Capítulo Seis
Peabody sabía cuando debía mantener la boca cerrada y guardarse sus pensamientos para ella. Independientemente si lo que se había dicho dentro del cuarto de interrogatorios no había puesto a su teniente en un estado de ánimo alegre. Los ojos de la teniente se veía furiosos y meditabundos, su boca era una línea severa, y sus hombros se veían rígidos como una tabla de roble del mercado negro.
Teniendo en cuenta que Eve se había puesto al volante de un vehículo no enteramente confiable, y que Peabody iba en el asiento del copiloto, la ayudante de la teniente escogió el menor de dos males.
- Idiotas -refunfuño Eve, y Peabody se jugaría la vida a que no se refería a la corriente de turistas que cruzaban imprudentemente la calle y que habían estado a punto de ser atropellados por un maxibús.
- Confianza, y un cuerno.
Ante esto, Peabody simplemente se aclaró la garganta y frunció el ceño por el humo que ocultaba la esquina entre la Décima y la Cuarenta y Uno, donde un par de carritos ambulantes se estaban peleando por sus derechos territoriales. Peabody se estremeció cuando los operadores chocaron entre sí sus carritos. El metal chirrió contra el metal, una vez, dos veces. A la tercera vez, uno de los conductos de ventilación soltó una llamarada de fuego hacia el cielo. Los peatones se dispersaron como hormigas.
- Oops -fue el comentario de Peabody, y se resignó cuando Eve puso el freno al vehículo.
Eve se metió entre el humo, captando el olor de carne chamuscada. Los operadores estaban muy ocupados gritándose el uno al otro para notar su presencia hasta que ella le dio a uno de ellos un codazo para apartarlo y alcanzar así el extintor que colgaba en la esquina del carrito más cercano.
Había un cincuenta por ciento de posibilidades de que contuviera nada más que aire, pero la suerte estuvo de su lado. Cubrió ambos carros con la espuma, apagando el fuego y obteniendo a cambio una parrafada en furioso italiano de uno de los operadores y lo que podría ser mandarín del otro.
Ellos podrían haber unido sus fuerzas y haber saltado sobre ella, pero en ese momento Peabody apareció entre el hedor y el humo. La visión de un uniformado hizo que se conformaran con intercambiar amenazas, maldiciones y miradas iracundas entre ellos.
Peabody paseó la mirada entre la muchedumbre que se había juntado para ver el espectáculo, y frunciendo el entrecejo ordenó
- Muévanse, el espectáculo se ha acabado. Siempre he querido decir eso -murmuró hacia Eve, pero no consiguió ninguna sonrisa burlona en respuesta.
- Haga que su día sea perfecto y múltelos por provocar un riesgo público.
- Sí, señor -dijo Peabody suspirando mientras Eve volvía al coche.
Diez minutos más tarde, y en silencio, llegaron a la entrada de las Torres Luxury.
El droide que estaba de turno en la puerta sólo cabeceó con respeto cuando Eve enseñó su placa al pasar a su lado. Se dirigió directamente hacia el ascensor, permaneciendo quieta en el centro del tubo del cristal mientras les llevaba de un solo golpe hasta el duodécimo piso.
Peabody permaneció en silencio mientras Eve hacia sonar el timbre de la blanca puerta del apartamento de Audrey Morrell. Poco después ésta fue abierta por una bonita morena de suaves ojos verdes y sonrisa cautelosa.
- ¿Sí, puedo ayudarle?
- ¿Audrey Morrell?
- Sí -la mujer miró a Peabody, el uniforme, y levantó la mano hacia el hilo de piedras blancas que rodeaba su cuello-. ¿Hay algún problema?
- Nos gustaría hacerle algunas preguntas -Eve sacó su placa, manteniéndola a la vista- No nos tomará mucho tiempo.
- Desde luego. Por favor, entren.
Retrocedió, entrando en una habitación de techos altos a la que se le había dado un aspecto acogedor mediante suaves tonos pastel y dividiéndola inteligentemente en distintos ambientes. Las paredes estaban atestadas de pinturas de suaves y diluidos colores.
Mientras las llevaba hacia un grupo de tres sillas tapizadas en un tono azul, les preguntó.
