o esperaremos el café?
Resignada, Eve guardó su arma.
- Esperaremos el café.