Capítulo Quince

Eve podía oír el murmullo bajo de las noticias internacionales desde la pantalla del salón cuando despertó. Su reloj biológico era una masa de confusión. Calculó que todavía era medianoche según su sistema, y un amanecer agradable, lluvioso donde estaba su cuerpo.

No pensó que Roarke hubiera dormido mucho tiempo, admitía que él necesitaba menos sueño que cualquier persona que hubiera conocido. No había estado hablador cuando regresaron de La Puerca Penny la noche anterior, pero había estado… hambriento.

Había hecho el amor como un hombre desesperado por encontrar algo, o perderlo, y ella había tenido poca elección, excepto agarrarse y sumarse a la cabalgada.

Él ya estaba levantado y trabajando, imaginó. Mirando las noticias, los informes de las acciones, haciendo llamadas, apretando botones. Decidió que era mejor dejarlo hasta que su mente se aclarara.

Observó indecisa la ducha del cuarto de baño. Era un espacio con tres paredes de azulejo blanco que dejaba el trasero del usuario hacia la habitación. Buscó todo lo que pudo, pero no encontró ningún mecanismo que la cubriera y protegiera su intimidad.

Era de cerca de dos metros de largo, con el dispersor

[15] angulado hacia abajo para empapar o rociar. Se decidió por la aspersión, caliente, y luchó para no hacer caso de la abertura detrás de ella cuando se enjabonó y enjuagó.

Brian había sido de poca ayuda, reflexionó, aunque había prometido averiguar discretamente, y tratar de recopilar cualquier información sobre las familias de los hombres que habían matado a Marlena. A algunos de ellos los conocía personalmente, y se había reído de la idea de que cualquiera pudiese tener la habilidad, el cerebro o el nervio para planear una serie de asesinatos en Nueva York.

Eve prefirió mirar antecedentes penales y solicitar la opinión de un colega profesional. Todo lo que tenía que hacer era empujar a Roarke en una dirección diferente, de modo de tener la mañana libre para presentarse con la inspectora Farrell.

Confianda de que sólo requeriría un poco de manipulación, ordenó que se apagara el dispersor, giró para salir fuera de la ducha, luego chilló como si se hubiese quemado.

Roarke estaba de pie detrás de ella, apoyando contra la pared, las manos metidas por causalidad en sus bolsillos.

- ¿Qué demonios haces?

- Consiguiéndote una toalla. -Sonriendo, alcanzó una del estante calentador. Luego la sostuvo fuera de su alcance-. ¿Dormiste bien?

- Sí, bastante bien.

- Pedí el desayuno cuando oí correr la ducha. Irlandés completo. Te gustará.

Alejó su pelo que goteaba de sus ojos.

- Bien. ¿Vas a darme esa toalla?

- Estoy pensando en ello. ¿A qué hora es tu cita con el guarda?

Ella había comenzado a hacer un movimiento para agarrar la toalla, luego desistió, cautelosa.

- ¿Quién?

- La policía, querida Eve. Los polis de Dublín. Esta mañana, imagino. Temprano. Pero, ¿cuándo, a las nueve?

Ella cambió de posición, cruzó sus brazos sobre sus pechos, pero no ayudó.

- Nunca dije que me reuniría con alguna persona -cuando él simplemente enarcó una ceja, juró-. Los sabihondos son muy irritantes para los mortales. Dame esa maldita toalla.

- No sé todo, pero te conozco. ¿Te encontrarás con alguien en particular?

- Escucha, no puedo tener esta conversación desnuda.

- Me gusta tener conversaciones cuando estás desnuda.

- Es porque eres un hombre enfermo, Roarke. Dame esa toalla.

Él la sostuvo entre dos dedos, y sus ojos brillaron.

- Ven y tómala.

- Sólo tratas de llevarme a la cama.

Ahora su sonrisa se ensanchó y se movió hacia ella.

- No pensaba en la cama.

- Retrocede. -Levantó una mano, huyó hacia la derecha-. Te golpearé.

- Dios, adoro cuando me amenazas. Me excita.