- ¿Puedo ofrecerles algo? ¿Quizás café?
- No, nada.
- Bueno -con una sonrisa incierta, Audrey se sentó.
Este sería el tipo de mujer de Summerset, fue el primer pensamiento que se le pasó por la cabeza a Eve. Esa delgada y bonita mujer vestida con un clásico traje de chaqueta verde pálido. Su pelo bien arreglado en pequeños rizos.
Su edad era difícil de calcular. Su tez era cremosa y lisa, sus manos largas y delgadas, y su voz tranquila y cultivada. Alrededor de los cuarenta, conjeturó Eve, mucho dinero gastado en mantenerse en forma.
- ¿Señora. Morrell, conoce a un hombre llamado Summerset?
- Lawrence -al instante sus ojos verdes se volvieron más brillantes, y la sonrisa se hizo más amplia y más relajada-. Sí, desde luego.
- ¿Cómo lo conoció usted?
- Asiste a mis clases de acuarela. Enseño pintura los martes por la noche en la Bolsa de Cultura. Lawrence es uno de mis alumnos.
- ¿Él pinta?
- Sí, y bastante bien. Ahora mismo está trabajando en una encantadora serie de naturalezas muertas. Yo… -calló, y su mano voló de nuevo al collar de cuentas para retorcerlo con nerviosismo-. ¿Tiene problemas? ¿Se encuentra bien? Me sentí algo molesta cuando faltó a nuestra cita del sábado, pero nunca se me ocurrió que…
- ¿El sábado? ¿Tenía usted una cita con él sábado?
- Realmente, era sólo una salida -Audrey se toqueteó el pelo nerviosa-. Nosotros… bien, nosotros tenemos intereses comunes.
- ¿Su cita no era el viernes?
- El sábado por la tarde. Almuerzo y función de teatro -dijo soltando el aliento y sonriendo de nuevo-. Supongo que tengo que confesarme, ¡cómo somos las mujeres! No había salido desde hacía bastante tiempo y tenía un pequeño problema con mi aspecto. Estaba terriblemente nerviosa. Lawrence y yo nos hemos visto fuera de las clases algunas veces, pero siempre con el arte como intermediario. Ésta habría sido nuestra primera cita real. No he estado muy al tanto de la moda en los últimos tiempos, sabe usted. Soy viuda. Perdí a mi marido hace cinco años, y… bien. Me sentí hundida cuando no apareció. Aunque ya veo que debe de haber tenido una buena razón. ¿Me podría decir qué es lo que ha pasado?
- ¿Dónde estaba usted el viernes por la tarde, Sra. Morrell?
- Fui de compras para mi cita del sábado. Me tomó la mayor parte del día encontrar el vestido adecuado, los zapatos y el bolso. Después fui al salón de belleza para hacerme la manicura, y un tratamiento completo de belleza -dijo llevando de nuevo la mano a su pelo-. Unos ligeros reflejos.
- Summerset asegura que su cita era para el mediodía del viernes.
- El viernes -Audrey frunció el ceño, sacudiendo la cabeza-. Eso no puede ser. ¿Verdad? Oh, ¿quiere decir que cambié las fechas? -obviamente distraída, se levantó rápidamente y se apresuró hacia otro cuarto. Volvió unos momentos más tarde con una delgada agenda plateada. Mientras la consultaba, seguía moviendo la cabeza-. Estoy segura que dijimos el sábado. Sí, es lo que tengo aquí anotado. El sábado, doce del mediodía, almuerzo y teatro con Lawrence. Oh querido -miró de nuevo a Eve, su cara cómicamente apenada-. ¿Vino el viernes mientras yo estuve fuera? Debe haber pensado que le había dado plantón, tal y como yo… -entonces se echo reír mientras se sentaba y se cruzaba de piernas-. Qué absurdo, ambos dejando que nuestro orgullo y sentimientos se sintieran heridos sólo porque no tuvimos la suficiente sensatez como para llamarnos y verificar la cita. ¿Por qué no me dejó una nota en la puerta?
- No sé decirle.
