Capítulo Nueve
Cuando Roarke salió del edificio, vio que Peabody tenía el equipo de campo en una mano y el brazo del niño agarrado con la otra. Roarke pensó que había sido sabia por haberlo retenido. Por la expresión de su cara sería improbable poder retenerlo ahora que él tenía cuatro créditos en su bolsillo. Al menos sería improbable para un policía uniformado.
Se obligó a bloquear en su mente la escena que él acababa de abandonar y concentrarse en esto.
- Tiene las manos llenas aquí, Peabody.
- Sí -ella soltó un resoplido agobiado que agitó su recto flequillo.
- El SPM no es conocido por moverse rápido -ella echó un vistazo al edificio, ansiosa. Si Eve había pedido el equipo de campo, significaba que había una escena para preservar e investigar. Y ella estaba pegada cuidando a un niño-. Supongo que es desaconsejable llevar al menor nuevamente adentro, por lo tanto, si no le importa llevarle a la teniente su equipo…
- Yo me ocuparé del muchacho, Peabody.
Sus ojos simplemente se encendieron con gratitud.
- Me parece perfecto -con más prisa que tacto, ella se lo entregó-. No lo pierda -le advirtió y se apuró a entrar.
Roarke y el muchacho se miraron el uno al otro con midiéndose fríamente. -Soy más rápido -dijo Roarke, leyéndole fácilmente la intención-. Y tengo más experiencia. -Agachándose, Roarke acarició al gatito detrás de las orejas-. ¿Cómo se llama?
- Tontín.
Roarke sintió que una sonrisa asomaba a sus labios.
- No el más brillante de los Siete Enanos, pero el más puro de corazón. ¿Y cuál es el tuyo?
El muchacho estudió a Roarke cautelosamente. La mayor parte de los adultos en su vida sólo conocían a Blancanieves como un polvo euforizante ilegal.
- Kevin -le dijo y se relajó un poco mientras Tontín ronroneaba duro y fuerte bajo los largos dedos acariciantes del hombre.
- Encantado de conocerte, Kevin. Yo soy Roarke.
La oferta de la mano extendida del hombre hizo que Kevin riera tontamente de inmediato.
- Cho gusto.
El tonto y encantador sonido de la risa rápida del niño aligeró su corazón.
- ¿Piensas que Tontín está hambriento?
- Tal vez.
- Hay un puesto bajando la manzana. Vamos a comprobarlo.
- Le gustan las salchichas de soja. -Kevin comenzó a saltar al lado de Roarke, sin poder creer su nueva buena fortuna. La contusión nueva era un oscuro y feo contraste bajo los pálidos ojos grises.
- La única elección posible para un paladar exigente.
- Usted habla fino.
- Es un buen modo de hacerle creer a la gente que lo que se está diciendo es algo mucho más importante que uno.
Él sostuvo la mano del muchacho suavemente, luego la soltó cuando el humo del puesto de comida se alzó en el aire. Kevin corrió felizmente adelantándose, parándose en puntas de pie cuando alcanzó el puesto donde las salchichas de soja y rollos de picadillo de pavo estaban que reventaban con el calor.
- ¿No te dije que no vinieras por aquí? -La operadora comenzó a empujar a Kevin para alejarlo, gruñendo cuando el muchacho bailó expertamente fuera de alcance-. No tengo ningún regalo para sucios muchachitos -ella levantó un tenedor de dos dientes muy usado, golpeándolo con él-. Sigue fastidiándome y cortaré en pedazos ese feo gato feo y freiré su hígado.
- Tengo dinero -Kevin agarró su gatito fuertemente, pero se mantuvo firme. Su estómago estaba retumbando de apuro y hambre.
- Sí, sí, y yo cago zurullos de oro. Vete a pedir a otra parte, o te pondré morado tu otro ojo.
Roarke se acercó, puso una mano sobre el hombro de Kevin e hizo retroceder a la operadora con una fría mirada.
- ¿No puedes decidir lo que te gustaría, Kevin?
- Ella dijo que va a freír el hígado de Tontín.
- Sólo estaba bromeando con el muchacho -la operadora sonrió abiertamente, luciendo unos dientes que gritaban su aborrecimiento por la higiene dental básica-Siempre he tenido una broma y unos bocados para los niños del barrio.