- Te daré excitación -prometió. Acababa de juzgar sus posibilidades de pasarlo y salir por la puerta, encontrándolas aceptables, cuando él lanzó la toalla en su dirección. Cuando Eve la agarró, él la atrapó por la cintura y la aplastó contra la pared antes de que ella pudiera decidir ya sea reír o maldecir.

- No lucharé contigo aquí. -Ella sopló su pelo mojado-. Todos saben que la mayoría de los accidentes caseros que implican heridas suceden en el cuarto de baño. Es un peligro.

- Tendremos que arriesgarnos -despacio levantó las manos de Eve por sobre la cabeza de ella, mordisqueándola a lo largo de la garganta-. Estás mojada, caliente, y sabrosa.

La sangre de Eve se encendió, sus músculos se aflojaron. Qué demonios, pensó ella, tenía al menos dos horas. Giró su cabeza y tomó la boca de él con la suya.

- Estás vestido -murmuró ella. Como un relámpago se movió, cambió su peso e invirtió sus posiciones. Sus ojos rieron-. Nada más deja que lo arregle por ti.

* * * * *

El sexo salvaje en vertical era un modo bastante bueno de comenzar el día, decidió Eve, y cuando era seguido de lo que los irlandeses llamaban desayuno, era el nirvana.

Cremosos huevos revueltos, patatas fritas con cebollas, salchicha y tocino, y gruesas tajadas de pan cubiertas con mantequilla fresca, todo rematado con grandes cantidades de café.

- Um -dijo-. No pueden.

- ¿No pueden qué?

- No pueden comer así todos los días. El país entero andaría tambaleándose hasta su muerte.

Continuamente lo satisfacía verla comer, alimentar su cuerpo delgado que quemaba el combustible con nervios y energía.

- Sólo de vez en cuando. Una indulgencia de fin de semana.

- Bueno. Mmm. ¿Qué hay en esta mezcla de carne?

Roarke observó la morcilla que movía con el tenedor y sacudió su cabeza.

- Me agradecerás no decirte. Sólo disfruta.

- Bien. -Hizo una pausa para tomar aliento, y le echó un vistazo. Suspiró-. Me encontraré con la inspectora Farrell a las nueve. Adivino que debería haberte dicho.

- Me lo dices ahora -indicó y echó un vistazo a su reloj para ver la hora-. Me dará bastante tiempo para arreglar unos detalles antes de que nos vayamos.

- ¿Nosotros?-Eve bajó su tenedor antes de que se mordiera e hiciera un daño permanente. -Farrell se encontrará conmigo -conmigo- como una cortesía profesional. ¿Y sabes qué? Apuesto que no trae a su marido.

Él sacó su agenda, comprobando citas, y le echó un vistazo con una sonrisa fácil.

- ¿Fue un intento de ponerme en mi lugar?

- Entiéndelo.

- Bien, y tú entiende esto. -Tomándose su tiempo, tomó ambas tazas de café-. Puedes llevar esta investigación a tu modo. -Su mirada fija se encontró con la suya, brillando tenuemente-. Y yo puedo perseguir mis intereses en el asunto a mi manera. ¿Quieres arriesgarte a que yo lo descubra primero?

Podía ser duro, lo sabía. Y despiadado. Sin duda era inteligente.

- Tienes veinte minutos para arreglar tus detalles antes de que nos marchemos.

- Estaré listo.

* * * * *

La inspectora Katherine Farrell era una mujer llamativa. Quizás de unos cuarenta y cinco años, tenía el pelo rojo pulcramente enroscado en la nuca de un cuello largo, delgado. Sus ojos eran como el musgo verde, su piel color de la crema irlandesa. Llevaba puesto un traje militar color gris ajustado dejando a la vista sus encantadoras piernas. Ofreció tanto a Eve como a Roarke su mano y una taza de té.

- ¿Es su primer viaje a Irlanda entonces, teniente Dallas?

- Sí.

Aunque su ordenada oficina estaba equipada con un Auto chef, Farrell vertió el té de una tetera de porcelana blanca. Era uno de sus pequeños placeres. Y le dio tiempo para medir y juzgar a la poli yanqui y al hombre conocido sólo como Roarke.

- Espero que tenga tiempo para ver un poco del país mientras está aquí.