- El orgullo otra vez, supongo. Y la timidez. Son cosas tan difíciles de manejar para dos personas tímidas. -Su risa se fue apagando lentamente cuando estudió la cara de Eve-. Aunque supongo que esto no es competencia de la policía.
- Summerset está involucrado en una investigación. Sería provechoso para nosotros si pudiéramos verificar sus movimientos en la tarde del viernes.
- Ya veo. No… la verdad es que no lo veo en absoluto -se corrigió Audrey.
- En estos momentos no puedo darle más información, señora Morrell. ¿Conocía usted a Thomas Brennen?
- No lo creo.
Pronto lo hará, pensó Eve. Después del informativo de la tarde todo el mundo conocería a Thomas Brennen y a Shawn Conroy.
- ¿Quién, además de usted, sabía de su cita con Summerset?
Los dedos de Audrey se enredaron de nuevo en su collar.
- No puedo pensar en nadie. Ambos somos más bien… personas reservadas. Supongo que se lo mencioné a mi estilista cuando concerté cita con él, ya que era para una ocasión especial.
- ¿Cuál fue el salón al que fue?
- Ah, siempre voy al Classique en Madison.
- Agradezco el tiempo que nos ha dedicado -dijo Eve mientras se levantaba.
- Es usted bienvenida, desde luego. Pero… ¿teniente, verdad?
- Sí, teniente Dallas.
- Teniente Dallas, si Lawrence esta en cualquier tipo de problema… me gustaría ayudar en todo lo que pueda. Es un hombre encantador. Todo un caballero.
- Un hombre encantador -murmuró Eve, mientras se dirigían hacia el ascensor-. Un caballero. Correcto. Al ático -ordenó cuando se vieron rodeadas por el cristal en el ascensor-. Quiero inspeccionar de nuevo la escena. Active su grabadora.
- Sí, señor. -Eficientemente, Peabody activó la mini grabadora que llevaba sobre la almidonada solapa de su uniforme.
Eve uso un código maestro para evitar el bloqueo de la policía que se había instalado en la puerta del apartamento de Brennen. El apartamento estaba débilmente iluminado, la luz exterior bloqueada por pantallas de seguridad. Entró en el lugar y ordenó que las luces se iluminaran.
- Todo empezó aquí -dijo frunciendo el ceño cuando miró hacia la mancha de sangre que se veía sobre la alfombra, las paredes, trayendo la espantosa imagen de una mano cortada a su cabeza-. ¿Por qué le dejaría Brennen entrar? ¿Quizá le conocía? ¿Y por qué el atacante le cortó la mano? A no ser que…
Ella dio algunas vueltas alrededor de la habitación, moviendo la puerta hacia atrás, y mirando en dirección al dormitorio.
- Quizá esto fue lo que pasó: El asesino usa un zumbador electrónico. Ya ha inutilizado las cámaras. No puede arriesgarse a que un aburrido guardia de seguridad eche un vistazo a los discos antes de que haya terminado el trabajo que ha venido a hacer. Ha sido muy cuidadoso. Inteligente y cuidadoso. Ha podido entrar muy fácilmente en el lugar. Ha puenteado los códigos, reventado las cerraduras. No es de los que revienta las puertas de una patada, ¿verdad?
- Le gusta ser cuidadoso -estuvo de acuerdo Peabody-. Así que no querría preguntar si podría entrar.
- Exactamente. Entonces él consigue entrar por su cuenta. Qué emoción. El juego acaba de empezar. Brennen sale, probablemente, en ese momento de la cocina. Acaba de almorzar. Está con la guardia baja, y está un poco lento por el tranquilizante. Pero creció en las calles. Uno no se olvida de eso fácilmente. Se lanza contra el intruso, pero el intruso está armado. La primera herida podría haber sido provocada simplemente por un movimiento defensivo. Imprevisto. Pero detiene a Brennen, lo detiene completamente. Hay sangre por todas partes. Muy probablemente, la sangre ha salpicado también al intruso. Tendrá que limpiar, pero ya se preocupará de eso más tarde. Ahora lo que quiere es hacer lo que vino a hacer. Arrastra a Brennen hasta el dormitorio.
