Mañana de primavera (1827/8). Brilla el sol. Jardín de la residencia de Goya en Burdeos. (El decorado es prácticamente el mismo del cementerio.) El JARDINERO está subido a una escalera podando una enredadera que trepa por una pared. Entra GOYA apoyado en un bastón (es ahora un hombre de más de ochenta años), acompañado de FEDERICO, que tiene la misma edad.

 

GOYA (señalando).- Hay un jilguero en el almendro. ¿Lo ves?

FEDERICO.- Te lo digo todos los días, Francisco, mi vista no es la que era.

(Los dos ancianos se quedan quietos. GOYA imita el canto del jilguero.)

GOYA.- Así canta.

FEDERICO.- ¿Cómo lo sabes?

GOYA (sin oír lo que le dicen).- ¿Te gustaría oír al trepatroncos? Pepa me está enseñando el canto de todos los pájaros.

FEDERICO.- ¿Y tu nueva pintura?

GOYA.- Hace dos siglos un holandés pintó un jilguero.

FEDERICO (gritando).- ¿Que cómo va tu nueva pintura?

GOYA.- Tengo problemas con el cielo, detrás de la cabeza. Antes nunca me habían dado problema los cielos.

FEDERICO.- Los cielos franceses no son iguales. Míralo. Son lechosos. Las panaderías también son diferentes. Tengo que confesar que con la edad me estoy volviendo goloso.

(FEDERICO se saca un brioche del bolsillo y le ofrece la mitad a GOYA. Se sientan.)

GOYA.- ¿Ya has dicho lo de “tengo que confesar que con la edad me estoy volviendo goloso”?

(FEDERICO echa miguitas a los pájaros.)

Esta noche he dormido mejor. No he tenido sueños. Por eso estaba todavía acostado cuando llegaste.

FEDERICO.- No me ha importado. Tenía muchas cosas en que pensar... hay espías del Santo Oficio aquí en Burdeos. Estoy seguro. Don Tiburcio se ha negado a darnos más dinero para el periódico.

GOYA.- ¿Cuál?

FEDERICO.- El que hacemos en español, el que yo edito.

GOYA.- Te haré una litografía.

FEDERICO.- La única explicación que ha dado es que han amenazado con molestar a su familia en Valencia. Mientras tanto, ya debemos trescientos francos al impresor.

GOYA.- Pronto habrá en el mundo más periódicos de exilados que estrellas en el cielo.

FEDERICO.- Sólo trescientos... para pagar a la imprenta.

GOYA.- Mis litografías no se venden bien. La gente no quiere saber nada. Quieren todo en color y estereofónico... ¿Tienes nuevas noticias de allá?

FEDERICO.- ¡Nuevas! Corren tiempos de plomo. La Constitución ha sido anulada, invalidada. Las ideas, cautivas. La gente desaparece en las calles. Se tortura. El electrochoque está a la orden del día. Aumentan los arsenales ocultos. Reina la glotonería del terror. Lo mismo que te cuento todas las mañanas, amigo mío. ¿Llegarán alguna vez otra suerte de noticias? La nueva noticia, Paco, es que ya estamos viviendo en el futuro. No en el futuro por el que luchamos y morimos, sino en el futuro que lo ha sustituido, el de los gigantes... Ésa es la última noticia. ¿Cambiarán las cosas algún día?

GOYA.- Si te callas un momento, te haré el canto del ruiseñor.

FEDERICO.- Si no te conociera como te conozco, Hombre Rana, diría que chocheas.

GOYA.- Entonces no hagas preguntas tan estúpidas como ésa de si llegarán alguna vez otra suerte de noticias.

FEDERICO.- ¿Me has oído, pues?

GOYA.- Claro que no.

FEDERICO.- En todas partes se alza la restauración del pasado. Todo el mundo se vanagloria de lo que antaño se consideraba una vergüenza. (Gritando:) Dime, dime, ¿qué podemos esperar ya?

GOYA.- ¡Esto! (Imita el canto del jilguero.) Lo que le queda a nuestras esperanzas es una larga desesperación que engendrará nuevas esperanzas. Muchas, muchas esperanzas... Voy a vivir tanto como Ticiano.

(Entra PEPA.)

PEPA (a FEDERICO).- Ya está su chocolate.

FEDERICO.- Las cosas claras y el chocolate espeso.

GOYA.- ¿Lo ha vuelto a decir?

(PEPA asiente con un gesto y toma a GOYA del brazo. Salen FEDERICO y el JARDINERO, con la escalera a cuestas, y se dirigen hacia la casa. Hablan muy bajo, casi en un susurro. GOYA no tiene dificultad para oír.)

¿Te has leído las páginas de Quevedo que te marqué?

PEPA.- Todas.

GOYA.- ¿Y?

PEPA.- Trataban del Juicio Final.

GOYA.- ¿Y la historia que trata de mí?

PEPA.- Al Bosco, el pintor, lo estaban interrogando en el infierno. ¿Por qué pintabas tantos hombres deformes cuando eras pintor allá en la tierra?, le preguntaron. Y él contestó: Porque no creo en el demonio.

GOYA.- Correcto.

(PEPA se sienta en un columpio. GOYA permanece de pie, frente a ella.)

¿Sabes quién es el personaje más popular del manicomio de ahí abajo? ¡Napoleón! Conté quince hombres que llevaban sombreros imitando al suyo y un letrerito que decía: Soy Napoleón. ¿Sabes por qué les gusta tanto a los locos Napoleón?

PEPA.- No.

GOYA.- Porque Napoleón estaba lo bastante loco para presumir de que tenía una renta anual de trescientos mil hombres.

