Capítulo 16

26 de diciembre de 2013. Boston

—BUENOS días a todos —saludó nerviosa Stella—. ¿Se me oye?

Stella dio un par de golpecitos con el dedo índice en el micrófono. Quería comprobar si retumbaban los altavoces que tenía a su lado. Respiró hondo mientras ordenaba los papeles que tenía sobre un improvisado atril. La prensa la observaba inquieta. Decenas de cámaras apuntaban directamente hacia ella, con unas diminutas luces rojas parpadeando, señal de estar emitiendo en directo. Esta situación era nueva para ella. Nunca antes había dado una rueda de prensa ante tantos medios de comunicación. Una vez, justo cuando entró al cuerpo, tuvo que realizar una presentación sobre los criminales más buscados, en la que describía su modus operandi y detallaba pautas para poder encontrarlos, frente a los nuevos miembros del departamento de seguridad nacional del FBI. Estaba tan nerviosa que durante la exposición se bloqueó. Se quedó petrificada, sin saber qué decir sobre el francotirador anónimo que estaba atormentando el estado de Michigan. A pesar de su talento para indagar en la mente de los asesinos, Stella sufría un pánico que la paralizaba en las presentaciones en público. Había probado diversas técnicas para vencer el miedo escénico, y ninguna había dado resultado.

—Buenas a todos —repitió—. En las últimas horas han ocurrido algunos hechos que han cambiado radicalmente el rumbo del análisis psicológico. —El mensaje reverberó en los altavoces y la prensa comenzó un murmullo sobre las declaraciones. La mano derecha de Stella, que se encontraba sobre el atril, comenzó a temblar levemente, empujando los folios al suelo. Se agachó rápidamente ruborizada y comenzó a recogerlos. El murmullo se hizo algo más fuerte. Stella se levantó y miró al frente, intentando buscar un punto lejano en el que concentrarse.

—En estos momentos, el prisionero, cuya identidad aún no ha sido confirmada —continuó Stella—, se encuentra en una celda de confinamiento a la espera de las entrevistas para evaluar su estado mental y entender las motivaciones que lo han llevado a realizar una de las mayores atrocidades que se recuerdan en el estado de Massachusetts. Siguiendo el procedimiento estándar para este tipo de casos, iba a ser el director Jenkins quién se encargaría del análisis psicológico del prisionero, dada su experiencia y su profesionalidad. Después de lo ocurrido esta mañana, el Dr. Jenkins no se encuentra en condiciones para realizar esta labor tan intensa.

—¿Qué ha ocurrido esta mañana?—interrumpió un reportero de Fox News.

Stella no sabía cómo responder a aquella pregunta. Meditó durante un par de segundos e intervino:

—El director Jenkins, del que nadie duda en su buen hacer, y que ha colaborado tan activamente en el esclarecimiento de importantes casos en el país, se encuentra indispuesto y no se sabe cuándo podrá incorporarse de nuevo a sus tareas.

—¿Tiene algo que ver esa indisposición a que la policía y el FBI hayan, literalmente, tomado el centro psiquiátrico?

—No tiene nada que ver con eso —mintió—. El FBI y la policía han optado esta mañana por colaborar en las investigaciones y participar activamente en el caso para esclarecer lo ocurrido con la mayor celeridad posible.

Stella lanzó una mirada a uno de los periodistas que se encontraban con la mano levantada, cediéndole implícitamente el turno.

—¿Cómo es posible que después de dos días, ni la policía ni el FBI sepan quién es el decapitador?

—El decapitador, como ustedes lo llaman, muestra una actitud no colaboradora en el proceso, y por tanto está dificultando su identificación. La policía, en las doce horas siguientes a su detención, le tomó las huellas, pero no se ha encontrado registro alguno de su identidad. Estamos consultando con las bases de datos internacionales y aún no se ha obtenido ninguna coincidencia. Extrañamente, nadie lo reconoce ni lo ha visto nunca. Es como si no existiese.

—¿Quién se encargará a partir de ahora del análisis psicológico y del curso de la investigación? —preguntó otro periodista

—Está pendiente de definir pero, de momento, seré yo quien dirija el proceso hasta...

La puerta del complejo psiquiátrico se abrió tras Stella. El murmullo de la prensa aumentó su volumen hasta casi convertirlo en el sonido de ambiente de un bar en hora punta. Stella se bloqueó sin saber qué decir. Fijó la mirada hacia su punto lejano e intentó continuar su respuesta. —La persona... la persona... Verán... quiero decir...

El murmullo creció aún más y Stella se quedó aturdida. No podía pronunciar ni una palabra más. Por un momento, la prensa pensó que se desmayaba. El murmullo cesó y los periodistas observaron atentos la mirada perdida de Stella. Una silueta salió del interior del complejo psiquiátrico, causando un aluvión de flashes procedentes de los periodistas. La tormenta de luces desconcertó a Stella aún más. En su mente no paraba de recordar al francotirador de Michigan y su ridículo frente al departamento de seguridad nacional del FBI. Sintió que alguien se le aproximó desde atrás, y notó la presión de una mano sobre su hombro.

—Buenas tardes —dijo el director Jenkins, con aire decidido.