Eve siguió el rastro y los charcos de sangre seca, entrando al dormitorio, los ojos penetrantes. Levantó la estatua de la virgen del tocador de Eileen, sujetándola por el extremo superior y poniéndola cabeza abajo para comprobar las notas en su base.
- Lo mismo. Lo mismo que en la escena del crimen de Conroy. Etiquételo como evidencia.
- Parece algo así como… no sé… irrespetuoso -dijo Peabody mientras introducía la imagen de mármol en la bolsa para evidencias y sellándola.
- Pienso que la Madre de Dios encontraría el asesinato a sangre fría todavía más irrespetuoso -dijo secamente Eve.
- Sí, supongo -de todos modos, Peabody empujó la bolsa con la estatua al fondo de su bolso, donde no tuviera que pensar en ello.
- Ahora, él tiene a Brennen aquí, sobre la cama. No quiere que su hombre muera desangrado. Quiere tomarse su tiempo. Tiene que parar la hemorragia. Así que cauteriza el muñón, toscamente, pero cumple su objetivo.
Eve rodeó la cama, estudiando las espantosas manchas de color herrumbre.
- Comienza a trabajar. Asegura al hombre a los postes de la cama, y va a por sus instrumentos. Es preciso. Tal vez estuviera nervioso antes, pero ahora sólo esta siendo preciso. Todo va según sus deseos. Pone a su simbólica audiencia sobre el tocador para que tenga una buena vista. Tal vez diga una plegaria ante ella.
Eve frunció el ceño, mirando sobre su hombro hacia el tocador, colocando la estatua de nuevo en su lugar mentalmente.
- Entonces él se agacha -continuó ella-, le dice a Brennen qué es lo que va a hacer con él, y el motivo. Quiere que lo sepa, quiere que Brennen se mee de miedo, quiere ser capaz de oler el miedo y el dolor. Este es el pago de una deuda, una deuda muy grande. Pasión, avaricia, poder, todos forman parte de ello, pero la venganza es la que lo guía. Ha esperado largo tiempo por este momento, y va a disfrutarlo. Cada vez que Brennen grita, cada vez que suplica, este tipo se la está cobrando. Cuando ha terminado, quiere irse volando. Pero está hecho un asco, cubierto de sangre y coágulos.
Ella se giró y caminó hacia el baño contiguo. Éste brillaba como gemas, las paredes de zafiro, las inserciones de rubíes en los azulejos, los grifos y accesorios de plata.
- Él vino preparado. Tuvo que traer algún tipo de bolso para transportar los cuchillos y la cuerda. Y ropa de recambio. Debió pensar en ello. Así que se ducha, limpiándose cuidadosamente como un jodido cirujano. También friega el cuarto de baño, cada pulgada de él. Se convierte casi en un maldito droide doméstico. Esteriliza el baño. Tiene mucho tiempo.
- No encontramos ni un solo pelo o célula de piel aquí -dijo Peabody, dándole la razón-.Fue muy cuidadoso.
Eve giró de nuevo, para volver a entrar en la habitación.
- La ropa estropeada vuelve de nuevo a su bolsa, junto con sus repugnantes instrumentos. Se viste, poniendo mucho cuidado por donde pisa. No quiere dejar manchas de sangre en sus brillantes zapatos, ¿verdad? Tal vez eche un último vistazo a su trabajo. Seguro que lo hace, querría llevarse esa imagen con él. ¿Dice otra oración? Sí, una para glorificarse. Entonces se marcha, y llama a la policía.
- Podemos repasar las grabaciones del vestíbulo, comprobar quiénes pasaron por allí con maletines o mochilas.