- No en este viaje.

- Lo siento. -Ella giró, con las tazas de té en la mano, una sonrisa en sus labios. Encontró a Eve menos y más de lo que había esperado. Menos frágil de lo que decidió pensar de una policía americana. Y más dura de lo que esperaba encontrar en una mujer que se había casado con un hombre con la reputación de Roarke-. Y usted es de Dublín originalmente -dijo a Roarke.

Reconoció la especulación en sus ojos, y el conocimiento. Podía no tener antecedentes penales -oficialmente- pero tenía realmente una reputación. Y las memorias eran largas.

- Crecí en las chabolas en Dublín del Sur.

- Un área difícil, aun ahora. -Se sentó, y cruzó sus espectaculares piernas-. Y usted tiene negocios, ah, empresas de las que he oído hablar, incluso aquí.

- Varias.

- Está bien para la economía. Ha traído el cuerpo de Jennie O'Leary para ser velado y sepultado.

- Sí. La velaremos esta noche.

Farrell afirmó con la cabeza, bebió delicadamente a sorbos su té.

- Tengo un primo que una vez se quedó en la pensión que ella dirigía en Wexford. Me dicen que era un lugar encantador. ¿Ha estado allí?

- No. -Él inclinó su cabeza, entendiendo la pregunta entre preguntas-. No había visto a Jennie en más de doce años.

- Pero la contactó justo antes de que fuera a Nueva York y fuese asesinada.

Eve dejó su taza con un chasquido de loza en la madera.

- Inspectora Farrell, este homicidio y los demás están bajo mi jurisdicción. Usted no tiene la autoridad para interrogar a Roarke sobre ese asunto.

Dura, pensó otra vez Farrell. Y territorial. Bien, yo también.

- Los tres muertos eran todos ciudadanos irlandeses. Tenemos un interés, uno agudo, en su investigación.

- Es bastante simple de contestar -Roarke dijo antes de Eva pudiese exaltarse otra vez-. Me puse en contacto con Jenny después de que Shawn Conroy fue asesinado. Me preocupé por su seguridad.

- ¿La suya en particular?

- La suya, y de varios otros de los había estado cerca cuando viví en Dublín.

- Dejemos algo en claro. -Eve atrajo la atención de Farrell, de nuevo hacia ella-. Recibí una transmisión, expertamente transmitida y hasta ahora no detectable, de un individuo que afirmó que su juego era la venganza sancionada por Dios, y que me había elegido para ser su opositor. Me dio una cita de la Biblia, y un acertijo, y lo siguiente que descubrí fue el cuerpo mutilado de Thomas Brennen en su residencia de Nueva York. Posteriormente supe que Roarke conocía a Thomas Brennen cuando ambos habían vivido en Dublín.

- He hablado con su viuda yo misma -interpuso Farrell-. Dijo que fue amable con ella.

Eve levantó sus cejas.

- Casi nunca damos una patada a las viudas en el depósito de cadáveres. Es malo para las relaciones públicas.

Farrell contuvo la respiración y miró dos tranvías turísticos, brillantes con su pintura verde y blanca, pasar ante su ventana.

- Punto aclarado, teniente.

- Bien. Al día siguiente recibí otra transmisión, otro juego de pistas, y encontré el cuerpo de Shawn Conroy. Esta pauta, y el hecho que el segundo asesinato ocurrió en una de las unidades de alquiler vacías de Roarke, indicaban que había una conexión con Roarke.

- Y lo siguiente fue que siguió el camino de otra transmisión y descubrió el cuerpo de Jennie O'Leary en un hotel que Roarke también posee.

- Eso es correcto. Un detective de nuestra división electrónica posteriormente siguió los saltos de la transmisión, cubriendo varios puntos, uno de los cuales al principio indicó que la transmisión se originó en nuestra casa. Sin embargo, hubo un eco que demostró que era falso. En este momento estamos analizando el eco y estamos seguros de que localizaremos con toda precisión el origen exacto.

- Y en este momento su sospechoso principal es un hombre empleado de Roarke, un hombre que también vivió en Dublín hace un tiempo. Summerset -siguió ella, sonriendo fugazmente a Roarke-. Hemos sido capaces de tener acceso a muy poca información previa de él.

