Proscenio, delante del telón de gasa, tras el cual se ve el cementerio transformado en un peñascal. Entra el ENANO, vestido igual que en el primer acto y empujando una rueda de carruaje blanca a modo de aro de juguete.
ENANO.- Ya les decía que íbamos a morirnos de risa, en cualquier caso, morir vamos a morir igual. La Duquesa de Alba murió intoxicada. Nuestro país se metió en guerra con Francia para salvaguardar los principios monárquicos. Este verano hay muchas moscas. Firmamos la paz con Francia para salvarnos. Entonces los gabachos raptaron al Cabrón, a la Puta y al Morcilla y los tienen como rehenes en Bayona. Nadie recordaba un verano con tantas moscas, y tantos buitres. Napoleón puso a su hermano José en nuestro trono y mandó a su ejército para liberarnos, para ayudarnos a romper las cadenas que nos ataban al pasado. Sus soldados forzaron a nuestras mujeres. Hay quienes colaboran con ellos hasta la muerte, para hacer de España un país moderno, con menos harapos y menos uniformes. Otros están luchando a muerte contra ellos, porque no les importa dar su vida por preservar España como es. “¿Quién está liberando a quién? ¿Y de qué?” Son bromas de la historia. Las peores bromas de la historia. A este año de gracia de 1808 le dicen el Año de los Ciegos. Apenas hay que comer. Los ricos no han despedido todavía a sus peluqueros. Hace un calor sofocante. He cumplido lo que prometí a la Duquesa y me he quedado junto a su pintor. Nos dirigimos a Aragón.
(El ENANO aplasta una mosca y sale del escenario haciendo rodar la rueda. Sube el telón de gasa revelando un peñascal. Color de óxido. Entran GOYA y el ENANO vestidos con oscuros harapos. El ENANO tiene que gritar o repetir las palabras cuando habla, pues su compañero está sordo.)
GOYA (señalando).- Hay un perro aullando al pie de aquella roca.
ENANO.- Acerquémonos y sentémonos. Necesitamos un descanso.
(Se sientan.)
GOYA.- Mira entre mis piernas. Se ve una ciudad. El perro aúlla ahí bajo, donde cuelgan nuestros pies.
ENANO.- Si usted lo dice. ¿Y qué ciudad es ésa, don Francisco? ¿QUE QUÉ CIUDAD ES?
GOYA.- Zaragoza.
ENANO.- ¿La ciudad a la que vamos?
GOYA.- Todas las rocas son proféticas. ¿Qué ves tú, Amore?
ENANO.- Figuras que huyen despavoridas. Cenizas. Humo. Un hombre de rodillas, dándonos la cara —la misma cara que su madre se aproximó al pecho para amamantarlo— destrozado por el sufrimiento. Si yo fuera un hombre de verdad, tendría la piedad de matarlo. Detrás de él, una fosa llena de cadáveres, algunos con botas francesas, otros con alpargatas... ¿Quién construyó esta ciudad? ¿QUIÉN VIVE EN ELLA?
GOYA.- Los gigantes. ¿Cómo sabes, Amore, que todo lo que me estás diciendo no es producto de tu imaginación?
ENANO.- No puede ser. Mi imaginación es alegre. En cuanto me imagino algo, se convierte en un chiste. ¿Quieres pollo? Un zanco bien asado, por favor. ¿Quieres carne de mula? Ahumada, no me importaría. ¿Quieres pescado? Una tajada de bacalao, sin duda. ¿Quieres leche? Si se desabrocha el corpiño... ¡claro! Nunca he imaginado nada peor que la vida.
GOYA.- Yo no tengo imaginación. Carezco por completo de imaginación.
ENANO.- Dicen que es usted un visionario.
GOYA.- Pinto lo que veo.
ENANO.- He oído decir que exagera en lo que pinta.
GOYA.- ¿Qué?
ENANO.- QUE EXAGERA...
GOYA.- ¡Atajo de ciegos insensatos! Las apariencias lo dicen todo. Nada hay que no delaten. ¡Insensatos! Ninguna exageración las supera. Dios, Amore, nos ha dejado solos con lo visible, como si nos hubiera abandonado en el infierno. Él, que lo ve todo, es invisible. Y nosotros, con nuestra carne y nuestros cabellos, nuestras mucosidades y nuestros huesos, estamos condenados a ser vistos. Y lo que es peor, estamos condenados a enfrentarnos a lo que vemos.
ENANO.- ¿Por qué no cierra los ojos?
GOYA.- Cuando alguien está muerto, lo sabes a una distancia de 200 metros. La silueta se queda fría.
ENANO.- Pensemos en un pollo, dorado, recién sacado del horno.
GOYA.- Esta roca está llena de fósiles. ¿Exagero si digo que está sangrando?
ENANO (asintiendo con la cabeza).- Sí.
GOYA.- Correcto. ¿Y si digo que nos podemos proteger detrás de ella, exagero?
ENANO (negando con la cabeza).- No.
GOYA.- Hay hombres cuyas caras constituyen la parte más indecente de su cuerpo, y no estaría de más que se la metieran en los calzones.
ENANO.- ¿Los ha visto usted alguna vez?
GOYA.- No te oigo. Por mucho que grites y gesticules no te oigo. Dios nos va a abandonar en Zaragoza.
(Se oye un reactor. Se van apagando las luces.)