- Hay cinco pisos de oficinas en este edificio. Una de cada dos personas llevaría maletín. Hay cincuenta y dos tiendas. Uno de cada tres personas llevaría mochila -Eve movió los hombros para relajarlos-. Miraremos de todos modos. Summerset no hizo esto, Peabody. -Cuando su ayudante no dijo nada, Eve se giró con impaciencia-. Brennen medía alrededor de 1,75 y pesaba unos 86 kilos, la mayoría de los cuales eran puro músculo. Tal vez, sólo tal vez, un pelmazo flaco de culo huesudo como Summerset podría haber cogido a Brennen por sorpresa, pero no tiene suficiente fuerza en el brazo como para haber cortado carne y hueso de un solo golpe. Y fue de un solo golpe. Aun si él hubiera tenido suerte y logrado eso, explícame cómo pudo arrastrar ese peso muerto hasta el dormitorio, consiguiendo levantar cerca de 90 kilos de peso muerto unos 75 centímetros para subirlo encima de la cama. No es lo suficientemente fuerte. Tiene manos fuertes -murmuró, recordando como aquellos dedos habían agarrado su brazo de vez en cuando dejándolo con moretones-. Pero no tiene músculo, no en los brazos, y desde luego no creo que haga ningún otro levantamiento más que el de la bandeja del té o el de su aristocrática nariz.
En ese momento ella suspiró.
- Y tendrás que reconocer que si es lo bastante listo como para jugar con juguetitos electrónicos con nosotros, y con los discos de seguridad, lo habría hecho mejor con respecto a dejarse ver caminando por el vestíbulo del edificio de la escena del crimen. ¿Por qué no aprovechar para borrar también esos discos, ya que estaba en ello?.
- No había pensado en ello -admitió Peabody.
- Alguien esta intentando que las evidencias apunten hacia él, y que después nos lleven a Roarke.
- ¿Por qué?
Eve miró fijamente a los ojos a Peabody durante diez largos segundos.
- Vámonos de aquí.
- Dallas, no voy a ser de mucha ayuda si te empeñas en hacerme ir a ciegas.
- Lo se. Larguémonos de aquí.
- Necesito aire -dijo Eve cuando estuvieron de nuevo en la calle y el grabador de Peabody estuvo desconectado-. Y comida. ¿Alguna objeción a que nos acerquemos a Central Park?
- No.
- No pongas esa cara, Peabody -dijo Eve cuando subieron de nuevo al coche-. No te queda bien.
Condujeron en silencio, metiéndose en un hueco que había en una de las calles del aparcamiento, encontrándose entre los desnudos árboles. El viento era lo suficientemente fuerte como para que Eve tuviera que sujetarse la chaqueta mientras las hojas caídas de los árboles crujían bajo sus pies. A la primera oportunidad compraron en un carrito comida, debatiéndose entre un picadillo vegetariano o una porción de soja frita. Eve se decidió por la grasa mientras que Peabody se decantó por el sano picadillo.
- Supongo que influyen tus antecedentes free-ager -comentó Eve.
- No consideró el alimento como una cuestión religiosa -resopló Peabody, y se tragó un trozo de piña-. Aunque mi cuerpo es un templo.
Esto hizo sonreír a Eve. Ella iba a apiadarse de Peabody.
- Estoy en posesión de cierta información que, como oficial de policía, tengo el deber de comunicar a mi superior. No voy a hacerlo.
Peabody miró una rebanada de melocotón de invernadero, ensartándolo seguidamente en el palillo.
- ¿Esta información tiene relevancia para la investigación en curso?
- La tiene. Si la comparto contigo, también te verías en la obligación de informar sobre ello. Si no lo hicieras, te convertirías en cómplice del hecho. Estarías arriesgando tu insignia, tu carrera y probablemente tu libertad.
- Es mi insignia, mi carrera, mi libertad.
- Sí, lo es. -Eve se paró y giró para mirarla de frente. El viento hizo ondular el pelo ante su cara mientras estudiaba el rostro vehemente y los ojos sobrios de Peabody-. Eres una buena policía, Peabody. Estás en el buen camino para conseguir la placa de detective. Sé lo importante que eso es para ti. Sé lo que significó para mí.
Ella desvió la mirada hacia donde dos niñeras uniformadas vigilaban como jugaban en la hierba los niños a su cargo. Cerca, un corredor se detuvo en el borde del sendero para hacer unos estiramientos, sacando el spray anti-asalto de su cadera cuando vio acercarse en su dirección a un mendigo autorizado. En lo alto, un helicóptero de seguridad del parque sobrevolaba sobre éste, haciendo sonar el monótono ruido de sus aspas.
- La información de la que dispongo me afecta en forma personal. Así que he elegido. Pero a ti no te afecta.