- Usted es una verdadera hada madrina, me imagino. Envuelva media docena de salchichas de soja, tres paladas de papas fritas, un par de pinchos de fruta, una bolsa de pretzels, dos tubos gigantes de… Qué es lo que bebes, Kevin?
- Gaseosa Suprema de naranja -consiguió decir Kevin, sin habla por el banquete que le esperaba.
- Dos, entonces, y un puñado de barras de chocolate.
- Sí, señor, enseguida -furiosa, la operadora se puso a trabajar, mientras Kevin miraba a Roarke con ojos inmensos y boquiabiertos.
- ¿Quieres algo más? -preguntó Roarke mientras buscaba en su bolsillo por créditos sueltos.
Kevin sólo sacudió su cabeza. Nunca había visto tanta comida en una sola caja antes. Tontín, inspirado por los olores, soltó un aullido salvaje.
- Mira -Roarke sacó una de las salchichas de soja, dándosela a Kevin-, toma esto. Vuelve al coche de la teniente… y espérame.
- Bien.
Kevin dio la vuelta, dio tres pasos, entonces, volvió, hizo algo lo bastante infantil para calentar el corazón de Roarke. Él le sacó la lengua a la vendedora y se fue a la carrera.
Roarke levantó la caja de alimento, ignorando la charla untuosa de la operadora. Tiró los créditos en la tabla de pago, luego miró fijamente el humo.
- Estoy con ganas de lastimar a alguien… con demasiadas ganas, que es por lo que usted todavía está de pie. Pero si usted alguna vez pone las manos sobre ese muchacho, me enteraré de eso. Y no será el hígado de un gato lo que terminará sobre la parrilla. ¿Entendido?
- Sí, señor. Absolutamente. Sí -sus dedos ya estaban agarrando los créditos, pero sus ojos se quedaron con cautela sobre Roarke-. No sabía que el niño tenía un papá. Pensé que era sólo otro mocoso de la calle. Son peores que las ratas por aquí. Hurgando en la basura, complicando la vida de la gente decente.
- Pongámoslo de este modo -Roarke sujetó con una mano la muñeca de la mujer. Le tomó todo su control para no ceder ante el impulso de romperla como una ramita seca-. Debería tomarme aproximadamente treinta segundos llegar dónde el muchacho está esperando. Cuando llegue allí, voy a girar. No quiero verla aquí.
- Esta es mi esquina.
- Le aconsejo que encuentre otra -Roarke la liberó y levantó la caja. No había dado más de dos pasos cuando oyó el sonido metálico del carro siendo movido. Esa fue una pequeña satisfacción. Una más grande fue ver a Kevin sentado sobre el capó de la unidad de Eve, el gato al lado de él, y ambos devorando media salchicha de soja.
Roarke se reunió con ellos, puso la caja entre él y el muchacho.
- Ataca.
La mano de Kevin se lanzó hacia la caja, luego la retiró de golpe, cauteloso, como pensando que pudiera ser un truco.
- ¿Puedo tomar algo?
- Todo lo que pueda aguantar tu estómago -Roarke sacó unas papas fritas para él y notó que el carro se había ido.
- ¿Ella es siempre tan desagradable?
- Uh-huh. Los chicos grandes la llaman Perra Soplona por que siempre está llamando al androide golpeador para ellos. Ella guarda un arma en su carro, también. Estaba asustada de usted, sin embargo, y usted ni siquiera intentó robar algo.
Roarke tomó otra papa frita, sólo levantando una ceja mientras miraba a Kevin arrasar el chocolate. La vida, pensó, era demasiado incierta para arriesgarse a dejar lo mejor para el último.
- Cuéntame sobre el hombre que te pidió esperar a la teniente Dallas.
- Él era sólo un tipo -Kevin desenterró otra salchicha de soja, partiéndola en dos. El muchacho y el gato comieron con la misma concentración feroz y carencia de delicadeza. Entonces Kevin se congeló cuando dos móviles policiales doblaron la esquina, con las sirenas sonando. Detrás de ellos iba una camioneta de escena de crimen del DPSNY.
- Ellos no te molestarán -dijo Roarke tranquilamente.
