Caída de la tarde, invierno. La VIUDA, ahora en el papel de la MADRE DE GOYA, está en la cocina de su casa. (Junto a la entrada de la capilla en ruinas.) Está pelando patatas sentada detrás de una mesa. Entra GOYA exactamente igual que lo hemos visto en la escena anterior.

 

MADRE.- He visto al cura esta tarde. Está muy contento contigo. Dice que dibujas muy bien. Nadie en Fuendetodos había visto unos dibujos tan majos. Di tus oraciones y cómete el bollo, te lo he guardado caliente. Come tranquilo, no corras, te vas a quemar la lengua. Siempre corriendo y corriendo. Comes demasiado rápido, en un santiamén no queda nada en el plato. Rezas demasiado aprisa. ¿Me estás escuchando, Chico?

GOYA.- Te escucho, madre.

MADRE.- Dicen que te estás sacando tus buenos reales en esa escuela, ¿es eso cierto?

GOYA.- Quinientos reales por cabeza pintada. Varía dependiendo de quién pose. A veces llego a mil.

MADRE.- Ahorra, pues, Chico. Cuanto más finas son las ropas, más sucio es el barro que las mancha. Sé ahorrador, guarda lo que ganas. ¿Has pensado en lo que dejas?

GOYA.- Lo están preparando.

MADRE.- Buena cosa es. No corras.

GOYA.- Te he traído un dinero.

MADRE.- Guárdalo, no necesito nada. Los fantasmas no tenemos necesidades... es una rara ventaja. A los nueve meses diste los primeros pasos. Te subías a una banqueta y te asomabas a la ventana. Todavía te daba el pecho. A los diez meses ya corrías por ahí.

GOYA.- Creo que estoy enfermo, madre.

MADRE.- La sordera no mata a nadie. Si no oyes, tendrás que mirar más.

GOYA.- Me da vueltas la cabeza, y ese tintineo dentro que no para nunca. Siento cosas que estallan, vuelan, rechinan dentro de mi cabeza. Gnomos, vampiros, duendes, murciélagos, embriones y alcahuetas con ojos de búho y pezuñas de gato. ¿Me estoy volviendo loco, madre?

MADRE.- Lo que tienes que hacer es escuchar lo que te dicen los maestros. Cómete el bollo y ponle aceite. ¡Shh! Ahí llega tu padre. Estos días está yendo a Zaragoza en la mula. Se saca cinco reales a la semana dorando marcos. Lávate las manos, Chico... El pan de oro se le queda en los dedos y asusta a los pájaros. Haz lo que te digo, Chico, y sólo las cebollas te harán llorar. No te olvides de ponerle una vela a la Virgen del Pilar. Cuando seas hombre serás feliz, no olvides lo que te digo. ¿Te cuida bien Josefa?

GOYA.- Es tan poca cosa, madre. Parece que no está. No puede hacer nada por mí.

MADRE.- ¡No puede hacer nada, no puede hacer nada! ¿Cómo iba a hacerlo? Ni siquiera las criaturas de sus entrañas le viven más de unos días. La gente dice que los asfixia.

GOYA.- Sus hijos, mis hijos... La culpa es mía, madre.

MADRE.- No tiene corazón. Y no hay más que hablar. No tiene corazón ni para ti ni para sus hijos.

GOYA.- Es culpa mía.

MADRE.- Las mujeres son crueles, Chico, muchas son brujas. Sólo sueñan con chuparte la sangre.

GOYA.- Tienen unos pechos tan suaves y una piel tan blanca. Y sus ojos son como carbones que te calientan.

MADRE.- Ves, Chico, ya te sientes mejor. Mejor. Duerme un poco. Tienes mucho camino hasta Madrid.

(Oscuridad.)