- Está un poco atrasada, inspectora -dijo Eve con sequedad-. De acuerdo a una investigación ulterior y pruebas de personalidad, Summerset ya no es el principal sospechoso. Los indicios son que él fue usado para desencaminar la investigación.

- Pero la dirección de todos los puntos señala a Dublín, que es por eso qué está aquí.

- Recibí la cooperación de Roarke y Summerset. Creo que los motivos para estos crímenes tienen sus raíces en la violación/asesinato de la menor hija de Summerset, Marlena, hace casi veinte años. Ella fue secuestrada y cautiva por un grupo de hombres que amenazaron con dañarla si Roarke no estaba de acuerdo con sus demandas. Sin embargo, el acuerdo se ignoró y su cuerpo fue dejado en la puerta principal de la residencia donde Roarke, Summerset, y Marlena vivían.

- ¿Eso pasó aquí, en Dublín?

- La sangre fue y es vertida -dijo Roarke con tranquilidad- hasta en sus ordenadas calles, inspectora.

Los ojos de Farrell se endurecieron cuando se giró hacia su computadora.

- ¿Cuándo?

Roarke le dio el año, el mes, el día, y luego la hora.

- Marlena Summerset.

- No. Kolchek. Su nombre era Marlena Kolchek. -Tal como Summerset se había llamado durante aquel período, pensó Roarke; pero no existía ningún archivo de Basil Kolchek. Ya no más. Summerset había nacido sólo semanas después de la muerte de Marlena-. No todos los niños usan el apellido de su padre.

Farrell le envió una mirada reservada, luego pidió el archivo.

- Ese asunto fue investigado y declarado muerte accidental. Oficial que investigó… -Ella se detuvo, y suspiró- inspector Maguire. ¿Usted lo conocía? -preguntó a Roarke.

- Sí, lo conocía.

- Yo no lo hice, no personalmente. Pero su reputación no es algo de lo que este departamento se enorgullezca. Usted conocía a los hombres que asesinaron a esa muchacha.

- Sí. Están muertos.

- Ya veo. -Su mirada fija vaciló-. Sus nombres, por favor.

Cuando Roarke puso cada uno en una lista, Farrell abrió archivos, los exploró.

- No eran ciudadanos modelos de nuestra ciudad -murmuró-. Y ellos murieron mal. Uno podría decir… vengativamente.

- Uno podría-estuvo de acuerdo Roarke.

- Los hombres que eligen ese estilo de vida a menudo mueren mal -interpuso Eve-. Es mi parecer que debido a la conexión con el asesinato de Marlena, este asesino ha intentado vengar una o varias de sus muertes en la creencia equivocada de que Roarke era responsable. Aquellos que murieron en Nueva York también conocían a Marlena y las circunstancias verdaderas de su muerte. Summerset era su padre y mantenía una relación personal con Roarke. Lo he distraído por el momento, pero no tenemos sino otro día, o dos a lo más, antes de que mate al siguiente.

- ¿Tiene alguna idea de quién será el siguiente?

- Diecinueve años, Inspector -dijo Roarke-. Me he puesto en contacto con cada uno de los que puedo pensar podría ser un objetivo. Pero incluso eso no ayudó a Jennie.

- Puedo tener acceso a datos oficiales de las familias de estos hombres -comenzó Eve-, pero no es suficiente. Necesito una persona con ojo profesional. Necesito la opinión de un policía que los conozca, sus estilos, sus mentes. Necesito una lista factible de sospechosos.

- ¿Tiene un perfil de su hombre?

- Sí.

Farrell afirmó con la cabeza.

- Entonces pongámonos a trabajar.

* * * * *

- Criminales de carrera -comentó Farrell, golpeando ligeramente un delgado puntero negro contra su palma. Se habían movido a una sala de conferencias pequeña, sin ventanas, con un trío de pantallas de la pared. Gesticuló hacia la primera imagen-. Este Ryan, un mal tipo, lo puse en la cárcel yo misma cinco años atrás por robo a mano armada y asalto. Es vicioso, pero más un matón que un líder. Ha estado fuera por seis meses, pero dudo que siga de esa manera. No encaja con su perfil. -A través del cuarto Eve había clavado con tachuelas instantáneas en un tablero ancho, víctimas a un lado, posibles sospechosos en el otro. Tomando la palabra de Farrell, quitó a Ryan.