- Con el debido respeto, teniente, sí lo hace. Si estás cuestionando mi lealtad…
- Esto no es una cuestión de lealtad, Peabody. Es acerca de la Ley, del deber, de… -soltando el aliento, se dejo caer en un banco-. Es un maldito lío.
- ¿Si compartes esta información conmigo, va esto a ayudarme para asistirte en la aprehensión del asesino de Thomas Brennen y Shawn Conroy?
- Sí.
- ¿Quieres que te dé mi palabra de que la información que me des no saldrá de nosotras dos?
- Tengo que pedírtelo, Peabody. -Eve miró como Peabody se sentaba al lado suyo-. Lo lamento, pero tengo que pedirte que violes tus obligaciones.
- Tienes mi palabra, teniente. Sin arrepentimientos.
Eve cerró con fuerza sus ojos por un momento. Algunos vínculos, comprendió, se formaban rápidamente y se mantenían con firmeza.
- Esto comenzó en Dublín -comenzó- hace casi veinte años. Su nombre era Marlena.
Eve le contó todo, de forma clara y concisa, usando lenguaje policial para hacerse entender mejor. Cuando hubo terminado de contárselo todo siguieron sentadas por un rato. En algún lugar en el interior del parque los pájaros cantaban, sus voces compitiendo con el zumbido del tráfico.
- Nunca imaginé a Summerset con una hija -dijo Peabody después un rato-. Perderla de esta manera. No hay nada peor, ¿verdad?
- Supongo que no. Aunque después viene algo peor. La venganza. Por Marlena de parte de Summerset, por Summerset de parte Roarke. Es como un traje reversible. Un trébol por un lado, la Iglesia por el otro. Un juego de azar, una misión divina.
- Si el asesino sabía que Summerset estaría en las Torres Luxury, motivo por el cual manipuló los discos en donde éste pudiera aparecer, tenía que conocer la fecha de su cita con Audrey Morrell.
- Sí. La gente nunca es tan discreta como ella piensa, Peabody. Sospecho que la mitad de la clase de la señora Morrell sabía de la cita. Así que tendremos que comprobar a todos los estudiantes de la clase de pintura -se frotó los ojos-. Necesito una lista de Roarke… de los hombres que mató. Los nombres de todos los que él considere que lo ayudaron a rastrearlos.
- ¿Qué lista quieres que controle?
La pregunta sorprendió tanto a Eve que sintió que sus ojos empezaban a picarle. Agotamiento, se dijo, tragándose las lagrimas.
- Gracias. Te debo una por esto.
- Bueno. ¿Te vas a comer esa soja?
Soltando una risa, Eve sacudió la cabeza y se la pasó.
- Sírvete.
- ¿Dallas, qué vas a decirle al comandante?
- Estoy trabajando en ello. -dijo; sintiendo que su estomago daba un vuelco, se lo frotó distraídamente-. Ahora mismo lo que tenemos que hacer es volver a la Central y darle una patada en el culo a McNab para que se dé prisa. Tendré que dar alguna información a los medios de comunicación antes de que esto explote. Necesito los informes de rastreo y del forense sobre el homicidio de Conroy, y después tengo que tener una charla con Roarke.
- Un día ocupado.
- Sí, todo lo que tengo que hacer es adecuarlo para los oídos del comandante, y será perfecto.
- ¿Por qué no voy yo a acosar a McNab y tú vas a camelar a Nadine Furst?
- Bien pensado.
No tuvo que buscar a Nadine. La reportera se encontraba en la oficina de Eve, sonriendo debido al centro de comunicaciones de Eve. Las tripas de éste se encontraban desparramadas sobre el escritorio.
- ¿Un pequeño accidente electrónico, Dallas?
- Peabody, encuentra a McNab y mátalo.
- De inmediato, teniente.
- Nadine, ¿cuántas veces te he dicho que no te metieras en mi oficina?
- Ah, docenas, supongo -todavía con la sonrisa en la boca, Nadine se sentó y cruzó sus esculturales piernas-. No sé por qué estás tan molesta. Entonces, ¿quién era Shawn Conroy y por qué fue asesinado en una de la casa de Roarke?
