Capítulo 4
Aitor Baroja (padre de Iñaki) y su pasión por la construcción
Bilbao
Mi historia es la clásica del nuevo rico que empezó a trabajar desde muy joven y le salieron bien las cosas. Con doce años ya no iba al colegio. No sólo quería ayudar en casa, sino que encima no podía aguantar dos minutos quieto en una silla. Mis padres nunca me obligaron. De hecho, ellos querían que siguiera en el colegio. Pero no podía. Tuve la mala suerte de tener profesores que contaban los minutos restantes para terminar su trabajo. Sólo guardo recuerdos de un único maestro que me preguntara por la situación en casa o por mis intereses. También recuerdo que cuando me hablaba me solía tocar las manos. Como mucha gente me había comentado que tenía unas manos bonitas no le daba importancia, pero con el paso del tiempo paso a acariciarme el cuello. Nunca llegué a estar del todo cómodo en su presencia y ahora que he crecido estoy convencido de que la enseñanza no entraba dentro de sus prioridades. Y el resto de los profesores tenían el hábito de decir que era un inútil y que no aprendería nunca. En resumen, el colegio no ayudó mucho a mi educación.
Empecé de encofrador y desde el primer minuto me gustó. El hecho de construir algo me pareció mágico. Mientras que en el colegio todo era teorías y rollos de profesores, la satisfacción de construir algo para que durase muchos años y tuviese utilidad me enganchó. Encima tuve un buen jefe que supo ver todas mis posibilidades. Fue un bonito cambio después de mi experiencia en el colegio. Pedro Perez Reverte, mi jefe, me fue cambiando de trabajos cada poco tiempo y así llegué a dominar los aspectos básicos de la construcción, desde leer los planos de un arquitecto hasta montar las tuberías. Con dieciséis años hubiera podido construir una pequeña casa sin problemas. Con el paso del tiempo, Pedro fue delegando todo en mí. Él se fiaba y lo único que quería era pasar más tiempo con su familia. Un buen día me dijo que quería hacerme socio del negocio, que él lo dejaba y que me ocupara de todo. El ponía el negocio y yo el trabajo. Por supuesto, acepté y desde entonces el negocio no ha parado de crecer. De ser una constructora pequeña pasamos a construir por toda España. Con veinticinco años ya era millonario.
También tuve la suerte de contratar a la mejor secretaria del mundo, Lourdes. Ella había estudiado empresariales en La Comercial de Deusto y aparte de ser guapa tenía una cabeza privilegiada. Ella consiguió multiplicar los contratos y los beneficios. Fue mi primer y único amor. Nunca he estado con ninguna otra mujer. La única condición que puso para casarme fue que leyera un libro sobre un albañil que se pasaba todo el rato pensando en construir una catedral. Según mi mujer, ese había sido su libro favorito y ella pensaba que era mi historia, pero en mi humilde opinión fue un tostón de mil páginas que se me hizo interminable. De hecho, cuando me dijeron que había una segunda parte, estuve temblando durante semanas. Dí por hecho que mi mujer me obligaría a leerlo y más, cuando me dijo que le había gustado más que la primera parte. Tal vez el primer libro tuviera algo que ver conmigo, pero estoy seguro que el título de la segunda parte la pusieron basado en mi experiencia leyendo el primero; Un mundo sin fin. Mi mujer es feliz leyendo libros mientras que a mí me gusta ver los documentales sobre obras de ingeniería. Cada uno tiene su tema y reina la calma. Siempre nos hemos llevado bien y por eso no entiendo cómo Iñaki, nuestro único hijo, tiene tantos problemas para encontrar una pareja que le entienda. Y eso que Iñaki sí ha estado con unas cuantas mujeres. Él es todo un conquistador, pero mejor que cuente un poco de cómo fue su infancia para conocerle mejor.
Mi mujer y yo siempre hemos sido conscientes de nuestras limitaciones, así que cuando nació Iñaki, lo primero que hicimos fue darle la mejor educación posible. Contratamos a niñeras inglesas. Los modales hay que aprenderlos desde muy pequeño. A una persona que no le han enseñado a comportarse desde joven nunca va a sentirse cómoda en un ambiente selecto. Y si no, que se lo digan a la reina Leticia y los problemas que tuvo con los amigos del rey. Yo no soy quien para criticarla, pero está claro que ella tiene otros gustos y las tonterías de palacio la tuvieron que resultar un tanto sofisticadas. Nosotros tampoco queríamos que nuestro hijo se volviera un pijo, de los que en lugar de decir norte dicen septentrional. Por eso siempre tuvimos en mente es que no íbamos a dejarle que se limitara a una sola clase social. Nuestro objetivo fue darle una buena educación para que estuviera a la altura y luego pudiera elegir el tipo de gente que más le gustase. Como el dinero no suponía ningún problema, cuando Iñaki cumplió diez años, contratamos lo más parecido a profesores internos para que se amoldaran a su horario. Dimos en el clavo y el experimento fue todo un éxito. Incluso consiguieron que yo mejorase mi retórica, algo bastante difícil ya que entre gente de la construcción, los modales no constituyen precisamente una prioridad.
