CAPÍTULO X

Nada más llegar al campamento el comandante Stephen Spivey, se presentaron ante él, casi al unísono, el teniente Tyler y el biólogo Harold Bedell.

El teniente, manifestó:

—Comandante, he de comunicarte unos hechos altamente desagradables.

No le dejó seguir Harold, quien le interrumpió:

—Yo también he de decirte algo referente a ese... Tyler.

—Harold, te ruego que no me interrumpas.

—Y yo te digo que no me interrumpas a mí para dar tu amañada versión.

Stephen se quedó extrañado ante el tono de voz empleado por ambos y toda la alegría que llevaba consigo y su ansiedad en participarles el encuentro que había tenido, se esfumó.

Decidió cortar aquella iniciada discusión.

—Pero bueno... ¿Se puede saber qué pasa aquí para obsequiarme con este recibimiento?

—Pasa que el traidor de Tyler...

—¡Harold, no te permito esa palabra y te exijo que la retires inmediatamente!

—No haré tal cosa puesto que es la verdad.

De no intervenir a punto Stephen, el puño de Tyler se hubiera estrellado contra el rostro de Harold.

—¡Basta ya...! ¿Es que os habéis vuelto locos?

—Señor, Harold miente deliberadamente...

—¡No miento...! Es la verdad, Stephen. Ese teniente...

Nuevamente el comandante dio muestras de su energía, al ordenar:

—¡Silencio! ¡Tyler, retírate y luego te llamaré! Tú, Harold, quédate y cuenta lo que pasa. Estando los dos juntos jamás me voy a enterar de ello. Parecéis dos mocosos mal educados por vuestro comportamiento.

El teniente Tyler se calló. Saludó militarmente y dando media vuelta salió de la estancia un tanto molesto por la preferencia que había concedido a Harold.

Cuando Stephen quedó a solas con el biólogo, le dijo:

—Bien, ahora y con calma, cuéntame lo que pasa.

—Stephen, Tyler es un traidor; es el que suelta los monstruos.

—Oye, Harold, eso son palabras muy fuertes. ¿Te das cuenta de lo que dices?

—¡Claro que me doy cuenta! Y lo repito, es un traidor.

—Espero que para tal afirmación tendrás alguna prueba, ¿no es eso?

—Naturalmente que la tengo. Estaba en el laboratorio cuando me volví, descubriendo la presencia de dos monstruos y al teniente Tyler. Al verse descubierto me gritó que tuviera cuidado y acto seguido disparó contra ellos eliminándolos.

Stephen se le quedo mirando extrañado, como dudando de su estado mental, pero no quiso emitir ningún juicio.

Se había propuesto oír su relato pacientemente, por lo que le invitó:

—Sigue.

—Luego de pasado el susto, me preguntó qué hacían allí los monstruos. Yo comencé a sospechar. Le contesté que él lo sabría puesto que los había visto primero.

—¿Qué más?

—En la mano llevaba la cajita que me diste para analizarla, que seguramente se me cayó sin darme cuenta. ¿Y sabes lo que me contestó?

—No.

—Fíjate lo infantil de su respuesta... Que al destaparla, se le caerían dos bolitas de las que contenía y aparecieron los monstruos ¡Absurdo del todo! Es lo que le dije: ¿Cómo una cajita puede servir de guarida a bichos de semejantes proporciones? ¡Imposible...!

—¿Qué pasó luego?

—Él se enfureció al verse descubierto y me pidió que le devolviera la cajita que me había entregado para asegurarme que era la misma que tú me diste para su análisis. Discutimos, forcejeamos y luego, te aseguro que deliberadamente tiró la cajita en una cubeta de ácido que tenía en el banco del laboratorio. Fíjate, ahora me he quedado sin saber su contenido.

Las facciones de Stephen se iban endureciendo por momentos. Aquello que le estaba contando Harold resultaba de suma gravedad.

—¿Qué siguió?