(PEPA coge unas flores y se las ofrece a GOYA.)

PEPA.- El viernes a las dos de la tarde habrá una ejecución pública en la Place d’Aquitaine, al estilo francés, con guillotina.

GOYA.- Allí estaré.

PEPA.- Un pobre desgraciado llamado Jean Bertain asesinó a su cuñado.

GOYA.- Tal vez el cuñado estaba violando a su sobrina. La compasión no es algo habitual entre los hombres.

PEPA.- Usted cierra los ojos cuando siente compasión.

GOYA.- Tengo un par de ojos dentro de la cabeza, y ésos no se cierran nunca. ¿Me quieres, pequeña?

PEPA.- ¿Un poco, mucho o apasionadamente?

GOYA.- Si pintara una miniatura en marfil te la podrías colgar en el pecho. ¿Estoy loco, Pepa?

PEPA.- Al menos no se cree Napoleón.

(GOYA se sienta en una banqueta y se agarra la cabeza entre las manos.)

GOYA.- Un hombre se dobla por la mitad entre un par de labios. Intenta entrar en la boca. Cuando lo consigue, no puede salir. Uno debe llamar por su nombre a todo lo que ve. Nunca se deben ignorar las consecuencias. Ésa es la única posibilidad de enfrentarse a la barbarie. Ver las consecuencias.

PEPA.- No se torture, Francisco. Siempre es así al final de la mañana, y luego pasa, se va. Juguemos a algo. He puesto el retrato de un joven en nuestro álbum familiar (abre un cuaderno sobre sus rodillas). Lleva un sombrero negro muy grande y tiene unos penetrantes ojos oscuros.

GOYA.- Sin duda era ambicioso.

PEPA.- Y una boca grande... sensual. Era un hombre con fuertes apetitos.

GOYA.- Pues yo he puesto el retrato de un hombre de pie delante de un caballete.

PEPA.- Tiene unas velitas encendidas en el ala del sombrero.

GOYA.- Trabajaba toda la noche.

PEPA.- Quel panache! Era muy elegante... con calzas estrechas y todo. Y ahora el mismo hombre, más viejo. Lleva gafas.

GOYA.- Ha visto demasiado.

PEPA.- Tiene pocas arrugas y lleva una bufanda de seda blanca alrededor del cuello.

GOYA.- Era ya el año de la Revolución Francesa.

PEPA.- Luego he puesto en el álbum el retrato de un hombre de pie contra un fondo negro. Parece sorprendido, sorprendido de estar vivo.

GOYA.- Sencillamente ya es viejo... tiene casi setenta años. La peste asola Madrid y se ha llevado a Amore.

PEPA.- La expresión cambia, pero es siempre el mismo hombre.

GOYA.- Tal vez, lo es. Pero no soy yo.

PEPA.- Sí... es usted y es su arte, por algo los pintó usted.

(De pronto GOYA pierde todo interés en la conversación. Se queda mirando fijamente a la sepultura de la Duquesa de Alba, al otro lado del columpio. Aparece la DUQUESA. PEPA no la ve.)

GOYA.- Déjame ahora solo, Pepa.

PEPA.- Su arte, don Francisco.

GOYA.- ¡Al infierno con mi arte!

PEPA.- Fue usted un profeta. Predijo el futuro.

(La DUQUESA avanza hacia GOYA.)

GOYA.- Ven, ven, acércate.

PEPA.- Y con qué compasión, además.

GOYA.- ¡Lárgate, te digo, largo...!

(GOYA expulsa a PEPA fuera del jardín empujándola con el bastón. Se vuelve al público.)

Voyeurs! ¡Largo!

(Dando la espalda al público, observa a la DUQUESA, que se está desnudando para él, como en un espectáculo de striptease.)

Mi vida, mi vida querida...

(La DUQUESA abre los brazos, recibiéndole.)

DUQUESA.- Todas para ti, todas y cada una de las plumas. Ven, amor mío, ven, ven, Hombre Rana.

(La DUQUESA desaparece. GOYA cae al suelo. El escenario está en completo silencio. Como si fuera a bajar el telón, pero no funcionara el mecanismo. Entra PEPA, se sienta en el suelo y pone la cabeza de GOYA en su regazo.)

PEPA.- Siempre hace igual. Siempre se le escapa. Nunca es lo bastante rápido.

GOYA.- Camino con bastón...

(Van entrando desde diferentes direcciones todos los demás actores, vestidos como en el Prólogo. El JARDINERO, con la careta, se dirige a la colmena. PEPA se separa suavemente de GOYA, se pone en pie y toca la campana. Los actores empiezan a salir del cementerio exactamente igual que lo hacían en el Prólogo. PEPA vuelve al lado de GOYA.)

VIUDA (para sí).- Dios mío, haz que reine la justicia en el mundo.

MÉDICO (a la actriz).- Te hiciste actriz porque querías seducir a tu padre.

GOYA (a PEPA).- ¿Han terminado? ¿Está terminado mi retrato?

PEPA.- Sí, está terminado.

GOYA.- Pues que lo firmen.

PEPA.- Ya está.

GOYA.- ¿Estoy muerto, Pepa?

PEPA.- No se preocupe. Por esta noche está verdaderamente muerto.

(LEANDRO es el último en salir.)

LEANDRO (a PEPA, gritando).- ¡Esta noche ponte el vestido blanco nuevo!

GOYA.- Eso está bien...

(GOYA cierra los ojos y duerme. El JARDINERO fumiga la colmena. Cae un telón blanco sin imágenes ni firmas.)