Iñaki empezó a mezclarse con todo tipo de gente desde muy joven. Esa es la ventaja de los niños. Ellos no ven el color de la piel o el nivel social. Ocurre justo lo contrario; cuanto más. diferente sea alguien, más interés tienen ellos por conocerle. Yo apenas he salido de Bilbao, pero siempre he creído que China sería el futuro del mundo, así que contratamos a un profesor chino para que le enseñara matemáticas, programación y chino. Eso sí que nos pareció todo un reto para Iñaki, y Chang lo consiguió. ¿Cómo lo hizo? Con muchos video juegos. Para Chang todo eran juegos e Iñaki tenía una capacidad tremenda para aprender cosas nuevas. No le tenía miedo a nada. Es más, en cuanto dominaba una tarea, se aburría. Chang fue la salvación. El había sido un niño prodigio y sabía exactamente cómo mantener a Iñaki constantemente motivado.
La educación de Iñaki fue siempre viento en popa y nunca nos dio ningún disgusto en lo que al colegio concierne, pero solía estar siempre mezclado con chicos. Por esta razón, empecé a tener miedo de que se volviera tímido en sus relaciones con mujeres, así que se me ocurrió la idea de contratar a Sophie. Sophie acababa de terminar sus estudios de francés y los había financiado haciendo de escort, o mejor dicho, haciendo de puta. Sophie era joven, guapa y tenía un don increíble para la enseñanza. Yo les dije a Iñaki y a Lourdes que Sophie vendría a pasar un mes a casa con el objetivo de enseñarle francés. Lo que nunca les dije fue que el objetivo real era enseñarle a Iñaki el arte del amor sin que él se diera cuenta. En otras palabras, Iñaki debía dar todos los pasos para llegar a estar con Sophie. Sophie tendría que ser paciente y dejarle actuar a Iñaki.
Iñaki acababa de cumplir quince años, pero ya media un metro ochenta, así que no tenía ningún aspecto de niño. Y Sophie, como buena francesa, tenía un aspecto juvenil e inocente. Sophie y yo nos juntábamos en la cocina a solas y me iba contando sus avances. Iñaki tardó una semana entera en darle un beso. Lo último que pretendía ella es hacerle creer que lo tenía fácil, y mientras los días pasaban Iñaki no daba ningún paso. El primero fue un beso sin lengua y entonces ella se dio cuenta que Iñaki no había estado con una mujer en su vida. La conquista no iba a ser nada fácil. La segunda semana ya empezaron a hacer cosillas y el acto sexual se culminó a la tercera semana. Sophie me dijo que una semana iba a ser poco tiempo para enseñarle todo el potencial del cuerpo humano a Iñaki, así que Sophie se quedó un segundo mes y fue cuando el alumno de verdad aprendió. ¿Qué fue lo que aprendió? Pues por los relatos de Sophie, Iñaki demostró tener un talento natural para tratar a una mujer como una dama en todos los aspectos, a descubrir sus puntos débiles con solo rozarle el cuerpo, a acariciarle las manos y saber si hay que estar callado. El humor de una mujer puede cambiar muy rápido y la profesora francesa le advirtió de la importancia de verlas venir. Iñaki también descubrió mil juegos para que el amor no fuera aburrido. Debería haber grabado todas las conversaciones que tuve con Sophie y haberlas vendido. Precisamente hoy, que he visto que un libro sobre los juegos en la cama de un tal Grey han hecho millonaria a su autora. Estoy seguro que los relatos de Sophie le hubieran superado a Grey.
Iñaki siempre ha sido muy social y ha hecho amigos con facilidad. Lo malo es que con la misma facilidad que los conoce los pierde. Él se aburre de todo con rapidez y yo sólo conozco a un amigo que le dure desde la infancia. Ha venido pocas veces a casa, pero es el típico perdedor. El típico chaval con muy poca clase que tiene problemas hasta para decir su nombre. Seguro que a unos les dice que se llama Antonio, mientras que a otros les dice Andoni, como tratando de quedar bien con todo el mundo. Tiene un tono de voz muy bajo y cuesta entenderle. Desde el principio me fijé en él por los colores de su ropa. No es que llevara ropa barata. Fue el hecho de que los colores no entonaran. De hecho, le tuve que preguntar a Iñaki a ver si su amigo era disléxico o quería llamar la atención. Iñaki siempre le defendía diciendo que era muy inteligente. De hecho, hace poco me comentó que acababa de terminar ingenieros. No pude dar crédito. Yo, que apenas tengo estudios, me quedé cortado. Pero aún así, Iñaki no me convenció lo suficiente para dejar de pensar que Iñaki era un poco retrasado. Como todos los padres, yo quiero lo mejor para mi hijo y no me gusta que pierda el tiempo con el tonto del pueblo.