- No era la casa de Roarke, era una de sus propiedades, una de sus muchas propiedades -inclinó la cabeza y alzó significativamente sus cejas-. Una salvedad que estoy segura que incluirás en tu reportaje.
- Mi exclusivo reportaje -recalcó Nadine con una luminosa sonrisa-. Que incluirá una declaración del detective al cargo.
- Conseguirás tu declaración, y tu exclusiva -Eve cerró la puerta, echándole llave.
- Mmm -Nadine elevó las cejas en un perfecto arco-. Esto es demasiado fácil. ¿Qué va a costarme?
- Nada, aún. Pero lleva la cuenta. El DPSNY investiga el asesinato de Shawn Conroy, ciudadano irlandés, soltero, cuarenta y un años, de profesión camarero. Después de un chivatazo anónimo, con la ayuda de Roarke, se descubrió a la víctima en un apartamento de alquiler vacío.
- ¿Cómo fue asesinado? Oí que fue bastante desagradable.
- Los detalles del crimen todavía no están disponibles para los medios de comunicación.
- Venga ya, Dallas -Nadine se inclinó hacia delante-. Escupe.
- No. Pero la policía investiga una posible conexión entre este crimen y el asesinado, el último viernes, del magnate de la comunicación, y ciudadano irlandés, Thomas X. Brennen.
- ¿Brennen? Jesús. ¿El viernes? -Nadine se levantó de un salto-. ¿Brennen ha sido asesinado? Cristo Todopoderoso, él poseía casi todas las acciones del canal 75. Dios Santo, ¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Cuándo? ¿Dónde?
- Brennen fue asesinado en su residencia de Nueva York. La Policía está siguiendo unas pistas.
- ¿Pistas? ¿Qué pistas? Dios, lo conocía.
Los ojos de Eve se estrecharon.
- ¿De verdad?
- Sí, trate con él docenas de veces. Funciones de la emisora, caridades benéficas. Hasta me envió flores después… después de aquel asunto la primavera pasada.
- El asunto en el que casi conseguiste que te rajaran la garganta.
- Sí -dijo con brusquedad Nadine sentándose de nuevo-. Y no he olvidado quién consiguió evitarlo. Me gustaba, Dallas. Caray, tenía esposa e hijos. -Se quedó pensativa durante un momento, las manos apretadas sobre sus rodillas-. La emisora se va a revolucionar cuando esto se sepa. Qué digo, la mitad de los medios de comunicación. ¿Cómo pasó?
- Por el momento, creemos que sorprendió a un intruso.
- Tanta seguridad -murmuró-Y luego todo por un simple maldito robo.
Eve no dijo nada, agradeciendo que Nadine hubiera saltado sobre esa particular conclusión.
- ¿Una conexión? -sus ojos se agudizaron-. Shawn Conroy también era irlandés. ¿Crees que estaba implicado en el robo? ¿Se conocían?
- Estamos investigando por ese lado.
- Roarke también es irlandés.
- Sí, estoy enterada -dijo secamente Eve-. Extraoficialmente -comenzó, y esperó el asentimiento desganado de Nadine-, Roarke conocía a Shawn Conroy de Irlanda. Es posible, solamente posible, que la casa en la que Conroy fue encontrado estuviese siendo vigilada. Estaba bien amueblada, estoy segura que puedes imaginarte cuán bien. Y se suponía que los nuevos inquilinos tardarían un par de días en llegar. Hasta que podamos establecer con certeza algunos hechos, me gustaría mantener el nombre de Roarke fuera de esto, o tan fuera como sea posible.
- No debería ser muy difícil en estos momentos. Cada estación, y con seguridad la nuestra la primera, se concentrará en la historia de Brennen: retrospectivas, biografías, ese tipo de cosa. Tengo que ponerme a ello. -Se levantó de un salto-. Gracias.
Y ahora, reflexionó Eve frotándose la sien, sólo podía esperar hacer tragar al comandante los mismos faroles y tonterías con la mitad de éxito que a Nadine.
- Su informe parece escaso, teniente -comentó Whitney después de que Eve hubiera terminado de respaldar su informe escrito con uno oral.
