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Los líderes y los héroes son vacíos, locos, prepotentes, odiosos y maléficos. Mienten cuando se dicen intérpretes del pueblo y pretenden hablar en su nombre, pues la bandera que empuñan es la de la muerte; para subsistir necesitan de la opresión y de la violencia. En cualquier posición que asuman, en cualquier sistema de gobierno o tipo de sociedad, el líder y el héroe exigirán obediencia y culto. No pueden soportar la libertad, la invención y el sueño, tienen horror al individuo, se colocan por encima del pueblo, el mundo que construyen es feo y triste. Así ha sido siempre. ¿Quién puede distinguir entre el héroe y el asesino, entre el líder y el tirano?

El humanismo nace de aquellos que no poseen carisma ni poseen ni la mínima parcela de poder. Si pensamos en Pasteur y en Chaplin, ¿cómo admirar y estimar a Napoleón?