—Discutimos de nuevo, me amenazó y hubiera llevado a efecto su amenaza a no ser que apareció un muchacho a buscarle, diciéndole que los encargados del laboratorio fotográfico habían desaparecido. Así que no me extrañaría que notaras algo en falta... Si es así, ya sabes quién es el causante.

Stephen inmediatamente pensó en la cinta filmada y en las ampliaciones, cinta que, en efecto, el mismo Tyler llevó al laboratorio.

—Sigue.

—No, nada más. Él se fue y yo me quedé meditando sobre lo sucedido y estoy seguro de que de no darme cuenta de la presencia de él y los monstruos, a estas horas no me hubieras encontrado.

—Bien... ¿Supongo que no habrás comentado con alguien del campamento lo sucedido?

—No, de ninguna de las maneras. Me hago cargo de lo que esto puede representar.

—Has hecho bien. Ahora vete que escucharé la versión de Tyler.

—Ándate con cuidado, Stephen, y no te dejes envolver por sus patrañas. Es un traidor.

—Queda tranquilo.

En la mente del comandante bullían los más dispares pensamientos y de ser todo aquello cierto, el teniente Tyler lo iba a pasar muy mal.

Por mediación de un enlace mandó llamar al teniente quien se presentó ante su comandante.

—Teniente, conozco ya una versión. Espero escuchar la tuya, así que empieza desde el principio y sin omitir detalles, por insignificantes que los consideres.

Tyler notó cierta tirantez en el comandante, pero se propuso pasarlo por alto y comenzó su relato:

—Pasaba cerca del laboratorio de Harold, cuando oí un grito. Me alarmó y fui a preguntarle qué pasaba y sin moverse del banco de experimentos, me contestó que no sucedía nada.

Stephen, lo mismo que hizo con Harold, iba tomando nota de lo que consideraba más relevante.

Por eso le preguntó, luego de pasar un vistazo a las notas que tenía ante él:

—¿Fue así como dices?

—Naturalmente.

—Bien. Adelante.

—Entonces reparé que en el suelo había una cajita, la cogí y maquinalmente la destapé. Como el cierre era bastante ajustado, al quitar la tapa la sacudí y seguramente saltarían dos bolitas de las muchas que contenía.

—Sigue.

—Luego me entretuve en encajar la tapa de nuevo y cuando me di cuenta, entre Harold y donde yo estaba, dos monstruos iban creciendo ostensiblemente.

Tyler, con la punta de la lengua humedeció sus resecos labios y prosiguió:

—Advertí a Harold, quien se volvió reflejando el pánico en su cara, a tiempo que me instaba a que les disparara.

—¿Lo hiciste?

—Sí y al alcanzarlos de lleno, siguieron el proceso de reducción hasta desaparecer.

—¿Qué pasó luego?

—La parte más desagradable... Le pregunté cómo estaban aquellos monstruos en el laboratorio, contestándome que yo lo sabría puesto que los había visto primero.

—¿Y...?

—Le manifesté que lo ignoraba, que la única explicación que cabía era el haberse caído alguna bolita de la cajita. Me la pidió y yo se la di, aclarándome que se la habías dado tú para analizarla.

—Es cierto, le entregué una.

—Él se rio de mi teoría y abiertamente me dijo que yo había llevado los monstruos. Le pedí la cajita para demostrarle que no mentía y podía ser el contenido de ella el origen de los monstruos.

—¿Te la dio?

—No. Forcejeamos por la posesión de ella y sea por casualidad o intencionadamente, la cajita en cuestión cayó en una cubeta que, según me dijo después, contenía ácido y por lo tanto la destruyó.

—¿Ignorabas la índole del líquido que contenía la cubeta que has mencionado?

—Completamente.

—¿Qué más?

—Nos enzarzamos de nuevo en una discusión y ésta no siguió a más por la presencia de Peter que venía en mi busca para que fuera al laboratorio fotográfico.

—¿Qué ha pasado allí?