- No tenemos mucho con lo que trabajar en esta etapa de la investigación, comandante -dijo sentándose, la expresión serena y la voz anodina, mirando a los ojos oscuros de Whitney sin un parpadeo-. McNab, de la DDE, esta trabajando sobre las distintas pistas y rastros, pero no parece tener mucho éxito. Feeney estará fuera aproximadamente una semana.
- McNab tiene un historial muy bueno en el departamento.
- Eso puede ser cierto, pero por el momento se siente perplejo. Y son sus palabras, comandante. El asesino es sumamente experto en electrónica y comunicaciones. Es posible que esto sea un eslabón con Brennen.
- Eso no explicaría a Conroy.
- No, señor, pero lo haría la conexión irlandesa. Se conocieron, aunque fuera de forma informal, en Dublín hace algunos años. Puede que continuaran o renovaran la relación en Nueva York. Como usted ha visto al repasar las grabaciones enviadas por el asesino, el motivo es la venganza. El asesino los conocía, muy probablemente de Dublín. Conroy siguió viviendo en Dublín hasta hace tres años. Brennen tiene su residencial principal allí. Sería beneficioso solicitar la ayuda de Dublín para investigar ese ángulo. Estos hombres hicieron algo, o formaron parte de algo en los últimos años en Irlanda.
- Roarke tiene intereses allí también.
- Sí, señor, pero él no ha hecho ninguna transacción reciente con Conroy o Brennen. Lo he comprobado. No ha tenido ningún contacto de negocios o personal con ellos en más de una década.
- A menudo lleva tiempo que el ansia venganza se enfríe. -Él formó un ángulo con sus dedos y estudió a Eve por sobre ellos-. ¿Tiene intención de volver a interrogar a Summerset?
- He estado pensando en ello, comandante. Su coartada en el momento del asesinato de Brennen es débil, pero plausible. Audrey Morrell confirmó que tenían una cita. Es más que posible que se confundieran de día. La manera en que murieron Brennen y Conroy, bien, no encaja con Summerset. Él no es lo suficientemente fuerte como para haberlo hecho.
- No si lo hizo solo.
Eve sintió un temblor en su estómago, pero asintió.
- No, no solo. Comandante, estoy siguiendo todas las pistas. He investigado a Summerset y a todos y cada uno de los sospechosos; pero es mi opinión personal, y es muy firme, que Summerset no haría nada que pudiera dañar o implicar a Roarke de cualquier modo. Está totalmente dedicado a él, le es demasiado fiel. Y creo, comandante, que Roarke es un futuro blanco. Él es el objetivo. Por ese motivo se pusieron en contacto conmigo.
Whitney no dijo nada por un momento, mientras medía con los ojos a Eve. Los ojos de ella eran claros y directos, su voz firme. Él se imaginó que ella era totalmente inconsciente de que había juntado sus manos y que tenía los nudillos blancos de la presión que estaba haciendo con ellas.
- Estoy de acuerdo con usted. Podría preguntarle si prefiere que la saque del caso, pero supongo que estaría desperdiciando aliento.
- Sí, señor.
- Supongo que habrá entrevistado a Roarke -hizo una pausa mientras ella permanecía en silencio-. Y supongo que no habrá ningún informe oficial de la dicha entrevista. Tenga cuidado con respecto a lo de ser flexible con las reglas, Dallas. No quiero perder a uno de mis mejores oficiales.
- Comandante -Eve se levantó-. No ha terminado. Se pondrá en contacto de nuevo conmigo. Ya tengo una idea, una impresión del tipo, pero me gustaría consultar con la doctora Mira sobre su perfil cuanto antes.
- Arréglelo.
- Y tengo la intención de trabajar lo más posible desde mi casa. Mi equipo allí es… superior al que tengo en la Central de Policía.
Whitney permitió que una sonrisa irónica asomara a su amplia cara.
- Apuesto a que lo es. Voy a darle tanta rienda suelta como pueda en este caso, durante el tiempo que me sea posible. Y puedo decirle que el tiempo será corto. Si aparece otro cuerpo el tiempo se acortará más aún.
- Entonces trabajaré rápido.