- O'Malley, Michael.

- Estaba encarcelado la noche que Conroy fue asesinado. -Eve miró con ceño fruncido los datos al lado de la imagen-. Conducción en estado de ebriedad.

- Tiene un problema con la botella por lo que parece. -Farrell se desplazó hacia abajo, notó las docenas de infracciones por ebriedad y desorden, conduciendo intoxicado, alterando el orden público-. Y un marido golpeador también. Un hombre encantador.

- Solía enojarse, luego golpeaba a la muchacha que cortejaba. Annie, creo que era su nombre.

- Annie Murphy. Y se casó con él y sigue siendo golpeada hasta el día de hoy. -Farrell suspiró.

- Un bicho, pero no el asesino. -Eve quitó su instantánea-. Veamos qué hay acerca del encantador número tres.

- Ahora aquí hay uno probable. He tenido tratos con Jamie Rowan, y no es estúpido. Listo, pagado de sí mismo. De la familia de su madre salió el dinero que le compró una buena educación. Le gusta la buena vida.

- Es guapo el hijo de perra -comentó Eve.

- Lo es, y bien consciente de sus encantos. Jamie es un corredor de apuestos, y cuando aquéllos que pierden no pagan bastante rápido, hace que uno de sus matones le hagan una visita. Interrogamos a nuestro muchacho aquí por cómplice de asesinato justo el año pasado. Fue uno de sus hombres quién hizo el trabajo por sus órdenes. Pero no pudimos probarlo.

- ¿Ha hecho de matón él mismo?

- No que hayamos demostrado alguna vez.

- Lo guardaremos, pero me parece demasiado frío, más un instigador. ¿Lo conocías, Roarke?

- Bastante bien, le dejé el ojo ensangrentado y le bajé algunos dientes -Roarke sonrió y encendió un cigarrillo-. Tendríamos aproximadamente doce años. Trató de timarme. No resultó.

- Esos eran los últimos tres de sus principales posibles sospechosos. Así que ahora quedamos con… ¿cuántos?

Farrell hizo contó rápidamente las instantáneas.

- Doce. Me inclino por Rowan, o el Negro Riley. El más listo del grupo.

- Entonces los pondremos arriba en la lista. Pero no es sólo cerebro -continúo Eve andando alrededor de la mesa de negociaciones-. Es temperamento, y paciencia. Y ego. Y es seguramente su religión personal.

- Las probabilidades son que sea católico si es de una de esas familias. La mayoría son practicantes, asistiendo piadosamente a misa los domingos por la mañana, después de hacer cuanto les complace el sábado por la noche.

- No sé mucho sobre religión, católica o de cualquier otra, pero una de las transmisiones que envió fue identificada como una misa de réquiem católica, y las estatuas que deja en la escena son de María, así que esa es mi pista. -Distraídamente Eve manoseó el símbolo en su bolsillo, lo sacó- Esto significa algo para él.

- Suerte -dijo Farrell-. Mala o buena. Tenemos una artista local que usa el trébol como firma en sus pinturas. -Farrell frunció el ceño cuando ella lo volvió.

- Y un símbolo cristiano. El pez. Bien, yo diría que allí tiene a un hombre que piensa como un irlandés. Rogar a Dios y esperar la suerte.

Eve guardó el símbolo en su bolsillo.

- ¿Cuánta suerte tendrá en traer a estos doce para interrogarlos?

Farrell se rió brevemente.

- Con este grupo, si no son hechos traer una vez al mes, entonces se sienten descuidados. Si gusta, podemos almorzar, y comenzaremos la reunión.

- Lo apreciaría. ¿Me dejará observar los interrogatorios?

- Observar, teniente, pero no participar.

- Bastante justo.

- No puedo estirar esto para incluir civiles -dijo a Roarke-. Usted podría encontrar la tarde más provechosa buscando a algunos de sus viejos amigos e invitándolas a una cerveza.