—Un hecho lamentable, Stephen. Los muchachos encargados del mismo han desaparecido y la cinta que filmaste, no la he encontrado por parte alguna, ignorando si llegaron a efectuar las ampliaciones... ¿Ampliaciones?

Tyler se quedó pensativo y Stephen le apremió.

—¿Qué pasa con las ampliaciones?

—¡Pero qué majadero he sido...! ¡Está más claro que el agua...!

—¿Quieres terminar de una vez? ¿Qué está claro?

—Stephen, cuando estaba forcejeando con Harold para apoderarme de la cajita, recuerdo que vi un ángulo de cartulina impresa sin destruir que bien podría tratarse de una ampliación; si, casi estoy seguro que podría tratarse de esto.

—Lo que estás diciendo es de suma gravedad, Tyler.

—Sintiéndolo mucho, Stephen, no puedo silenciar lo que he visto. Ya no cuenta en mi el que Harold me haya acusado o no, esto lo dejo aparte y casi estoy por decirte que le perdono. Quizá cuando le raptaron sufrió mucho o la fatiga del trabajo...

—Sí, ya hemos comentado esta particularidad en otra ocasión.

—Exacto. Pues bien, el callarme lo de la cartulina, sería faltar a la verdad. Además, hay otra cuestión. Aparte de la desaparición de los muchachos del laboratorio, existe la de un tercero, o sea, que esto ha costado tres vidas humanas.

—¿No tienes nada más que añadir?

—Que yo recuerde, no.

—Bien, te ruego que te retires. He de pensar sobre lo que me habéis dicho. Te voy a hacer la misma pregunta que a Harold: ¿has comentado con alguien del campamento vuestro altercado?

—Con nadie, salvo Peter que está enterado de lo del laboratorio fotográfico.

—De acuerdo, hemos terminado. Si necesito alguna aclaración ya te avisaré. Por favor, cuando salgas, manda decir a Peter que venga.

—A la orden.

Stephen estaba repasando las notas que había tomado durante las declaraciones de Harold y Tyler y su mente estaba sumida en pensamientos contradictorios, cuando se presentó Peter.

—¿Me llamaba, señor?

—Sí, siéntate.

Una vez acomodado, el comandante le preguntó:

—Cuando fuiste a avisar al teniente Tyler, ¿notaste algo raro en él y en Harold?

—Pues que estaban un poco alterados, sobre todo el teniente.

—¿Cómo sabías que estaba allí?

—Pues que estaba charlando con Michel por aquellos alrededores y vi a uno de los «aparecidos» que iba al laboratorio del biólogo y más tarde el teniente, cambiando bruscamente de camino, entró también.

—¿Quieres aclararme qué significado tiene lo de «aparecidos»?

—Sí, señor. Es de dominio general en el campamento. Denominamos así a los que aparecieron con el biólogo.

Stephen tomó unas notas y continuó:

—Cuando el teniente penetró en el laboratorio, ¿había salido ya el «aparecido»?

—Que yo recuerde, no, señor.

—¿Cómo te diste cuenta de lo del laboratorio fotográfico?

—Dejé a Michel y me fui directamente allí por tener afición a las composiciones fotográficas. Tenía mucha amistad con James y Robert, los encargados del mismo, y sabía que tenían que estar en ese lugar porque habíamos quedado en vernos. Al no encontrarles y ver todo aquello revuelto, me temí lo peor y avisé al teniente.

—¿Qué hizo el teniente al llegar al laboratorio fotográfico?

—Al primer instante se quedó parado, luego buscó algo afanosamente, pero por lo visto no lo encontró. Después me mandó que cerrara y guardara la llave y buscara a Robert y James, pero éstos no han aparecido por parte alguna.

—¿Algo más que se te haya olvidado?

—Nada más, señor. Bueno, salvo que... Los muchachos desconfían un poco de los «aparecidos»... Se les nota algo raro.

—Gracias, Peter, por tus informes. Puedes retirarte.

—A la orden, señor.