- ¿Usted es un poli, también?
La enorme, visceral risa de Roarke hizo que Kevin que sonriera inciertamente. Le habría gustado haber resbalado su mano en la de Roarke otra vez mientras los policías aparecían, pero tuvo miedo que pensaran que era un mariquita. Se contentó con acercarse rápidamente un poco, y pensó fugazmente, que el hombre olía bien, casi tan bien como la comida.
- Necesitaba esto -suspirando profundamente, Roarke agitó el pelo del muchacho-. Una buena risa después una miserable mañana. Lo que yo soy, Kevin, es un mocoso de la calle crecido. Toma, bebe un poco de esto para que te baje eso antes de que te ahogues.
- …tá bien -tomando el tubo, Kevin aspiró la burbujeante naranja. -El tipo, él hablaba como usted.
- ¿Cómo?
- Usted sabe, como cantando. El modo en que las palabras suben y bajan -trituró un puñado de papas fritas en su boca.
- Puedes sacar al muchacho de Irlanda -murmuró Roarke-. ¿Cómo era él?
- No sé. Bastante alto, me parece.
- ¿Joven, viejo?
La respuesta de Kevin fue un gruñido y un encogimiento de hombros, seguido de un feliz eructo.
- Él debía tener calor.
- ¿Por qué es eso?
- Tenía un gran abrigo largo, y un sombrero, y una cosa de bufanda y guantes. Él olía realmente sudoroso -Kevin se apretó la nariz, puso los ojos en blanco y entonces, riendo tontamente, buscó más comida.
- Cierra tus ojos -le pidió Roarke y casi sonrió por la velocidad con la que Kevin accedió-. ¿Qué tipo de zapatos estoy usando? No espíes.
- Negros. Son brillantes y apenas hacen ruido cuando usted camina.
- Bien. ¿Qué clase de zapatos usaba él?
- Negros también, con un toque de rojo. Altos, como los niños grandes quieren todo el tiempo. Se usan para dar una paliza a alguien. Son los mejores cuando quieren golpear a alguien.
- Bien. ¿De qué color son mis ojos?
- Son azules, realmente azules. Como en un cuadro.
- ¿De qué color eran los suyos?
- Yo… verdes, yo creo. Un tipo de verde, pero no como Tontín. Tal vez eran verdes, pero eran malos. No malos como eran los suyos cuando hablaba con la Perra Soplona. Los de él daban miedo. Eso es peor, porque esos ojos son de los que te pegan más cuando uno está asustado.
- Y lo hicieron -murmuró Roarke y pasó un brazo alrededor de los hombros de Kevin-. Eso estuvo bien hecho. La teniente Dallas diría que tu harías un buen policía.
Kevin eructó otra vez, sacudió su cabeza.
- Un trabajo de mierda.
- A menudo -estuvo de acuerdo Roarke-. ¿Quién te puso negro el ojo, Kevin?
Él sintió al muchacho retirarse, sólo unos centímetros.
- Me golpeé contra algo.
- Yo a menudo tenía ese problema cuando era de tu edad. ¿Tu madre estará buscándote?
- Nah. Ella trabaja hasta tarde, así que duerme la mayor parte del día. Se cabrea si estoy alrededor cuando duerme.
Con cuidado, Roarke tomó la barbilla del muchacho en su mano hasta que sus ojos se encontraron. Él no había salvado a Jennie, pensó, y tendría que vivir con eso. Pero había niños perdidos por todas partes.
- ¿Tu quieres quedarte aquí, quedarte con ella?
A Kevin, la cara del hombre le pareció la de un ángel. Él había visto uno en la pantalla una vez cuando se escurrió en una video-guarida.
- No tengo ningún otro lugar.
- Eso no es que te estoy preguntando -dijo Roarke tranquilamente-. ¿Quieres quedarte aquí con ella, o quieres ir con los del SPM?
Kevin tragó con fuerza.
- Los del SPM te encierran, después te venden.
- No, ellos no lo hacen -pero parecía que lo hacían, Roarke lo sabía. Como niño él había escogido los puños de su por padre sobre el sistema-. ¿Te gustaría ir a otra parte totalmente distinta?
- ¿Puedo ir con usted? Puedo trabajar para usted.