- Entendido. Gracias por su tiempo.

Ella tomó la mano que Roarke le ofreció, la sostuvo un momento mientras examinó sus ojos.

- Pesqué a su padre una vez cuando era una novata. Tuvo la gran excepción de ser detenido por una hembra, que fue el término más suave que usó para mí. Yo estaba verde, y logró partirme el labio antes de que lo detuviera.

Los ojos de Roarke se enfriaron y velaron. Movió su mano libre.

- Lo siento.

- Usted no estaba allí hasta donde recuerdo -dijo Farrell suavemente-. Los novatos raramente olvidan sus primeros errores, por eso lo recuerdo muy bien. Esperaba ver un poco de él en usted. Pero no lo hago. En absoluto. Buenos días, Roarke.

- Buenos días a usted, inspectora.

* * * * *

Cuando Eve regresó al hotel, el almuerzo había terminado y el horario cambiado retrasaba su mente. Encontró la suite vacía, pero había media docena de faxes cifrados que esperaban en la máquina. Añadió más café a su sistema sobrecargado mientras los revisaba.

Bostezó ampliamente, luego hizo una llamada a Peabody con el comunicador.

- Peabody.

- Dallas. Acabo de entrar. ¿Han terminado los rastreadores con la camioneta blanca encontrada abandonada en el centro de la ciudad?

- Sí, señor. Rastro incorrecto. Esa camioneta fue usada en un robo en Jersey y arrojada al canal. Todavía persigo eso placa, pero va a tomar más tiempo eliminar vehículos. El taxista era un imbécil. No sabía siquiera que sus placas habían sido robadas.

- ¿McNab hace algún progreso con el transmisor?

Peabody resopló, luego se calmó.

- Él afirma estar haciendo algún progreso, aunque expresa todo en jerga electrónica y no puedo hacerlo salir de eso. Pasó un gran tiempo con algún experto en electrónica de Roarke. Creo que están enamorados.

- Tu lado insolente está asomando, Peabody.

- Ni tanto como podría serlo. Ninguna transmisión ha llegado, así que nuestro muchacho está descansando un rato del caos. McNab se queda aquí, en tu oficina de casa, esta noche por si hay algún envío. Me quedo, también.

- ¿McNab y tú se quedan en mi oficina esta noche?

Su boca se movió peligrosamente cerca de un puchero.

- Si él se queda, me quedo. Además, la comida es superior.

- Traten de no matarse el uno al otro.

- Muestro un admirable comedimiento en esa área en particular, señor.

- Bien. ¿Se comporta Summerset cómo siempre?

- Fue a una clase de arte, luego tomó café y brandy con su amiga. Lo tenía vigilado. Todo muy digno según el informe. Regresó hace aproximadamente veinte minutos.

- Ve que él se quede ahí.

- Lo tengo cubierto. ¿Algún progreso allí?

- Eso es discutible. Tenemos una lista de sospechosos potenciales, que quedó a la mitad durante las entrevistas. Voy a echar una mirada más cerca de las seis -dijo, frotando sus ojos cansados-. Uno está en Nueva York, cuando se supone está en Boston. Los llamaré cuando llegue mañana. Deberíamos estar de vuelta antes del mediodía.

- Mantendremos encendido el fuego del hogar, teniente.

- Encuentra la maldita camioneta, Peabody. -Soltó el comunicador y se ordenó no preguntarse, o preocuparse, acerca de dónde podría estar Roarke.

* * * * *

Sabía que tenía que irse a casa. Era estúpido, infructuoso e irresistible. Las chabolas habían cambiado poco desde había sido un muchacho que tratara de salir lentamente de ellas. Los edificios fueron construidos baratos, con techos que cedían, ventanas rotas. Era raro ver una flor florecer aquí, pero unas pocas almas esperanzadas habían construido un jardín pequeñísimo en el umbral del edificio de seis apartamento donde había vivido una vez.

Pero las brillantes flores, sin embargo, no podían vencer el olor a orina y vómito. Y no podían aligerar el denso aire de desesperación.

