Capitulo 8
Andoni empieza a ganarse la vida
Hamburgo 2015
Al día siguiente de llamar al número para dar clases de español empecé a ganar un poco de dinero enseñándole lo básico a Anja. Decir que era guapa es quedarse corto, muy parecida a Scarlett Johansson. En condiciones normales me hubiera pasado toda la clase tartamudeando, pero después de haberme encerrado en casa esos cinco días, me había transformado y me sentía muy seguro de mí mismo. De hecho, no tuve ningún problema en pedirle doce euros por cada hora de clase a pesar de que lo hubiera hecho por cinco. Anja me dijo que quería una hora al día y que por favor, le mandara deberes. Se había propuesto aprender español en tres meses para después dejar el trabajo e irse a vivir a Andalucía. Se había hartado del clima de Hamburgo y que ella buscaba el sol y la alegría de Andalucía. Acababa de estar de vacaciones en Marbella y se había sentido como nunca. Anja pensaba que en Alemania no había la misma calidad de vida que en el sur de España. Según ella, la gente en Alemania solo pensaba en el futuro mientras que en Andalucía se vive en el presente y se desprende felicidad. Anja pensaba que ella había nacido en el país equivocado, ya que se encontraba mucho más a gusto con la gente del sur desde que nació. Yo no quise decirle que ella había estado en lo mejor de Andalucía, y que en los pueblos del interior la gente lo estaba pasándolo mal de verdad. De hecho, mi primer sueldo dependía de ella y se le veía feliz. No tenía nada que ganar por quitarle su ilusión y hubiera perdido mi trabajo.
Al principio, yo le daba una clase en la que hablábamos solamente en español y yo le corregía. Luego, nos quedábamos un rato más hablando de cualquier tema. Ninguno de los dos controlaba el reloj. Dándole clases me di cuenta que enseñar se me daba bien, así que empecé a poner anuncios por toda la universidad ofreciéndome como profesor. Anja también me consiguió unos cuantos alumnos, por lo que en dos semanas me encontré ganando mas de mil euros. Ella tenía muchas ganas de aprender, así que para seguir la conversación algunas veces terminábamos dando un paseo. Yo no estaba seguro si le gustaba o me utilizaba para aprender español, pero el caso es que pasamos tanto tiempo juntos que terminamos en la cama. Ella no podía creerse que yo fuera virgen. De hecho, se tuvo que sentir rarísima teniendo que dar todos los pasos. Como ya he comentado anteriormente, me encontraba mentalmente bien, pero eso no me ayudaba demasiado en lo que a temas íntimos concierne. Anja, por su parte, se lo tomó bien y aprovechó su posición de maestra para enseñarme todas las cosas que le gustaban que le hicieran a ella. En otras palabras, mi deber era darle placer y si no conseguía el objetivo, ella se encargaría de que repitiera el ejercicio una y otra vez hasta hacerlo bien. En poco tiempo terminé como su esclavo. Supongo que si yo hubiera tenido un poco más de experiencia, habría podido también pedirle a ella algo parecido. Pero en mi caso, andaba tan perdido, que ni yo mismo sabía lo que me gustaba. Si ella me preguntaba que es lo que yo quería, yo no sabía qué contestarle. Era un mundo nuevo y todo me parecía fascinante. Ahora sí que sentía que estaba viviendo la vida al máximo. Tenía ganas de volver a ver a Maria y contarle todo. Estaba claro que le debía mucho a la Bruja del Báltico.
Después de un mes con Anja, le pedí que por favor, se quedara una mañana conmigo en la cafetería del chocolate para conocer a María. Le había contado toda mi experiencia y ella también sentía curiosidad. Pasamos unas tres horas esperándole, y al final apareció. Cuando me vio no noté ninguna sorpresa en su cara. Ella me miró fijamente durante unos minutos, primero a los ojos y luego alrededor de mi cuerpo. De la misma noté que le gustaba lo que veía. Me encontraba bien. Estaba seguro de que ahora no me diría que tenía poca energía. Luego me dio un fuerte abrazo y por fin, me dio la enhorabuena. Le presenté a Anja y la miró con una sonrisa. Estuvimos hablando de temas generales y después de media hora María se despidió diciendo que había quedado con un cliente al que iba a leerle las cartas. La acompañé a la puerta y cuando estuvimos lejos de Anja, María me dijo que ya estaba preparado, que me había llenado de energía y que no me asustara por los baches que iban a venir por el camino.