- Un día, tal vez -Roarke pasó una mano sobre el pelo del muchacho-. Conozco algunas personas que te podrían gustar. Si es lo que quieres yo puedo ver que te quedes con ellos. Puedes tomarte algún tiempo para decidir sobre lo uno o lo otro.
- Tontín tiene que ir, también -Kevin dejaría a su madre con sus ojos infelices y bofetadas rápidas, pero no dejaría al gato.
- Desde luego.
Kevin se mordió el labio, giró su cabeza para alzar la vista hacia el edificio.
- ¿No tengo que volver allí?
- No -no mientras el dinero comprara libertad y opciones-. No tienes que volver.
Cuando Eve salió a la calle ella quedó sorprendida, y un poco molesta, al ver que Roarke y el muchacho estaban todavía allí. Estaban a unos metros más allá en la calle, hablando con una mujer. Por el traje azul marino, el arma aturdidora a un lado y el gesto agrio, Eve la identificó como la trabajadora social para esta sección de la ciudad.
¿Por qué demonios no se había llevado al muchacho? Se preguntó Eve. Ella hubiese querido que el niño y Roarke se hubieran ido antes de que el cuerpo fuera sacado y transferido a la morgue.
- Toda la evidencia recogida está guardada, Dallas -Peabody se acercó a su lado- Están sacando a la víctima ahora.
- Entra y diles que la retengan durante cinco minutos.
Eve comenzó a ir hacia ellos, aliviada cuando vio a la trabajadora social irse con el muchacho. Para su sorpresa el niño se dio vuelta, le lanzó una sonrisa matadora a Roarke, y le dijo adiós.
- El SPM se tomó su tiempo, como siempre.
- Los niños abandonados son abundantes… y no más que un trabajo para algunos -él giró y la desconcertó besándola largo y profundo-. Y algunos encuentran su camino solos.
- Estoy trabajando aquí -refunfuñó ella, echando una rápida mirada sobre su hombro para ver si habían sido observados-. Deberías coger un taxi, e ir a casa. Iré allí enseguida, pero tengo algunas cosas…
- Esperaré.
- Vete a casa, Roarke.
- Ella ya está muerta, Eve. No será Jennie la que ellos bajen en una bolsa, sólo el cuerpo que una vez la contuvo.
- Bien, sé testarudo -ella sacó su comunicador-. Ya pueden sacarla -de todos modos ella hizo todo lo posible por distraerlo-. Dime, ¿sobre qué estabas hablando con la trabajadora social?
- Yo tenía algunas… sugerencias para facilitar la adopción de Kevin.
- ¿Oh?
- Pensé que Richard DeBlass y Elizabeth Barrister lo tratarían bien -. Él vio unirse las cejas de Eve. -Ha pasado casi un año desde que su hija fue asesinada, desde que tuvieron que tratar con el cáncer que había desgastado a su familia. Elizabeth me mencionó que ella y Richard estaban pensando en la adopción.
Había sido durante el caso DeBlass que Eve y Roarke se habían conocido. Ella pensó en eso ahora… pérdidas y ganancias.
- Ciclos de vida, supongo.
Roarke vio el equipo de la morgue desenrollar la bolsa con el cuerpo.
- ¿Qué opción tiene? El muchacho necesita un lugar. Su madre lo golpea… cuando está con él. Él tiene siete… al menos él piensa que los tiene. No sabe cuando nació.
- ¿Cuánto estás… donando al SPM? -preguntó Eve secamente y lo hizo sonreír.
- Suficiente para asegurar que el muchacho consiga su oportunidad -él tocó el pelo de Eve-. Hay demasiados niños que terminan tirados en callejones, Eve. Tenemos experiencia personal en eso.
- Estás involucrado, es tu corazón el que vas a conseguir romper -pero ella suspiró-. De nada sirve hablarte, cuando ya te has decidido. Él tenía una gran sonrisa -agregó ella.
- La tenía.
- Tendré que interrogarlo. Ya que vas a ver que sea enviado a Virginia, más vale que lo ponga primero en mi lista.
- Creo que no lo necesitarás. Él me dijo todo lo que sabía.
