EL ACTA DE LOREDÁN

 

En 1897, después de una reunión de trabajo con los más destacados intelectuales carlistas, da a conocer el Acta de Loredán, documento que refleja la actualización del programa carlista y la fijación de una doctrina eminentemente social. El sector integrista, siempre tan actual y oportuno, consideró este programa demasiado avanzado, pero, como era lógico, don Carlos no tuvo en cuenta la opinión de esta minoría, que, más tarde, confirmó sus sospechas al escindirse del partido y marcharse al hogar materno: el conservadurismo isabelino.

El duque de Solferino, jefe carlista de Cataluña, de común acuerdo con el rey don Carlos, se adhiere a la Solidaritat Catalana, movimiento político de reivindicación nacional, que integró a regionalistas, republicanos federales, nacionalistas catalanes, carlistas y Unión Republicana, cuyo objetivo principal era luchar contra la llamada ley de Jurisdicciones e implantar la autonomía catalana.

Acción de Algueta.

 

Carlos VII murió repentinamente en Varese (Italia) el 18 de julio de 1909. Le sucedió en la dinastía carlista su hijo don Jaime. Pero vayamos ahora a ver cómo estalló la tercera guerra.

El general Díaz de Rada recibe desde Ginebra, con fecha de 14 de abril de 1872, una nota de don Carlos de Borbón, es decir Carlos VII, en la que le decía lo siguiente:

 

Querido Rada:

El movimiento solemne ha llegado. Los buenos españoles llaman a su legítimo rey, y el rey no puede desoír los clamores de la patria.

Ordeno y mando que el 21 del corriente se haga el alzamiento en toda España al grito de: ¡Abajo el extranjero! ¡Viva España!

Yo estaré el primero en el punto de peligro. El que cumpla merecerá el bien del rey y de la patria; el que no cumpla sufrirá todo el rigor de mi justicia. Dios te guarde. Carlos.

 

Prisioneros republicanos ante Carlos VII después de la batalla de San Pedro Abanto.

 

Y el día 21, tres días antes de la apertura de las cortes amadeístas, se pone en marcha la primera fase de la insurrección carlista, que, adelantándose a los acontecimientos, resultó ser un intento fallido. Al año siguiente, con la abdicación de Amadeo I y la proclamación de la República, los carlistas iniciarán la segunda fase, que esta vez cuajará en guerra generalizada. Aunque se registrarán alzamiento y motines a favor de Carlos VII en prácticamente todo el territorio nacional, la geografía militar del carlismo se repetirá una vez más: se fijarán dos zonas: País Vasco y Cataluña.

Carlos VII rodeado de jefes y soldados de su ejército.

 

Al día señalado por don Carlos se alzan las primeras partidas. El 21 de abril, el general Castells sale de Barcelona con una columna a su mando. Dorregaray se alza en Valencia; Savalls, en Gerona; Ferrer, en el Maestrazgo. Pero tenía que ser en el País Vasco donde debía concentrarse la mayor acumulación de efectivos carlistas para proteger la entrada del pretendiente en España. Fallan las guarniciones y depósitos de armas, pues no estaban donde debían estar. Pamplona, Bilbao y Vitoria permanecen quietas.

Fulgencio Carasa logra concentrar en Morentín a 1.000 voluntarios. Ollo reúne en Echauri a un centenar de jóvenes; Rada penetra por Vera. En Vizcaya se alzan las partidas en Abadiano, Arratia, Marquina, Guernica, Encartaciones, Ondárroa y Berriatúa. Los miñones y peones camineros de la diputación alavesa se pasan a las filas carlistas, llevándose a todo el equipo. En Guipúzcoa, Redondo consigue concentrar en Ataun a 800 hombres, encontrándose entre ellos el famoso cura Santa Cruz. En Ordizia, Ayastui se alza con 400 voluntarios. Y en el monte Izarraitz, Amilibia opera con 500 hombres.

Pero son pocos efectivos y mal coordinados para que la operación tenga éxito. Rada escribe a don Carlos para exponerle la situación y convencerle para que no rebase la frontera. Don Carlos no conecta con su general y entra el 2 de mayo en Vera, donde se ha podido reunir a duras penas a un contingente de cerca de mil quinientos hombres, mal vestidos y peor armados. El propio don Carlos se da cuenta de la grave situación. El 4 de mayo, las tropas gubernamentales inician la persecución y sorprenden a los carlistas en Oroquieta. Moriones logra una fácil victoria. El desastre es total.

Tercera Guerra Carlista. Plano de la ciudad de Puigcerdá.