No sabía por qué entró, pero se encontró parándose dentro del oscuro vestíbulo con sus suelos pegajosos y pintura descascarada. Y ahí estaba la escalera por donde su padre lo había derribado de una patada una vez porque no había hecho su cuota de levantar carteras.

Ah, pero la había hecho, pensó Roarke ahora. ¿Qué era una patada y unas caída comparadas a las libras que había guardado? El viejo había estado demasiado bebido, y a menudo era demasiado estúpido, para haber sospechado que el muchacho que azotaba se guardaba algo.

Roarke siempre había guardado algo. Una libra aquí, una libra allá podía ser una buena suma para un muchacho resuelto decidido a tragarse los golpes.

- Él habría estrellado su puño en mi cara de cualquier modo -murmuró y miró fijamente la escalera estropeada.

Podía oír a alguien maldecir y a alguien más que lloraba. Uno siempre oiría las maldiciones y los llantos en aquellos sitios. El olor de col hervida era fuerte y revolvió su estómago, entonces salió fuera en busca de aire otra vez.

Vio a un joven en pantalones negros apretados y a una fregona de pelo rubio mirándolo con tranquilidad. A través de la calle un par de muchachas que marcaban con tiza la acera rajada para jugar rayuela se detuvieron para mirar. Caminó, consciente de que había otros ojos que lo seguían, mirándolo detenidamente desde las ventanas y las puertas.

Un forastero con zapatos buenos era tanto curiosidad como un insulto.

El muchacho lanzó algo vil en gaélico. Roarke giró, encontró los ojos burlones del muchacho.

- Vuelvo al callejón -dijo él, usando la misma lengua, encontró que vino a sus labios más fácilmente de lo que había esperado-, si tienes en mente probar tu suerte conmigo. Estoy con ganas de golpear a alguien. Puedes ser tú como otro.

- Otros hombres han muerto en aquel callejón. Podría también hacerlo usted.

- Ven entonces. -Y Roarke sonrió-. Unos dicen que maté a mi padre allí cuando tenía la mitad de tu edad, tajeando con un cuchillo su garganta de la misma manera en que matarías a un cerdo.

El muchacho cambió su peso, y sus ojos cambiaron. El desafío burlón cambió por respeto.

- Usted es Roarke entonces.

- Lo soy. Aléjate de mí hoy y vive para ver a tus niños.

- Saldré -gritó el muchacho detrás de él-. Saldré del modo que usted hizo, y un día caminaré con zapatos finos. Maldito si volveré.

- Eso es lo que pensé -Roarke suspiró y caminó por el apestoso callejón entre los estrechos edificios.

El reciclador estaba roto. Había estado roto desde que podía recordar. Desperdicios y basura estaban esparcidos, como siempre, sobre el asfalto roto. El viento azotó su abrigo, su pelo, cuando se detuvo, mirando fijamente hacia abajo en el suelo, hacia el lugar donde su padre había sido encontrado muerto.

Él no lo había acuchillado. Ah, había soñado con matar al hombre; cada vez que había sufrido una golpiza con aquellas manos viciosas que había pensado le triturarían la espalda. Pero sólo había tenido alrededor de doce años cuando su padre había encontrado el cuchillo, y se había hecho matar.

Se había arrastrado lentamente de ese lugar, de este hoyo. Había sobrevivido, incluso había triunfado. Y ahora, quizás por primera vez, comprendió que había cambiado.

Nunca sería otra vez como el reflejo exacto de sí mismo que lo había desafiado hasta el límite. Era un hombre convertido en lo que había decidido ser. Disfrutaba la vida que había construido para sí ahora, no simplemente por su oposición a lo que había sido.

Tenía amor en su corazón, el amor apasionado por una mujer, que nunca hubiese podido arraigar si la tierra hubiera permanecido pedregosa.

Después de todos estos años descubrió que el regreso no había agitado a los fantasmas, sino que los había puesto a descansar.

- Vete a la mierda, maldito bastardo -murmuró con un tremendo alivio-. No pudiste hacerme como tú, después de todo.

Se alejó de lo que había sido, se encaminó hacia lo que era, y lo que vendría. Caminó, contento ahora, por la lluvia que comenzó a caer tan suave como lágrimas.