- ¿Él te dijo? -su boca se volvió severa, sus ojos ardientes y duros. Su mirada de policía, pensó Roarke… y sintió un sorprendente sacudón de pura lujuria-. ¿Lo has interrogado? Maldición, ¿lo has interrogado sobre un caso abierto? ¿A un menor, sin permiso paterno o un representante del SPM presente? ¿En qué estabas pensando?
- En un niño… y en una muchacha que una vez amé.
Eve siseó soltando el aliento e intentó deshacerse de lo peor de la cólera. Después de caminar arriba y abajo dos veces la acera, se sintió más controlada.
- Sabes malditamente bien que no puedo usar nada de lo que obtuviste. Y si el niño abre su boca sobre haber hablado contigo, estaremos hundidos en mierda hasta la cadera. El investigador principal está casado contigo, el sospechoso principal es tu empleado y tiene tu amistad y lealtad. Cualquier cosa que consiguieras del niño está corrompida.
- Y bien, consciente que tendrías precisamente esa opinión, tuve la precaución de registrar toda la conversación -sacó de su bolsillo una micro-grabadora-. Estás invitada a tomar esto como evidencia, y tú misma has sido testigo que no he tenido tiempo u oportunidad de adulterarla.
- Has grabado tu conversación, con un menor, sobre un caso abierto de homicidio -ella levantó sus manos-. Es el colmo.
- De nada -replicó él-. Aunque estés poco dispuesta a tomarla como evidencia, no tengo dudas que podrías dar un rodeo legal; no creo que seas tan obstinada como para ignorarla.
Furiosa, ella arrebató la grabadora de su mano y la tiró en su bolsillo.
- En la primera oportunidad que tenga, en serio, en la primera, iré al centro de la ciudad y me entrometeré en una de tus reuniones de junta directiva.
- Para ti, querida Eve, mi puerta está siempre abierta.
- Ya veremos si dices eso con una sonrisa cuando joda una de tus fusiones de billones de dólares.
- Si puedo mirar, lo merecería -todavía sonriendo, él tomó algo más de su bolsillo y se lo ofreció-. Toma te guardé una barra de chocolate, lo cual no fue, dadas las circunstancias, una tarea fácil.
Ella ello miró con el ceño fruncido.
- ¿Piensas que puedes sobornarme con un dulce?
- Conozco tus debilidades.
Ella lo tomó, dio un tirón a la envoltura, y la mordió.
- Todavía estoy enojada contigo.
- Estoy devastado.
- Oh, cállate. Te llevo a casa -dijo ella después del siguiente mordisco-. Y no te metas en mi camino mientras hablo con Summerset.
- Si escucharas la grabación, verías que el hombre que Kevin describió no era Summerset.
- Gracias por tu acotación, pero apenas podré salir del paso en este punto. Mis posibilidades de conseguir que el comandante tome la palabra de un niño de siete años, que sin duda tenía aliento a chocolate, como una fuerte evidencia, es sólo ligeramente menos probable que yo bailando desnuda en Times Square.
Ella comenzó a andar a zancadas.
- Si Times Square te intimida -comenzó Roarke-, quizás podrías practicar bailar desnuda en casa.
- Oh, muérdeme.
- Querida, me encantaría, pero estás de servicio.
- Métete en el maldito coche -ella irguió un pulgar hacia Peabody, quien hacía su mejor esfuerzo en fingir que era sorda y ciega.
- Por favor, Eve, estas demostraciones públicas de afecto deben parar. Tengo una reputación.
- Continúa, as, y te daré una demostración pública de afecto que te tendrá cojeando durante una semana.
- Ahora estoy excitado -sonriendo, Roarke abrió la puerta delantera del acompañante, haciéndole un gesto a Peabody.
- Ah, ¿por qué no me siento atrás? -donde es más seguro, pensó ella.
- Oh, no, insisto. Ella probablemente no te hará daño -murmuró él en el oído de Peabody mientras ella lo esquivaba pasando delante de él.
- Gracias. Muchas gracias.
- Sólo agradece que no te encierro -escupió Eve cuando Roarke se instaló en el asiento trasero.
- Lo estoy. Constantemente.
- ¿Eso era una risita, Peabody? -demandó Eve mientras se alejaba del bordillo.
- No, señor. Es, ah, alergia. Soy alérgica a las discusiones matrimoniales.