 

El día 5, don Carlos, a duras penas, vuelve a Francia. Murieron 38 carlistas y 749 fueron hechos prisioneros, y deportados a ultramar.

Poco a poco, las fuerzas sublevadas en Álava, Guipúzcoa y Vizcaya se van apagando. Los carlistas vizcaínos discuten con el general Serrano el fin de las hostilidades a cambio de una amnistía. Serrano acepta, y el 24 de mayo se firma un convenio, en la casa Belastegui de Amorebieta. El convenio contiene los siguientes puntos:

 

1.º Se concede el indulto general a todos los insurrectos carlistas que se hayan presentado, los cuales serán provistos de un documento para que nadie les moleste.

2.º Gozarán de igual beneficio los que en adelante se presenten con armas o sin ellas, a los cuales se dará todo género de garantías para su seguridad.

3.º Los que hubieran venido de Francia, podrán volver a quedarse en España, y, al efecto, se les proveerá de salvoconducto necesario para que por nadie sean molestados.

4.º Los generales, jefes y oficiales y demás individuos de tropa que, procedentes del ejército, se hubieran alzado en armas a favor de la causa carlista podrán ingresar de nuevo en el ejército, con los mismos empleos que tenían al desertar.

5.º La Diputación de Vizcaya se reunirá con arreglo a Fuero, sobre el árbol de Guernica, y determinará el modo y manera de pagar los gastos que ha ocasionado la guerra con motivo de la insurrección.

 

Además, Serrano se comprometía a pedir al Gobierno que las Juntas se pudieran reunir según Fuero, «ofreciendo además recabar al gobierno de la nación las garantías de todo, a los fines que prometo y me propongo». Las partidas vascas fueron presentándose una detrás de otra, a pesar de que don Carlos y los jefes carlistas Valdespina, Careaga, el cura Santa Cruz, Cubillas, etc., no aceptaron el Convenio de Amorebieta.

La lucha, no obstante, continuaba en Cataluña. Los carlistas catalanes habían obtenido la victoria, en varias ocasiones, como la de Savalls en Anglés, Horta y Breda; y la de Castells en Balaguer. Francesca tomó la ciudad de Reus por sorpresa, pero murió en el intento. El hermano de don Carlos, don Alfonso Carlos, había asumido la jefatura militar en el principado catalán y en Aragón. A pesar de los esfuerzos de las tropas gubernamentales, los carlistas catalanes y aragoneses logran mantenerse hasta enlazar, en diciembre de 1872, con el levantamiento en serio que se iba a producir, favorecidos indudablemente por el fracaso de la monarquía amadeísta y la proclamación de la República.

El 16 de junio de 1872, don Carlos firmaba un documento dirigido a los catalanes, aragoneses y valencianos, en el que les decía que les devolvía los Fueros que les arrebató Felipe V:

 

[…] yo os devuelvo vuestros fueros, porque soy el mantenedor de todas las justicias; y para hacerlo, como los años no transcurren en vano, os llamaré y de común acuerdo podremos adaptarnos a las exigencias de nuestro tiempo. Y España sabrá una vez más que en la bandera donde está escrito Dios, Patria y Rey están escritas las legítimas libertades.

 

Fue un gesto eminentemente político, pero ponía de relieve que desde el primer momento la reivindicación autonomista o foral había sido asumida seriamente por los máximos dirigentes del carlismo. Tanto es así que el ingrediente anticentralista fue un elemento importante que logró sumar a las filas carlistas numerosos voluntarios.

Carlos VII, con su hermano Alfonso Carlos (parte superior izquierda, de pie) y dos generales de su Estado Mayor.

 

El desastre de Oroquieta fue una experiencia que no desaprovechó el carlismo. Se disolvió la Junta Militar vasco-navarra, de Bayona, y se cesó al secretario de don Carlos, el capitán de Estado Mayor, Emilio Arjona. La Junta y Arjona habían sido fuente de disputas y polémicas, echándose en cara unos y otros el fracaso del levantamiento. En octubre de 1872 se nombró comandante general de Navarra y Vascongadas a Antonio Dorregaray. Su nombramiento fue bien recibido por todos, ya que apenas era conocido entre los carlistas.

Dorregaray inicia la reorganización de los mandos militares en el norte. Ollo es designado comandante general de Navarra; Martínez Velasco, de Vizcaya; Eustaquio Llorente, de Álava. Valdespina pasó a jefe del Estado Mayor general y Pérula a jefe de la caballería.

Breve historia de las guerras carlistas
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