Noche (1809). Dos sillas y una mesa abarrotada de papeles dispuesta en el proscenio, delante del telón de gasa. Detrás de éste se ven fuegos artificiales. FEDERICO, sentado frente a la mesa, contempla los fuegos.

 

FEDERICO.- “Que sea el socialismo

  pese a todos los conflictos

  para nosotros un monumento fundido

  en bronce común.”[1]

(Entra el MÉDICO, apresurado.)

MÉDICO.- Avisos y avisos. Siempre corriendo, amigo mío. Todos los franceses tienen problemas de estómago. Pero usted tiene buen aspecto, todo hay que decirlo. Parece de buen humor.

(FEDERICO le ofrece un vaso.)

Es un fenómeno curioso, y no es la primera vez que lo observo. Los hombres salen de la cárcel o bien destrozados para siempre o con más fuerzas que antes de entrar. Y éste es su caso, si me permite decírselo, don Federico. A veces me pregunto si no debería recetar una pequeña dosis de encarcelamiento para curar el hastío, la laxitud, el desinterés. ¿Le hago sonreír?

FEDERICO.- Lo único que se puede decir de una celda, doctor, es que uno aprende a distanciarse del presente y a mirar con cierta receptividad, con cierta ternura incluso, al futuro.

MÉDICO.- ¿El futuro?

FEDERICO.- Dígame, ¿cree usted que se ha dado un verdadero progreso en la ciencia médica?

MÉDICO.- Sin duda. Aunque la idea de progreso no es tan eficaz para quitar el dolor como la morfina.

(Tras el telón de gasa se sigue viendo el resplandor de los fuegos artificiales.)

¡Mire! Fuegos artificiales. ¡Para variar del fuego de cañón!

FEDERICO.- Ya estaban bailando en el parque cuando regresé a casa.

MÉDICO (tocando los papeles que cubren la mesa). ¿Un nuevo libro? ¿Puedo preguntarle de qué se trata? ¿Está inspirado?

FEDERICO.- Es una traducción.

MÉDICO.- ¿De qué lengua, si puede saberse?

FEDERICO.- No es exactamente de una lengua extranjera. Se trata más bien de una versión en la lengua de hoy de una experiencia del futuro.

MÉDICO.- ¡Ah! Eso no me lo esperaba yo. Siempre he tenido presentes las dotes de su inteligencia, pero ignoraba completamente sus dotes de profeta. ¿Me permite?

(FEDERICO asiente con un gesto, el MÉDICO coge la primera hoja del montón y lee:)

  “Que sea el socialismo

  pese a todos los conflictos

  para nosotros un monumento fundido

  en bronce común.”

¿Socialismo? Esa palabra debe de venir del latín socius, no? Tiene que ver con sociedad, o con social, supongo. ¿Qué entiende usted por socialismo?

FEDERICO.- Pues eso es lo que estoy intentando averiguar yo mismo cada vez que tengo un minuto libre y puedo ponerme a ello. Más o menos se refiere a la organización de un cuerpo social que obrará en beneficio del bien común, más que en el de los intereses particulares. Está basado en un principio que es el opuesto al egoísmo.

MÉDICO.- No vaya tan rápido... más despacio. ¿Un cuerpo social? Bastantes problemas tengo yo con cada cuerpo por separado... ¿Piensa usted en la sociedad como si fuera un cuerpo? Y sobre todo, ¿se puede construir una sociedad, un cuerpo, como usted dice, sano?

FEDERICO.- Ésa es nuestra misión. Llevará mucho tiempo.

MÉDICO.- ¿Está usted seguro de que no está intentando ir en contra de algo que es natural y tal vez incambiable? Le pondré un ejemplo sacado del cuerpo humano. El corazón. La sangre sale del corazón por el ventrículo izquierdo y vuelve por las venas al ventrículo derecho. ¿Podemos imaginarnos que la sangre circulara en sentido contrario, es decir, que saliera por la derecha y entrara por la izquierda?

FEDERICO.- Seguramente no. Pero en el cuerpo social todo es posible. Es una creación humana.

MÉDICO.- Eso que dice tiene un sospechoso tufo a poesía.

FEDERICO.- La poesía de los domingos de la historia, tal vez.

MÉDICO (volviendo a leer). “Que sea el socialismo

pese a todos los conflictos

para nosotros un monumento fundido

en bronce común.”

He de admitir que tienen fuerza estas palabras. ¿De dónde las ha sacado?

FEDERICO.- Del futuro. Estos versos serán escritos por un hombre que acabará suicidándose, metiéndose una bala en el corazón, a los treinta y siete años.

MÉDICO.- Un triste pronóstico.

FEDERICO.- Y, sin embargo, en esa idea está todo lo que para mí tiene sentido. El Adán de una nueva era.

(Los fuegos artificiales se hacen más intensos y brillantes.)