- Esta no es una discusión matrimonial. Te avisaré cuando tenga una discusión matrimonial. Toma -alargó la última barra de chocolate hacia Peabody-. Come esto y mantente callada.
- Claro.
Todavía encendidos, los ojos de Eve encontraron los de Roarke en el espejo retrovisor.
- Y tú mejor ruega que Summerset tenga una coartada para esta mañana.
Él no la tenía, y todo lo que Eve pudo hacer fue tirarse del pelo.
- ¿Qué quiere decir con que salió?
- Me levanté a las cinco a.m., como siempre, y salí para mi paseo matinal. Como era día de mercado, volví, tomé uno de los vehículos, y conduje hasta el mercado de free-agers por productos frescos.
Eve se sentó en el brazo de una silla en el salón principal.
- ¿No le dije que no dejara la casa, y que no fuera a ninguna parte solo?
- No tengo el hábito de aceptar ordenes sobre mi rutina personal, teniente.
- Su rutina personal va a incluir duchas grupales, en las cuales hasta su huesudo culo conseguirá mucha atención si no comienza a escucharme.
Los músculos de su mandíbula temblaron.
- No aprecio su crudeza.
- Y yo no aprecio su tozudez, pero ambos estamos pegados. Esta mañana, aproximadamente a las nueve de la mañana, el cuerpo de Jennie O'Leary fue descubierto, ahorcado, en un sitio en la Cuarenta y tres Oeste.
El color, que por la furia, había subido a las mejillas de Summerset, lo abandonó. Extendió la mano a ciegas en busca de apoyo, cuando sus rodillas se doblaron. A través del zumbido en su cabeza, pensó que oía a alguien maldecir fieramente. Entonces fue empujado a una silla y un vaso fue presionado sobre sus labios.
- Vamos, beba -ordenó Eve, completamente agitada-. Tráguelo y contrólese, porque si se desmaya sobre mí, le dejo donde se caiga.
Esto tuvo el efecto, como ella había esperado, de hacerlo reaccionar.
- Estoy perfectamente bien. Simplemente me sobresalté un momento.
- Usted la conocía.
- Por supuesto que la conocía. Ella y Roarke fueron pareja un tiempo.
- Y ahora ella está muerta -la voz de Eve era seca, pero su corazón se tranquilizó mientras ella exploraba la cara de Summerset y juzgó que ya se había recompuesto-. Más le vale ser capaz de recordar cada paso, dónde estuvo, qué hizo, a quién vio, con quién habló, cuántas malditas manzanas compró. Ahora mismo, soy el mejor amigo que usted tiene en el mundo.
- Si así es la cosa, teniente, creo que me gustaría llamar a mi abogado.
- Bien, genial, haga eso. ¿Por qué no joderlo de todas las maneras posibles? -Se dio vuelta para caminar a trancos alrededor del cuarto-. Escúcheme. Me estoy arriesgando en esto porque usted le importa. La evidencia contra usted es sólo circunstancial, pero se está apilando. Habrá presión de los medios de comunicación, que se traduce en presión sobre el departamento. El fiscal de distrito va a querer que fiche a alguien, y la pila contra usted es lo suficientemente grande como para ordenar que lo lleve para interrogar. No lo suficiente para encerrarlo, no aún.
Ella hizo una pausa, frunciendo el ceño en la media distancia.
- Pero una vez que el fiscal intervenga, habrá una muy buena posibilidad de que me saquen del caso. En cualquier caso, calculo que tenemos otra semana, máximo, para resolver esto. Después de eso, usted probablemente va a tratar con otro policía.
Summerset lo consideró y asintió.
- Mejor diablo conocido.
Con un asentimiento, Eve sacó su grabadora, la puso sobre una mesa entre ellos, entonces se sentó.
- Hagámoslo, entonces.
- Compré más de quince kilos de manzanas, a propósito -él estuvo muy cerca de sonreír, haciendo parpadear a Eve por la sorpresa-. Estaremos viviendo a pastel.
- Yum -dijo ella.
Noventa minutos más tarde, Eve llevó sus discos y un tremendo dolor de cabeza hasta su oficina. Casi gimió cuando descubrió a McNab holgazaneando en su escritorio, sus pies levantados, los tobillos cruzados mostrando unos calcetines floreados.
- Siéntase en su casa, detective -para acentuar la invitación, ella le dio a sus pies un duro empujón.
- Lo siento, teniente. Sólo tomaba un pequeño descanso.
- Estoy contra la pared, McNab, lo que significa que su trasero esta justo al lado del mío. No tenemos el tiempo para pequeños descansos. ¿Dónde está Peabody?
- Usa uno de los otros cuartos en este castillo para investigar a su última víctima, y realizar otros actos oficiales. ¿Dígame, ella es realmente todo reglamento, o se le olvida un poco cuando se saca el uniforme?
Eve caminó hasta el Auto chef y pidió café, caliente y negro.
- ¿Está considerando intentar despojar a la oficial Peabody de su uniforme, McNab?
- No. No -él se levantó tan rápidamente que el cuarteto de varillas de plata en su oreja sonó melodiosamente-. No -dijo él por tercera vez-. Sólo era curiosidad. Ella no es mi tipo.
- ¿Entonces por qué no prescindimos de la charla inadecuada, y nos ponemos a trabajar?
Él puso los ojos en blanco a la espalda de Eve. Hasta donde el sabía, ambas oficiales femeninas eran muy cumplidoras del reglamento.
- El equipo que Roarke ha enviado está fuera de catálogo -comenzó-. Tomó algún tiempo para instalarlo y programarlo, pero lo tengo haciendo una búsqueda automática y siguiendo el rastro de lo que entró esta mañana. Ah, casi lo olvido, tuvo un par de transmisiones que llegaron mientras estaba afuera.
Servicialmente, él apretó el botón de repetir llamada.
- Nadine Furst, quiere una reunión lo antes posible. Y Mavis, no dio ningún apellido; dice que vendrá esta noche.
- Bueno, gracias por tomar tal interés en mis comunicaciones personales.
Él dejó pasar el sarcasmo.
- Ningún problema. Entonces ¿esa Mavis, es amiga suya, huh?
- Y cohabita con un tipo que podría romperlo en pedazos muy pequeños con una mano.
- Bueno, tache eso. Entonces, tal vez yo podría conseguir algo de almuerzo mientras espero… -se interrumpió cuando la unidad de rastreo comenzó a enviar altos pitidos-. Genial -casi saltó detrás del escritorio, sacudiendo su coleta sobre su hombro, y comenzó a silbar mientras la máquina escupía papel tras papel-. Bastardo inteligente, maldito astuto. Haciendo rebotar las ondas ida y vuelta al infierno y lo mismo dos veces más. Zurich, Moscú, Des Moines por Dios, Regis Seis, Estación Utopía, Birmingham. Me encanta.
Ella había visto que el mismo destello de adoración en los ojos de Feeney y lo había entendido como un efecto de estar trabajando en la DDE.
- No me preocupa dónde lo hace rebotar, McNab. ¿De dónde salió eso?
- Está llegando, está llegando. Incluso la tecnología necesita una mano paciente. Nueva York. Proviene de Nueva York. Usted lo dijo, teniente.
- Depúrelo. Consígame una dirección.
- Estoy trabajando en ello -Él agitó sus manos detrás de él, donde Eve rondaba-. Déme un poco de espacio, aunque me gustaría mencionar que usted huele fabuloso. Origen de transmisión rastreada Ciudad de Nueva York, encuentre la zona.
Rastreando… tiempo estimado para completar, ocho minutos, quince segundos.
- Comience. Yo podría comer una hamburguesa. ¿Tiene alguna?
Eve luchó para encontrar la paciencia.
- ¿Cómo la quiere?
- Poco hecha. Una rebanada de provolone y mucha mostaza… un rollo de semilla de amapola, una ensalada de pasta, y una taza de ese pecaminoso café.
Eve inspiró y soltó el aliento.
- ¿Qué? -dijo dulcemente-. ¿Nada de postre?
- Ahora que lo menciona, qué le parece…
- Teniente -Peabody entró apresurada en el cuarto-, tengo los datos sobre la última víctima.
- En la cocina, Peabody, tengo que prepararle al detective su almuerzo.
La mirada asesina de Peabody apuntada a McNab fue contestada con una burlona sonrisa atrevida.
- ¿Cuánto falta para que Feeney regrese? -quiso saber Peabody.
- Ciento dos horas y veintitrés minutos. ¿Pero quién cuenta el tiempo? -Eve programó al Auto chef con la elección de McNab-. ¿Qué has conseguido?
- La víctima partió del aeropuerto de Shannon ayer en un transporte a las cuatro de la tarde. Arribó al anexo Kennedy-Europa a la una de la tarde hora del Este. Se registró en el Palace aproximadamente a las dos, en una habitación pagada por adelantado. Todo fue reservado y pagado por Industrias Roarke.
- Mierda.
- A las cuatro, la víctima abandonó el hotel. No he sido capaz de rastrear la empresa de taxis que la recogió. Conseguí el nombre del conserje que estaba de turno. Estará en su puesto en aproximadamente una hora. La víctima dejó la llave de su cuarto en la conserjería. Nunca la volvió a recoger.
- Haz bloquear su cuarto… que nadie entre. Consigue un uniformado para que nos espere ahí hasta que lleguemos.
- Ya está hecho.
Eve sacó el almuerzo de McNab.
- Consíguete algo para comer. Va a ser un largo día.
Peabody olió la hamburguesa.
- Tal vez McNab tiene gusto para algo. Tomaré uno de esos. ¿Quiere algo?
- Más tarde -Eve volvió a la oficina, dejó caer el plato sobre el escritorio.
- Progreso.
- Tenemos la zona ubicada, está buscando el sector. Nos acercamos -él levantó la hamburguesa con una mano y la mordió con apetito-. Dios nos ama -dijo con la boca llena-. De una vaca verdadera o soy francés. Es la leche. ¿Quiere un mordisco?
- Paso. ¿McNab, no le pesan todos esos pendientes en el lóbulo? Si continúa añadiéndolos, va a comenzar a andar inclinado.
- Estar a la moda exige un pesado precio. Aquí viene. Zona cinco, sí, sí, sector A-B -con una mano tachonada con anillos él empujó su plato alejándolo del mapa que había extendido sobre el escritorio-. Esto nos pone… -sus dedos flexibles se arrastraron sobre el mapa- más o menos aquí. Aquí -dijo, levantando su mirada hacia a Eve- exactamente donde estoy sentado comiendo esta realmente notable hamburguesa de vaca.
- Eso es un error.
- Lo controlaré otra vez, pero esto me dice que la transmisión se origina en esta casa, o en el terreno. Este lugar ocupa todo este sector.
- Contrólelo otra vez -pidió ella y se dio vuelta.
- Sí, señor.
- ¿McNab, cuál es la probabilidad de error de esta unidad?
Él jugueteó con la cinta roja que usaba como corbata.
- Menos del uno por ciento.
Ella presionó sus labios y se volvió.
- Quiero saber si puede enterrar esto por un rato. No quiero un informe entrando a Central con estos datos hasta que yo pueda… hasta que yo siga otra vía de investigación. ¿Puede hacerlo?
Mirándola, McNab volvió a sentarse.
- Usted es el investigador principal, Dallas. Imagino que es su decisión. Esta clase de datos son delicados, se pierden muy fácilmente. Toma algún tiempo para descubrirlos otra vez.
- Se lo agradezco.
- Yo agradezco la hamburguesa. Volveré sobre los pasos, veré si salta algo más. Feeney dice que usted es la mejor, y él debe saber. Usted cree que hay algo mal, tal vez lo haya. Y si hay algo, soy lo bastante bueno para encontrarlo.
- Cuento con eso. ¿Peabody?
- Acá estoy, señor -Trayendo un plato, Peabody empezó a comer.
- Ponlo en una bolsa si tienes hambre y vámonos. Estamos atrasadas.
- Sólo déme un… -pero como le estaba hablando a la espalda de Eve, Peabody dejó caer el plato delante de McNab-. Disfrútalo.
- Lo haré. Nos vemos, Cuerpazo -Él movió aparatosamente las cejas cuando ella giró y lo miró airadamente. Y soltó un pequeño suspiro cuando ella se marchó-. Seguramente está esculpida -murmuró, luego se arremangó y regresó a trabajar.